El dinero es la
hostia. Te vas a Suecia y no tienes que llevar el borrego para cambiarlo por
arenques ahumados. Es tiempo (de trabajo) solidificado que puedes transportar y
cambiar por lo que quieras. Imaginen Vds. una herencia de tres bueyes, dos
cabras, diez conejos y un campo de maíz y que tuvieran Vds. que buscarse la
vida. Claro que peor es no tener ni siquiera eso. El dinero lo cambia todo.
Llevas tu fajo de billetes y te pides tan ricamente tu fifti-fifti con remolque y tu ronda de aguardientes: sacas
los billetes y los cambias por lo bebido. Y, además, lo puedes enviar adonde
quieras y va… y vuelve acrecentado. ¡Qué comodidad! ¡Qué lujo! Es, sin embargo,
un símbolo enigmático, cuya distribución acarrea desgracias sin cuento.
Hablando de
herencias. Ese es un tema que cualquier sociedad bien organizada debería de
estudiar a fondo. ¿Suprimirla? ¿Impuesto de transmisiones como si de una
compra-venta se tratara? No me negarán que nacer con la seguridad de una
herencia no te da empaque y atractivo. No tener herencia es verdaderamente
lastimoso. Tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos… trabajando como animales de
carga y no han podido dejarte ni cien euros. Quien no lo ha vivido no sabe la
humillación que eso significa. La herencia convierte los amargos recuerdos de
las miserias juveniles en aventuras de “bohemia”.
Y díganme Vds. ¿a cuántos conocen que, pasada la juventud, no les ha caído un
buen pellizco? Pues me cago en todos aquellos que han jugado a “precarios” y, pasada la viruela,
disfrutan de una “riqueza” que no les corresponde. Me cago en todos aquellos
que han recibido ayudas en sus años mozos y después nadie les exige
devolverlas. Y me cago en la seguridad que les da esa esperanza que, dormida,
siempre ha estado actuando como sonámbula. Por cagarme, me cago en todos
aquellos que heredan y creen que SU herencia es legítima… ¡que nadie se la
toque! Es que me pongo como si tuviera “el
diablo en el cuerpo”.
Pero la herencia
es algo más: es un motivo literario, es un “deus
ex machina” que rompe la línea argumental y te abre perspectivas nuevas e
inesperadas (¿). ¿Qué hubiera sido de Frédéric Moreau si:
“Un
día, el 12 de diciembre de
1845, hacia las nueve de la mañana, la cocinera le subió una carta a su
habitación. La dirección escrita en grandes caracteres, era de una letra
desconocida; y Frédéric, somnoliento, no se apresuró a abrir el sobre. Al fin
leyó:
Juzgado de paz de El Havre, distrio III.
Juzgado de paz de El Havre, distrio III.
Muy
señor mío: habiendo muerto “ab intestato” el señor Moreau, tío e Vd (…)
¡¡Heredaba!!
“.
Tiene gracia que
Flaubert escogiera la fecha de hoy…justo el día de su nacimiento (1821).
Quizás esta
herencia alterara radicalmente las líneas de su destino: podría haberse
convertido en un héroe del 48 o en un cobarde del 48. Contrafácticos que no
vienen al caso. Lo cierto es que le acercó a la señora de Arnoux (vapuleado por
los movimientos acelerados de la acumulación de capital) para perderla
definitivamente. Toda la moraleja de “La
educación sentimental” se resume en las últimas páginas: lo mejor de la
vida es cuando las ilusiones aún no estaban cocidas. El resto es un juego de
bolos que termina con todas las ilusiones tumbadas. Hay que tener en cuenta
(también en Stendhal) que las ilusiones estaban conformadas según un
capitalismo pre-financiero.
Un día de
septiembre les hablé de la obra. No quiero insistir. Lean Vds. la novela y
saquen sus propias conclusiones. Cuando acaben su lectura se darán cuenta de
que habrán acabado de leer una de las grandes novelas del XIX. Sus contemporáneos no acabaron de captar su
eficacia y mordiente: era demasiado plana, le faltaba perspectiva. Como a la
pintura de Courbet o la de Manet. Por primera vez lo estrictamente
contemporáneo se convierte en objeto de una “obra de arte” y lo hace justamente eliminando la perspectiva
histórica y (en pintura) problematizando la perspectiva “estrictu sensu” e introduciendo la actualidad.
¿Qué habría sido
de esa pareja de idiotas universales (casi en sentido griego): “Bouvard y Pecuchet” si éste último no hubiera heredado? (ya les contaré en
su día). ¿Qué hubiera sido de Raymond Roussel? ¿De Descates? Tampoco es plan de
hacer un listado de todos aquellos cuyas vidas se vieron alteradas de forma
definitiva por un meteoro semejante.
Tengo para mí
que Flaubert es uno de los literatos más cinematográficos (avant la lettre) de “tutti
cuanti”. Lean, si no, el comienzo de la “Educación sentimental”, cuando el barco va entrando en
París…etc…etc. Lean la escena del mercado agro-pecuario de “Madame Bovary” o ese comienzo tan a lo Becket
de “Bouvard y Pecuchet”. Flaubert fue
el inventor del (concepto)
cinematógrafo. Y qué decir de su estilo…de sus periodos exactamente diseñados…y
del uso de los tiempos verbales. Flaubert es un monstruo.
“Hegel” no llegó a heredar nada de su predecesor.
Sus pertenencias (de “Gorrión”)
fueron repartidas entre sus congéneres, entre los cuales aún no se encontraba “el filósofo”.
“Hegel” ha tenido que ganárselo todo
con su propio esfuerzo, simpatía e inteligencia. De momento sus propiedades son
escasas.
¿Saben Vds.
dónde comería hoy? Pues en “Isla Negra”.
Sí… gozando del veranillo austral.
Pegado a la casa-museo de Neruda (que haría las delicias de Carles Barral*)
hay un restaurante (que no me extrañaría nada que perteneciera a la institución) la más de molón. Comes marisco y lo que quieras junto al mar. ¡Lo pagas! Admiten
perros. Y es que tal día como hoy,
del año 1992, trasladaron, como era su deseo, los restos del poeta y los de su
compañera a la que fue su casa preferida. Sobre su muerte aún persisten las
dudas. Cuando todo parecía inclinarse hacia el cáncer de próstata, el PC
chileno ha vuelto a insistir en la posibilidad de una inyección letal. Ya
veremos. A mí el poeta no me caía nada bien. Ni tampoco su poesía. Sus memorias
transpiran prepotencia y tengo para mí que no dio golpe en toda su vida: entre
congreso y congreso y entre consulado y consulado “agotó la cifra” de sus años. Así que no citaré ni siquiera sus
versos en los que expresa su deseo de ser enterrado en “Isla Negra” (que, por cierto, pertenecía a un marino-naúfrago
español (Eladio Sobrino) a quien se la compró Neruda) y que dicen así:
“Compañeros,
enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de
piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver…”
El nombre original era “Las Gaviotas”. No sé por
qué, el poeta, tuvo que cambiarle el nombre y, de paso, construir una especie
de laberinto del minotauro, explotado, eso sí, con decisión y clara visión de
negocio.
Me conformaré
con comerme unas alcachofas (¡¡rellenas de huevos de codorniz!!) del huerto y
beberme una botella de Carménère, emblema “vinícola”
de Chile.
Con el rollo de
Flaubert e “Isla Negra” he vuelto a
olvidar mis obligaciones. El perro ha defecado en la terraza. Bueno, una cosa
hecha.
Los días se
acortan a una velocidad alarmante. Las cinco y ya es casi de noche. Enjaezo al
perro y vamos a pasear a la playa. Barcelona iluminada y el cielo hacia un azul
profundo, casi negro. Luna nueva. Hegel corre sin destino, sin objetivo…Se
aleja y vuelve. Parece una metáfora…¡pero no sé de qué!
Tal
día como hoy, del año 1923, moría de tifus, Raymond
Radiguet, el “nuevo Rimbaud”, tenía
20 años y una “malicia” de jubilado.
Cocteau lo sintió especialmente. A los 18 escribió “El diablo en el cuerpo”,
una novela que “revulsionó” a la
sociedad francesa. Una joven esposa, cuyo marido está en el frente, mantiene un
romance con un adolescente (valga el “rodolí”).
La guerra como condición de felicidad para estos jóvenes amantes (¡¡). Ven Vds.
no hay mal que por bien no venga (¿). El final de la obra parece premonitorio.
Y como saben que
soy amante de “últimas palabras”, eh
aquí las suyas, susurradas a Cocteau: "Escuche,
escuche una cosa terrible. Dentro de tres días seré fusilado por los soldados
de Dios." En efecto, al cabo de tres días murió…sin decir ni mu. Ya lo había dicho todo.
Volvemos a casa
tarareando aquella copla que lleva por título “Herencia gitana” por Conchita Piquer (*)
“Hegel” se contornea y pide mi
aprobación:
–¡Muy
bien Hegel!
–¡Gracias.
–¡Las
tuyas, animalito!
Ato al perro en
el árbol acostumbrado y entro al condis. Salgo a la media hora con una barra de
pan y un fuet, que nos zamparemos tan a gusto.
Un día es un
día: Récenle (si aún recuerdan alguna cosa) a la Virgen de Guadalupe (*) y échense a
dormir.