Estaba
claro que tendría que llegar el día. Y llegó.
El
desasosiego es un mal connatural, la huída una reacción específica y la rivalidad tan antigua como Hesíodo. Añadan Vds. el deseo-subliminar de acabar de una vez por todas…así en plan Teognis de Megara y deducirán la necesidad de que llegara el día… ¡y llegó!
Ya
no entramos en los mecanismos de la producción-reproducción capitalista, ni en
la necesidad de imprimir velocidad a la circulación de mercancías.
Las
carreras de caracoles son tan antiguas como el diluvio-heleno: ya cuando
bajaron las aguas y los descendientes de Deucalión y Pirra crecieron, se
entretenían azuzando caracoles y echando sobre ellos la pesada carga de la
esperanza ajena. Si eran babosas, mejor: se les notaba más el esfuerzo.
Después
llegaron las Olimpiadas…
Con
el tiempo empezaron las carreras de carretas por los desiertos de Arizona; las
locomotoras compitieron entre sí; los
velocípedos no le fueron a la zaga; Todo
competía contra todo. ¡¡El Supermacho!!
Por
entonces, en la búsqueda de un vehículo que reuniera las ventajas de la
locomotora y de la bicicleta, los ingenieros se exprimían los sesos: algo así
como los ómnibus de tracción animal, pero autopropulsados. Rivalizaban tres
energías: el vapor, la electricidad y los gasóleos… dejando aparte, claro está, una ristra de
esclavos traídos directamente del Congo Belga.
Las carreras eran
frecuentes. Pero faltaba la ¡Gran Carrera!
que pusiera las cosas en claro. Y que hubieran vencedores y vencidos y tal.
Tal
día como hoy, del año 1895, tuvo lugar ese evento históricamente necesario: París-Burdeos-
París (1.200 kilómetros). El ganador empleó 49 horas y alcanzó los 24’2 k/h. Ocurrió de todo: se estremecieron bielas; se
rompieron trócolas; ardieron automóviles; se durmieron pilotos que fueron a
parar a acequias de riego. Las vacas
dejaron de dar leche del sobresalto.
La
luna no pudo alumbrar a los esforzados: una espesa capa de nubes lo impedía.
Así que tuvieron que viajar tanteando el terreno.
Fueron
dos días que cambiaron el mundo.
El
ganador fue el Panhard- Levassor nº 5 (después
Citroën) de dos plazas. Sin embargo, el trofeo se lo llevó un Peugeot, que podía trasladar a cuatro gruesos
pasajeros… ¡que era de lo que se trataba y así estaba estipulado!
Medio
París se trasladó en romería desde el Arco de Triunfo hasta Versalles, para dar
la despedida, que muchos presintieron definitiva, a un grupo de ingenieros y
empresarios.
Cuando
empezaron a regresar de Burdeos, cundió la desolación…pues enseguida estuvo
claro por dónde irían los tiros. Aquella época fue propicia para que
psicópatas peligrosos desfogaran sus
instintos sobre máquinas incipientes. No
quiero decir que la actual sea peor… ¡todo lo contrario! El mundo establece
mecanismos para que estas naturalezas se despeñen, se asfixien, mueran de tanta
salud acumulada… No todos encuentran, sin embargo, su vía de escape de forma
tan políticamente correcta. Los
psicópatas se han apoderado del mundo… ¿qué les voy a contar?
Resumiendo:
se impuso la gasolina y el motor de explosión. Alemania, inventora (Benz) y
Francia, mayor densidad de carreteras (Napoleón), se pusieron a la cabeza de la
industria automovilística. Se probó con éxito la rueda neumática (Michelin). En
fin, todo un banco de pruebas.
En
terminología de Vygotski (*) podría
decirse que el automóvil tenía “per se” una gran “zona de desarrollo próxima”. Y si a esto añadimos que el “contexto social” era rico en estímulos y
acicates, concluiremos que el éxito de la máquina estaba cantado. El coche “interiorizó” con rapidez y eficacia las
“funciones” que, como anhelos,
surgían en el interior de las masas:
“En el proceso cultural del niño, toda función aparece dos veces, primero a escala social, y más tarde a escala individual. Primero entre personas
(interpsicológica) y después en el interior del propio niño (intrapsicológica)…
todas las funciones psicológicas se originan como relaciones entre seres
humanos".
He
ahí enunciada una senda fructífera. Se acabó el automatismo conductista y los “a
priori” germanos.
Contrajo
la tuberculosis y después el matrimonio. Ambas “funciones” ya existían
(socialmente). Él las interiorizó, mediante mecanismos de asimilación dialéctica.
Es
lo que me pasa a mí con el “Espíritu
(oso) santo”: lo veo, lo huelo…existe fuera de mí. ¡No hay duda! Cuando lo "incorporo" se transforma mi vida interior y de esa transformación surgen nuevas “necesidades”. Pura dialéctica.
Los
dioses castigan la sobreabundancia de orgullo, la “ubris”. Le Mans ha sido
campo privilegiado de esta lucha, allí los dioses han dejado claro que no les
hace mucha gracia que se les rete en el asunto de la ubicuidad.
Tal
día como hoy, del año 1955, como para festejar
el aniversario de aquella primera carrera mítica, el circuito estalló en
fuegos pirotécnicos y no se escatimaron las víctimas humanas. Una verdadera
hecatombe.
A
mí lo de los coches ni me va ni me viene. Lo mío son las efemérides.
Una
imprudencia (¿) de Hawthorn (a quien Mercedes
había acogido por su involuntario favor en el 52 y había puesto a su
disposición un Mercedes SLR que
incorporaba un fenomenal freno-capó
tresero-aerodinámico, que debía ayudar a los ya de por sí poderosos frenos
de tambor) al entrar a boxes forzó una extraña y rápida maniobra de Levegh que
tuvo que superar por la izquierda a Macklin (Austin). El Mercedes de Levegh entró en el foso separador a casi 200 por hora y
salió volando como el carro de Isaías. Se descompuso y sus trozos ardiendo
cayeron sobre los espectadores de tribuna. A algunos les segó literalmente el
cuello. Macklin fue rebotando, como en aquel antiguo juego del “tennis for two” en los parapetos laterales.
Fangio, a más de 200 por hora tuvo la suerte de filtrarse por el espacio que le
habían dejado Levegh y Macklin.
Eran
las dos y veinte del 11 de junio del año 1955. Fueron 83 los muertos y 82 los
heridos. La carrera siguió (para que no cundiera el pánico). Mercedes ordenó la retirada de Fangio y
de Kling y se declaró vencedor a
Hawthorn (Jaguar). Sólo cito al más conocido de las parejas, pues han de
saber que en las “24 horas” los
pilotos se alternan. Aunque no siempre fue así. En el 52, el infortunado
Levegh, vanidoso, quiso correr él solo, sin relevos. En las últimas vueltas
desfalleció y su coche quedó varado en el terraplén que separa la pista del
espacio de los espectadores.
También
Hawthorn murió en un accidente (¡en el que se vio implicado un nefasto Mercedes).
Por
suerte para la raza humana, muertos y heridos incluidos, León XIII (tal día
como hoy, del año1899) había dedicado toda la raza al Sagrado Corazón de Jesús
y había establecido la razón social
en Montmartre. Así pues, no temamos a la
muerte: seguiremos palpitando en el divino
ventrículo izquierdo.
Aunque
por mí como si desaparecen todos… espectadores incluidos. Sólo salvaría al despistado Boillot que entró a la meta de culo y marcha atrás. A 30 metros de la meta su Peugeot dio un
trombo, golpeó el parapeto y él quedó grogui.
Le echaron un cubo de agua, se despabiló…pero no lo suficiente como para
maniobrar; así que metió la marcha atrás, cruzó la meta al grito de “Vive La France” y perdió el
conocimiento. Era noviembre del año 1919…y la cosa patria estaba candente. Toda
Sicilia, sin embargo, estaba nevada. Era la mítica “Targa Florio” siciliana.
Desde
el comienzo, como ven, la desgracia acompañó al automóvil, como esa cola de
latas que acompaña a los coches nupciales.
Perdonen
Vds. esta frivolidad:
“Cuando escuches el trueno me recordarás
Y tal vez pienses que amaba la tormenta...
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
Y el corazón, como entonces, estará en el fuego”.
Es Ajmátova, que el día del accidente (aunque
con esto del calendario ortodoxo
nunca se sabe), cumplía 30 años.
“Así que, después de todo, no había
un único tipo de Discordia, sino que en toda la tierra había dos. Respecto a
una, el hombre podría elogiarla cuando llegase a conocerla, pero la otra es
censurable, y son de naturaleza completamente diferente, pues una fomenta la
guerra y batalla malvadas, siendo cruel: ningún hombre la ama; pero por fuerza,
debido a la voluntad de los inmortales dioses, los hombres pagan a la severa
Discordia su deuda de honor. Pero la otra es la hermana mayor de la oscura
Noche, y el hijo de Crono que se sienta en alto y mora en el éter, extendidas
sus raíces en la tierra: y es mucho más amable con los hombres. Incluso logra
que los perezosos trabajen duro; pues un hombre se vuelve ansioso por trabajar
cuando tiene en cuenta a su vecino, un rico que se apresura por arar y plantar
y poner su casa en orden, y el vecino compite
con su vecino en apresurarse tras la riqueza. Esta Discordia es sana
para los hombres. Y el alfarero se enfada con el alfarero, y el artesano con el
artesano, y el mendigo envidia al mendigo, y el trovador al trovador”. (Hesíodo).
Yo
he de decirles que nunca competiré con el vecino si no es en amabilidad. Hoy,
en Argentina se celebra el “Día del
vecino”, algo así como el día universal de la Humanidad… ¡pues todos somos vecinos!
Y
por si esta festividad les supiera a poco, sepan que el Imperio Romano reservó
el día de hoy a la fiesta de MATRALIA, en honor a “Mater Matuta”, diosa del amanecer, protectora de los bebés recién
nacidos, del mar y de los puertos.
–“¿Tú dices–grité–, tú dices que
estamos a once?
–Yo digo que estamos a once de
junio de mil novecientos siete, que son casi las tres de la mañana y que
haríamos mejor, mientras que aún podamos hacerlo, descansando algunas horas.
Estoy rendido. Y quién sabe lo que nos espera en esos putos toneles de
choucroute”
Estaba aterrado. Mi revólver estaba
encima de la mesa, tuve ganas de empuñarlo y abatir a Moravagine. ¡Qué
insolencia y qué jeta!”
Sobre
la cuadrilla de Moravagine ya he dicho lo suficiente en otras “propuestas”. El 11 de junio de
1907 se fue a tomar pol culo
su proyecto de “revolución rusa”. También sucumbiría el proyecto de Kerensky,
de cuya muerte hace ya 45 años. Y es que las revoluciones no son complots ni se le puede poner puertas al
campo.
Sobre
Matteotti, ver la propuesta para el 16 de agosto (inédita).