¿Son Vds.
aficionados al golf? Bueeeeno, pues nada. Era por si les agradaba este
emocionante deporte y por si ya estaban hartos de practicar su swing y sus hierros cortos en el golf de
Vallrromanes (pues estarán Vds. de acuerdo conmigo en lo tediosas que pueden
llegar a ser esas partidas en medio de un paisaje demasiado familiar) les iba a
proponer que se trasladaran a otro campo más adecuado y variado. Allí tengo
cierta influencia: hice de caddie
durante un verano. Bueno en realidad fue de recogepelotas. Pero, vamos, que
tengo cierta influencia se lo podrán confirmar en el pub de las instalaciones.
Se trata, ni más ni menos, que del campo de Piltdown, en los alrededores de
Uckfield (miren el “google maps”).
Situado en las aburridas campiñas del sur de Inglaterra, a mitad de camino
entre Londres y el mar, es un buen lugar desde el que zambullirse en uno de los
fraudes más sonados de la historia de la paleontología. Y un buen lugar para
dejar de existir. O, lo que es lo mismo, jugar al golf durante eones.
Si acaso
quisieran añadir emoción y paradoja, vayan al campo de golf de Melilla. También
encontrarán restos humanos.
Imagino que
alguien poco ducho en el manejo del “driver”,
y aficionado a la paleontología, le arreó un estacazo a la bola que levantó una
“chuleta” tan grande que dejó ver las
entrañas de la tierra. En ese tremendo agujero se encontraron huesos. Siguió
practicando y a cada golpe sacaba a la luz restos óseos. No jugaba solo. Era
todo un grupo de paleontólogos entregados con frenesí a este plácido deporte.
Una gran hipótesis (tan grande que tuvo que surgir a la vez de la mente de todo
el equipo), que primero surgió como extrañeza, avanzó hacia la curiosidad, se
convirtió en pre-juicio y acabó conformándose como certidumbre (no sin antes
batirse victoriosamente contra otras hipótesis), hizo acto de presencia.
Recogieron los restos (incluido un diente de perro que aportó el jesuita), los
pegaron como pudieron y el resultado lo presentaron como restos de una especie homo desconocida. ¡Por fin Inglaterra
tendría su homo!
No citaré
nombres para no darles publicidad. Pero que sepan que los conozco y que los he
tachado de todos los libros a los que he tenido acceso. La ciencia no es inmune
a los ataques de la vanidad, del racismo y del negocio, como bien saben Vds.
Habría para empezar y no acabar sobre fraudes y mentiras.
Tal
día como hoy, del año 1912, año de efervescencia
eugenésica y poco después de que Picasso “inventara” el collage, este grupo de (con)fabuladores presentó el resultado: una
cabeza imposible: cráneo (grande) de un casi contemporáneo, mandíbula de
orangután, diente de perro y trozos de arcilla cocida, ante la crédula y
entusiasmada concurrencia de la Sociedad Geológica de Londres. Fue presentado
como el “eslabón perdido”.
Cubriendo el
flanco teórico, los diarios publicaron ese mismo día la noticia. 40 años duró
la mentira. Darwin no necesitaba de esos trucos.
Pero como veo
que no son aficionados a ese noble juego, diríjanse a “The Lamb Piltdown”. Hoy,
miércoles, no creo que haya mucha gente. Ocupen plaza en uno de los señoriales
sofás, junto al radiador y que le sirvan una pinta de Guinnes. No pregunten la hora, si no quieren que le tomen por
subnormal profundo: Todo el bar está decorado con relojes que funcionan.
Tampoco pidan una “chuleta”, ni una “cabeza” de cordero. Aquí son muy amantes
de lo propio y no entienden un humor tan sutil. Limítense a degustar su Guinnes y a hacer como que leen la lista
de lo que la casa ofrece. Todavía tienen lo del “fraude” en carne viva. Mientras
se deciden pueden echar una partidita al billar de agujeros. Cuiden de no
levantar una “chuleta”, lo tomarían como una cita de mal gusto.
Cuando crean
conveniente pídanse un trozo (¿steak?)
de cordero, la guarnición siempre es la misma, así que no sean “tiquis-miquis”. Acompáñenlo con una
botella de tempranillo (tienen) y cierren con varios “English Saint George” de malta. El camarero apreciará el detalle y
les discurseará sobre el futuro de los maltas ingleses, dispuestos a dar la batalla a los escoceses. Un San Jorge descuartizando al dragón les calentará,
además, el espíritu (¿)... Todo un “cluster”
de emociones. Si le siguen el rollo puede que les invite, tras pagar los 60
euracos, a un chupito de frambuesa.
Si les ha
sobrado algún huesecillo, envíenmelo para “Hegel”,
que se relame con el olor que brota de lo escrito.
Mientras Vds.
vuelven, nosotros vamos… ¡al Condis! Creo que hay ofertas de productos “taraos” (o sea, todos). Ato al perro y cuando salgo con cinco bolsas
a rebosar de productos a puntos de caducar, me mira con cara de asco y
desprecio:
–Tú,
un jubilado con pensión envidiable ¿comprando esas porquerías?
–No
son porquerías, Hegel, se les ha pasado, simplemente, la fecha de consumo
preferente.
–Te
lo comerás TÚ. Veo tus intenciones aviesas: ¡que me lo coma YO!... ¡Y deja de
hablar en verso!
–¿?
En contra de mi
costumbre he comprado algunas latas de Guinnes.
Llegados a casa enchufo el esputofaif:
“Sargent Pepper…” (Véase la entrada
del 1 de Junio). Ya saben Vds. de la importancia de ese álbum…etc…etc. Lo de
hoy hace referencia indirecta.
Corría hacia su
final el del señor de 1966, amansada la furia de los “Angry young men”, estaba en su apogeo el “swinging London” del Soho. Mary Quant había
reducido la minifalda a 34 centímetros (¡número mágico!): Se hacía preciso
entrar de lleno en el diseño de ropa interior. Cosmética barata, pantalones
campana, jerseys cortitos, botas altas, maxifaldas (¡también!). ¡¡Era el Pop!!
Todos nuestros ídolos se paseaban, compraban, tomaban copas en Carnaby Street. Nosotros hacíamos lo que
podíamos en las tabernas del pueblo. Tara Browne derrochaba su fortuna y su
vida. Casado a los 18, cuando murió, a los 21, dejó divorciada viuda y dos
churumbeles (propios para el colegio de san Idelfonso)
Los Beatles habían decidido dejar de tocar en
directo y , tras unas vacaciones que cada cual aprovechó como quiso, se
pusieron a la elaboración del primer LP “conceptual” de la música popular (en
realidad lo fue a medias). “Sargent
Pepper…” (y diría que, incluso, postmoderno). Paul escribió “When I’m Sixty-Four” (yo estaba a punto
de cumplir los 15) el 16 de diciembre, con ese aire de fanfarria popular que
tan caro le era. Dos días después, o sea, tal
día como hoy, Tara Browne, amigo de correrías, se mató en un accidente
de coche (como su abuelo paterno). Su Lotus Elan no era como los 600 de la
época que cogían su punto justo a los 80 Km /h. No. El Lotus iba fino a los
150. Y así circulaba por la Earls Court Road, después de convertirse en
Redcliffe Garden (no se esfuercen. No encontrarán ningún bar). En el cruce con
la Redcliffe Street, por evitar a un VW, se estampó contra un camión que,
cansado de su vida perra, lo estaba esperando ansioso de muerte en la acera
derecha. Empezaba el 18 de diciembre de 1966. Hacía un frío mortal. Suki
Porter, su amiga modelo, sobrevivió… ¡para ser víctima del futuro! La infortunada
(¿) “groupie” sería compañera de
Brian Jones cuando éste se ahogara en su piscina y agradeció el hombro que le prestó,
esta vez, un hombre de negocios, en el que reconoció la fatalidad. Se
estrellaron en Portugal. Cuando oyó crujir los hierros y sintió el golpe en la
cabeza le sobrevino un profundo y definitivo “déja vu”. Dejaron dos huérfanas (propias para el colegio de san
Idelfonso). Y es que cuando naces “pa martillo”…
Al tal Tara la aristocracia le venía de su tatarabuelo:
Su padre fue el 4º barón de Oranmore y Browne y desde 1927, miembro de la
cámara de los lores (me viene a la mente la historia del loro “Cenizo”…y es que me parto) hasta el
1999. Lo cambiaron con el fin de que cambiara algo con la entrada del nuevo
siglo. Tiene en su poder dos récords Guinness
siameses: Permanecer 72 años en la “Cámara”
y sin decir ni “mu”. Ni siquiera
cuando la segunda Guerra Mundial, ni cuando Inglaterra ganó la copa del mundo
de fútbol, ni cuando sus éxitos en el “Cinco
naciones”. No dijo nada cuando murió su hijo, ni cuando oyó “A Day in the Life”…Lo sabríamos por sus
compañeros de pupitre.
A la aristocracia se le unió el dinero: Su madre era
la más joven de las “Golden Guinness Girls”, herederas de la negra y
espumosa fortuna. De haber cumplido los 25 hubiera entrado en posesión de una
herencia de un millón de libras (¡de la época!). O sea que el tal Tara tenía
los riñones cubiertos. Su hermano Garech tuvo algo que ver con la formación
de “The
Chieftains”.
Es raro que no aparezca en la “rizomática” portada del “Sargent
Pepper…”. Sin embargo, si se fijanVds. bien, verán a Fred Astaire,
precedido de Poe y justo encima de W. Burroughs. El 4º barón dejó la Guinnes y
se aficionó al arte escénico: se casó en secreto con Sally Gray, partenaire (y
discípula) de Fred Astaire en algunas cintas.
Y aunque no esté en la portada está presente en “A day in the life”.
Lenonn, el 17 de enero del 67, colocó el periódico
en el atril del piano e, inspirándose en la noticia del accidente (bastante
atrasada por cierto) compuso la letra de la primera parte de la canción, que
pasaría a Paul para que la completara…Dando origen a una de las obras maestras
del pop universal. (Vean la entrada del 1 de junio).
Es como si Tara hubiera comprado todos los números
del primer sorteo de Navidad, celebrado (tal
día como hoy) en 1812 en Cádiz y se hubiera sorteado un maleficio. Ya
existía la lotería primitiva, pero ahora se trataba de la lotería moderna. Los
niños de san Idelfonso YA existían: La cosa viene de Carlos V y cantaron su
primer sorteo (primitiva) en 1771.
¿Qué si son huérfanos? Pues, no. No necesariamente.
¿Qué si han de ser sudamericanos? Pues, no. No necesariamente. ¿Qué si han de
llevar pantalón corto? Rotundamente NO. Han de tener un buen timbre de voz y
entusiasmo. No dejarse llevar por el desánimo ni la monotonía. Los niños de san
Idelfonso se hacen mayores como todos, algunos se reproducen y todos mueren.
Son normales.
El primer gordo cayó en el 03604 (que suman 13), el
décimo costaba 40 reales y el premio era de 8.000 pesos fuertes (o sea 8.000
reales de a 8. Es decir 64.000 reales de buena plata)… ¡Toda una fortuna!
Sepan Vds. que yo estoy abonado a ese número. Sin un
día toca, pregunten por mí en el campo de golf de Piltdown.
–Pero comemos ¿o
qué?
–¡La impaciencia
te va a matar!
–¡El hambre!...
Siempre pensando en el dinero… ¡como si no tuvieras posibles!
–¿Será posible,
con el perro?