"Si ya el
recuerdo es triste, ¡cómo será lo que se evoca!", decía
Kafka. Sin embargo, ¿no es cierto?, esperamos con una recóndita
alegría las reuniones de antiguos alumnos, o antiguos lo que sea.
Yo he asistido a dos en mi vida y, lo juro, las dos veces he sentido
casi lujuria:Ver cómo se han destrozado tus antiguos compañeros,
cómo se han reducido a nada... y el consuelo de poder decir, como
aquel personaje de Fargo: "¡Pues si vieras al otro!".
Ver (¡constatar!) en directo
la desolación que sigue a las "ilusiones perdidas", es
algo que llena de sentido mi vida. Hayas hecho lo que hayas hecho,
siempre habrá alguien, entre los quince o veinte, pues el resto se
ha muerto o ha presentado excusas, no sólo sospechosas, sino
directamente increíbles, que convertirá lo tuyo en orfebrería. Sé
que no está bien alegrarse de las desgracias ajenas, pero en estos
casos, hay dispensa papal. Aquel idiota que se vanagloriaba de su
pelo, está alopécico. Aquel que se destacaba por su éxito entre el
género femenino, viudo y sin futuro; aque otro, el lumbreras, al que
todos pronosticábamos un futuro académico de primer orden, en
efecto, lo consiguió, pero sigue siendo un imbécil. Aquel,
dominador de la gimnasia sueca, se ha revelado como una
estructura aluminósica...
Después está aquel al que
que no reconocerías ni aunque el tiempo girara sobre sí mismo y se
enfilara hacia atrás, pues tanto han sido los cambios que has estado
a punto de preguntar por la identidad del desgraciado, aunque después
lo has reconocido, sin resquicio para la menor duda, por su
inconfundible hedor de boca, que ha permanecido inalterable. Esas
reuniones son un ejemplo perfecto de que Parménides y Heráclito no
estaban tan alejados como se pretende.
Y ocurre también que ahondas
en los rostros a la búsqueda de tu antiguo mejor amigo y te enteras
de que no ha podido ser encontrado y es entonces cuando te das cuenta
del ridículo que estás haciendo y que mucho mejor hubiera sido
haber alquilado una habitación en una ignota casa rural.
"Pero lo más
asombroso de todo es que nos estamos aproximando a la edad que tenían
nuestros abuelos cuando iniciamos el primer curso en el Pabellón el
1 de febrero de 1946; lo asombroso es que, nosotros, no teníamos ni
idea de cómo irían las cosas, ahora sabemos exactamente lo que
pasó." (Ph. Roth. Pastoral
americana).
La
escena se desarrolla en 1995 y la novela es, pues, un flash-back.
Y me la imagino, porque
quiero, en el
último piso del restaurante
don Pepe en la Cherry Street, no lejos
de las "Cuatro Esquinas" de la ciudad de Newark. Proliferan
más los restaurantes Pepe que
los bares La Amistad. Bueno
se trata de un remedo de cortijo cordobés, situado entre rascacielos
de cristal y aluminio en el límite de la civilización, si se me
permite utilizar esa expresión. Delante,
una explanada sirve de
aparcamiento (¡voto a bríos! que la aprovechan), y el río
ferruginoso que, de aguna manera enrevesada acabará, fronterizo con
Nueva York, en el océano. Por
los ventanales, verán las grúas portuarias y, si no son herméticas,
oirán hablar mejicano con más frecuencia de la que desearían.
Sobre la mesa, una paella
marinera que más parece una naturaleza muerta.
Seguid, seguid, malditos*.
Os falta el postre. Con la copita pondréis en claro en qué
consistió exactamente lo
que pasó. ¿Cómo
ocurrió el desastre? ¿Cómo de ciudad exitosa, Newark, se ha
convertido en modelo de fracaso? ¿Cómo las "Cuatro
esquinas", el cruce más
frecuentado y rentable de los USA, ha devenido un galimatías
improductivo? Cuando
entrasteis al Pabellón, la ciudad alcanzaba su apogeo. Al año
siguiente exacto nacería Paul Auster, sí, en Newark.
Pastoral
se refiere al cuidado y asesoramiento espiritual proporcionado por
pastores, capellanes y otros líderes religiosos a miembros de sus
iglesias o congregaciones o a miembros de otras confesiones.
Philip Roth dirige, pues, una
pastoral al pueblo americano. Esa es la intención general. La
parábola toma como figura principal al Sueco (y a Zuckerman).
De admirado y envidiado, ha devenido, tras una madurez
exitosa, como consecuencia, cree, de su vida tranquila y laboriosa,
ordenada y sujeta a los valores eternos de la nación
americana, en un pobre hombre desconcertado y reducido a la nada por
el desarrollo de las cosas.
Roth, escritor en su función
de pastor, no puede evitar valorar unos actos que se valoran
por sí mismos. Hay que ser, por otra parte, verdaderamente lerdo,
para no darte cuentas de las cosas hasta que tu hija, un verdadero
demonio, pone una bomba (1968) en la oficina de correos de tu barrio.
Pero si su hija ya es una descerebrada (y tartamuda) ¿Qué me dicen
de su compañera-maestra? ¡Una perra! No hacía fata extremar las
cosas. No es necesario llegar hasta esos extremos para que una
persona normal consiga comprender en qué mundo vive. Si la
conclusión se derivara exclusivamente de ese grupo de premisas, la
"izquierda" sería un conjunto con cardinal 1, pues no es
fácil que se dé la conjunción de tantas fatalidades.
Y, por supuesto, el repertorio
de activistas en aquellos años era variado, no se componía, al cien
por cien, de psicópatas y "diagnosticados".
Sobre los infortunios
familiares ha ido infuyendo el proceso de acumulación capitalista y
las deslocalizaciones que ocasiona... en fin toda una nube de
adversidades que, a duras penas, y sin eficacia, abren los ojos de
"Sueco", judío de segunda generación, a la que,
como es prescriptivo, le sigue la tercera que lo tira todo por la
borda.
Tampoco era obligatorio añadir
a todo este desastre una desgraciada operación de próstata.
Y mientras su hija tartamuda
hinca el estoque en la cerviz de padre, Nguyen Ngoc Loan se
inmortaliza en la forma como recoje la fotografía y, de paso,
inmortaliza al muerto. Loan pudo montar una pizzería en Virginia,
que hubiera podido confundirse con el MacDonald de las "Cuatro
Esquinas". Fue el día 1 de febrero del 68.
Llega la hora del café, copa
y puro...¿no fuman? ¿no beben?... ¡Sigan lamentando su destino
incomprensible, fatal! Desde la mesa de la conmemoración, si miraran
a las ventanas, verían, a lo lejos, amenazantes desconocidos, de
turbios colores y maneras, entretenidos en las faenas de carga y
descarga. No son, ¿verdad?, como Vdes., que, en su mayoría,
europeos de sur y del este de Europa, engrosaron hasta el
límite el espacio ciudadano. Pero es que Nosotros*...
A pesar de toda la decadencia
que se abate sobre la ciudad y, en consecuencia, sobre el "Sueco"
y toda su familia, siguen sin comprender nada. Miran, parece que
observan, pone cara de Buster Keaton*, pero siguen sin
comprender nada. Mirando los rascacielos se lamentarán, sin
comprender, de los buenos tiempos perdidos. Se acordarán de cuando
la ciudad era centro nacional, mundial, diría, del curtido de pieles
y, como es natural, de objetos de piel, entre los cuales los
delicados guantes de cabritilla y otros de inferior calidad,
destinados a soldados desconocidos. Después vino el celuloide... Y
cuando todo se llenó de inseguridad, proliferaron las compañías de
seguros.
Si esto es, para muchos, lo
mejor de la literatura actual, apaga y vámonos. Es literatura de
Óscar, de Grammy, hecha desde una conciencia no esclarecida y desde
un estilo periclitado.
Tal día como hoy, de
año 1524, más de veinte mil moradores de Londres, con las
pertenencias que pudieron, se largaron a las zonas altas para eludir
el anunciado fin del mundo, que seguiría a una inundación pavorosa
y, naturalmente, definitiva. El fin del mundo no llegó, pero muchos
perdieron a vida en la fuga. Diríase que estos ex-alumnos se han
vuelto a equivocar: deberían haber reservado mesa en un restaurante
como El Cordero, allá por Torre Baró, alejado del mar y de los
traidores ríos.
Hegel mira desolado la
mesa de la conmemoración. Nadie le echa un trocito de nada y miren
Vdes. que ha sobrado... Alguien dice algo sobre ciertas obligaciones
ineludibles que debe afrontar esta misma tarde:
-- Pero, hombre, ¿te vas a
ir cuando estamos en lo mejor? ¿Te acuerdas de...?
Todos los intentos de
disolución van siendo contrarrestados. Se pone el sol. Cae la noche.
Piden la cena. No hay forma de salir: el ángel exterminador planea.
INFORMACIÓN BONUS:
Día de primeras ediciones:
-
Primera edicion de La Vanguardia (1881. Era martes)
-
Primera edición de a Enciclopedia Británica (1771)
-
Primera edición de Oxford English Dictionary (tomo de la A a Ant) (1884)
-
Primera exposición individual de dibujos de Picasso (Quatre Gats, 1900)