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domingo, 24 de febrero de 2013

Propuesta para hoy, 24 de febrero. Baudelaire y las barricadas. Orfeo.



Noche de “risillas” (Moderna). El “flaco” (Stan Laurel) con su tupé a lo Tin-tin y su mirada de miope desamparado, no ha parado de revolotear alrededor de la cama. También el perro parece más contento: un lametazo en la mano destapada: helado de carne.

Su loncha de jamón de york (hoy doble ración), bufanda siete leguas y, a la espera de la “budionovka”, apuro los últimos días de la gorra “Ignatius”. Sigue el frío. Paseamos despacio (no podría ser de otra manera): Es como mi sombra (blanca). El día que desaparezca el animal, pareceré  el personaje de von Chamisso.

Habrán notado vds. el cambio de estilo. Me he cansado del “yo mayestático” y del futuro perfecto. La soledad ¡sin paliativos! Lo utilizaba para dar a entender ¡la multiplicidad de mi yo! (¿).  Ahora sólo para cuando estemos donde no estamos.
Ato al perro en la (su) farola. Fifti-fifti. En casa el aceite y orégano griegos y unas olivas de Kalamata que he encontrado en un rincón. ¡dios aprieta, pero no ahoga! (¿).

Volveríamos a París (mejor, nos habríamos quedado en el Hotel de la Régence donde tomaríamos un desayuno continental y dos calvados)... Pza de la Bastilla... Faubourg de Saint Antoine y, siguiendo los malecones...llegaríamos a las Tullerías. Aquí tuvo lugar el desenlace: el asalto de las Tullerías obligó al Borbón, sitiado, a abdicar (¡a favor de su nieto!) y a salir huyendo hacia Londres. Nunca volvería.

“¡Honor a los trabajadores de París!” (F.E.)











El París que veremos no tiene nada que ver con el que hubiéramos visto en 1848 (o incluso mucho después). Hubiéramos pasado, de camino a Châtelet y Tullerías, por la siniestra plaza de la Grève (ubicación de la guillotina y punto de reunión de la fuerza de trabajo a subastar), y por todo un laberinto inmundo de callejas que llegaban hasta las fétidas aguas del Sena. Tampoco el majestuoso decorado del Louvre, Rívoli, Tullerías. Entonces Le quartier du Carroussel...”Era una selva...habitada por una acumulación loca de pequeñas industrias” (...) “un campo de barracas” donde convivían hombres y animales. (E.H.).

En “Música en las Tullerías” (Manet, 1862)  se respira el aire de la Restauración Imperial. Baudelaire parece sentirse cómodo pese a que, como decíamos ayer, “he sentido pasar  sobre mí el viento del ala de la imbecilidad”. La sífilis va desplegando sus fases. 


 









Cruzaremos a la Rive Gauche por el puente de la Concordia. Nos pondremos nerviosos ante la ausencia de locales en los que poder tomarnos algo. Y un poco de agorafobia.

Frente a la salida del puente se encuentra, en el Quai d’Orsay, el Palacio Borbón. Tras la Revolución del 79 y ante la escasez de ingenieros, el decreto del 21 de Ventoso del año II puso las bases de lo que sería l’Ecole Polytechnique, inaugurada como “Escuela central de Trabajos Públicos”. Napoleón  le 
dio carácter militar. En Enero de 1817, añadió “Royal” a su nombre. Y después, naturalmente, “Imperial”. Se le conoce como la escuela “X” (dos cañones cruzados. Nada que ver con la X de Malcolm) para indicar la importancia de las matemáticas en su plan de estudios (una nueva Academia: “No entre nadie que no sepa geometría”. Pero no decía nada de cómo debían salir). Actualmente es un semillero del 1%.




En los días revolucionarios de febrero, el general Aupick (padrastro de Baudelaire, no lo olvidemos) era el director de la escuela y, según testigos, se comportó de forma comedida (pese a todo se libró de ser linchado gracias a la intervención de los estudiantes pro-republicanos). Siempre supo leer (releer) adecuada y favorablemente las circunstancias (Monarquía, República, Imperio) hasta su “honorable” retiro en los acantilados de Honnfleur, por entonces uno de los paisajes marinos preferidos por los pintores de la época.

Mientras Aupick daba muestras de prudencia, su hijastro se lanzó de cabeza en la revolución (¿) para solucionar de una vez por todas su problema edípico-financiero: “¡¡Hay que fusilar al general Aupick!!”.

Todo Saint Germain estaba lleno de barricadas. Tal día como hoy, del año 1848, Baudelaire fue visto (¿por la mañana? ¿por la tarde? ¿por la noche?) en la barricada de la calle Buci armado con una reluciente escopeta de caza de dos cañones “y una magnífica cartuchera de cuero amarillo igualmente inmaculada” (C.P.). “¡Acabo de disparar unos tiros!” “¡Muerte al general Aupick!”. Jules Vallés no tendrá compasión de él, ni después de muerto. Baudelaire ¡que jaleaba al municipal para que golpeara “al enemigo de las rosas y los perfumes”! (“Salón” de 1846), no había cambiado...ni cambiaría. En “Mi corazón puesto al desnudo”, donde recuerda estos acontecimientos y su actitud: “Gusto por la venganza...Placer natural por la demolición...Ebriedad literaria”... Su furor era metafísico y como toda metafísica vale  tanto para un roto como para un descosido.

Tomaremos la calle de la Universidad, que tras atravesar la Bonaparte se convierte en Jakob. Seguiremos hacia la rue Seine que nos conducirá, girando a  la izquierda, a la rue Buci. Nos sentaremos al arrimo de un cañón de gas y pediremos un Ricard. Nos resultará difícil imaginar el bullicio de la revuelta. Un bullicio animal y no mecánico;  gutural...gargantas que hubieran agradecido un buen trago de “vin de barrière”...un traguito de absenta o cualquier  otra bebida  que no fuera sangre.

La huída del rey forzó la creación de un gobierno provisional que, por fin, repartió el poder entre las diferentes clases que habían derrotado completamente a la monarquía de Julio. El “partido” obrero estaba representado por Louis Blanc y Albert. Como argamasa y símbolo de la falta de contenido: la imaginación sentimental de Lamartine y su “idealista” apelación a la mayoría de los franceses frente al proletariado en armas. Fraternité, amor, felicidad general; borrachera general de fraternidad en la que participó también el proletariado de París (aún confundido respecto a muchas cuestiones). El gobierno provisional es, (Lamartine dixit): “un gobierno que acaba con ese equívoco (¡!) terrible que existe entre las diferentes clases”.

No asustar a nadie: esa es la orden del día. Vivir y dejar vivir. La Revolución no encontró resistencia y esto la desarmó. “Fue una adaptación a las condiciones de la sociedad burguesa” (K.M.).

Mañana haremos el balance.
















Aquí hubiera nadado como pez en el agua, Picco della Mirándola, capaz de reconciliar lo irreconciliable y superar todos los cismas. (Nacido el 24 de febrero de 1463 “en una gran sala apenas calentada del castillo de la Mirándola...Emilia, a algunos kilómetros al oeste de Ferrara” (E.B.). Su defensa de la dignidad del Hombre (¡!) se basaba en su (don divino) carácter camaleónico: podría convertirse en lo que quisiera. Olvidó Picco las condiciones que determinan esas transformaciones. Pero... ¿Qué queremos? ¡Era el siglo XV!
Con estas divagaciones se nos habrá hecho la hora de comer. Nos dirigiremos al Café de Beaux Arts, en el Quaie Malaquais, frente al Louvre.

-¿Me río yo acaso de su (vuestra) ridícula carta-menú...
  Escargot: Le six...4’50 E....Le douze...8’50.?
 
-¿Me río yo acaso de su (del menú) sintaxis abrupta y de su contenido sentimental?

-¿Me río yo acaso de sus (vuestros) uniformes, sacados de la liquidación de la “Casa de las Mantas”?

-¿Me río yo acaso de sus (de los jefes) ridículas mesas y de sus flores de tela? ¿de sus velitas-velatorio?

-¿Os denuncio, acaso, por servir foie (salvajada donde las haya) y sólo foie?

DEBERÍAN VERME ¡Y ME VERÁN! CON MI NUEVA BUDINOVKA...

Nos sentaremos a pesar de las incontenibles explosiones de risa y codazos cómplices. Nos sentaremos y esperaremos la llegada de quien tenga a bien venir. Y cuando llegue, nos levantaremos (nos enrollaremos completamente con la bufanda blaugrana, nos encasquetaremos la gorra-orejera y, colocando la silla educadamente en su posición original, nos dirigiremos hacia la puerta de salida: “Au revoire, les copains”! “¡hay más bares que longanizas!”.

Aún podremos encontrar algún tunecino abierto. Pediremos un Gyros “complet” y el alcohol lo compraremos en un carrefour o algún sitio parecido.

Y...(Como el dinosaurio de Monterroso, o como la sopa en el país de los monstruos de Sendak): ¡el perro se encontrará con una comida maravillosa! (por desconocida, intempestiva y oriental). Teofanía  laica (si se me permite esta contradicción evidente): por una pequeña fisura del tiempo ha entrado en la vida del perro un milagro. Le parecerá normal. Diarrea asegurada.

Nosotros: espinacas del huerto y vino sin etiqueta y fifti-fifti. Paseo vespertino. ¡Lo dicho! (por lo del perro).

Durante toda la mañana, en el esputifaif: todo el repertorio de canciones históricas francesas y la “Sinfonía Fantástica” (1830), una verdadera revolución musical.

Tal día como hoy, del año 1607, se estrenó en el palacio ducal de Mantua (el primer recinto dedicado especialmente para ópera data de 1635. Venecia) la que pasa por ser la primera ópera verdadera: “L’Orfeo” de Monteverdi y Striggio. Sonará la hermosísima obra en el Esputifaif durante todo lo que queda de tarde. Nos interesa Orfeo, no Monteverdi, ni las múltiples versiones que del mito se han hecho (hasta Cocteau). El mito es pre-homérico, Orfeo ya acompañó a los Argonautas: acompasando su remar y haciendo dulce el trayecto y el descanso. Hijo de Calíope, (musa de la poesía y del canto, y de Apolo el dios del arco y la lira, “el que mata de lejos”, “el matador de lobos”) se dedicaba al pastoreo en los campos floridos de Tracia. 


 












Enamorado de Eurídice, celebran los esponsales entre cantos y danzas bucólicas. Una víbora muerde a Eurídice y todo se viene abajo. Ella la primera, que es arrastrada al reino de Plutón y de Perséfone. Orfeo, inventor del alma inmortal, partícipe de la divinidad, incansable buscadora de destinos post-mortem (por la mezcla de maléfica sustancia carnal de los Titanes) se somete a la katábasis homérica para romper, desde dentro, lo establecido desde tiempo inmemorial. El Hades homérico es el olvido, el pasado pasivo, el amontonamiento indiscriminado de la historia. Orfeo pretende establecer la conexión entre el pasado y el presente. Desea recuperar a Eurídice. Su arma: la música. La Esperanza lo abandona en la misma entrada del antro. No hay esperanza en la lucha que se avecina, pero la esperanza nos ha guiado hasta aquí. No tendrá ningún Virgilio que lo guíe. Los amos del lugar son convencidos por el poder de su música (y por su secreta seguridad de que no conseguirá  devolver a su amada al mundo de los vivos).

La música acompaña el relato. Nos servimos un Dry. Al perro se le erizan los pelos. Pero cuando se le cuenta de qué va, en realidad, la historia, mueve el rabo y desea que Eurídice y Orfeo sean felices y coman perdices (y que le dejen los restos).

La condición: que no vuelva la vista atrás en el ascenso al mundo de los vivos. Si lo hace, perderá a Eurídice para siempre. ¡Volvió la cabeza para mirar! Y Eurídice, agarrándose vanamente al vacío, fue desvaneciéndose como el humo. Orfeo comprendió, de repente, la inutilidad de su esfuerzo. Difícil pintar esa ausencia.





Orfeo como “Ángelus Novus”: El pasado ha depositado en nosotros sus esperanzas. Nuestra tarea es darles cumplimiento. Pero sin nostalgia. Con la vista puesta en el futuro. ¿Fue Eurídice la que imploró una mirada amorosa? ¿Fue Orfeo quien quiso asegurarse? El resultado fue el mismo. Faltos de decisión, sobrados de sentimentalismo... ¡sucumbieron!: Una al olvido eterno y el otro, a la melancolía y, finalmente, a ser destrozado por las Bacantes (aunque Monteverdi, deus ex machina, lo ascienda a los cielos en el fulgurante carro de Apolo). No vale convertir una derrota en victoria. Las derrotas se asumen. Y “aprenderemos a equivocarnos mejor”.

Orfeo intentó romper el orden establecido: deseando lo imposible. Intentando lo imposible (¿). ¡Otra vez será!  Querría decir más cosas... Indicios, relámpagos...pero no acabo de establecer las conexiones. La música de Orfeo...uniendo el cielo y la tierra ¡Ahí está la clave!

Ya es noche cerrada. Tomaría granadina (símbolo del renacer, y bebida de los exilados rusos en París, cuando se reunían en torno a Lenin, allá por 1909 en Montparnasse). Pero en esta casa no hay de ese tipo de bebidas. O un “Parfait Amour”, la única bebida azul que conozco....Aquí tampoco se estila esas excentricidades. En su defecto, seguiremos con el vino. 

Huevos fritos rociados con aceite de trufas y un fifti-fifti. Paseo nocturno: el perro va como soñador, más lento que de costumbre. Me mira de vez en cuando y me sonríe. Dormiremos bien.


... Si quieren pueden escuchar "Orfeo en los infiernos" de Offenbach. Otra forma de ver la cosa.






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RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...