En cuanto uno de jubila empieza a
recibir misivas siniestras destinadas a poner de manifiesto su fragilidad y a
recordarle que por bien que se encuentre es pura ilusión o un pequeño intervalo
que se cerrará de forma catastrófica si no pone remedio.
Desde hace algunos meses y de forma regular recibo correspondencia
inusitada: Por ejemplo, de Gaes…esa
empresa volcada en la ingrata tarea de devolver la audición a los sordos. No me
atrevo a decirles que no tengo ningún problema auditivo… ¡sería el comienzo de
una correspondencia sin fin! ¡Lo que me faltaba!...por si no tuviera bastante
con estos pelos que dios me ha dado…ir con un amplificador en la oreja.
O te ofrecen a precios de risa (¡¡) gafas “progresivas” que te evitarán la molestia de ir con cuatro o cinco
pares de anteojos.
Que se enteren los de Gaes y los de las ópticas que yo tengo a mis Custodios. Con un leve roce de sus alas
me devuelven la vista, el oído, el gusto, el tacto… ¿cuál me falta? ¿no eran
cinco?
Pues eso: donde estén los verdaderos milagros que desaparezca la
técnica. Y yo de milagros… ¡estoy servido!...Para milagros los que le
sobrevienen a Miriam (“El Golem”).
Y eso sin hablar de los miserables viajes que te proponen: A la Bisbal
d’Empordà (donde podrá adquirir alguna vasija y zampar conejo a la brasa) o a
Valls para participar en una camaradil
“calçotada” y jalar conejo a la
brasa. O, en fin, a Andorra, a tomar baños y comer conejo a la brasa. Te
suponen más solo que las dos… (pues es con el dos cuando empieza la soledad).
O volantines halitósicos de
lóbregas clínicas dentales que te aseguran dentaduras postizas que, una vez
pegadas a la encía, no te las podrás arrancar hasta la resurrección de la
carne. Y podrás presentarte ante el altísimo presentando correctamente las
disculpas.
O propuestas de injertos capilares que te dejan vacío el cogote a cambio
de una pelusa de gazapo en los lóbulos parietal y temporal.
En fin que si alguien tuviera la curiosidad o la mala idea de controlar
mi correspondencia, concluiría, sin esfuerzo, que el morador del bajo segunda
es un desecho y quiere seguir siéndolo… ¡no recoge las valiosas ofertas!
Y para que vean esos comerciantes
de pacotilla de lo que es capaz un jubilado, me pimplaré un cuartillo de orujo
sin respirar y me iré a pasar el día a Praga: ¡¡primero de mayo!!
De las desgracias y esperanzas que
se acogen a este día les doy por enterados. O sea, que la procesión va por
dentro. Sin embargo, para zanjar el tema, les diré que la primera “celebración” obrera de este hermoso día
tuvo lugar en Elche…a un tiro de piedra de mi pueblo… ¡Cuatro años después de
la revuelta de Haymarket de 1886!
Mis custodios me depositan en Mala Strana, en
la Nerudova (Praga ¡naturalmente!)…y como si estuvieran a comisión del “León Rojo” me obligan a sentarme en la
terracita y me piden una cerveza centroeuropea.
–Vamos
a remojar las alas al Moldava.
–No
te pases…¡que te vemos venir!
–Disfruta
honradamente…
–y
recuerda que AQUÍ, hoy, se celebra el día del amor… ¡y de la muerte!
–¿Por
“Ada y el ardor”(*)? ¿Por Elvis y Priscila? (*)
–¡¡Por
nada!!–concluye Aurora.
Perfume de canela. El camarero se
huele las manos, husmea el aire y mueve el rabo de contento.
–“Sí,
sí joven, la cerveza hoy día no vale absolutamente nada, digan lo que digan”
–Lo
plesiento leído, caballero.
–¡Perdón!
Era una cita. La cerveza está estupenda.
–Jan
Neluda ela un fijo de la casa.
–(¡¡)
El local está regentado por chinos
y no tendrá más de quince años.
Volveremos dentro de unos días a Mala Strana de la mano de Neruda (¡el bueno!). Hoy es Mácha quien dirige nuestros pasos…¡y el amor!
“Era el caer de la tarde –de Mayo
primer día-
Mayo vespertino – era tiempo de
amor.
Al amor invitaba la de la tórtola el
rumor
Donde el pinar su aroma esparcía.
Sobre amor susurraba el musgo
silencioso,
Las penas del amor mentía el árbol
en flor,
A la rosa su amor cantaba el
ruiseñor,
La rosa exhaló un suspiro oloroso...
Una
traducción esforzada.
Las
parejas suben a la colina de Petrin y se besan delante de la estatua del poeta,
que las contempla mientras aspira el olor pétreo de una rosa. Precisamente
donde el “Gordo” se clava,
pensativamente y como jugando, una navaja en el brazo. (“Descripcion de una batalla” Kafka, ferviente lector de “El Golem”).
Las
veo subir arrobadas, zureando como tórtolas en celo. Pregonando su futura
indigencia a los cuatro vientos.
Virgen del azahar y Señora de los Senderos(*)…¡Conduce a estos descerebrados por
el recto camino de la desgracia! ¡Muéstrales el camino más corto al Carrefour! ¡Concédeles el gusto por las
“big cheese”! y ¡que desaparezcan de
las calles! AMEN.
Pregunto por la calle Hahnpass; no la conoce ni dios. Naturalmente tampoco conocen el Loisitschek…Así que tendré que seguir leyendo “El Golem” (nada que ver con la película) en este tugurio. Si Vds. han tenido la suerte de haberla leído recordarán que:
“El día 1 de diciembre,
puntualmente, día del aniversario de la desgracia del anciano (Dr. Hulbert), tenía lugar por la noche, aquí, en Loisitschek, una extraña fiesta.
Apiñados, uno junto a otro, se reunían en este lugar todos los mendigos,
vagabundos, rufianes y mujerzuelas, borrachos y traperos, en absoluto silencio,
como durante una misa”…pasado el minuto de silencio se armaba la marimorena. Era “El Batallón”, cuya importancia en el desenlace de la novela se
revelará al final. Final, por lo demás insospechado, que pone un poco de humor
en esa historia fantasmagórica.
“Si (como el
griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.” (…)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.” (…)
“Algo anormal
y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)”(…)
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)”(…)
¿Lo reconocen?
–¡Camarero!...sírvame un gorg y hágame el
favor de servirse vd. otro. ¡Brindemos en memoria del benefactor Hulbert!
–Yo no bebel. Si se entela el dueño…
–Praga hundió a Meyrink (Meyer) y
también acabará con Vd. querido mesonero. ¡Póngame, pues, dos gorg!...que
brindaré también por esta borreguil procesión que se dirige, esforzada, a los
pies del poeta.
El hermafrodita con cabeza de conejo… ¿lo recuerdan?...Pues sirva esto
para brindar (¡que sean tres!) por el gran André Gill (*) autor del conejo que
decora “Le lapin agile” (Le lapin à
Gill) de Montmartre.
Pago y me largo. Bajo hacia el Moldava, avanzo por el puente de Carlos y me paro ante la estatua de Ludmila. El río baja con ímpetu y el aire huele a jacintos de segunda floración. Alguien ha colocado un fular rojo sangre alrededor del cuello de la abuela del buen rey Wenceslao. Los ojos parecen saltársele de las cuencas. Paso la torre y me paro en un quiosquillo que hay justo a la salida. Pido un botellín de aguardiente de trigo y un tanque de cerveza (¡centroeuropa!). ¿No le habrá quedado un huevo de Pascua, buena mujer? ¡Me lo comería muy a gusto!...¿No?...¡de comer sólo chuches y mazapán! Si quiere comer algo consistente vaya al Mcdonald de la plaza de la catedral. Gracias, es Vd. muy amable y muy sagaz.
En un lateral que enmarca la plaza de la
torre está el “Museo de la tortura”.
Robo un jacinto tardío, color cárdeno. Y, así, armado con el símbolo de la
constancia y alegría de corazón me introduzco en ese antro conyugal, dando, eso
sí, el inimitable traspié que ha hecho famosa a mi familia. Dentro, como piezas
estrella, una “carraca” de madera de
encina y una “vuvuzela” de Soweto. Y
en segundo plano un rodillo para amasar, con
restos de ensangrentados de cuero cabelludo de yerno.
En la plaza me compro un gorro de bufón de cuatro puntas y cascabeles. Color negro. Dentro puede leerse el nombre del fabricante: ¡ATHANASIUS PERNATH! Se me erizan los pelos. Pasa un niño rubio con el labio superior blanco de leche y se lo regalo. Se lo encasqueta y se lanza a una carrera imperativa. Adiós. Su madre, rubia platino sobre agujas de carbono, grita, da una imitación de traspiés, y cae como penitente de Lourdes… pero con bragas limpias y estilosas…¡¡Primero de mayo!!
El reloj, con todo su siniestro cortejo, da la hora del ángelus…Allí mismo, en medio de la multitud… ¿para qué esconderme?, pido una salchicha de 25 centímetros con mostaza y una cisterna de cerveza. Se han acabado las servilletas. Acaricio el lacio cabello de una niña; su madre me sonríe; su padre, no.
…¡Y
pensar que tal día como hoy, del año 1945, los soviéticos izaron la bandera
roja en la cima del Reichstag alemán!...Dos guerras mundiales (e innumerables
intentos) para esto. Y por si fuera poca desgracia, el “street view” ha sido, definitivamente, enfocado hacia lo más
mercantil e irrisorio. Pero jodiendo la pantalla y el fácil manejo de las
teclas.
Por
la zona de la estación de la Avenida Wilson encontraré algún bar decente. En
efecto: oscuro (el tabernero no se habrá enterado de que tal día como hoy en
Ingolstadt se fundó la “secta” de los “Iluminati”.
Una placa en el número 23 de la calle Theresien, antes llamada Am Weinmarkt
298, recuerda el acontecimiento) suelo de madera y barra de puticlub, ¡con sus servilletitas y todo! La gente deja
todos sus ahorros encima del mostrador, el camarero va sirviendo y cuando los
ahorros se han esfumado euridicianamente, el honrado trabajador se baja de la
silleta y sale desolado a enfrentarse con el grumo familiar.
–Póngame lo que le venga a bien,
buen hombre.
Me
larga un lingotazo de algo con olor a barniz de carpintero y textura de aceite
de motor de cuatro tiempos. Sonríe y espera. Me lo soplo de un trago y hago el
gesto universal de “ponga otro”: dedo
índice de la mano derecha flácido que picotea sobre la boca del copuzo… ¡sin
tocarlo! Asombrado, vacía lo que queda en la botella.
En esto que entra un gitano moldavo de Transnistria… ¿qué por qué lo sé? …por los signos, como Guillermo de Baskerville: Lleva un acordeón herniado, etiquetado en Kishinev (ahora Chisinau) y en el gorro negro de bufón (tres puntas y cascabeles) con el que se toca, brilla una estrella roja de cinco puntas… ¡Ya me dirán!... ¿y lo de gitano?... un poco de estadística y otro poco de fisonomía. Es todo desaliento. Deja el instrumento en el suelo y se aúpa a un taburete. Saca toda la morralla y la deposita en la servilleta al efecto…No le da ni para un lingotazo de barniz. El desaliento se torna suicida.
–Querido trotamundos, aceptaría Vd.
que le invitara a una copa… ¡o a dos!
–¡Dios le bendiga, camarada! Su
ofrecimiento me torna nostálgico…Y despierta en mí los mejores sentimientos,
que creía muertos.
Se
pimpla el brebaje doble y, recuperado:
–Para corresponder tendré el gusto
de interpretar lo que vd., amable turista, tenga a bien pedirme.
–No lo tome vd. como
correspondencia. Son actos independientes: Yo invito. Vd. toca. El camarero
sirve. Y todos nos volveremos alegres soñadores. ¿Conoce vd., “tobarich”, “Las
bodas de Fígaro”?
–¡¿Qué si conozco “Las bodas de
Fígaro”?! ¿Me crería vd, querido amigo,
si le dijera que fui expresamente a las Españas (y concretamente a Sevilla) con
la única finalidad de recorrerme todas las barberías de la ciudad. “Las Bodas…”
se estrenó en Viena tal día como hoy, del año 1786… ¡Fue un éxito!
–Camarero… ¡ponga tres esmaltes!
El
camarero dispone sobre el coqueto mostrador dos escalas cromáticas de copas de
diferente tamaño “afinadas” con barniz:
–Yo tendré el gusto de interpretar
algunos compases del Adagio y Rondó KV 617 acariciando con los dedos los bordes
delicados de estas copas que no sólo sirven para cicerones del infierno.
Sonó
una melodía bellísima que estuvo a punto de rompernos el vidrioso espíritu…
como si fuera un recipiente de duralex.
El licor de carpintero va haciendo su efecto. El moldavo (¿) busca la tonalidad
y comienza con aquello de:
“Non piú andrai, farfallone amoroso
Notte e giorno, d’intorno girando
Delle belle turbando il riposo,
Narcisetto, Adoncino d’amor.
(…)
Y
los tres marcamos el paso como Figaro
y Cherubino en busca de guerra.
–¡Abajo el capital! ¡Arriba el
aguardiente!
–¡Abajo el derecho de pernada!
–En un sentido amplio y metafórico.
–¡¡Viva Transiinistra!!
–¿?
–¡Qué nostalgia siento de la URSS!
…Y
le brotaban lágrimas de los ojos (¿de dónde si no?) mientras empalmaba con Kalinka y con el himno de la
desaparecida Unión.
–Amigo, no se ponga así. Recuerde
también los recovecos del estalinismo.
–¡Cómo olvidar la gran
traición!...Sin embargo, todavía nos quedaba un chorrito de esperanza… de poder
enlazar con el comienzo…Ahora el fin enlaza consigo mismo… en un “marmotil”
bucle.
Nos
hemos ido pimplando las tres escalas.
El
camarero recoge el “instrumento”, pasa la bayeta por la barra y:
–Claro que sé que tal día como hoy
se creó la secta “iluminati”…¿no lo voy a saber?... y también que Beaumarchais
(y puede que el mismo Mozart) tuvieran algunas conexiones con ellos o con
semejantes…pero prefiero una discreta oscuridad. No es que dé la espalda de
forma definitiva a “Las Luces”. No obstante el proyecto dieciochesco pecó de exceso
de optimismo. El camino es más largo, más arduo, más aburrido, más complejo,
más doloroso (¡sobre todo!). La oscuridad del local funciona como metáfora.
El
“transnistriano” añade por su cuenta:
–Recuerden vds, queridos
contertulios, que tal día como hoy, del año 1941, en plena guerra, se estrenó
“Ciudadano Kane” y que estamos en Praga…¡No digo más!
–¡Es suficiente!
Bueno,
la cosa siguió en este tono. Terminamos las existencias de barniz y medio
barril ¡centroeuropeo! de cerveza. Mis ángeles me recogieron en la embocadura
del puente de Carlos, frente al “museo de
la tortura”.
Del
viaje de vuelta sólo recuerdo que bautizamos un puntito luminoso del cielo
nocturno con el excesivo nombre de PLUTÓN (*).
Llegado
a casa me quito el gorro y leo: ¡ ATHANASIUS PERNATH ¡ y en bandolera un
destrozado acordeón moldavo.