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martes, 24 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 24 de diciembre. SEGUNDA SERIE. Cardenal Casañas y varios.

(Los asteriscos * remiten a “razones efimerísitcas”)

Según se acerca la navidad los acontecimientos se acumulan. Todos quieren asociar su nombre, y alguna hazaña, a fecha tan señalada. Yo mismo: esperé a que la nochebuena se disolviera en navidad para nacer. Harían falta cientos de “propuestas” para mencionar, tan sólo, el cúmulo de efemérides que se agolpan ante la estrecha puerta del solsticio de invierno.

Bah!, lo mejor es echarse al ruedo y ya verán Vds. cómo se cuadra el círculo. O, si así lo prefieren, lanzarse al ring…y ya verán cómo se redondea el cuadrado.

Ya hace eones que no visto chubasquero ni encasqueto orejera. Hegel aún no está acostumbrado a tan extravagante indumentaria: ladra y se avergüenza. Le lleno su recipiente de chuches y salgo sigiloso. Tentempié en la cantina del Día. Es entrar y una carcajada múltiple (y al unísono) hace temblar las paredes de este templo del saber. El cantinero, que es de Murcia, se limita a servir lo que le pido. La clientela no levanta los ojos de su “sol y sombra”. Tarjeta dorada, lado mar y ¡hala! ¡A Barcelona!


Ramblas abajo giro por Cardenal Casañas, cruzo la Plaça del Pi, me dirijo a Banys Nous por Ave María. Entro en el Portalón y pido un orujo…es que parece que me falta algo. Me dirijo a San Felip Neri y de allí a la plaza de la catedral. Como una sombra desplegada, como una nube tormentosa, como un mal presagio…así me ven mis conciudadanos. A mí, un jubiloso-jubilado que va en pos de la remembranza.

La plaza está ocupada por ese mercadillo de rastrojos que ponen de vez en cuando. Ahora añaden burros y bueyes. Ángeles y recién nacidos… Todo un batiburrillo infernal. Es navidad. Las familias ya deambulan por entre las ruinas, como turistas por Pompeya o Herculano. Los papá-noel chinos escalan los balcones con esfuerzo. La música atruena… y yo tomo asiento en el “Racó del bisbe” (o algo parecido), enfrente de ese local en el que siempre tienen expuesta alguna baratija de Dalí como señuelo de la nada. Pido un cuartillo de ratafía y espero a que los fantasmas lleguen… ¡y llegarán!


Eran las 8 de la tarde (noche) del 24 de diciembre del año 1905.

En septiembre había tenido lugar el infame bombazo (rápidamente, como siempre, atribuido, falsamente, a los anarquistas) de las Ramblas que costó la vida de la hermanas Rosita y Josefa Rafa, y media vida a su primo hermano, con quien habían salido a pasear aquella soleada mañana del sábado día 3. “Las autoridades supieron aprovechar esta situación para justificar un reinado de terror contra el movimiento anarcosindicalista” (Teresa Claramunt): Se refería en primer lugar a la gente de Prat de la Riba, los “padres” de Barcelona y, por extensión, de Catalunya. La iglesia se limitó a cumplir con el ritual, pero exigió, como no podía ser de otra manera (anoto esta expresión en honor a P.) “imponer el orden”. 




Acabó el verano, pasó el otoño y recién empezado el invierno, a las 8 en punto de la noche del día 24 de diciembre ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Salía el Cardenal Casañas, todo pincho, de la Catedral. Su figura, a contraluz, parecía mi copia. Como eran días especiales, vestía de gala como quien dice: sotana roja (en un principio, morada…de dónde cárdeno), capelo cardenalicio, anillo ídem, birreta (¡¡) roja y bajo el birrete, el solideo que, sólo ante dios (¿) ha de quitarse. Parecía una cerilla recién prendida. El rojo, signo de su disposición a la muerte, lo envolvía. Aunque, mirándolo bien, también parecía que saliera a matar.

Sepan Vds. que los cardenales no visten de cárdeno-morado (eso era antes), sino de rojo (o negro, en sus paseos ordinarios). Y por ese motivo, por su llamativa cresta roja, al “cardenalillo” le llaman así: es un pajarito inquieto, arisco, que, pese a todo, se adapta a la cautividad. No es extraño que (aún) en Murcia oigan Vds. referirse al geranio con el sonoro nombre de “cardenal”. Y “cardenal” es el nombre preferido por nosotros para referirnos a un moratón, que los médicos denominan equimosis. Si de un toro se trata, ha de ser negro y blanco y si de agua, opalina.

La calle principal de los asentamientos romanos, después ciudades, era el “cardus” (no confundir con el güisqui), arteria que vertebraba la urbe y en torno a la cual giraba toda su actividad. De ahí, “cardinal” (como las virtudes “cardinales”, verdaderos goznes de la práctica cristiana). Así que los cardenales son las bisagras de la iglesia…

Tras lo dicho me atrevo a proponer una definición: individuo perteneciente al orden jerárquico inmediatamente previo al papado; normalmente bujarrón y amigo o encubridor de bujarrones.

Bueno, pues eso. Salía todo pincho el cardenal, sintiéndose el centro. Se había echado las alas de la capa sobre el hombro izquierdo, para cubrirse el corazón.

Un poco antes Juan Salas, tejedor de Vic y anarquista internacionalista, salía de “la Fonda el Siglo” de la calle Calders. Había comido un plato de “cap i pota” y un buen trozo de “cap de bisbe, negre” y se dirigía, un poco aturdido por el vino de la tierra, y tanto puerco, hacia la explanada de la catedral por los sombríos callejones del Born y aquellos que la Vía Layetana destruiría.




Juan Salas, se acercó a él, se arrodilló y pidió besarle el anillo cardenalicio. Se llevó la mano al pecho, como compungido, sacó un cuchillo de cocina rociado de veneno del peor y se arrojó con saña sobre el cardenal Casañas. El cuchillo se enredó entre tanto trapo. Los guardaespaldas sujetaron el brazo de la justicia proletaria y el guardia Antonio Vaquero (¿sería ancestro de mi querido guardia Ovejero?) con la ayuda de un transeúnte solícito, lo redujo a sus justas proporciones: pobre tejedor de Vic. 

En el bolsillo llevaba un Smith y un frasquito de veneno.

El mismo día, o sea tal día como hoy, del año 1837, nacía la descolocada Sissi, destinada al estilete de Lucheni que, pese a su delicadeza, no falló.

El cardenal salió, pues, ileso, pero al pobre tejedor le produjeron un cardenal (moratón al que los galenos llaman equimosis) en la cara que hizo que la gente pensara que el frustrado vengador era un piel roja. Y otro “in pectore”.

Lo condujeron por el carrer del Bisbe y Montjuïc del Bisbe hasta el “cuartelillo” de la plaza de Sant Felip Neri.

Al día siguiente…

–¡Camarero! ¡Tráigame otro cuartillo de ratafía!

–Pero, ¡hombre de dios!... ¡no grite que lo van a oír!

–¡Eso quiero, que me oiga! Y ahórrese lo de dios que no está el horno para bollos.

–Podría abonarme la cuenta….es que tengo que cuadrar caja y tal.

Al día siguiente, decía, Salas declaró que estaba cansado de vivir sufriendo; que su vida no era vida: trabajo y miseria… y todo por culpa de los jesuitas… ¡por eso quería matar al cardenal!

Mientras el pobre Salas se lamentaba de su mala suerte, en la catedral se cantaba un Te Deum por la suerte del clérigo. La iglesia estaba a parir. Y los que no cupieron, les cupo la satisfacción y el consuelo de recibir la bendición que desde el balcón del palacio episcopal arrojó con descuido el arrogante y suertudo cardenal. Mientras la bendición caía hecha trizas, la multitud daba ¡vivas! al Papa y, ya puestos, cantaron cualquier cosa en honor de la Virgen.

La multitud rompió filas para dirigirse a los lupanares que, a decenas, salpicaban el sacramental barrio. Era ya mediodía, justo la hora en la que Juan empezó a sentirse mal. Cuando acudió el médico la celda estaba llena de vómitos; le aconsejó, a distancia, un poco de bicarbonato y a las dos en punto de la tarde murió. La autopsia esquivó tan ponzoñoso asunto. El galeno llegó a su casa antes de que se enfriara la lasaña que su fiel y devota esposa había preparado para él, para los tres hijos y, si sobrara, para ella.

Cuando pasen Vds. por la calle del Cardenal Casañas piensen en la miseria de este personaje y, en general, en la necesidad de que el Ayuntamiento de Barcelona haga una purga en el callejero de la ciudad.

Ya tengo el culo helado, así que me levanto; el chubasquero se engancha en una esquina de la mesita y toda la estructura y lo soportado se va a tomar polculo. Todo el mercado de Santa Llúcia se vuelve hacia el estruendo.

–No es nada, señores. Sigan Vds. a lo suyo.

Cruzo la explanada y me dirijo al bar de enfrente, junto al estanco. Ante la perspectiva, el camarero se apresta a recoger las mesas. Llego justo antes de que recoja la última. Le arranco la silla de las manos y tomo asiento debajo de una chimenea petroquímica.

–Perdone, garçon, pero aún no he concluido mis remembranzas. ¡Póngame un cuartillo de “Málaga”!

–Pero ¿no estaba Vd. con la ratafía?

–¿Qué más da?

Benedicto XVI, Ratzinger para los amigos, fue nefasto de verdad. Su cara entre lémur y rata travestida, te ponía los pelos de punta. Protector de pedófilos, se encarnizó contra todos aquellos que se apartaran lo más mínimo de la ortodoxia sexual católica. Beatificó a todos los “mártires” que quedaban sin beatificar de la revolución española y batió el récord de nombramiento de cardenales: ¡90!



Cuando ya no podía ni cagar solo, renunció al cargo. Fue el segundo en abdicar. El primero fue el cándido Celestino V, el breve. Elegido por aclamación tras dos años de vacío de poder por la rivalidad de los Orsini y los Colonna. Tenía 85 años y una ignorancia de los asuntos eclesiásticos a la altura de tan provecta edad. Pensó, sin embargo, poder reformar la Iglesia. Trasladó la sede a Nápoles, donde entró a lomos de un asno conducido por el mismo rey de Nápoles (sobrino de San Luís) y por su hijo, recién nombrado rey de Hungría. Era el día de San Fermín del 1294. Abdicó el de Santa Lucía, que le abrió los ojos a la imposibilidad de cualquier cambio. Dijo que quería profundizar en su vida ascética y tal.



Tal día como hoy, del año 1294, Bonifacio VIII sustituyó a Celestino. Restituyó a Roma la sede de Pedro e hizo lo posible para liquidar al anciano ex­-Papa. Y lo consiguió.

El pelaje de Ratzinger no pasó desapercibido. Una mujer, pantalón negro y sudadera roja con capucha, a más de “desequilibrada mental” (¿cómo si no se hubiera atrevido a perpetrar semejante crimen?) saltó la barricada por entre la que pasaba el pontífice en su caminata al altar central de la Basílica de San Pedro para celebrar la misa del gallo del año 2009. Trastabilló y en su torpe caída se llevó palante al pontífice  y a sus acompañantes. 

El cardenal Roger Etxegaray, de la edad de Celestino, sufrió fractura de fémur y Benedicto XVI el ridículo más espantoso de su carrera. La desafortunada heroína, Susanna Maiolo, ya lo había intentado la navidad anterior.


Ratzinger recogió la tiara, se la entregó a un monaguillo para que la llevaran al chapista, se colocó la de repuesto y siguió impasible su paseo.

Y hablando de misa de gallo y tal, recordarles a Vds. que Francisco José II del Sacro Imperio Romano Germánico, abuelo paterno de Francisco José, esposo de Sissi y rey-emperador de K.K., prohibió (1801) a Gall impartir docencia. Aducía que la frenología era una avanzadilla del pernicioso materialismo. Añadan Vds. otra K. (K.K.K.) y se toparán con otra efeméride: Tal día como hoy, del año 1865 se fundó el Ku Klux Klan. 14 años exactos más tarde Cuba abole la esclavitud.

Napoleón, que tras Austerlitz suprimió el Imperio y redujo al Francisco José II a la categoría de rey de Austria, pensaba lo mismo al respecto. Eran enemigos en la medida en que pueden serlo los poderosos.

Y para acabar esta mañana espesa y dulce, gracias a la ratafía y al “Málaga”, recordarles dos cosas:
  •     que tal día como hoy, del año 1814, Estados unidos e Inglaterra firmaron la “paz perpetua”. Kant hacía 8 años que criaba malvas.


  • 2.      Que Guadalajara también tiene algo que decir. En 1715, Felipe V, “el guarro”, fácilmente “excitable” como todos los borbones, contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio, picada de viruela. A Felipe V…eso le daba igual. Se casaron en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Aún no había dicho el cura el “Ite misa est” y ya estaba Felipe haciendo el trabajo debajo de la falda. El matrimonio se consumó en el reclinatorio, digo yo. Era tal día como hoy, del año 1715.












Propuesta para hoy, día 24 de diciembre. Sijé. Barea. Berg. Alemania.

(Los asteriscos * remiten a “razones efimerísticas”)

–¿Qué te decía, Hegel?... ¡Qué hermosura de desierto!... ¡Qué belleza de Nada! Aquí podrás correr lo que te dé la gana y cazar conejos, si acaso alguno se pone a tiro.

–¿”Conejos”? ¿Qué son “conejos”? ¿Vuelan? ¿Son aves canoras? ¿Son…?

–Ya lo verás. Sé fiel a tu instinto.

Y así, como Tartarín por Tarascón, nos dirigimos al Casino del Balneario a tomar nuestro refrigerio matutino: Tostaditas con aceite del terruño para mí y unas lonchas de chóper para el perro. Cierro con un fifti-fifti. Una mesita debajo de las palmeras. El sol de frente y un sonido fragante de agua eterna y curativa.


1.
–¿Ves aquella sierra color cárdeno?

–¡La veo!

–Pues a su sombra nació un grandísimo poeta de nombre Miguel y de apellido Hernández. Este poeta tenía un amigo, de apellido Martínez y de nombre José Ramón, conocido, a saber por qué, como Ramón Sijé

–¿Y eso?

–¡A saber! Te diré más: “Andaba entre los romeros con prisa de pájaro, hablaba con atropello y su voz iluminaba más que los limones del limonero, a cuya sombra y azahar” los dos amigos platicaban.

Comparto su opinión (de Vds.) de que utilizar a un perro como interlocutor es un recurso miserable e indigno de alguien que pretenda algo en el campo de la literatura. Pero… ¡qué quieren! ¡Hegel es así!
El tal Ramón, hijo de comerciantes de telas, tenía una pasión (¡pero qué pasión!): fundar revistas literarias: “Voluntad”, “El gallo Crisis”, “Silbos”… y una exigencia: atender los sablazos que le pegaba el poeta-pastor, pobre de nacimiento. La amistad, pese a lo que ha vencido al tiempo, tuvo sus más y sus menos. Pero no es el momento de murmuraciones. Bueno, pues tal día como hoy, del año 1935, murió. Miguel lo esperaba en Madrid, pero nunca llegó. La septicemia se lo comió (valga el rodolí). Berg, también, como veremos, fue engullido por una septicemia de caballo (¡más bien de abeja!).

Su muerte hubiera sido un hecho cotidiano y hubiera producido un efecto bastante limitado, en realidad no hubiera cruzado el río, de no haber sido por la “Elegía” que le escribió (10 de enero del año siguiente) su amigo. Y dice así:

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(…)
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero. FIN.


–Nada… que se me ha metido algo en el ojo y...

Enchufen el esputofaif y oigan la versión de Morente (o la de Sanlúcar o la de Serrat o la de Silvia Pérez Cruz…).



Fue editada en el número de diciembre de la “Revista de Occidente” y llamó la atención del mismísimo Juan Ramón, poeta y pedorro. Fue incluida en el “Rayo que no cesa”, entonces en prensa. Y así, apareció para el gran público (¡eufemismo!), como nº 29 de una colección de 30, que cerraba el “soneto final”: “Por desplumar arcángeles glaciales…” que puede ser interpretado como un complemento meticuloso de la elegía.

Miguel leyó, el 14 de abril de 1936, la “Elegia”, subido en una escalera de madera, de esas de proletario, bajo la plaquita que indicaba el nombre de la plaza monumental: Ramón Sijé. Después fue llamada del Marqués de Rafal y, ahora, creo, ha vuelto al de Ramón Sijé. Sea como fuere, el suelo se hunde y si el consistorio no pone remedio Orihuela perderá patrimonio histórico-monumental, pero ganará atractivos para las asociaciones de espeleólogos.


2.


Arturo Barea tenía 38 años y vivía en Madrid. Se encontraba, pese a la “casita” que había alquilado en Novés, en una tesitura sentimental complicada, casi tanto como la situación política, que seguía con avidez y elegancia, desde “su” oficina de patentes. Verán Vds., mientras Ramón Sijé tenía “el pie en el estribo”, en Madrid estallaba la coalición de la CEDA-partido radical de Lerroux y se daría paso a las elecciones de febrero del 36 y al Frente popular. Dos fueron los escándalos que propiciaron el despeñamiento del gobierno (presidido por Chapaprieta, manos-tijeras): el escándalo del “estraperlo” y el de Nombela. Curioso es el primero; el segundo es absolutamente normal y no tiene nada de extraordinario… ¡uno más!...sin hablar de la presión popular…

¿Saben Vds. el origen de la palabra ESTRAPERLO?

En aquello años el juego estaba prohibido, diez años antes Primo de Rivera lo había declarado ilegal… pero jugar, se jugaba… ¡normal! No sólo a la lotería con bombos caseros y cartones de papel, no. Se jugaba en Casinos bajo pretextos mil. Era como la “Ley seca”. Se jugaba y se perdían (o se ganaban) mulas y casas, como en el de Novés.

El verano del 34, en pleno bienio negro, unos “holandeses errantes” (Ava Gadner * cumplía, tal día como hoy de ese año, 12 nabokovianos años): Strauss, Perle y Lowan, fijaron sus ojos de lince en España, pasto fresco para alimañas de toda índole. Su plan era perfecto y el gobierno, si recibía su parte, no iba a poner objeciones. Habían inventado una máquina, probada con éxito en Holanda (hasta que todo el utillaje fue defenestrado), que controlaba la ruleta…etc…etc. Llegaron a un acuerdo con gente del gobierno (partido radical) y decidieron probarlo en el Kursal, recién construido, de San Sebastián





La cosa era sencilla: 25% para Lerroux; Joan Pich i Pon (con ese nombre, YO me hubiera suicidado, o habría emigrado a la china nacionalista), no sé si Gobernador General de Catalunya (o algo por el estilo) se llevaría el 10%; un sobrino de Lerroux y otros dos sinvergüenzas el 5% cada uno. Total: 45% en mordidas y el 55% en ganancias para los ideólogos. Por si fuera poco, y para garantizarse el negocio, el tal Pich i Pon, prometió un soborno de 100.000 pesetas para el ministro de Gobernación (Salazar Alonso). Tampoco faltaron los relojes de oro y demás chucherías.

Se descubrió el engaño y la policía actuó. Sin embargo, miren Vds., el negocio se trasladó a Formentor y siguió funcionando.

Strauss, denunció ante Alcalá Zamora (octubre de 1935) todo el chanchullo. Se ve que las cosas no iban según sus deseos. El Presidente, Lerroux, dimitió y fue entonces cuando le sucedió el “Culoprieto” manos-tijeras, pues SIEMPRE, en todo espacio y tiempo, la solución ha consistido en recortar el gasto social y las pensiones.

–Creo que te has despistado un poco. Estábamos en lo de “Estraperlo”

–Perdona, Hegel. Es que se me va el santo al cielo.

–Ahora me sales con esas…

Bien, los holandeses se apellidaban: STRAuss, PERle y LOwann: STRAPERLO. Y como los peninsulares no podemos pronunciar la “s” inicial, pues: “ESTRAPERLO”. Después vendría la extensión semántica y demás. LOwmann, que había aportado menos al negocio, también aportó menos al acrónimo.

Todo lo anterior venía a cuento de Barea, que murió tal día como hoy, del año 1957.


3.


En 1935, mientras ocurría lo que ocurría en la piel de toro, allá por las Californias, entre hambrunas sin cuento, un joven, hijo del abrupto Nicola (Nick) Fante, y abrupto él mismo, procedente de los Abruzzos italianos, intentaba ganarse la vida como escritor. Mientras, trabajó en los muelles cargando y descargando y “como ayudante de engrasador en el ferry crucero entre San Pedro e Isla Catalina, el SS Catalina”. Procedía de Colorado y acabaría estableciéndose en los alrededores de la meca del cine.

Fue el abuelo quien se había establecido en Colorado… por la época en la que Kit Carson * (n. 1809), por méritos propios, fue nombrado “Encargado de Asuntos Indios del Territorio de Colorado”. Sus méritos fueron publicitados en medio mundo por medio de cortometrajes descoyuntados que complementaban el programa-doble-con-nodo y convertían la soirée en interminable.

“La mujer se alejó. Al volver, Bandini se estaba poniendo la gasa y el esparadrapo. Cuatro tiras largas en ambas mejillas que iban de la barbilla a los ojos. Al verla, se sobresaltó. Se había vestido para salir: abrigo de piel, bufanda azul, sombrero y chanclos. La serena elegancia de su encanto, la adinerada sencillez del pequeño sombrero ladeado con garbo, la vistosa bufanda de lana que brotaba del exuberante cuello del abrigo, los chanclos grises de bonitas hebillas y los largos guantes grises de conducir, daban una imagen cabal de lo que era: una mujer rica que afirmaba su diferencia de un modo sutil. Bandini estaba impresionado.
–La puerta del final del pasillo corresponde a un cuarto de invitados­–dijo ella–. Puede quedarse. Volveré a eso de medianoche.
–¿Va a algún sitio?
–Es Nochebuena.– Lo dijo como si, de haber sido otra fecha, se hubiera quedado en casa.”

Así se las gastaba María Bandini. La aventura de su marido con la viuda Hildegarde no le iba a salir de gratis. Svevo aún conservaba, mezclada con la sangre, la sabiduría edilicia de los canteros de los Abruzzos y había sido requerido por la viuda. Ese requerimiento se amplió e incluyó, también, la limpieza de la chimenea íntima de la señora. No digo más: es capaz de sacar gotas de poesía de las piedras.

En 1935, Fante ya había escrito “Espera a la primavera, Bandini”, primera de la tetralogía sobre su alter ego, que han convertido al autor en un escritor de culto (gracias sean dadas a Bukowsky), en el padre del “realismo sucio” americano, cosa que, para mí, es muy poco atributo.

Mientras se la publicaban (o no) gastaba su dinero en juegos de cartas “en los bungalows “Garden of Allah”, al lado de la boca del Laurel Canyon (…)” O en la trastienda de la librería de Stanlay Rose, junto al Musso and Frank Grill. No busquen los bungalows, en su lugar hace tiempo que construyeron un McDonald.  Stanley Rose odiaba los libros, pero había encontrado una manera de reunir a la peña. No busquen tampoco la librería, encontrarán un negocio de Tatoo y una cantina de comida rápida… ¿qué si no? ¿De dónde iban a sacar los yankees la obesidad y su afición intempestiva a las armas?

 Frente al famoso bar-restaurante, una iglesia siniestra: “Pare de sufrir” Iglesia Universal del reino de dios (¿). Ya no se conforman con ser una iglesia mundial, terrícola. No. Pretenden ser los misioneros de las galaxias: Te confiesa (¿o ya no se confiesan?) un C-3PO. Desde bien temprano salen sombras lívidas a anunciar la venida definitiva del hijo de dios (¿). Anuncian el apocalipsis y nos conminan a la renuncia y al arrepentimiento. Vuelven desangeladas y vacías…y se piden un bistec sanguinoliento en el restaurante de enfrente. John Fante se divertía.

El Musso & Frank Grill existe todavía. Por fuera parece un matadero de pollos. Por dentro sigue casi intacto. Se anuncia como el restaurante más antiguo del Boulevard Hollywood. Allí, se reunía la flor y nata, un poco agriada, de los guionistas de Hollywood: Hammet, Chandler, Faulkner e incluso el solitario y delicado Scott Fitzgerald… Fante y sus colegas…Y después se trasladaban a la trastienda de la librería, a seguirla.


4.




Berg, había interrumpido “Lulú” para dedicarse en cuerpo y alma a su “concierto para violín” en memoria del ángel Manon Gropius. Lo acabó en agosto del 35, justo cuando Barea buscaba un refugio en Novés. Después continuó con “Lulú”, que no pudo acabar.

Estuvo toda su vida prevenido contra el nº 23. Así que cuando pasó el 23 de diciembre, respiró hondo…y falleció ya entrado el 24. Se lo llevó p’alante una septicemia de abeja, como he dicho antes. La mascarilla mortuoria la sacó (¿cómo no?) la inefable Alma, coleccionista de lares, manes y penates.

Ya saben Vds. (Ver 19 de abril) que el estreno mundial del “concierto para violín” tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. Era Abril del 36, cinco días después de que Miguel recitara, en equilibrio inestable, la “Elegía”. Y siete días antes de que Azaña ganara las elecciones de compromisarios para presidente de la República.

¿NO quieren escuchar el “concierto”? Pues, nada, Vds. se lo pierden. Hegel y yo lo oímos con recogimiento monacal. Y después, ato al perro en la pata de una gigantesca mesa de mármol y voy a darme un baño termal en la piscina descubierta.


5.




La nochebuena de 1918, la burguesía alemana recibió el regalo más inesperado (y más apreciado) que podía recibir… ¡y además de sus enemigos naturales!
Aquella navidad, dios (¿) no encontró siete justos que salvara a Sodoma. O, si quieren Vds. los siete justos no encontraron un dios (¿) a su altura… Y las lenguas de fuego cayeron, vacías de espíritu, sobre las cabezas de los trabajadores alemanes.

Los marineros de Kiel (los dos mil de Wels) habían llegado en noviembre. Se instalaron en el Berliner Schloss y en las caballerías de enfrente. Y desde allí mantenían viva la llama revolucionaria. Rosa y Karl habían sido liberados, pero seguían desorientados. Ebert y los suyos, entre los cuales el resto del ejército imperial, esperaban el momento oportuno, pero el momento no llegaba.
Se había anunciado, para el 16, la primera reunión de los Consejos del Reich. Ebert-Groener estaban decididos a impedirlo. Pero:

1.      Las divisiones que entraron el 10 y el 12 se desvanecieron euridicianamente y no se pudo contar con ellas.
2.      El “golpe” (o lo que fuera) del día 6, fracasó.

El fracaso del “golpe”, sintetizó toda la problemática: “restaurar el orden en Berlín”.

Desde ese momento, la Volksmarinedivision, falsamente calificada de “espartaquista”, estuvo en el punto de mira. Wels se convirtió, de la noche a la mañana en su bestia negra: les negó el sueldo, la residencia y pretendió reducirla al mínimo.

Y, así, algo que parecía un asunto doméstico, se convirtió en Historia Universal. El Batallón era, en sí mismo, el símbolo (y la defensa) de la revolución. Suprimirlo era atacar frontalmente el bastión revolucionario.

Los marineros se veían sin turrón y con el agravante de aguantar la ira irracional de la suegra. Acuciados por esa perspectiva acudieron a la Comandancia y, al no conseguir nada, se dirigieron a la misma Cancillería, bloquearon las salidas, cortaron la línea telefónica y se dispusieron a jugar fuerte. El gobierno de los Comisarios del Pueblo estaba secuestrado. Wels había sido conducido a las Caballerías. No había resistencia ninguna. El futuro de la Revolución estaba en sus manos. Y también el dinero.

Ebert, por línea telefónica directa, se puso en contacto con el Mando Militar establecido en Kassel y pidió ayuda urgente. Las pocas unidades que quedaban en Potsdam y Babelsberg se pusieron en marcha hacia Berlín. Ebert se reunió con los Independientes (que aún eran gobierno) les informó de las circunstancias, pero se calló lo del movimiento de tropas. Los marineros se retiraron para ir preparando la nochebuena.

No se sabe cómo pero los marineros se enteraron de la marcha de las tropas y nuevamente se pusieron en marcha hacia la cancillería. En el Zoológico se encontraron frente a frente: la reacción y la revolución; aquella con instrucciones claras, ésta a su aire. Dorrenbach volvió a encontrarse con Ebert (aún Comisario del Pueblo) y le aseguró que si las tropas “imperiales” no se retiraban abrirían fuego. Ebert había cenado bien, había tomado unas copitas del licor del ciervo y deseaba con fiereza echarse una pequeña “siesta” de orinal y pijama y pidió a los futuros contendientes que se abstuvieran de armar alboroto. Así se hizo. Las tropas se retiraron: las unas hacia el oeste, hacia el Tiergarten y las otras hacia el este, hacia la zona de las caballerizas.

El infame talabartero, dio orden a las tropas instaladas en el Tiergarten de que atacaran el Schloss y las Caballerizas en cuanto el 23 se convirtiera en 24 de diciembre.  Ebert había pasado miedo y juraba por dios (¿) que nunca más pasaría miedo. Al rojo amanecer los cañones atronaban en la Schlossplatz.

La batalla se prolongó hasta la hora del ángelus. Cuando se disipó el humo y los muertos se hicieron visibles, se hizo evidente la victoria de los marineros, apoyados por la población civil.

En Kassel cundió la más negra desesperanza y se aconsejó que cada cual cuidara de su propio pellejo: ¡Todo estaba perdido! ¿Dónde las 10 divisiones que habían entrado en Berlín catorce días antes? ¿Dónde las glorias de antaño? ¿Dónde las chulerías de Lequis y Groener?...Pero como dios (¿) escribe como le da la gana en lo que considera que son renglones y ahoga cuando aprieta, inspiró nuevamente a Von Scheleicher (que ya había aconsejado el envío de las tropas desde Potsdam): la salvación vendrá de los voluntarios (Freikorps), bandadas de sádicos de orejas de soplillo. Les quitaron el chándal y los vistieron de forma aterradora, pintaron una calavera en sus cascos y aumentaron su inmenso caudal de perversión con tres o cuatro llaves de judo para darle a la masacre visos de fraternidad olímpica. ¡En 20 días Berlín estaría limpio!

Ebert y el SPD en pleno se sintió arrebatado por esa magnífica idea. Pasó la tarde departiendo (por teléfono) con Groener y al caer la noche se fue con los suyos a comerse el mazapán y a “fer cagar el tió”.

Los marineros habían conseguido (¡ingenuos!) lo que querían: el sueldo, mantener la brigada intacta y permanecer en las Caballerías y en el Schloss. Celebraron la nochebuena “Fum, fum, fum…” “Noche de paz…noche de amor”. Liebknecht, el hombre más valeroso que ha dado Alemania, y uno de los más inconscientes, pasó la nochebuena escribiendo un artículo definitivo (¡este sí!) para Die Rote Fahne. Aparecería al día siguiente, día 25, con el previsible título: “La Navidades sangrientas de Ebert”. También los dirigentes revolucionarios cantaron “noche de paz…” y convocaron una “gran manifestación” para el viernes 26. Al mismo tiempo los Independientes abandonaban el gobierno, poco a poco, como los airados músicos de Haydn, dejando las manos libres a los mayoritarios
La cosa se consumó el 29. 
El mismo día fueron sustituidos por gente del SPD (entre los cuales NOSKE). 
Al mismo tiempo los “espartaquistas” abandonaban el seno de los Independientes y creaban el Partido Comunista Alemán. 
Ebert aprovechó para proclamar la definitiva unidad del Pueblo Alemán. Ya no se hablaba de Revolución, ni de Consejo de los Comisarios del Pueblo. La proclama fue rubricada por El Gobierno del Reich.

La Revolución había sido vencida, ahora sólo faltaba masacrarla.

–¿Ves, Hegel? La cosa empezó con elegía y acaba con elegía. Podemos, si quieres, acabado el “Concierto a la memoria de un ángel”, oír cualquiera de los múltiples “Réquiems alemanes”.

–Prefiero, si es posible…¡cenar! Todo el día aquí, bajo las palmeras, durmiendo y bostezando mientras TÚ te diviertes con tus recreaciones.

Bueno y aquí estamos, cenando y cumpliendo años, rodeado de una hermosa familia que te permite (Hegel, ¡te permite!) meter TU morro entre los platos.









RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...