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sábado, 21 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 21 de diciembre. Andrés de Jaén. Pedro de Códoba. Luís de Córdoba. París. Tucholsky.

-1-
Cuando los moriscos y tal, la iglesia puso en marcha una campaña de márquetin consistente en esconder imágenes de la virgen en los sitios más insospechados e impropios. La gente humilde las encontraba, iba con el rollo al cura y éste, en el ajo, ponía en marcha toda la maquinaria de la latría. Así: la virgen del olivo, la virgen de la uva, la virgen de los caminos… todo un rosario de hermosos nombres (que esconden historias entrañables y miserables).





Tal día como hoy, del año 1502, Andrés de Jaén que, por falta de mar en su localidad natal, faenaba en aguas de Almería (y hacía de vigía en  la torre García) creyó que había pescado una lubina extraordinaria. Lleno de esperanza se dirigió a la playa (la de Torregarcía).  Ya pensaba en las brasas y en las caras de contento de sus churumbeles. Por el peso habría para todos. Desembarcó. Arrastró la barca y la dejó clavada en la arena.

Hegel” menea el rabo de contento: “Algo me tocará”.

Tiró de las redes. Un  cabracho, dos arañas y cinco boquerones…más un bulto extraño.

–¡La Virgen! ¿Qué es esto?

Y, en efecto, era una virgen medio comida por las alimañas marinas.  Nadie hubiera dado un duro por el futuro del madero… Sin embargo…Se ha convertido en una de la vírgenes más querida por los hombres de la mar. Atravesó el desierto salobre y fue donde el cura más próximo como aquejado de peritonitis. El clero se encargó del resto.  Andrés hizo una sopa con el cabracho y las arañas y puso los boquerones en vinagre, para aperitivo  de navidad.


Hacía unos meses que un tal Bartolomé de las Casas, de Sevilla, se había embarcado en para el nuevo mundo. Tampoco nadie imaginaba el futuro de ese joven que aspiraba a eclesiástico. Para 1511, Bartolomé aún no tenía las cosas claras, seguía con su trabajo de “doctrinero” y con su oficio de “encomendero”, labrándose un futuro. Mientras tanto, Pedro de Córdoba, tal día como hoy, del año 1511, domingo (él era dominico), lanzaba su “sermón de adviento” desde el púlpito de la única iglesia de La Española. De nada sirvió

“Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? (…)”

Las repercusiones del sermón (y de los siguientes) llegaron hasta la península y provocaron una pequeña cascada de buenas intenciones, incluso por escrito. Ya saben, Vds., sin embargo, cuál fue el resultado de “tot plegat”. Pero, en fin, tal como están las cosas, no está de más recordar a estos “pioneros”.
Hegel se ha sumido en profundas reflexiones y parece querer ampliar el radio de acción de la reprimenda.

–Y digo yo: ¿Cómo nos tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darnos de comer…?¿Acaso no somos criaturas de dios (¿)? Nuestra compañía y cariño ¿no merece un buen trozo de carne en lugar de tantas bolitas? Soy jovencito pero ya me he dado cuenta de algunas cosas: dependo de tu humor, de tu tiempo… No me consideras un ente autónomo, un “ser-para-sí”, sólo un “ser-para-ti”…

–¡Hegel! ¡No te hace nada bien leer desordenadamente! ¿Cómo puedes decir que no te alimento bien? ¿Sabes lo que me cuesta el saco de bolitas?... ¡más que su equivalente en pollos!

–Pues ¡¡ponme los pollos!!

Me aparejo el tentempié (¡sin sal!) y le arrojo al perro-sabio un trozo de pan empapado en aceite. Dicen que es bueno para el pelo. Lo atrapa al aire, lo engulle y me mira inocentemente como queriéndome decir que él no ha visto nada.
Pongan Vds. a Luis de Córdoba, toda una figura flamenca en los años 70 y 80. De poderosa voz melismática y profundo sentido de la melodía y del ritmo. Estaba de “moda” cuando las “Caixes d’Estalvi” patrocinaban festivales flamencos en el Pueblo Español con el único fin de apropiarse de los estalvis de la emigración en pleno. Cuando hubieron alcanzado su fin, cortaron con aquello que… ¡les repugnaba profundamente!


Pongan un cante de “ida y vuelta” y déjense llevar. O busquen alguna cosa con Ramón de Algeciras, hermano mayor de Paco (*) y Pepe de Lucía.
A Luís de Córdoba, tal día como hoy, del año 2007, le fue otorgado el premio “Santo Tomás de Aquino” que, anualmente, otorga la Universidad de Córdoba. Otro premio que afianza el renombre del cantaor. Por lo demás, ya estaba en posesión de la “Fiambrera de plata”, del “Castillete de oro” y de la “Lámpara minera”… todo un surtido de cachivaches que adornan las alacenas de su casa. Le falta “la llave”, “el puchero” de Ojén, “el girardillo” de Sevilla, “el yunque” de Santa Coloma… Luís dice que por anaqueles no será. ¡Suerte!

Aquel día, tal como hoy, del año 1907, ni la Virgen del mar tuvo compasión de los cientos (¿miles?) de trabajadores (y familias) de la sal (¡la minería y Chile! Exactamente 63 años más tarde, Allende lanza su discurso de la Plaza de la Constitución, donde propone la nacionalización del cobre) que refugiados en la escuela Domingo de Santa María, del puerto de Iquique (Chile) fueron ametrallados (“con los chilenos vinimos, con los chilenos morimos”). Otro de los hitos fundacionales del movimiento obrero en general y del sindicalismo en particular. Así se ha escrito la historia. Esa es la historia: una montaña de ruinas, una acumulación de esperanzas que reclaman su cumplimiento. ¿Quién ha de pedir perdón por toda aquella sangre derramada?  Esta época tan sutil, tan susceptible… ¿Quién ha de pedir perdón? ¿Quién se ha beneficiado de todas aquellas masacres? El tiempo todo lo borra y el dinero se baña a diario en la fuente Castalia. ¡Angelus Novus!


¡Infórmense Vds.! ¡Infórmense!… mientras oyen los cantes de “ida y vuelta”… o la “Cantata…” cuyo mero nombre estremece.

–¿Los “trabajadores” son “indios”? ¿Los “indios” son “trabajadores”? Parece que algo tienen en común? ¿No es cierto?

¿Ven Vds?… verdades que hasta los perros descubren. Y que nos quieren presentar como ecuaciones de cuarto grado.
Para los pobres hasta la “Paz” es amenazante. Vean sino el destino del “Doña Paz” (*).

-2-
París era una fiesta… que no se acababa nunca. En mis fiestas, sin embargo, siempre se acababa mal: se vomitaba, el suicidio transitaba, a alguien le roza al ala del ángel de la imbecilidad. Yo también estuve en París en el invierno del 73-74. No frecuenté ni el Flore, ni les Deux Magots, ni la Closerie des Lilas… Mi sitio habitual era una Tabac en rue Volontaires con la inacabable Vaugirard. No me alojé en el estudio de la Duras, sino en un lóbrego apartamento vecino a lo que hoy es un Centro de Salud Mental. Los piojos me obligaron a cortarme el pelo al cero, como un colaboracionista. No pretendía ser nada… ¡y lo conseguí! Pasaba casi a diario, en mis largas caminatas hasta los comedores de La Sorbonne, por delante de la casa que había habitado Fiztgerard (*) y la “encantadora” Zelda” (de castigo), mediada la década de los veinte. Efectivamente, el Dingo Bar no existe. En su lugar, una pizzería.

Lean Vds. a Vila-Matas  (o a Hemingway) y me ahorrarán detalles.


No recuerdo si el Centro de Salud mental de Vaugirard estaba ya en funcionamiento. En cualquier caso, Zelda (suave es la noche, ¿eh?) fue diagnosticada de esquizofrenia. Y para que quedara constancia de que a perro flaco… murió abrasada en el incendio que arruinó el Centro de Salud Mental en el que estaba ingresada.
Ambos descansan en Maryland.
Es muy probable que el impertérrito Gazdánov, observador taxista nocturno, recogiera a la pareja a la puerta de algunos de aquellos míticos antros, como sin duda recogió (¿) a Tucholsky que, por entonces, acababa de aterrizar en París. Sus artículos, canciones (e incluso novelas) fueron muchos y muy exitosos. Él también fue muchos: tuvo más heterónimos que Pessoa. ¿Son los heterónimos síntoma de una debilidad moral, de una excesiva proliferación discordante, de un intempestivo espíritu lúdico, de una falta de fijeza…?



Benjamín elaboró el concepto de “melancolía de izquierdas” pensando en Tucholsky y similares. Les reprochó su aislamiento “humanista”, su incomprensión de lo que estaba en juego en la República de Weimar y su incapacidad de desclasamiento. Su falta de fundamento político o, para ser más exactos, su error de fundamento. Sin embargo, yo lo tengo en gran estima y no menostengo sus esfuerzos por comprender de qué iba la cosa. Fue clarividente al predecir (como Nostradamus*) la llegada de un Tercer Reich que sería letal. Su antimilitarismo lo coloca al lado de Grosz.  Naturalmente acabó sus días fuera de Alemania.
En cierta ocasión Toller se encontró en París con el dudoso Ehrenburg. Por entonces  el polaco-alemán estaba ocupado en recoger dinero para los niños españoles. Cruzaron algunas palabras y algunas bromas, de tal manera que al ruso le pareció que tenía mucho mejor aspecto que últimamente. Continúa Erhenburg: “Al despedirnos me preguntó: ¿Duermes sin somníferos? La noche es terrible, uno ve las cosas con mayor crudeza que durante el día. Bueno, en fin… Seguro que volvemos a vernos pronto (…) ¡Hasta la vista!”. Años más tarde, tal día como hoy, del año 1935,  a Tucholsky, que no podía dormir sin Veronal, se le fue la mano. Fue atendido en el hospital de Gottenburg, Suecia…pues allí le había llevado el exilio. Los de la Bayer habían puesto ese romántico nombre comercial a su barbitúrico-estrella en memoria de la ciudad de Verona (¡!), la ciudad más tranquila del mundo.
En el congreso del PEN Club del año 1939 que se celebró en Nueva York, Toller, “durante la comida de gala, intentó impresionar a los reunidos, recordando el destino de Mühsam, de Ossietzky, de Tucholsky” (I. E.). Antes del comienzo del verano, Toller siguió su ejemplo.

“Virgen del Veronal, refugio de la desgracia extrema…”

–¡Yo duermo muy bien!
–Ya lo sé Hegel, ya lo sé.

El químico de la Bayer, de natural romántico (en el sentido más trágico del término), elegiría el nombre de Verona (¡digo yo!) no por lo dicho, sino por los efectos parejos de su producto y el brebaje de Fray Lorenzo, causa mediada de la tragedia: ¡La tranquilidad de la muerte!



La purgatorial rivalidad de los Montesco y los Capuleto, es, con otros nombres, una constante de la historia universal del enamoramiento y sus desdichas. Hay quien remonta la cosa al mismo Jenofonte de Éfeso. Sin necesidad de remontarse tanto, podemos detenernos en Luigi da Porta y en Mateo Bandello. De ellos tomaría el inglés la trama. Casi contemporáneamente al hecho original, Bocaccio (+ tal día como hoy, del año 1375) se enamora perdidamente de Fiammetta; y la cosa no acabó con Veronal porque el humanista encontró apoyo y refugio en la poesía. También Petrarca…y Dante. Todos fueron atravesados por el dardo del infante invidente y todos se consolaron en los brazos de Erato. O quizás fuera, simplemente, un recurso literario, para desplegar los afanes de sus almas (¿) (y cuerpos) insatisfechas.

¿Qué suene el “acorde de Tristán”?

Hegel me mira sin comprender. Sus afanes se reducen, de momento, a la pitanza y a perseguir otoñales hojas secas.












RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...