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viernes, 31 de mayo de 2013

Propuesta para hoy, día 31 de mayo. Mateo Morral.

      
Asteriscos* remiten a razones efemerísticas    



Pasados los fastos del mayo madrileño, acérquense a la capital del reino, llénense el morral y…  ¡disfruten!
Les aconsejaría una famosa horchatería, “Alcalá”, que abría sus puertas en los bajos del edificio de la Fundación Rosillo o a la cervecería “Candelas”, sede de la itinerante troupe de Valle Inclán (y los Baroja) que perdió el brazo en una riña tabernaria. El barbudo era lenguaraz y siempre dispuesto a los bastonazos: su Lepanto fue el “Café de la Montaña” de la Plaza del Sol.
Pero como los lugares citados ya no existen…lo dicho: llénense el morral y diríjanse al Retiro. Alquilen una barquita y zampen y pimplen oyendo los pajaritos…pio…pio y dejen que el sol les acaricie. No olviden la crema protectora. Yo me protejo con el “Panamá”.



Estos días, ocupado en los estertores de la Comuna, he olvidado decirles que me han obsequiado con un hermoso Panamá, auténtico jipijapa.

Yo tomaré el Ave de las 5 de la mañana. Sobre las 8’30 estaré en el parque, tomando una cervecita, fumando, a la espera de que el encargado de las barcas se decida a iniciar su jornada de trabajo.

Me reconocerán de inmediato.



Recuerden también que hoy es el “día internacional sin tabaco”, así que no pierdan la oportunidad de dar la nota. Y es que hay más días que causas nobles… y tienen que rellenar el año con despropósitos. En Argentina, para compensar, celebran el “día de la cerveza”. Pero, claro, una cerveza sin tabaco es como un jardín sin flores… ¡Pónganse de acuerdo, señores de la Unesco o de donde sea! Si uno hiciera caso a esas impertinentes recomendaciones nos pasaríamos el año, con sus días, haciendo extravagancias y el día de san Silvestre (o antes) estaríamos encerrados en una clínica mental. Para completar la cosa, hoy también es el día internacional de la Energía Nuclear (¡¡) ¿Qué quieren… que nos compactemos, que nos fisionemos, que nos fusionemos…? ¡Hablen claro!

Ya parece que viene el encargado del negocio.  Creo que también se ha enterado de la “festividad”: humea como una chimenea de ciclo combinado (¿). Va tocado con una gorra propia de adolescentes, con la visera cubriéndole el cogote. Él sabrá lo que hace.

Más bien parece tocado por la anacronicidad.

Me alquila una barquita azul. Yo la querría con velas amarillas.



–¿Ha visto Vd. AQUÍ alguna barca de vela?

–¡Podrían estar escondidas!

–¡Sí! ¡A la espera de algún imbécil estrafalario!

La cerveza, la petaca del morral y el tabaco me han sustraído la entereza. Subo a la barca con dificultad de anciano y ¡con aprensión! Y es que mi cabeza llena, a estas alturas, de efemérides, me lanza el dato estremecedor de que tal día como hoy, del año 1911, se botó el “Titánic” (se hundiría más tarde), precisamente el mismo día y en el mismo momento en que Porfirio Díaz se embarcaba en el Ypiranga, desde Veracruz, para su exilio europeo.

No sólo eso sino que también, tal día como hoy del año siguiente, se aprobó y certificó la lista de pasajeros que serían transportados al fondo del mar (algún infortunado se colaría de polizón). Insisto al barquero en que anote mi nombre en algún sitio. Que quede constancia de que desaparecí en una barquita azul con imaginarias velas amarillas, en las aguas del estanque del parque del Retiro el último día de mayo de ya no sé qué año.

Que suene la “Sinfonía de los Adioses” de Haynd (*). (Lean Vds. la entrada del 31 de mayo 1ª serie).

El encargado, resignado, anota mi nombre en la corteza de un plátano de sombra:
“KINO, desaparecido en estas aguas el día 31 de mayo del año 201…”

Paso la mañana marineramente: fumando y tomando cerveza.

La nicotina, la cerveza, la petaca, el balanceo… cuando alcanzo tierra firme me encuentro flotando en otro siglo (“Dead man” en territorio comanche). Paseo a cámara lenta, entre los plátanos y demás (no soy experto en flora) en busca de señales que me devuelvan al relato. Veo pájaros que ya están muertos. Paseantes, con sombrero canutín que crían malvas. Nubecillas que hace eones se disolvieron. Sólo se mantiene el barquero con su impropia gorra de adolescente. 


Un bajo relieve sobre un árbol: “Alfonso XIII será ejecutado el día de su enlace. Dinamita. Un irredento”. ¿Alfonso XIII…? ¿Pero qué sin dios es éste? ¿De verdad estoy en otro siglo? ¿Acaso es el “día internacional de los viajes en el tiempo”? Sé que estoy en el XXI, pero no puedo evitar estar a comienzos del XX. Mi sombrero Panamá es un lujo extravagante. Los vivos (ya muertos) echan miradas envidiosas. ¡Un Panamá!

Y como empujado levemente por las alas de mis custodios me veo cruzando, entre multitudes, la carrera de San Jerónimo y entrando, entre multitudes, en la calle Mayor. Todo está patas arriba. Es tiempo de hussmanización. Me abren la puerta de la Casa Ciriaco y me sientan a una mesa de mármol de Crevillente. Es jueves. Una y media de la tarde. La casa de comidas está concurrida pero sin exceso. La calle está a parir. En la pizarra se anuncia el plato estrella: “¡¡Callos!!”.  Yo estoy en silencio intentando comprender.

–Ahí te quedas… observa y diviértete. ¡Ya nos contarás!–al unísono. Y desaparecieron entre un crujir de azules y un perfume de cadera de ángel. El camarero detiene su deambular sin sentido. Husmea el aire y mueve la cola de contento.

–¿Me quiere hacer creer Vd. que sus “callos” tienen tanto éxito?

–Pero, bueno ¿de qué mundo viene Vd.?

–¡No sé!

–¿No sabe que hoy se casa el rey con María Eugenia?

–¿Felipe VI?...  ¿No está casado con Estulticia?

–Por su atuendo, en el que incluyo su estupendo sombrero, deduzco que es Vd. lo que llamamos un “indiano” y que vuelve con la faltriquera llena a construirse un pazo donde reposar eternamente…¿me equivoco?

–¡No sé!

–¡Pues ya se enterará!–Y pone rumbo hacia otro puerto.

–¡¡¡Unos “callos” y una frasca de vino!!!

Por cierto la casa Ciríaco todavía existe: Calle mayor, 88. En aquellos días el número 88 estaba asignado a la actual 84 y tenía una pensión humilde en el tercer piso.



Entra un individuo paradójico: elegancia natural envuelta en papel de estraza. Lleva un ramo de preciosas flores de mayo. Saluda desnudándose la cabeza y se aproxima a la barra. Recibe sonidos inarticulados. Observo con atención: Pide un chato y un platillo de “callos”. Paga y vuelve por donde ha venido. Los cristales tiemblan por el fragor de las multitudes. Los comensales, sin embargo… ¡a lo suyo! Que se case el rey las veces que quiera, a mi no me da de comer… ¡al contrario!

Sobre las dos y cuarto, más o menos a la hora en que llegan los callos, la calle ruge. ¡¡Viva los novios!! ¡¡Guapa!! Los aullidos avanzan como un sunami. A las dos y veinticinco el temblor es tanto que no atino con el tenedor a la boca. Se derrama la frasca y forma un charco sanguinolento. Por la ventana se ven flotar pétalos, papelillos de colores y algún que otro mueble inservible. Se tira la casa por la ventana. Jamás he comido unos callos entre tanto bullicio. Los callos, como el nombre indica, han de comerse en recogimiento, concentrados en su textura. A las dos y veintinueve las mesas repiquetean y los tenedores golpean metálicamente los dientes. Los comensales sorben azorados y presurosos. Definitivamente  nos han jodido la comida. A las dos y media veo caer, a través de los cristales de la ventana, un ramo de hermosas flores de mayo. Golpea en los cables del tranvía y se desvía como los átomos de Epicuro. Y a las dos y media en punto mi plato se llena de cristales. Una explosión tremenda convierte la taberna en una escena chagalliana. O en el “Carnaval de Arlequín”. El plato del vecino acaba en mi mesa y mi frasca en la mesa del vecino. En el tumulto la gente se escapa sin pagar. Yo aguanto estoico (o epicúreo). Me asomo al hueco de la ventana y lo que veo me estremece: una enorme ración de callos parece haberse repartido por toda la calle Mayor.




Observo y pongo atención: parece que han matado al rey y a la reina. ¡No!. ¡Han salido vivos! Han muerto los caballos y algunas decenas de pasmarotes. Lo siento por los caballos. Ellos eran los únicos forzados en este asunto. Los demás asumían el riesgo de su gilipollez. A propósito de la muerte de caballos y demás animales en las guerras, lean Vds. unos párrafos de “Sin novedad en el frente”. Además se enterarán, por el mismo precio, de las innovaciones  mortíferas que se pusieron a la venta con ocasión de Verdun y Somme: aviones bombarderos, gases, lanzallamas, tanques… ¡que no hubiera hecho Morral con un lanzallamas!

¡¡Aléjense de la realeza!! o bien: "quien no quiera polvo que no vaya a la era"

El rey, aturdido, se creyó Alfonso XIV. Entre los muertos y heridos, el camarero persigue a los oportunistas que huyen por entre los despojos. También puede compararse con un cuadro futurista. La reina asistió al banquete, dicen, con el vestido blanco adornado de lunares rojos: un verdadero traje de faralaes.

Visto lo visto, me quedo a cenar en la casa Ciríaco. Espero que escampe. El desmadre me ha devuelto al siglo XX.

Lo contado puede, naturalmente, ser contado desde otro “yo” que no el mío. Y el otro “yo” hubiera visto la cara del ferviente devoto del balcón del tercer piso. Hubiera visto saltar por los aires la carroza y los cuadrúpedos…y volver a caer. Y como todos somos un “yo”, otro, desde la Puerta de Alcalá, hubiera oído el estruendo y hubiera felicitado, para sí, la magnífica obra de pirotecnia. Un tercero, testigo privilegiado, no podría contar su experiencia por encontrarse muy alejado de su cabeza, donde habitan los órganos fonadores. Yo he contado lo que vi.

Pues sí, fue una bomba tipo “Orsini”, de esas que parecen satélites artificiales de juguete, con “pinchos”. Los “pinchos” al golpear contra el objetivo percuten sobre lo que deben percutir y el artefacto explota. Fue una bomba muy utilizada: Napoleón III y los “liceístas” de Barcelona sufrieron las consecuencias. Si Vds. quisieran hacerse una idea exacta del tal explosivo, vayan al “Museo de Historia de Barcelona”: allí está expuesta la bomba que salió viva del atentado del Liceo. Y si quieren una idea aproximada, pero más poética y con más carga semántica, acérquense a la Sagrada Familia. Sitúense en la fachada principal y ¡observen!...busquen y rebusquen…seguro que encontraran la figura de un demonio entregando una bomba “orsini” a un obrero militante anarquista dispuesto a hacer “propaganda por el hecho” (otros la hacen por la “Obra”) El conjunto recibe el bíblico nombre de “La Tentación del Hombre”….¡Ay, Gaudí, Gaudí! Hay que estar definitivamente echado a perder para hacer cola ante ese monumento siniestro.





El camarero me sirve, como efemerística gentileza de la casa, unas bombas dignas de la “Cova fumada”. Y, además, cierra todas las bocas al exterior y permite que nos ahoguemos en humo. Cada 31 de mayo, aquí se fuma y se bebe cerveza en tanques de litro. Desde la calle, el local parece ser víctima de un incendio seco, envuelto como está en vaharadas vortiginosas.

Tomo el Ave de las 24. Cuando ocupo mi asiento, las alarmas anti humo se disparan. Entra el revisor, demudado, echa un vistazo, husmea el aire, se detiene en el 7 A (mi asiento) y husmea con insistencia. Todo yo apesto a tabaco. Un aura dorada de nicotina me envuelve. Parezco el santo patrón de los fumadores.

Empieza la película: “Calle Mayor” (Raro, raro, raro…)

Pues sí. Todos los asiduos del “Café Candelas” y los del “Alcalá”, mordieron la historia. Pío Baroja, bajo la figura del “niño Brull”, lo plasmó en la “Dama errante”. Su hermano Ricardo le hizo un retrato en la capilla ardiente. Valle Inclán le dedicó un poema (¿no aparece en “Luces de Bohemia” un anarquista llamado Mateo?). Julio Camba… Azorín había escrito una reseña sobre el atentado de París. Un pariente de Mesonero Romanos fue el autor de la famosa fotografía del suceso… ¡en fin, todo un cluster!
Se decía que la bomba había llegado de Francia envuelta en la bandera del país vecino. También que Ferrer i Guardia había costeado la operación.

El frustado Mateo se refugió a la sombra del director del “Motín”, que ya había dado cobijo a Angelillo, y cuando lo creyó oportuno (el dos de junio) se largó. En Torrejón (de Ardoz) entró en la “Venta de los Jaireces”. Para calmar el ardor que lo consumía, pidió un vaso de sifón que por entonces empezaba a popularizarse. Al enterarse del retraso que llevaba el expreso a Barcelona, completó el pedido con una frasca de vino… ¡del más amargo! …¡y unas almortas!

Ya se ha dicho, pero lo repito: Mateo causaba perplejidad. Esperabas que pidiera su vino con jerezanos repiqueteos y que pagara como quien se deshace del seis doble que pensaba ahogado y, sin embargo, demandaba con una educación impropia de este país. Bebía sin aparatosidad y pagaba con discreción. Sus manos eran de pianista y su mirada, santa. Era capaz de conversar en varias lenguas vivas y balbuceaba las muertas…Y todo ello envuelto en harapos. Un cliente de la venta, aturdido por tanta complejidad, incapaz de “sintetizar” las discordancias, optó por lo fácil y definitivo: llamar a Fructuoso, guarda de campo, y exponerle sus sospechas. Fructuoso, investido de la autoridad que le daba la escopeta de dos cañones, lo condujo al cuartelillo. No llegaron: Mateo sacó su Browning y descerrajó un tiro sobre su conductor, tras lo cual apuntó a su corazón e hizo un segundo disparo. FIN.

El agujero en el pecho de Mateo, de un centímetro y medio de diámetro,  sin “anillo de Fisch” (que se compone de “collarete erosivo” y del taraceo de la corona de pólvora) era absolutamente incompatible con cualquiera de los modelos de Browning y con la distancia suicida. El agujero parecía de obús, disparado a una distancia cobarde.

Así son las cosas. ¡Qué les voy a decir…que Vds. no sepan!

Una historia llena de claroscuros, apropiada para Tintoretto (*)

–Azafata…¿podría servirme una de sus ridículas botellitas de vodka?

–¿Vodka?...¿en los Monegros?

–Es que parece que se me ha abierto el boquete del pecho.

–¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????

–Gracias por la comprensión.

La casa fue comprada por los de la Casa Ciriaco…para aprovechar el tirón, dijeron. Tuvieron durante décadas un descuidado ramo de flores atado a la barandilla del balcón del tercer piso. Sus sucesores han puesto la casa en venta. Tal como está la cosa, no sé si encontrarán compradores. Un “valor añadido” es la cantidad de idiotas que están dispuestos a pagar por asomarse al balcón desde el que mateo Morral erró el tiro.

A la altura de Belbiche, acaba la película y suena, ¡milagro!: “Pongamos que hablo de Madrid” (*).

Ya en casa: ¡El morral!... ¡vaya por dios!



“Rosa en llamas” (Valle Inclán)

“… ¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!...”

Tras la muerte de uno de los hermanos propietarios de Ciriaco la familia ha decidido ponerla en venta. Es exterior, tiene unas magníficas vistas, doscientos metros cuadrados y varias veces al día un centenar de turistas mirando a la ventana desde donde Morral, que luego se suicidó en Torrejón al ser detenido, tiró el ramo asesino.






Propuesta para hoy, día 31 de mayo. 2ª SERIE. Mateo Morral.


Pasados los fastos del mayo madrileño, acérquense a la capital del reino, llénense el morral y…  ¡disfruten!

Les aconsejaría una famosa horchatería, “Alcalá”, que abría sus puertas en los bajos del edificio de la Fundación Rosillo o a la cervecería “Candelas”, sede de la itinerante troupe de Valle Inclán (y los Baroja) que perdió el brazo en una riña tabernaria. El barbudo era lenguaraz y siempre dispuesto a los bastonazos: su Lepanto fue el “Café de la Montaña” de la Plaza del Sol.
Pero como los lugares citados ya no existen…lo dicho: llénense el morral y diríjanse al Retiro. Alquilen una barquita y zampen y pimplen oyendo los pajaritos…pio…pio y dejen que el sol les acaricie. No olviden la crema protectora. Yo me protejo con el “Panamá”.



Estos días, ocupado en los estertores de la Comuna, he olvidado decirles que me han obsequiado con un hermoso Panamá, auténtico jipijapa.

Yo tomaré el Ave de las 5 de la mañana. Sobre las 8’30 estaré en el parque, tomando una cervecita, fumando, a la espera de que el encargado de las barcas se decida a iniciar su jornada de trabajo.

Me reconocerán de inmediato.

Recuerden también que hoy es el “día internacional sin tabaco”, así que no pierdan la oportunidad de dar la nota. Y es que hay más días que causas nobles… y tienen que rellenar el año con despropósitos. En Argentina, para compensar, celebran el “día de la cerveza”. Pero, claro, una cerveza sin tabaco es como un jardín sin flores… ¡Pónganse de acuerdo, señores de la Unesco o de donde sea! Si uno hiciera caso a esas impertinentes recomendaciones nos pasaríamos el año, con sus días, haciendo extravagancias y el día de san Silvestre (o antes) estaríamos encerrados en una clínica mental. Para completar la cosa, hoy también es el día internacional de la Energía Nuclear (¡¡) ¿Qué quieren… que nos compactemos, que nos fisionemos, que nos fusionemos…? ¡Hablen claro!

Ya parece que viene el encargado del negocio.  Creo que también se ha enterado de la “festividad”: humea como una chimenea de ciclo combinado (¿). Va tocado con una gorra propia de adolescentes, con la visera cubriéndole el cogote. Él sabrá lo que hace.

Más bien parece tocado por la anacronicidad.

 




 Me alquila una barquita azul. Yo la querría con velas amarillas.

–¿Ha visto Vd. AQUÍ alguna barca de vela?

–¡Podrían estar escondidas!

–¡Sí! ¡A la espera de algún imbécil estrafalario!

La cerveza, la petaca del morral y el tabaco me han sustraído la entereza. Subo a la barca con dificultad de anciano y ¡con aprensión! Y es que mi cabeza llena, a estas alturas, de efemérides, me lanza el dato estremecedor de que tal día como hoy, del año 1911, se botó el “Titánic” (se hundiría más tarde), precisamente el mismo día y en el mismo momento en que Porfirio Díaz se embarcaba en el Ypiranga, desde Veracruz, para su exilio europeo.
No sólo eso sino que también, tal día como hoy del año siguiente, se aprobó y certificó la lista de pasajeros que serían transportados al fondo del mar (algún infortunado se colaría de polizón). Insisto al barquero en que anote mi nombre en algún sitio. Que quede constancia de que desaparecí en una barquita azul con imaginarias velas amarillas, en las aguas del estanque del parque del Retiro el último día de mayo de ya no sé qué año.

Que suene la “Sinfonía de los Adioses” de Haynd (*). (Lean Vds. la entrada del 31 de mayo 1ª serie).

El encargado, resignado, anota mi nombre en la corteza de un plátano de sombra: “KINO, desaparecido en estas aguas el día 31 de mayo del año 201…”

Paso la mañana marineramente: fumando y tomando cerveza.

La nicotina, la cerveza, la petaca, el balanceo… cuando alcanzo tierra firme me encuentro flotando en otro siglo (“Dead man” en territorio comanche). Paseo a cámara lenta, entre los plátanos y demás (no soy experto en flora) en busca de señales que me devuelvan al relato. Veo pájaros que ya están muertos. Paseantes, con sombrero canutín que crían malvas. Nubecillas que hace eones se disolvieron. Sólo se mantiene el barquero con su impropia gorra de adolescente.


Un bajo relieve sobre un árbol: “Alfonso XIII será ejecutado el día de su enlace. Dinamita. Un irredento”. ¿Alfonso XIII…? ¿Pero qué sin dios es éste? ¿De verdad estoy en otro siglo? ¿Acaso es el “día internacional de los viajes en el tiempo”? Sé que estoy en el XXI, pero no puedo evitar estar a comienzos del XX. Mi sombrero Panamá es un lujo extravagante. Los vivos (ya muertos) echan miradas envidiosas. ¡Un Panamá!

Y como empujado levemente por las alas de mis custodios me veo cruzando, entre multitudes, la carrera de San Jerónimo y entrando, entre multitudes, en la calle Mayor. Todo está patas arriba. Es tiempo de hussmanización. Me abren la puerta de la Casa Ciriaco y me sientan a una mesa de mármol de Crevillente. Es jueves. Una y media de la tarde. La casa de comidas está concurrida pero sin exceso. La calle está a parir. En la pizarra se anuncia el plato estrella: “¡¡Callos!!”.  Yo estoy en silencio intentando comprender.

–Ahí te quedas… observa y diviértete. ¡Ya nos contarás!–al unísono. Y desaparecieron entre un crujir de azules y un perfume de cadera de ángel. El camarero detiene su deambular sin sentido. Husmea el aire y mueve la cola de contento.

–¿Me quiere hacer creer Vd. que sus “callos” tienen tanto éxito?

–Pero, bueno ¿de qué mundo viene Vd.?

–¡No sé!

–¿No sabe que hoy se casa el rey con María Eugenia?

–¿Felipe VI?...  ¿No está casado con Estulticia?

–Por su atuendo, en el que incluyo su estupendo sombrero, deduzco que es Vd. lo que llamamos un “indiano” y que vuelve con la faltriquera llena a construirse un pazo donde reposar eternamente…¿me equivoco?

–¡No sé!

–¡Pues ya se enterará!–Y pone rumbo hacia otro puerto.

–¡¡¡Unos “callos” y una frasca de vino!!!

Por cierto la casa Ciríaco todavía existe: Calle mayor, 88. En aquellos días el número 88 estaba asignado a la actual 84 y tenía una pensión humilde en el tercer piso.

Entra un individuo paradójico: elegancia natural envuelta en papel de estraza. Lleva un ramo de preciosas flores de mayo. Saluda desnudándose la cabeza y se aproxima a la barra. Recibe sonidos inarticulados. Observo con atención: Pide un chato y un platillo de “callos”. Paga y vuelve por donde ha venido. Los cristales tiemblan por el fragor de las multitudes. Los comensales, sin embargo… ¡a lo suyo! Que se case el rey las veces que quiera, a mi no me da de comer… ¡al contrario!

Sobre las dos y cuarto, más o menos a la hora en que llegan los callos, la calle ruge. ¡¡Viva los novios!! ¡¡Guapa!! Los aullidos avanzan como un sunami. A las dos y veinticinco el temblor es tanto que no atino con el tenedor a la boca. Se derrama la frasca y forma un charco sanguinolento. Por la ventana se ven flotar pétalos, papelillos de colores y algún que otro mueble inservible. Se tira la casa por la ventana. Jamás he comido unos callos entre tanto bullicio. Los callos, como el nombre indica, han de comerse en recogimiento, concentrados en su textura. A las dos y veintinueve las mesas repiquetean y los tenedores golpean metálicamente los dientes. Los comensales sorben azorados y presurosos. Definitivamente  nos han jodido la comida. A las dos y media veo caer, a través de los cristales de la ventana, un ramo de hermosas flores de mayo. Golpea en los cables del tranvía y se desvía como los átomos de Epicuro. Y a las dos y media en punto mi plato se llena de cristales. Una explosión tremenda convierte la taberna en una escena chagalliana. O en el “Carnaval de Arlequín”. El plato del vecino acaba en mi mesa y mi frasca en la mesa del vecino. En el tumulto la gente se escapa sin pagar. Yo aguanto estoico (o epicúreo). Me asomo al hueco de la ventana y lo que veo me estremece: una enorme ración de callos parece haberse repartido por toda la calle Mayor.



Observo y pongo atención: parece que han matado al rey y a la reina. ¡No!. ¡Han salido vivos! Han muerto los caballos y algunas decenas de pasmarotes. Lo siento por los caballos. Ellos eran los únicos forzados en este asunto. Los demás asumían el riesgo de su gilipollez.

¡¡Aléjense de la realeza!!

El rey, aturdido, se creyó Alfonso XIV. Entre los muertos y heridos, el camarero persigue a los oportunistas que huyen por entre los despojos. También puede compararse con un cuadro futurista. La reina asistió al banquete, dicen, con el vestido blanco adornado de lunares rojos: un verdadero traje de faralaes.

Visto lo visto, me quedo a cenar en la casa Ciríaco. Espero que escampe. El desmadre me ha devuelto al siglo XX.

Lo contado puede, naturalmente, ser contado desde otro “yo” que no el mío. Y el otro “yo” hubiera visto la cara del ferviente devoto del balcón del tercer y valleinclanesco, piso. Hubiera visto saltar por los aires la carroza y los cuadrúpedos…y volver a caer. Y como todos somos un “yo”, otro, desde la Puerta de Alcalá, hubiera oído el estruendo y hubiera felicitado, para sí, la magnífica obra de pirotecnia. Un tercero, testigo privilegiado, no podría contar su experiencia por encontrarse muy alejado de su cabeza, donde habitan los órganos fonadores. Yo he contado lo que vi.

Pues sí, fue una bomba tipo “Orsini”, de esas que parecen satélites artificiales de juguete, con “pinchos”. Los “pinchos” al golpear contra el objetivo percuten sobre lo que deben percutir y el artefacto explota. Fue una bomba muy utilizada: Napoleón III y los “liceístas” de Barcelona sufrieron las consecuencias. Si Vds. quisieran hacerse una idea exacta del tal explosivo, vayan al “Museo de Historia de Barcelona”: allí está expuesta la bomba que salió viva del atentado del Liceo. Y si quieren una idea aproximada, pero más poética y con más carga semántica, acérquense a la Sagrada Familia. Sitúense en la fachada principal y ¡observen!...busquen y rebusquen…seguro que encontraran la figura de un demonio entregando una bomba “orsini” a un obrero militante anarquista dispuesto a hacer “propaganda por el hecho” (otros la hacen por la “Obra”) El conjunto recibe el bíblico nombre de “La Tentación del Hombre”….¡Ay, Gaudí, Gaudí! Hay que estar definitivamente echado a perder para hacer cola ante ese monumento siniestro.




 El camarero me sirve, como efemerística gentileza de la casa, unas bombas dignas de la “Cova fumada”. Y, además, cierra todas las bocas al exterior y permite que nos ahoguemos en humo. Cada 31 de mayo, aquí se fuma y se bebe cerveza en tanques de litro. Desde la calle, el local parece ser víctima de un incendio seco, envuelto como está en vaharadas vortiginosas.

Tomo el Ave de las 24. Cuando ocupo mi asiento, las alarmas anti humo se disparan. Entra el revisor, demudado, echa un vistazo, husmea el aire, se detiene en el 7 A (mi asiento) y husmea con insistencia. Todo yo apesto a tabaco. Un aura dorada de nicotina me envuelve. Parezco el santo patrón de los fumadores.

Empieza la película: “Calle Mayor” (Raro, raro, raro…)

Pues sí. Todos los asiduos del “Café Candelas” y los del “Alcalá”, mordieron la historia. Pío Baroja, bajo la figura del “niño Brull”, lo plasmó en la “Dama errante”. Su hermano Ricardo le hizo un retrato en la capilla ardiente. Valle Inclán le dedicó un poema (¿no aparece en “Luces de Bohemia” un anarquista llamado Mateo?). Julio Camba… Azorín había escrito una reseña sobre el atentado de París. Un pariente de Mesonero Romanos fue el autor de la famosa fotografía del suceso… ¡en fin, todo un cluster!


Se decía que la bomba había llegado de Francia envuelta en la bandera del país vecino. También que Ferrer i Guardia había costeado la operación.

El frustado Mateo se refugió a la sombra del director del “Motín”, que ya había dado cobijo a Angiolillo, y cuando lo creyó oportuno (el dos de junio) se largó. En Torrejón (de Ardoz) entró en la “Venta de los Jaireces”. Para calmar el ardor que lo consumía, pidió un vaso de sifón que por entonces empezaba a popularizarse. Al enterarse del retraso que llevaba el expreso a Barcelona, completó el pedido con una frasca de vino… ¡del más amargo! …¡y unas almortas!

Ya se ha dicho, pero lo repito: Mateo causaba perplejidad. Esperabas que pidiera su vino con jerezanos repiqueteos y que pagara como quien se deshace del seis doble que pensaba ahogado y, sin embargo, demandaba con una educación impropia de este país. Bebía sin aparatosidad y pagaba con discreción. Sus manos eran de pianista y su mirada, santa. Era capaz de conversar en varias lenguas vivas y balbuceaba las muertas…Y todo ello envuelto en harapos. Un cliente de la venta, aturdido por tanta complejidad, incapaz de “sintetizar” las discordancias, optó por lo fácil y definitivo: llamar a Fructuoso, guarda de campo, y exponerle sus sospechas. Fructuoso, investido de la autoridad que le daba la escopeta de dos cañones, lo condujo al cuartelillo. No llegaron: Mateo sacó su Browning y descerrajó un tiro sobre su conductor, tras lo cual apuntó a su corazón e hizo un segundo disparo. FIN.

El agujero en el pecho de Mateo, de un centímetro y medio de diámetro,  sin “anillo de Fisch” (que se compone de “collarete erosivo” y del taraceo de la corona de pólvora) era absolutamente incompatible con cualquiera de los modelos de Browning y con la distancia suicida. El agujero parecía de obús, disparado a una distancia cobarde.

Así son las cosas. ¡Qué les voy a decir…que Vds. no sepan!

Una historia llena de claroscuros, apropiada para Tintoretto (*)

–Azafata…¿podría servirme una de sus ridículas botellitas de vodka?

–¿Vodka?...¿en los Monegros?

–Es que parece que se me ha abierto el boquete del pecho.

–¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????

–Gracias por la comprensión.

La casa fue comprada por los de la Casa Ciriaco…para aprovechar el tirón, dijeron. Tuvieron durante décadas un descuidado ramo de flores atado a la barandilla del balcón del tercer piso. Sus sucesores han puesto la casa en venta. Tal como está la cosa, no sé si encontrarán compradores. Un “valor añadido” es la cantidad de idiotas que están dispuestos a pagar por asomarse al balcón desde el que mateo Morral erró el tiro.



A la altura de Belbiche, acaba la película y suena, ¡milagro!: “Pongamos que hablo de Madrid” (*).

Ya en casa: ¡El morral!...¡vaya por dios!

“Rosa en llamas” (Valle Inclán)

“…¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!...”




















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...