Yo
no soy violento, pero a todos aquellos que usan expresiones tales
como: “con
la que
está
cayendo”,
“como
no podía ser de otra manera”,
“por
activa y por pasiva”,
“lo
llevamos en nuestro ADN”…u
otras de igual calado, deberían aplicarles la pena de muerte. Pero
puesto que nuestro país es un país civilizado que ha excluido la
pena capital de su ordenamiento judicial… que los condenaran a la
mudez completa. Aunque no sé si adelantaríamos gran cosa, pues
estos idiotas bien podrían aprender el “habla”
de los sordomudos. O sea que… ¡vamos a dejarlo como está!
Un
siglo separa a Mendel de Watson y Clirk. Un siglo para saber con
seguridad lo que Darwin no pudo ver: sobre qué actuaba la selección
natural y hacernos una idea de la naturaleza, función y estructura
de la molécula de ADN.
"Deseamos
sugerir una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico
(ADN).Esta estructura posee nuevas características que son de
considerable interés biológico”.
Esa sugerencia, publicada el 25 de abril de 1953 en las páginas de
Nature,
no hubiera sido posible sin la fotografía (¿radiografía?) de la,
durante mucho tiempo, relegada, como
es natural,
Rosalind Franklin.
Desde entonces sabemos lo de la escalera de
caracol, lo de las bases, lo de las secuencias de bases que
constituyen los genes (lo de los polímeros se lo debemos a
Caspersson y Hammersten), lo de la replicación y las mutaciones
aleatorias y, también desde entonces, estamos siendo bombardeados
con noticias inverosímiles que prometen, cuando no aseguran, el
paraíso en la tierra… para atraer inversiones, mantener la tensión
y desviar el foco. Así se va construyendo uno de los grandes
peligros que amenazan a la humanidad, convertida, poco a poco, en
“parque
humano”.
En realidad son tantos nos peligros que nos acechan que… ¡vamos a
dejarlo como está!
A
ver, “Hegel” no ha sido educado para nada y, sin embargo, su
racionalidad
le impide hacer perrerías,
pese a su naturaleza canina. “Hegel” se despierta, se acerca a mi
cama, me lame las manos, después la cara y, si no respondo, se
retira, contento, a su rincón. Si respondo, apoya las manos en la
cama y, contento, marca las horas con el rabo. Los humanos, superados
por nuestros productos, estamos sumidos en la locura que, de tan
cotidiana, nos parece normal. Y eso se sabe, oigan, se sabe. Se sabe
que nuestra constitución biológica no soporta el peso de la técnica
desatada y se sabe que deberíamos atar corto el desarrollo
tecnológico como al diablo del Apocalipsis. Pero, ¿qué quieren?...
es tanta la ganancia que se desprende de ese desamparo que… ¡vamos
a dejarlo como está!
Tal
día como hoy, del año 1719, se publicó “Robinson
Crusoe”.
Si se hubiera publicado hoy, los herederos de Alexander Selkirk y los
de Pedro Serrano pleitearían por los derechos de autor, tras acusar
a Defoe de plagio. Robinson
prueba lo que digo: el humano vive en el filo de la locura. Lo
mantiene lejos de los juzgados la actividad frenética, asalariada o
no, aunque, bien es verdad, que el asalariado, sobre todo si no
encuentra quien lo asalaríe,
está
más cerca
de
caer en las garras de la justicia.
Algo he dicho en otra propuesta sobre este tema: inténtenlo en el
buscador
del blog.
https://kinomoriarti.blogspot.com/2020/02/propuesta-para-hoy-dia-2-de-febrero.html
https://kinomoriarti.blogspot.com/2020/02/propuesta-para-hoy-dia-2-de-febrero.html
El
invierno de 1881-82 fue muy duro para Nietzsche. Tras un verano en
Sils-Maria, en donde vislumbró, entusiasmado, la potencia terrible
del “eterno
retorno”
y, ya apartado de la docencia, por dolencias de toda índole, recaló,
como náufrago, en Génova con la idea, equivocada, de que el clima y
tal le sería beneficioso. Da verdadera pena imaginar al filósofo,
con su maleta de viajante de comercio y su indefensión, vagabundear
en busca de un lugar que le fuera propicio. Estaba en plena redacción
de “Aurora”
y aun lamiéndose las heridas que le había dejado su alejamiento de
Wagner.
Una de las más terribles fue que se le revino el gusto y,
así, por despecho, aclamó la estupenda, aunque no tanto, “Carmen”
de Bizet, como obra juguetona y enemiga de la pesantez del teutón.
Durante unas semanas Rée le hizo compañía (hicieron excursiones,
vieron a Sarah Bernhardt…) hasta que ya no soportó más la humedad
de la ciudad de Colón y se marchó a Roma, atraído por la llamada
de Maldiva, en torno a la cual girará todo este rollo. De camino se
entretuvo en el casino de Montecarlo donde perdió hasta los
calzoncillos. Tuvo que pedir dinero para continuar el viaje… y un
juego de ropa interior. Quizás fuera la influencia de la Bernhardt,
una leyenda en esto de la mala suerte.
En
Roma se encontraba la joven (y rusa) Lou Salomé (luego Lou Andreas)
y su madre que, como la madre de la Pantoja, no la dejaba ni a sol ni
a sombra. Rée y Lou se conocieron en casa de Malwida el 17 de marzo
(en una situación embarazosa para el joven, que tuvo que pedirle a
la anfitriona el dinero que le habían adelantado en Montecarlo) y en
seguida, gracias a los paseos a la luz de la luna, se fue gestando en
la cabeza de la rusa un plan que pondría a prueba la entereza del
joven que, por entonces, se aplicaba a la filosofía moral y,
después, la del mostachudo
que, como he dicho, intentaba desembocar en una “ciencia
alegre”
que sustituiría a la leonina ferocidad de “Humano…”
Tampoco
Nietzsche aguantó más y el día 29 de marzo pilló un billete para
Sicilia y se instaló en Messina. Único pasajero en un barco de
vela. Llegó el día 1 de abril.
Imaginen
ustedes: se levanta el telón, una barca de vela surca el agitado mar
ligur.
De fondo, la habanera
de Carmen y el Idilio
de Sigfrido pugnan por el sometimiento del único pasajero que,
aterido por una sobrecogedora neuralgia, vomita por los rincones. El
desgraciado clama su “amor
fati”
ante la incomprensión de las potencias celestiales.
En
Roma, Rée y Maldiva llenaban la cabeza de Lou de ansias y
premoniciones. El siroco apretaba en Sicilia. El siroco ese viento
africano que, como Vds. saben, aquel glorioso día de marzo del año
1951, viniendo del Argelia, enardeció a mi padre y estableció las
bases de mi existencia. Huyendo del siroco y atraído por los
efluvios, que consideraba menores, de la rusa, así como por la
invitación de Maldiva a través de Rée, se presentó en Roma el día
25 de abril y justo ese día, tal
como hoy,
siguiendo la celada que había preparado la anfitriona, Lou y
Nietzsche se encontraron en la mismísima ciudad del Vaticano, a la
sazón gobernada por León XIII que acababa de enviar una bendición
especial a la difunta Bernardette, la vidente de Lourdes. Rée,
refugiado en un confesionario de la basílica, anotaba, a vuela
pluma, las impresiones del día. Y se pronunció aquella ingeniosa
frase: “¿De
qué estrella…etc, etc…?” “De
Munich”,
respondió la rusa y un viento, que quiso ser risa, brotó de la boca
del bigotudo. Al contacto con la espesa pelambrera sonó como suena
el vendaval entre los abedules rusos.
El
enfermo, creyéndose irresistible, cometerá error tras error.
Al
día siguiente, Lou y la madre salen para Milán, donde se
encontrarán con Friedrich y Paul. Continuarán el viaje hacia los
lagos… y pasarán cosas…y se las contaré.