1
Con
un retraso habitual, pero impropio (habitual, por la melancólica
desidia que arrastra el servicio de correos que ve próximo su fin, e
impropio, porque lo se me anuncia ya hace semanas que tuvo lugar), me
ha llegado una carta de Mediasalud, que, digo yo, si lo que me
ofrecen es una media salud para qué la quiero... ¡ya la tengo!
Podrían cambiarse el nombre y pasar a denominarse SaludCompleta.
Pero en fin ¡que inventen ellos!
Desde
hace años sólo recibo cartas de compañías médicas que se
preocupan por mi audición, por mi vista, por mis articulaciones y, a
veces, como es el caso, desde una visión más holística, me tratan
como un organismo vivo, aunque, suponen, por poco tiempo.
Normalmente
las tiro directamente a la papelera, pero hoy, quizás debido a la
luminosidad del cielo, a la hermosura del canto de los pájaros o a
que Hegel me ha despertado más contento que unas pascuas, a cuyas
puertas estamos, he abierto el sobre. He tenido que ejercer violencia
contra mí mismo: abajo, a la izquierda (del sobre), unas gafas
cubren dos ojos absolutamente diferentes: uno redondo y el otro, el
derecho, como un acento circunflejo. Completa el emblema, pues de eso
se trata, un mostacho tipo Enrique Granados. Sobre el conjunto se
despliega un festón azul marino en el que con letras blancas se me
desea un Feliz día del Padre; a mí, que me cago en los hijos y en
los padres.
Vean
Vdes. la imagen.
Dentro
un A4 formando un tríptico horizontal que, cuando lo despliegas,
muestra toda su miseria: 15
años cuidando de ti,
me dicen, y para celebrarlo me han escogido a mí, y a otros 74, que
suponen desvalidos, para hacernos entrega de un regalo sorpresa que,
desde ya, te anuncian con letras Colibrí 54: una tablet
de 7’’ que inundará de diversión todo su hogar, y para ilustrar
el concepto, un grupo de quicos,
vestidos de blanco inmaculado se carcajean ante tus narices. Padre,
madre, parejita y, para
completar el maléfico grumo,
abuelo /a en plena forma. No
deben pasar de los 35 pero te quieren hacer creer que son
jubilados, cuyo contento y bienestar se deben no sólo a la tablet,
sino, principalmente, a su decisión y arrojo por haber escogido
Mediasalud como la vía más rápida de entrar en el más allá.
Para
recogerla tendremos que pasarnos, a las 19.30 h, por el casino,
comunican en letra pequeña. Además te invitan a que escanees un
código QR como adelanto de la verdadera felicidad.
Si
a las 21 h. del día de marras, impulsado por la compasión y por la
curiosidad propia de literato, me hubiera acercado al bar de los
chinos para ver de cerca el desenlace, lo que hubiera visto hubiera
sido para hacerle llorar a uno: un verdadero jubilado, avanzando a
paso cansino, con una tablet
de 7’’ sobre sus temblorosas manos y el fatuo fulgor sulfuroso
del aparato iluminando su cara que, en esas condiciones, más
parecería la de un delincuente que la de una persona que ha sido
colocada más allá del bien y del mal... y no hablemos ya de
cuestiones estéticas. Así fue, aunque yo no lo viera.
Aunque
pensándolo bien, todo haya sido un inteligente apaño, dado que hoy
el universo-mundo celebra el día
de la Salud.
Con mejor criterio, la Convención Republicana, lo había dedicado a
la cicuta.
2
El
siete de abril
¿del año 1955? había nacido el muerto, amigo de Agustín. El
coronel se puso su inhabitual
traje de paño negro, con olor a naftalina, desechó el paraguas del
que sólo quedaban las varillas y, bajo una persistente lluvia de
octubre, dio comienzo a la novela que lo conduciría irremisiblemente
a sentirse tan “puro, explícito, invencible” como para responder
“MIERDA” al insidioso “¿y qué comeremos?” de la madre de su
difunto hijo, nacido precisamente, un mes exacto antes que aquel a
quien llevaban a enterrar.
En
la infinitud de hijos de san Luís, de los cuales, cien mil entraron,
tal
día como hoy del año 1823,
en nuestra querida pie de toro, un muerto más o menos, no se hubiera
notado.
3
“Por
suerte o por desgracia”…
así empezaba nuestro amigo W. (no, no era el “Watusi”)
cualquier proposición, fuera atómica
o molecular,
lanzando al mundo, ya de por sí ambivalente, una ambigüedad ética
y ontológica que nos sumía a todos en un estado de ensoñación
divertida e inquietante: “Por
suerte o por desgracia me voy a tomar una
cerveza”
o “por
suerte o por desgracia, no me ha dotado dios (“sive natura”) del
don de lenguas” o
“por
suerte o por desgracia esta noche hay eclipse de luna”…
Esta apertura, esta epoxé,
le
debía más a su desconocimiento de la hermenéutica fenomenológica
que a su total desconocimiento de Wittgenstein,
y lo emparentaba con un budismo cercano a Schopenhauer
o a la duda existencial propia de Kierkegaard, aunque la duda no
hacía mella en su decisión o afirmación. Lo decidido o afirmado no
se veía afectado lo más mínimo por esa introducción fatalista. Ni
él. Sólo nosotros. “Por
suerte o por desgracia tengo
cáncer
de pulmón”,
nos dijo un día y “por
suerte o por desgracia, esto se acaba”.
Y se acabó, por desgracia.
Si
no puede ser Vd. profundo, intente, al menos, ser confuso.
El
tal, siempre suspendía la Lógica
I,
y, como es natural, nunca se introdujo en la Lógica
II…
y es
que,
decía, por
suerte o por desgracia no sé cómo simbolizar esas partículas
modales.
De nada servía que le instruyeras en la naturaleza exacta de la
“proposición”.
Para él una “proposición”
no existía si no iba precedida por esa advertencia que empapaba la
frase de connotaciones inapropiadas. El mundo, para él, era, no el
conjunto de hechos,
sino el conjunto de consecuencias que se derivaban de una acción o
afirmación trivial (o no).
“Me
siento tan mal
Que
quiero escribir un poema
No
importa: cualquier poema, este
Poema”
Esto
lo escribía Richard Brautigan el 7
de abril del año 1969
(“La
pesca de la trucha en
América”).
Busquen en el archivo del blog y algo encontrarán de este
intempestivo y melancólico autor. Y un siete
de abril,
del
año 1891,
empiezan las anotaciones del “diario
de la
pesca de la trucha de Alonso Hagen”,
hermano, según la intuición del autor, de la vieja a quien
prestaba algunos servicios:
7
de abril de 1891………………………….Truchas
perdidas 8
15
de abril de 1891………………………….Truchas perdidas 6
(…)
23
de septiembre de 1891…………………..Truchas perdidas 3
TOTAL
SALIDAS 22…………………… TOTAL TRUCHAS PERDIDAS 239
MEDIA
DE TRUCHAS PERDIDAS POR SALIDA………10,8
La
última página del diario recogía las sumas totales de los años
comprendidos entre 1891 y 1897. Alonso salió a pescar en 160
ocasiones y perdió 2.231 truchas, con una media en siete años de
13,9 truchas perdidas por cada vez que salió a pescar. Bajo las
sumas totales había un breve epitafio de la pesca de la trucha en
América compuesto por Alonso Hage. Decía algo así:
“Estoy
harto.
Llevo
siete años saliendo a pescar
y
no he capturado una mísera trucha.
He
perdido cada una de las truchas que mordieron el
anzuelo.
O
bien me saltan
o
se me escurren
o
se retuercen
o
me rompen el enganche
o
se dan una barrigazo
o
se van a tomar por culo.
Nunca
he puesto las manos encima de una trucha. Pese a lo muy frustrante
que ha sido
me
parece un experimento interesante
en
el fracaso total
pero
el año que viene será otro
el
que tenga que salir a pescar truchas.
Será
otro el que tenga
que
salir a por ellas.”
Yo
no estoy mucho mejor, así que no me extenderé en la irrespirabe
“Corrección”
de Thomas Bernhard. Bastará con que anote que tal
día como hoy,
Roithamer termina el cono
para su hermana en el centro geométrico del bosque de Kolernhauss…
y al mismo tiempo muere su hermana. ¡Mejor! Una vida entera dentro
de esa inversa geometría dantesca hubiera sido insoportable y es que
hay amores que matan. Recordarles a Vds. la relación de la obra con
Wittgenstein y con toda su
familia de suicidas. Algo tiene que ver, aunque yo no sepa verlo, la
obsesión por la pureza de formas, el orden y la limpieza con el odio
profundo a la vida propia y a la ajena. Si la dejadez fuera indicio
cierto de lo contrario, yo sería como san Francisco de Asís: todo
amor por las bestias, incluyendo al prójimo y a mí mismo… ¡cosa
que tampoco ocurre!
Brautigan,
sin embargo, escribió su best
seller
en una tienda de campaña, apoyando la máquina de escribir sobre la
hierba y rodeado de su desordenada familia… ¡y también se
suicidó!
A
Hegel,
que ha leído el libro, se le erizan los pelos del lomo pensando en
el taxidermista y en la malafollá
de estos amantes de la quietud eterna y sarnosa.
Aunque
parezca lo contrario (o no), Bernhard no es un escritor filósofo, ni
un filósofo escritor… Es un escritor que utiliza el estilo de
algunos de sus admirados filósofos. La distancia entre la persona y
el personaje es tan grande como la existente entre los propósitos de
Alonso Hage y sus resultados.
Mientras
Alonso ponía punto y final a su interesante experiencia como
pescador de truchas, Wittgenstein, a la tierna y maliciosa edad de
ocho años, se hacía la pregunta fundamental: “¿Por
qué debería uno decir la verdad si puede serle beneficioso decir
una mentira?” Nietszche
había dicho algo al respecto… en
un
sentido
extramoral,
naturalmente…
y
Kafka
archivaba agravios que haría estallar años más tarde.