4 de thermidor, día de la cizaña.
1
El domingo 22 de julio del año 1827, salía de
Morestel un joven despechado camino de Brangues. El día era magnífico pero,
dijo después, no estaba para deleites. No había oído los pajariles trinos, ni
el rumor de las hojas de chopo. No se había fijado en las blancas crines del
maíz, ni en las manzanas en agraz. Su espíritu estaba alentado por furia thermidoriana. La semana anterior había
ido a Lyon y había comprado dos pistolas y se las envolvieron como lionesas. Comprobó que una fallaba y le
cogió otra a su empleador, el notario de la localidad. Con ese fatídico cargamento,
y decidido a matar, se dirigió, como he dicho (y rojo de ira) a la
vecina Brangues. Cubría su siniestro cargamento con una capa negra…
¡Hala, a esparcir cizaña!
Dejando el chateau a la izquierda, hizo su
aparición en Brangues por la calle del Bourg. La Iglesia le iba marcando el
camino. Su hermana le puso un plato de sopa y cuando dieron el tercer toque,
con parsimonia, entró en el recinto sagrado y se situó en las proximidades de
su víctima, una mujer de 36 años, mujer de su anterior empleador, por la que
bebía los aires... y el hierro fundido que salía de la herrería familiar, si
hubiera sido necesario. En el momento álgido, cuando el milagro eucarístico se
consumaba, sacó los revólveres y disparó: sobre ella y sobre él, por este
orden. No fue fácil, dijo después, acordarse del orden en el que tenía que
realizar la acción. La campanilla del acólito acompañó una tercera más alta.
Los gritos completaron la sangrienta polifonía.
No hubo víctimas
mortales, de momento, pero el infeliz perderá definitivamente la cabeza en la
plaza correspondiente de Grenoble, será el día 23 de febrero del año
1828.
2
Ajenos a esta
inminente y seminal tragedia rural:
Julien Sorel y la mariscala
asisten a una representación de la premonitoria Manon Lescaut. Stendhal
deambula por las calles de Italia. Delacroix sueña con Sardanápalo, el asirio y
un joven Berlioz, que había dejado el escalpelo por el pentagrama, se cuela en
una representacion de Hamlet y cae rendido ante la belleza de Ofelia
(¿Ofelia 6?), Harriet Smithson, de nombre de revólver; que la representación
fuera en inglés y que el futuro músico no entendiera ni papa de la lengua
enemiga, no fue obstáculo…. ¡al contrario!
Victor Hugo
publicaba Cromwell y saltaban por los aires las convenciones
aristotélicas. Baudelaire perdía a su padre legítimo y ganaba un precioso
objeto de odio. Balzac se esforzaba con denuedo en fracasar en cualquier
negocio relacionado con la edición. Los Nerval, Gauthier y compañía...
empezaban a tomarle gusto al porro. Carlos X, último rey francés,
disolvía la Guardia Nacional, harto de que lo llamaran en público y sin recato,
inútil y tragaldabas. Strauss, padre,
cuyo padre había aparecido ahogado en el bello Danubio azul, daba una exitosa
gira por la Europa post-Viena. Beethoven acababa de morir y todo el Cono
Sur andaba revuelto. Europa vería, en unos años, cómo la placidez de Viena
se iba a tomar polculo. De momento
todo era placidez.... aparente.
Hacía 6 años
exactos que había muerto Napoleón, a medio camino, como quien dice, entre
Luanda y Salvador de Bahía. Sus últimos días en Santa Helena fueron intelectual
y sentimentalmente desordenados. Lo único que se sacó en claro fue el Memorial
de Santa Helena que, paciente y displicentemente, fue dictando al aplicado
Las Cases desde el mismo día de Waterloo y la niña a la que, en mala hora,
llamaron Napoleona, con lo que siempre anduvo con la sospecha como
sombra.
En el 326, Santa
Helena, proclama haber descubierto la Vera Cruz, precisamente bajo el Monte de
Venus… cosa para la que no hacía falta mucha perspicacia.
Todo lo anterior
ocurría entre el 3 y el 5 del hermoso mes de mayo (¿gregoriano? ¿juliano?...)
de diferentes años, como es natural.
3
Pasando la iglesia, justo en el cruce con la nueva carretera a Morestel,
tienen Vdes. un bar restaurante con una terracita muy mona. Tomen asiento bajo
los parasoles color pasión y pídanse un gratinado
delfinés. La sobremesa, sin discusión, riéguenla con Chartreuse, el elixir de la felicidad y tesoro de estas tierras.
– Garçon! – y acudirá una matrona
con su carterita negra ciñéndole, a duras penas, la cintura.
– Oui?
– Pues, nada… buen día,
eh? ¿Podría prepararme su prestigioso gratinado?– con temor y temblor…
Y como aquí, en Francia, las noticias vuelan:
– ¡Le advierto que no
llevan caracoles!– comenta sonriente.
– Vengo en son de paz.
Mientras se va haciendo, ¿sería Vd. tan amable de servirme un cuartillo de
Côtes de Rhon?
– Naturalmente, querido
viajero. Es mi mayor deseo servir de medio para que su estancia entre nosotros
sea lo más agradable posible.
– ¿Estamos en Francia?
– Está Vd. en el
bar-restaurante Laetitia. Y no soy amante de las paradojas. Disfrute. Alégrese
de estar donde está. Por cierto, tiene Vd. un perro muy hermoso. Le traeré un
poquito de agua y algunas sobras. No es justo que no nos alegremos todos.
Bueno, pues…asistimos al milagro de la transustanciación de la hostilidad
en simpatía. Quizás entremos en otra
época de transición y lo de la secular incuria de los hosteleros franceses
camine hacia su contrario… ¿Eh, Hegel?
Leer Rojo y Negro bajo esta
penumbra morada es todo un placer. La iglesia que está detrás de nosotros y
escenario de los hechos, fue destruida y en su lugar levantaron (1847) esta
otra que, pese a los esfuerzos, no consigue desprenderse de su halo de fatalidad.
Stendhal la conoció bien, no en vano tenía una hermana en Morestel. Conocía
perfectamente el molino por el que pasó el atormentado Antoine, y lo convirtió
en el negocio familiar de los Sorel.
Conocía el Chateau y en él se inspiró
para algunas escenas de exterior. Por cierto, el Chateau, fue comprado cien años exactos después del relato que se
comenta, por Claudel, Paul, miserable hermano de Camille, la mártir. Acababan
de nombrarlo embajador en los USA, después de años de ejercer en Japón.
Él, que pensaba que nuestro paso por la vida era como el tránsito ciego y
fugaz de un pájaro por el cálido comedor de nuestra casa en plena tormenta
invernal. Él, que solía decir, de manera menos patética, que la vida es un
lugar de paso, no una morada permanente, se compró esta mansión indestructible.
Y allí se dio a esclarecer los misterios teológicos y las virtudes cardinales.
Su tumba: “Aquí reposan las cenizas y las
semillas de Paul Claudel”, fue profanada el 1 de mayo de 1980. Su cuerpo
estaba intacto, dicen, la operación debió de resultar más ardua que la del robo
de ataúd de Chaplin. Y es que desde que el rayo divino lo traspasó en una
capilla de Nôtre Dame, su vida dio un giro y se convirtió en un beato pedorro.
Tenía 18 años… ¿antes qué era? ¿nestoriano? ¿arriano?
¿docetista? ¿sabelianista? ¿adopcionista?
¿monofisista? ¿iconoclasta? ¿Pelagiano?... ¿O partidario de Montano?
4
"Entonces,
habiendo fracasado con una hoja de afeitar, sacó del bolsillo la
navaja...Rojo y Negro seguía abierto por la página donde el joven Julien se
introducía en el dormitorio de madame Rênal. Todavía parecían oírse los
crujidos del viejo y reluciente entarimado francés. Edward, nacido en Stalingrado el 22 de febrero, veinte
días antes de la capitulación del sexto ejército del Reich y conducido, con
toda la familia a la sórdida periferia de la sórdida Járkov, apoyó el brazo
sobre el libro y la hoja de la navaja sobre la vena, miró hacia el lado opuesto
y tiró de la navaja". Era una noche de octubre del año 1962. Limonov
tenía 19 años. El libro quedó manchado para siempre y él fue conducido
al psiquiátrico... El resto ya lo saben.
"Por fin,
sufriendo mil veces más que si caminara hacia la muerte, se metió en el pasillo
que conducía a la habitación de la señora Rênal. Abrió la puerta con mano
temblorosa y haciendo un ruido espantoso..."
Ambos unidos por
la ambición y el orgullo: Julien perdería la cabeza, que yacerá enterrada en
una de las muchas cuevas del Jura y Limonov aún sigue dando guerra.
5
Stendhal, de
bien nacido es ser agradecido, siempre reconoció la deuda con Antoine Berthet.
Nunca ocultó la fuente de inspiración. A cada cual lo suyo: a Antoine, la
inspiración, el arrebato, la decisión... a Stendhal, el arte.
Cierto que el
escritor completó la figura del aldeano con aspiraciones, por aquello de
contextualizar, con una admiración sin resquicios por Napoleón y su Memorial
de Santa Helena, así como por Rousseau. Nada dado a los oficios manuales;
se escaqueaba cuando podía de los trabajos madereros de la empresa familiar, así
como Antonio con la forja de la familia. Ambos iniciaron la carrera
eclesiástica y sólo consiguieron llenar sus cabezas de latines que causaban
admiración pero no dejaban espacio para ningún otro aprendizaje. Julien, por así decir, tenía memoria de
tonto: se sabía de memoria, y en latín, todo el Nuevo Testamento y con ese
único bagaje se dirigió a la conquista de "el mundo, el demonio
y la carne".
– Hombre…
hablando de carne…
La cantinera pone sobre la mesa una fuente de barro rebosante de queso
gratinado y cubriendo el carbonizado paisaje un trozo de carne, como un osobuco
de Tiranosaurio Rex. Previsora me trae otra botellita de morapio de país. Con
su mejor (una de la mejores, creo) sonrisa me desea Bon appétit.
También supo del affaire Lafargue (1928) y, a posteriori, de la
melodramática aventura de Berlioz de la que les hablaré en su día, y que, como
es natural, no influyó, sino a posteriori, como constatación de lo acertado de
su elección. Entonces, como ahora, la pasión hace estragos. Antes de una forma
más espectacular, ejemplificante y, en cierta manera, admirable; ahora, de
forma anodina y casi anónima. Stendhal, pues, no inventó nada: fue un notario
que tradujo los legajos a una prosa hilvanada e inolvidable. Los ejemplos
citados dejan en nada los escándalos de los letristas y los de Baader “superdadá”.
6
Un día antes, pero más de un siglo después, de que le cortaran a cabeza
a Antoine, ya en Nueva York, adonde había acudido con la bella Helena, Limonov
intenta (¡de nuevo!) abrirse las venas. Esta vez la cosa va de desespero:
Helena lo ha dejado. Construye el “Memorial de Santa Helena” con los
restos de naufragio: bragas, támpax, lápiz de labios, tubos destrozados de
rímel…y lo expone a la curiosidad pública. Un acto de autocompasión, que poco tiene
que ver con la autodescriptiva cama más famosa de la historia del arte
contemporáneo y vendida por 2 millones y medio de libras. El memorial es
obra de despecho al que siguió una temporadita en el infierno. Aquella,
resultado de una larga temporada en el infierno y de lo “indecible”. Nada que
ver tampoco con la candidez de la “naturaleza muerta” de la que habla
Chico Ocaña.
7
Acabada la botella de Benedictine la mesa queda como la cama de Tracey
Emin. Tendré que llevar cuidado con este licorcito… no sea que acabe como la
matrona Mahler, cuya cama, (¡al final!) parecía un desierto.
La gruesa y simpática mesonera me despide como si yo fuera el turista
un millón y mi perro el verdadero Rin Tin Tin… que estuvo a punto de ganar un
óscar al mejor actor secundario.