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viernes, 25 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, 25 de octubre. SEGUNDA SERIE. La arenga del día de san Crispín. El atizador de Wittgenstein. Discusión filosófica. Día de la remolacha.


I

Batalla de Azincourt.

“(…) Este día (mañana) es la fiesta de Crispiniano:

                            (¡¡me la coges con la mano!!)

El que sobreviva a este día y vuelva sano a casa,

Se pondrá de puntillas cuando se nombre este día,

Y se enorgullecerá ante el nombre de Crispiniano.

El que sobreviva a este día, y llegue a una edad avanzada,

Agasajará a sus vecinos en la víspera de la fiesta,

Y dirá: ´Mañana es San Crispiniano´.

Entonces se alzará la manga y mostrará sus cicatrices

Y dirá, ´Esta heridas recibí el día de Crispín´  (…)”

 

Quien así arenga es Enrique V, rey de Inglaterra. Los destinatarios, unos miles de ingleses, la mayoría descalzos y todos atacados de colitis, que van dejando un rastro pestilente por la antigua Picardía. Les sigue una nube de moscas, tercamente audaces y de feroz estirpe. Vienen de poner cerco a Honfleur, de fragante nombre, y se disponen a morir de una puta vez en el sitio que elijan los franceses de Charles VI. Han vadeado el Somme. Nunca pensaron, en sus felices días ingleses, que dejarían la vida en el país de los pícaros… y descalzos ¡¡el día de san Crispín!!

 



 

Los observadores informan que el ejército innumerable de los franceses se extiende por las llanuras del sitio llamado Agincourt. Informan, además, de que se atiborran de queso Munster, se empapan de burbujeante sidra y de que han dejado, ordenadas, las recias botas en la puerta de sus tiendas.

Que soñaban con el camembert y el calvados, no lo dijeron. Los dos ejércitos, pues, sufrían: el francés, de nostalgia del futuro; el inglés, de nostalgia del pasado.

Hicieron noche en Maisoncelle, a un tiro de piedra de lo que sería el cementerio… y justo en lo que se convirtió en una inmensa letrina.

Fue aquí donde Enrique V dio lo mejor de sí mismo y convirtió a Crispiano en un símbolo imperecedero. Los soldados, por lo bajini, se cagaban en la gloria… y en los pantalones.

 


 

Crispín y Crispiano, hermanos de un padre de imaginación escasa, fueron martirizados repetidamente por el emperador Maximiliano. No hubo forma de martirio que no fuera probada en sus carnes. Los arcángeles, hartos de tanta brutalidad e ingenio, desanudaron la piedra de molino (solución final) y sus cuerpos flotaron hasta la orilla. Bueno, baste decir que lo que quedó de sus cuerpos se veneran en una iglesia de Roma y sus cabezas descansan en Soissons, ciudad mártir. (Lean Udes., si lo desean, Le feu de Barbusse… ¡no me hagan hablar de Barbusse ni de su repugnante reacción ante las dudas de  Panaït Stratis).

Contra todo pronóstico la batalla la ganaron los ingleses: Enrique V se casó con Catalina, hija de Charles VI y como dote recibió Normandía y Anjou. Los supervivientes compartieron unos trozos de Munster. La sidra se había acabado. Lo que quedó de los cuerpos de los caídos se fundieron con el barro. Así se escribe la historia.

Me salgo del tema, pero no puedo evitarlo: Tal día como hoy, del año 1977 se firmaron los cismáticos pactos de La Moncloa.

Después llegaría Juana de Arco.

 

II

Batalla de la H3 del King’s College

A la Navaja de Occam y al Tenedor de Hume hay que añadir el Atizador de Wittgenstein sin el cual no se mantendría vivo el fuego en el que asar el Pavo Inductivo de Russell (perdonen el chiste corporativo).

Es una ceremonia que repito cada año en esta fecha, casi coincidente con el día de Acción de Gracias. Tengo pavo para una semana.

 

*

A las 8’30 de la tarde-noche del 25 de octubre del año 1946, aunque Popper lo sitúe en el 26, en la estancia H3 del King’s College (Cambridge, naturalmente) asignada a  R. B. Braithwaithe, empezó una reunión de la Sociedad de Ciencia Moral que, destinada a rutinaria, ha pasado, sin embargo, a la historia del cotilleo filosófico. Los ilustres asistentes, en mayor número de lo habitual, dada las segundas intenciones que sobrevolaban la gélida, pese al fuego del hogar, estancia, recuerdan la cosa de manera diferente, aunque todos coincidan en lo esencial-anecdótico: que no se quitaron los tres-cuartos; que Wittgenstein amenazó al ponente con un atizador y, lo más inolvidable, que la mujer del anfitrión no llevaba bragas. No usaba. Sus cruces de piernas eran, dicen, más inquietantes que una mirada de Wittgenstein. Se sentó en el alféizar de la ventana, lugar adecuado para insinuar lo que era conocido por todos. El nerviosismo inicial y los empujones de la abultada, para lo que era normal, concurrencia, debían más a ese detalle que no a la envergadura del ponente o a aquellas segundas intenciones mencionadas supra. Margaret Masterman no sólo tenía esa habilidad, sino que fue una adelantada en computación, I.A. y traducción automática.

 



El afable y generoso Russell, recién cumplidos los 74, dominaba discretamente la reunión desde una auténtica mecedora arrimada al fuego. El ponente, y su más que probable opositor, cruzaban miradas como cornadas. Popper fue el único que, sin miramientos, despreció a Wittgenstein por ignorante, banal, altivo, endiosado, fatuo… y un poco también por instinto de clase. Ambos, vieneses y judíos, daban por sobreentendidas muchas cosas: El bello Danubio azul* por ejemplo…

 

Cosas terribles habían ocurrido en Austria y en Europa. Wittgenstein las consideraba desde el punto de vista de la afectación personal; Popper intentó, fue su colaboración de guerra, un análisis general de la marcha de las cosas. Había escrito, y publicado en alemán, la Lógica de la investigación científica, que, con la falsabilidad, había dado el golpe mortal al Círculo de Viena, y La sociedad abierta y sus enemigos, que quiso hacer lo mismo con el psicoanálisis, el marxismo y el fascismo: Quien mucho abarca….

La primera obra era desconocida en Inglaterra y la segunda le abrió las puertas de todas las salas de conferencia de la Europa democrática liberal de posguerra y le valió una cátedra de segunda categoría en Nueva Zelanda que había pedido EXACTAMENTE diez años atrás. Ese mismo año de 1936, había dado una conferencia en la Sociedad. Wittgenstein no asistió por estar con un “jodido resfriado” como le comunicó a Moore.

 

**

Acababan de prometerle trabajo en la London School of Economics. El nefasto F. von Hayek, primo segundo de Wittgenstein por parte de madre, fue su principal mentor.

Por fin verían de lo que era capaz.

El jueves anterior, según la programación establecida, había expuesto el anfitrión y el jueves siguiente expondría Austin sus incipientes teorías sobre los actos de lenguaje; Popper, excepcionalmente, intervendría el viernes 25 de octubre. Había buscado un tema expresamente dirigido contra Wittgenstein (a Popper no le hacía gracia hablar por hablar): “¿Existen problemas filosóficos?”… que había envuelto en el anodino título de “Methods in Philosophy”.

A las 8’30 p.m. en punto se abrió la puerta del toril. Una corriente de aire polar removió el humo perezoso de las pipas. Margaret cruzó y descruzó las piernas dos veces: para marcar la media y para hacer de claqueta. Algunos pensaron en una zanahoria, confundidos, pues la remolacha* tiene un aire de familia.

 Entró el anfitrión, que no pudo evitar echar una ojeada a la entrepierna de su mujer, y, a continuación, un enano fortachón de desmesuradas orejas como grandes rodajas de remolacha.* Wittgenstein sonrió por lo bajini. Sus ojos de un azul acerado no se fijaron en la maniobra de Margaret, pero sí en sus (de él) zapatos impecables.

 

***

Estaba en juego el propósito de la filosofía y el destino de la revolución analítica empezada por Russell y sus “Principia…” que, según Russell, sólo había sido leída por seis personas: tres habían sido asesinadas en el Holocausto y las otras eran texanas.

La magna obra había desplazado a la epistemología como núcleo duro y la había sustituido por la filosofía del lenguaje. El atomismo lógico y la teoría pictórica del significado constituían el meollo. Wittgenstein I coincidía con ese enfoque, aunque no con la intención general. Su hermoso “poema lógico”, el Tractatus, fue entendido a medias, precisamente aquella mitad que, para W. era la menos importante etc…etc…

Los problemas filosóficos resultaban de una incomprensión de la lógica interna de los términos y expresiones o falta de denotación de los mismos… aclarados éstos, el problema dejaba de tener significado.

El Wittgenstein II, surgido, tras su desgraciada experiencia como maestro rural, en las postrimerías de los años 20’s, había abandonado, decía, las posiciones nucleares contenidas en aquel dogmático poema hermético. Popper había afilado la estaca para clavarla en el corazón de aquel primer Wittgenstein. También sirvió para el segundo.

Russell siempre dijo que las enseñanzas, salidas con dificultad de la boca de Witt. II eran una chorrada; naturalmente nunca lo expresó de esta forma tan vulgar. Moore tampoco las tenía en mucho. En realidad no había materia con la que estar en desacuerdo, simplemente no había materia. Sus seguidores obraban como idólatras.

La posición de este segundo Witt. era que el lenguaje funcionaba perfectamente, no escondía nada. Para saber el significado de un término, decía, no debemos preguntar qué es lo que representa (denota); debemos examinar cómo es empleado en realidad. Se pondría de manifiesto, así, los múltiples usos (juegos) del lenguaje y aire de familia que comparten términos y expresiones. El significado de un término es su uso. Nosotros mandamos, podemos hacer con el lenguaje lo que queramos; nosotros elegimos las reglas y determinamos lo que significa seguir las reglas (públicas).

Seguía en pie, sin embargo, la tesis de que no había problemas filosóficos. Los supuestos problemas filosóficos resultaban de un uso desconsiderado del lenguaje. Había que ayudar a la mosca a salir de la botella en la que había caído (por tendencia natural). Había que cancelar las vacaciones del lenguaje. Los problemas filosóficos son, en realidad, enredos, puzles; al desentrañarlos nos hacemos conscientes de cómo funciona en realidad el lenguaje. No hacen falta teorías generales, generalizaciones ni terapias lingüísticas. Así, estableciendo las reglas adecuadas, podemos afirmar que algo es rojo y verde al mismo tiempo y por completo. Y, naturalmente, lo “indecible” seguía sin poder ser dicho. 

 

****

Los problemas filosóficos que, antes, surgían de una mala comprensión de la lógica interna del lenguaje, ahora resultan de una mala comprensión de las reglas gramaticales. Antes se trataba de errores categoriales y ahora de errores gramaticales. Pero el asunto: la inexistencia de verdaderos problemas filosóficos, seguía en pie.

Popper se puso de pie… sin que su altura aumentara ni un ápice. Las orejas, sin embargo, rojas de frio, parecieron más grandes de lo que ya eran. Todo un problema en aquella corte de atildados. Witt. II sonreía por lo bajini.

–Que existen verdaderos problemas filosóficos, y no meros enredos, queda demostrado por el interés que suscita mi presencia…

Witt. II se puso de pie, apoyó el codo izquierdo en la repisa del fogón y la cabeza en la palma de la mano. Miró el cielorraso. Pensó que le hacía falta una mano de pintura.

–…    … y ¿qué me dicen de la inducción, de la probabilidad… … … de la falsabilidad de las teorías…?

–¡Son problemas matemáticos!

–… ¿Qué me dicen ustedes de la justificación del poder político…    … de las características que hacen que una sociedad sea “abierta”…    … Por qué hemos de preferir una “sociedad abierta” a una “sociedad cerrada”…  … Cuál es el límite justificable de la riqueza…  … ?

Margaret se sintió aludida y abrió y cerró las piernas.

–¡Son cuestiones de sociología y de economía! No existen problemas estrictamente filosóficos. Donde creemos encontrar uno, encontramos un mal uso de la gramática del lenguaje y sobre ética lo mejor es guardar silencio…o recitar una poesía de Tagore.

Witt. No salía de su guarida.

Russell atizó el fuego y consiguió hacer brotar una llamita rosa Tiépolo y azul lírico. La estancia parecía una calle cualquiera de Londres, tales eran el vaho y el humo de las pipas. La espesura dificultaba la visión de los entresijos de la aplicada Margaret.

–Además, señor…

–Popper, Karl Popper.

–Además, señor Popper, todo eso a que usted se refiere son expresión de deseos y juicios de valor encubiertos, no principios filosóficos.

–Bien. Distinguir los juicios de valor de los juicios de facto también es algo digno de la filosofía. O la misma falacia naturalista… … … las palabras, recién brotadas, y menos pesadas que el aire ambiente, caían, graves, al suelo. En poco tiempo el suelo se llenó de desperdicios. Alguno se agachaba para rescatar algún comentario y de paso mirar de reojo.

–¡Acabemos!­­– y se agachó para coger el atizador. Lo cogió sin mirar a la ventana–  ¡Deme un ejemplo de principio moral!– exigió… y levantó el atizador en dirección al ponente.

–¡No amenazar con el atizador a quien discute con usted!

Witt. Arrojó  el atizador al fuego y salió dando un portazo.

Popper respiró tranquilo al ver que lo de las orejas no había sido utilizado como argumento, prueba, apoyo empírico, síntoma o, simplemente, como insulto.

Hay otras versiones. Pero es indiferente. Lo histórico es la retirada de Witt., aunque los hay que defienden que era su comportamiento habitual. Popper pudo sentirse orgulloso de haber “vencido” en campo contrario.

 

*****

Witt. tuvo amistad (¿?) con P. Sraffa y antes con Russell; quiso largarse a trabajar a la URSS, cedió su herencia a sus hermanos (tras donar una pequeña, relativamente, cantidad, a artistas sin posibles), trabajó durante algunos años en escuelas rurales en Austria, quiso hacerse monje… así que hay que suponerle un cierto interés por las cuestiones sociales y una cierta preocupación por el prójimo. Piensen ustedes lo que quieran. Tengo para mí que Wittgenstein fue un egocéntrico enfermizo, con un indeleble espíritu de clase. ¿Puede hablarse de inconsciencia en Wittgenstein? ¿Sí? Pues, entonces… fue un inconsciente, un ingenuo (¡o no?) respecto a lo que estaba pasando en las regiones de habla alemana.

 

******

En Alemania seguían los juicios de Nuremberg y en la aislada España,  la prensa ponía el grito en el cielo por la furia procesal. La Vanguardia, como era normal, anunciaba remedios contra diarreas y otros males intestinales. Se publicitaba ortopedia para herniados, gomas higiénicas y zapateros.

Se vendía y se compraba ropa de segunda mano. Alguien había perdido un anillo de diamantes y esperaba recuperarlo, dijo. El tráfico estaba desbocado: fueron cuatro los peatones muertos… sin contar el hambre.

El Tenorio se anunciaba en diferentes teatros de la ciudad condal. Tiempos Modernos triunfaba. El domingo próximo se enfrentaría el Barça al Oviedo; el Español se las vería contra el Sabadell en la Creu Alta y el Gimnastic recibía al recién ascendido Alcoyano que esa temporada, la mejor de su historia, quedará 10º, por encima del Madrid. El Barça ganó la liga.

El maquis estaba en todo su apogeo. El desánimo, que no pudo levantar ni el gran mitin de la plaza de Oriente, cundía en la piel de toro. Desde Rusia llegaba alguna carta rezagada. Toni Garnett rueda “El cartero siempre llama dos veces”. En Rusia se estrena “Iván, el Terrible”. Herman Hesse recibirá el premio nobel y Borges publica su “Deutsche Requiem”.

 

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A Braithwaithe le faltó tiempo para apartar el atizador y, ya que estaba agachado, echar una mirada a su inteligente esposa… que sonrió como la Monna Lisa.

 

INFORMACIÓN PLUS

Hoy se celebra el día mundial del kárate y el día europeo de la (administración de) justicia. Y como la primera celebración tiene un universo de discurso más amplio que la segunda y, además, incluye su universo, se supone prioritaria: Aquello que no pueda ser solucionado atizando un Tsuki, pasará, con fastidio, a la justicia.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...