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martes, 26 de febrero de 2013

Propuesta para hoy, día 26 de febrero (o 24 de marzo). TERCERA SERIE. “Louise”. Lenin-Trotsky. Mahler. Stendhal.




La vida de un revolucionario es muy dura: multas, cárceles, torturas, destierros, exilios e, incluso, los hay que la venden (cara) por el bienestar de la clase. Dentro de este cúmulo de sufrimientos puede seleccionarse un momento que, por su especial crudeza o significación, se convierte en emblemático. 
Aquella tarde noche del 8 de ventoso, día de la violeta, fue uno de esos momentos. 


1.
Yo ya he tomado asiento en Le Marivaux, en la esquina con Boulevard des Italienes. Estoy en un taburete alto y me he apropiado de una mesita unipersonal, alta como un candelabro gigante. La Opéra Comique ocupa la manzana de enfrente: Rue Marivaux, Rue Fauvart, Boulevard y Place Boieldieu, donde se encuentra, como ya saben, la entrada principal. Es toda una institución pre revolucionaria. 


–Bonjour, Monsieur, ¿no querría subir al premier etage para degustar uno de los platos de nuestro “menú simpático”?– me dice el camarero que debe ir a comisión.

Preferiría no hacerlo.
 
Es que aquí, en esta mesita, no cabe más que el cenicero…

Es lo que quiero, fumar. 

Resignado, con esa resignación ofensiva que muestran los camareros de la ciudad de la luz, se retira y trae la carta. La deja sobre el cenicero y hace mutis por el foro. Después de tres cigarrillos, aparece.

–¿Se ha decidido ya el señor?

–Yo tengo la decisión tomada desde siempre: ¡Caracoles!

–Je suis vraiment désolé, mais nous n'en avons plus

– Pues yo estoy oyendo sorber caracoles… 

–Debe ser alguien que se está sonando de forma fastuosa. 

–Mire, buen hombre, no estoy para bromas. Así que me trae caracoles o arranco el taburete y lo estampo contra la cristalera. Soy un hombre violeto (perdón. violento) y me importa un comino las consecuencias de todo. Ah, por cierto, rocíelos con cominos….¡¡¡ y una botella de vino!!!

Así, de esta forma tan agradable, empiezo a rememorar… como un rumiante. 

Mis Custodios se han llevado al perro y se han marchado a la cima de Montmartre. Mis Arcángeles son invisibles, pero el perro no. La ascensión de Hegel al techo de París ha parecido una recreación de un cuadro de Chagall.



2.
Lenin, tras su destierro en Siberia y demás, recaló en Londres, que prefería a Ginebra por diferentes motivos, entre ellos su irregular relación con los “viejos” de Iskra. Para el verano estaba anunciado el II Congreso (en realidad, el I). Allí Lenin combatiría a los “blandos”, que preferían un partido de masas, abierto a cualquiera que simpatizara y cotizara, y a los “economicistas”. Lenin, “duro”, quería un partido de militantes férreos dispuestos a una obediencia ciega y a un trabajo allí donde el Partido los necesitara. Bolcheviques y Mencheviques, avant la lettre. Además estaba el tema de la revista: la correlación de fuerzas y la conveniencia, o no, de lanzar otra revista de “divulgación” que sería distribuida en Rusia…Trotsky había sido llamado a Londres y allí estaba. Lenin quería utilizarlo para desequilibrar la balanza…


En fin, a lo que iba. A finales de febrero de 1903, Lenin fue invitado a dar unas conferencias en la antigua Escuela Superior de Estudios Sociales de París  sobre “El desarrollo del capitalismo en Rusia”.

¿Cómo pueden permitirse I. Ramonet y R. Chao errores tan significativos como decir que las conferencias fueron en diciembre del 1904, si el II Congreso había sido en la primavera el 03? Confunden de forma desordenada las dos estancias de Lenin en París: la primera circunstancial y breve y la segunda un poquito más larga y tal. Tal confusión les lleva a firmar que Lenin se compró, durante las conferencias, un Panamá semejante al de Plejánov. No, no señores, Lenin se compró el famoso sombrero de jipijapa en su segunda y mucho más larga etapa… y, para colmo, confunden Génova con Ginebra… ¡Seriedad señores!
Lo primero que hizo fue comprarse unas botas presentables (¡no un sombrero!) Y lo segundo, tras castigarse los juanetes durante horas, quitárselas, maldiciendo el despilfarro.
Las conferencias fueron todo un éxito, sobre todo económico. ¡100 francos!  Y aún le sobró tiempo: “Acabada la tercera conferencia, pronunció un informe político sobre la cuestión agraria, creo que en el número 110 de la rue Choisy… se trataba del programa agrario de Iskra (L.T.). Después tomaron un café y tal. Trotsky, acompañado de su compañera Sedova, también se encontraba en París dando conferencias. La misión había sido cumplida de forma muy satisfactoria.
El último día, Sedova (¿quién sino?) preparó una sorpresa: ¡los llevaría a la ópera! 




Lenin, desperdiciado su cartucho, vuelve a su calzado habitual. Trotsky llevaba unos zapatos con la suela más fina que una loncha de mortadela. Así que cuando vio que Lenin arrojaba las botas lejos de sí, se lanzó como un lebrel. Se vistieron lo mejor que pudieron y salieron en comitiva hacia le Boulevards des Italienes. Puede asegurarse que Mártov también engrosaba la comitiva. Lenin pensó que la cartera con los documentos de las conferencias, sería, a falta de foulard, un buen complemento. Ya se había decidido el traslado de Iskra a Ginebra y todos, por decirlo así, estaban de camino… Pero Trotsky, hombre… ¡esas botas no son para caminar!

Fueron, pues, a la Opéra-Comique… y si fueron a la Opéra-Comique sería porque Natalia pensó que lo que allí se representaba valía la pena o, por lo menos, era muy comentado. Las dos cosas, creo.
Trotsky caminaba seguro y, como siempre, un tanto ufano. A su brazo se colgaba Natalia. Mártov, cogido al brazo derecho de la chica, completaba la terna. Detrás, Lenin miraba envidioso las botas brillantes que lucía el “provinciano”.  Krupskaia se había quedado en Londres… 




Louise había sido estrenada el 2 de febrero del año 1900. En plena euforia pre-Exposición Universal. A estas alturas llevaba más de cien representaciones. En la década de los cincuenta, tras alcanzar las 1000 representaciones, fue entrando en declive, hasta desaparecer de cualquier ranquin. Es sentimental y verista en extremo. Intenta reflejar la vida y los problemas de la gente humilde de París. La verdadera voz del pueblo: tenderos, vendedores ambulantes, barrenderos… ascendía por vez primera a la “gloria”, también llamada “corbata”…  y lo hacía con respeto. Musicalmente no estaba en la onda, pero llegaba fácilmente al corazón de los parisinos que, aunque pobres, pudieran pagarse la entrada. Bien es cierto que se repartieron muchas entradas gratis y se hicieron sesiones solidarias. Charpentier (no, no es de Massenet) la compuso en Roma, mientras disfrutaba del premio Roma que, tres años antes (1884) había disfrutado Debussy. La obra le dio fama… pero no mucho más. Dedicó algunos años a la educación musical de niños pobres y el resto a deambular por las calles de Montmartre. Murió nonagenario.
Dejemos hablar a Leon-Paul Fargue: "(Louise), obra maestra topográfica, mapa de estado mayor musical que contine todo lo sentimental, encantador, latoso, ligero, ridículo, femenino y perverso que posee Montmartre (...) Charpentier, gran músico, supo captar a la perfeccción lo que tenía entre manos. Todo el paisaje montmartrés se encuentra en esta obra, con sus particulares formas, sus palabras, sus sombras y sus fantasmas. Nada evoca con tanto acierto París como esa lograda ópera que tan fácilmente podría haber caído en el olvido".

 
Trotsky, tal había sido su alegría, no cayó en que las botas le apretaban un poco más de la cuenta. Y cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. Lenin, tuvo la brillante idea de ir a la Opéra Comique pasando por la Ópera de Garnier y seguir por los Boulevards. No bastó que un viandante les dijera que no era ese el camino más corto. Lenin decidió, que, ya puestos, dedicarían la tarde-noche a la ópera. Trotsky empezó a pasarlo mal. Su orgullo, sin embargo, le impedía hacer ningún comentario. Todos notaron que andaba de una forma extraña. Natalia, más acostumbrada a él, se preocupó y así se lo hizo saber. Trotsky le quitó hierro a la cosa, diciendo que se le había metido una chinita en la bota. Pararon, hizo como que vaciaba la bota, se la volvió a calzar y volvió el martirio. Cuando llegaron al destino y pudieron sentarse, se descalzó. Y descansó.
Allí estaba, pues, nuestra troupe, en el gallinero, entre pedos fosforescentes, como diría Joyce.


Apenas se dio cuenta de lo que estaban presenciando. Sumido en su amargo y permanente dolor, se le humedecían los ojos. Lenin pensó que era por efecto de esta ridícula comedia socializante. Trotsky volvió descalzo siendo el hazmerreír de Lenin que, aprovechó el momento para tacharlo de “blando”. Ese momento fue el momento más tenso entre los dos camaradas, cuyas relaciones, pese a lo que digan los stalinistas, fueron correctas y, con frecuencia, íntimamente cordiales. Mucho más amables que con el hijo del zapatero que, a la sazón purgaba en Siberia. 

París, ciudad de la luz… ¡pues será por el Iluminismo!, pensó Lenin. La guerra comercial y legal entre el gas y la electricidad impidió que la troupe gozara de ese nuevo espectáculo nocturno. Las velas Yablochkov compartían espacio con las antiguas farolas de gas. Timisoara, por ejemplo, ya estaba completamente electrificada. Moscú, una isla en el Imperio, tenía tranvías eléctricos… Incluso Jerez, Comillas, Girona… habían completado su red eléctrica pública. Y no digamos Alemania, que vio en la electricidad algo más que un medio de iluminación y se aplicó a la producción masiva y su aplicación a la industria. Rathenau tuvo oportunidad (y la aprovechó) de aumentar su, ya de por sí importante, fortuna. París, era evidente, iba un poco retrasada… dado que se trataba de… ¡¡París!! 


Lenin y Trotsky pensaron, cada cual para sí, en grandes fábricas y en los miles de trabajadores que exigirían… y vieron posible saltarse alguna etapa de la historia.
Acabado este ejercicio de prospección, Lenin, recordó que era el cumpleaños de Krupskaia y decidió que le gustaría regalarle alguna cosilla, aun a riesgo de ser tachado de pequeñoburgués. Miró a Trotsky que había vuelto a calzarse y andaba de puntillas, y pensó que estaría bien llevarle unos zapatitos… o ropa interior, que nunca falla y de la que tan necesitados estaban todos. 


Louise, la reina de Montmartre, en cierta manera, lo había reblandecido. Y, alzando la voz, afirmó (con el comedimiento que le era propio): La obra carece de impulso revolucionario. “Louise” es una “Madame Bovary de barrio. Bah!, demasiado romanticismo, demasiado Wagner. Resulta populista, ingenua y epidérmicamente sentimental. Nadie respondió y la opinión quedó establecida. Él siguió pensando en la ropa interior… ¡y en las botas de Trotsky!...

–¡Donde esté la Apasionata de Beethoven…!– Resumió cuando volvieron a cruzar el Pont Neuf en dirección a su habitación en 3 de rue de l’Estrapade, donde, precisamente, había residido Diderot mientras fue director de la Enciclopedia, en la lejana época del Iluminismo.



3.
–Garçon! ¿no tendría por ahí una chimenea petroquímica de esas? Es que hace un frío que pela.

–Pues fume Vd., fume.

Cuando nuestra troupe cruzaba el Pont Neuf, Charpentier hacía la maleta para dirigirse a Viena, invitado por los Mahler…  y Ruben Darío era nombrado cónsul de Nicaragua en la capital francesa.


“Hoy fue un día excitante para nosotros. Tuvo lugar el estreno de “Louise”. Una obra de genio. Charpentier es un completo bohemio.
He hecho gran amistad con él. Sus modales no son todo lo finos que sería de desear. Escupe por debajo de la mesa, se come las uñas, llama la atención con una presión de su rodilla o con un codazo. Anoche me pisó el pie en nuestro palco, para llamarme la atención sobre la belleza de “Tristán”. Pero como todo eso se debe a su frecuentación de gente de muy otra clase, no lo tomo a mal. Es maravilloso”

Esta entrada del diario de Alma Mahler está fechada el 28 de marzo de 1903. Se equivoca la musa. El estreno vienés de Louise tuvo lugar el 24 de marzo y dirigida por Mahler, su marido. En efecto, el día anterior habían asistido al Tristán. El bueno de Charpentier había sido invitado por Mahler para asistir a los últimos ensayos y, naturalmente, al estreno. Alma se explaya.
De nada sirvió que Debussy (Prix de Rome del 84) afirmara: “(Esta ópera) sirve perfectamente para la necesidad de mezquina belleza y de arte imbécil que tantas personas reclaman… Es decir, toda ella es más estúpida que fea; por otra parte, la gente no ama mucho la belleza, porque es comprometida, y además, no se adapta a sus pequeñas y miserables almas…

4.
La ópera tiene sus peligros. Ópera y fuego firmaron una alianza hace tiempo. Este edificio que contemplo también, como es natural, ha sufrido los efectos del elemento cálido. Los dos más sonados: 1838 y 1887. Esto me ha venido a las mientes por el frío que cala los huesos.
El primero durante la representación de Don Giovanni


Hubo muertos, entre los cuales no se encontraban ni Rossini (¿seguía siendo director de la institución?, su Guillermo Tell es literalmente letal), ni Stendhal cuyo amor por Mozart en general y Don Giovanni en particular, lo convertía en aspirante al martirio. Por suerte estaba enfermo, o quizás lo simuló, con el fin de librarse del mortal aburrimiento de Civitavecchia  (hubiera sido como huir del fuego para caer en las brasas) y escribir la Cartuja de Parma. Por cierto, ¿han pensado Vds. alguna vez en el porqué del título? ¿Y en el de su pseudónimo, bueno en unos de los cientos de sus pseudónimos, aunque el más afortunado?
A la primera pregunta no puedo responder ahora: necesito mucho tiempo y mucho espacio. ¿Puede alguien explicar por qué B.Vian llamó Otoño en Pekin a su Otoño en Pekin? 
A la segunda, sí. De entre todas las respuestas, me quedo con la que más me gusta: Winkelmann, historiador, arqueólogo… había nacido en Stendal y murió, asesinado, en Trieste, ciudad en la que pasó Stendhal, infeliz, algunos meses como cónsul de la recién instaurada monarquía de julio (1830). Léanlo Vds. en Mayer.



El segundo ocurrió en 1887, durante el desarrollo del primer acto de Mignon, cinco días después del ahorcamiento de Alexandr Uliánov… ¿les suena?




 Ni Rossini, ni Stendhal tuvieron oportunidad de asistir. Charpentier hacía la maleta para ir a gozar del Prix de Rome, de donde volvería con Louise medio hilvanada. Por si sirve de algo decir que Charpentier pensó en componer una ópera complementaria y llamarla Julien, pues así se llamaba el amante de Louise… Y el héroe de Rojo y Negro de Stendhal.

Depuis le jour, ou je me suis donnée,
Toute fleurie semble ma destinée.
Je crois rêver sous un ciel de féerie,
L'âme encore grisée de ton premier baiser!
Quelle belle vie!
Mon rêve n'était pas un rêve!
Ah! Je suis heureuse! L'amour!
L'amour étend sur moi ses ailes!

5.
“Ya viene el cortejo
Ya se oyen los claros clarines…”

El perro, como una cometa de marzo, da giros impropios sobre el aire de París. Batir de alas, temblor de visillos, perfume de cadera de ángel… Ya están aquí mis Custodios.
Silleta de la reina y… ¡a casa!

Al día siguiente, 27 de febrero, Lenin entregó el paquetito, al que había añadido un ramito de violetas, a Krupskaia, que lo aceptó, además, como un anticipo de la muerte (27 de febrero del año 1939).



RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...