Asteriscos* remiten a razones efemerísticas
Pasados los fastos del mayo madrileño, acérquense a la
capital del reino, llénense el morral
y… ¡disfruten!
Les aconsejaría una famosa horchatería, “Alcalá”, que abría sus puertas en los
bajos del edificio de la Fundación Rosillo o a la cervecería “Candelas”, sede de la itinerante troupe
de Valle Inclán (y los Baroja) que perdió el brazo en una riña tabernaria. El
barbudo era lenguaraz y siempre dispuesto a los bastonazos: su Lepanto fue el “Café de la Montaña” de la Plaza del Sol.
Pero como los lugares citados ya no existen…lo dicho: llénense
el morral y diríjanse al Retiro.
Alquilen una barquita y zampen y pimplen oyendo los pajaritos…pio…pio y dejen
que el sol les acaricie. No olviden la crema protectora. Yo me protejo con el “Panamá”.
Estos días, ocupado en los estertores de la Comuna, he
olvidado decirles que me han obsequiado con un hermoso Panamá, auténtico jipijapa.
Yo tomaré el Ave de las 5 de la mañana. Sobre las 8’30
estaré en el parque, tomando una cervecita, fumando, a la espera de que el
encargado de las barcas se decida a iniciar su jornada de trabajo.
Me reconocerán de inmediato.
Recuerden también que hoy es el “día internacional sin tabaco”, así que no pierdan la oportunidad de
dar la nota. Y es que hay más días que causas nobles… y tienen que rellenar el
año con despropósitos. En Argentina, para compensar, celebran el “día de la cerveza”. Pero, claro, una
cerveza sin tabaco es como un jardín sin flores… ¡Pónganse de acuerdo, señores
de la Unesco o de donde sea! Si uno hiciera caso a esas impertinentes
recomendaciones nos pasaríamos el año, con sus días, haciendo extravagancias y
el día de san Silvestre (o antes) estaríamos encerrados en una clínica mental.
Para completar la cosa, hoy también es el día internacional de la Energía
Nuclear (¡¡) ¿Qué quieren… que nos compactemos, que nos fisionemos, que nos
fusionemos…? ¡Hablen claro!
Ya parece que viene el encargado del negocio. Creo que también se ha enterado de la “festividad”: humea como una chimenea de
ciclo combinado (¿). Va tocado con una gorra propia de adolescentes, con la
visera cubriéndole el cogote. Él sabrá lo que hace.
Más bien parece tocado por la anacronicidad.
Me alquila una barquita azul. Yo la querría con velas
amarillas.
–¿Ha visto Vd. AQUÍ alguna barca de
vela?
–¡Podrían estar escondidas!
–¡Sí! ¡A la espera de algún imbécil
estrafalario!
La cerveza, la petaca del morral y el tabaco me han
sustraído la entereza. Subo a la barca con dificultad de anciano y ¡con
aprensión! Y es que mi cabeza llena, a estas alturas, de efemérides, me lanza
el dato estremecedor de que tal día como hoy, del año 1911, se botó el “Titánic” (se hundiría más tarde),
precisamente el mismo día y en el mismo momento en que Porfirio Díaz se
embarcaba en el Ypiranga, desde
Veracruz, para su exilio europeo.
No sólo eso sino que también, tal día como hoy del año
siguiente, se aprobó y certificó la lista de pasajeros que serían transportados
al fondo del mar (algún infortunado se colaría de polizón). Insisto al barquero
en que anote mi nombre en algún sitio. Que quede constancia de que desaparecí
en una barquita azul con imaginarias velas amarillas, en las aguas del estanque
del parque del Retiro el último día de mayo de ya no sé qué año.
Que suene la “Sinfonía
de los Adioses” de Haynd (*).
(Lean Vds. la entrada del 31 de mayo 1ª serie).
El encargado, resignado, anota mi nombre en la corteza de un
plátano de sombra:
“KINO, desaparecido en
estas aguas el día 31 de mayo del año 201…”
Paso la mañana marineramente: fumando y tomando cerveza.
La nicotina, la cerveza, la petaca, el balanceo… cuando
alcanzo tierra firme me encuentro flotando en otro siglo (“Dead man” en territorio comanche). Paseo a cámara lenta, entre los
plátanos y demás (no soy experto en flora) en busca de señales que me devuelvan
al relato. Veo pájaros que ya están muertos. Paseantes, con sombrero canutín que crían malvas. Nubecillas que
hace eones se disolvieron. Sólo se mantiene el barquero con su impropia gorra
de adolescente.
Un bajo relieve sobre un árbol: “Alfonso XIII será ejecutado
el día de su enlace. Dinamita. Un irredento”. ¿Alfonso XIII…? ¿Pero qué sin dios es éste? ¿De verdad estoy en
otro siglo? ¿Acaso es el “día
internacional de los viajes en el tiempo”?
Sé que estoy en el XXI, pero no puedo evitar estar a comienzos del XX. Mi
sombrero Panamá es un lujo
extravagante. Los vivos (ya muertos) echan miradas envidiosas. ¡Un Panamá!
Y como empujado levemente por las alas de mis custodios me veo cruzando, entre
multitudes, la carrera de San Jerónimo y entrando, entre multitudes, en la
calle Mayor. Todo está patas arriba. Es tiempo de hussmanización. Me abren la puerta de la Casa Ciriaco y me sientan
a una mesa de mármol de Crevillente. Es jueves. Una y media de la tarde. La
casa de comidas está concurrida pero sin exceso. La calle está a parir. En la
pizarra se anuncia el plato estrella: “¡¡Callos!!”. Yo estoy en silencio intentando comprender.
–Ahí te quedas… observa y
diviértete. ¡Ya nos contarás!–al unísono. Y desaparecieron entre un crujir de azules y un
perfume de cadera de ángel. El camarero detiene su deambular sin sentido.
Husmea el aire y mueve la cola de contento.
–¿Me quiere hacer creer Vd. que sus “callos”
tienen tanto éxito?
–Pero, bueno ¿de qué mundo viene
Vd.?
–¡No sé!
–¿No sabe que hoy se casa el rey con
María Eugenia?
–¿Felipe VI?... ¿No está casado con Estulticia?
–Por su atuendo, en el que incluyo
su estupendo sombrero, deduzco que es Vd. lo que llamamos un “indiano” y que
vuelve con la faltriquera llena a construirse un pazo donde reposar
eternamente…¿me equivoco?
–¡No sé!
–¡Pues ya se enterará!–Y pone rumbo hacia otro puerto.
–¡¡¡Unos “callos” y una frasca de
vino!!!
Por cierto la casa
Ciríaco todavía existe: Calle mayor, 88. En aquellos días el número 88
estaba asignado a la actual 84 y tenía una pensión humilde en el tercer piso.
Entra un individuo paradójico: elegancia natural envuelta en
papel de estraza. Lleva un ramo de preciosas flores de mayo. Saluda
desnudándose la cabeza y se aproxima a la barra. Recibe sonidos inarticulados.
Observo con atención: Pide un chato y un platillo de “callos”. Paga y vuelve por donde ha venido. Los cristales tiemblan
por el fragor de las multitudes. Los comensales, sin embargo… ¡a lo suyo! Que
se case el rey las veces que quiera, a mi no me da de comer… ¡al contrario!
Sobre las dos y cuarto, más o menos a la hora en que llegan
los callos, la calle ruge. ¡¡Viva los
novios!! ¡¡Guapa!! Los aullidos
avanzan como un sunami. A las dos y
veinticinco el temblor es tanto que no atino con el tenedor a la boca. Se
derrama la frasca y forma un charco
sanguinolento. Por la ventana se ven flotar pétalos, papelillos de colores y
algún que otro mueble inservible. Se tira la casa por la ventana. Jamás he
comido unos callos entre tanto bullicio. Los callos, como el nombre indica, han de comerse en recogimiento, concentrados
en su textura. A las dos y veintinueve las mesas repiquetean y los tenedores
golpean metálicamente los dientes. Los comensales sorben azorados y presurosos.
Definitivamente nos han jodido la
comida. A las dos y media veo caer, a través de los cristales de la ventana, un
ramo de hermosas flores de mayo. Golpea en los cables del tranvía y se desvía
como los átomos de Epicuro. Y a las dos y media en punto mi plato se llena de
cristales. Una explosión tremenda convierte la taberna en una escena chagalliana. O en el “Carnaval de Arlequín”. El plato del
vecino acaba en mi mesa y mi frasca
en la mesa del vecino. En el tumulto la gente se escapa sin pagar. Yo aguanto
estoico (o epicúreo). Me asomo al hueco de la ventana y lo que veo me
estremece: una enorme ración de callos parece haberse repartido por toda la
calle Mayor.
Observo y pongo atención: parece que han matado al rey y a
la reina. ¡No!. ¡Han salido vivos! Han muerto los caballos y algunas decenas de
pasmarotes. Lo siento por los caballos. Ellos eran los únicos forzados en este
asunto. Los demás asumían el riesgo de su gilipollez. A propósito de la muerte de caballos y demás animales en las
guerras, lean Vds. unos párrafos de “Sin novedad en el frente”. Además se
enterarán, por el mismo precio, de las innovaciones mortíferas que se pusieron a la venta con
ocasión de Verdun y Somme: aviones bombarderos, gases, lanzallamas, tanques…
¡que no hubiera hecho Morral con un lanzallamas!
¡¡Aléjense de la realeza!! o bien: "quien no quiera polvo que no vaya a la era"
El rey, aturdido, se creyó Alfonso XIV. Entre los muertos y
heridos, el camarero persigue a los oportunistas que huyen por entre los despojos.
También puede compararse con un cuadro futurista. La reina asistió al banquete,
dicen, con el vestido blanco adornado de lunares rojos: un verdadero traje de faralaes.
Visto lo visto, me quedo a cenar en la casa Ciríaco. Espero que escampe. El desmadre me ha devuelto al
siglo XX.
Lo contado puede, naturalmente, ser contado desde otro “yo” que no el mío. Y el otro “yo”
hubiera visto la cara del ferviente devoto del balcón del tercer piso. Hubiera
visto saltar por los aires la carroza y los cuadrúpedos…y volver a caer. Y como
todos somos un “yo”, otro, desde la Puerta de Alcalá, hubiera oído el estruendo
y hubiera felicitado, para sí, la magnífica obra de pirotecnia. Un tercero,
testigo privilegiado, no podría contar su experiencia por encontrarse muy alejado
de su cabeza, donde habitan los órganos fonadores. Yo he contado lo que vi.
Pues sí, fue una bomba tipo “Orsini”, de esas que parecen satélites artificiales de juguete, con
“pinchos”. Los “pinchos” al golpear contra el objetivo percuten sobre lo que deben
percutir y el artefacto explota. Fue una bomba muy utilizada: Napoleón III y
los “liceístas” de Barcelona
sufrieron las consecuencias. Si Vds. quisieran hacerse una idea exacta del tal
explosivo, vayan al “Museo de Historia de
Barcelona”: allí está expuesta la bomba que salió viva del atentado del
Liceo. Y si quieren una idea aproximada, pero más poética y con más carga
semántica, acérquense a la Sagrada Familia. Sitúense en la fachada
principal y ¡observen!...busquen y rebusquen…seguro que encontraran la figura
de un demonio entregando una bomba “orsini”
a un obrero militante anarquista dispuesto a hacer “propaganda por el hecho” (otros la hacen por la “Obra”) El conjunto recibe el bíblico
nombre de “La Tentación del Hombre”….¡Ay,
Gaudí, Gaudí! Hay que estar definitivamente echado a perder para hacer cola
ante ese monumento siniestro.
El camarero me sirve, como efemerística gentileza de la casa, unas bombas dignas de la “Cova
fumada”. Y, además, cierra todas las bocas al exterior y permite que nos
ahoguemos en humo. Cada 31 de mayo, aquí se fuma y se bebe cerveza en tanques de litro. Desde la calle, el
local parece ser víctima de un incendio seco, envuelto como está en vaharadas vortiginosas.
Tomo el Ave de las 24. Cuando ocupo mi asiento, las alarmas
anti humo se disparan. Entra el revisor, demudado, echa un vistazo, husmea el
aire, se detiene en el 7 A (mi asiento) y husmea con insistencia. Todo yo
apesto a tabaco. Un aura dorada de nicotina me envuelve. Parezco el santo
patrón de los fumadores.
Empieza la película: “Calle
Mayor” (Raro, raro, raro…)
Pues sí. Todos los asiduos del “Café Candelas” y los del “Alcalá”,
mordieron la historia. Pío Baroja, bajo la figura del “niño Brull”, lo plasmó en la “Dama
errante”. Su hermano Ricardo le hizo un retrato en la capilla ardiente. Valle
Inclán le dedicó un poema (¿no aparece en “Luces
de Bohemia” un anarquista llamado Mateo?). Julio Camba… Azorín había
escrito una reseña sobre el atentado de París. Un pariente de Mesonero Romanos
fue el autor de la famosa fotografía del suceso… ¡en fin, todo un cluster!
Se decía que la bomba había llegado de Francia envuelta en
la bandera del país vecino. También que Ferrer i Guardia había costeado la
operación.
El frustado Mateo se refugió a la sombra del director del “Motín”, que ya había dado cobijo a
Angelillo, y cuando lo creyó oportuno (el dos de junio) se largó. En Torrejón
(de Ardoz) entró en la “Venta de los
Jaireces”. Para calmar el ardor que lo consumía, pidió un vaso de sifón que
por entonces empezaba a popularizarse. Al enterarse del retraso que llevaba el
expreso a Barcelona, completó el pedido con una frasca de vino… ¡del más amargo! …¡y unas almortas!
Ya se ha dicho, pero lo repito: Mateo causaba perplejidad.
Esperabas que pidiera su vino con jerezanos repiqueteos y que pagara como quien
se deshace del seis doble que pensaba ahogado y, sin embargo, demandaba con una
educación impropia de este país. Bebía sin aparatosidad y pagaba con
discreción. Sus manos eran de pianista y su mirada, santa. Era capaz de
conversar en varias lenguas vivas y balbuceaba las muertas…Y todo ello envuelto
en harapos. Un cliente de la venta, aturdido por tanta complejidad, incapaz de
“sintetizar” las discordancias, optó
por lo fácil y definitivo: llamar a Fructuoso, guarda de campo, y exponerle sus
sospechas. Fructuoso, investido de la autoridad que le daba la escopeta de dos
cañones, lo condujo al cuartelillo. No llegaron: Mateo sacó su Browning y descerrajó un tiro sobre su
conductor, tras lo cual apuntó a su corazón e hizo un segundo disparo. FIN.
El agujero en el pecho de Mateo, de un centímetro y medio de
diámetro, sin “anillo de Fisch” (que se
compone de “collarete erosivo” y del taraceo de la corona de pólvora) era
absolutamente incompatible con cualquiera de los modelos de Browning y con la distancia suicida. El
agujero parecía de obús, disparado a una distancia cobarde.
Así son las
cosas. ¡Qué les voy a decir…que Vds. no sepan!
Una historia
llena de claroscuros, apropiada para Tintoretto (*)
–Azafata…¿podría
servirme una de sus ridículas botellitas de vodka?
–¿Vodka?...¿en
los Monegros?
–Es
que parece que se me ha abierto el boquete del pecho.
–¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????
–Gracias
por la comprensión.
La casa fue
comprada por los de la Casa Ciriaco…para
aprovechar el tirón, dijeron. Tuvieron durante décadas un descuidado ramo de
flores atado a la barandilla del balcón del tercer piso. Sus sucesores han
puesto la casa en venta. Tal como está la cosa, no sé si encontrarán
compradores. Un “valor añadido” es la
cantidad de idiotas que están dispuestos a pagar por asomarse al balcón desde
el que mateo Morral erró el tiro.
A la altura de
Belbiche, acaba la película y suena, ¡milagro!: “Pongamos que hablo de Madrid”
(*).
Ya en casa: ¡El
morral!... ¡vaya por dios!
“Rosa en llamas”
(Valle Inclán)
“… ¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu
negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su
dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro
Real!...”
Tras la muerte de uno de los hermanos
propietarios de Ciriaco la familia ha decidido ponerla en venta. Es exterior,
tiene unas magníficas vistas, doscientos metros cuadrados y varias veces al día
un centenar de turistas mirando a la ventana desde donde Morral, que luego se
suicidó en Torrejón al ser detenido, tiró el ramo asesino.