1
El
capitalismo no sólo significó un desarrollo nunca visto de las fuerzas
productivas, sino también, cosa que va de sí, de las colas y aglomeraciones, convirtiéndose éstas en uno de los rasgos
fundamentales de las sociedades modernas. La modernidad se caracteriza por ese
aumento descomunal de la producción de mercancías y de las colas ¿necesarias? para su producción y consumo: Colas para entrar
y salir de las fábricas, colas para bajar a las minas, colas para los comedores
colectivos, colas para el Condis, colas para visitar ciudades, colas para
espectáculos, colas, colas, colas…Coca-Cola, Pepsi-Cola, Cola-Cao…
"Dondequiera
que se les permita, se colocan en fila y avanzan a paso de marcha al encuentro
del fuego de artillería y del encarecimiento de las mercancías. Ninguno ve más
allá de la espalda del que le precede, y cada cual se enorgullece de ser, de
ese modo, uno ejemplo para el que le sigue. Esto lo descubrieron los hombres
hace siglos en los campos de batalla; pero el desfile de la miseria, el hacer
cola, lo han inventado las mujeres" (W.B.)
…¡y
los alemanes!...
2
Tal día como hoy
de hace muchos años, me encontraba yo en Hamelin, al suroeste de Hannover; había
ido a pasar un fin de semana desde Nienburg-Weser, donde me arrojó una
carambola del destino. Venía rechazado de Bremen, toqué banda en Hannover y:
- El último, por favor.
- Soy yo- me
respondió un personaje enjuto y cetrino.
- ¿Para qué es la cola?
-
Creo que dan trabajo a algo así.
- Algo te darán además de trabajo,
digo yo, un jornal, ¿no?
- No sé. Pregunte.
Sin
inquirir más, me puse a la cola. Me entretuve mirando las cúpulas verdes y
recitando para mí: “Hannover, Hannover”,
como si se tratara de un poema de Poe.
Cuando
llegó mi turno enseñé un papel que alguien me había dado y que supuse tendría
relación con la situación presente. Lo leyeron, me pidieron el pasaporte, me lo
devolvieron y me indicaron un rincón que ya estaba ocupado por un par de
individuos. Uno de ellos parecido a Kurt Jürgens desdentado y el otro, el
cetrino de la entrada que resultó ser de Jaén. El desdentado, sin duda alguna
ejercía de jefe, se acercó al mostrador, cruzó unas palabras y volvió al
rincón. Nos mostró las llaves de un vehículo y salimos. Subimos a la furgoneta
y abandonamos Hannover dirección noroeste, por la carretera de Bremen. Eran las
11’30 de la mañana. Cuando llegamos a nuestro destino eran las 12’30. Kurt
quitó el contacto. Bajamos. Estábamos a las puertas de una fábrica rodeada de
campos de patatas por todas partes menos por una, precisamente la carretera por
donde habíamos hecho acto de presencia.
El
encargado (¿quién si no?) nos hizo pasar a las oficinas. Cruzó algunas palabras
con el desdentado y nos miró al enjuto y a mí de arriba abajo (cuando debería haber mirado, detenidamente, al desdentado). Llamó a alguien
y ese alguien vino. Era Saturnino, el intérprete, natural de Zamora. La fábrica
tenía por objeto la producción de marcos (de ventana). A mí, para resumir, se
me asignó el trabajo más sucio: empapar los marcos en líquidos venenosos. A
cambio, además del jornal, me darían un cuarto de litro de leche. Era la
primera vez que veía un tetrabrick
que, curiosamente, tenía forma de pirámide.
Así
fue como conseguí el primer trabajo en Alemania.
Nos
alojamos en un piso de la empresa.
El
sábado 26 de junio cogimos la furgoneta y nos dirigimos a Hamelin, donde, a
decir del desdentado, habría una fiesta de la hostia. Seguimos la ruta llamada de los cuentos de hadas, que Uds. pueden recorrer en barco por el
rio Weser. Entramos en un Imbiss y
nos zampamos las salchichas de rigor. A través de las cristaleras veíamos lo
que parecía el corazón de la fiesta anunciada: una manada de criaturas vestidas
de rata siguiendo en tumulto a un flautista idiota. La comitiva iba seguida de
una masa informe de lo que parecían padres y madres embargados por la emoción y
quién sabe si por otros motivos. Cuando salimos nos dijeron que había que
pagar…Pero ¿oiga? ¿No paga el Municipio?
¿Qué fiesta es esta?...
-Ahora viene lo mejor, dijo
el desdentado (y yo lo entendí): cuando
los niños-rata se ahogan en el río.
Pero
no se ahogaron. Todo Hamelin rezumaba almíbar y mazapán. No era extraño, me
dije, que los alemanes gastaran tan mala dentadura. Defraudadas nuestras
expectativas, nos dedicamos a pasear por la ciudad que sufría una verdadera
plaga de niños-rata. Por todas partes recordatorios del flautista. Hasta
nosotros interiorizamos la efeméride en forma de flato. Hamelin se había apoderado de nosotros. Nos sentamos a una mesita en la Rattenfänger Haus y pedimos cerveza y una botella de Doppelkorn. El camarero iba disfrazado de flautista y la calle
estaba atestada de padres con sus hijos-rata, orgullosos de colaborar en este
espectáculo inmundo. Era algo tremendo. Los niños iban a ser sacrificados y los
padres los cedían en aras de la repetición de la historia. Y en medio de esa marabunta, filas de turistas precedidos
de guías ataviados al uso… hacia un destino incierto.
Nos
retiramos hacia el río cantando: “¡ohé,
ohá….a casa a descansar!”. Un huevo estalló en la cabeza del desdentado,
otro en mi cabeza y, sin tiempo a reaccionar, un tercero reventó en la cabeza
del canijo. Alcanzado el principal objetivo, la calle se llenó de huevos rotos
y de insultos (supuse).
-… ¡Sus muertos!, dijo el desdentado para
sí (y yo lo entendí).
- Pero… ¡Alemanes! ¿Qué pasa? ¿Os
sobran los huevos?- Fue el cetrino quien se expresó de
forma tan épica.
-¿Que qué pasa? ¡Como no os calléis
os voy a tirar hasta la mesa de comedor!- Era una mujer
recia con un gorro de bufón rojo y gualda, que, incomprensiblemente, había
conseguido empotrar su corpachón en el marco de la ventana. Así, supuse, tendrá
que estar hasta que venga alguien y la libere… como en un cuento de los Grimm.
Bueno
el caso es que por aquella calle (Bungelosenstrasse)
habían desaparecido los “niños” (kínder) y desde entonces estaba vetado
el cante y todo tipo de expresión musical. Ya lo saben.
El
suceso original se pierde en las tinieblas de la leyenda. Y cuanto más se
extravía, más evidente se hace su presencia. Nadie sabe a ciencia cierta qué
pasó aquel 26 de junio del año 1284:
Rapto de niños, emigración de jóvenes, las cruzadas, una epidemia selectiva…
“Algo terrible sucedió en Hamelin.
Algo terrible de lo que no se podía hablar, pero que tampoco podía olvidarse; y
por eso nació la leyenda del Flautista, que bajo la inocente apariencia de un
cuento infantil nos recuerda una trágica historia”.
(Hermanos Grimm).
Llegamos
a la calle de ¡Los Sudetes!... y en el Weser nos limpiamos los restos
coloideos; acabamos la botella.
No
fue una visita memorable.
Sólo
se salvaron un niño ciego, uno cojo y otro sordo, por razones que dejo a su
sagacidad.
De
vuelta paramos en un lago cercano a Hannover y nos comimos una anguila ahumada:
para quitarnos el mal sabor que nos había dejado la fiesta de las ratas.
Eso
ocurría hace muchos años, imagínense Udes. ahora; seguro que los padres,
gustosos, en aras del turismo de masas y de un diploma del ayuntamiento,
dejarán que sus hijos se ahoguen de verdad… ¡y yo que lo vea!
3
Los
niños se van, Elvis da su último concierto*, Muhammad Alí se retira*, Eslovenia
y Croacia se las piran*…Gauguin se larga por segunda vez a la Polinesia… pero
¿qué pasa?...
4
“Oh, Winnie”,
exclamó, “¡se ha ido!” “¿Dónde, a Liverpool?”, preguntó la
señora Mason. “No, ha muerto”. Y
muerto estaba.”
Junto
al fiambre, los restos de una botella de ginebra, otra de zumo de naranja y un
frasco, vacío, de píldoras de amital sódico.
La
desesperada Winnie había salido por piernas la tarde anterior y se refugió en
casa de la vecina. El descubrimiento lo hizo a la mañana siguiente.
Desde
su expulsión del paraíso canadiense,
Malcolm estaba siendo rechazado por las bandas del billar de la vida (¿?): De
Nueva York a Sicilia y Strómboli, siempre “bajo
volcanes”. Siguió Londres y, finamente, Ripe. La “work in progress” que
tenía en mente se había atorado en “Ferry
de octubre a Gabriola”. De nada
servía trasegar ginebra. El bolo era grueso y áspero.
Aquella
tarde, la última, ponían por la radio la “Consagración
de la primavera” de Stravinsky y Winnie quería escucharla. Convenció a
Malcolm. Pusieron la radio sobre la mesa de camilla y se sirvieron sendos
chupitos de ginebra. El ukelele colgaba de un clavo. Todo pendía de un clavo.
La vecina-propietaria, abajo, escuchaba una retransmisión de Bach. Winnie,
considerada, pidió a su marido que bajara el volumen. Malcolm Lowry no estaba
para sutilezas y giró el botón hacia la derecha. El ukelele empezó a crujir y
los cristales de la ventana a estremecerse. El hombre de la casa se amorró a la
botella. Winnie se la quitó y la estrelló en el suelo. Malcolm se fue tras ella
como un pastor alemán al que le acaban de quitar la comida. Cuando ya casi la
tenía, Winnie, pudo escapar. Dio un portazo y se refugió donde la señora Mason.
Malcolm, que se había librado por los pelos de la lobotomía, pero había sufrido
unas cuantas descargas eléctricas, aunque no las suficientes, digo yo, esperó
un tiempo prudencial y salió, sigiloso, a agenciarse otra botellita en “The Lamb” (el Cordero), la única tienda-bar
de la contorná.
Cuando volvió jugó con el dial hasta que dio con la Novena de Mahler* (natural de los sudetes): “Sólo en cuanto recuerdo es dulce la vida, y
justo eso es el dolor” (Th. W. A.). Y continuó: “Allí donde se halla ésta (la vida inmediata) enteramente presente, allí donde algo es para sí, se revela destinada a
la muerte”. Y en diciendo lo dicho, cayó redondo al suelo, no sin dejar
antes a la pobre Winnie sin sus cápsulas de amital, condenándola, así, a noches
de insomnio.
Mientras
arriba se desarrollaba la escena descrita, abajo se tomaba té con pastas y se desvanecían los últimos
compases de la obra de Bach. A la mañana siguiente se descubrió el pastel. Con
el fin de asegurarle una parcelita en suelo sagrado establecieron que fue un
accidente fatal.
“Malcolm Lowry
Un paria del Bovery
Su prosa florida
Fue vehemente y transida
Vivió por las noches y
Bebió todo el día
Y murió tocando el ukelele.”
Ocurría
el 26 de junio del año 1957. Nadie
recordó ese epitafio. A duras penas
recordaron el año de su nacimiento.
Por
cierto The Lamb está en venta. Piden
algo menos de 350.000 libras. Creo que el
cordero que cuelga como cebo bien las vale.
Cuando,
chino chano, llegó la noticia a Méjico,
un terremoto derribó la Columna de la Victoria
(alada) y las comunicaciones con Cuernavaca sufrieron graves daños e inconvenientes.
En Nuevo Méjico, Buddy Holly
and The Crickets grababan “Peggy Sue”.