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jueves, 6 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 6 de junio. Pepita Jiménez. Bruckner. Holderlin.



(Asteriscos * remiten a razones efemerísticas)

Hoy, día “tétrico” (*), paga la bebida Luís de Vargas.

“Nuestras manos seguían unidas aún. Ambos mudos. ¿Cómo decirle que yo no era para ella ni ella para mí; que importaba separarnos para siempre?
Sin embargo, aunque no se lo dije con palabras, se lo dije con los ojos. Mi severa mirada confirmó sus temores: la persuadió de la irrevocable sentencia.
De pronto se nublaron sus ojos; todo su rostro hermoso, pálido ya de una palidez translúcida, se contrajo con una bellísima expresión de melancolía. Parecía la madre de los dolores. Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas.
No sé lo que pasó en mí. ¿Ni cómo describirlo, aunque lo supiera?
Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso.
Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfalleció y la sostuve entre mis brazos.” (¡no la vas a dejar caer!)

¡Menos mal que entró el Vicario…!

                 


Esto ocurría el 6 de junio de (pongamos) 1872: Luis de Vargas besa por primera vez (¿y última?) a Pepita Jiménez. Brindemos con granadina…como hacía Lenin en su exilio parisino.

No menosprecien la novelita. En realidad fue como un chorro de aire fresco en la novela española de la época: ligera, algo costumbrista, sin cargar tintas en las luchas  psicológicas” e, incluso, creo, demasiado irónica para lo que se llevaba. Sin recurrir a la ironía no puede tomarse en serio esa trama tan manida: Viuda joven de un marido octogenario y curita inexperto. Y, para completar la tragicomedia: el padre, enamorado y “prometido” de Pepita. ¿Qué atractivo les encontrarían a los curas? ¿la sotana? ¿la halitosis?...Luis de Vargas no es Julián, ni Pepita es la señora de Renal, ni la Ozores. Tampoco es necesario: “Rojo y Negro” sólo hay una.

Todo acaba en una boda feliz y un futuro prometedor lleno de perdices, faisanes y codornices. El amor ideal (“Fedro”, “Cármides”, “El Banquete”…) y el amor terrenal se fusionan de manera envidiable. Venus Urania y Venus Pandemos se disuelven el uno en el otro como la ginebra en la tónica, para formar una pareja de “kikos”, que dios (¿) bendecirá con muchos hijos.

Todo digno de una ópera (Albéniz). En realidad le hubiera ido mejor el formato “género chico”. Las “pasiones” están esbozadas; la “culpa”, escorzada…Ahora que, en manos de Emilio “El indio” Fernández, puede convertirse en un dramón mejicano.
¿Sierras cordobesas? ¿Vega de Granada? El único indicio es que se pone el sol “tras las altas montañas”. Andalucía.

Sin duda Valera sabría de los dos “Luis de Vargas” “famosos”: El primero (XVI) un pintor sevillano, pecador y penitente. Acostumbraba a dormir en un ataúd (como el “salvaje” de “Moby-Dic”) y a fustigarse las carnes. Penitente y pecador. El segundo (XIX) el jefe de la banda de bandoleros patriotas “los siete niños de Écija” (lo de “niños” es como a la Niña de la Puebla, que le siguieron llamando “niña” hasta su muerte, a los 90 años. En realidad ni eran siete, ni eran niños, ni eran de Écija…La sintética imaginación popular ha hecho el resto). Y, sin duda, a ambos los tuvo presente (¿ironía?). Desarrollen vds. el tema.


“Diligencia de Carmona,                              
la que por la vega pasas
caminito de Sevilla
con siete mulas castañas,
cruza pronto los palmares,
no hagas alto en las posadas
mira que tus huellas huellan
siete ladrones de fama.

(…)
Siete caballos caretos,
siete retacos de plata
siete, cupas de caireles,
siete mantas jerezanas.
Siete pensamientos puestos
en siete locuras blancas.

Tragabuches, Juan Repiso,
Satanás y Malafacha,
Jose Candio y el Cencerro
y el capitán Luís de Vargas,
de aquellos más naturales
de la vega de Granada.

Siete caballos caretos
los Siete Niños llevaban.

Echa vino, montañés,
que lo paga Luís de Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.

Ve y dile a los milicianos
que la posta está robada
y vamos con nuestras novias
hacia Ecija la llana.

Echa vino montañés,
que lo paga Luís de Vargas”.




No es de Lorca...es de Fernando de Villalón. Amigo de los del “27” y en especial de Alberti, a quien Lorca, nacido tal día como ayer, del año 1898, detestaba.  Sobre Lorca volveré el 25 de junio. Pero antes de asistir a la muerte del Amargo, recordar el nacimiento (1891) de Ignacio Sánchez Mejías (*)… ¡a las cinco en punto de la tarde! Alberti hizo alguna vez el paseíllo en su cuadrilla y, como saben Vds. los del  27” (¡y los del Betis!) sintieron su muerte. Lorca escribió la elegía más tremenda desde los tiempos de Jorge Manrique. Su muerte merece una recreación.

Y tal día como hoy de hace 7 siglos, año arriba año abajo, en Écija, “la llana”, unos cientos de parroquianos, encabezados por curas y obispos, irrumpieron (*) en la judería y enviaron al infierno a 4.000 judíos, dicen. Todavía andan las gargantas secas por allí… ¡paga Luís de Vargas!

¡A la salud de Luís de Vargas!:

¡Echa vino, tabernero...
Que acompañe al “salmorejo!”.

Hablando de matar judíos…y de la “cuadrillas de los 7 niños”, se imponen los “Fünf juden” (en referencia a los 5 directores de las cinco Óperas de Berlín). Y de ahí a lo que sigue.
Tal día como hoy, del año 1937, Hitler asistió a la colocación del busto de Anton Bruckner en ese Olimpo kitch de los dioses germánicos que es el Walhalla, a las orillas del Danubio, en las proximidades de Regensburg (Ratisbona). Luís I, antes de ser barrido por la “primavera de los pueblos” y por las faldas de Lola Montes, hizo construir este doble del Partenón, para mayor gloria de Alemania (y allegados). Actualmente son 130 las cabezas allí expuestas. El nazismo sólo colocó la de Bruckner (¡!). Hitler, vestido con uniforme del partido, depositó una gran corona de flores y se entretuvo un momento haciendo ver que meditaba. Quizás meditase. Nunca lo sabremos.




Ya el año anterior, tras derribar la estatua dedicada al judío Mendelssohn, frente a la Gewandhaus de Leipzig, en la calle que llevaba su nombre, rebautizaron la calle con el nombre de “Anton Bruckner Strasse”.

Y también habló y se supo, por aquellos que conocen la técnica de la lectura “entre líneas”, que algo grave y transcendental se estaba maquinando.
Bruckner era, desde los tiempos de Munich, junto con Wagner, uno de los ídolos del futuro führer (añadan Vds. a Lehár: “La viuda alegre”). Y su (de ellos) música acompañó los Congresos del Partido.

 Brucker, el pequeño campesino alemán (austríaco como Adolfo), objeto de burlas por parte del “modernismo” de Weimar, relegado a las últimas filas por el “medio judío” Brahms…ese “fenómeno de salón, elevado a los cielos por los judíos”. El alemán sencillo y puro que con su sólo esfuerzo consigue la plaza de organista de Linz, la ciudad amada por Hitler, para después ser objeto de mofa en la “judía Viena”. Ese hombre del pueblo, cuyo arte no se distanciaba ni un ápice de la sensibilidad (y ambición) campesina, ese alemán de pura cepa (y austríaco) fue el elegido por el corazón del “guía” para apaciguarse en la “Guarida del lobo” y como ejemplo a seguir.
El “leitmotiv” de la “burla” y el de la venganza sobre ella (que tanto utilizaría Hitler): “empezaron riéndose… ¡ahora…llorarán!”, encontró apoyo en el “caso Bruckner”.

Lo de Wagner es un caso aparte.

Aquella mañana en el Walhalla, Hitler estaba descubriendo a las almas poéticas sus intenciones con respecto a la “Marca Oriental” (Austria). Así como Bucker (síntesis de lo alemán y lo “alto austríaco”) estaba siendo acogido por Alemania, así Austria sería introducida en el Reich. A los pocos meses se produjo la “Anexión”.

Su (de Hitler) afición a Bruckner era tal que patrocinó la “Orquesta Bruckner del Reich” en Linz y la elevó al rango de “clase extraordinaria”. Pensaba construir unos monumentales muelles sobre el Danubio, cuya, ya de por sí gigantesca, maqueta presidió los siniestros acontecimientos del búnker. Por sus arcadas y plaza central rebotaron los ecos de los últimos pistoletazos. En el centro de la gran plaza iría una torre “ýbrica”, coronada por un carillón que “en días determinados” descerrajaría algunos motivos de la 4º sinfonía (“Romántica”) del músico. Ironías de la historia (que se dice): mientras agonizaba en el búnker, en el bar de la Cancillería del Reich, los que esperaban la muerte lo hacían siguiendo los compases de música bailable. Nada de “Tristán e Isolda”. Nada de “Parsifal”. Esperaron la muerte bailando “foxtrot”. También dentro del antro subterráneo se oía música ligera. Se disparó directamente a los oídos. 

 

Lean Vds. las entrada del 7  y del 28 de mayo, segunda serie (Inéditas) y encontrarán una ampliación del tema.

Luís I de Baviera (cuya pasión por la causa griega había hecho que ofertara a su hijo Otón para rey del nuevo estado) había construido esa réplica del Partenón (con aquella finalidad) a las afueras de Regensburg, cuna de los Thurn und Taxis, algunos años después de que Hölderlin, ya tocado por la sombra de la locura, visitara la ciudad. La poesía de Hölderlin algo influiría en la admiración por lo griego que se extendió por toda Alemania. 




Tal día como hoy, moría, después de 36 años “recluido” en la torre del carpintero Zimmer (“habitación”), el autor de “Hiperión” (que siempre lo acompañó): “Scardanelli”. El otro quiso llamarse Dionisos o el Crucificado.
Una habitación-torre circular que da sobre una curva del Neckar. Estuve allí (como tantos otros) en el 89, leí fragmentos del Hiperión y algunas de sus últimas poesías y como sabía de la afición del poeta por el vino y los aguardientes, me pimplé en su honor media petaca de ¿Master Jager?  ¿Mike Jaeger?... ¡el del ciervo! Y también leí el grafitti: “H. no estaba loco”.
Le pasaban los “folios” y bosquejaba algunos versos. Le hacían firmar. Él trataba a los visitantes de “Señoría”, “Excelencia  y de ahí “pa’rriba”. 




Apoyó la idea de una Grecia liberada de los turcos, guiado por una concepción idealista de la historia. Quiso que Alemania fuera la Hélade contemporánea. Amonestó y despreció a los alemanes contemporáneos por su utilitarismo y su (¿o es lo mismo?)  especialización y servidumbre. Y más.

“En el pueblo alemán, los discípulos de las musas crecen llenos de amor, de espíritu y de esperanza; los ves siete años más tarde y andan errantes como sombras, silenciosos y fríos, son como un terreno que el enemigo ha sembrado de sal para que en él no crezca nunca más ni una brizna de hierba; y cuando hablan, ¡ay de aquél que les comprende, que en su titánicos asaltos y en sus tretas proteicas sólo ve la lucha desesperada que su hermoso espíritu destruido lleva a cabo contra los bárbaros con los que tiene que enfrentarse!”

“Siempre que el hombre ha querido hacer del estado su cielo, lo ha convertido en su infierno.”

“¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los templos, ¡que cambie todo en todas partes!.”

No es justo (por la intención), pero sí lógico (por el lenguaje), que los nazis aprovecharan esta llamada. “¡Despertad, alemanes!”…un nuevo mundo, el nuestro, nos espera. “Los maestros Cantores”.
Thomas Mann (*) (y Cortázal nos lo recuerda) lamentó que Marx no hubiera leído a Hölderlin.

Pon más vino, tabernero… ¡que paga Luís de Vargas!...y ¡olvídense de esta “propuesta” fallida!

















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...