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miércoles, 5 de junio de 2013

Propuesta para hoy, 5 de junio. El cura de Olavarría. “Irma, la dulce”.

1
En 1888 Olavarría, provincia de Buenos Aires, aún no era la “ciudad del cemento”. Había una sucursal bancaria, una Sociedad Rural, y la inevitable Sociedad de Damas y Caridad que se hacía cargo del Hospital. En total, unos 800 moradores, de los cuales la mayoría eran italianos que ya empezaban a organizarse. La Caridad bien entendida empieza por la Iglesia, así que se construyó una capilla que, con el tiempo, se convertiría en la Iglesia de San José. 
Su primer párroco fue el inestable Pedro Castro Rodríguez, gallego de Santiago. Había nacido en 1844, como Nietzsche y, también como el filósofo, a los 26 empezó su vida pública. Llegó a América como eclesiástico católico, pero se pasó a los protestantes. Se casó. El cepillo no daba para mucho y el trabajo menos. Se arrepintió de lo hecho y pidió al obispo que le permitiera reingresar en el seno de la catolicidad. El obispo le devolvió las potestades y lo destinó, como coadjutor, a Azul. Allí se dirigió discretamente la pareja y allí nació, discretamente, su hija, a la que falto de imaginación o por un exceso de orgullo de raza, bautizó como Petrona. Era el año 78. Pedro los envía, discretamente, de vuelta a Buenos Aires y los visita (discretamente) de uvas a peras. En el 80 es nombrado párroco, el primero, de la Iglesia de San José de Olabarría y se abría ante él toda una vida de delicias.


La Iglesia se encontraba justamente donde ahora se encuentra el Teatro Municipal. Ocupaba un lugar central entre la escuela 1, de varones, y la escuela 2, de mujeres. Y ahora entre un Carrefour y un Día, que la acerrojan como una sentencia judicial. Echen a suertes (a desgracias), entren al local afortunado y compren 25 centímetros de chorizo gallego, una teta, una barra de pan y una botella de Mencía. Crucen la calle, ingresen en el parquecito, elijan un banco desde donde se divisen los dos edificios, el teatro y la nueva iglesia, y zampen. No les puedo ofrecer nada más. Abríguense.

Tal día como hoy, del año 1888, el cura Pedro, cuya vida, tras 8 años de alboroque, veíase abocada nuevamente a la ruina, mandó llamar a la familia, no sin antes conminar a su mujer a que vendiera sus bienes (24.000 pesos) y los depositara, a su nombre, en el banco de Azul. A las 5’30 de la tarde esperaba en el andén la llegada del tren de Buenos Aires. A esa misma hora, Nietzsche bajaba del tren en Chiavenna, hizo noche, y al día siguiente tomó la correspondencia para su última estancia en Sils-María. A partir de entonces todo lo que hacía… lo hacía por última vez. Estaba ocupado en El Caso Wagner y en su lucha contra el romanticismo alemán.



Rufina y Petrona bajaron del tren y vieron la mancha negra que, desde el otro extremo del andén, las reclamaba. La niña se mostró reacia a besar a aquel ser descuidado (por la ansiedad). Rufina le dio dos besos, uno por mejilla. Él se limitó a rozarla con la nariz, como dicen que hacen los esquimales. A su manera también luchaba contra el romanticismo. Las condujo a casa, descansaron un poco y se asearon para la última cena.

Sirvió, como corresponde, el sacristán que, dijo, parecía estar oficiando un velatorio. Había preparado un asado de res y manjar de leche condensada para la niña. Los ojos de cura iban de la carne a la cara de Rufina y de la cara de Rufina a la carne de res, como si estuviera jugando al juego de las diferencias. La niña miraba el dulce de leche. No se habló. 
El ruido de los cubiertos y de los platos ululaba por Valdivia.

    



Mientras Petrona daba cuenta del manjar, Pedro se levantó y salió. Rufina, ocupada en hurgarse los dientes, no pudo articular insulto alguno y le lanzó una mirada insultante. Pedro la esquivó y salió como un murciélago a la fría calle que bautizarían como Valdivia. Se acercó a la botica, pidió, frotándose la barriga como en una película muda, bicarbonato y se echó a bolsillo un frasquito de Atropina que, se dijo en un arranque lírico, rimaba con Rufina. Podía haber robado arsénico y no lo hizo. Esto, llegado el caso, jugará a mi favor, pensó. Salió. Los vientos de Valdivia arrebujaron los hábitos que tomaron el aspecto de hilillos de noche condensada. Subió. 
El sacristán ya había recogido.

-¿De dónde vienes?­- preguntó Rufina

-De la farmacia… ¿de dónde voy a venir? ¡Me pones de los nervios!

-Y… ¿qué tal la boticaria?

La cosa discurrió por los cauces matrimoniales normales. El sacristán se largó y el cura echó en un vaso un buen pellizco de bicarbonato, removió con una cucharilla y se lo bebió de un trago, como si fuera orujo de su tierra natal. Hizo una mueca sacrificial y preparó otro vasito para la mujer. Vació medio frasco de Atropina, removió con la misma cucharilla y se lo dio a la mujer para que se calmara. La mujer lo bebió con aprensión y sin quitarle los ojos de los suyos. Él vio como las pupilas femeninas se ensanchaban y su cara palidecía. 
Ella intuyó una oleada de alegría en los ojirris del eclesiástico y se sintió perdida.

Bueno, la cosa iba según lo previsto. Lo que el cura no calculó fue la cantidad. Un resto de piedad (y racanería) le contuvo la mano… Debería haber vaciado la botella, se dijo. La mujer, destrozada y cagándose por una pata, gritaba como posesa. Los vientos de Valdivia se habían calmado. Los gritos llegaban hasta el otro extremo del poblado. Pedro cogió un martillo y se lio a martillazos contra la cabeza del amor de su vida. Petrona, testigo del destrozo, no salía de su asombro y cuando pudo salir quedó enviscada en el terror y en las garras de su padre, que apetrándola contra su  pecho viril le sacó hasta la última gota de aire. La niña quedó como una flácida hoja de acelga y azul.

La desgraciada trinidad se había desgarrado. Dios había vuelto a la unidad primigenia, pero, siguiendo las leyes de dialéctica, a un nivel diferente: La desolación.

Lo que siguió es previsible. Escondió el martillo detrás de la imagen de san José carpintero. Hizo limpieza. Lavó la ropa y pidió un ataúd amplio…. que resultó ser tan engañoso como la caja de Pandora. Como era cura dominaba la materia. Tenía 44 años, los años que tenía Nietzsche cuando le dio el patatús.

El sacristán fue quien levantó la liebre. La inhumación de los cadáveres, dos meses después, tuvo lugar el día en que la niña hubiera cumplido 10 años. Cárcel y tal.

Se consideró que su hazaña no era fue motivo para la canonización.

Murió en la cárcel en el año 1905. En Viena estaban ocupados en la representación de la Caja de Pandora y teorizando sobre la mujer-niña-puta-devoradora.

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http://kinomoriarti.blogspot.com/2013/05/propuesta-para-hoy-dia-2-de-mayo.html

http://kinomoriarti.blogspot.com/2014/01/propuesta-para-hoy-dia-1-de-enero-ano.html


La dulce y simpática Irma de la película de Wilder nos arrebató para siempre. Pero quizás Udes. no sepan algunos detalles que arroparon su gestación. Por cierto, se estrenó tal día como hoy, de año 1963.

Empecemos por el medio, como aconsejara Deleuze.

El bueno de Billy quiso contratar a  la Taylor, pero estaba enredada en una tórrida relación con Richard. 
Quiso a Marilyn, pero se suicidó (¿). Repitió, dadas las circunstancias, con Shirley.
Quiso a Laugton para Monsieur Moustache, pero murió… Pero esa es otra historia.
Quiso a Gene Kelly  para Néstor y tuvo que repetir con Jack Lemon, que nunca falla. Así que después de tres años volvieron a trabajar juntos y Lemon cogió la manzana y mordió (pagando, claro), dando comienzo al espectáculo.

 

Irma, la duce era una comedia musical de éxito antes de que se convirtiera en una joya. En Billy actuaría como la magdalena (¡que no era tal!) actuó en Proust. Le recordó la existencia de aquella encantadora y entregada Irma Karczewska que aparecía en el reparto de “La caja de pandora”.


Tenía 17 años cuando la descubrió K.K. Una niña, como quien dice, pero con una experiencia y un ansia de mujer de mundo: Una “mujer-niña”, que respondía, con creces, al ideal de mujer sexualmente liberada que aún conserva la inocencia.

Kraus, como Freud, estaba por la separación de la sexualidad de la función reproductiva, sobre todo si era él el beneficiario. Veía en la represión sexual la explicación de muchas alteraciones psicológicas posteriores. Freud le agradeció el apoyo que desde La Antorcha le prestaba… Hasta que dejó de hacerlo. Y es que K.K. despreciaba el uso extensivo que algunos epígonos hacían de arte interpretativo del maestro. Tampoco estaba de acuerdo con la exclusividad de la sexualidad en la génesis de la “neurosis”. La ruptura se produjo en 1908.

Tal día como hoy, de año 1908, Kraus escribía: “Las impresiones sexuales de la infancia no pueden subestimarse en modo alguno, y hay que rendirse ante e investigador que demuestra cómo la sexualidad comienza el día del Examen final en la enseñanza primaria. Pero convendría no llevar las cosas a ciertos extremos”

Esto marca el comienzo del distanciamiento entre los dos, ayudado por las simplezas hermenéuticas de algunos que se reclamaban del psicoanálisis.


Y aquí interviene Wittels, un brillante escritor-analista que llevó las conclusiones de Freud a un extremo inaceptable, por vulgar y por falta de fundamento: Freud habló de sublimación, Wittels no la contemplaba. Freud proponía una contención consciente y encauzada, pues sabía que la civilización se mantiene sobre esa represión. Wittels, no. Paradójicamente, acabó como adalid de la ortodoxia en su exilio americano.



La mujer-niña, en palabras de Wittels: “Se trata de una muchacha que posee un gran atractivo sexual, desarrollado con tanta precocidad que se ve forzada a iniciar su vida sexual siendo todavía una niña en otros aspectos. Durante su vida sexual sigue siendo una niña hipersexuada, incapaz de comprender el mundo civilizado de los adultos”.

Su serena y omnipresente sensualidad sin lujuria muestra que es una criatura libre de neurosis. Freud pensó que, en realidad, era un andrajo. Un manjar solícito, con algunos caprichitos, pero, en fin, París bien vale una misa.
Bien, vale…se busca a la niña en la mujer… pero… ¿Qué se busca en la niña? Freud dijo algo de homosexualidad latente y tal.

Irma, creada por Kraus en sustitución de Annie, fue compartida por todos, pues todo el círculo participaba de la imagen de la mujer- puta, dueña de su cuerpo y sus deseos. Una mujer, que por la naturaleza de su potente sensualidad, no puede entrar de lleno en las sinuosidades civilizatorias. La vestían como a una princesa. Le daban lo que pedía y pedía más de lo que le daban.

En Venecia tuvo oportunidad de desplegar todos sus encantos. Pidió que le subieran a la habitación un piano de cola. Kraus accedió: “El ave de paraíso es maravillosa… pero no hay que esperar de ella que toque el piano. Simplemente no sabe” (P. Altenberg, por aquellos días).

No consintió tratos con Tiziano, ni con Bellini, ella los deseaba con Siegfried Wagner que, ajeno, paseaba por la playa bebiendo los aires que Isadora, displicente, arrojaba de sí. Wittels la cuidaba como médico, enfermero y amante. Kraus, como padre incestuoso. Wedekind, los envidiaba a los dos. Altenberg le cantaba en su tonalidad preferida.

Irma, la dulce, desembocó en un mar de matrimonios de conveniencia (¿para quién?).

K.K. tenía abiertos pleitos en diferentes frentes. Uno de ellos era contra la revista berlinesa en la que trabajaba un joven que después sería conocido como Billy Wilder. Se le encargó escudriñar en la vida privada del narigotas y tomó nota.


“La esperanza es esa puta que va vestida de verde” (B. Brecht).

 Rufina había aprovechado un retal sobrante de la sotana de marido.





miércoles, 29 de mayo de 2013

Propuesta para la mañana de hoy, día 29 de mayo. Caja de Pandora. Lodazal fin-de-siècle. SEGUNDA SERIE.



1
1894. Strindberg y Frida Uhl, se despiden en la Gare du Nord. Será para siempre. A ella nunca le faltaron armas, en ningún sentido del término. Ya en territorio austriaco, tuvo una aventura y un hijo con Wedekind, que envió, junto con el que había tenido con Strindberg, a casa de los abuelos.  Antes había ayudado a su tercer amante oficial, Hanz Heinz Ewers, en la creación del primer Kabaret alemán (1901): el Buntes Theater (Überbrett, por Nietszche)… Llevaba la caja bien surtida. 
Schönberg ejerce de director musical de las revistas moralizantes que allí se ejecutaban. En 1903 la aventura había acabado y el músico está de rregreso en Viena.



Kraus admiraba a Strinberg… hasta que la final misoginia del nórdico se impuso sobre su inicial furor igualitario.


Mientras esto ocurría, Annie Kalmar, moría tuberculosa en un hospital de Hamburgo. Koch estaba a punto de recibir el premio Nobel y fueron cerrando, poco a poco, la multitud de sanatorios antituberculosos que salpicaban Europa.



Kraus iniciaba su cruzada, primero contra la prensa y enseguida contra todo bicho viviente. Pronto recaló en el terreno de la sexualidad y de la doble moral que lo cubría. Acabaría, ya en plena contienda, convirtiéndose, de forma confusa, en uno de los pocos pacifistas internacionalistas.

2
Acababa de quitarse la banda negra de la manga, cuando se sintió atraído por otra actriz, Bertha María Denk. La perdió la pista y volvió a encontrarla en 1905 cuando Wedekind se la presentó como una de las aspirantes al papel estrella de “La Caja de Pandora”. No cuajó. Dijo que la cosa le superaba. Algo tendría, sin embargo cuando estuvo a punto de llevar al altar al mismísimo Wedekind que acababa su aventura con Frida. Fue Frida quien animó a Kraus para que convenciera a Wedekind en la puesta en escena de la obra citada, antes de desaparecer destino Londres.

Tal día como hoy del año 1905 tuvo lugar la representación, tal como puede leerse en el cartelito anunciador:



Wedekind siguió visitando a Bertha hasta a canícula. Como era de esperar, ella esperaba en un balneario antitísico de bohemia. Con la llegada del otoño las visitas fueron escaseando. El dramaturgo se había prendado de Tilly-Lulú, con quien volvió a coincidir, en Berlín, interpretando Erdgeist (1ª parte de la Caja de Pandora). Ya en Viena, cuando en su papel de Jack el destripador, tuvo que hundirle el puñal sintió como algo se removía en su interior; algo parecido a lo de Pentesilea con Aquiles, pero al revés.  Desde aquel 29 de mayo no pudo olvidar a su víctima.



A hurtadillas, Kraus también visitaba Bohemia. Lo suyo era, era evidente, las sábanas de hospital. El triángulo se deshizo cuando Wedekind, en mayo del año siguiente, se casó con la Tilly. Kraus siguió sólo (lo de sólo es un decir)… pues:

“La hetera como sueño del hombre. Pero la realidad debe convertirla en su sierva, como ama de casa o como amante, porque la necesidad de la honorabilidad social va más lejos para él que un hermoso sueño. De este modo, cada uno desea la mujer poliándrica para sí. En este deseo y nada más que en él ha de verse la fuente de toda tragedia de amor. Querer ser el elegido sin concederle a la mujer el derecho de elegir. Y los Oberones no quieren entender jamás que Titania pueda acariciar también a un asno, porque ellos, como corresponde a su mayor capacidad de reflexión y a su menor sexualidad, no estarían nunca en disposición de acariciar a una mula”.

La relación duró, a su manera, hasta el otoño de 1908, e incluyó la inolvidable erupción del Vesubio del 1906 que, en la mente de crítico se amalgamó con las efusiones de Bertha (¡Gran Bertha!). Bertha era mucha Bertha: añadía a la indudable belleza, una inteligencia propia de hombre. La cosa no casaba con su (de él) empeño público en demostrar la “insensatez de las mujeres”.



Por cierto, Bertha ya pudo beneficiarse de los descubrimientos de Koch, que recibió el codiciado premio en 1905. El de la paz se lo llevó otra Bertha, von Sutter. Hacía 16 años de su “¡Abajo las armas!”.



Sobre el recuerdo de Annie, la presencia de Bertha forzó un giro de “La Antorcha” desde la crítica social hasta focalizarse en la cuestión femenina. Siempre, a pesar de todo, bajo las influencias del mito de “Pandora-Lulú”: la víctima infantil convertida en femme fatale destructiva, y del negativo de Weininger.

¿Que por qué dedico tantas entradas a K.K.? Fácil. Se trata de una de las personalidades (inteligencias) más agudas y más influyentes de la primera mitad del siglo pasado. Lo extraño es que alguien me haga semejante pregunta.

Y sobre figuras geométricas no está todo dicho: Irma Karczewska, la Bob, Groom de la representación de 29 de mayo, sería el vértice privilegiado de la más escandalosa de todas: Kraus, Wedekind, Wittels… y hasta el mismo Freud… Ya volveremos sobre el tema. “Irma, la dulce” (¿no les suena?)



3
La caja de Pandora, como Uds. saben, es un mito recogido por Hesíodo y modificado por una multitud. Hesíodo no fue descubierto en occidente hasta finales del siglo XV, o sea, que no busquen representaciones medievales del tema. Fue ¡¡Erasmo!! quien introdujo un detalle importante. Hesíodo habla de una tinaja, una orza y el de Rotterdam lo cambia por un delicado y femenil recipiente (pyxis). Los ingleses popularizaron lo de “caja”, dotando a la cosa de una femenidad inexistente en aquel cántaro inicial. Los italianos han preferido “vaso”. Así que lo que seguramente sería una orza repleta de magras, morcillas, lomos de cerdo, compendio, sin duda, de todos los males, aún con apariencia de delicias, se convirtió en un nudo psicológico.
¿Quién abrió el recipiente? ¿Fue Epimeteo, espoleado por la maligna curiosidad de Eva-Pandora? ¿Fue la misma Pandora dueña de una insaciable y connatural curiosidad? ¿Fue una apertura a cuatro manos?


¿Qué contenía el recipiente? ¿Todos los males de mundo o todas sus delicias? ¿Todos los adelantos o la ancestral desgracia? ¿La continuación de lo que Prometeo inició? Lo cierto es que, en el fondo, se escondía la esperanza… aquella que Rubén Darío cantaba por esas fechas.

La “caja” es la mujer misma y Pandora son todas las mujeres. Devoradoras, amenazantes, insaciables que, ¡ahí le ha dado!, ponen en evidencia la incapacidad masculina, precisamente en el terreno en el que pretende imperar. Kraus se distancia un poco del tono general: “No permitió en ningún momento que los temores  y traumas que atormentaban la experiencia sexual en su época ensombreciera su visión de una liberación de los sentidos” (E.T.). Piensen Udes. En el antagonismo elemental entre Lulú y Jack, en la pugna a muerte entre macho y hembra que se desprende de la obra de Weininger… o en la de Kokoschka. Piensen en la histérica Elektra, en la sádica  Salomé (la ópera sería estrenada en diciembre), en la vengativa “Blue Angel”, en las mujeres letales de Klimt, en las desafiantes niñas eróticas y desvalidas de Schiele, en fin en ese entramado que sexualidad y muerte van construyendo en la obra de Musil. 0, si quieren, en la afinidad fundamental entre Erso y Tanatos que se ha ido tejiendo en los escritos de Schnitzler y Freud, que era quien verdaderamente llevaba la batuta.

O en el látigo de Nietzsche.

Tampoco se dejó seducir por ese reino encantado de inocentes niñas de porcelana con que soñaba Altenberg.

Kraus se aparta de todo este lodazal: macho y hembra son principios complementarios, es el orden social quien genera el antagonismo. Y fue capaz de elevarse hasta la consideración de que los ataques a una moral represiva desafían los efectos aún más destructivos de la sociedad tecnocrática y pueden ser un buen comienzo para una crítica de la civilización en su conjunto (Freud).
Pero no busquen nada que tenga que ver con la mujer como objeto privilegiado de la explotación capitalista, ni siquiera con los sufrimientos que, día a día, tenían lugar en los suburbios de la gran ciudad. No busquen nada sobre la procreación-reproducción de la fuerza de trabajo.

“Él con su mente y ella con su belleza fueron obligados a separarse y a partir. “ELLO”, con su tecnología proporciona un sustituto de ambos”

“La sensualidad de la mujer es la fuente primera en que encuentra la intelectualidad del hombre su renovación”

“Los hombres han canalizado el torrente de la sensualidad femenina. Ahora ya no inunda a tierra. Pero tampoco la hace ya fructífera”

“La victoria del hombre reside en el principio puramente intelectual (…) ya que, en cuanto a sensualidad, se ve superado por la mujer, que responde con mucha mayor intensidad a las incitaciones de deseo, y que experimenta un placer sexual diez veces mayor.”

Pura mitología… ¡Y para mitos estamos! A no ser que se trate de Louise Brooks, que lanzó a la categoría de símbolo el pelo corto y azabache.





Contemplen estas representaciones del mito: Klee, Rossetti y Beckmann. Cubren todo el espectro interpretativo, desde el más directo y wedekindiano (Klee), hasta el más apocalípticamente Goethiano (Beckmann), pasando por la turbia ambigüedad de los prerrafaelistas.


     



4
Mientras en Viena se debatían los sesos sobre el significado de la caja de Pandora, en Rusia la revolución seguía su curso, sin distinción de sexos. Gorki escribía La Madre. Isadora tuvo ocasión de presenciar alguna cosa. Einstein daba a conocer sus elucubraciones que posteriormente ampliaría hasta incluir esa aberrante curvatura del espacio-tempo y que, tal día como hoy del año 1919, Eddington confirmaría con sus análisis de las fotografía sacadas durante el eclipse total de sol en la Isla de Príncipe, entonces portuguesa y hoy consagrada como Santo Tomé y Príncipe, rica en sellos de correos y cacao. Max Weber relacionaba la ética protestante con el espíritu del capitalismo. Picasso estaba con los saltimbanquis en plena época rosa. Matisse y Derain pasaban la primavera en Colliure estableciendo las bases del fauvismo.

Y en París, precisamente tal día como hoy, de año 1913, se estrenaba La Consagración de la Primavera de Stravinsky. Naturalmente una doncella sería sacrificada para consagrar la estación florida. Un martirio a la altura de “los mil cortes” (*): bailar hasta morir. ¿Dónde está la gracia?

5
Y en este centenario tan sonado el Cul d’Ocata está irreconocible. Quizás la incontenible presión de los medios culturales, unida a la íntima afición de los lugareños a la alta cultura, han forzado esta magna exposición de verduras y frutas que puede admirarse, cosa rara, en el Condis: cerezas, albaricoques color modigliani, calabacines como obuses, tomates, manzanas, peras, fresones y frutas del bosque, ciruelas color cárdeno, nísperos, el hamletiano hinojo, los guisantes, las judías verdes…Toda una consagración de la primavera. Y la gente revolotea como abejas alrededor de este impensado  homenaje primaveral a Archimboldo.



En París fue un día veraniego. A media tarde una multitud esperaba la apertura de recientemente inaugurado Teatro de los Campos Elíseos de Rue Montaigne. La cola llegaba hasta la Avenue de l’Alma (hoy George V). Ya la fachada, demasiado germánica para el gusto de París, levantaba oleadas de indignación. Después vendría la batalla campal. Hubiera hecho falta una nueva objetividad para dar cuenta de la escena… o quizás nos hubiera bastado con un dibujante de La Codorniz. No es que los escándalos fueran novedad, pero eran divertidos y bien valía la pena pagar por no perderse la efeméride. Testigos (Cocteau, la Stein, F. Schmitt, J. Mühfeld…) han intentado dar una idea de lo acontecido. Los menos acudían contagiados por el talante escéptico de quien daba nombre a la calle. Los más, armados con diccionarios de francés vulgar y manojos de verduras de temporada.




Cuando se abrió el telón y sonó ese “terror sagrado ante el sol del mediodía” en forma de sonidos agudos de fagot, la multitud se agitó como comida por las pulgas. Los “augurios de la primavera” hicieron mella hasta en el mismo Diaghilev. Sobre un fondo primitivamente pagano (Roerich), los bailarines, con Nijinsky a la cabeza, se agitaban como locos furiosos. Los de los palcos echaron mano al diccionario y los improperios llovieron sobre el escenario y sobre el patio de butacas. Apareció la lucha de clases en forma de “¡Fuera las putas!” (del decimosexto distrito), “¡Callaos, zorras!”, dirigido igualmente a las afortunadas moradoras de ese distrito privilegiado. Los bastones se agitaban y los sombreros de copa se deslomaban; las calvas salían a relucir. Los danzantes seguían a lo suyo. La música no se oía. A más de uno les recordó el escándalo reciente de Schönberg en Viena. Pero aquello era París y no llegó la sangre al río, pese a que sobre el escenario una mujer agonizaba exhausta y el suelo estaba resbaladizo de jugo de tomates primerizos. Ese escándalo fue el preludio de los éxitos posteriores.

Stravinsky perseguía sacar a la música de las esferas fáusticas e introducirlo en el mundo físico. El cuerpo habría de sobreponerse al espíritu. Había que imponer la crudeza de la vida real, pues, a fin de cuentas, la vida es breve*

Todo un programa que durante años sería la guerra contra el teutón continuada por otros medios.

Sí. Aquella Vida breve que Falla componía mientras los germanos se entretenían con la Pandora, estaba siendo estrenada, el mismo día, en el Casino de Niza: Breve, azarosa y con mal final: “Malhaya quien nace yunque, en vez de nacer martillo”.













RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...