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miércoles, 26 de junio de 2013

Propuesta para hoy, 26 de junio: Hamelín. Malcolm Lowry.


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El capitalismo no sólo significó un desarrollo nunca visto de las fuerzas productivas, sino también, cosa que va de sí, de las colas y aglomeraciones, convirtiéndose éstas en uno de los rasgos fundamentales de las sociedades modernas. La modernidad se caracteriza por ese aumento descomunal de la producción de mercancías y de las colas ¿necesarias? para su producción y consumo: Colas para entrar y salir de las fábricas, colas para bajar a las minas, colas para los comedores colectivos, colas para el Condis, colas para visitar ciudades, colas para espectáculos, colas, colas, colas…Coca-Cola, Pepsi-Cola, Cola-Cao…

"Dondequiera que se les permita, se colocan en fila y avanzan a paso de marcha al encuentro del fuego de artillería y del encarecimiento de las mercancías. Ninguno ve más allá de la espalda del que le precede, y cada cual se enorgullece de ser, de ese modo, uno ejemplo para el que le sigue. Esto lo descubrieron los hombres hace siglos en los campos de batalla; pero el desfile de la miseria, el hacer cola, lo han inventado las mujeres" (W.B.)
…¡y los alemanes!...

2
Tal día como hoy de hace muchos años, me encontraba yo en Hamelin, al suroeste de Hannover; había ido a pasar un fin de semana desde Nienburg-Weser, donde me arrojó una carambola del destino. Venía rechazado de Bremen, toqué banda en Hannover y:

 - El último, por favor.

- Soy yo- me respondió un personaje enjuto y cetrino.

- ¿Para qué es la cola?

- Creo que dan trabajo a algo así.

- Algo te darán además de trabajo, digo yo, un jornal, ¿no?

- No sé. Pregunte.

Sin inquirir más, me puse a la cola. Me entretuve mirando las cúpulas verdes y recitando para mí: “Hannover, Hannover”, como si se tratara de un poema de Poe.



Cuando llegó mi turno enseñé un papel que alguien me había dado y que supuse tendría relación con la situación presente. Lo leyeron, me pidieron el pasaporte, me lo devolvieron y me indicaron un rincón que ya estaba ocupado por un par de individuos. Uno de ellos parecido a Kurt Jürgens desdentado y el otro, el cetrino de la entrada que resultó ser de Jaén. El desdentado, sin duda alguna ejercía de jefe, se acercó al mostrador, cruzó unas palabras y volvió al rincón. Nos mostró las llaves de un vehículo y salimos. Subimos a la furgoneta y abandonamos Hannover dirección noroeste, por la carretera de Bremen. Eran las 11’30 de la mañana. Cuando llegamos a nuestro destino eran las 12’30. Kurt quitó el contacto. Bajamos. Estábamos a las puertas de una fábrica rodeada de campos de patatas por todas partes menos por una, precisamente la carretera por donde habíamos hecho acto de presencia.



El encargado (¿quién si no?) nos hizo pasar a las oficinas. Cruzó algunas palabras con el desdentado y nos miró al enjuto y a mí de arriba abajo (cuando debería haber mirado, detenidamente, al desdentado). Llamó a alguien y ese alguien vino. Era Saturnino, el intérprete, natural de Zamora. La fábrica tenía por objeto la producción de marcos (de ventana). A mí, para resumir, se me asignó el trabajo más sucio: empapar los marcos en líquidos venenosos. A cambio, además del jornal, me darían un cuarto de litro de leche. Era la primera vez que veía un tetrabrick que, curiosamente, tenía forma de pirámide.

Así fue como conseguí el primer trabajo en Alemania.

Nos alojamos en un piso de la empresa.

El sábado 26 de junio cogimos la furgoneta y nos dirigimos a Hamelin, donde, a decir del desdentado, habría una fiesta de la hostia. Seguimos la ruta llamada de los cuentos de hadas, que Uds. pueden recorrer en barco por el rio Weser. Entramos en un Imbiss y nos zampamos las salchichas de rigor. A través de las cristaleras veíamos lo que parecía el corazón de la fiesta anunciada: una manada de criaturas vestidas de rata siguiendo en tumulto a un flautista idiota. La comitiva iba seguida de una masa informe de lo que parecían padres y madres embargados por la emoción y quién sabe si por otros motivos. Cuando salimos nos dijeron que había que pagar…Pero ¿oiga? ¿No paga el Municipio? ¿Qué fiesta es esta?...

-Ahora viene lo mejor, dijo el desdentado (y yo lo entendí): cuando los niños-rata se ahogan en el río.





Pero no se ahogaron. Todo Hamelin rezumaba almíbar y mazapán. No era extraño, me dije, que los alemanes gastaran tan mala dentadura. Defraudadas nuestras expectativas, nos dedicamos a pasear por la ciudad que sufría una verdadera plaga de niños-rata. Por todas partes recordatorios del flautista. Hasta nosotros interiorizamos la efeméride en forma de flato. Hamelin se había apoderado de nosotros.  Nos sentamos a una mesita en la Rattenfänger Haus y pedimos cerveza y una botella de Doppelkorn. El camarero iba disfrazado de flautista y la calle estaba atestada de padres con sus hijos-rata, orgullosos de colaborar en este espectáculo inmundo. Era algo tremendo. Los niños iban a ser sacrificados y los padres los cedían en aras de la repetición de la historia. Y en medio de esa marabunta, filas de turistas precedidos de guías ataviados al uso… hacia un destino incierto.



Nos retiramos hacia el río cantando: “¡ohé, ohá….a casa a descansar!”. Un huevo estalló en la cabeza del desdentado, otro en mi cabeza y, sin tiempo a reaccionar, un tercero reventó en la cabeza del canijo. Alcanzado el principal objetivo, la calle se llenó de huevos rotos y de insultos (supuse).

-… ¡Sus muertos!, dijo el desdentado para sí (y yo lo entendí).

- Pero… ¡Alemanes! ¿Qué pasa? ¿Os sobran los huevos?- Fue el cetrino quien se expresó de forma tan épica.

-¿Que qué pasa? ¡Como no os calléis os voy a tirar hasta la mesa de comedor!- Era una mujer recia con un gorro de bufón rojo y gualda, que, incomprensiblemente, había conseguido empotrar su corpachón en el marco de la ventana. Así, supuse, tendrá que estar hasta que venga alguien y la libere… como en un cuento de los Grimm.



Bueno el caso es que por aquella calle (Bungelosenstrasse) habían desaparecido los “niños” (kínder) y desde entonces estaba vetado el cante y todo tipo de expresión musical. Ya lo saben.

El suceso original se pierde en las tinieblas de la leyenda. Y cuanto más se extravía, más evidente se hace su presencia. Nadie sabe a ciencia cierta qué pasó aquel 26 de junio del año 1284: Rapto de niños, emigración de jóvenes, las cruzadas, una epidemia selectiva…

“Algo terrible sucedió en Hamelin. Algo terrible de lo que no se podía hablar, pero que tampoco podía olvidarse; y por eso nació la leyenda del Flautista, que bajo la inocente apariencia de un cuento infantil nos recuerda una trágica historia”. (Hermanos Grimm).

Llegamos a la calle de ¡Los Sudetes!... y en el Weser nos limpiamos los restos coloideos; acabamos la botella.

No fue una visita memorable.

Sólo se salvaron un niño ciego, uno cojo y otro sordo, por razones que dejo a su sagacidad.

De vuelta paramos en un lago cercano a Hannover y nos comimos una anguila ahumada: para quitarnos el mal sabor que nos había dejado la fiesta de las ratas.
Eso ocurría hace muchos años, imagínense Udes. ahora; seguro que los padres, gustosos, en aras del turismo de masas y de un diploma del ayuntamiento, dejarán que sus hijos se ahoguen de verdad… ¡y yo que lo vea!

3
Los niños se van, Elvis da su último concierto*, Muhammad Alí se retira*, Eslovenia y Croacia se las piran*…Gauguin se larga por segunda vez a la Polinesia… pero ¿qué pasa?...

4
“Oh, Winnie”, exclamó, “¡se ha ido!” “¿Dónde, a Liverpool?”, preguntó la señora Mason. “No, ha muerto”. Y muerto estaba.”
Junto al fiambre, los restos de una botella de ginebra, otra de zumo de naranja y un frasco, vacío, de píldoras de amital sódico.



La desesperada Winnie había salido por piernas la tarde anterior y se refugió en casa de la vecina. El descubrimiento lo hizo a la mañana siguiente.

Desde su expulsión del paraíso canadiense, Malcolm estaba siendo rechazado por las bandas del billar de la vida (¿?): De Nueva York a Sicilia y Strómboli, siempre “bajo volcanes”. Siguió Londres y, finamente, Ripe. La “work in progress” que tenía en mente se había atorado en “Ferry de octubre a Gabriola”. De nada servía trasegar ginebra. El bolo era grueso y áspero.



Aquella tarde, la última, ponían por la radio la “Consagración de la primavera” de Stravinsky y Winnie quería escucharla. Convenció a Malcolm. Pusieron la radio sobre la mesa de camilla y se sirvieron sendos chupitos de ginebra. El ukelele colgaba de un clavo. Todo pendía de un clavo. La vecina-propietaria, abajo, escuchaba una retransmisión de Bach. Winnie, considerada, pidió a su marido que bajara el volumen. Malcolm Lowry no estaba para sutilezas y giró el botón hacia la derecha. El ukelele empezó a crujir y los cristales de la ventana a estremecerse. El hombre de la casa se amorró a la botella. Winnie se la quitó y la estrelló en el suelo. Malcolm se fue tras ella como un pastor alemán al que le acaban de quitar la comida. Cuando ya casi la tenía, Winnie, pudo escapar. Dio un portazo y se refugió donde la señora Mason. Malcolm, que se había librado por los pelos de la lobotomía, pero había sufrido unas cuantas descargas eléctricas, aunque no las suficientes, digo yo, esperó un tiempo prudencial y salió, sigiloso, a agenciarse otra botellita en “The Lamb” (el Cordero), la única tienda-bar de la contorná. 

Cuando volvió jugó con el dial hasta que dio con la Novena de Mahler* (natural de los sudetes): “Sólo en cuanto recuerdo es dulce la vida, y justo eso es el dolor” (Th. W. A.). Y continuó: “Allí donde se halla ésta (la vida inmediata) enteramente presente, allí donde algo es para sí, se revela destinada a la muerte”. Y en diciendo lo dicho, cayó redondo al suelo, no sin dejar antes a la pobre Winnie sin sus cápsulas de amital, condenándola, así, a noches de insomnio.

Mientras arriba se desarrollaba la escena descrita, abajo  se tomaba té con pastas y se desvanecían los últimos compases de la obra de Bach. A la mañana siguiente se descubrió el pastel. Con el fin de asegurarle una parcelita en suelo sagrado establecieron que fue un accidente fatal.

“Malcolm Lowry
Un paria del Bovery
Su prosa florida
Fue vehemente y transida
Vivió por las noches y
Bebió todo el día
Y murió tocando el ukelele.”


Ocurría el 26 de junio del año 1957. Nadie recordó  ese epitafio. A duras penas recordaron el año de su nacimiento.






Por cierto The Lamb está en venta. Piden algo menos de 350.000 libras. Creo que el cordero que cuelga como cebo bien las vale.



Cuando, chino chano, llegó la noticia a Méjico, un terremoto derribó la Columna de la Victoria (alada) y las comunicaciones con Cuernavaca sufrieron graves daños e inconvenientes. En Nuevo Méjico, Buddy Holly and The Crickets grababan “Peggy Sue”.







RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...