Arthur Cavan
Fue, en
efecto, sobrino (político) de O.W., de quien quiso ser hijo. Pero era, en
realidad, una funesta pluralidad:
"Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata,
actor; / Viejo, niño, estafador, granuja, ángel y juerguista, millonario,
burgués, cactus, jirafa o cuervo; / Cobarde, héroe, negro, mono, donjuán,
rufián, lord, campesino, cazador, industrial; / Fauna y flora: / ¡Soy todas las
cosas, todos los hombres y todos los animales!"…Y no una mezquina pluralidad a lo
Gide, quien no le ofrece más que una silla…¿Qué esperabas, Arthur, de estos
violentos inmoralistas? …Lo más parecido a un violento inmoralista es un
moralista violento…¡y con qué facilidad se transita!...
Mientras Jack Johnson se proclamaba
campeón de los pesos pesados, y conquistaba con audacia de esclavo negro, todas
las mujeres blancas que quiso (esquivando el linchamiento) Cravan se instalaba
en París, ajeno al guión que los arcángeles estaban tramando. Sin embargo
parece entreverlo y se prepara a conciencia para el asalto a los cielos.
El
pugilato marca el ritmo de la historia:
El escándalo que acabó con la gloria
y con la vida de su tío, fue propiciado por el padre, noveno marqués de
Queenberry, de su querido y malcriado Bossie.
El tal marqués fue, por lo demás, el sistematizador de las reglas del boxeo
amateur (“reglas de Queenberry”), un deporte por el que (¿es
preciso decirlo?) Wilde sentía un profundo desprecio y, naturalmente, también
por sus practicantes. Cravan quiere vengar la memoria de su “padre” en el mismo terreno en el que fue
vencido: en el de la virilidad incontenible: “Querría estar en Viena y en Calcuta. Tomar todos los trenes y todos los
navíos. Fornicar con todas las mujeres y atracarme con todos los platos”.
Cravan se
prepara a conciencia en el gimnasio de Fernand Cuny y consigue por
incomparecencia del contrincante, el campeonato francés (1910) de los pesos
medios en el VIII encuentro de boxeo para aficionados y militares.
Boxeo y
poesía. Ángel y bestia.
Con los cinco números de “Maintenant” (de 1912 al 15) tuvo
suficiente para alcanzar la inmortalidad que tan terrenalmente combatió. Único
redactor y distribuidor de la revista se atrevió con todos y a todos tumbó con
combinaciones bien ensambladas de “Jab”,
“directos de derecha” y “cruzados de izquierda”: “Nos ha alegrado
mucho la noticia de la muerte del pintor Jules Lefebvre”.
Desnos, Gide, Delaunay, Chagall,
Malevich…Valladon, Laurencin, Apollinaire…incluso su amigo Van Dongen probaron
sus “uppercuts”… y algún “upper”.
Vean la rectificación, a exigencias de Apollinaire (dispuesto a
batirse en duelo):
“Puesto que yo he dicho: « He
aquí una (Laurencin) que necesita que se le levanten las faldas y se le meta
una gran... en cierto sitio», yo pido simplemente que se debe entender:
« He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una
gran astronomía en el Teatro de Variedades»…”para enseñarle que el arte no es
sólo cuestión de pequeñas poses frente a un espejo (si no de)caminar, correr,
beber, comer, dormir y llenar los intestinos”
Leída esta
apreciación, volvamos a la lectura del capítulo “reencuentro” de “El
poeta asesinado” (Apollinaire) y Tristouse Balerinette nos parecerá
otra, habrá perdido el lirismo…(”Cojamos mejorana / por la noche”) y
ganado la turbiedad de la dudosa ropa interior.
O esta
otra:
“Al haber tratado en mi artículo sobre ‘La Exposición de los
Independientes’ aparecido en mi revista Maintenant (nº 4) a madame Suzanne Valadon (la desesperada madre de Utrillo) de vieja zorra, quiero advertir al público
que, contrariamente a mi afirmación, madame Suzanne Valadon es la virtud
misma”.
Amante de
trifulcas y tatuajes; aficionado a ropas imposibles; sus conferencias podían
empezar con una ráfaga de plomo que provocaba la estampida de los asistentes o
acabar con un estriptis integral. Podía anunciar una conferencia sobre
literatura moderna y centrarse, sin embargo, en los problemas de la entropía…o
podía desplomarse borracho antes de alcanzar la cátedra.
“El
poeta con el pelo más corto del mundo” gozaba con la destrucción de un
mundo que veía abocado a la catástrofe. Pasaba cuentas por adelantado: “Yo,
que sueño incluso en las catástrofes, digo que el hombre es tan desdichado
porque mil almas habitan un solo cuerpo”
Picabia y Duchamp
en Estados Unidos. Los dadaístas han introducido la mano en el bolsillo para
sacar la llave del local de Zurich. Jarry ha muerto en 1907. Vaché publica “En
route mauvaise troupe”. Y Breton, al
rebufo de Valéry y en compañía de Aragon y Soupault, buscan antecesores de lo
que aún no ha surgido.
Apollinaire
es cada vez menos el profeta. Dejará de serlo cuando le destrocen la cabeza y
vislumbre la posibilidad de algunos honores.
Cravan es
el precursor. Dotado de un sentido de la provocación desconocido (Breton), fue
capaz de extraer las pocas gotas de poesía que la situación de preguerra
encerraba. Por lo demás, no estaba dispuesto a dar su vida por causas ajenas.
La entregará a sí mismo, confundido con el todo. ¡Cravan el panteísta!..”¡Soy
todas las cosas, todos los hombres, todos los animales!”. Que se estremece
como hoja presagiosa. Que sufre la limitación y se enorgullece, por eso, de su
gran naturaleza. La naturaleza es grande en él: 1’90 x 100 kgs…¡Él se ve de 2
metros!...y quiere ser el ariete que abata la “racionalidad” que nos
aboca al fin del mundo…a “los últimos días de la humanidad”.
Hay en Cravan, desde el principio, un hálito de desamparo; una brisa de profunda infelicidad; una conciencia clarividente de la no correspondencia entre el deseo y las fatigas de la carne; un amor por lo existente, amenazado. En todos sus excesos y extravagancias habita la melancolía y el tedio. Que no se confunda nadie: Cravan no está hecho de la materia de los dadaístas, ni de los surrealistas…ni de Picabia, ni de Duchamp…más bien de Jarry, de Vaché. Hecho para la muerte prematura; para un gran Gesto que ilumine el sinsentido de la existencia.
Cuando
estalla la guerra, Cravan se larga de Francia…¡no se le ha perdido nada en esta
guerra imperialista, que, sin embargo, se alimenta de carne proletaria!
Cendras,
dice, lo vio cruzar el Bidasoa.
Se refugia
en Barcelona (finales de 1915 y 1916) y vive entre Gracia y Vallcarca. En
Barcelona encontrará a Picabia que vuelve de Estados Unidos y se dirige a Zurich;
Mientras tanto edita “391”. El encuentro no será memorable.
Bueno, ya
estamos en presencia de los dos contrincantes.
· Johnson, reciente perdedor de la corona de los
pesos pesados, goza de un prestigio mundial. Ha engordado hasta los 100 kgs y
lleva meses sin pisar un gimnasio. Necesita hacer caja.
· Cravan, boxeador y poeta; campeón fortuito de los “medios”…pero
con un peso que le permite competir en la categoría superior. Sus combates son
una charlotada. Necesita hacer Gestos.
El combate. Cravan retó al negro: “Hay
una pasta de 50.000 francos por los que vale la pena dejarse hacer una
cara nueva”. Cravan se entrenó concienzuda y públicamente; además, la
bofetada de la noche anterior lo había inundado de justa indignación. Había
contenido su rabia para el momento oportuno. Johnson, experimentado, sabía a
qué se enfrentaba.
Dos moles,
dos peñascos: de mármol negro, uno y de cal muerta, otro. Con una bata oscura a
rayas verticales, uno y con bata blanca, corta, el otro.
¿Habrá
rellenado Cravan los guantes con rizos de mujer?...¡Ahora veremos!
Suena el
gong y la “multitud” ruge. Todos esperan la reacción del ofendido. Pero
el ofendido no se mueve, se limita a meter la cabeza entre los hombros y a
cubrirse, de la mejor manera posible, las partes blandas…¡que son muchas!
Tiembla como las natillas.
El blanco
evita hacer enfadar al negro; le basta y le sobra con los sopapos sin ira que
le endiña. El negro se lo toma a risa: le da patadas en el culo, que duelen
como los siete puñales de la dolorosa; se mofa abiertamente de Cravan y le
recuerda la bofetada del día anterior…¡para darle un poco de mordiente a la
cosa!
Cravan
hace un torpe juego de pies y cae a la lona, es el quinto asalto. Los cuatro
primeros han sido de conversación. Cravan no ha lanzado ni una sola vez los
puños…¿Por qué tengo que golpear al negro? ¡En realidad ya se me ha pasado el
cabreo de anoche…fue el vino que todo lo oscurece!...Mientras tanto el negro se
iba impacientando, le daba golpes en las costillas y le rozaba amorosamente el
mentón.
En el sexto,
viendo Johnson que todo iba a seguir igual, le asestó una bofetada en la oreja
izquierda, un golpe de matador profesional de conejos, que lo dejó aturdido
sobre el piso. Cravan oía las sirenas del juicio final y sentía como TODO,
girando según es propio en el hemisferio norte, desaparecía, como agua sucia,
por el orificio atónito de su boca. Se desgranó la cuenta arbitral. El negro
fue declarado vencedor por KO. Los espectadores exigieron la devolución del
dinero y los guardias tuvieron que intervenir para evitar que aquello se
convirtiera en un linchamiento. No pudieron evitar el destrozo generalizado. El
campeón acabó, por seguridad, en comisaría. Cravan fue conducido, por
necesidad, a la enfermería, de donde se escabulló en cuanto pudo. Ya no se le vio
más el pelo. La pasta la cobró.
A la
salida se juntaron los que salían de presenciar el soporífero partido contra el
“Real Irún”, los indignados espectadores del “tongo” y los
que, ahítos, volvían de las orillas del Besós. Aquello fue como el ensayo general
del Juicio final…cuando habrán de presentarse las almas, ante la faz del
altísimo.
"Tan
escaso fue el combate que casi hubimos de contentarnos con una contemplación
pasiva, escultural, de la enorme corpulencia y férrea musculatura del terrible
negrazo Anunciado en veinte rounds de tres minutos cada uno,
Cravan, a pesar de haber estado entrenando duramente (bajo los flashes de los
fotógrafos de prensa), cayó sobre la lona en el quinto y quedó KO en el sexto;
cuentan los cronistas que el campeón americano alargó sin saña una pelea que
podría haber resuelto con el primer puñetazo más por contratación (se estaba
filmando) que por compasión, encontrándose frente a sí a "un ente
inofensivo, más cargado de miedo que de otra cosa". (“Mundo Deportivo”).
Al año siguiente, en América, en
declaraciones a la prensa especializada, añadirá un asalto más a la derrota y “Cuando subimos al ring, ninguno de los dos
estábamos en buena forma, y yo no tardé en despistarme. La principal dificultad
a la que hube de enfrentarme fue su izquierda, con la que me mantenía
constantemente alejado. Es unos cinco centímetros más bajo que yo. Después de
Poe, Whitman y Emerson, es el más grande norteamericano que haya existido. El
día que haya aquí una revolución, haré cuanto esté a mi mano para que sea
nombrado rey de los Estados Unidos”.
Cuando se le secó la sangre de la oreja, se
marchó a Cádiz, esquivado Gibraltar, y allí tomó el transatlántico (¡¡) “Montserrat” con dirección a Nueva York.
Entre los pasajeros: Trotsky que, expulsado de España (y de Europa), va a
continuar su exilio en el Nuevo Mundo. Navidad del 16.
“La noche buena se viene…
La noche buena se va
Y nosotros nos iremos
Y no volveremos más”
Cravan no
volvió más. Allí empieza otro episodio (Mina Loy) de la corta y espesa vida de
Fabian Avenarius Lloyd…al que volveremos en su día.
El negro
también se largó a América, allí se entregó a la policía. Cumplió la condena
pendiente. Siguió peleando hasta los 65 años…¡jubilación obligatoria!. A los
pocos meses murió en un accidente de coche, en Carolina del Norte.
"Soy negro, nunca dejasteis que olvidara
que soy negro. De acuerdo, soy negro, nunca dejaré que lo olvidéis"