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miércoles, 15 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 15 de enero. Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht PRIMERA PARTE

Yo soy ateo; pero cada vez que se presenta en medio del pasillo el azafato correspondiente haciendo como que infla el chaleco salvavidas, me santiguo e, inmediatamente, le pido a la del carrito una botellita de Terry (o equivalente).

Y Siempre me dice que espere, que no sea impaciente.

Aquí arriba, sobre el cielo de Berlín, amanece, pero  a las 3’30 cuando salía de mi casa hacia el Prat para tomar el avión de Ryanair de las 6’30, era noche cerrada. Por suerte la luna llena ha disipado las tinieblas. Miércoles y luna llena… ¡exactamente igual que tal día como hoy del año 1919!...Ya saben que a mí el tiempo y el espacio me la refanfinflan.

A las 5 ya estoy en el aeropuerto del Prat, apoyando el codo en la única barra que funciona. El chubasquero y la gorra orejera me hacen parecer europeo (del este).  La bolsa del condis con mis pertenencias (¡ropa interior!) marca tendencia: veo pasajeros con bolsas de diferentes marcas. Ninguna, sin embargo, con el gracejo de la mía.

Me ha tocado el 15 E, toda una premonición. A mi lado alguien, antes de darme tiempo a santiguarme, saca el ordenador y se pone a hacer como que trabajaba… ¡son ganas de humillar! Me pongo el cinturón y meto la cabeza entre las piernas…y me encomiendo a san Habacuc, octavo (de doce) profeta menor, cuya festividad celebra hoy la santa,  católica y apostólica iglesia romana:



“¿Hasta cuándo Señor, gritaré auxilio y no me escucharás; clamaré contra el violento y no me salvarás? ¿Por qué me haces ver tanta injusticia? ¿Por qué miras desde lejos la opresión, mientras yo he de presenciar destrucciones y violencias? (…) El culpable hace condenar al inocente: las sentencias se falsean (…) ¿Por qué tratas a los hombres como peces del mar (…) Ellos los pescan con anzuelo y los recogen con redes. Después lo celebran con gran alegría: ofrecen sacrificios a los anzuelos y queman ofrendas a las redes que los proveen de buenos y sabrosos manjares. ¿Continuarán vaciando sus redes y asesinando pueblos sin ninguna piedad?  Me quedo quieto en mi lugar de vigilancia; estoy al acecho en mi atalaya, para ver que me responderá el Señor…”.
 
Esta queja la lanzaba tal día como hoy (¿), del año (pongamos) 588 antes de nuestra era. Jerusalén estaba siendo tomada a sangre y fuego por Nabucodonosor II.

¡¡Grande, Habacuc!!

Dios, como siempre, respondió vaguedades.

Repaso algunas frases en el Assimil…para refrescar mi alemán.

A las 9’15 bajo del avión. Estoy en el aeropuerto de Schoenefeld, Berlín. Por amor a la simetría y la rima asonante me acerco a una barra y me pimplo un aguardiente de trigo.

–¡Danke!...¡quédese con la vuelta!

–¡Faltan dos euros!

Entro con mal pie.



Me meto en una de las puertas giratorias y no consigo salir a la primera, doy otra vuelta. Logro salir y un aire gélido me atraviesa como si fueran flechas del angelito del odio. Mis precauciones nunca se ajustan a la realidad. Hace un día glacial. Gris-rata, y yo visto tejanos, jersey de algodón y polar de 18 euros (rebajas de enero). A dios (¿?) gracias he traído el chubasquero y la gorra.

Ahora viene lo jodido: averiguar cómo se llega al centro de Berlín.

·        Si van al Este o al N.E., tomen el S9 (tren metropolitano).
·        Si van al Sur, es mejor tomar el SXF (Airport Express Bus).
·        Si van a la zona del Zoo, a la Kudamm o a Alexanderplatz, tomen el tren de cercanías (RE7 o RB14) que, por 3 euracos, les dejará por allí.

Tomo el RB14 y bajo en la Alexanderplatz. A las 10’30 ya estoy en una de las cantinas alpinas que bloquean la plaza. Me como litúrgicamente una salchicha, grande como tubería de lavabo, y una cerveza-bota…de esas que hacen gluglu  y te deja  el chubasquero hecho un asco.

Le pregunto al cantinero por el “Ostel das DDR”. Me mira con compasión (¿por el chubasquero?):

–¿El de los nostálgicos gilipollas?

–Creo que sí

–Le diré el camino más fácil. NO PODRÁ PERDERSE.

–Soy todo oídos.

El mesonero mira mi gorra orejera y hace el gesto universal de la duda-extrañeza: tuerce el morro, frunce el ceño e inclina un poco la cabeza (si es siniestro hacia la izquierda y si diestro, hacia la derecha)

–Toma la Alexanderstrasse hasta el río. Sigue por la avenida del río hasta que te encuentres (a la siniestra)  con la calle dedicada, en mala hora, a la Comuna francesa. Entra en ese deshecho y pregunta por allí.

–Vielen Dank!

En media horita estoy en la habitación. Realmente acogedora. Dos rosas rojas en la mesilla de noche. Muebles vintage. Abro el frigorífico enano y brindo (¡ahora sí!) a la memoria de Karl y “Rosita, la  vieja puta”, la roja, la tullida…la sanguinaria.




Disimulo los auriculares debajo de las orejeras y suena el “Réquiem Berlinés” de Weil (y Brecht) y ¡hala! ¡a la calle…que ya es hora!

Sin hundirse, la ahogada descendía
por los arroyos y los grandes ríos,
y el cielo de ópalo resplandecía
como si acariciara su cadáver (…)

A Karl y a Rosa los detuvieron sobre las diez de la noche del 15 de enero de 1919. Su último refugio (¿?) fue la casa de los Markussohn, en el 53 de la calle Mannheimer, cerca de la Ferhbelliner Platz, en los tranquilos y agradables barrios del oeste. No se confundan Vds. y acaben en el extremo este, limite ya con Brandeburgo, en la China-Haus, un restaurante chino que hay por aquellos andurriales.

Pero si acaso eso ocurriera, díganle al cocinero que van de mi parte… si quieren ver dibujarse en un rostro el gesto universal de la ignorancia: apretar los labios, forzarlos hacia abajo al tiempo que se juntan las cejas, se elevan los hombros y se gira levemente la cabeza (según las indicaciones dadas arriba).
Por la otra Mannheimer, la de la plaza Fehrbelliner, no hay ni eso. Así que no vayan. Por no existir, no existe ni el número 53. Paseen por el Tiergarten, bajen por la Friedrichstrasse… beban, refuercen el espíritu… ¡Les hará falta! Aunque tampoco quisiera cortarles las alas. Si están en Berlín en fin de semana pueden acercarse al mercadillo de la plaza mentada y, de paso, comerse unas deliciosas tapitas tailandesas…si es que la municipalidad sigue permitiendo esa anormalidad: cocinar al aire libre…

 Las algas se enredaban en el cuerpo
y aumentaba su peso lentamente.
Le rozaban las piernas fríos peces.
Todo frenaba su último viaje.

También en Berlín hay torres petroquímicas en las terrazas. Yo estoy en una que hay al final de la Friedrich, bajando a la derecha, un poco antes de la Mehringplatz. Por aquí estaba la redacción de la “Rote Fahne”. He pillado un sitio estupendo y de aquí, hasta que no acabe lo que tengo que hacer, no me echa ni dios (¿?). Pido una sopa goulash, para el frío y una salchicha tremenda para que me haga compañía…  y no parezca que estoy tan solo.

Después de la desastrosa victoria de las Caballerizas, del ridículo de la Cancillería, del abandono de los Independientes, de la grandiosa manifestación proletaria que acompañó a los caídos del 25 y de la escisión (prematura por tardía) del spartakbund (para fundar el KPD), Ebert, el socialdemócrata, se siente solo y abatido. Sólo faltaría que los Independientes se unieran a Liebknecht. Pero, como ya saben Vds., dios (¿?) aprieta pero no ahoga y, además, está acostumbrado a escribir renglones en el aire torcido, así que le envió al miserable una idea, “yo soy la Razón” y, como plus, le mostró el método para imponerla: reforzar el lazo con los generales y llamar a su vera al gran Noske, que había dado pruebas de su valor en Bremen cuando lo de noviembre. Noske estaba asombrado de seguir con vida y consideró que, si ese milagro había sido posible, cualquier otro estaba al alcance de la mano (de hierro). 



Todo esto está explicado en mis aneriores propuestas...Léanlas Udes.

¡Me llama el Primer Comisario del Pueblo! ¡Ya era hora! Por fin mis tropas de choque tendrán algo que hacer-- se dijo Noske... Y acudió a la Wilhemstrasse. Salió miembro del gobierno y encargado del ejército.

–“Te lo prometo, Fritz. Vamos a golpear de verdad. Yo también estoy harto”.

En el punto de mira están Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por méritos antiguos porque su papel en los asuntos actuales no pasaba de mediocre. Karl había salido de la cárcel a finales de octubre y Rosa el 9 de noviembre (¿quién cada nueve de noviembre…la, la, la…?)

No les voy a abrumar relatando los méritos de uno y otra…Infórmense Vds. mismos.


Lo cierto es que Rosa, la teórica y Karl, el activista… ¡estaban en el punto de mira!

Ya en el multitudinario cortejo mortuorio del domingo 29, mientras las sesiones para la fundación del KPD seguían su curso, aparecieron pancartas y octavillas acusando a la pareja de ser “los asesinos de los marineros” y exigiendo responder con violencia  a la violencia de los espartaquistas. Los manifestantes hicieron oídos sordos a la provocación… que ya había sido sembrada.

Y ahora, sin prisas, y en presencia de esta descomunal y desnuda salchicha voy a relatarles lo que ha venido en llamarse, injustamente, “la semana espartaquista”… lo más parecido a la “semana sangrienta” que terminó con la Comuna de París.


Nadie les obliga a leer. A mí, sin embargo, me obliga el compromiso que he establecido conmigo mismo.

CONGRESO FUNDACIONAL DEL KPD.

El spartakbund se acababa de separar de los Independientes y el último fin de semana (largo) de diciembre del año 1918, en el parlamento regional de la Prinz Albrecht Strasse, se reúnen 114 personas, de las cuales 83 eran delegados con el mandato de fundar el Partido Comunista Alemán (KPD).
En la conciencia de todos se dibuja el dilema: Socialismo o Barbarie.
El programa, dado a la opinión pública en die Rote Fahne del día 18 de noviembre, está a la altura de las circunstancias: anticapitalismo puro y duro, más medidas antimilitaristas de urgente aplicación.

“La Liga Espartaquista quiere alcanzar el poder únicamente con la voluntad indiscutida de la gran mayoría de las masas populares de toda Alemania, que primero tienen que asumir el objetivo y los métodos de lucha de los espartaquistas. Es un largo camino. La victoria de la Liga Espartaquista no está al principio, sino al final de la revolución. Es idéntica la victoria de millones de miembros del proletariado alemán…”

Los asistentes quieren algo más, quieren golpear en caliente. Quieren sacar a flote la empantanada revolución de noviembre. Radek, al servicio de la URSS, intriga. Puede decirse que le importa más el destino de la URSS que el de la revolución alemana. Habla del apoyo de las masas proletarias rusas, pero lo que busca es lo contrario.

Aprobado de modo genérico el programa (de intenciones) se pasa al punto candente: Participar (o no) en  las elecciones a la Asamblea Constituyente del 19 de enero.

Rosa: defiende la participación y quiere alejar el fantasma de la insurrección suicida. Le cuesta, sin embargo, dar la espalda a un movimiento espontáneo de masas. Ve claro, que el partido no ha conseguido alcanzar el nivel a partir del cual pueda hablarse de toma del poder. Falta organización. Paciencia... Como siempre me dice la del carrito.

“Tenemos que trabajar desde abajo, y eso responde al carácter de masas de nuestra revolución (…) No me siento capaza de profetizar cuánto tiempo llevará este proceso (…) ¡Ojalá nuestra vida baste para lograrlo!”.

Conmoción y silencio en la sala. Pero pasa pronto.



 Karl: Duda (como siempre), pero, en el fondo está en contra de participar pero fácilmente se deja arrastrar por la marea “revolucionaria”. Propone el ingreso en la Comintern. Se acepta.



Leo Jogiches (maestro y amor de Rosa): Tampoco está por el aventurerismo.



Radek: intriga y echa leña al fuego.

Los delegados, en su gran mayoría, consideran insultante el mero hecho de plantear la posible participación en la contienda electoral.  ¿Acaso la “Rote Fahne” no había señalado a la Constituyente como instrumento de la reacción? No podemos detenernos ahora. ¿Acaso Lenin no suspendió la Asamblea Constituyente por considerarla enemiga de los objetivos del Partido?
De nada vale que se les recuerde que el KPD no es el Partido Bolchevique, forjado durante quinquenios en batallas a vida o muerte.
Se vota: De los 83 delegados, 62 votan en contra de participar.
Los dirigentes han perdido la batalla. Júbilo en la sala. Mal comienzo: un partido que en su sesión inicial desautoriza a sus dirigentes “naturales”.

Por la noche Karl acude al Hotel de Rosa (cambia diariamente de domicilio). Leo les aconseja que se vayan al sur. Aquí peligran sus vidas.



Rosa: “Ya se sabe qué planes forjáis, una vez que nosotros hemos abdicado y ya no hay teoría, sino tan sólo lo que se llama la voluntad de las masas, contigo como sumo sacerdote. Pero no te engañes, querido Karl. Yo digo ¡NO!, y no sólo yo…No habrá ninguna sublevación… porque somos el futuro… porque sería una traición a la clase obrera.

Así quedó la cosa. De no haber sido por el estúpido incidente, rápidamente convertido en “caso”, de Eichhorn (ardilla).

El cielo, anocheciendo, era de humo,
y a la noche hubo estrellas vacilantes.
Pero el alba fue clara para que aún
tuviera la muchacha un nuevo día.








Propuesta para hoy, día 15 de enero. Rosa y Karl. TERCERA PARTE.

Si el día de navidad papá Noël fue generoso. El día de la Epifanía, los Reyes se mostraron de una generosidad insuperable.

Baja la persiana con estruendo ferroviario. Echa el cierre y nos dirigimos hacia la Isla de los Museos. Cruzamos el Spree, negro y silencioso. Sé que es el río, porque el mismo río lo advierte: “¡Soy el Spree! ¡No te acerques a mí!. Soy el reino de los cisnes negros, la morada de las ratas de todo Berlín. Soy el tragacadáveres. ¡Sigue tu camino, viandante, y no te detengas! Alcanzamos el Bode. Cruzamos el brazo pequeño y seguimos andando por la orilla. Cuando nos encontramos de nuevo con las vías y viaductos, torcemos a la izquierda y seguimos pegaditos al muro ferroviario. Este hombre…

–Por cierto ¿cómo se llama Vd.?

–¿Quién? ¿Yo?

–Sí, sí, Vd.

–Hans, Hans Pieck–y me tiende la mano, ancha y dura como pala de excavadora.

–Yo soy Kino–alargando la mano en las tinieblas. Se oye el leve ruido del fino cristal cuando se agrieta. Dolor ninguno. El frío produce un efecto anestésico.  La calle sigue pegadita a los muros ferroviarios.

…tiene el ferrocarril metido en el sistema sanguíneo. Y en el cerebro. No puede vivir sin ese ajetreo metálico.

Entramos en un local de la Georgenstrasse. De vez en cuando suena como un traqueteo de fusil automático. Es de los pocos sitios que aún se conservan tal como los conocimos cuando jóvenes. Debe de ser un cliente vip: todo el mundo lo saluda y la camarera (de negro con delantalito blanco) nos conduce a la que se supone es su mesa favorita. Entrando a la derecha. En el rincón. Dos rosas rojas. Nos sirve, sin consultar nada, una botella de vodka (esa del Búfalo) y unas cervezas bien servidas, por la calidad espesa y blanca de la espuma, para hacer boca. Emocionante este trato familiar y esta soltura. Brindamos por los tiempos bíblicos. Cuando dejamos los vasos, un bigote blanco nos ha envejecido varias semanas. Se relame el bigote como un gato. Se me olvidó comentarles que Hans es dueño de un bigote ascético.



Día 6 de enero.
Aquella iniciática noche-madrugada, la que convirtió el domingo en lunes, fue de locos, y de inconscientes. Mientras los grupos desorganizados ocupaban lo ocupable y disparaban a los pájaros nocturnos, el grupo dirigente abandona la Jefatura de Alexander y se dirige (a sí mismo) a las Caballerizas de la Spittelmarkt… ¡para estar más cerca del fragor! Se había ocupado el cuartel de zapadores, la central de ferrocarriles, los periódicos, la imprenta real. En algunas estaciones pasa de todo. En las Caballerizas está retenido (como lo estuvo Wels en nochebuena) el teniente Anton Fisher que ha ido a socavar y tal.



Desde allí se lanza la proclama y la llamada a la manifestación del lunes, hoy, por la mañana: Ahora se trata de derribar el gobierno de Ebert-Strassemann (que duermen, no lo olvidemos, en casa de su amigo banquero, en la calle Fasanenstrasse) y tomar las riendas de la cosa. No se andan con minucias.
Rosa mantiene viva la “Rote Fahne”.

–Hasta aquí todo parece épico, bíblico, por así decir, ¿no es verdad?

–Me lo parece, sí.

–Pues sucedieron escenas propias de una comedia de los Marx. Desde las Caballerizas, sede de la división de Marineros Revolucionarios, salieron camiones con trescientos hombres armados hasta los dientes. Se dirigían al cercano Ministerio de Guerra (Leipzigerstrasse). Entraron por la mera presencia de las armas. Entregaron el papel en el que se exigía la “cesión” del poder. Los funcionarios que lo recibieron, reacios, buscaron y buscaron y hallaron… ¡un defecto de forma! ¡Faltaba la firma de Lebedour! Así era (y así eran ellos). Volvieron a las Caballerizas…en lugar de encerrar a todos esos mamarrachos y fortificar el recinto. ¡Volvieron a las Caballerizas!

Karl firmó, en ausencia, el vacío de Lebedour.

La sombra de Noske recorría todo Berlín.

Mientras tanto en el Ministerio y en la Cancillería empezó una actividad frenética: convocaron (tuvieron que imprimir octavillas; el Vörwart estaba tomado) a los obreros que aún seguían fieles a los mayoritarios, reunieron las unidades armadas de que disponían y cuando volvieron los ilusos… ¡ya no pudieron pasar! ¡No se trataba de liarse a tiros por un error, se trataba de entregar un papelito! Una cosa es la gran manifestación de ayer… los discursos… pero liarse a tiros y dar comienzo a una guerra revolucionaria… ¡eso eran palabras mayores! Vuelven a las Caballerizas. Leen la convocatoria: ¡¡A las 11 en la Siegesallee!!... la arrugaron y la tiraron al suelo. ¡Mal seguimos!

Iris de rosados dedos, había, sólo, mostrado las uñas, cuando la multitud transitaba por la puerta de las Caballerizas dando ¡¡Vivas!! y cantando la Internacional y la Marsellesa. Las gargantas no estaban preparadas y muchos desentonaban. Sacaron los frasquitos de licor del ciervo y se entonaron. A las 11 de la mañana la multitud era lo nunca visto: “Lo que se vio en Berlín durante aquellos días fue quizá la mayor masa proletaria que la Historia ha visto nunca”. Un ejército de nuevo tipo que esperaba órdenes, señales.

Llega el codillo. Más que codillo, Caudillo: kilo y medio de carne y hueso de color miel oscura, rodeado de un ejército de patatitas prusianas y de trozos de nabo. ¿Con el cuchillo bastará o tendremos que echar mano a armas más contundentes?

Mientras vamos dando cuenta del cerdo, pasa sobre nuestras cabezas el ángel de la historia y continúa, amable, para que podamos ir deglutiendo tranquilamente:

“Los Independientes flaquean. Nunca han visto nada igual. Berstein y Kautsky ¡unidos por fin! Quieren negociar. Quieren una mediación. ¡Nadie quiere la guerra!
Karl acude a la Schicklerstrasse y vuelve de vacío. Antes del mediodía, mientras la multitud, armada hasta los dientes, espera la orden, la Comisión Negociadora es recibida en la Wilhemstrasse con alfombra roja. Para Ebert se trata de ganar tiempo. Les invitó a café y pastas, les habló del tiempo, por cierto: frío de cojones y húmedo, ¿eh? Noske había encontrado el sitio ideal para organizar los Freikorps: una escuela de señoritas en Dahlen, lejos del bullicio y, aún perfumado con las intimidades de las púberes.

Los mediadores seguían negociando y Ebert ganando tiempo. Armisticio y tal. Pero… ¿cómo armisticio, si los tenemos comidos? Pues nada, armisticio y quedar como amigos. Ebert invita a más café y copita de cognac francés: Somos hermanos. Unidad. ¿Quién quiere la guerra? Eso decimos nosotros… ¿quién quiere la guerra? Pero ese loco de Karl…nos quiere arrastrar como a él lo arrastran las masas. Bernstein aprovecha ya para volver al redil. Kautsky no tardará mucho.

Las horas pasan también sobre la Siegesallee. Pasa la del ángelus. La gente se sienta a comer y a cantar canciones revolucionarias que, poco a poco, derivan en folklore bávaro. Aquí nadie dice nada. Los niños quieren dormir; las mujeres, fregar, y los hombres, ir de farra. Pasan las horas. Cae la tarde y la oscuridad. Las familias se repliegan y los solteros se lanzan, a su aire, a completar lo que no se hizo anoche. En grupos desorganizados. Berlín está tomado por las fueras revolucionarias. Sólo falta el plan, la estrategia, el orden. En Berlín, en efecto, reina el desorden. Para más INRI, comienza a llover. Ese calabobos inmisericorde que te empapa hasta el alma (¿). Los Independientes han apostado por la negociación y ni Karl, ni Lebedour serán capaces de hacerles entrar en la necesaria sinrazón. La traición ha llegado a las Caballerizas.

A medianoche (¡a medianoche, oigan!), cuando el gobierno debería estar durmiendo a pierna suelta, está cagado a la espera de esta Comisión que le va a entregar la victoria en bandeja de plata.
Rosa, reflexiona sobre la fragilidad. Sobre el martirio. Lamenta la distancia entre la voluntad y la fuerza. Rosa intenta, como puede, que se detenga el despropósito: no confía en el apoyo de las fuerzas armadas, ni de los Independientes, ni de la mayoría de los obreros de Berlín. ¡¡Somos muchos!!...Sí… ¡Pero no los suficientes! “Hay que trabajar desde abajo…etc…etc.””

El codillo está de muerte. Calla el “Ángel de la historia” y sigue Hans:

–“Hubo más. Aquella noche los marinero se declararon neutrales y las otras fuerza con las que se contaban se pensaron mejor la cosa y se pusieron de parte del gobierno (¿?). ¿Con qué fuerzas contamos?  Con una multitud informe que no sabe qué hacer. Dieron las doce de la noche y seguían las negociaciones. Los pocos que quedaban por las calles se dieron a la bebida y a los cantos folklóricos. Los fusiles fueron abandonados. Que si había que desalojar el Vorwärts, que si la libertad de expresión… ¡ya me entienden Vds.!

 Así pasó la madrugada del 6 al 7 de enero.  Los cisnes negros volaban esforzados entre la bruma que nacía en el Spree. Berlín estaba en llamas y los “dirigentes” clamaban por un armisticio. ¡Nosotros…que podríamos haberlos masacrado! La izquierda revolucionaria carga con un pecado original (¿de dónde vendrá?): No pagar con la misma moneda. Acuña monedas delicadas e intercambiables.

Al día siguiente, 7 de enero, la revolución había perdido uno de sus puntos fuertes: la Dirección de los Ferrocarriles. La negociación tiene esas cosas. “El cisne negro avanza con ligero aleteo”. Y el día 8, grupos enteros de la guardia de seguridad abandonan al infeliz Eichhorn. A las tres de la tarde se reanudan las conversaciones. Tiempo perdido y ganado por Ebert y Noske. La Revolución lo ofrecía todo y el gobierno no ofrecía nada: sólo café y pastas.




El día 8, los gubernamentales conquistan la Imprenta Real, ocupada por obreros de la Schwartzkapt. ¡Pensar que podían haber impreso millones de marcos o, por lo menos, usar los millones que habían disponible!.... Pero estos alemanes son así: si falta un papel,… no hay nada que hacer.

Ebert: “¡Conciudadanos!... donde imperan los espartaquistas toda libertad y seguridad personal quedan abolidas…. La hora de ajustar cuentas se aproxima”.

¿Espartaquistas,? ¿Qué espartaquistas?  Ebert quiere masacrar la revolución y no hay mejor escusa que culpar a los espartaquistas de algo que (¡ojalá) hubieran podido organizar.

La noche concluye como la del domingo: Tiros por todas partes. Valentía desperdiciada. Cenas desaprovechadas. Polvetes sin echar….y el orden revolucionario sin aparecer.

Todo bastante deprimente. La revolución siempre llega en el peor momento. Hay que estar preparados SIEMPRE. Nosotros, aun devorando esta masa, estamos listos. Bastaría una llamada para lanzarnos a la conquista del paraíso. Ahora bien, nos llevaríamos el culín de vodka de búfalo. ¡Lo cortés no quita lo valiente!

–Ahora vamos a tomar una copita al “Joseph Roth”, por la Postdamstrasse Sí, ya sé que no viene a cuento, pero sé que te gusta.

–Te lo agradezco, Hans.

Acabado lo que se daba, nos despedimos. Yo he de cruzar el tenebroso Landweahrkanal…  y el Spree. Ha sido un día que ha valido por una semana.

Los días son cortos y la historia larga. Mañana, 16 de enero, acabaré con los sucesos del 15.


¡Oh Alemania, pálida madre!
Entre los pueblos te sientas
cubierta de lodo.
Entre los pueblos marcados por la infamia
tú sobresales.”








Día 15 de Enero de 1919. Karl y Rosa. SEGUNDA PARTE.



PRIMERA PARTE
http://kinomoriarti.blogspot.com/2014/01/propuesta-para-hoy-dia-15-de-enero-rosa.html

SEGUNDA PARTE
Aún resonaba en la sala aquello de “¡Ojalá nuestra vida baste para lograrlo!”, cuando dos periódicos afines al SPD-gobierno (el “oficioso” Vorwärts y el afín Politisch-Parlamentarischen Nachrichten) lanzaron una sonora  y falaz acusación contra el  amable e intrascendente Eichhorn, una fama  que, ni incluso ser jefe de la policía de Berlín, amo de la Alexander, pudo contrarrestar. 




El asunto era que la discreta ardilla era Independiente y el único que no había seguido la consigna general de abandono total de cargos y tal. Los suyos no se lo exigieron. El gobierno se lo pidió por las buenas y, como no quiso, se armó la de dios (¿) es cristo (¿). Claro, él decía que había sido nombrado por la revolución, en los días de noviembre; pero el desgraciado no sabía que las cosas habían cambiado. Nada… que si no lo deponían los Comisarios del pueblo él no dimitía… ¿pero qué Comisarios ni qué ocho cuartos? ¿No sabes que los tuyos han abandonado? ¿No sabes que ha llegado Noske, el perro guardián, el asesino? ¡Nada…sólo acepto órdenes de la revolución! Pero ¡alma de cántaro! ¿No sabes que la revolución somos nosotros y que os vamos a masacrar en una semana?

O se ha consumido el gas o el termómetro ha bajado al cero absoluto.  A la salchicha se le han congelado las entrañas y se ha convertido en un obús, rosado, pero mortífero. El culito de cerveza es un bloque de hielo.  Pago y me dirijo hacia la Alexanderplatz. Subo Friedrich y cuando llego al Checkpoint Charlie doblo a la derecha, por la Zimmerstrasse, por donde iba el muro. Allí en el nº 35 se ubicó la “Rote Fahne”.  Nada que ver; todo nuevo, edificios globalizados. Sigan rectos, crucen el río y enseguida se encontrarán en la plaza. Sírvanse de la “Torre” para orientarse.

Me cruzo con el nazi de esta mañana y me saluda con el puño en alto y con una carcajada que hace temblar las estructuras ferroviarias.  Este cabrón no tiene ni estufa. Entro en un cuchitril que hay justo debajo de las vías, en la Karl Liebknecht.  Tomo asiento en un taburete. A los pocos segundos formo un charco, me descongelo. El camarero me pone el pañito en mi espacio de barra, saco el dinero de que dispongo y pido licor del ciervo. Parará cuando se acaben los posibles.



Los días siguientes pasaron tensos. Las armas llegaban a las Caballerizas. Las tropas gubernamentales se organizaban. Las proclamas se sucedían. En la Cancillería, a la espera del golpe definitivo, lo daban todo por perdido. Rosa, no se dejaba engañar por las apariencias. La revolución que se espera (y se desea) no es la revolución socialista, es un intento de salvar lo salvable de los días de noviembre. Ni toda la clase berlinesa, ni el campesinado están en disposición de darlo el todo por el todo. Los espartaquistas no pintan demasiado.


Día 4 de enero de 1919. Sábado.

Desde que un 4 de enero de hace décadas, llegó el de la luz y me cortó la corriente por falta de pago, es un día maldito para mí. Lo primero que hago cuando los del Condis me dan el calendario anual, es tacharlo con furia. Es símbolo de ignominia.

Bueno pues, viendo que el infeliz no dejaba el cargo, Hirsch (“Oso”), Ministro del Interior, firma la destitución el día 4. En su lugar se sentará Eugen Ernst. Lucha desigual entre una ardilla y un oso. Pero la ardilla es ágil y, a su manera, obsesiva: roe y roe y hasta que no deja la piña en nada, no para. En cuanto recibió la notificación, se dirigió a la sede de su partido (USPD, Independientes) y expuso el caso. 

¡Aquel paseíto matinal a aquella zona desolada y siniestra, cruzada y recruzada por vías de tren que crean recovecos asesinos…! Todo sigue parecido, no crean: descampados a la espera de un empujoncito. Eriales que se quedaron con la miel en la boca.
¡¡Berlín!!
Los personajes de Philip Kerr campan a sus anchas.

Aquel año no hubo “días alciónicos”. Y, ahora, a más de una semana del solsticio de invierno, no se les espera. “Incipit tragediae”.

–¡Señor… Señor!

–Sí. Dígame, estimado (de momento) cliente.

–No. Nada.

Cuando el roedor enseñó el papelito, la plana mayor se puso en movimiento. Por la tarde se reunieron en la Central de la Alexanderpltz el presidente del USPD, los delegados revolucionarios y Liebknecht y Pieck (por cierto, primer presidente de la DDR), por el recién creado KPD. Era sábado-sabadete:

“¡Atención, obreros, camaradas! (…) Con ayuda de las bayonetas, el gobierno Ebert-Scheidemann quiere afirmar su poder y asegurarse el favor de la burguesía capitalista, de cuyos intereses ha sido desde el principio representante encubierto. (…) Acudid a las manifestaciones masivas.
Hoy (por mañana, día 5) a las dos, en la Siegesallee”

¡Señor…Señor!  (Para mis adentros). El camarero me mira y mueve la cabeza: otro desnortado que me ha tocado en suerte… ¡Ay! ¡Señor… Señor, dame paciencia!

Mientras tanto en Zossen (S.O. de Berlín) Ebert pasaba revista a los desquiciados de Noske, que lo miraban con desprecio y vergüenza. Los vistieron de gris-rata, les dieron botas nuevas, cascos de acero y un Máuser 98 con bayoneta Seitengewehr 84/98 con una hoja de 250 mm de largo, para cada uno. Los Máuser ya habían sido probados con éxito contra los Boers. Este era un modelo desarrollado que había incorporado avances significativos que no voy a explicarles a Vds. Pesaba 4 kilos (descargado) y medía 1250 mm. La longitud del cañón era de 740 mm y usaba munición 7’92 x 57, calibre 7’92. Podía, fácilmente ser utilizado como maza, como martillo batanero.

Las tropas empezaban a aburrirse. Noske lo contemplaba todo con displicencia (e impaciencia).


Día 5 de enero de 1919. Domingo.

Pasan los días y yo sigo en mi taburete. Todavía me quedan 14 euros gastables.

Que el domingo, 5 de enero, amaneciera gris plomo y frío como beso de muerto, era lo normal… ¡y así fue! Y que la ardilla se empecinara, valeroso, en su negativa, venía como anillo al dedo. ¡Por fin podrían desquitarse de la humillación de las Caballerizas!

Desde la hora del ángelus empezaron a llegar las masas: cientos de miles de trabajadores, que inundaron no sólo la infame (y desaparecida. Bueno las estatuas están por ahí desperdigadas) Siegesallee, sino, cruzando el Tiergarten, siguiendo la Unter, llegaba hasta la misma plaza de Alexander. Desde el 9 de noviembre no se veía nada igual.




Ebert, cerró las ventanas de la Wilhelmstrasse y se dispuso a morir.

Nolke, se paseaba, como Lenin hacia Táuride, entre las masas que, educadamente le abrían paso. Calibraba la cosa. Intentó un último intento con la “ardilla”, pero el roedor no cedió. La cosa se ponía realmente fea. Ebert y Scheidemann buscaron refugio en casa de un amigo banquero. Noske trató de animarlos, pero no los soportaba. Así que los dejó y se fue a animar a su “Brigada de hierro” y a otras de otros metales.

Los Comisionados del Pueblo cenaron, bebieron con moderación, se lamentaron largamente y se durmieron entre sábanas de lino holandés. ¡Mejor que en el Hotel Edén!
Sobre la mesilla de noche: azucarada agua de limón… ¡por si las pesadillas! Mañana no existirá nada. Los trabajadores habáan tomado la ciudad y extenderán su poder por toda Alemania--presentían
¡Bebed agualimón!

–Camarero, me da para otra copita…

–Voy a sorprenderle, estimado e infeliz cliente…

–No será difícil.

–¿Le suena el apellido Pieck?

–Pues ahora que lo dice, parece que he pensado en él no hace mucho.

–Es que se lo noto…por la melancolía enfermiza que desprende. El tal Pieck al que me refiero fue el primer presidente de la República Democrática Alemana y compañero de fatigas de Rosa y de Karl. ¿Me sigue?

–Le sigo… ¡estupefacto!

Debo de ser transparente como el cristal. Todos adivinan lo que estoy pensando.

–Bueno pues… ¡era mi abuelo! Y aquí me tiene Vd. despachando licor de ciervo a desdichados y noctámbulos. La vida te da sorpresas.  Cuando lo del muro estuve sin salir de casa cuatro meses… ¡de asco! Cuando me decidí a salir ya no sabía adónde ir. Tenía unos ahorrillos y pude conseguir este recoveco, esta morada de terremotos, no apta para quienes tengan los nervios flojos.  Lo único bueno es que cualquier día un tren sobrecargado me derrumbará el chiringuito y podré cobrar el seguro.

Aquel domingo, en el que Vd. se entretiene, la multitud llegaba hasta aquí. Imagine Vd. Toda la Unter, el Tiergarten, llegaron hasta la misma puerta de la Cancillería…y a ninguno se le ocurrió tirar cuatro tiros y descerrajar las puertas. Había armas para parar un mercancías y la gente, sin embargo, se contentó con oír los sermones de Karl, de Lebedour o de Däumig. Se discurseaba en todas partes y la gente se pasaba los mensajes boca a boca… así que los mensajes llegaban deformados, como en ese juego de cuando éramos pequeños.     

Como no se hacía nada, algunos grupos, por libre, ocuparon los periódicos las estaciones y se adueñaron de barrios enteros buscando enemigos. Los enemigos se habían escondido… ¡a la espera!

Los convocantes fueron los primeros sorprendidos del éxito de la cosa. Esa misma tarde, mi abuelo, Liebknecht, Lebedour, marineros, soldados, el mismo Eichhorn… hasta un total de 86 hombres, se reunieron en la Jefatura de Policía, aquí al lado, e intentaron poner orden en sus impresiones. Sólo los marineros y los soldados pusieron un poco de cordura al manifestar la posibilidad (alta) de que la marinería y la soldadesca no estuviera del todo decidida. Dorrenbach no daba crédito y pensaba que sería coser y cantar… ¡después de lo de nochebuena!

–Pare Vd, buen hombre. Tómese una copa… ¡me está dejando la garganta seca!

Llena dos copuzos hasta el borde. Y sigue, sigue…

–Y constituyeron un “Comité Revolucionario Provisional” en el que no sé si estaba mi abuelo, pero seguro que estaba Karl y Lebedour. Se imprimió un llamamiento, para el día siguiente, lunes 6 de enero, elevando un poco más el tono. Dijeron que se hacían cargo temporalmente de los asuntos de gobierno. Pero aquí no había gobierno ni ná. Nadie se movió de la Jefatura. Sólo grupos dispersos buscaban y buscaban objetivos…los objetivos, sin embargo, se ocultaban.

–Bueno, gracias por esta lección de historia, pero tengo que irme.

–Pero, claro. ¡Nos vamos! Ahora mismo echo el cierre y nos vamos a comer un codillo de búfalo.


¿Y Rosa? ¿Qué hace Rosa?

“Al pudrirse en el agua el cuerpo pálido,
la fue olvidando Dios: primero el rostro,
luego las manos y, por fin, el pelo.
Ya no era sino un nuevo cadáver de los río”.


TERCERA PARTE.

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CUARTA PARTE

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RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...