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domingo, 25 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, 25 de agosto. Telescopio. Zinoviev. Kamenev. Nietzsche.



(Los asteriscos remiten a “razones efemerísticas”)

El “profundo sueño dogmático” de Kant no sería  tan “profundo” cuando pudo ser despertado por el suave roce de Hume (*). Es evidente que no estaría tirado entre los fardos del puerto de Cariño. Para ese despertar hubiera hecho falta los “martillazos” de “Dionisos, el crucificado”.

Lo que más echo en falta en estas lejanas tierras es el “condis”, con sus algaradas habituales. La buena voluntad de Xosé me está convirtiendo en un ser pasivo y desconectado de las desazones del pueblo llano. Ahora me entretengo haciendo listas de productos que compraré en cuanto llegue. La verdad es que si tuviera un telescopio mediano y que pudiera sortear las irregularidades del terreno, podría, en directo, ir siguiendo las entradas y salidas del antro. 



Y es que tal día como hoy, del año 1509, Galileo presentó ante los prohombres venecianos su “telescopio”. Subieron al campanile de san Marcos y desde allí enfocaron a las islas de la bahía, vieron obreros soplando, pero no quedó claro si creaban las botellas o las vaciaban. El “telescopio” no proporcionaba más pistas. Enfocaron hacia alta mar y vieron barcos como si estuvieran aparcados en la parada del vaporetto. Pero no encontraron, tras discutirlo concienzudamente, la utilidad del instrumento. Galileo pensaba que sería una ventaja en manos de las compañías de seguros, que verían antes que nadie la llegada, ilesos, de los barcos mercantes. Propuso otras utilidades. Y lo recomendó a todos los estados europeos, por diferentes y contradictorios motivos. Sus necesidades pecuniarias eran muchas…
En realidad esetelescopio” era suyo, porque lo había construido él. Sin embargo él no fue el inventor. Se vendía como un entretenimiento en los puestos de comerciantes holandeses. Él, eso es lo importante, ideó una nueva aplicación para el artilugio: Lo convirtió en el primer instrumento científico que ampliaba el mero uso de los sentidos. Fue el primero en dirigirlo a los cielos. Al año siguiente publicaría (“Siderius nuntius”) sus descubrimientos, decisivos para la aceptación del sistema copernicano…Y empezaría su “calvario” personal. Aunque le pusieron las orejas de burro y el sambenito, no llegó la sangre al río

Infórmense vds. Infórmense…

Con la última hoja de la “Voz de…”, me filtro una melita. Y disuelvo el sabor ferruginoso de la sangre con el áspero y punzante del “Afilador”. Mucho “Afilador” hará falta para neutralizar la sangre que tal día como hoy, del año 1936, se vertía en las celdas de la “Lubianka”.

      

Todo empezó el 1 de diciembre de 1935 con el asesinato de Kirov. ¡Esa fue la señal! La oposición trotskista estaba siendo desmantelada (eufemismo). La mancha se extendería hasta anegar a todos los “antiguos bolcheviques”. El partido hacía tiempo que se había metamorfoseado: estaba plagado de “nuevos NEP” cuyo único interés era conservar sus privilegios (a costa de lo que fuera). La Constitución “más democrática del mundo” se estaba cocinando (quedaría cruda). El plan quinquenal resultó un éxito y ahora se esperaba que los esfuerzos se dirigieran a la producción de bienes de consumo masivo. La revolución española estaba ansiosa por ser traicionada y mientras la traición llegaba, se batió de forma heroica y ejemplar. La revolución china esperaba pacientemente. Gorky acababa de morir (¿) y Yagoda se escondía tras las cortinas.

Stalin lloró a Kirov con lágrimas de cocodrilo. Y como un reptil anfetamínico se lanzó a la destrucción de todos sus oponentes, agrupados en un fantasmal “Centro Unificado Trotskitsa-Zinovievista”. Trotsky, de momento, estaba a salvo.

Bueno, a lo que iba. Tal día como hoy, del año 1936, sacaron a Kamenev y a Zinoviev (que eran dos, no uno) de sus celdas de la “Lubianka”, donde habían sido re-conducidos el día anterior, tras la farsa del “primer proceso” y conducidos a la sala de ejecución. Para los detalles lean vds. “La corte del zar rojo” (por demás decepcionante, espectacularmente demagógico y vacío de análisis históricos: allí, en aquella “corte”, sólo se bebía, se comía, se fornicaba, se traicionaba, se torturaba, se mataba…). La inestabilidad política de K. y Z. fue una constante. Su indecisión en los momentos cruciales, una compulsión… ¡Pero de ahí a meterles una bala en la cabeza…! Las balas fueron limpiamente sacadas de sus cráneos, escrupulosamente frotadas y cuando adquirieron el brillo original, catalogadas entre los “recuerdos” lascivos de Yagoda. Cuando le llegó el turno a Yagoda, las heredó Yezhov. Y allí las encontraron finalmente, cuando también a este último le llegó la hora.

Junto a K. y Z. fueron acusados (y rematados) otros. La maldición llegó a toda la familia de Kamenev, cuñado de Trotsky

…Infórmense vds. Infórmense…

No hacía falta ser un Vychinsk (que jamás fue un bolchevique) para lograr los espectaculares resultados del “proceso”. Hubiera bastado insinuar, como de paso: “Aquí alguien ha matado a alguien”. Kamenev se comportó, pero el pobre Zinoviev hasta lamió los zapatos del verdugo. No opusieron resistencia. Lo reconocieron todo. Y hubieran reconocido, para mayor agravio, haber participado en la banda de gaiteros de Cariño. La crueldad, sin embargo, tuvo un límite (tendente al infinito).

Stalin: “La gratitud es una enfermedad del perro”.

Pues yo le estoy muy agradecido a Xosé por los kilos de grelos con los que me ha mantenido con vida. Y a mi anfitrión, por la caja de aguardiente. Cuando descubra el estropicio…yo ya estaré lejos.

K. y Z. ya estaban muertos. El día 25 de agosto los remataron.


Algo así le pasó a Nietzsche. Su primera muerte ocurrió aquel fatídico 3 de enero de 1889, bajo las arcadas neoclásicas de la plaza Carlos Alberto de Turín y la segunda (definitiva) tal día como hoy, del año 1900. También a O. Wilde lo mataron, “de profundis”, en la cárcel y murió, miserablemente, avanzado el otoño, durante los fastos de la Exposición Internacional de París. Strindberg describía su “camino de Damasco” y enviaba cartas, sin respuesta, al filósofo moribundo. Munch culminaba el “Friso de la vida”. Ibsen sufría su primer soponcio…

Horlderlin.

Overbeck acudió a Turín y condujo (con la redecilla para el pelo del señor Fino. Como el payaso que quería ser) el despojo a una clínica de Basilea: con el doctor Wille (¡doctor voluntad!) Pasados unos días, acudió su madre y lo internaron en la clínica del doctor Binswanger de Jena. Poco a poco su megalomanía se reveló innecesaria. Pasado un año, su madre se lo llevó a la casa familiar en Naumburg. 



“Llegué muy temprano, porque no podía demorarme mucho. Su madre le hizo pasar a la habitación; yo le felicité porque cumplía 50 años y le entregué un ramo de flores. No entendió ni una palabra de lo que le dije. Tan sólo las flores parecieron atraer, por un momento, su interés, pero inmediatamente después fueron ignoradas.” (Deussen)



Cuando en 1897 murió su madre, su hermana Elisabeth, la proto-nazi, se hizo cargo del “loco” y empezó la labor de adecuación a los tiempos “modernos”.

Ya sé que a N. no le gustaba pimplar. En eso nos diferenciamos. Y en el bigote. Sabedor de la diferencia, y aceptándola, mi pimplo un cuartillo de orujo con unas gotas de café-melita. Los grelos los dejo en la olla: que florezcan y den abundante cosecha para carnaval. ¡Estoy de grelos hasta…!

En verano de 1989, en el centenario del colapso turinés, y en vísperas del colapso del pacto de Varsovia, estaba yo, pasando necesidad y sorteándola a base de pepinillos, en Erfurt (RDA). Había conseguido una beca para la realización de un curso de lengua y cultura de la República Democrática Alemana (sic). Precisamente el día 25 de agosto me acerqué en mi flamante “Samba” a Rocken. Era una aldea de espaldas a su muerto ilustre. Había una fiesta popular: ensalada de patatas, salchichas y música de compás binario. No sé qué se celebraba. Quizás la extraordinaria cosecha de patatas  o quizás la llegada de un cargamento de cosméticos de contrabando. Las tumbas de Friedrich y de su madre estaban cubiertas de maleza al pie del muro de la casa natal. No recuerdo si también estaba la de su hermana, la proto-nazi. Hice todo un recorrido por los lugares de infancia del filósofo. 



 Años después me enteré de que la casa y las tumbas peligraban. Una empresa minera de extracción de lignito había conseguido permiso para hacer catas en unas hectáreas dentro de las cuales se encontraba la casa. Las catas fueron exitosas y todo parecía que se iba a convertir en una mina a cielo (¿) abierto: lo más parecido al infierno. La cosa se solucionó y se dotó a los difuntos de unas tumbas y demás, de un gusto pueril, a la altura de la “postmodernidad”. Hubiera sido un final adecuado para sus restos: mezclados con lignito hubieran inflamado el mundo. Dinamita.

Cargué el “Samba” con una vajilla de porcelana polaca y un juego de copas de Bohemia. Además de una  armónica Chrometta de Hohner de doce celdas y unas gafas de motorista de los años veinte (que hicieron furor en las pistas de Bikini). Cuando llegué a Barcelona los periódicos anunciaban la inminente “caída del muro de Berlín”.

Bueno, mi estancia en la ría ha tocado a su fin: sin desentrañar el secreto de las aguas y sin catar el marisco. Pero con un amigo, Xosé y con una fobia: los grelos.








RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...