Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta Vaché. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vaché. Mostrar todas las entradas

domingo, 2 de febrero de 2014

Propuesta para hoy, día 2 de febrero. "Maison de les amis des livres", "Shakespeare and Company" y "Ulises".


(Asteriscos * remiten a Efemerísticas Razones)

La foto tiene la belleza chispeante de la que hablara Lautremont. Y convulsa, como le gustaba decir a Breton. Marilyn abría el libro al azar, como los santos antiguos, y "echaba suertes". La imagen reúne de forma primorosa la alta y la baja cultura, de tal manera que quien elija se privará de parte del paraíso.


Fue tomada la misma primavera en la que murió, harta del síndrome de Ménière, Adrienne Monnier (1955).

En el París desolado de 1915, el 15 de noviembre y en el 7 de la Rue de l'Odeon, Adrienne Monnier abrió una librería misericordiosa. No hubiera dejado de ser un mera insensatez, como tantas, de no haber sido por lo que fue. "La Maison de les Amis des Livres", se convirtió en Centro de Día (y de noche) de todo el amplio espectro de la inteligentsia parisiense de la época. Allí, mientras Breton leía un número de "Les soirées de París", se le presentó Aragón. De esta manera quedó conformado el comando "los tres mosqueteros". Sin Adrienne Monnier no hubiera existido la Sylvia Beach que conocemos, y sin Sylvia Beach la magna obra de Joyce hubiera sido privada de parte de su áura. Y tampoco sabríamos de la pasión de Valéry por la nuez moscada. La librería cerró en el 51.



Breton: "A.M. ha hecho de su tienda un lugar de encuentro intelectual más atractivo del momento... Las amables pinceladas que puede introducir en la conversación, las oportunidades que le da a la gente joven, e incluso las provocativas maneras de sus gustos: no le faltan cartas de triunfo en las manos".
A. Mannier correspondió, con su deferencia y bondad connatural: "Su belleza no era angelical (graciosa), sino arcangelical (seria)." Bueno, cuando uno sigue leyendo no sabe muy bien en qué consiste esa hermosura...

Fue el sitio al que nunca llegó Vaché: "TE ESTOY ESPERANDO" le escribió Breton (1919). Lo umorístico del caso es que el destinatario había sido encontrado muerto el día de la epifanía, y desde la nada de Nantes pudo haber exigido ¡SOY YO QUIEN TE ESTÁ ESPERANDO, IDIOTA! La carta-collage fue escrita en la librería de la Monnier. La lectura a la que había sido reclamado, no tuvo lugar. (ver Propuesta del 6 de enero).

Jamás había oído aquel nombre, ni el barrio de Odéon me era familiar, pero algo irresistible dentro de mí me atrajo hacia el lugar donde iban a sucederme cosas tan importantes. Crucé el Sena y pronto me hallé en la calle de l’Odéon. Al final de la misma había un teatro que podía recordar a las Casas Coloniales de Princeton y, hacia media calle, en el lado izquierdo se veía una pequeña librería de color gris con las palabras “A. Monnier” encima de la puerta. Contemplé los atractivos libros del escaparate y, escudriñando hacia el interior de la tienda, vi todas las paredes cubiertas de estantes llenos de volúmenes recubiertos de ese brillante papel de celofán con que están forrados los libros franceses mientras esperan, generalmente durante largo tiempo, que los lleven al encuadernador. Aquí y allá había también interesantes retratos de escritores. (...) Adrienne Monnier era una mujer robusta, rubia y blanca como una mujer escandinava, de mejillas sonrosadas y pelo lacio peinado hacia atrás desde la frente. Sus ojos eran muy llamativos, de un azul gris indefinido, ligeramente saltones recordándome a los de William Blake, y su aspecto era el de una persona llena de vida". (Sylvia Beach: Shakespeare and Company).

Claude Roy, que por entonces era casi un bebé, la recordará así:

"monja discretamente budista, era redonda y rústica, vestida con sayal gris y pañoleta de lana cruda, de ojos azules dulcemente obstinados y mejillas como lavadas con jabón de Marsella" (Claude Roy).

Aunque la gloria postrera se postró ante Sylvia, es Adrienne quien la merece en mayor medida. Abeja que libaba de flor en flor. Madre y librera. Santa de la hermandad de los desamparados. Lo que pudo acabar como un turbio y subterráneo duelo* borgiano, se convirtió en una historia de amor y solidaridad que no debe olvidarse. "El día 2 de febrero de 1964, Clara Glencairn murió de aneurisma." y "Marta comprendió que su vida ya carecía de razón."

Sylvia llegó a París, desde USA, en plena guerra, como punta de lanza de la avalancha posterior. Empieza la relación con Adrienne y en el 19 abre, con ayuda de su querida Monnier, su propia librería: Shakespeare and Company. Antes de instalarse en el nº 12 de rue de l'Odeon, frente al hogar-librería de Adrienne, había ocupado el 8 rue Dupuytren, justo donde, en consonancia con los tiempos, se ha instalado un establecimiento de cosmética bio, y antes había sido una lavandería. Así se repartieron el trabajo: una de las letras francesas y la otra de las anglosajonas. La clientela era compartida. Ya que Monnier no pudo abrir una sucursal francesa en la gran manzana, Sylvia abrió una libreria americana en el barrio latino: Todo más fácil y más barato. Fue entonces cuando Satie compuso la "Marche de la Cocagne", himno oficial de los Potassons, como así se decían los clientes de Monnier.



Infórmense Uds. Infórmense.... Yo les ayudo un poco. Potasson: "variedad de la especie humana que se distingue por su gentileza y su forma de entender la vida (...) Cuando los potassons se juntan, todo va bien, todo tiene fácil arreglo, no hay que hacer mucho esfuerzo para divertirse, el mundo es claro, se atraviesa de una punta a otra, de principio a fin, desde las grandes bestias de los orígenes--las hemos visto, estábamos allí-- hasta el fin de los fines, donde todo vuelve a empezar, siempre con ganas y buen humor" (Leon-Paul Fargue).

Heminway, repuesto de su grave percance italiano, llegó a París recién comenzada la década de los veinte. Se instaló en el 74 de Cardinal Lemoine, en una esquina imposible, pero sus verdaderos hogares fueron el 27 de rue Fleury y el 8 y el 12 de la calle del Odeon, "que el viento barría"... El bigotito empezaba a crecer. Y su afición cutre a los toros, también. Gracias a estos ángeles, conoció a Pound, Fitgerard, Joyce... y gracias a la gorda, a Picasso, Miró, Gris... Se quejaba Ernest de la ausencia de restaurantes baratos por su zona. Bueno, pues...¡asunto solucionado! Aquello está atestado de establecimientos hosteleros. Incluso, podría, ahora, escoger entre el "Burro Blanco", frente a su casa y el "Bar Pepe", en la vecina Vaugirard., especializados en paellas y calamares, así como en rabo de toro y casquería variada (por encargo) y, como pueden inducir, establecimientos españoles abiertos en las prodigiosas décadas pasadas, aunque parezcan del neolítico.




Como ya habrán imaginado Uds. me encuentro a buen recaudo. La elección no ha sido fácil: El "Burro blanco", nada que ver con el burrito blanco ("Nadie") que Zo d'Axa presentó a las elecciones a la Asamblea Nacional en 1898, por el disparatado Montmatre de la época, está frente con frente con el bar "Descartes". Parte de mí, mi parte hispana y cateta (perdonen la redundancia), me empujaba hacia el cuadrúpedo albino; mi parte doctoral, ya casi olvidada, me susurraba que tomara una silla en el establecimiento del pensador. La decisión cayó por su propio peso: el "Burro" abre sólo por las noches. Así que aquí me tienen pasando un frío polar, cubierto de arriba abajo con mis prendas queridas y siendo el hazmerreir de todo el barrio. De nada vale que proclame el motivo de mi visita. Un mamarracho es un mamarracho.

Aquí no sirve nadie.

"Ese día (2 de febrero del año 1922) Sylvia Beach (...), estuvo paseando en París a lo largo del andén de la Gare de Lyon largo rato, inquieta, mientras aguardaba, envuelta por el frío aire de la mañana, la llegada del tren de Dijon. El expreso llegó a las siete en punto de la mañana." (Vila-Matas...pero podrían haberlo escrito Uds. mismos).

Sylvia no esperaba un cargamento de mostaza ni unas botellitas de Borgoña. Corrió hacia el revisor y le arrancó de las manos el paquete que el funcionario no sabía exactamente a quién entregar. Se evidenció que el revisor no había leído a Heminway (ni él ni nadie, por lo demás), pues, de lo contrario, hubiera dado enseguida con la destinataria que:

"Tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos tan vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba hacia atrás partiendo de su hermosa frente y cortaba a ras de sus orejas y siguiendo la misma curva del cuello de las chaquetas de terciopelo que llevaba. Tenía las piernas bonitas y era amable y alegre y se interesaba en ls conversaciones, y le gustaba bromear y contar chismes."

Pellizcó el papel de estraza y un rayo azul egeo se estrelló contra la gigantesca marquesina metálica. Azul y blanco, como la bandera griega. A fin de cuentas algo tenía que ver con todo aquello. Eran los dos primeros ejemplares de ULISES que, Sylvia, contra viento y marea (añádanle la inexperiencia), había decidido editar, y editó... pues cuando una mujer promete ¡cumple! Joyce (que también cumplía (años)) se desayunó con el tremendo tomo encima de la mesa.


Poco a poco la novela se fue convirtiendo en lo que es ahora y B. Shaw, V.Woolf (40 años) que está ocupada en "El cuarto de Jakob", y otros... tuvieron que ir comiéndose sus palabras poco a poco. Algunos años después, Adrienne la editó en francés. Djuna Barnes que había sido enviada a París para entrevistar a Joyce; cuando supo de qué se trataba, no pudo, apabullada, seguir escribiendo... hasta que el 1928 apareció su "Ryder". 


Es el año de "Tierra Baldía" del spengleriano Elliott, de la versión inglesa del "Tractatus", de "Babbit". Fitzgerard (26 años) está con su primera novela. Dos Passos está a un paso de acabar "Tres soldados". Cumming (28 años) convierte su experiencia de guera en "La habitación enorme". Pound (37 años) ya ha dado muestras de su filofascismo y se ha labrado un nombre. Faulkner (25 años) ha publicado algunos relatillos y poemas. Steinbeck (20 años) es demasiado joven. Gide (52 años) tiene en mente "Los monederos falsos". 
Pessoa inicia su correspondencia con Ofelia y Kafka la suya con Milena. Y miren Uds, el premio nóbel se lo concedieron a Juan Ramón Jiménes, poeta y pedorro: "Por la feliz manera en que ha continuado las tradiciones ilustres del drama español". Proust se estaba muriendo y la noticia acabó de hundirlo.

 Kafka, perdido en "El Castillo" e imaginando "Un artista del hambre" (1924), anota en su diario: "Felicidad de estar con la gente". Por la noche, quizás por ese exceso de optimismo: insomnio y pesadillas (o al revés).
...Y Breton, exactamente quince años más tarde, recibe los 1800 ejemplares de su Amour fou, insuficientes para calmar el hambre canina dela areja. la edición vagó por las estanterías durante cuatro penosos años.


Cuando me vengo a dar cuenta son las doce pasadas y estos son capaces de dejarme sin comer. Así que abandono la terraza y paso al interior. Se hace un silencio sepulcral, correspondiendo a lo que parece ser una momia del imperio medio. Una estufa conmemorativa. Mesitas para dos o cuatro. Grandes ventanales... y un cierto contagio de la estética hispana. Se ve que el "Burrito" y la "Casa Pepe" pegan fuerte. Elijo una mesa junto a la cristalera. Cuando me despojo de las prendas de abrigo, me quedo en nada. Los clientes, escasos, contemplan asombrados la transubstanciación. Junto a mí un cúmulo (¿túmulo?) de ropa- vieja-arte povera.

- Soyez bienvenue!- y deja sobre la mesa el libreto.

- Y que lo diga.... ¡un frío que pela!

- Alguna cosa de aperitivo?

- Déjeme que lo piense.

El camarero se mantiene impávido, inmóvil y lápiz en mano... dispuesto a anotar, de forma indeleble, cualquier palabra que, a partir de ahora, salga de mi boca. El silencio se espesa. Mi pedido parece que vaya a hacer época. Los clientes lo recordarán durante todas sus vidas: ¡Yo estuve allí...y lo oí todo!

- ¡Caracoles!... con mostaza de Dijon y una botellita de Borgoña.

Parece que esto le ha hecho daño: Contrae los labios, frunce el ceño, un espasmo le recorre, la punta del lápiz se quiebra...así empezó la primera guerra mundial.

- Bueno, pues lo que Ud. desee...¡y no se hable más!

Se retira y vuelve con un mantelito con la imagen de Descartes que afirma: "como, luego existo", sobre el cual deposita un plato con jamón reseco, salchicha seca, paté del Aveyron, más jamón y pepinillos en vinagre. Una hebra de pasta amarilla une los ingredientes formando un organigrama repulsivo.

- E, voilà. C'est l'assiette Descartes: con su jamón, su paté, sus pepinillos y su mostaza.

¿Estaré soñando? ¿Será posible que ésto esté ocurriendo a dos pasos de la casa de Heminway y en pleno siglo XXI?

- ¿Y el vino?

La ocupación fue una época terrible. Las libreras hicieron lo que pudieron para que los suyos no pasaran demasiada hambre ni demasiado frío. Monnier publicaba (en la zona sur) crónicas en Le Figaro donde daba cuenta de las penurias. Los libros escaseaban y las colas llegaban hasta el mismo Odeón. Se solicitaban los clásicos patrios, temerosos de que los alemanes los sacaran de circulación.

"¡Querida Sylvia! Gracias a ella, a los amigos que tiene en Touraine, recibimos un conejo casi todas las semanas. Incluso ha conseguido, tras un año de trabajo de zapa, procurarnos un pavo de Navidad."

Sylvia cerró su librería en el 41, por el asunto aquel del alemán que quería que le vendiese un ejemplar del "Finnegan's Wake". Antes de que volviera en plan teutón, Sylvia recogió velas. Cuando el militar apareció, no había ni rastro de lo que había sido una librería. Adrienne lo vio todo desde la cristalera de "Les amis des livres". Sylvia lo pasó mal. Empleó el tiempo en su amor por la Monnier y en poner orden en sus recuerdos.




Veo como el camarero atraviesa la sala con un plato de caracoles humeantes. No soporto más la rechifla. Así que yo también recojo velas y me dirijo a la "Casa Pepe". Tenía pensado tomar un Grand Marnier, pero ¡que se joda el basto!
Cerrada. Mierda. Me dirijo a Champolion y me meto en la Filmoteque. Escojo la sala roja, dedicada a Marylin. Blanco y negro. Clásicos japoneses. Lo ideal para una buena siesta. ¿Saben de dónde el nombre? ¡Del latín!: la hora sexta solar, o sea sobre las dos de la tarde. Cuando me despierto siguen los japoneses cortándose a rodajas.

Sylvia cuenta los combates de la rue Odeon y de cómo Heminway, tras limpiar de alemanes la zona, se dirigió a "liberar la bodega del Ritz".

En 1951 Monnier echa la persiana. Ese mismo año George abre en "Le Mistral" en el 37 de la rue Bûcherie, muy frecuentada desde el principio por americanos notables, entre los cuales, toda la generación Beat que no dudaban en convertirla en dormitorio. Y, ahora, por toda clase de bestizuelas.

En 1955, muere Monnier y Sylvia comienza a escribir sus recuerdos.

En 1962. Muere Sylvia Beach. Y George cambia el nombre a su librería: "Sakespeare and Company". Laure Murat afirma tajantemente que "no tiene nada que ver con la original (...). que no puede considerarse el heredero legal, ni moral ni espiritual de la señora Beach".
El retrato de Shakespeare que luce en el dintel, es el original que pintó Winzer para Sylvia Beach. Sylvia, la hija de George, ya muerto, como es natural, lleva el negocio...¡viento en popa!: café, tentenpié, libros, souvenir, préstamo, biblioteca.... y una hermosísima vista de Notre Dame: "No seas rudo con los visitantes, no vaya a ser que sean ángeles disfrazados." Adrienne los hubiera reconocido a cien leguas, sin necesidad de ese permanente recordatorio.




Me acerco a la Casa Pepe. La cola llega hasta la calle Descartes. Cuando me llega el turno, el caracartón de la puerta empieza a ponerme pegas: que si no he reservado, que si voy solo, que si le voy a joder una mesa, que dónde voy yo con esa indumentaria... Le digo que soy de la zona de Despeñaperros y que siento una nostalgia invencible, y que por la ropa... que no se preocupe que, una vez dentro, me la quitaré y pareceré otro.

-Bueno, por ser de donde es... ¡pero siéntese en aquella mesita que hay al lado del váter!

-Estoy hecho a semejante distinción.

(Parece el día de la marmota*).

Bueno, señores, aquello es impresionante de verdad. Muchas veces hemos empleado el adjetivo demasiado a la ligera. Hay que estar verdaderamente desesperado para una tarde de domingo, o quizás por eso, meterte en ese cúmulo de esencias patrias periclitadas. Una cabeza, apolillada, de toro lo observa todo con atención de muerto. Banderines del Sevilla. Una tremenda foto del Camarón. Banderitas españolas cruzando la estancia a media altura... justo para que te degolles. Jamones colgando con su cazuelita para las chorreras; cencerros, ruedas de carro, fotos, flores de plástico, jarras medievales, sillas de madera maciza, de esas que una vez colocadas no hay dios (?) que pueda moverlas. La barra... ¡Ay! ¡La barra!

Podría decirse, para resumir, que es el negativo (en todos los sentidos) de lo de Monnier. Salvando al Camarón, naturalmente.

A la hora establecida, cuando los clientes están hasta el culo de sangría y paella noctívaga, el que hace de Pepe, vistiendo una camisa blanca sin solapas, medio india, medio inca, se arranca con aquello de "Morena, la de los rojos claveles.....la reina de las mujeres... la del clavel español...", dos guitarristas, de negro, rasgan, uno, la guitarra y el otro, el requinto o guitarrico, denotando su origen aragonés. Todos juntos parecen un plato combinado de blanco y negro. Una rubia alta, delgada, vestido rojo ceñido, se levanta con dificultad y con dificultad, debido a los desperdicios, se lanza sobre Pepe. Pepe la coge por la cintura y empieza a darle vueltas sobre su eje: "Morena... la reina de las mujeres..." Sólo imaginar el paisaje que la rubia verá en sus circunvalaciones, da vértigo. El camarero me trae una Cruzcampo y una guindilla. Así pasan las horas. Al cierre, Pepe, emigrante de los setenta, da rienda suelta a su vena melancólica y nos deleita con un pasodoble de creación propia en que manifiesta su nostalgia y deja constancia de que no todo ha sido un camino de rosas. Y así acaba, de esta forma tan melancólica, acaba la velada.

La Cruzcampo está caliente y la guindilla, fosilizada.

Los del Colegio de Patafísica hubieran fundado, sin duda, su Colegio en esta cueva, en vez de hacerlo en "La Maison de les amis des livres". Lástima que en el 48 el verdadero Pepe aún no hubiera levantado este emporio del mal gusto (y sabor).

A Sylvia Beach

¡Te saludo, oh mi hermana nacida allende el mar!
He aquí que mi estrella se juntó con la tuya,
no fundida en el fuego del primitivo sol,
mas viva, exacta y nueva en su gracia extranjera,
pródiga de tesoros que recogió en su curso.

Atenta a las promesas que en los ojos del hombre
escribe nuestra Madre, cantaba, solitaria,
el brillo y el oriente de diamantes y perlas.
Ocultaba en mi pecho como un pájaro frágil,
la esperanza medrosa que se nutre de mieles.
Consagraba al pudor, cruzados lienzos blancos,
la conciencia naciente bautizada con llantos.
¡Gracias a ti, oh hermana, puedo escapar, ahora,
a esos tormentos, a esas miserias y pesares!
Recobro ya mis fuerzas, y si amo la Noche,
si escruto todavía sus últimos terrores
es para madurar la paz de un día postrero.

Ya nos ve Mediodía una frente a la otra
de pie en nuestros umbrales, al borde de la calle,
suave río de sol que tiene en sus riberas
nuestras dos Librerías.
Tras la labor levanta Mediodía tus manos
y las mías, es hora de almuerzo y de silencios,
y aviva los destellos, en las señas que hacen,
de la llama que esconden aún nuestros países




"Les heures chaudes de Montparnasse", Jean-Marie Drot.

































miércoles, 11 de diciembre de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 11 de diciembre. SEGUNDA SERIE. Musidora y los Surrealistas. El infame Cañero.





Dios (Estado) creó la Idea de “Guerra” y toda su dialéctica interna. La Idea se desplegó y dio a luz a la Idea de “Primera Guerra Mundial”. Los proletarios del mundo la implementaron como historia. La claridad de la Idea se vio enturbiada por las minucias de la materia. Todo estaba previsto en la Lógica, pero Marne reveló como ilusoria la “victoria rápida”… y empezó la guerra de posiciones. ¡Hala! ¡A cavar trincheras! Y cuando estuvieron cavadas y dispuestas para un tiempo indeterminado, surgió el problema de con quién soñar para soportar el aburrimiento, pues la cosa iba para largo. Algo que no estaba previsto en la dialéctica de la Idea.


Esa necesidad recorría el frente. Tampoco las ciudades iban sobradas. La euforia se trocaba en depresión.

Todo esto lo contaba con gracia andaluza “el del tabardo”. Mi asombro no tenía límites ante tanta erudición y profundidad teórica. Las cazallas volaban como ráfagas. El tremendo tres cuartos descansaba, como una res abierta en canal, sobre dos sillas. 

Feuillade se posicionó en la primera fila del Folie Bergères, dijo, oteó la escena y dio con lo que andaba buscando… ¡una verdadera bomba!  




Mientras… André Breton, que se había apuntado en la Escuela de Medicina, hacía de enfermero militar en la Enfermería Municipal de Nantes, descubre a Rimbaud y éste le muestra la teoría de la pasión… y su prima Manon, el bochorno de la práctica.
Apollinaire. Fin de Maintenant... Y recién empezado el 16 conoce a ¡Vaché!, que ha acudido a la Enfermería a curarse una pierna, como Rimbaud. Lo de Rimbaud era tumor. Lo de Vaché, umor




Y, como decía antes, el tal Feuillade, dio con lo que andaba buscando: una mujer de bandera, ágil, misteriosa, valiente, desprejuiciada, inteligente… y dispuesta a vestirse de murciélago. Ideal para dulces sueños y pesadillas de los frentes aliados. Y para hacer llevaderas las tardes ciudadanas. Feuillade, ya conocido por la exitosa serie cinematográfica Fantomas, la contrató para encarnar a Irma Vep (anagrama de “Vampire”). Y así nació la primera vamp de la historia.


Vaché y Breton se aficionaron a lo que podría llamarse el cine-collage: entraban en un cine, veían un trozo de película, salían, entraban en otro, veían otro fragmento y así pasaban las tardes. Si se trataba de una de las diez aventuras de “Vampires” se la tragaban entera. La admiración por Musidora (1889-1957), pues así quiso ser llamada Irma Vep, nacida Jeanne Roques, perduraría siempre. Es claro que Musidora era una gran lectora, entre sus preferidas: Gauthier. "Fortunio" (¿qué si no?) fue su fuente de inspiración.

Vuelto Vaché al frente, Breton siguió frecuentando a Musidora, esta vez con Aragon y Soupault (“los tres mosqueteros”, como los calificó, en un arranque de inspirada fantasía, Valéry). Para él, personificaba una mezcla de sexualidad y muerte que pronto recibiría el nombre de “erotismo” (o “morbo”)… En la estela de la americana Theda Bara o de la mismísima Tristouse Ballerinette.

 Musidora es en verdad la mujer moderna… La figura que representa es lo opuesto a la conciencia.” (A.B.) “Es la fealdad y la belleza; es como todo lo que amamos hoy día” (G.A.) “La décima musa” (L.A.)

Esa mezcla de sexualidad, novedad, misterio, peligro y transgresión, se convertiría en la misma base del concepto surrealista del amor y en la directa inspiración de Última de las Creaciones Dadá, aportación de Breton a una de las provocadoramente aburridas, por previsibles, sesiones Dadá-París. Era octubre del 16. 

Si miran en la Wiki, podrán ver los 10 episodios y concluirán por Udes. mismos. La que va vestida con leotardos negros y que sobrevuela la escena en los momentos más insospechados… ¡esa es!

Musidora no se conformó con eso, siguió con la dirección, la producción, la escritura, la escultura, la pintura… 

… Y mientras tanto, déjeme que le cuente, dijo echándose al coleto la enésima copa de cazalla, la tal Musidora tuvo una aventura o un romance, como lo llamábamos, con un personaje siniestro, con un hijoputa redomao que quiso, al final de su vida, ponerse a bien, también, con la corte celestial y regaló, o cambió, qué sé yo, unas tierras al Ayuntamiento. Y aquí estamos. ¿Cómo se prendó del señorito?... ¡Pues, no lo sé! Pero sé otras cosas…

–¿Qué edad me echa Ud.?–Preguntó de sopetón.

–Así, después de comer y con las cazallas, pues… unos sesenta y cinco pasaditos.

–Dio en el clavo: 74 y medio. Nací en el 38.

–El medio pa los burros ¿n’est-ce pas?

–¡Pues, sí! ¡Pues, eso! Con la edad que tengo he visto muchas cosas y las que no he visto me las contó mi padre y mi abuelo, que trabajaron para esa bestia en su finca de Viñuela…  y antes.

El señorito era Antonio Cañero, continuó. Nació en el número 31 de la calle Puerta Osario, nada… a cuatrocientos metros del Cristo de los Faroles, el 1 de enero de 1885; su padre, Manuel, era un militar de cierta importancia y se dedicaba a los caballos, algo que esta gente lleva en la sangre. Todos los hijos fueron caballistas. Estoy por decir que todos salieron con un belfo un poco equino. Nosotros también teníamos animales, no crea: una yegua y un burro, pa las faenas del campo n'est-ce pas? Lo suyo era otra cosa.

El tal Antonio, que era el más pequeño de los hijos, fue siempre un mimao. Y quizás por eso siempre mostraba tanta corajina cuando le llevaban la contraria. Se aficionó a los toros (y al ejército) y a punto estuvo de quedarse sin piernas, precisamente por los años en que Musidora triunfaba como Irma Vep. Por mí como si se hubiera muerto. Pero no se murió, no. El ejército lo aceptó. Y hacía las dos cosas. Y supo, con el tiempo, conjugarlas, como ya verá Ud.






Como el toreo a pie no le iba bien, es más, amenazaba su vida, se pasó al rejoneo. Por entonces Musidora, enamoradas del sur (aunque para nosotros sea norte) estaba dirigiendo, produciendo y actuando en el País Vasco. Nada, una película de carlistas, La capitana alegría, ella muere al final. Lo curioso es lo gran caballista que era. Como he dicho, le gustaba el sur, así que se fue a Andalucía a rodar películas de toros y tal… y así, supongo, fue como conoció a Antonio. Las películas no están nada mal, no crea. Pero ver a la bestia parda de Antonio actuando, porque Musidora le convenció de que valía pa eso…, es que te dan ganas de pegarle fuego a la pantalla. 




Hizo dos películas, Sol y sombra… que no sé si se refiere a las circunstancias del redondel o al mejunje mañanero, al que supongo aficionado al funesto Antonio, que, por cierto, hacía de galán… ¡galán! El éxito de la película la animó a rodar el documental-ficción, pionero, Tierra de toros, rodada en las fincas del susodicho (y del Lagartijo, apodado El Califa)… y con los caballos del mismo. Él, por entonces, ya era una figura del rejoneo moderno, vanguardista. Los dos estaban en la cresta de la ola. Triunfadores (¡22 festejos en el 22 y 60 en el 24!). Amantes. Hasta que el hijoputa abandonó a la mujer por una princesa rusa… ¡princesa rusa!… habría que ver qué princesa rusa era esa, cuando, como Ud. sabe, los bolcheviques habían liquidado a la realeza. ¡Princesa rusa! Musidora lo pasó mal. Pues al abandono le acompañaba la penuria. 



–¿Y cómo era eso del rejoneo moderno, vanguardista?– pregunté con una cierta aprensión, pues veía que su discurso podría alargarse hasta la cena.

–Pues, mire Ud. – Miré y continuó. Lo que me contó fue más o menos lo siguiente:

Antes de Antonio se rejoneaba al estilo portugués, dijo. Antonio introdujo el estilo andaluz, con traje campero y sombrero cordobés. Implantó los tres tercios, normales en el toreo a pie; poner las banderillas a dos manos desde el caballo; matar con estoque desde el caballo (y si no lo conseguía, remataba la faena pies en tierra y acababa con el animal a sablazo limpio). 

Ha sido escrito: “Nadie antes que él supo unir la gracia majestuosa de la jineta con la valerosa gallardía del lance taurino”.

Está de más decir que hizo las Américas, los Portugales y las Francias. El trabajo se le amontonaba, así que pidió la retirada del ejército. ¡Ay! ¡Ay!

El rejoneo, sabe Ud. ha sido cosa de señoritos sin alma. Las garrochas siempre se han usado, pero eran para conducir al ganado… ¡no para matarlas! El rejón es otra cosa, es algo vanguardista, moderno. Casi de la escuela de Stanislavski. Cuando mi padre me contaba los destrozos que hacía, sólo ensayando, en las pobres reses, me comían los demonios.



A todo esto, la llegada del cine hablado, acabó con Musidora… ¡lo que le faltaba a la pobre! Por suerte era valiente e instruida no un bruto como Antonio… aunque de algo cojearía ella cuando pudo enamorarse de ese malafollá. Así que se pasó a la pluma. Y no lo hacía mal. Quizás influyera su amistad, ¿qué digo amistad? ¡faternidad!, con Colette, a quien, por cierto, enseñó a nadar. Bueno, este detalle no viene mucho a cuento, pero fue así. Fue cuando la guerra aquella que ha aparecido al principio. Las dos y la Moreno vivían en una especie de falansterio femenino, demasiado avanzado para la época.


Bueno, pues eso, que la llegada del cine sonoro le dio la puntilla… ¡y los años! Ya no estaba para ir con esas mallas apretás.

Aun así, fíjese Ud., sus amigos surrealistas pensaron en ella y escribieron para ella una especie de sainete El tesoro de los jesuitas con el que querían homenajear (mujenajear) a su “décima musa”: Aventuras, alguna muerte, ambiente vintage… y tal. Ensayaron y ensayaron, incluso en el hotel donde se hospedaba Musidora, pero todo quedó en un proyecto. Todos los personajes tenían como nombre anagramas de “Musidora”.

Que cuándo ocurrió eso. Pues, ya le digo, en el 28, cuando lo del sonoro y tal. Aquel verano sería inolvidable para Aragon. Suerte tuvo el burócrata. Fue, siguiendo a su novia, a Venecia, pero ella se largó (y ¡bien que hizo, creo!) con el pianista negro del establecimiento. Y, al mismo tiempo, en París, un amigo al que había encargado vender un Braque para sufragar los gastos, lo vendió; sí… pero se quedó con el dinero y se fue en pos de una tía. A Aragon sólo le quedaba dinero para un tubo de barbitúricos. Se los zampó, y, cuando estaba a punto de exhalar el último aliento, en prosa, lo descubrieron y lo devolvieron a la vida. Cuando volvió a París, destrozado sentimental y económicamente, se juntó con Breton, que tampoco estaba para echar cohetes, e idearon la cosa. Al final Musidora aún tuvo un poco de suerte. La colocaron en la Cinématéque Française, n’est-ce pas?

–¡Ud. me apabulla!

–¿Apabullar? ¡Ahora verá Ud. lo que es apabullar! Recuerde que ha sido Ud. quien me ha preguntado y pedido explicaciones. Yo iba tan tranquilo a tomarme una cañita a la plaza cuando he oído que me llamaba. N’est-ce pas?

–Y ese toque afrancesado?

–¡Ná! Restos de las vendimias.

–¡Mozo! ¡Tráiganos otra botellita!

-- Agárrese fuerte a la silla, porque lo que viene es la hostia.

Viendo llegar la magna oportunidad de dar un paso más en el rejoneo moderno, vanguardista y, coincidiendo con su retirada de los ruedos, pidió reingresar en el ejército. Lo hizo con el grado de teniente de caballería, como era natural. 

Ha sido dicho: "Al Algabeño y a Cañero los he visto yo tirotear con fusiles de montería a los presos de la cárcel de Antequera, donde yo estaba de guardia..."  Bueno del Algabeño no hablemos… ¡era mucho peor! 

Tirotear entra dentro de lo comprensible; si de tirotear a presos se trata, la cosa se hace más difícil, pero lo que le contaré supera todos los límites de la crueldad, sólo comparable con la que implementaron, ¿se dice así?, los nazis. Pero Cañero fue pionero.


Cañero y su batallón que, por cierto, recibió todo el armamento e impedimenta del mismísimo Queipo de Llano, recorrían los campos al amanecer rejoneando virilmente a todo aquel sobre cuyo nombre hubiera recaído una sombra de sospecha de rojo. Cañero demostró su experiencia. Hasta el culo de sol y sombra y de cocaína. Sólo pensar en el ruido de las monturas se me ponen los pelos de punta. Entraban a las casas de campo, sacaban a sus moradores y entre todos los lanceaban como al toro de Tordesillas. En Baena, haciendo honor a su segundo apellido, se empleó a fondo y su recuerdo perdurará por los siglos de los siglos.

 ¡Dele dios (¿) mal galardón! 

 “Guardias rurales, aperadores de fincas, señoritos aficionados a la equitación.” 

Como la Cruzada de Pedro el Ermitaño. Aquellos años las rapaces engordaron.
Paulino Uzcudun hacía otro tanto por las costas vascas.
Después se integraron en el batallón Gran Capitán formado por "falangistas, jóvenes de acción popular y otras procedencias oligárquicas".

Vamos un genocidio en toda regla.
Todo lo que le cuento de este hijoputa lo tiene escrito Moreno Gómez.

... Seguía en la cresta de la ola. Héroe nacional. El corazón, cosa rara, empezó a fallarle y se retiró a su finca de Viñuela. De esta manera el mundo se enteró de que Antonio tenía corazón. Aun así ejerció como concejal en el ayuntamiento de Córdoba. 


Viéndose con un pie en el estribo, y siguiendo ancestrales costumbres, se preparó para bien morir. Entre unas donaciones de tierras que hizo al obispo Fray Albino y unos arreglos que consiguió con el ayuntamiento, se empezó a construir el barrio, éste, que lleva su nombre. Acudieron familias desheredadas, humildes de la tierra y, poco a poco, fueron habitando las casas sociales. Antonio murió antes de ver florecer el barrio. Estaban con los desmontes y movimientos de tierras. Murió el invierno del 52 y a su entierro solo asistieron los cuatro caballos enjaezados que conducían el vehículo y los curas de San Lorenzo. ¿Qué quiere? ¡Así es la cosa! Y seguramente los caballos irían obligados o engañados. Es en estos casos cuando echo en falta la existencia de dios (¿).
Para más mortificación, el ayuntamiento de Córdoba, presidido por Herminio Trigo de Izquierda Unida, bautizó la plaza del barrio con el nombre del verdugo. 


–¿Y la gente qué dice?
–Pos hay de todo. Hay algunos que vomitan por las esquinas, hay otros que están contentos y otros que prefieren no remover la mierda, dicen. Pero, vamos algo se va haciendo. El otro día, sin ir más lejos, hicieron limpieza en el Museo Taurino. De todas maneras el barrio es un barrio popular, como Ud. mismo ha podido comprobar y, es más, ha sido decisivo en la elección y mantenimiento de ayuntamientos de izquierdas. Nosotros mismos hemos tenido que acabar de poner en marcha los servicios que dejaron sin acabar. Y le digo más, fuimos los primeros en crear una asociación de vecinos, pero de las de antes, ¿eh?

El tabardo se había dormido de forma trágica. Parecíamos el contenido de sus sueños. En un momento determinado mi compañero pidió la cuenta:
–¡Niño! Si se debe algo dilo, que ya pagará aquí el guiri.
–¿Guiri? Pero… si soy de Barcelona.
–¡Pues eso!
Era noche cerrada cuando salimos de la bodega. Brillaban las estrellas; sin embargo el suelo de pavés estaba húmedo y brillaba con brillo mate, como de navaja tras cortar una loncha de jamón serrano. Nos despedimos delante del tonelete. Yo me dirigí a la plaza y mi contertulio, embutido en el tremendo tabardo, se fue en dirección contraria, siguiendo la calle de Lázaro Navajas.
En la plaza esperaban mis Custodios. Silleta de la reina y… ¡a casa! Cuando sobrevolábamos Albacete, Chiara, señalando con uno de sus preciosos dedos un puntito brillante, dijo: ¡Mirad!... ¡La estrella de Sam Cooke!




         Cañero,
ya que has caído tan bajo,
ponle una moña a Cascajo
en lo alto del lucero.
Entre los cuernos fascistas
Cañero rejonea.
Entre cornudos de pista
la jaca caracolea.
Capitán de chulería,
señorito picador,
si afino la puntería,
no habrá rejoneador.
Llena las calles de Córdoba
con regodeos de los finos;
fascistas de a caballo
entre escuadrón de asesinos.
Majadero de cuatro patas,
caballista de tronío,
comandante de las ratas,
traidor de mucho sonío.
Todo lo debes al pueblo;
hasta tu nombre, Cañero.

Prepárate a devolverle
nombre y vida, majadero.


Pepe Tito, uno de Caballería, Venceremos, Jaén, 30-8-36).

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...