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martes, 14 de enero de 2014

Propuesta para hoy 10 de enero. Le Boeuf sur le toit. Radiguet. Bronia, Radiguet y René Clair.



El violinista en el tejado.
La gata sobre el tejado de…
En la Latina, no lejos de la madrileña Plaza de la Cebada, donde se juntan Santa Ana y Bastero encontrarán Udes. un bar perfecto donde tomarse un respiro (y unas cañas) para sus alocadas incursiones en el Rastro: La cabra en el tejado. A mí que soy del pueblo donde solventes estudiosos han localizado el origen de la voraz y atrabiliaria cabra murciana, no me sorprende nada que proceda de esos rumiantes de sonrisa diabólica, a lo Carpeaux.


Pues eso, tómense unas cañas (y un respiro) y rememoren, rememoren… rumien, rumien… y lean "El peatón de París" de Leon-Paul Fargue.+ y esta mi entrada se tornará inútil.

I
10 de enero 1922. Hace una semana que Sylvia Beach ha recibido el primer ejemplar de Ulises.
Una pequeña, desde el punto de vista cuantitativo, multitud se agolpa a las puertas del 28 de rue Boissie d’Anglas, en la rive droite. Desde el punto de vista cualitativo, es portentosa. Suena música estridente. Está a punto de producirse un acontecimiento memorable: la inauguración de Le Boueuf sur le toit.
II
No tengo más remedio que referirme al repugnante Paul Claudel, hermano de la mártir Camille (no incluida en la una de las odas más fascistas de la historia de la literatura: “A los mártires españoles”) y al servicio de la diplomacia del estado francés. Durante su estancia en Brasil, tuvo como secretario a Milhaud, el músico. En 1918 Milhaud está de vuelta en París. Mientras tanto ha tenido lugar el ruidoso estreno de Parade (Satie, Picasso, Cocteau…). Los ballets rusos triunfan por todo lo alto.

A iniciativa de Milhaud y bajo la amable hégida de Satie (y la dirección artística del halitósico Cocteau, que estaba en el acmé de su existencia) aparecen los “Nuevos Jóvenes”, potassons, que se transmutarán (1920) en “Les Six” (que nunca fueron seis), emulando a “Los cinco” de Balákirev. Satie, que suena a siete, acaba de abandonar (es un decir) el grupo. Les une todo aquello que les separa del wagnerismo y sus derivaciones.

Milhaud ha vuelto cargado de ideas y de ritmos. Sin ir más lejos ha traído una composición de título inestable: Le Boeuf sur le Toit, ligeramente inspirada en un tango de carnaval  de José Monteiro y que había sido grabado recientemente (¡para Odeón!) por la banda de Batalhao Naval.


Para ser exactos se trataba de una especie de ballet sin título; adoptó el de Monteiro poco antes de ser estrenado en la Comedie des Champs Elisées. Fue el 20 de febrero de 1920, justo un mes después de la muerte de Modi y del suicidio de Jeanne… el muerto al hoyo y el vivo al bollo… Éxito total… que celebraron en el Gaya. No hay ni que decirlo, pero, vamos, fue Cocteau quien sugirió la idea de convertirlo en un ballet con argumento y tal… en la línea de Parade, cuyo rebufo querían aprovechar. El conocimiento del argumento, no exento de gracia, se lo supongo a Udes.

III
Un tal Schwartz, alemán, compró, para invertir, dijo, un bajo en rue Duphot y no sabiendo qué hacer con él, actuó como un emigrante español: montó un bar. El tal Schwartz estaba liado con el padre de un joven músico, Jean Wiener (… Infórmense Uds. Infórmense). El joven, que asistía a los sábados de Cocteau, lo organizó todo para que el local fuera un éxito: sería el refugio de Les Six y de todos los adoradores de Cocteau. El nombre estaba cantado: Gaya. Louys Moyses y sus hermanas dirigirían el establecimiento. Wiener tocaba el piano y el acomodaticio Cocteau, la percusión… con las herramientas que le había prestado Strawinsky. Doucet haría funcionar el tremendo Orpheal

El éxito fue total. La combinación de cutrez y elegancia era imbatible. Allí se encontraban, culo con culo, desde el Príncipe de Gales hasta Brancusi, pasando por la multitud que componían los Ballets rusos y ese Bébé siniestro, de nombre Raymon Radiguet que, a la sazón, rompía relaciones con la desolada Alice-Marthe y las empezaba con Beatriz Hasting, la que fuera amante de Modigliani antes de conocer a Cocó de Nuit. 1920 corría hacia su final, el Gaya se iba quedando pequeño y el diablo Radiguet empezaba a novelar su experiencia de guerra.

–¡Camarero. Póngame una de calamares y una cervecita! Y, perdone, digo yo… eso de la cabra… ¿de dónde viene?

–El tejado no soportaría más peso. Y lo más parecido que hemos encontrado ha sido una cabra.
–Entiendo.
IV
Cocteau tuvo su verdadera edad de oro entre 1918 y 1923. En esos años puso los cimientos de su incierta gloria. Desde un pequeño restaurante de la place de la Madeleine apacentaba el rebaño de la juventud más inteligente, más chic y más alegre de París:  Wiener, Jean Hugo, bisnieto del bisabuelo, recién casado con Valentine, Radiguet, Satie, Raval, Milhaud, Auric, Poulenc, Honneger, Aragon, Breton, Morand, Tzara, Brancusi, Picasso, Marie Laurencin, Picabia… Las diferencias surgirían después.


En cierta manera, estos sábados, con permiso de Milhaud, fueron la continuación de los miércoles de Apollinaire… que sucedieron a los martes de Mallarmé… que sucedieron…  Con un poco de suerte y algo de morro te salía gratis toda la semana. Eso sí… tenías que dejar las cosas claras de entrada. 

V
En plena guerra (1917) Salmón (No. No hace gracia apellidarse Salmon), que trabaja en l’Intransigeant, contacta con un viejo amigo dibujante con el fin de echarle una mano, como ya había hecho con Foujita: Dos ilustraciones por semana, en primera página. Pas mal!

Como ese colega vivía en Saint-Maur (Rabelais, Tati, Trenet…), cercado por el Marne, famoso destino de fin de semana por sus diversiones fluviales… y un poco alejado del centro de París, acostumbraba a enviar a su hijito con el encargo. Un niño de 14 años, pantalón corto y una mirada extraña, sombreada por una mecha traviesa… buen candidato a la crueldad.


Este Bébé avieso también dibuja y le arranca la promesa a Salmon de que publicará sus dibujos. Los firmará como Rajki, no hay problema. Al mismo tiempo se descuelga con un poema. Salmón lo envía a Max Jakob y consigue introducirse en L’Intran (1919) Aprovecha un homenaje a Apollinaire para leer un poema propio. Cocteau está presente. Rimbaudianamente impresionado, tomba dans les bras de la jeneuse


Desde entonces Radiguet forma parte de los íntimos del poeta de aladas manos, asiduo de los sábados de la Madeleine… y objeto de deseo general. Por entonces da por concluida la aventura con Marthe-Alice, que lo busca, desconsolada, por las redacciones. Él comienza El diablo en el cuerpo (finales del 19) y su relación con la Hastings, quien, a su vez, será amante de Katherine Mansfield, muerta el 9 de enero 1923 en Fontaineblau, dos meses antes de la publicación del Diablo en el cuerpo, 11 antes de la muerte de su autor y un año, exacto, después de la inauguración de Le Boeuf sur le Toit.

VI
El Gaya se hizo pequeño, como era de esperar. Así que el avispado Moysès lo traslada al 28 de rue Boissy-d’Anglas, a cinco minutos, andando, de rue Duphot. Todo entre Concorde y Madeleine. Era el 15 de diciembre de 1921. 




Picabia estaba pasando una temporadilla regular. Una afección del ojo (¿derecho o izquierdo?) lo tenía medio postrado. Lo trataban con cacodilato de sodio, un activador general del metabolismo, convertido, ahora, en un peligroso medicamento para reses y, de siempre, para contener la avariosis, vulgarmente denominada sífilis. En primavera se le había presentado la dolencia. Para ocupar las largas y melancólica tardes de verano y otoño, pintó un ojo, el suyo, en la parte inferior de un lienzo e invitó a todos aquellos buenos samaritanos que pasaban por su estudio de Passy a que estamparan su firma, o lo que tuvieran a bien, en la superficie, cada vez más abigarrada, del lino. Fue presentado en el Salón de Otoño… y rechazado. Los últimos toques fueron dados la  nochevieja cacodilata” en casa de la cantautora Marta Chenal, cuya famosa Marsellesa aún resonaba en los oídos de los parisinos. Duchamp añadió una segunda “r” a su Rose Sélavy. Por cierto sepan Udes. que las manos y antebrazos que aparecen en la famosísima foto de Man Ray, pertenecían a la mujer de Picabia.





Bataille estaba en el seminario, luchando a brazo tendido contra las tentaciones de Nietzsche… lejos, aún, de su Historia del ojo

El nuevo local, y sus descendientes, estarían, desde entonces, presididos por ese ojo enfermo al que nada ni nadie se le escapaba. Y unas fotografías de Man Ray, que acaba de conocer a Kiki en un bar de rue Vavin, a un tiro de adoquín de la Rotonde y le Dôme. 

VII
10 de enero de 1922. Una pequeña, desde el punto de vista cuantitativo, multitud… Cocteau ha sido quien ha elegido el nombre del establecimiento: le llamaremos Le Boeuf sur le toit y así tendremos asegurado el éxito. Estuvieron todos, bueno menos Proust. Incluso Breton se dejó caer. Picasso chismorreaba con Laurencin… Un perfume de jazmín inundaba la sala… y se detenía en seco al llegar a los dominios del Zotal. “Chanel 5” le llamaban. Coco había empezado su fulgurante (con claroscuros) carrera.


Brancusi apareció acompañado por el pequeño diablo Radiguet: tez blanca, ojos pálidos, bajo, miope, despeinado, hierático; usaba sus gafas rotas como monóculo (¡!)… y cuando liaba uno de sus cigarrillos sembraba de hebras de tabaco todo el establecimiento.  Su novela está en prensa como quien dice, pero su fama, de las manos ubicuas del halitósico Cocteau, recorre toda la rive guache. Brancusi está desubicado y le propone a Bébé ir en busca de cielos más sencillos. Pretendían llegar al sur de Van Gogh… y amanecieron en Bretaña… se equivocó la paloma, por ir al sur fue al norte… Vestían smoking y zapatos de charol. Marsella, Niza, Ajaccio. El 31 de enero estaban de vuelta en París. Del smoking les quedaba la pechera. La ropa interior quedó desgarrada en los acantilados de Bonifacio.

En Barcelona se anunciaban remedios para las almorranas y el conde de Romanones aseguraba que apoyaría al gobierno en la aprobación de los presupuestos.

Duchamp se aburre en París y vuelve a Nueva York… a dar un silencioso jaque mate al Arte. Cuando vuelva, en el 23, se establecerá una temporada en Bruselas para perfeccionar su técnica ajedrecística. En el ínterin ha muerto Proust. La mañana en que Cocteau y Man Ray por fin deciden ir a su casa a hacerle UNA fotografía lo encuentran cadáver. Radiguet, de la mano de Cocteau, asiste a las exequias. El Diablo en el Cuerpo está en la fase de correcciones. Su publicación coincidirá con el retorno de Marcel a París. La estrella Radiguet pasa a fase de supernova. Hubiera dado risa, si no fuera por lo que fue, con su güisqui, sus rayitas de coca o sus ensoñaciones opiáceas. Le Boeuf era su casa. Por lo demás, por allí pasaron todos: desde Gide con su inseparable verruga en el entrecejo y su capa desfasada,  hasta Cocó Chanel, pasando por el joven Simenon. Gide, en un arranque de amor propio, se quemó la tuberosidad cuando ya daba igual y Coco acabó, es un decir, con su capa periclitada y con todo rastro de las prendas Poiret. 

VII
Entre los más jovencitos y siniestros clientes del local: las hermanas Bronia y Tylia Perlmutter, polacas, rusas o, incluso, rumanas y los hermanos Jean  y Jeanne Bourgoint, “enfants terribles” antes de que Jeanne se suicidara y el segundo se hiciera trapense, como paso previo a una leprosería del Camerún. 




Bronia, tan ambigua y turbia como Radiguet, hace su aparición por le Boeuf a finales del 22. Ha llegado a París, desde los Paises Bajos, de la mano de Mondrian, y de su mano, supongo, se convirtió en modelo de Kisling, entre otros. Entró decidida y ataviada con un modelo de Poiret. Raymon la miró a los ojos e hizo sonar, con la izquierda, el hielo de su vaso de tubo, mientras que con la derecha se colocaba las gafas rotas como monóculo. Bronia miró a los ojos a Radiguet y se pasó la lengua por su labio superior. Las miradas quedaron entrelazadas como los reptiles herméticos de Tiresias. Era el primer amor, para ella y el último, para él. Se refugiaron en el Hôtel Foyot de rue Tournon, donde se establecería Roth antes su obligado traslado al Hôtel de La Poste, en cuyos bajos aún se conserva (¡y por muchos años!) el Café Tournon, última escala de Joseph en su decidida carrera hacia el infierno. En las jornadas de junio del 48 Baudelaire vivía en el 7 y Bakunin en el 10.




Iban dispuestos a contraer matrimonio. Cocteau se retorcía las inacabables manos de pura (es un decir, pues nada puro hubo en él) envidia y los perseguía como el tábano a la inocente Io. La muerte de Radiguet evitó la tragedia. Desde entonces, las malas lenguas, llamaron a le Boeuf sur le toit… “le veuf (viuda) sur le toit”.

IX
Bronia siguió viviendo (por suerte Coco había inventado un sencillo y elegante vestidito negro): Picabia, Duchamp, Man Ray, Cocteau… Hasta que llegó René Claire. “Relâche”, “Entr’acte”… y una serie de sainetes entre los cuales uno en los que aparecen Duchamp y la Bronia personificando a Adan y Eva según la versión de Cranach. 


René, en bambalinas, iluminaba el escenario desde arriba. Y fue entonces cuando quedó prendado de la primera pecadora, gracias a la cual, todo se nos ha hecho más soportable. Se casaron y tal… Y para poner punto y final a aquel amor desgraciado y a la época dorada de Le Boeuf (veuve) sur le toit  realizó Sous les toits de Paris, primer film sonoro del cine francés. 



X
Ya ni me acuerdo desde dónde estoy escribiendo lo que escribo. ¿Sigo en La cabra sobre el tejado? ¿Sigo en Madrid? Esté donde esté, me levanto, dejo el dinero sobre la mesa, llamo a mis Custodios volamos hacia la Valdecruces de Concha Espina o Castrillo de los Polvazares para el resto.

–¿Qué se te habrá perdido por esos polvazares?

–Volad, volad, malditas… 

–Kino, Kino… ¡quién te ha visto y quién te ve!

–¡¡Vosotras!!



En un pis-pas estamos en El Almacén del arriero, dispuestos (yo) a zamparme un femenil cocido maragato y mis Custodios a divertirse en los humedales del Jerga. Y es que los castrilludos siempre han tenido fama de arrieros: introducían en las tierras de interior los salazones y pescados que adquirían en la costa. Eran los arrieros maragatos (¿valga la redundancia?), de donde Maragatería: “Seca, pobre y fría. Comercia con animales. Centro comarcal Astorga…” Así me lo enseñaron.

Durante los ochenta, Bronia, veuve, pasa los veranos en Castrillo de los Polvazares. Que ¿cómo descubrió ese pueblo?... Pues… Infórmense Uds. Infórmense…


Los castrilludos la recuerdan vestida de blanco. El elegante vestidito negro ideado por Coco Chanel se le había quedado pequeño. 


¿Ven Udes.? Las historias se cierran en donde menos se lo imagina uno: En las estepas maragatas. 

Por la pintoresca Calle Mayor de Castrillo se pasea un buey. Los tejados de pizarra contemplan su deambular. 

Sigan informándose:











jueves, 12 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 12 de diciembre. Flaubert. Herencias. Algo sobre Neruda. Radiguet.



El dinero es la hostia. Te vas a Suecia y no tienes que llevar el borrego para cambiarlo por arenques ahumados. Es tiempo (de trabajo) solidificado que puedes transportar y cambiar por lo que quieras. Imaginen Vds. una herencia de tres bueyes, dos cabras, diez conejos y un campo de maíz y que tuvieran Vds. que buscarse la vida. Claro que peor es no tener ni siquiera eso. El dinero lo cambia todo. Llevas tu fajo de billetes y te pides tan ricamente tu fifti-fifti  con remolque y tu ronda de aguardientes: sacas los billetes y los cambias por lo bebido. Y, además, lo puedes enviar adonde quieras y va… y vuelve acrecentado. ¡Qué comodidad! ¡Qué lujo! Es, sin embargo, un símbolo enigmático, cuya distribución acarrea desgracias sin cuento. 



Hablando de herencias. Ese es un tema que cualquier sociedad bien organizada debería de estudiar a fondo. ¿Suprimirla? ¿Impuesto de transmisiones como si de una compra-venta se tratara? No me negarán que nacer con la seguridad de una herencia no te da empaque y atractivo. No tener herencia es verdaderamente lastimoso. Tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos… trabajando como animales de carga y no han podido dejarte ni cien euros. Quien no lo ha vivido no sabe la humillación que eso significa. La herencia convierte los amargos recuerdos de las miserias juveniles en aventuras de “bohemia”. Y díganme Vds. ¿a cuántos conocen que, pasada la juventud, no les ha caído un buen pellizco? Pues me cago en todos aquellos que han jugado a “precarios” y, pasada la viruela, disfrutan de una “riqueza” que no les corresponde. Me cago en todos aquellos que han recibido ayudas en sus años mozos y después nadie les exige devolverlas. Y me cago en la seguridad que les da esa esperanza que, dormida, siempre ha estado actuando como sonámbula. Por cagarme, me cago en todos aquellos que heredan y creen que SU herencia es legítima… ¡que nadie se la toque! Es que me pongo como si tuviera “el diablo en el cuerpo”.

Pero la herencia es algo más: es un motivo literario, es un “deus ex machina” que rompe la línea argumental y te abre perspectivas nuevas e inesperadas (¿). ¿Qué hubiera sido de Frédéric Moreau si:

“Un día, el 12 de diciembre de 1845, hacia las nueve de la mañana, la cocinera le subió una carta a su habitación. La dirección escrita en grandes caracteres, era de una letra desconocida; y Frédéric, somnoliento, no se apresuró a abrir el sobre. Al fin leyó:
Juzgado de paz de El Havre, distrio III.
Muy señor mío: habiendo muerto “ab intestato” el señor Moreau, tío e Vd (…)
¡¡Heredaba!! “.

Tiene gracia que Flaubert escogiera la fecha de hoy…justo el día de su nacimiento (1821).
Quizás esta herencia alterara radicalmente las líneas de su destino: podría haberse convertido en un héroe del 48 o en un cobarde del 48. Contrafácticos que no vienen al caso. Lo cierto es que le acercó a la señora de Arnoux (vapuleado por los movimientos acelerados de la acumulación de capital) para perderla definitivamente. Toda la moraleja de “La educación sentimental” se resume en las últimas páginas: lo mejor de la vida es cuando las ilusiones aún no estaban cocidas. El resto es un juego de bolos que termina con todas las ilusiones tumbadas. Hay que tener en cuenta (también en Stendhal) que las ilusiones estaban conformadas según un capitalismo pre-financiero. 



 Un día de septiembre les hablé de la obra. No quiero insistir. Lean Vds. la novela y saquen sus propias conclusiones. Cuando acaben su lectura se darán cuenta de que habrán acabado de leer una de las grandes novelas del XIX.  Sus contemporáneos no acabaron de captar su eficacia y mordiente: era demasiado plana, le faltaba perspectiva. Como a la pintura de Courbet o la de Manet. Por primera vez lo estrictamente contemporáneo se convierte en objeto de una “obra de arte” y lo hace justamente eliminando la perspectiva histórica y (en pintura) problematizando la perspectiva “estrictu sensu” e introduciendo la actualidad.

¿Qué habría sido de esa pareja de idiotas universales (casi en sentido griego): “Bouvard y Pecuchet” si éste último no hubiera heredado? (ya les contaré en su día). ¿Qué hubiera sido de Raymond Roussel? ¿De Descates? Tampoco es plan de hacer un listado de todos aquellos cuyas vidas se vieron alteradas de forma definitiva por un meteoro semejante.

Tengo para mí que Flaubert es uno de los literatos más cinematográficos (avant la lettre) de “tutti cuanti”. Lean, si no, el comienzo de la “Educación sentimental”, cuando el barco va entrando en París…etc…etc. Lean la escena del mercado agro-pecuario de “Madame Bovary” o ese comienzo tan a lo Becket de “Bouvard y Pecuchet”. Flaubert fue el inventor del  (concepto) cinematógrafo. Y qué decir de su estilo…de sus periodos exactamente diseñados…y del uso de los tiempos verbales. Flaubert es un monstruo.
Hegel” no llegó a heredar nada de su predecesor. Sus pertenencias (de “Gorrión”) fueron repartidas entre sus congéneres, entre los cuales aún no se encontraba “el filósofo”. “Hegel” ha tenido que ganárselo todo con su propio esfuerzo, simpatía e inteligencia. De momento sus propiedades son escasas.



 ¿Saben Vds. dónde comería hoy? Pues en “Isla Negra”. Sí… gozando del veranillo austral. Pegado a la casa-museo de Neruda (que haría las delicias de Carles Barral*) hay un restaurante (que no me extrañaría nada que perteneciera a la institución) la más de molón. Comes marisco y lo que quieras junto al mar. ¡Lo pagas! Admiten perros. Y es que tal día como hoy, del año 1992, trasladaron, como era su deseo, los restos del poeta y los de su compañera a la que fue su casa preferida. Sobre su muerte aún persisten las dudas. Cuando todo parecía inclinarse hacia el cáncer de próstata, el PC chileno ha vuelto a insistir en la posibilidad de una inyección letal. Ya veremos. A mí el poeta no me caía nada bien. Ni tampoco su poesía. Sus memorias transpiran prepotencia y tengo para mí que no dio golpe en toda su vida: entre congreso y congreso y entre consulado y consulado “agotó la cifra” de sus años. Así que no citaré ni siquiera sus versos en los que expresa su deseo de ser enterrado en “Isla Negra” (que, por cierto, pertenecía a un marino-naúfrago español (Eladio Sobrino) a quien se la compró Neruda)  y que dicen así:

Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver…

 El nombre original era “Las Gaviotas”. No sé por qué, el poeta, tuvo que cambiarle el nombre y, de paso, construir una especie de laberinto del minotauro, explotado, eso sí, con decisión y clara visión de negocio.

Me conformaré con comerme unas alcachofas (¡¡rellenas de huevos de codorniz!!) del huerto y beberme una botella de Carménère, emblema “vinícola” de Chile.

Con el rollo de Flaubert e “Isla Negra” he vuelto a olvidar mis obligaciones. El perro ha defecado en la terraza. Bueno, una cosa hecha.

Los días se acortan a una velocidad alarmante. Las cinco y ya es casi de noche. Enjaezo al perro y vamos a pasear a la playa. Barcelona iluminada y el cielo hacia un azul profundo, casi negro. Luna nueva. Hegel corre sin destino, sin objetivo…Se aleja y vuelve. Parece una metáfora…¡pero no sé de qué!

Tal día como hoy, del año 1923, moría de tifus, Raymond Radiguet, el “nuevo Rimbaud”, tenía 20 años y una “malicia” de jubilado. Cocteau lo sintió especialmente. A los 18 escribió “El diablo en el cuerpo”, una novela que “revulsionó” a la sociedad francesa. Una joven esposa, cuyo marido está en el frente, mantiene un romance con un adolescente (valga el “rodolí”). La guerra como condición de felicidad para estos jóvenes amantes (¡¡). Ven Vds. no hay mal que por bien no venga (¿). El final de la obra parece premonitorio.
Y como saben que soy amante de “últimas palabras”, eh aquí las suyas, susurradas a Cocteau: "Escuche, escuche una cosa terrible. Dentro de tres días seré fusilado por los soldados de Dios." En efecto, al cabo de tres días murió…sin decir ni mu. Ya lo había dicho todo.




 Volvemos a casa tarareando aquella copla que lleva por título “Herencia gitana” por Conchita Piquer (*) “Hegel” se contornea y pide mi aprobación:

–¡Muy bien Hegel!

–¡Gracias.

–¡Las tuyas, animalito!

Ato al perro en el árbol acostumbrado y entro al condis. Salgo a la media hora con una barra de pan y un fuet, que nos zamparemos tan a gusto.

Un día es un día: Récenle (si aún recuerdan alguna cosa) a la Virgen de Guadalupe (*) y échense a dormir. 

      
















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...