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miércoles, 21 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, día 21 de agosto. Robo de la Mona Lisa. Cariño.



Ourense está rodeada de fuego. El calor es asfixiante. Y, por si fuera poco, la humedad que sube de la enloquecida ría, pone las cosas imposibles.

Hoy se me presenta una verdadera alternativa: o bañarme en colesterol en Vilalba (que prepara las fiestas de San Ramón), en compañía de los jubilados de media Galicia y después echar unas partidas al bingo y asistir a la agonía de alguno de los participantes;  o bien, visitar Cariño…y dedicarle la estancia a la dama de mis sueños. 

Sin  mirar la ría.

En una hora estoy en Cariño. Al final-final de la ría de Ortigueira.

Desconozco las razones toponímicas (o el arrebato) de quien otorgó el nombre. Sea como fuere, el paraje no tiene nada que pueda relacionarse con la ternura. Pero, si a eso vamos, tampoco Fortuna tiene nada que ver con el nombre que le endosaron. O Caravaca, por decir algo. Lo cierto es que estoy en Cariño pimplándome una cerveza en el bar que hay justo enfrente del cuartelillo (nunca mejor dicho) de la Guardia Civil. ¡Por favor! ¿En ese cuchitril deben de estar hacinados los miembros de la benemérita y sus familias…como en los pasillos de cualquier ambulatorio de la Seguridad social? Claro, después salen de ese agujero con ganas de expansionarse y pasa lo que pasa.
Soy el único cliente, creo que en semanas. La ensaladilla parece engrudo. Los boquerones en vinagre, no hay dios (¿) que los despegue del plato, se han pegado como la venda a la herida. La especialidad son los cacaos y los quicos: imperecederos. Cuanto más se sequen más se acercan a su esencia: frutos secos.

Huyo de este ventorrillo. Quizás en el puerto esté la cosa un poco más animada.

Transito por la calle Fraga Iribarne, por la de la Constitución, por la de la Paz… ¡Dios (¿) mío, dame paciencia y húrtame la glándula de la lógica.



 El sol está en su cénit local. Las sombras se acortan, parecen querer huir del calor sofocante e introducirse en aquello que las produce. O, directamente, dejar de existir para siempre…aunque sea gratis. “Peter Schlemihl” (Von Chamisso (*)) la perdió por una bolsa de monedas de oro que nunca se acababan. Ya saben vds. el destino del héroe “desombrado”… hasta su final feliz en Tebas con su perro “Fígaro”. La simbología es neta: la pérdida de una parte esencial de nosotros mismos no se puede pagar con dinero. Otra versión de “pacto con el diablo”. La obra es uno de los cuentos más deliciosos (¡?) de la literatura universal, apropiado para todas las edades. Así que si tienen hijos léanle esa conmovedora e instructiva fábula.
La familia de Chamisso procedía de Francia. Huyó de la Revolución y de la guillotina, que fue implantada definitivamente en Francia tal día como hoy, del año 1792. Y ello por razones humanitarias y de igualdad. Sobre este artefacto ya he dicho algo en otra ocasión. No recuerdo cuándo. Pasan los días, se amontonan los acontecimientos sin orden ni concierto y, con ese amontonamiento, mi lucidez, si alguna vez la tuve, se va apagando.

Hablando de pactos diabólicos y tal, me viene a las mientes que tal día como hoy, del año 1798, nació Jules Michelet. “La Bruja”, que por estas tierras se tiene como obra de cabecera, puso a las claras, de forma imaginativa (que no histórica), la naturaleza de la “brujería” medieval.

De camino me encuentro con el bar ”El Puerto”. Tiene, en la acera, unas mesas metálicas, miserables y a temperatura de fusión. Un toldo a franjas azules y blancas, como una gigantesca camiseta del “Deportivo”, irradia calor. Unos mozalbetes de “La Safor” (los reconozco de lejos), casi en pelotas, acaban de pegarse un atracón de lo que ellos denominan marisco: mejillones y sardinas.  Amontonan las botellas de vino debajo de la mesa. Su risa es contagiosa: te contagia un odio irresistible por la raza humana.

Paso de largo.

“Cariño” mío, tendrás que conformarte con esta amargura, con este deambular sin sentido. Quise ofrecerte la excursión del día…pero más me hubiera valido ir a jugar al bingo (y al entierro).

En la cantina (¿cómo llamarlo?) del puerto pido un bocadillo de atún (¡que me abran la lata en mis narices!) con olivas rellenas de bote y un tercio de cerveza. Por suerte tienen “La voz de Galicia”: “Muere un niño de doce años atragantado por una salchicha”. Es la única noticia que, sin ser alegre, parece tener visos de verdad. Me salto las primaveras árabes, Siria y demás.

Infórmense vds. en sitios serios.

Resulta que el chaval que, digo yo, iría con hambre de semanas, cogió la salchicha que le ofrecían y la engulló, como engulliría una boa a un lepórido de monte. Con la envoltura incluida. No pudieron hacer nada por su vida. La salchicha taponó lo que tenía que taponar para matarlo. En Cádiz…Pero las noticias corren como la pólvora. A Schumann le pasó algo parecido (¿). Es lo que tiene ese dar generoso, ese ofrecer desprendido, ese obsequiar altruista…Por cierto, Schumann  puso música a algunas canciones (“lieder”) de von Chamisso.

En eso que aparece un ciego (¿) con gafas de sol de un negro absoluto. Lleva los “iguales” cogidos con una pinza al bolsillo de la camisa de manga corta. Tantea el terreno con el bastón extensible, como la araña evalúa su red. Se dirige a la barra y coge, sin vacilación, una banderilla que se zampa entre ácidas muecas. Tiene práctica el muy bribón. Se saca el palillo a la velocidad de la luz.  Y se queda impertérrito mirando al frente, según la proporción áurea. Ha sido como una operación taquigráfica. Un esquema de acción.

Este cabrón me va a dar suerte:

–Oiga vd. invidente…

–¿Es a mí?

–¿Ve vd. cualquier otro ciego, aquí entre nosotros?

–Pues no. No lo veo. Pero pudiera haber algún otro escondido o qué sé yo…

–¡Deme un “muerto”!

Escoge a ciegas un boleto, lo dobla en cuatro. Escupe en el boleto (y me cae en las “crocs” chinas), lo frota contra la madera de la barra y lo dirige, empapado en cerveza agria, hacia donde se supone que se encuentra el interlocutor: YO. Lo cojo y me lo guardo en el bolsillo (¿en cuál? ESO ¡no importa! Importa que compro un “ciego” y me lo guardo!).

–Cantinero…¡Póngale OTRA banderilla al lotero. Esta la pago yo!

EL CANTINERO: ¡¡¡¡¡

EL CIEGO: ¿Lo jugamos a los chinos?

Bueno ha pasado la mañana de esta forma tan nuestra. No puede dudarse de que estamos en tierras de “brujas”.

De vuelta a la ría. Ahora parece que está subiendo. Cojo otra hoja del “Diario de Galicia” y me preparo una Melita. Unos chupitos de “El Afilador”. La guillotina (*). El pobre Luís XVI introdujo un perfeccionamiento decisivo: la inclinación de la hoja. Sus últimas palabras, huérfanas de gestualidad mayestática, fueron: “¡Ven Vds. como YO tenía razón!

Pequeños cúmulos, en rebaño. 



 El sol produce “a través del húmedo velo de las nubes una luz tenue, casi submarina, con sombras prendidas que se disolvían como el humo. Era la luz que Leonardo prefería, porque daba, según él, un encanto particular a los rostros femeninos”. Y esta luz era filtrada artificialmente con un toldo desplegable, según el gusto o la necesidad. El toldo cubría un patio rectangular de 10 x 20 codos, pintado de negro. Leonardo había dispuesto la escena en la casa de Piero Basto-Martelli, comisario de la Señoría. Florencia, naturalmente. Y allí acudía la señora Lisa, de ascendencia napolitana y tercera esposa de Francesco de Giacondo.

Si se colocan vds. dándole la espalda al Baptisterio, se abrirá ante vds. la calle Martelli. La segunda casa a la izquierda. Allí fue retratada la Gioconda. Objeto de esperanzas incumplidas, caritativa, recatada, fiel, cariñosa madre (que no “madrastra”). En fin…todas aquellas virtudes que hacen de una mujer un monumento funerario. Leonardo alquilaba músicos y bufones para que las largas sesiones se hicieran más llevaderas. Le hablaba de Venus y tal… Pero ¡ni por esas! Un día de verano, tal como hoy, del año 1505, posó por última vez. La pintura quedó incompleta (Vasari). El pintor fue añadiendo toques impregnados de melancolía, hasta que decidió olvidarla, imbuido como estaba en el desvío del Arno y la “Batalla de Anghiari”. La obra pasó, con Leonardo, a la corte de Francisco I. Napoleón se enamoró de ella y la clavó en su dormitorio. En 1815 pudo ser contemplada en el Louvre.

Y allí estuvo hasta tal día como hoy del año 1911



 Era lunes, y como saben vds. el lunes es el día en que cierran todos los museos del mundo. A las siete de la mañana, Vincenzo Perugia, que había trabajado en el Museo y que conservaba llaves e indumentaria, se puso la gabardina blanca, propia del “staff”, entró como Perico por su casa, descolgó el cuadro, lo liberó del marco, lo enrolló y salió por donde había entrado, con el precioso botín oculto en la gabardina. En la pared dejó el vacío más famoso de la historia del arte. Frente a él, el vacío de I. Klein es una impostura… Aquel hueco batió el récord de visitantes. La gente hacía colas que llegaban hasta Vendôme, para ver ¡Nada! Fue de las primeras provocaciones artísticas, de un interminable y aburrido rosario de ellas. No nos olvidemos de Dorgelès.

Las peripecias que siguieron y el desenlace son conocidos por vds. Pero quizás no sepan lo que paso a relatarles.

Picasso, que había abandonado “Le Bateau Lavoir”, por un piso burgués en el Boulevard de Clichy, y que no sé por qué motivo le había dado por la comida sana y por el agua, se aburría sobremanera. Poco a poco, sin embargo, se fue acostumbrando a los fastos. Su único día divertido eran los domingos, cuando acudían los amigos: Salmon, Apollinaire, Max Jacob y, a veces, “Manolo”, que por entonces ya había “emigrado” a Céret.
Ya, “en cordada” con Braque, se había sumergido en la deconstrucción hermética de lo real. El verano anterior, en Cadaqués, había llegado al límite. Tocaba replantear el problema. Se decidió un regreso lento y cargado de experiencia, a la realidad. El verano de 1911, en Céret, se observarán los primeros detalles de este regreso (cubismo sintético)… ¡No digo más!

Picasso acude a la invitación de Manolo. Después acude Fernanda, Braque, su esposa y otros amigos. La estancia acabó de forma abrupta.



 El 22 de agosto los vespertinos anuncian el robo de “La Joconde”.  El 24, en “L’Intransigeant”, Apollinaire, olvidadizo, se queja de la poca vigilancia de los museos franceses (vox populi) y concluye “El Louvre está pero guardado que un museo español. Apollinaire ha cometido una imprudencia imperdonable.

Mientras tanto, Géry-Pieret, un “aventurero” belga, declara en las páginas del “Paris-Journal” que él había robado (1907) tres estatuillas ibéricas del Louvre (dos de las cuales fueron ofrecidas a Picasso que las compró por cincuenta francos y las “utilizó” para “Las señoritas de Aviñón”). Al mismo tiempo que publica su aventura, el “aventurero” ofrece la tercera estatuilla al diario, que la compra en vistas a la publicidad consiguiente y a posibles investigaciones posteriores.
Así las cosas es lógico que Picasso y Fernanda hicieran las maletas y se prepararan para lo peor.

Apollinaire, enemigo, en plan futurista, de los museos, e íntimo ex–amigo del “aventurero”, calibra exactamente el peligro: Son los sospechosos número uno del robo de la Monna Lisa. Va a recibirlos a la Estación y se dirigen raudos a Clichy. Los artistas tiemblan “como niños contritos y espantados”. Sólo Fernanda mantiene el tipo. ¿Qué hacer? Además, por si la cosa estuviera poco cargada, ¡son extranjeros! Y pueden ser expulsados del país.

B. Cendras lo cuenta de forma inmejorable: ¡léanlo!

Hacen planes para deshacerse de la mercancía. Fernanda (los artistas tiemblan de indecisión) les consigue una maleta grande y, amparados en la oscuridad de la noche, se dirigen al Sena, como descuartizadores peligrosos. Sus palpitaciones resuenan en un radio de 9 metros. Algunos cristales vibran, con vibración sospechosa. Sombras cruzan las calles. La pareja se pasa el fardo cada cinco minutos, con precisión asesina. Ya cerca de la corriente, oyen un ruido que sobrepasa el murmullo estable de la urbe. Espantados, vuelven a subir, con botas de siete leguas (*), hacia Clichy, con el fardo. Fernanda les sacó ropa interior limpia. Y volvieron al principio: ¿Qué hacer?...pero…¡peor!: había una solución menos. Los rosados dedos de la Aurora asomaban por Menilmontant. Fernanda les prepara una Melita con la página de “L’Intransigent”. Y fue entonces cuando les vino la idea definitiva (nada original): entregarían las estatuillas al “París-Journal” que, en beneficio de la publicidad, las devolverían sin citar nombres.

Y allí los tienes a las siete de la mañana, esperando a que abrieran las oficinas en las que trabajaba Salmon. Se hizo la entrega y ¡todo parecía concluido!
Pero…¡NO! El día 7 de septiembre fue detenido Apollinaire: Una semana en la “Santé” (no confundan vds. con “Une semaine de bonté”):

“Avant d’entrer dans ma cellule
Il a fallu me mettre un
Et quelle voix sinistre ulule
Guillaume qu’es-tu devenu”

También fueron a por Pablo. Y aquí vino lo imperdonable: Picasso renegó, por tres veces, de su compañero del alma: “Je ne connais pas de poète”. Finalmente todo se aclaró (pero la herida se había producido) y también Apollinaire, absolutamente inocente, fue sobreseído (Enero de 1912).  El “affaire” fue ocasión para que los fascistas de siempre, esta vez en la voz de Daudet, mostraran su desprecio por los judíos, extranjeros y “metecos”.

Apollinaire quiso hacer algo para ganarse el reconocimiento y la nacionalidad francesa: se fue a la guerra y volvió con la cabeza llena de metralla. Murió de la gripe “española”.



La Gioconda apareció en 1913: Convertida en mito.

Acabo la olla de grelos que me trajo Xosé y me dispongo a ver “La Banda Picasso” de Fernando Colomo. Bueno…¡entretenida!

Pongo el teletexto para comprobar el cupón. Lo saco. Lo despliego y… ¡está en blanco!

–¡Me cago en el ciego de los cojones!


                                                          Monna Lisa sigue sonriendo.












RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...