(Los
asteriscos remiten a “razones
efemerísticas”)
Hoy
es uno de aquellos días de los que la humanidad puede y debe sentirse
orgullosa. Muestra a las claras que los deseos de mejora moral no son mera
palabrería sino que se apoya en hechos constatables e indiscutibles. Es, pues,
un hecho que la sensibilidad humana sigue un proceso de refinamiento que ¡si
dios no lo remedia! conducirá a tratar como a invitados a los escasos
descarriados que por atávico azar vayan
surgiendo.
Tal
día como hoy, del año 1832, Felipe VII, como regalo a su queridísima y santa
esposa, e impulsado por aquella fuerza bondadosa a la que he hecho mención,
decide sustituir la “muerte por
ahorcamiento” por la “muerte a
garrote”. No se me diga que la cosa es indiferente: la horca producía
muertes lentas y en exceso sufrientes; en el “garrote”, sin embargo, la muerte fluye lubricada y se introduce “vorticinosamente” en el occipucio del
desgraciado, que no tiene ni tiempo de rezar un Ave María.
Si
no lo creen pregúntenle al “Jarabo”,
de cuello de búfalo y de físico, en general, portentoso. Entre que la máquina
no estaba en su punto y que el verdugo
(López Sierra) estaba pasado de punto, la ejecución que debería de haber
acabado a las 8 en punto tras 1 minuto de martirio, se prolongó media hora
más…entre tormentos indefinibles. El principio físico (biológico, fisiológico)
que rige el aparato es simple: te desnuca en un santiamén. La variante “catalana” sumaba un punzón que añadía al
“desnucamiento” el “descabello”.
Felipe
VII , pese a su bondad natural, conservaba el instinto de clase: Mantuvo las
diversas variantes litúrgicas de la ejecución: A los condenados a “garrote ordinario”, o sea al pueblo
llano, se les conducía en mula o en caballo. A los “fijosdalgo” los llevaban en caballo ensillado y los destinados al “garrote vil”, por crímenes infames y de
envergadura, eran transportados sobre el lomo de un burro, y con la vista hacia
los cuartos traseros… aunque normalmente los llevaban arrastrando de tal manera
que cuando llegaban tenían medio trabajo hecho: bastaba con soplarles con
cariño y ¡certeramente! para que doblaran la cerviz; quedando, así, a
disposición de Bacon (*) que captaría toda la belleza y violencia del momento.
Bacon hizo con el cuerpo humano lo que Cézanne había hecho con el paisaje:
dejarlo en carne viva. Bacon también era una máquina de matar: sus dos primeros
amantes se suicidaron, el tercero… ¡heredó!
El
acto, público, se publicitaba con golpes de tambor… ¡con las “cajas destempladas”!
Los
últimos (y más famosos) verdugos fueron amigos de correrías, y de Badajoz:
López Sierra y López Copete. El primero en Madrid y el segundo en Barcelona.
Ambos asiduos de “El Caso” que
devoraban con fruición en las barras, de mármol fúnebre, de los bares el
barrio. Parecían intelectuales-sociólogos
sumidos en los entresijos de la especialidad. De tanto estudio resultó una
conclusión apodíctica: estaban a este lado del tornillo por pura casualidad.
Desalmados, su carne era animada por la coñá, como los autómatas por los
mecanismos. Restos de alma, sin embargo, aún vagaban por sus cuerpos, como
ovillos arrastrados por el viento del desierto.
Cuando
a Copete, por ejemplo, le tocó acabar con Pilar Prades, “la envenenadora de Valencia”,
puso reparos: “una mujer es como matar a
30 hombres”…”Tenía las carnes tan blancas”…”Pensaba
en mi madre”. Para no sentir la voz telúrica de la naturaleza se pimpló dos
botellas de coñá y tuvieron que arrastrarlo al patíbulo y colocarlo frente a la
tuerca. Tardó…pero se ganó los diez duros. Acabó de portero en el barrio de “Malasaña”.
Al
otro le tocó, de oficio, finiquitar a Salvador Puig. Por suerte (¿) estaba
condenado por estupro. Así que tuvo que venir su amigo de infancia que ¡como lo
habían avisado! llegó con una borrachera mesetaria que causó estragos en el
cuello del que esperaba sentado. Acabó trabajando en una fábrica de caramelos,
en la provincia de Alicante.
Sobre
esta herramienta y sus efectos podría escribirse y no parar: ¿Fue un invento
nacido de “fecundia” hispánica? ¿Se
refería a esto Unamuno cuando gritó
aquello de “que inventen ellos”, ya
que nuestros aportes al patrimonio mundial eran de este cariz? ¿Se enteraron
por aquí que los ingleses habían perfeccionado la “horca” hasta convertirla en
un instrumento “indoloro”? ¿Se les
ocurrió electrificar el tornillo? ¿Impregnarlo de veneno real? ¿De dónde sacó
Brossa el “garrote” para su “Convidat”?
¿Cuál la relación entre el “tornillo”
y el sacacorchos?… ¿Procede, por evolución, del típico y eficaz garrote con
clavos?... Dado su peso y su dureza ¿pensaron en, simplemente, dejarlo caer
sobre la cabeza del reo?... Son interrogantes que dejo abiertos en canal.
Gravilo
Princip, muerto tal día como hoy, del año 1918, se libró del “garrote” por
menor de edad. Minúsculo como era fue capaz (¡por eso!) de descerrajar unos
tiros en Sarajevo y, de paso, dar aviso para que comenzara la carnicería.
Intentó el suicido, pero lo detuvieron, evitando el linchamiento. Estaba harto
de que lo consideraran un raquítico representante de la “raza” serbia, que, por cierto, se caracteriza por su altura y
fortaleza. Estaba harto de que todas las organizaciones “revolucionarias” le cerraran las puertas en las narices. Su
insignificancia se hizo más patente cuando le cortaron un brazo: "No
es necesario que me lleven a otra prisión. Mi vida ya se acaba. Sugiero que me
claven en una cruz y me quemen vivo. Mi cuerpo en llamas será una antorcha que
guíe a mi pueblo por el camino de la libertad".
El “chusquero” Arancibía (*) hubiera dado
cumplimiento a la perfección (¿) a los deseos de Gravilo. Un sentido homenaje a
Ivà que, hoy, cumpliría 73 años.
Y para acabar este día de ayuno y abstinencia, en
plan “Ramadán”, recordar que tal día como hoy, se desposeyó del título
mundial de pesos pesados a Clasius Clay == Mohamed Alí, por negarse a ir a matar a Vietnam (¡¡).
¿Ven vds.?...unos tanto y otros tan poco.
San Pedro Chanel, a quien la iglesia católica,
apostólica y romana dedica el día, hisopará el ambiente con unas gotitas de su
famoso nº 5.