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martes, 28 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 28 de enero. "Serendepity". "Mosca española". Viagra.


... este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipia, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un cuentecillo titulado “Los tres príncipes de Seréndip” (Ceylán. Sry-Lanka): en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo—¿comprende ahora la serendipia? “



La carta fue escrita por el un tanto "erudito" y poco agraciado Horace Walpole el día 28 de enero del año 1854. La recibió su tocayo Horace Mann, adalid de la enseñanza universal, pública, laica y gratuita en los Estados Unidos, así como antiesclavista reconocido.

"Chiripa","churro", "potra", aunque enriquecen el idioma, no abarcan todo lo que "serendepia" incluye: el ingenio, la predisposición, el contexto... Se entenderá mejor con algunos ejemplos:
  • Cuando Colón, buscando algo "bueno", se tropezó con algo "mejor"... fue un caso de serendepia (U.Eco).
  • Cuando el bueno de Hoffmann, abandonó, por farmacológicamente estériles, los estudios de los derivados del LSD-25 y los volvio a retomar, sin motivo aparente, al cabo de cierto tiempo, encontró, por serendepia, algo "mejor" que lo que buscaba: ¡¡LSD!!... y su vuelta a casa en bicicleta ha pasado a los anales.




Lo de Bohr y lo de Kekulé, pueden analizarse en términos freudianos sin necesidad de remitirse a la serendepia.

Yo, sin ir más lejos, nací, creo, con una inclinación irrefutable por el "Espirituoso (santo)". Al principio, cuando tomé conciencia, recurrí a les maudits para dar altura a esa mi desgraciada inclinación. Fueron años miserables, pues, aparte de resacas perpetuas, no salió de mi boca ninguna estrofa, ni siquiera un simple pareado, balbucía. 

Un día, lo recuerdo perfectamente, 28 de enero del año 2006 y lo recuerdo bien porque ese día los Organismos Europeos tuvieron a bien dedicarlo a la Protección de Datos* y a aconsejarnos sobre la necesidad de vigilar nuestra privacidad (también, por ese motivo, ha pasado a los anales de la rechifla)... Bueno, pues ese día descubrí algo "mejor": beber por placer. Nunca se me había ocurrido. Bebía por imposición poética. Es un caso claro de serendepia: descubres algo que se te ha pasado desapercibido durante décadas y soluciona un problema que, en mi caso, me conducía a la depresión más oscura y, en consecuencia (o al revés) a la definitiva esterilidad poética. Naturalmente, ésto que quede entre nosotros.

Por si aún tuvieran dudas sobre el concepto, he aquí un ejemplo definitivo:

Al comienzo de los noventa, la Pfizer, inc., cuya historia viene de largo y ha anotado en su haber éxitos tales como la santonina que ayudó a que el siglo XIX desembocara en el XX libre de lombrices intestinales, o la fabricación a gran escala del ácido cítrico, o la penicilina (toda la penicilina que desembarcó en Normandía procedía de sus laboratorios), o la Atorvastatina productora de colesterol bueno, que se ha convertido, por obra y gracia del lobby farmacéutico, en su producto estrella...



Como decía, al comienzo de los noventa, la Pfizer, inc, cuya historia viene de largo... ensayaba con el citrato de sildenafilo (no importa que los primeros estudios se hicieran en Swansea, Gales) con el fin altruista de ayudar a superar las anginas de pecho y bajar la tensión, dolencias propias de la época. Ya durante la primera fase de los ensayos clínicos sus expectativas se vieron menguadas y decidieron poner fin a las investigaciones: Se suprimiría la medicación y empezarían a intentarlo con otras sustancias. 
Pero, señores, ¡los pacientes se negaron en redondo! Algo habían notado las enfermeras: Las ligeras batas verdes de los enfermos parecían esconder souvenirs de la Meridian Quay, justo a la altura donde podría esperarse. 




Era curioso, pensaron (pero no lo comunicaron a sus superiores, por temor a que las tacharan de ligeras) que todos fueran cleptómanos y que su cleptomanía se manifestara de forma tan sórdida. Lo cierto es que todos los pacientes hombres, manifestaban una erección eiffélica (¿eiffálica?), aunque su dolor seguía intacto y la tensión subía. Claro, normal, los vestiditos de las enfermeras no facilitaban la hipotensión ni a aliviar las dolencias isquémicas. Habían medicado, incluso (dijeron) con ropa de abrigo en pleno mes de julio, pero la cosa siguió igual.

¿Han entendido? Un efecto secundario, superior al buscado, se impone y sustituye al inicial.

Así nació la Viagra. Esa pastillita azul, gloria de la Pfizer, a la que, por cierto, ya le han caducado los derechos de exclusividad. Dicen que algunos de los consumidores habituales ven el mundo como si estuviera cubierto por un sutilisimo tul azul. ¡Y si fuera rosa tampoco me extrañaría!



Tal día como hoy, del año 1887, mientras Galdós acababa la primera parte de Fortunata y Jacinta y Sherlock Holmes comenzaba su vida pública a la bíblica edad de 33 años, se ponía la primera piedra de lo que sería la Tour Eiffel, "pastora de puentes" y gloria de la Exposición del 89: Diríase que construida con bloques de Viagra. En verano, cosa natural, su altura aumenta 18 centímetros. Y Enrique VIII, asiduo consumidor de mosca española (Lytta vesicatoria), dejaba este mundo tal día como hoy, del año 1547. la mosca cojonera (¡española tenia que ser!), picaba y su picotazo te ponía como la Torre Eiffel. Infecciones sin cuento se extendieron por el orbe cristiano y, pese al Vaticano, su uso cayó en el olvido. Pero también, si no no se explica, de cuerno de rinoceronte (¡!) y testículos de toro bravo. Al cacao y al café no llegó a tiempo.

Lo de la mosca española tiene su qué. En realidad no es una mosca, es un insecto coleóptero de la familia de las "Meloidae", de donde, digo yo, su cantarín nombre popular: "cantárida". De élitros "verde Ava Gardner" y apariencia bélica, este insecto y la sífilis forman parte de  la trinidad nefasta, pues, cuando todo parecía cosa del pasado, llegó la "gripe española" que acabó de diezmar el continente. Así se fue engrandeciendo la "leyenda negra" por la cual la piel de toro es célebre en todo el orbe (sobre todo cristiano). Su hermoso verde esmeralda (¿cómo no asociarlo a la mórbida hetaira esmeralda del Fausto, de Mann? resulta irresistible. Su coraza acaba en una especie de grueso aguijón que se descubrió (¿por chiripa?) "priápico", "eiffélico". Y así, durante siglos (pregúntenle a Livia, esposa de César o a Hipócrates o, si les parece más oportuno, a Dioscórides) fue usado para llevar a buen término el mandamiento divino: ¡ya que hemos de multiplicarnos...!



El tiempo trajo consigo avances técnicos, puramente empíricos: se secaban los insectos y se molía la secuela. El polvillo resultante, de un marrón amargo y medicinal, se guardaba en relicarios y joyeros para su uso subrepticio o/y maligno. Bastaba una pizca, como de sal, y se ponía el cipote tal las capuchas de los penitentes... y duraba y duraba... como pilas alcalinas.

También a ellas les hacía lo suyo. 

Muertos sin cuento aparecían en dormitorios ajenos (o propios), a causa de la consunción y la ponzoña. Fueron tantos que superaron a los subterfugios y los hicieron imposible.

Fue el "cólera" de los libidinosos.
El consuelo de las afligidas.
El refugio de los impotentes.
La venganza de los resentidos.
La daga de los celes verdes.
El postrer goce de los suicidas.
El cadalso de los don Juanes...................................¡¡¡Ora pro nobis!!!

Fernando "El Católico", como toda la saga, estaba al tanto. Muerta su santa esposa, contrajo segundas nupcias con la adolescente Germana de Foix, sobrina del rey de Francia y fue tal su tenacidad por evitar que su reino pasase a los Habsburgo (él no pudo pasar de Madrigalejo) que murió en el empeño. A Juana, su querida hija, le escondieron el polvo milagroso... y enloqueció.


Tengo para mí que "El Hermoso" no jugó a la pelota aquel fatídico 25 de septiembre. En Burgos aún no se había construído el estadio del Plantío y el trinquete era un juego foráneo. Fue su suegro quien, disolviendo dos gramos de cantárida en un apetecible vaso de vino, lo catapultó a la posteridad.

Tras un transitorio ocaso, debido a la abundancia de muertes, volvió a resurgir con fuerza en el siglo XVIII. ¿Qué hubiera sido de Casanova o del mismo Sade sin las pastillas "Richelieu"? ¿Creen Uds. que el "escándalo de Marsella" hubiera tenido lugar sin ese elixir del amor y de la muerte, pues ambas son vecinas? ¿Creen Uds. que Casanova hubiera triunfado tan fácilmente en la corte de Luís XV? ¿Creen Uds. que los "pelucones" podrían haber lucido sus rizos sin la cantárida, cuyas propiedades antialopécicias se revelaron, por cierto, fatales?




Mientras tanto, en los niveles inferiores, pues "no estaba el horno para bollos", la cantárida se trocaba en un veneno casero y rústico abortivo, y en los científicos, en un remedio (que se reveló fatal).
Fue tanto su éxito que los galenos, de multiforme ingenio, idearon un fantástico procedimiento para descubrir si el difunto había llegado a serlo de forma natural o ayudado por la cantárida: Friccionar las vísceras del fallecido contra la piel afeitada de un conejo. Si la piel enrojecía, al difunto se le sumaba la categoría de envenenado.

Sobre los animales y su servicio al desarrollo de la ciencia habría mucho que decir (y que callar)

Lean Uds la novela que dedica García Márquez al caudillo Bolívar:

"Temiendo una congestión cerebral, lo sometió a un tratamiento de vejigatorios para evacuar el catarro acumulado en la cabeza. Este tratamiento consistía en un parche de cantárida, un insecto cáustico que al ser molido y aplicado sobre la piel producía vejigas capaces de absorber los medicamentos. El doctor Révérend le aplicó al general moribundo cinco vejigatorios en la nuca y uno en la pantorrilla. Un siglo y medio después, numerosos médicos seguían pensando que la causa inmediata de la muerte habían sido estos parches abrasivos, que provocaron un desorden urinario con micciones involuntarias, y luego dolorosas y por último ensangrentadas, hasta dejar la vejiga seca y pegada a la pelvis, como el doctor Révérend lo comprobó en la autopsia."

O bien, si sus preferencias son otras, a Chester Himes:



"La autopsia reveló que la Sra. Hancock había tenido contactos sexuales en cuatro ocasiones al menos durante las doce horas que precedieron a su muerte. Fue imposible determinar si aquellos contactos sexuales habían sido con la misma persona o con personas diferentes. El análisis de sangre y las muestras tomadas de los órganos vitales mostraron una dosis mortal de polvo de cantárida, poderoso afrodisíaco conocido por el nombre de «mosca española». El afrodisíaco había sido administrado por vía oral. La autopsia no permitió establecer si el afrodisíaco había sido administrado a la fuerza o ingerido voluntariamente. Igualmente fue imposible establecer si había sido absorbido antes o después de los contactos sexuales."

Actualmente, sintetizada, se sigue usando para ciertas dolencias cutáneas, dicen.


CONCLUSIÓN

Si están de acuerdo conmigo en que el descubrimiento de los efectos del café fue un caso de "chiripa", que el hallazgo protector de la "vacuna", fue fruto de la mera observación inteligente y que el de la Viagra, un caso de serendepia, concluiré que han entendido el concepto y que no lo confunden con "resilencia".


Perdonen Uds. esta "Propuesta" tan coyuntural.

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...