Aquel
miércoles de 1977 fue fiesta. Fue lo único valioso que sacamos en claro. Yo me
examiné del carnet de conducir el viernes siguiente. El FUT sacó un dignísimo
0’22 por ciento, quedando en el puesto número 20, de 80 “listas” que competían (entre las cuales la “Asociación Nacional
para el Estudio de los Problemas Actuales”-ANEPA). En mi pueblo consiguió que
les votara un ciudadano. En el examen de conducir tuve que hacer la ”L” y la “rampa”…¡todo siguió igual! Ni una palabra más sobre el tema.
Mi
capacidad empática es tal que si hoy fuera el día de san Antón, me brotaría
repentinamente una barba hasta el ombligo…pero como se celebra
(tradicionalmente) el día de San Vito me recorren temblores palúdicos y en qué
me veo para sorber el fifiti-fifti
matutino. Si se me cae algo… ¡que sea la parte de café!
Una
salidita a Italia es algo que siempre les apetece a mis Ángeles Custodios y sobre todo si se trata de una viaje al lago
d’Orta, vecino del lago Maggiore. En el mismísimo vértice desde el que se
descuelga el lago se encuentra Omegna. Me depositan en el lungolago Gramsci y se van volando a refrescarse las alas. No es
difícil encontrar una terracita donde pimplarse un cuartillo de grappa. No se molesten en ir a la Iglesia Colegiata…¿a
qué? ¿ a ver la momia de san
Vito?...¡Ya les cuento yo como fue la cosa!
En
la costa S.O de Sicilia, en lo que actualmente es Mazzara del Vallo, vivía un
niño inquieto, de por sí. Su padre ocupaba un alto cargo en la región. En la
capital “imperiaba” Diocleciano (en
realidad era difícil pillarlo en cualquier sitio: Antioquía, Nicomedia, Roma…¡no
paraba quieto!). Habían sido dictados los edictos que originarían la
persecución más cruel contra la secta de los cristianos. El niño había sido puesto
bajo el cuidado de Modesto y Crescencia (cristianos clandestinos). Influido por
los “Fata Morgana” del lugar (y por
la escatología de Modesto), el niño crecía de forma anómala: Ya con siete años
era capaz de explicar el misterio de la Trinidad (a su manera) a los peces
voladores del mar Líbico. A los 8, ardía en deseos de conocer personalmente al
niño Jesús…quien, por lo demás, lo contemplaba desde arriba, como un rampante Cósimo “avant la lettre”. Hizo
algunos prodigios a esa desacostumbrada edad, entre los cuales el más famoso,
fue convertir un plato de “caracoles a la
llauna” en una estupenda “Pizza
Napolitana con alcaparras” (Caperi). Y eso mucho antes de que
llegaran los tomates a la región: fue un golpe “milagroso”… en el que influyó mucho la suerte, el azar (el azahar vendría más tarde). Otro milagro
que se recuerda, fue la conversión de una cuba de vino oscuro como noche sin
luna, en un líquido dulce, con un ligero sabor a lo que después sería llamado “naranja”. Todo esto eran caprichos pueriles
que nadie tomó como premoniciones y sí como graves atentados a las tradiciones
y fundamentos económicos de la región. Como cuando transformó un trozo de caballa en aceite en lo que él, en su lenguaje infantil, llamó “gominola”.
La
cosa llegó a oídos del Prefecto Valeriano, quien acució al padre a que pusiera
fin a tanto dislate. El niño, incitado a escondidas por su preceptor y por su
ama, decía que hacia lo que hacía para demostrar el poder de dios y de la
virgen (y de los pocos santos que ya empezaban a ser nombrados) y que no quería
saber nada de los viriles dioses y héroes de la antigüedad. Lo azotaron y se
secaron las manos de Valeriano y se paralizaron los brazos de los verdugos. Él
los sanó. El padre ideó una estrategia que (ahora) hace estragos: lo atiborró
de bailes, de juegos, de muchachas, de “realitis”.
Este proyecto se dio por concluido el día en que su padre, que lo había
encerrado en una habitación con la niña más guapa de la “contorná”, con la intención de abrirle las puertas de la
sensualidad y la fantasía terrenal, notó un arrebatador perfume que se filtraba
por las rendijas de la puerta y hasta por los invisibles poros del mortero.
Abrió la puerta y vio siete ángeles luminosos. Fue lo último que vio: se quedó
ciego.
El
hijo lo curó, siempre en nombre de dios. Su fama crecía. Y el peligro
acompañaba su crecimiento. Un ángel aconsejó al trío que huyeran, en barco, de
la isla. En alta mar un águila (no fueron mirlos…los
mirlos vendrían después) los
alimentaba.
Recuerden
Vds. que tal día como hoy (1389), los turcos encabezados por Murad, entraron en
el “Campo de los Mirlos” (Kosovo)
para dar batalla a las águilas
albanesas confundidas entre un enjambre de estandartes de todas las naciones
balkánicas. Allí esperaron a que amaneciera el día 28 para aniquilar a las
fuerzas cristianas. La “rivalidad” serbo-albanesa (por Kosovo) venía de antiguo
y se reavivará con la derrota del Imperio Otomano.
Diocleciano lo localizó y lo mandó llamar con
el fin de que sacara los demonios del cuerpo de su hijo, que no podía ni
llevarse la cuchara a la boca, de tanto como temblaba. Era puro movimiento,
pura agitación. Vito expulsó los demonios del cuerpo del príncipe. Como
recompensa fue(ron) encerrado (s) con leones, sometido (s) a torturas de todo
tipo, incluido en potro, el plinto, las paralelas, las anillas y, como colofón,
obligados a realizar ejercicios de natación sincronizada…Sobrevivieron por poco
tiempo. Un ángel los liberó y los depositó en la orilla de un río innombrado.
Una piadosa mujer, Florencia, dio sepultura al niño (que ya había cumplido 12
años), a su preceptor Modesto, y a su madre de leche Crescencia.
Diocleciano,
y en esto influiría el desgaste que le produjo Vito, fue el primer emperador
que abdicó (¡¡) por propia voluntad. Se retiró a la costa Dálmata.
Y
aquí estamos, en Omegna, repitiendo de grappa y preguntándonos cómo y por qué está aquí, en la Iglesia Colegiata, el cuerpo de ese
inquieto niño. Y cómo y por qué su culto fue asociado a la “enfermedad de san Vito”: ese mal que
ahora nombran como Corea de Huntington
o Corea de Sydenham: Tengo para mí
que la proliferación de desórdenes neurológicos
durante el Medievo, tenía más que ver con el cornezuelo del centeno actuando en
medio de la angustia, la necesidad y el miedo. Lo cierto es que grupos de
cientos de personas se ponían, repentinamente, a agitarse como llamas
heracliteanas, o como seguidores acríticos del “hard rock” más ordinario. Empezaba un@ y le seguían multitud. Algo
asó como a Forrest Gump. Grupos
compactos, de una compactación agitada e irregular, recorrían los caminos que
conducían a lugares dedicados al santo, que fue ampliando sus zonas de
influencia, hasta llegar a ser invocado contra las mordeduras venenosas, contra
la “lucha generacional” y convertido
en santo apreciado por actores y actrices (¿).
¿Cómo
podían, esos grumos (formados por individuos desorientados) encontrar el camino
correcto? ¿Cómo pudieron establecer las peregrinaciones, rotando sobre sí
mismos, como brújula en un campo magnético? ¿Qué instinto los guiaba? Avanzaban
como “epiciclos menores” sobre “epiciclos mayores”, engarzados a la “deferente”.
Unas
palmaditas y llegan el camarero y mis Ángeles Custodios, que en su casi
infinito poder, no pueden librarme de pagar la desproporcionada cuenta. Un
perfume de nuca angélica hace desvanecer, por un momento, la pestilencia de las
aguas casi estancadas. El camarero alza la cabeza, husmea el aire, agita el
rabo y esconde el billete en el bolsillo. Los pescadores huelen las lombrices,
fruncen la nariz y no acaban de creerse el prodigio.
Volamos hacia Genova. No les revelo el
sitio…pero les aseguro que bien pudiera ser la verdadera Ombrosa de los
Ondarivia y los Rondó:
“Fue el 15 de junio de 1767 cuando
Cósimo Piovasco de Rondó, mi hermano, se sentó por última vez entre nosotros.
Lo recuerdo como si fuera hoy. Estábamos en el comedor de nuestra villa, las
ventanas enmarcaban las espesas ramas de la gran encina del parque. Era
mediodía (…) Recuerdo que soplaba viento del mar y las hojas se movían. Cósimo
dijo: “¡He dicho que no quiero y no quiero!” y rechazó el plato de caracoles.
Nunca se había visto una desobediencia tan grave” (…) “Al cabo de un momento,
por las ventanas, vimos que trepaba por la encina”. ¡¡Tenia
12 años!!
Aquí
tienen Vds. un efecto inesperado y radical de una siniestra alimentación. De
seguir proliferando condis y
semejantes, veremos consecuencias igualmente drásticas. Y no se seguirán de una
voluntad decidida de romper con el mundo pedestre (ayudada por la mencionada “cocina”) sino del mal funcionamiento del
estómago y, en consecuencia, del cerebro.
De
la estupenda novela de Italo Calvino sólo decir que la lean. La diversión y la
instrucción van de la mano, como era connatural en el XVIII. Cósimo no es un
Simón “estilita”. Cósimo no se aleja
por desprecio, se acerca alejándose, tomando distancia para ver mejor las
preocupaciones de los mortales. Desde su mundo arbóreo lo observa todo como
pájaro santo. Es necesario crearse esa distancia, crearse un silencio, un
espacio nuestro… para que anide el deseo y la esperanza. Pero también la
comprensión requiere “distanciamiento”.
Y el amor.
“El infierno de los vivos no es
algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos
todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La
primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta
el punto de no verlo ya. La segunda es arriesgada y exige atención y
aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del
infierno, no es infierno. Y hacerlo durar, y darle espacio.” (I.C.)…Aunque
sea en la copa de los árboles.
En
la tumba familiar: “Cósimo Piovasco de
Rondó– Vivió en los árboles– Amó siempre la tierra– Subió al cielo.”… Y
desapareció en el mar (?).
En
vez de ascender con ayuda de sus Custodios, se agarró con fiereza al ancla de
una montgolfiera…
El
camarero solícito acude a la llamada. La mesa, a la sombra de un hermoso
platanero, está cubierta con un mantel de cuadros azules y blancos. En el
centro unas tajadas de pan de hogaza y un platito con unos tomates y un par de
ajos. El aceite de oliva proyecta su sombra verde y crea colores nuevos. Cantan
las cigarras. “pío, pío, pío…canta el
pájaro tres veces”. El benéfico
fantasma de Cósimo circula entre el vetusto ramaje… El mar refulge y lame las
patas de la mesa (¡¡)…Una espectacular acumulación de tópicos que nos harán
sentirnos felices.
Me vienen deseos de firmar, como I. Klein, ese hermoso
cielo…y crear de paso un “ready made”.
–Pues
…tenemos caracoles…
–¡Ni
mentarlos, caballero! Póngame unos espaguetis
a la genovesa y una botella de Bianchetta Genovese
("Gianchetta")
Y
de esta forma tan mediterráneamente
plácida se va introduciendo la tarde en el ancho pecho del mediodía…
–Ah! Y tráigame un Manhattan, para ir haciendo boca…en un “verre” bajo y ancho, por favor.
–Sus deseos son órdenes.
Sobre esta hora de tal día como
hoy, del año 1915, bajo una sofocante ola de calor, desembarca en Nueva York Marcel
Duchamp. Walter Pach lo recibió al pie de la escalerilla del Rachambeau. Lo instaló primero en su
pequeño apartamento de la Beekman Place, cerca del edificio de la ONU, para más
tarde acomodarlo en el magnífico dúplex
que los Arensberg tenían en el 33 de la calle 67 (Oeste). Cerquita del
Central Park… ¡todo un privilegio!
Gracias a un soplo en el corazón (souffle au coeur) pudo escaquearse de
la “Gran Guerra” (Alberto Sordi*) y “huir”
de París.
Su experiencia como pintor-puro
puede decirse que acabó con la “disputa”
de Puteaux a cuenta del “Desnudo bajando una
escalera” (lo que permitió que fuera expuesto por primera vez en las Dalmau de Barcelona y que viajara, y
fuera vendido, al Armory Show de N.Y. “San Vito baja de visitar a Cósimo”). Ya no pintará más. Se acabaron
sus intentos de sobrepasar el cubismo y de plasmar la “cuarta dimensión”. Llega con la idea completa del
“Gran Vidrio” y con el descubrimiento
puramente empírico de lo que en N.Y. llamará “ready made”.
Es aquí, en Nueva York, donde
fundamenta teóricamente esa práctica que sobrepasará, no ya el cubismo, sino
todo el arte contemporáneo…conduciéndolo de la sensible a lo inteligible: una
tarea de “desartizar” la práctica
artística, poniendo el fulcro de la experiencia estética en “el que mira” y en su voluntad de convertir un objeto elegido en una pieza
“artística”. La indiferencia estética
y emotiva; la descontextualización y el juego lingüístico (título) son los
pilares de esa práctica.
O sea que Vd. coge un botijo, lo
pinta de azul Klein, lo coloca sobre una plataforma rodante, le ata una
cadenita de perro chiguagua y lo
titula: “Máquina apagafuegos”. No
todos se ajustan a este ejemplo. Puede establecerse alguna clasificación entre
la abundante (aunque no tanto) producción de Duchamp. Incluso pueden
construirse “a distancia”: mandar las instrucciones por correo. El autor es el que
ha ideado, concebido.
La cosa ya había sido planteada (como
problema): el collage introduce en el
plano artístico elementos extra-pictóricos que se representan a sí mismos, pero
dentro de un campo semántico que lo convierte en signo: Signos de sí mismos. El
“ready made” va más allá: toma el
objeto mismo, no como signo… ¡sino como lo que es! Y lo coloca en un contexto “inadecuado”. ¿Qué otra cosa es “La caja Brillo”? (agréguenle los matices “pop”). En fin: Se les abre a las cosas otra posibilidad de
existencia. Los desechos pueden ser recuperados y reciclados…una vida más allá
de la pura utilidad. El paraíso de las mercancías realizadas y obsoletas.
Bueno, en realidad, hizo una última
incursión en la pintura: “ Tu M’… ” (Me amas /Me enmierdas) con lo que dio la puntilla ciertas pretensiones de una viuda. Lo del “Grand Verre” es otra historia.
Hala, a pagar y a casa… ¡que ya
está bien por hoy!... ¡Y que no nos secuestren! Como le pasó al vuelo TWA 847
el 14 de junio del año 1985. El bueno de Demis Roussos había tomado el avión
con dirección a Roma… ¡y acabo en Beirut!
(y no sé cuantas vueltas más: Argel…Beirut…Argel…). Al día siguiente: 15
de junio (tal día como hoy) era el cumpleaños del cantante. Los chiitas lo celebraron
por todo lo alto. Y la cosa propició
un momento de distendimiento.