La tarde del 25 de septiembre está
marcada con una cruz en el calendario de los pobres. En realidad todos los días
están marcados con cruces rojas en el calendario de los pobres. Pero, oigan, es
que aquellos pobres eran de mi pueblo. La cosa empezó con cuatro gotas. Antonia
retiró la ropa que acababa de tender. Pepe Luís sacó las macetas para que
calmaran la sed de semanas. Ginés y el señor Bonet entraron en un bar de la
rambla de Egara, pidieron unas
cervezas y unos boquerones en vinagre esperando que descampara.
Aquello acabó como acabó… ¡Ya saben
Vds.!
La “Riada
de Franco” acabó con las esperanzas de cientos, de miles (diría) de
personas y animales que pensaban (sí, también los animales lo pensaron) en un
futuro mejor. La esperanza, como Vds. saben, es lo último que se pierde. Las
autoridades hicieron caso omiso a la afluencia incontrolada de emigrantes. Los
propietarios vendieron, con la anuencia de los ayuntamientos, tierras
inapropiadas en las que los pobres desgraciados construyeron sus chabolas. Hablaron
de “guetos”… ¡pero, ¡oigan!, es que
ningún nativo quería vivir con ellos! ¡No tenían vocación de eremitas, no les
gustaba especialmente las paredes de latón ni los techos de uralita de desecho!
Todo bajo la sombra protectora de
Porcioles (¿Parcelas?), gracias al cual (régimen mediante), Barcelona fue
tomando proyección internacional. Amante de la sardana y la sardina murió en su
ciudad natal, Vilassar, de un ataque cardíaco…Fue entonces cuando nos enteramos
de que tenía corazón. Si hay Infierno… ¡ahí os queméis tú y los de tu ralea!
¿Qué decir del destino de las
indemnizaciones? ¡La de niños que fueron
dados en adopción de forma incontrolada y fraudulenta! ¿Sabían Vds. que
llegaron a venderse colchones destinados a los damnificados en los barracones dels Encants?
Toda una vida pagando el “Ocaso” para, ahora, ser sepultado bajo
el lodo o, en el mejor de los casos, en una caja de pino resinero. Los muertos
aparecían por doquier. Por fin habían conseguido engordar. Era una gordura, sin
embargo, extraña, tersa, violácea…como si padecieran una enfermedad
desconocida.
Una novia, ataviada al uso, apareció,
como algodón en su rama, entre los ramajes de una morera. Alguien dijo,
gracioso: “En martes, ni te cases ni te
embarques”.
En Barcelona todavía sonaban los ecos de
los fuegos de artificio dedicados a la Virgen de la Mercé. Desde Rubí, desde
Sant Adrià… los tomaron por broncos y martirizantes truenos de tormenta. Allí
no se enteraron hasta el día siguiente, aunque esa misma madrugada tuvieron un
susto importante. Los bomberos rescataron decenas de niños de las chabolas de
Montjuich, lugar destinado a futuros fastos. Porcioles, por cierto, consiguió
que Franco le “regalara” el castillo.
La Vanguardia recogió el desastre en la
edición del día 27. El día 26 aparecía en primera página una imagen de la
península vista desde un satélite. Nada se decía del peligro que se cernía. El
27 volvía a anunciarse “intervalos de sol” y restos tormentosos en Cardedeu. “Tómbola” llevaba semanas de éxito en el
cine Novedades: a los pobres les tocó una muñeca. Sonny Liston acababa de
derrotar por KO en el primer asalto a Patterson. En el “Cerro de los Santos” descubren una cabeza de caballo y otros restos
arqueológicos. En Yecla alguien, lloroso, reconocería en esa cabeza al
descendiente de su yegua “Colorá”.
Los cubitos de doble caldo “Potax”
hacían furor y Villalonga acababa de ser elegido “seleccionador nacional” de
fútbol. Ben Bella era elegido primer ministro de la recién República de
Argelia. El cinturón metropolitano yacía bajo metros de barro. Dentro de
siglos, arqueólogos desmemoriados, hallarán…
Después vinieron las riadas de noviembre
y la gran nevada. Y sin hablar de la Talidomida.
Les había anunciado una excursión a
Barcelona… ¡y así será!
Luce el sol “a intervalos”. Como
homenaje cojo mi paraguas negro, grande como sombrilla de playa. Tarjeta
dorada. Lado mar. ¡Déjenme paso por favor…soy un pobre jubilado que va a sus
inútiles quehaceres! Bajo en Arc de Triomf y, flaneurando, subo paseo de San Juan hasta Consell de Cent. Giro a
la izquierda, por la acera de la izquierda y sigo hasta el cruce con Girona. Un
paseo gratificante. Resisto al Condis
que me sale al paso. Esquivo decenas de “restaurantes” chinos. Voy con una idea
fija. En el chaflán de Consell de Cent con Girona había un bar (¡y lo hay!)
llamado “El Funicular”. Entro y ocupo mesa junto a la ventana. Descorro el
visillo. Pido un carajillo de coñá con remolque
y el periódico. El camarero me parece salido de los 70’s: pantalón estrecho de
cintura y acabado en pata de elefante, camisa entallada… bigote caído, pelo
lacio que le cubre las orejas, gafas de carey…Suena “walking on the…” de Lou Reed. Acaba y enlaza con la pérfida “Nunca llueve al sur de California”. Esto
parece un flash back. Me trae el café y deja encima de la mesa una botella de
Espléndido a la que aún se le puede exprimir un poquito más.
–Extravegante
camarero, ¿podría traerme el periódico y un bolígrafo?
–Quizá
lo sepa o quizá no, pero se ha metido Vd. en un sitio histórico. Algo pasó aquí
hace muchos años y yo pago las consecuencias. ¿Cree Vd. que a mí me gusta ir
vestido de esta guisa? ¿Cree Vd. que este bigote mejicano me favorece?
–¿??????
–¡Pues
no! –Vuelve a la barra y me trae una Vanguardia color sepia.
–Pero…¡Oiga…
este periódico está periclitado!... ¡Y no tiene sudoku!
–¡Pues
ESO!
Bien sé yo de qué se trata y por eso de
lo que se trata estoy aquí ahora, sentado a la espera de los fantasmas que, a
la hora exacta, harán acto de presencia en mis circuitos neuronales. Ya les he
dicho muchas veces que mi existencia es virtual. Y como es virtual y no temo
por las transaminasas, me pimplo los brebajes en un pis-pas. El reloj del
establecimiento marca las 4 y cinco. Tengo tiempo de hacer otra visita. Le digo
al camarero que me guarde el sitio y que me reserve el periódico. Le dejo el
paraguas como “penyora”.
Lo sienta en la silla y parezco talmente
yo.
En la Plaza Gala Placidia justo en el
rincón que ahora ocupa el Colegio de Economistas de Barcelona, allí donde la
plaza se estrecha para convertirse, otra vez, en avenida, estaban las “atracciones Caspolino” (el nombre no
tiene nada que ver con la vetustez y el desfase del recinto, sino con el lugar
de procedencia de su propietaria-gestora: Caspe). Era un oasis, o mejor, un
espejismo: coches de choque, tiovivo, futbolines…en un espacio mínimo, que se
ampliaba por obra y gracia del inexistente Altísimo. Pegado estaba (¡y está!)
la cafetería “Placidia”. Mesitas de
aluminio. Trasiego de peatones que bajan y suben de los ferrocarriles
Catalanes. Coches que se sumergen. Gente con capazos de pitanzas frescas
compradas en el mercado de la Libertad.
Todos los bares de Barcelona tenían su
clientela fija: los del FOC-FLP habían tomado el “Liceu de Sants” (el de la barra de 32 metros), el “Loreto”, el “Velódromo”, así que a estos pobres del MIL sólo les quedaba las
atracciones Caspolino y algunos bares que, a salto de mata, iban concertando.
He dicho pobres… en realidad sus asaltos a bancos eran de los más limpio y
exitoso. Los del MIL no paraban quietos. No había domingo que no la armaran en
la fuente de Canaletas y alrededores. Su enseña: consejismo y situacionismo.
Me amorro a la barra. Pido un orujo de
hierbas. Giro de muñeca espectacular. Golpeo el mármol y, por arte de magia, la
copa vuelve a estar llena.
A los chicos del MIL les gustaba el
futbolín. Apoyada en una de las patas de uno de aquellos artefactos alguien
encontró algo y ese alguien entregó ese algo a la policía. Salvador habría
ganado y arrastrado por el ardor de la victoria, habría olvidado ese algo. Era
un bolso de aquellos que nos colgábamos al hombro en aquellos años. Dentro, la
documentación falsa de Puig Antich, un telegrama de Francia, un recibo de
alquiler de un piso, un número de buzón postal, dinero y una pistola…
¡suficiente!
La perspicacia de la policía española
dio sus frutos. Detuvieron a Santiago Soler y le sacaron a hostias el lugar y
la hora del encuentro con Garriga que venía de Francia de firmar la disolución
del grupo. El día, el 25 de septiembre
(1973); el lugar, el “Funicular” y la
hora, las seis de la tarde… ¡ y son las 5 y cuarto!
Llego al “Funicular” con el bofe fuera. Mi sitio está libre. El camarero me
trae el periódico y me devuelve la sombrilla playera. Suena “Améeeericaaaa”. En la mesa de mi derecha
un individuo que huele a policía, ese olor rancio mezcla lograda de Varón Dandy y pura mierda, a metros a la redonda, lee el “Barrabás”. Un bulto extraño donde el
corazón. No se le escapa ni una ligera sonrisa. Acodado en la barra un chaval
con la cabeza entre las manos y escoltado por dos clientes que llevan escrito
en la chaqueta: SECRETA. Hay dos mesas más ocupadas: jubilados que, como yo,
quizás, rememoren. Es barato y te mantiene activo.
Garriga y Salvador (a quien no esperan)
se acercan por la confluencia de Girona y Consell de Cent. Unos tiparracos le
salen al encuentro. Uno se deja (¿) prender y el otro se revuelve como una
iguana. Parece un arreglo de cuentas. En este momento suena “Eres tú”, de Mocedades. Salen a relucir
pistolas. Quieren introducirlos a la fuerza en el colmado “Betlem” (hoy, bar) y tal como ocurrió entonces, tampoco hoy les dan
posada. Así que los arrastran al número 70 de la calle Girona. El pobre Soler
ha intentado avisar pero el “Barrabás”
le ha arreado una hostia. Los jubilados pegan sus arrugadas caras a las
cristaleras. Se oyen unos tiros. Dos tios tumbados en el suelo: el inspector
Anguas y Salvador. Soler y Garriga, a la Vía Layetana. Salvador, al Clínico y
el inspector Anguas …¡al cementerio!
El resto ya lo saben. Pasó lo de Carrero
y etc…etc.
Cojo el paraguas, pago y, chino-chano me
dirijo a “Arc de Triomf”. Tarjeta dorada. Lado mar. Abro el periódico color
sepia, del miércoles 27 de septiembre del año 1973.
(ya lo devolveré el año que viene).
Llega la noticia de la muerte de Neruda:
“Yo
no quiero la patria dividida
Ni
por siete cuchillos desangrada…”
Triunfo aplastante del frente
justicialista. Los socialistas franceses avanzan en las cantonales. Tres mil
soldados rastrean el centro de Santiago. El Barça le ha ganado por 3 - 0 al
Español.