(Los asteriscos * remiten a razones efemerísticas)
Decorando la pared: una gran batalla naval (¿El desastre de Trafalgar (*)? Le preguntarían la razón, pero se imaginarán la respuesta y se contendrán. ¿No vendría más a cuento una reproducción de la famosa y más cercana “Batalla de Tordesillas”? Se imaginarán la respuesta y se contendrán. El local, por lo demás, está vacío. El mesonero se hará esperar. La desubicada pintura y la espera activarán el cajón de sastre en que se habrán convertidos sus cerebros. ¿Saben Vds. que Magallanes, tal día como hoy, del año 1520, descubrió el “Cabo de las Vírgenes”? ¿Qué vería Hernando para asociar una cosa con la otra? ¿Las moles heladas? ¿En qué pensaría el navegante? ¿Nostalgia? ¿Desencanto? ¿Despecho? Quizás, sabedor de que en República Dominicana celebran hoy “el día del poeta”, se lanzó en brazos de la metáfora… ¡Y así quedó la cosa!
Esta corriente “campinista” deriva de Williams Miller que, tras estudiar concienzudamente las profecías de Daniel y con el apoyo de las palabras del mismo Jesucristo, proclamó que la “Parusía” tendría lugar entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo del año siguiente. Su insistencia en este segundo “advenimiento”, dio nombre a sus seguidores: “Adventistas”. Llegó el 22 de marzo de 1844 y las calles seguían en su sitio; los pajaritos seguían en sus nidos y las amas de casa fregaron el suelo. Dios no apareció. Repitió los cálculos sobre la base del calendario ritual judío: ¡¡El 22 de octubre!! Amaneció el 23 de octubre, día de San Alucio y todo se juzgó como una colectiva alucinación histérica. Algunos se colgaron.
¡Vaya
por dios (¿)! Le tocó el turno a Schnitzler. La muerte te “rondaba”, como una cocotte. Se te entregaba como la “señorita Else”. Tal día como hoy, del año
1931, no pudiste resistir a sus encantos. Por suerte no viste la que se
avecinaba.
En
fin… ¡el muerto al hoyo y el vivo al bollo!
Tan
gran estudioso de la pasión amorosa y del “amorío”
dejó pasar, sin embargo, la transmutación de Juana de Castilla en “Juana, la Loca” y de Felipe, archiduque
de Austria en Felipe, en " Hermoso”
por obra y gracia de Luis XII.
Aprovechando
el magnífico tiempo, les propongo una excursión a Tordesillas. En siete horitas
(“On the road” (*) tomarán un bocadilo de atún con olivas) estarán bebiendo una
cerveza en su magnífica plaza mayor. Tendrán que esquivar los charcos de sangre
coagulada, restos de la masacre del mes pasado. Tendrán que compartir el sol y
el barril de cerveza con estos gallardos mozalbetes que se precian de
alanceadores. Tendrán que movilizar todas sus fuerzas para no ser abducido por
la memoria de Queipo de Llano. A cambio, una remembranza, un asado, y una noche
tranquila en el Parador de la localidad. Como es lunes no habrá problema.
Gozarán además de una luna espléndida, entrando, queda, en la decadencia.
También
podría proponerles una visita al “Guggenheim”
de la 5ª Avenida, con motivo de su 56 aniversario… ¡Abre los lunes! Y acepta la
“tarjeta dorada”. Y si tuvieran tiempo, bajarían por la 5ª y se toparían, al
comienzo del central Park, con “Tiffany’s”,
comprarían un corazoncito dorado (¡¿serà
per diners?!) y harían un poco el hortera en memoria del bueno de Edmundo de Amicis (*). Por cierto, ¿sabían
Vds. que aquella serie que hizo llorar a sus hijos o a Vds. mismos, “Marco, de los Apeninos a los Andes”,
está sacada de “Corazón”?
Pero
estamos en Tordesillas, provincia de Valladolid. ¡Y son las cinco en punto de
la tarde!
Aquí,
en medio de la nada, estuvo recluida, años y años… en el desaparecido Palacio
Real, Juana, a esas alturas, “la Loca”. ¿Loca? ¿Estaba loca de jovencita cuando se negaba a
asistir a los oficios religiosos? ¿Estaba loca cuando reclamaba el trono que le
correspondía? ¿Estaba loca cuando apoyó la causa “comunera”? ¿Seguía loca cuando se negó a confesarse, tras imponerle
los santos óleos? Le hubiera venido bien un tití,
tipo “Amedio”, que hubiera
entretenido sus eternas noches de invierno, de primavera, de verano y de otoño.
Tal día como hoy,
del año 1496, contrajo matrimonio con Felipe de Austria. Estaba claro que la
corte española no quería un rey extranjero. Así que entre padre e hijo la
declararon “irresponsable”. Parece ser que el marido era aficionado al “padel”. Y ya saben Vds. lo que pasó.
Esto me reafirma en mi convicción de que mata más el agua que el vino…
Bueno
pues, estamos en Tordesillas y, ahora, ¿qué hacemos? Lo de doña Urraca no viene
a cuento. Lo de la Beltraneja, tampoco. El reparto del nuevo mundo fue en
junio…No nos queda más remedio que buscar un sitio en el que zamparnos un
cuarto trasero de cabrito de la región. Nada más apropiado que el “Horno de asar los Duques”.
Así
dicho parece la mar de tentador.
Para
hacer hambre, se dirigirán Vds. hacia el Duero y saldrán a la plaza del Palacio
de Doña Juana. Se verán recompensados: en el mismo edificio que hace las veces
de “Palacio”, encontrarán un bar de
tapas una antena de televisión parabólica incluida. Pedirán un tintorro del
terruño:
–¡A
las buenas tardes!
–¡Buenas
las dé dios (¿)!
–Tendría
la amabilidad de ponerme un vino del “terroir”.
Sin
dudar, sacará una botella de debajo del mostrador y nos servirá una maceta de
tintorro. Sin añadir ni palabra, pero mirándonos a los ojos, depositará sobre
la barra un platillo con dos banderillas. Los castellanos son así, casi
místicos de tan escuetos.
–Oiga,
caballero…y esto de las banderillas es costumbre del poblado, o es una
aportación personal a la variedad local. Yo pensaba que aquí lo que se llevaba
era los morros de toro, las orejas de vaca, los callos de ternera o el rabo de
cornúpeta…
–Aquí
es costumbre empezar con las banderillas, para ir acostumbrando el cuerpo.
Se tomarán el tentempié en religioso
silencio. Y saldrán en dirección al Monasterio de santa Clara, no lo confundan
con el convento del mismo nombre. Entre el convento y la Iglesia de San
Antolín, se encontraba el Palacio real, acabado de destrozar por Carlos III y
su mano derecha, el murciano Floridablanca (*). Exactamente estaba pegado a la Iglesia-museo.
En su lugar, un edificio absolutamente vulgar, de ladrillo obra vista, de esos
que puedes transportar a Fortuna y nadie se daría cuenta. ¡De locura, vamos!
Darán un paseo por la orilla de Duero. Harán
hambre mientras recitan aquello de:
“Río
Duero, río Duero
Nadie
a acompañarte baja.
Nadie
se detiene a oír
Tu
eterna estrofa de agua”
Pero… ¡oiga! ¿Cómo se atreve? Son
cientos los que pasean por estas veredas y miles los que se zambullen sin
decoro en sus pardas aguas. Gerardo Duero (digo, Diego) fue un fascista de
tomo y lomo. Y en cualquier otro país decente hubiera sido depurado.
Irá cayendo la noche. Se dirigirán hacia
la avenida de Valladolid y no olvidarán pimplarse el Dry vespertino. Exigirán
limones de Murcia.
El local les parecerá de lo más vulgar
y pretencioso. Pero no me negarán que su nombre atrae.
–¡Buenas
noches, fogonero! Es el “asador de los Duques” ¿me equivoco?
–¡Buenas
las dé dios (¿)! Así es.– Y se largará, sumido en su mundo “aspergérico” (*)
Decorando la pared: una gran batalla naval (¿El desastre de Trafalgar (*)? Le preguntarían la razón, pero se imaginarán la respuesta y se contendrán. ¿No vendría más a cuento una reproducción de la famosa y más cercana “Batalla de Tordesillas”? Se imaginarán la respuesta y se contendrán. El local, por lo demás, está vacío. El mesonero se hará esperar. La desubicada pintura y la espera activarán el cajón de sastre en que se habrán convertidos sus cerebros. ¿Saben Vds. que Magallanes, tal día como hoy, del año 1520, descubrió el “Cabo de las Vírgenes”? ¿Qué vería Hernando para asociar una cosa con la otra? ¿Las moles heladas? ¿En qué pensaría el navegante? ¿Nostalgia? ¿Desencanto? ¿Despecho? Quizás, sabedor de que en República Dominicana celebran hoy “el día del poeta”, se lanzó en brazos de la metáfora… ¡Y así quedó la cosa!
"El hielo estaba aquí, el
hielo estaba allí,
El hielo nos rodeaba:
¡Crujía y gruñía, y rugía y aullaba;
Como ruidos en lo salvaje!
(…)
"Dios te salve, viejo Marinero,
de los demonios que por esto serán
plaga!
¿Por qué miras así? Con mi ballesta
Yo maté al Albatros.
Por
aquellos mares vagaba el “viejo marinero”
(*) y seguro que vio la indicación: Al “Cabo
de las Vírgenes” 59 millas (náuticas) y se internó por ese estrecho corte. La
maldición cayó sobre el viejo: Estaría condenado a vagar sin rumbo eternamente
y a contar su historia una y otra vez. Así que cuando llegó a las costas de Barbate
y vio tan ingente cantidad de embarcaciones, se preparó para el recitativo.
Empezó por la nao del vicealmirante francés Villeneuve: “Pues, mire Vd, perdí mi alma contra el diablo y ahora…”
–¡Por amor de dios (¿) déjese de
monsergas! ¿No ve que estamos en plena batalla de Trafalgar?
–Así que me veo obligado…
–¡Vaya con el rollo a Nelson! que mi
inglés no es muy bueno.
El
anciano se había puesto de opio hasta el culo y no pudo parar sus irisadas
divagaciones. Y así, de esta manera tan inesperada, se decidió la suerte de la
batalla:
Mientras
Villeneuve escuchaba impaciente al anciano, Nelson disparaba las baterías a
mansalva. ¡La cortesía francesa!
El
colofón hubiera sido una “elegía por la
pérdida del Imperio” por Gerardo Duero (perdón, Diego)…Aunque quién sabe si
no la pergeñó… ¡Si la erigió en honor de la “división azul”…!
–Dígame, caballero.
Volverán
en sí completamente chopados.
–¡Tráigame
la carta de la “Nobleza española”!
Sabrán Vds. que el grado de Duque es el
máximo dentro de la nobleza (la familia real no cuenta). Y sabrán que una rama,
dependiente de la casa de Medinaceli, lleva el glorioso nombre de “de la Cerda”. Amantes como son de la
metáfora y de la metonimia pedirán medio cochinillo al horno… ¡bien horneado!
Lo del cabrito tampoco es mala idea. Y una botella de vino del país.
–Y
mientras lo preparan, prepáreme un Dry, estilo Buñuel.
–Aquí
no gastamos de eso.
–Buen
hombre, se trata de una copita de ginebra. Pásela por delante de la botella de
Martini blanco… ¡si tienen! Y póngale una rodajita de limón de Murcia.
–
Se retirará y ´volverá con un vaso de
tubo lleno hasta el borde de lo que afirma ser ginebra. Y medio limón en un
plato de duralex.
El cochino, pese a todo lo dicho, tendrá
una pinta sublime.
–¡Échele
salsita! (*). ¡Pa mojar!
–¡Qué
cruz! (*)
Acabarán con un carajillo de “Duque de Alba”. Y unos aguardientes. El
mesonero sonreirá sobrado… por lo del carajillo. Pensará de nosotros que somos
unos recién llegados. Le dirán que la nobleza tiene que disolverse y que lo
hacemos a conciencia para bajarles los humos.
Noche cerrada. La luna comienza su
declive. Caminar por Tordesillas a estas horas es como hacer una excursión al
barroco. En la puerta del Parador habrán parado dos autobuses de japoneses. Los
guías estarán discutiendo con el recepcionista que repite hasta la saciedad:
–¡¡No
hay camas pa tanta gente!! ¡¡A la calle!! (*)
Vds. habrán tenido la precaución, pese
a ser lunes, de reservar una habitación con vistas. Derrengados pedirán la
llave y se retirarán. Mañana les espera un largo viaje de regreso. A media
noche les despertarán “Cuatrocientos
golpes” (*), ni uno más ni uno menos. Los japoneses habrán logrado encajarse
en tres habitaciones triples con supletorios.
No se les ocurra hacer lo que hizo
Elliot Smith (*), así que aparten todas los objetos punzantes, tomen un
diacepán y ármense de paciencia. Mañana será otro día y los japoneses habrán
desparecido. Se levantan con el sol naciente.
Lo de que “mañana será otro día” es un decir, una “creencia” infundada. De entre todos los locos que en el mundo han
sido hay un selecto grupo cuya locura se expresa en profecías apocalípticas (…Estarán
soñando... ¡sigan soñando!....) Esto es así desde las “doce águilas” de Rómulo. Y esa estirpe ha seguido, como el
Guadiana, como una plaga intermitente…pero regular. Los ha habido locos,
humoristas, atrabiliarios, débiles mentales, y, sobre todo charlatanes
interesados. A todos los que les da por ahí, anuncian desgracias y si alguno de
entre ellos vislumbra la “Época del Espíritu”, ésta tendrá que ser alcanzada
tras graves pérdidas. Y es que el sentimiento de pérdida, de desgracia y de
finitud parece que tiene asiento en uno de los múltiples genes del cromosoma
16. Enlaza con el alocado deseo de acabar de una vez por todas con tanta
incertidumbre y menester.
Así que no es raro que multitudes
atiendan, íntimamente deseosas, a tales insensateces. Orson Wells lo demostró.
Añadan a todo esto el “grumo familiar”.
De entre todos ellos, y ya en la época
contemporánea, nadie tan pertinaz e interesado como el Sr. Camping, presidente
del grupo de emisoras “Family Radio”.
Sus seguidores hacen estragos en las costas del mediteráneo. Viven en tiendas como
los indios aborígenes y se alimentan, contra las prescripciones originales, de
chóper de pavo y de otros restos. Visten taparrabos. Últimamente cunde tatuarse
el cuerpo con signos y dibujos que sólo serán descifrados el día del juicio
final. Emigran en hordas y desean convertir cada día, siguiendo el espíritu del
fundador, en el último día.
Esta corriente “campinista” deriva de Williams Miller que, tras estudiar concienzudamente las profecías de Daniel y con el apoyo de las palabras del mismo Jesucristo, proclamó que la “Parusía” tendría lugar entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo del año siguiente. Su insistencia en este segundo “advenimiento”, dio nombre a sus seguidores: “Adventistas”. Llegó el 22 de marzo de 1844 y las calles seguían en su sitio; los pajaritos seguían en sus nidos y las amas de casa fregaron el suelo. Dios no apareció. Repitió los cálculos sobre la base del calendario ritual judío: ¡¡El 22 de octubre!! Amaneció el 23 de octubre, día de San Alucio y todo se juzgó como una colectiva alucinación histérica. Algunos se colgaron.
Miller, voluntarioso, reinterpretó el
mensaje: lo que ha pasado el día 22 es que Cristo ha pasado del “Lugar Santo del Santuario Celeste”, al “Lugar Santísimo”, dando lugar al “Gran Juicio” al que someterá a todos los
“observantes” que han sido. Terminada
la tarea, ¡¡Volverá!! Los impíos no serán juzgados: ¡se condenan solos!
Una explicación demasiado enrevesada,
aunque con suficiente apoyo teológico, para las mentes sencillas que esperaban
fuegos de artificio y resonar de trompetas. Este “Gran Chasco” estuvo a
punto de producir la disolución de las corrientes “adventistas”. El que espera desespera.
Así estaban las cosas, cuando el Sr.
Camping, basándose en los mismos textos que su predecesor, anunció, de forma un
poco prematura y presurosa, que el mundo acabaría durante la noche del 6 al 7
de septiembre del año 1994, justo al comienzo de la luna nueva. El sol salió la
mañana del siete, indiferente a los presagios. Los “campinistas” siguieron asándose en las costas de Palamós y continuaron
con su “chóper” de pavo, a la espera
del banquete celestial.
El Sr. Camping refinó los métodos y
amplificó el mensaje. El dinero ya empezaba a fluir hacia sus arcas. Y fue
entonces cuando lanzó el mensaje definitivo: El día 21 de mayo tendrá lugar el “Rapto”, nombrando así al acontecimiento
más espectacular jamás vivido por la humanidad: cerca del 3% de la población
(los “observantes”) serían elevados a
las alturas, al lugar “Santísimo el
Santuario Celeste”, para dar comienzo al “Gran Juicio”, que duraría 5 meses exactos. Ni un día más, ni un día
menos.
El 21 de octubre (tal día como hoy) bajaría Cristo en majestad y pondría fin a
todo este disparate.
Se despertarán angustiados y envueltos
en sudor frío. Se ven las primeras luces por la parte de santo Domingo de
Silos. Aún no ha amanecido. Estarán Vds. inmersos justo en medio de las
profecías: 21 y 22 de octubre. Harán bien en dejar que se marchen los
japoneses. Pedirán que le suban el desayuno a la habitación. Descorrerán las cortinas.
Abrirán las ventanas. Se pimplarán un aguardiente del minibar. Y sólo cuando el sol, decidido, inunde la habitación,
entregarán la llave y se largarán de Tordesillas.
Se desviarán por Santo Domingo de Silos
y recordarán aquello de Gerardo Duero (perdón, Diego):
“Enhiesto surtidor de sombra y fuego
Que
acongojas al cielo con tu lanza” (…)
Y para completar la ruta de la “cuna de la lengua” harán parada en Santo
Domingo de la Calzada, “donde cantó la
gallina después de asada.” Y como no hay dos sin tres, se detendrán en San Millán de la Cogorza (perdón, Cogolla)
y allí, pasado el mal trago, viendo que el sol no da muestras de flaqueza, se
pimplarán un buen trago de rioja y un plato de orejas de cerda…pensando en su “Buen amor”, ¡si lo tienen!
Y ahora, sí. Enfilarán hacia Logroño y
en 5 horitas estarán en casa: “I can't
get started”
“lover,
come back to me”…Dizzi Gillespy (*) velará por Vds. Y recuerden aquello de
que cualquier día puede ser el último y de que cualquier noche puede salir el
sol.
POSTDATA
1:
a)
Los crédulos infelices campistas
no
se han enterado de que el Juicio Final ya ha tenido lugar. Ocurrió
el 9 de enero del año 1775 y los premios y castigos fueron
repartidos, pero nosotros...¡como si nada! (Swedenborg)
b)
Lo
que creyó ver Juan Lancastre la mañana del 24 de mayo del lejano
1963, cuando desde lo alto de Enrique Granados bajaba hacia
Letamendi, no fue más que un delirio alcohólico posterior que
infectó las partes traseras de la memoria. O quizás no, y se
hubiera tratado de una preparación del fin en toda regla. Lo raro es
que la cosa después no siguiera...o sea que lo que era anuncio no se
convirtiera en hecho. (Vila-Matas)
c)
Fin
del mundo
y Fin
de la Historia
no coinciden.
Sería
estupendo que primero acabara el mundo y, después, años
después...finiquitara la historia. (Kino).
POSTDATA 2:
“Ti_Jean
ha honrado la vida.” (*)
“Lo siento tanto-con cariño,
Elliott. Dios me perdone”. (*)