Pittburg(h) es una ciudad de Pennsylvania. Y Pennsylvania, con ese nombre
tan melancólicamente balkánico, es un estado de los Estados Unidos de América.
Sus ricos yacimientos de carbón, su agua abundante y el río Ohio, que se trenza
en el mismo centro de la ciudad…la convirtieron en la ciudad ideal para la
fabricación masiva de acero y para la producción de toneladas de humo
negro…suficientes para matar, dos o tres veces, de angustia y silicosis a todos
sus habitantes, familiares más cercanos incluidos. “¡Es el infierno con la tapa quitada!”…”la plus hidieuse ville du
monde”.
Lloyd Wright, preguntado por una posible mejora de su urbanismo: “Sería más barato abandonarla”.
Nadie, si no por castigo de la deriva genética, la elegiría para vivir…¡y
menos para morir!...El “humor” amargo
e incomprensible del perro homónimo, así como su fiereza desmedida, no puede
entenderse sin una cabal comprensión de las condiciones ”atmosféricas” de ese consulado del infierno y embajada de “Dite” en la tierra. Parece descendiente directo, y poco agraciado, de los dinosaurios que poblaronb estas tierras.
Dicho lo dicho, se entenderá que la muerte pillara por sorpresa a la “Duse” en esta sórdida “ciudad del acero”. Su gira, que habría
cubierto todos los Estados Unidos y zonas de influencia (Cuba…), quedó varada
en las metálicas aguas del Ohio, el lunes de Pascua de 1924…¡tal día como hoy!
Por suerte la gira estaba asegurada y el “Duce” (con quien Eleonora Duse guardó las distancias) había
prometido pagar el regreso de la “troupe”
en caso de desgracia imprevista… ¿Desgracia imprevista? ¿En Pittburg(h)?...¡Que cosas tenía este Benito!
Ya hacía días que la “Duse”
clamaba como poseída: “¡Partir! ¡Actuar!”…Un imperativo categórico que
se convirtió en un resignado “Tengo frío,
cúbranme”…antes de amalgamar su alma (¿) con las densas humaredas de las
siderúrgicas, y probar ontológicamente, como san Anselmo (*) probó la
existencia de dios, la posibilidad del tránsito del ser al no-ser (o del ser
pensado al ser real: del muerto concebido al muerto físico): Sólo uno mismo
prueba su propia mortalidad. La inducción queda en suspenso y con tu desgracia
construye los mimbres de su fortaleza: Inducción completa.
I-pod:
Nina Simone (*): “It is finished”
El viaje desde Pittburg(h) fue una epopeya, una “conquista del Oeste” en dirección contraria. La muerta salió de la
suite 524 del hotel Schenley (famoso hospedaje, ahora convertido en elemento de
la Universidad) a escondidas, bajó en el ascensor de servicio y la condujeron,
como a una dama algo achispada, a los salones de la funeraria Samson. Se le
embalsamó y reposó, como los caldos, seis días: vestida de blanco y rodeada de
flores blancas que acabaron, despojadas de todo decoro, convertidas en cálices
secos. El humo había hecho estragos en la blancura del sudario.
Llegaron los que tenían que llegar, y cruzados mensajes entre esos dos
personajes ridículos a más no poder, D’Annunzio y Mussolini, la condujeron a la
estación de Pennsylvania de Manhattan y de allí a reposar otros tres días a la
iglesia de los dominicos de la Lexington. Miles de personas siguieron el
cortejo y, abriéndolo, la desconsolada “troupe”,
reclamando los costes del viaje de vuelta. Bajaron por la 5ª hasta la 62:
entraron al Central Park y entre el esplendor primaveral, se dirigieron a los muelles
del Hudson, donde embarcaron el catafalco en el Duilio.
Y allí ocurrió lo previsible: A la “troupe”
no se le permitió subir. Mussolini había olvidado su promesa. Se
metamorfosearon en “piquete informativo”
y consiguieron pasajes “de segunda”
(¿). Los trastos pudieron ser embarcados en un barco posterior.
La “Duse” descansaba en un
compartimento de proa a prueba de balanceos. La “troupe” se amontonada y vomitaba en las cubiertas de popa... y se secaba con las cortinas. Tras 15
días, hay que dar tiempo al tiempo…para que huya: “Tempus fugit…”, llegaron a Nápoles. De Nápoles a Roma. Y de Roma
vía Treviso, a Asolo (“la perla de
Treviso”), donde vivía su hermana, único familiar. Allí descansó en paz.
D’Annunzio y Benito descansaron también su mala conciencia.
--Il siggnore Kino Herrero!!
--Sí…¡aquí!
--Vai al teléfono!
Olvidaba decir que me encuentro en la soleada terraza del café Centralle de la villa de Asolo,
comiendo un pannino y arruinando el
suduko “difficile” (“come il mondo”). Entiéndanme bien… ¡no
me como un “pannino”!…¡me zampo un
pannino, un bocadillo…¡ESTE bocadillo!…no el concepto “pannino” que no sabe a
nada, más que a desgracia.
--Sei sicuro?
--¿De Piitsburg?...¡no puede ser más
que para vd.!
Suena una voz metálica, nasal y amenazante: ¡que retire lo dicho sobre la ciudad, cuyo
ayuntamiento que tiene el honor de presidir! Me advierte que la ciudad ha
sufrido un cambio “fantástico” y que
supo reinventarse tras la crisis del 73. Parlotea sobre los beneficios de las
crisis…que abren “ventanas de oportunidad”…etc…etc. y añade: ¡Olvida Ud. el museo Warlhol! ¡Olvida que tenemos el dinosaurio más grande del mundo!
-- ¡Al contrario!
-- ¡Al contrario!
Cosas del espionaje universal.
A propósito de “universal”:
Abelardo (*), en eso, hay que reconocerlo, seguía a Roscelino (“pan y vino”), disolvió
(euridicianamente) la primacía ontológica de las “Ideas” (términos “universales”),
convirtiéndolas en meros puentes lógico-lingüísticos por los que transitamos de
la mente a la realidad física: de ahí que me coma ESTE pannino… ¡y no un “flatus vocis”.
Y a mí me entran ganas de arrancar la loseta del nombre de la calle (“Brownings”) y lanzarla a Pittsburgh por
ondas herzianas desde una antena isotrópica.
Tal día como hoy, del fatídico 1898, los Estados Unidos de América
declaran la guerra a España…Cuba…