Tal día como hoy, del año 1816 (“el
año sin verano”), la oficialidad de “La Medusa”,
nave capitana de la flota del Senegal, decide el abandono del barco y dar
comienzo a una de las tantas historias vergonzosas de las que rebosa la historia militar.
La mañana del 17 de junio, mientras a
las orillas del lago Leman se está gestando lo que será el paradigma del terror
romántico (“Frankenstein”), se da
inicio a la serie de acontecimientos que Guéricault condensará de forma
escalofriante en “la balsa de la Medusa”:
ejemplo de romanticismo pictórico (en la forma) y de deshonor (en el fondo).
Podemos ahorrarnos el contexto:
restauración de los borbónidos…la aristocracia, que quiere aprovechar el tiempo
perdido…Francia, hecha polvo, intentará exprimir lo poco que buenamente han
tenido a bien dejarle sus vencedores.
Así pues, a las siete de la mañana
del 17 de junio, se hace a la mar, desde la rada de la isla de Aix (en la bahía
de La Rochelle y Rochefort) una flotilla con destino a Senegal. Objetivo: ver
lo que se puede sacar de esa pequeña cuña que los ingleses, en su bondad, han
querido mantener en poder de Francia.
Los 365 (y la tripulación necesaria)
iba repartida entre:
·
“Medusa” (nave almirante)
·
“Echo”
·
“Barkloire”
·
“Brigg Argus”
De los 365 (sin contar la tripulación
necesaria), 240 viajaban en la “capitana”.
Tras franquear “Finisterre”… ¡hombre
al agua!...que se ahogará sin remedio. Se limitaron a echarle un tonel y a
aconsejarle que consiguiera atraparlo y se agarrara fuertemente. Visto lo que
veremos esto no pasa de ser una broma de Gila…¡mal presagio!...
Los alisios soplan de lo lindo este verano. Y “La Medusa” se distancia. A los diez días bordean Madeira y se deleitan con la hermosa Funchal. Al amanecer del día siguiente divisan las islas Selvagens y, con la luz del ocaso, se les aparece la majestuosa cima del Teide, completamente nevado (“año sin verano”). Reponen y abastecen en Santa Cruz.
Guéricault se ha informado de todos
estos pormenores y esboza apuntes y estudios para ir entrando en calor y
encontrar el punto.
El primero de Julio doblan el cabo
Bojador y cruzan el “Trópico de Cáncer”…fiesta
y “bautizo”…propinas…unas copitas.
Viento en popa a toda vela. ¡Brindad por lo que se avecina!...Que dios se
apiade de vuestras almas…porque vuestros cuerpos se diluirán como azucarillo en
absenta.
El 2 de julio se encuentran en el
cabo de Barbas y se dirigen hacia el golfo de san Cipriano…Van siguiendo las
cartas elaboradas por el Ministerio de la Marina del Reino de Francia…bordean
la costa entre un enjambre de rocas insospechadas…están a medio tiro de cañón
de la costa. El capitán de “la Medusa”
cree distinguir el cabo Blanco y se dirige hacia allá a toda vela. Pero no es
el cabo Blanco, sino una nube negra, generadora de una tormenta terrorífica.
Algunos oficiales intentan convencer al capitán de que está viendo visiones… Pero
el capitán era, a todas luces, un inepto, y había alcanzado el cargo por
designación graciosa. A la ineptitud, sumó la inhumanidad y la grosería. Del
gobernador ni hablamos…
“El Echo”,
lanza fuegos de artificios, hace sonar las sirenas y coloca una antorcha en el
palo de mesana…”El Medusa” lo ignora
y sigue a lo suyo: deslizarse poco a poco hacia un gran banco de tierra
(santa). La plomada señala cada vez menos profundidad…las olas indicaban, por
su lívido color, el poco fondo y arenoso.
La plomada marcaba 5 metros y medio de profundidad…
¡lastre fuera!...¡izar todas las
velas!...¡abramos todas las bocas para coger el máximo viento posible que nos
aleje de la desgracia!...
El barco hundió su quilla en la arena
con fruición (frente a la isla de Arguin). Todos saltaron por los aires; cuando
volvieron a caer, se dedicaron a desmontar lo desmontable y a tirarlo al mar.
Dejaron el barco como una cáscara de nuez… ¡Pero los 44 cañones no fueron
arrojados por la borda!, esperaban recuperarlos cuando todo hubiera pasado…Pero
no hubo un después. Aquello fue el fin.
Como es norma, el barco no llevaba
los suficientes botes de salvamento. Así que se pusieron a toda prisa a
construir una balsa de 20m. x 7m. con cualquier material que sirviera:
“Las vergas de gavia se encontraban en los lados más largos, entre ellas
se habían emplazado las vergas y los juanetes del trinquete y del palo mayor,
que se había anudado por medio de una fuerte jarcia. Por encima de ello se
había clavado en ángulo recto algunas tablas de cubierta, dividiéndolas en
cinco partes con cinco tablones largos, los cuales asomaban dos, tres metros
por los lados; en la proa dos vergas cruzadas formaban una especie de parapeto;
de barandilla (así
llamada por lo que mandaron construir la
balsa, y que no se apoyarían en ella a echarse un cigarrillo), servía un entrelazamiento de maderas
diversas, con apenas medio metro de altura.” (Peter Weiss, tomado de las memorias de dos de
los supervivientes)
A primera vista parecía apropiada
para unas doscientas personas (¿). En cuanto subieron 50, les llegaba el agua a
la cintura.
Así que tal día como hoy, del año
1816, de madrugada, se decide abandonar el barco a su mala suerte.
· El
mejor bote, de 14 remeros, se lo apropió el gobernador (al que descendieron con
una polea, sentado en un sillón) y los altos funcionarios. Total: 35 hombres
más la impedimenta y los remeros.
Otro
bote de 12 remeros fue ocupado, pistola en mano, por la oficialidad: 48 hombres,
más los remeros.
· Otro
de doce remeros, fue ocupado por otros 28 oficiales y los remeros.
·
Una
chalupa sin remeros: 30 personas.
· En
la pequeña yola, sin remeros, pero con vela: 15 personas.
· Y
en el último, de 8 remeros, se acomodaron 30 personas destinadas al servicio
del puerto (más los remeros).
Este último bote arrastró la balsa
con intención de remolcarla…Pero soltó la amarra y la dejó como juguete para el
mar embravecido. Al cabo de diez minutos ya no se veía ninguna luz… De las
otras fragatas no había ni rastro.
Echando cuentas, faltan 30 ó 40
hombres: serían los exploradores…los que van delante… para asegurar que el
camino hacia la sima está expedito.
Imaginen vds. la escena: Olas
gigantescas saltaban por encima de la plataforma, sobre la que se instalaron
FINALMENTE 149 personas (entre las cuales una mujer)…el mar rugiendo…los
abandonados clamando ayuda a los cielos oscurecidos…
La balsa crujió y empezaron los
primeros e irreparables daños.
Este era el contenido:
·
129
personas de la tropa.
·
29
marineros o pasajeros.
·
6
barriles de vino.
·
2
barriles de agua.
·
1
saco de bizcocho.
·
Algunos
trozos de lona.
Ni mástiles, ni timón, ni cartas
náuticas, ni instrumentos de navegación.
La corriente los arrastraba mar
adentro…y las esperanzas enfilaban hacia la costa. Confiaban en la rápida
vuelta de alguna de las fragatas… ¡Pero no volvieron!...Ni siquiera “Argos”, de mil ojos…
Al amanecer, el ponto se había
tragado a diez infelices y otros doce yacían muertos, atrapados entre el
desordenado maderamen de la plataforma. Una verga de gavia fue colocada como
mástil y engancharon, como pudieron, los retales de lona que les habían sido
entregados. Los muertos ascendieron a 65 antes de concluir las primeras 24
horas.
Un iluminado por Lucifer, se lanzó a
las olas hambrientas en busca de ayuda: “¡Volveré!”,
dijo…Uno menos, una ración más. También las raciones desaparecieron…
Cuando sólo quedó un barril de vino,
sus devotos, pensaron que… ¡ahora sí!...había llegado el final...y se dejaron
morir desalentados.
Pasó una semana y ya sólo quedaban
30.
Guéricault repasaba el proceso
buscando la máxima concentración…el momento que mejor sintetizara el
desastre…Así como Mirón había plasmado todo el movimiento del lanzador de disco
en un instante que concentraba el pasado y el futuro…así el pintor buscaba ese
punto que nos explicara el antes y el negro después. Trabajaba día y
noche…construyendo una maqueta de la balsa…dibujando muertos en la Morgue. (Sue, hijo de anatomista le facilitó cadáveres)... esbozando
miembros disyectos…expresiones desesperadas (en asilos, cárceles, y casas de
locos)…y sufría como un náufrago más…y se le iba yendo la vida…y la chaveta.
Alguien consiguió formular correctamente los pensamientos del resto y se atrevió a morder un muslo de muerto…Como Ugolino…tragó el trozo, que se desprendió con facilidad, como si tragara el alma negra de su padre. Todos se lanzaron a mordisquear la carne melosa y salada…Otros prefirieron, cortar y dejar secar al sol…Todos participaron del banquete pre-humano que les permitió conservar su humanidad.
¿Y la mujer?...los cronistas no dicen
nada de ella. La imaginación se desboca. Guéricault pensó incluirla. ¿Sufriría
doble sufrimiento?...Los que se sabían condenados ¿respetaron la desesperación
de la mujer?... ¿añadirían vergüenza a la muerte asegurada?...Joarizti afirma
que, fue arrojada al mar junto con otros catorce moribundos, que no merecían ya
el vino que bebían.
El agua salada y el sol los dejó en
carne viva y después los amojamó. Bebían la orina puesta a refrescar de un día
para otro… ¡maldita suerte la nuestra!
12 días y 13 noches…que el pintor
vivió muriéndose. Por fin encontró el centro de gravedad del proceso. Borró,
veló, corrigió…hasta que dio con esa pirámide de la esperanza, ¡el negro!… ¡el
africano!, agitando el trapo y los moribundos, espoleados por la esperanza,
logran conformar esa cuña contra la desesperación…Los muertos siguieron muertos…”¡demasiado tarde!...¡demasiado tarde!”... (como
diría el otro).
En la versión definitiva no se ve
ningún barco salvador: en una obra anterior, “el Diluvio”… ¡tampoco
aparece ningún arca protectora”.
El “Argos”, de mil ojos, los encontró por casualidad… ¡no iba en su
búsqueda!
Observen la tensión entre el punto
del que llegará la salvación y la
contraria de la vela. La cosa aún no está decidida. Puede que sea un suspiro
pasajero…La composición piramidal al servicio de una salvación biológica, no al
servicio de la Teología. El grandísimo formato, arrebatado a la nobleza y a la
HISTORIA, al servicio de los humillados. Entramos en la historia…por la ranura
de la desgracia… ¡pero entramos en la historia!...Delacroix continuará.
Miren los ácidos verdes…el negro de
betún depositado en los recovecos. Comparen con la limpieza anterior y vean
hacia donde van las cosas…Courbet…
Se salvaron: El geógrafo Corréard, el
cirujano Savigny; el capitán Dupont; el teniente Hereus; el funcionario Bellay;
el alférez Coudin; el marinero Coste; el práctico Thomás; el enfermero
François.
Se salvaron, pero murieron en cuanto
llegaron a tierra: el soldado colonial Charles; el suboficial Lozack; el
también suboficial Clairet; el cañonero Larilette y un marinero desconocido de
Tolón. El resto fue internado en el hospital de Saint Louis, bajo vigilancia de
los militares ingleses, que no encontraban motivo para abandonar el lugar ya
que no habían aparecido las tropas de ocupación francesas.
La “escuadrilla” fue dispersada…unos,
llegaron a San Luis; otros, decenas de kilómetros más al norte, desierto
mediante. Su travesía del desierto fue tan lamentable como el destino de los
náufragos. Cuando FINALMENTE entraron en la ciudad, parecían el cortejo de la “santa compaña”.
Tras tres intentos en 40 días,
pudieron llegar a la “Medusa”, donde
encontraron un superviviente que enroscado como reptil, platicaba con
fantasmas…cadáveres flotando y golpeándose contra el casco de la nave. Por lo
demás, la nave había saqueada y no hallaron los miles de francos que habían
venido a buscar.
En San Luis, mientras tanto, los
habitantes vestían ropas extrañas y adornaban sus cabezas con gorros, gorras,
sombreros, tricornios…nunca vistos. Las mujeres usaron los catalejos como rulos
para el pelo. La tricolor convertida en “pareo”…la
ciudad olía a pólvora…había patios adornados con cañones… Aún pasarían muchos
meses hasta que la madre patria decidiera repatriar a los desgraciados. Muchos
habían enloquecido…como Guéricault, que, cuenta Delacroix, parecía un viejo a
la edad de treinta y tantos.
El artista tenía su estudio en el 23
de la rue des Martyrs, actualmente entre una tienda de maletas y una licorería,
el edificio aún conserva su nobleza. Entras y un corredor desemboca en un patio
adoquinado, seguido de un jardín…Antes había un pozo, dos acacias inmensas, el
abrevadero para los caballos y, a mano izquierda, las cuadras. Allí en el
tercero, esbozó (del otoño del 17 al otoño del 18) el cuadro. Las dimensiones
de la obra le obligaron a tomar un estudio más grande en la rue Louis le Grand.
Acabado en 1819, fue presentado en el Salón (Salón Carré del Louvre) de ese mismo año: Guéricault se paseaba,
enloquecido y anónimo, entre la concurrencia. Sólo se consoló cuando vio y oyó
el desprecio por el fondo y la forma. El cuadro estuvo prohibido algunos años y
se convirtió en un símbolo de la corrupción de la monarquía, recientemente
reinstaurada. Y en emblema del romanticismo naciente.
El infeliz artista amaba y susurraba
a los caballos. Y ellos lo amaron ¡hasta la muerte!
La rue des Martyrs (Montmartre), limitaba ya con las zonas campestres. Montmartre, era (entonces) un monte lleno de viñedos, granjas, molinos, granjas…Un sitio ideal para dar una vueltecita con el caballo. En la Place Blanche (por las canteras de cal) su caballo se espantó ante una barrera y lanzó al jinete por encima de sus orejas…lo sintió… ¡pero ya estaba hecho! La herida se infectó y siguió, ocultamente su curso.
Unos días
más tarde, Guéricault, participó en el Derby del Campo de Marte…volvió a caer y
la infección ya no pudo seguir silenciosa….atacó la columna vertebral, los
huesos de la espina dorsal empezaron a descomponerse…el artista se pudría en
vida. Yacía en su pequeña habitación del nº 23 rodeado de lienzos y dibujos. “La balsa…” que no encontró comprador,
yacía enrollado en un rincón. Se libró, por lo menos, del descuartizamiento
(para ser vendido a trozos) propuesta de un perspicaz comerciante.
Cuando en diciembre de 1823 (un poco
antes de morir) lo visitó Delacroix, “no pesaba más que un niño”. Seguía imaginando grandes composiciones contra
los horrores de la esclavitud, contra la crueldad de la Inquisición…Murió el 26
de enero del año siguiente.
Fue enterrado en Père Lachaise.
El muerto sobre el que el anciano tocado de rojo parece posar para Rodin…es un retrato de Delacroix. Delacroix le devolvió el favor y lo colocó, como el muerto más evidente, en “Dante y Virgilio” (1822).
Sobre caídas de caballo y sus
consecuencias habría mucho que hablar: Moravagine, Toulouse-Lautrec, Nietzsche,
Tolstoi, el padre de Keats… ¡y hablaremos!
N.B.
Lean Vds. "Océano", de Baricco y "Revolución" de Traverso.
N.B.
Lean Vds. "Océano", de Baricco y "Revolución" de Traverso.