Me lo suponía. Sábado (el día
preferido de “Jack”) Agosto. Esto
parece “la Boquería” en día de visita
del “Queen Elisabeth”. Como me conocen, me colocan una mesita: dos patas en el
entarimado y dos a veinte centímetros de altura sobre la arena. La calzo con
las (des)“Memorias” de Ehrenburg (*)
(2.057 páginas, sin contar las de “cortesía”): una de las pocas utilidades del
mamotreto.
–¿Estás
bien así, Kino?
–¡I
tant! ¡Como un rey!: al borde del precipicio. ¡No te vayas! ¡Ponme media
docenita de sardinas a la plancha. ¡¡Evisceradas!! Y, mientras se van haciendo,
una Moritz. Cuando me las traigas, me
las acompañas con un verdejo fresquito.
–¿Un
vaso?
–¡Por
dios (¿)!
Tal día como hoy, del año 1888,
apareció (¿) la primera víctima “canónica”
del llamado (a partir de la carta del 25 de septiembre del mismo año, en que
anunciaba la aparición (¿) de la cuarta víctima “canónica”: Catherine Eddowes), “Jack,
el destripador” (pero en inglés).
El “modus operandi” permite, sólo, atribuirle cinco (“las canónicas”)
de las incontables víctimas que entre el 87 y el 91 fueron dispersadas por Whitechapel y otras áreas del
empobrecido “East End” de Londres.
Aquello fue una mezcla de emigración, hacinamiento, pobreza, racismo,
antisemitismo… y sus consecuencias: delincuencia, violencia, prostitución
insegura…En ese humus proliferaron los coríferos y los epígonos, rivalizando en
brutalidad. “Jack” fue uno más. El “Moriarty” de aquel desamparo. “El genio independiente”, como lo llamó
G.B. Shaw.
Cerveza en mano, pido a mis
Custodios (¡se acabaron las vacaciones!) que me trasladen por un momento a
Londres. Las servilletas de papel revolotean, el olor a cabello cadera de ángel
se expande, los comensales y bebedores husmean el aire, los niños dejan la
pelotita y durante unos segundos aquello parece el Paraíso Original. Me elevo sentadito
en la invisible silleta de mis Ángeles y en mi lugar queda la talla exacta de “Kino tomando cerveza”. Me depositan enfrente del mercado de Spitalfield, de espaldas al pub “The ten Bells”, en medio
del tráfico infernal de la Commercial
street. Parece “Pijolandia” y ¡yo
con estos pelos! Los tugurios y Casas de Caridad de la época se han reconvertido
en modernos apartamentos para gente bien. Un proceso común que ya conocemos. Al
final del XIX, esto era el fin del mundo; ahora, se encuentra a una agradable
distancia de la City. Se venden cosas inútiles y vistosas. Los “jóvenes” van con la carterita de marras
en bandolera. Bicicletas. Madres jóvenes que pasean a sus hijos por el parque
que London calificó de pústula. Jovencitas que deambulan y compran. Jovencitos
que compran, deambulan y toman cerveza…La sombra de “Jack” es un valor añadido. Hablo de Londres, naturalmente.
Aquí fue donde Mary Kelly (la
quinta, y peor parada, víctima “canónica”)
solía empezar su “jornada”. Se había
comprado un sombrero nuevo y había depositado en él, no sólo los ahorros, sino
también las esperanzas. En un plis-plas
recuperaría el dinero gastado de más en pintas de cerveza negra. Y aquí, en
este pub, es de donde empezaba la visita guiada por los lugares “ripperianos”.
Entro con mi Moritz. La que se ha
quedado en Ocata en una ilusión, una copia.
–Eh…¡Oiga!
¡Vd.! ¡El de la cerveza!
Todos pimplan cerveza.
–Vd.
el de gafas y pantalón corto tipo “meyba” color pistacho, rematado con una
lista verde oscuro y que cubre su tórax (¡¡) con una camiseta blanca del
chiringuito “La Chancleta” y que, además, lleva una cerveza en la mano
izquierda. Sí Vd. ¡no mire para atrás que es el último!
Su castellano es perfecto y
expresivo.
–Buen
hombre, creo que se equivoca. Esto que llevo en la mano izquierda no es una
cerveza…es una botella de cerveza…¡vacía! Y mi indumentaria, sin duda inadecuada, se debe a
circunstancias difíciles de explicar e imposibles de comprender. Estoy aquí por
cuestiones históricas relacionadas con mi quehacer diario. Y no impulsado por
un viento aleatorio.
–¡Siendo
que se trata de un “ripperólogo”…!
–Sabe
que le digo, tabernero…¡que me voy! Ya he visto lo que tenía que ver.
Me dirijo hacia la Iglesia; la dejo
a mi izquierda y entro en un bar: “Blessing”
(¡¡). Pido una cerveza (y entrego el casco)
Por la cristalera veo una tienda de ropa femenina, vestidos de fiesta y cosas
de esas. Se expone un vestido de novia digno de Polly Peachum. Se llama
no sé qué de “hadas” y pertenece,
parece ser que en comandita (por el tamaña de las letras), a una tal Lulú.
¿Sabrá esta tal Lulú de la obra de Weddekin o de la ópera de Berg?
Así son las “efemerísitcas razones”…tienen razones que la razón no entiende.
De todo lo que ha dado de sí
(¡mucho!) este asunto, se salva (aparte de lo citado):
- ·
“The
Lodger” (Hitchcock. Basado en la famosa novela de Marie Belloc Lowndes.
- ·
“La
caja de Pandora” (1929) de G.W. Pabst, basada en la obra homónima de
Weddekind.
- ·
“Drôle
de drame” (1937) de Marcel Carné que, impelido por su apellido, realizó una
parodia en la que un vegetariano se cargaba a los carniceros del barrio.
- ·
Las canciones de Morrissey, de Nick Cave
y de Dylan. El “havy” ya no lo soporto.
- ·
El musical: “Sweeney Todd” de S. Sondheim.
- ·
Curiosidad: Cuarteto para flauta,
clarinete, violín y cello: “Frère Jacques
the Rippeer” (“deconstruyendo el
canon”). Juan María Solare.
Mis Ángeles me recogen en la puerta
de la iglesia, cuyo campanario parece que se va a caer de morros de un momento
a otro, y me introducen en la silueta tallada, copia del original (que soy yo).
La playa sigue atestada. “La chancla”
parece “la Chancra”. Los habitantes
de “Mahagonny” se han dado cita en la
playa de Ocata. Las sardinas: Mary Ann, Annie, Elizabeth, Catherine, Marie Jane
y Jenny Towler (para hacer honor a Mackie Navaja) yacen en el plato.
Evisceradas, en efecto, y asadas. ¡Maldita coincidencia!...¡Adiós sardinas!
¡Bienvenido un plato de quicos! Y me pimplo la botella de verdejo.
Londres siempre ha tenido “un no sé qué” de siniestro, digo “un no sé qué” porque, en efecto, no lo
sé. No he pisado Londres en mi vida (salvo esta breve visita relatada): eso de
la niebla; la Revolución Industrial; El “Chelsea”
F.C…Algo, en fin, de nocivo que altera la psique.
Me enchufo el i-pod y comienza el
espectáculo. Hagan vds. mismos la experiencia: Oigan a toda castaña la “murder ballade” de Mackie Navaja
mientras contemplan a la población de Mahagonny
solazándose de forma indelicada. Si lo resisten les pago una cerveza en “Los Piratas” o en “El Marina”. Pues sepan que cualquiera de estas personas es capaz de
cualquier tropelía, como por ejemplo desubicar las (des)memorias del ruso, tal
es su ansia de conocimiento, sólo para comprobar qué dijo de Brecht (*), de
Braque (*) o de la pobre Tsvetáiova (*), causándome un perjuicio irreparable e
indigno (a más de afrentoso). El tal Ehreburg(*) es interesante por lo que
calla. Lo que dice son banalidades. Además… ¡se da unos aires de cosmopolita…!
Las malas lenguas afirman que lo suyo no fue suerte, sino complicidad. ¡Mira
que citar sólo tres veces a Trotsky! (en 2.057 páginas). ¡Mira que no referirse
a los “procesos-farsa de Moscú”…!
¡todo un corresponsal de “Izvestia”!
En alguna otra parte he dicho algo
sobre este dudoso personaje. Sin embargo, alguna de sus novelas pueden leerse.
Bueno, pues a lo que iba: Tal día
como hoy se estrenó en el teatro am
Schiffbauerdamm de Berlín (sí, hombre, junto a la Friedrich. La sede del “Ensembre Theater”) “La ópera de cuatro cuartos” (o como se le llame) con música de
Weill sobre libreto de Brecht. Todo un éxito…pese al comienzo un poco indeciso.
Aquello fue el no va más. Se habían destrozado todas las convenciones del
teatro y de la ópera y se regó abundantemente la semilla, ya plantada por él
mismo (y otros) en años anteriores, de la reacción antimodernista de la plebe, ya “facha”
(y pronto nazi).
Weill y Brecht empezaron a
colaborar juntos en 1927. Quizás se hubieran conocido fugazmente (comienzos de
los 20) en compañía de Isadora y Essenin. Weill reseñó la emisión radiofónica de “Mann ist Mann” de Brecht. Y su reseña fue tan halagadora que el
literato quiso conocer al músico: así nació una larga amistad.
Brecht, por entonces, ya se
consideraba marxista. Weill era un revolucionario de las formas musicales, un
demócrata radical y judío. Juntos crearon lo que Brecht llamó “Teatro épico” (que incluía también la
idea de una “ópera de nuestro tiempo”
de Weill), una profundización en las innovaciones de Piscator, Toller… y en
cuya concepción intervinieron de forma anecdótica Valentín y Asjia Lascis
(Benjamían “flaneaba” por los
alrededores). Sobre este concepto…¡volveremos el día correspondiente! (23 de
marzo, segunda serie. En construcción).
Baste decir, de momento, que se
intentaba sustituir el sentimiento, por la razón; la empatía, por el
distanciamiento; la interpretación naturalista, por una interpretación mecánica
y estereotipada…Todo con la intención de hacer que el espectador “se
posicionara” respecto a lo que estaba “viendo”. Rompe radicalmente con la “catarsis” aristotélica”, con el
expresionismo y con la estéril “Nueva Objetividad”. Y crea una sátira “marxista” en donde, como en Marx, la
apariencia no coincide con la verdadera realidad de la cosa: Se presenta la “mercancía”
como una existencia inocente y acaba desentrañando su envenenado proceso de
producción.
Bueno, pues, se conocieron y se
fueron juntos al Schlichter`s, (por
la zona de Glitz) que tenía fama por sus ensaladas y su “bufet” y se pusieron manos a la obra (desde entonces ese bar-
restaurante sería como la “oficina”).
El músico tenía un encargo del festival de Baden-Baden…etc…etc y de ahí salió
el primer “Mahagonny”, que años más
tarde se convertiría en “Ópera”. Por
cierto, “Alabama Song” no es de The Doors, ni de David Bowie…Infórmense
Vds. Infórmense.
–¡Niño!...¡¿Quieres
dejar de tirarme la pelotita a la cabeza?! Señora…¡ocúpese de su retoño que me
está robando de forma inaceptable mis quicos! ¡Jordi, tráeme otra de verdejo y
más quicos! ¿Y unas estrellas para mis Ángeles que parece que rondan por aquí!
Bueno a lo que vamos. Fue Marianne,
la entonces compañera (esto daría para una “Summa”)
de Brecht quien le dio la idea y le tradujo la obra: “The Beggar’s Opera” de Gay y Pepusch (XVIII) que estaba siendo
repuesta con enorme éxito en Londres con motivo de sus doscientos aniversario.
Ya saben vds. de qué va la obra: mendigos, rateros, rufianes, crítica social y
baladas… ¡algo a la medida de Brecht! (que no tuvo que esforzarse mucho por
convencer a Weill). En este caso fue Brecht quien había recibido un encargo. Se
lo comunicó al músico y decidieron dar comienzo a lo que sería la obra “dramática” más importante de “Weimar” (¿de la primera mitad del siglo
XX?) y marcaría un camino que algunos (Beckett, Ionesco…) seguirían.
Era Abril.
En Mayo ya estaban las dos parejas en la Riviera. Una pareja estaba clara:
Weill y la magnífica Lotte Lenya. La otra pareja (digamos, “figura”) era más complicada. En
cualquier caso es un asunto personal que no nos afecta en absoluto. Brecht
siempre fue así y las mujeres se lo consintieron (¿). O así eran las cosas. Los
primeros ensayos debían empezar a principios de Agosto. El estreno, el 31 de
ese mes. Llegaron los ensayos y seguían escribiendo las escenas. Los enredos
sobre la elección de los actores son históricos. Y, una vez elegidos, los
esfuerzos por mantenerlos contentos, son metahistóricos.
Una cosa estaba clara: Lotte (doblemente esposa de Weill) haría de “Jenny”, una de las rameras. El “guión” se iba adaptando a las
defecciones y caprichos.
El fracaso estaba cantado. Y no
había plan B. Para colmo, la noche anterior al estreno, “Mackie Navaja” dice que no sale si no se añade un tema digno que
sirva de presentación del personaje. Algo así como hizo Piscator en su “Svejt”. En fin…Esa noche-madrugada ¡la
última! fue compuesta la letra y la “insidiosamente
tarareable” (A.R.): “Die Moritat von
Mackie Messer”. ¡¡En una noche-madrugada!!…la última antes del estreno. ¡La
canción más popular de “Weimar”! y
llamada a convertirse en un imperecedero hit del “pop”
“Por
fin, llegó la velada del 31 de agosto de 1928, fecha que entraría en los anales
del teatro del siglo XX. Hasta la “Kanonensong”, la audiencia se mostró más
bien fría. Ése fue el punto de inflexión. El público se fue animando; se oyeron
los primeros murmullos de aprobación; los aplausos iban en aumento. Al final un
éxito rotundo, por el que nadie habría apostado”.
Lo mismo, pero con más detalle: El
público no respondió a la obertura-fuga inicial. Estaba indiferentemente
expectante. La expectación estuvo a punto de convertirse en indignación cuando
Gerron (que hacía de“Tiger Brown” y
también cantó la “balada” acompañado del
organillo de gacigalupo) acabó el
verso sobre los dientes del cocodrilo y dio la vuelta al manubrio: ¡no ocurrió
nada! Del organillo no salía ni una nota. Acabó la primera estrofa sin
acompañamiento. ¡Sálvese el que pueda! La segunda fue arropada de forma
arrebatada por la orquesta. El fracaso anunciado estaba llamando a la puerta.
La cosa siguió, mal que bien, entre bostezos. Ni la escena de la boda, ni la “balada de la Pirata Jenny”. Nada. Seguía la indiferencia. La orquesta no era
la sinfónica de Berlín. Era un grupo de siete competentes multiinstrumentistas que se vieron obligados a tocar ¡23
instrumentos! Lo hacían con ímpetu, mecánica y atropelladamente. Tampoco los
actores estaban sujetos a una disciplina cuartelaría. También a ellos se les
permitía “plantearse las cosas”.
Teatro épico.
Sólo cuando entra el policía “Tiger Brown”, reconoce al canalla de “Mackie”, se abrazan y empiezan a cantar
un canto infame de glorificación de las matanzas militares (“La canción de los cañones”), el
respetable perdió la honorabilidad y empezó a desgañitarse. Hasta que no
hicieron bis no pudieron controlar la
cosa. A partir de ese momento la obra fue “in
crescendo”. La repetición de la
balada del “Navaja” fue bien y todo
acabó en un éxito clamoroso. Críticas ignorantes las hubo, naturalmente: de la
prensa nazi estaba escrito. Pero también la “izquierda” se quedó desorientada: del “lumpen” no podía salir nada bueno. Demasiada consideración. No
había crítica social. Los malos no eran castigados…etc…etc
Ya saben Vds. la trama: Peachum (“rey” y dueño de los mendigos) es padre de Polly. El canalla Mackie
(Macheath) la quiere hacer su esposa. El “suegro” se opone. La boda se realiza.
Peachum no está acostumbrado a perder
e insiste en sus denuncias. El policía (“Tíger
Brown”) enviado para su detención, resulta que es un antiguo colega de
correrías belicistas. “Jenny La Pirata”,
lo traiciona y cuando la soga ya le roza el “bocado de Adán”, llega un mensajero a caballo con un indulto de la
reina, acompañado de un título nobiliario con la subsiguiente dotación
económica.
El texto de Brecht no deja lugar a
dudas en sus intenciones anticapitalistas. Si Benjamín quiso ver en ese atajo
de granujas y criminales un “homúnculo” del nuevo sujeto revolucionario…¡se
equivocó!
Ocho años más tarde (“La novela de
cuatro cuartos”) esos personajes han evolucionado y lo que era artesanía se ha
convertido en una organización del pillaje y del asesinato. El nuevo Macheath
(“Navaja”) actúa como el
representante de la gran burguesía, que combina sabiamente el crimen con la
apariencia de responsabilidad y sentido común. La filantropía, el deber patrio,
la responsabilidad…¡todo al servicio de la acumulación! La antiideología se
convierte en la ideología más influyente y destructora:
“En
mi opinión, y es la opinión de un hombre que trabaja en serio, no tenemos en la
cumbre del Estado a las gentes apropiadas. Todos pertenecen a algún partido, y
los partidos son egoístas. Su punto d vista es unilateral. Necesitamos hombres
que, como nosotros los negociantes, estén por encima de los partidos. Nosotros
vendemos nuestra mercancía a pobres y ricos. Vendemos a cualquiera, sin
acepción de personas, un saco de patatas, le instalamos la línea eléctrica, le
estrechamos la mano. La dirección del Estado es una tarea moral. Hay que
conseguir que los empresarios sean buenos empresarios, los empleados buenos
empleados, en suma: que los ricos sean buenos ricos y los pobres buenos pobres.
Estoy convencido de que llegará el tiempo de semejante gestión de Estado. A mí
me contarán entre sus partidarios”
…Y ese tiempo llegó.
Pero en el 28, el “Navaja” y sus compinches tenían todavía
una notable carga de nihilismo-anárquico, acorde, por lo demás, con los
tiempos. Lo que la ópera plantea y contesta es : ¿Qué es más criminal robar a un banco o fundarlo?¿qué es más decente el
matrimonio o el puterío?¿Puede nacer la moral en cuerpos hambrientos? ¿No es la
misma moral instrumento de muerte en manos de los propietarios de los medios de
producción? ¿No utiliza el Estado tanto a las fuerzas represivas como al lumpen
en la realización de su misión histórica: La victoria absoluta del capital?
¿Quién es capaz de distinguir entre un policía y un delincuente?
La
solución “Deus ex machina” del final de la obra, fue un verdadero ataque a los
“moralistas del trabajo” a los defensores del trabajo (de otros) bien hecho: el
vicio es recompensado. NATURALMENTE…¡COMO EN LA VIDA
MISMA1
Por otra parte: Ya no basta una
historia de amor para mantener un argumento. El amor es una mercancía más. El
romanticismo pasó a la historia. Se acabó también la época de la “prostituta buena y consoladora”. La
explotación se ha colado por todos los intersticios del organismo social. Y en
consecuencia con todo ello: se acabó el tiempo de las bellas palabras, del “humanismo”, de la “compasión” que impide nuestra compresión del mundo. Se acabaron los
argumentos interesantes, es la hora de los razonamientos ilustrados (“poemas
didácticos”).
El lenguaje ha actuado como un
gendarme. Hay que liberarlo y dotarlo de complejidades, convertirlo en un
instrumento al servicio de nuestros intereses. La dicción de los personajes es
de una precisión neurótica. El timbre, ornitológico. Las palabras asumen
diferentes papeles e intenciones. Las letras mismas, organizadas en mensajes,
se curvan, se subrayan, se descuelgan desde el techo…invaden el sobrio
escenario y se convierten en metalenguaje.
Vulgarismos, barbarismos,
gargarismos,…y una hermosísima poesía que se desprende sin proponérselo. Como
reflejos irisados brotados del filo de la navaja del asesino.
Los personajes se representan a sí
mismos y al propio personaje en un juego de espejos que no debe de hipnotizar
si no aclarar las relaciones entre las cosas y sus representaciones: entre el
valor y el precio. Se acabó la interpretación naturalista. La subjetividad
narcisista del actor. Ahora es la colectividad quien se reconocerá en los
estereotipados y significativos gestos de aquellos “actores”.
¿Estaré delirando con tanto verdejo
y tanto “quico”? El sol sigue duro. Los
bárbaros me rodean. A centenares de metros, alguna sonrisa de complicidad. El
agua crepita al contacto con los cuerpos a medio asar.
La música es sustancialmente
inseparable de la palabra. Nacen juntas. Una música ambigua, retorcida, simple,
vulgar, elevada, popular, selecta…A veces empieza una “balada” con unos acordes
propios de una ópera e repertorio y, una vez nacidos, se lanzan al arroyo. Una
música que no se atiene ni a la tonalidad ni a las enseñanzas de Schöenber (que
por entonces estaba con su “Moisés y
Aarón”). Jazz, “murder songs”,
“baladas”…y un sentimiento de desesperación y nostalgia (¿de qué?) absoluto. Un
lirismo impropio de lo que se dice.
Vuelvan a escuchar la canción de
Mackie Messer. Una melodía pegadiza y aparentemente sencilla que se mueve en
espiral sobre un acorde con sexta añadida–una tríada de Do mayor más la nota
La– que la empuja continuamente hacia el tono menor (procedimiento querido de
Debussy) (A.R.) que una vez oída, ya no se olvida y se clava en nuestros corazones
como la estaca en el pecho de Jenny Towler. ¡¿Y la “despedida” de Polly y
Mackie?!...¡Hasta los proxenetas parecen rebosantes de amor!...
Y ya puestos oigan la ópera entera.
¿De dónde brota ese sentimiento de pérdida, esa piedad, esa desesperación…esa
melancolía? Parece más bien una endecha-lamento por un tiempo perdido antes que
un vislumbre de los tiempos nuevos. Eso fue lo que despistó a la “izquierda” ¿Cómo puede brotar tanto lirismo
de esas lúgubres cuevas repletas de sabandijas?
En 1931 Pabst (y Brecht) la llevó a
la gran pantalla y esta es la fuente más
antigua para el conocimiento de la obra “original”.
La prole es infinita:
· Nina Simone, Judy Collins, Marc Almond,
Pep Shp Boys, Tom Waits, W. Burroughs, B. Darin, F. Sinatra (que le añadió la
famosa apostilla de “El Padrino”, aquello de la oferta a la
que no te podrás resistir…”), Louis Amstrong (que añadió el nombre de
Lotte Lenya a la lista de las víctima de Mackie)…Pregúntenle a Dylan por la
canción de “Jenny Pirata”. Marianne
Faithfull…
·
Infinitos más
Hoy se me ha ido la mano. Pasar por
el huerto: tomates para un fresco salmorejo (¡¡)
De madrugada me despierto. Apago el
DVD justo en el momento final en que se repite el “Moritat” de Mackie. Me voy a la cama completamente agotado.
Queda material para otro 31 de
agosto. Eterno retorno de lo mismo. Adiós.