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lunes, 9 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 9 de diciembre. Ejercicio de lógica. Vuelta con Alemania.



Ayer a cuenta de los “Tercios”, la Inmaculada, Bobadilla y el gotero…me puse de Jumilla hasta el culo. Tanto, que reduje al perro a la condición de objeto. Para compensar tamaña indelicadeza, le propongo una excursión de todo el día. Acepta y me asegura que no le importa ser (de vez en cuando) “objetivizado”, si la recompensa es esta.  A mí me gusta el bocadillo de atún con olivas y al perro de queso manchego. Añado otro de camembert con caviar (¿) de mújol (murciano). Chubasquero, bufanda blaugrana de siete leguas y ¡¡carretera y manta!! Vamos al “Corredor”. Allí suelto al perro y ya lo recogeré cuando anochezca. No creo que un lunes gélido de diciembre haya turistas por estas cimas.

 

El jumilla hizo un efecto espectacular: Como a Descartes el cansancio y la obsesión. I had a dream y me desperté sudoroso y espantado de tanta lógica condensada: “Éramos, somos y seremos”. Esa proposición molecular pastoreó mi dormir. Una proposición digna de encabezar el capítulo siete del “Tractatus” o de concluir de forma contundente los fragmentos eleáticos. Una proposición verdaderamente extraña en su simplicidad pueril. Cuando alguien la pronuncia se convierte en tautología (o sea una forma vacía que no se refiere al mundo, sólo a su propia vaciedad): “Era”, porque soy; “soy”, porque pronuncio la proposición; y “seré” en el mismo momento en el que acabo de pronunciarla. Sin embargo, en boca de un (YA) difunto es falsa. Y se convertirá en falsa para cada uno de nosotros. Por lo tanto si alguien la mantiene en pie será por que quiera referirse a algo esencial que sobrevive a los accidentes pasajeros. En este caso: “Éramos, somos y seremos” se refiere a algo diferente al mero existir físico. El atributo introducido por la cópula no puede ser algo efímero, sometido al devenir del tiempo (“Éramos, somos y seremos guapos”) Pero si no está sometido a aquella categoría, vuelve a convertirse en tautológica: “Lo que es, es, y no puede no ser”. Puede ser dicha por cualquiera, y siempre será verdadera (en tanto perdure lo que el atributo denote). “Éramos, somos y seremos murcianos”: Es siempre verdadera, si admitimos la eternidad de “Murcia” y aceptamos la posibilidad de que sigan naciendo criaturas en aquel desierto. Ningún mérito. Quien afirma la proposición está afirmando algo parecido a “era, es y será una piedra”, no puede ser de otra manera.  Por lo tanto “Éramos, somos y seremos murcianos” es una fatalidad a la que no podemos resistirnos y no un grito de guerra (de desesperación, puede).

Toda la noche dale que dale…

Entro en el bar del monasterio. Me acodo en una mesa. El fuego heracliteano bulle en el hogar. Se está realmente bien. Por la ventana controlo al cachorro que corre tras las hojas.  Por lo demás no le prohíben la entrada.

–Póngame un bombón, buen hombre.

–¿?

–Café corto con lógica condensada, perdón…con leche condensada. Añádale un buen chorro de Terry. Y una copita para acompañar.

Por lo dicho, cuando oyes multitudes gritando tautologías o bien se trata de discípulos férreos de Wittgenstein, remitiendo su decir al mostrar  o bien de un conjunto de obstinados que persisten en su ignorancia lógica.

Pues ya ven… ¡Así toda la noche!


 El día 8 de diciembre del año 1918 (o sea, ayer) se celebraba en Berlín el funeral por los muertos de “viernes sangriento” (se pudo leer en los periódicos de tal día como hoy). Se dieron decenas de mítines. Sin duda los espartaquistas fueron los vencedores en esta lid. Los marineros, que no podían surcar las aguas (¡y llovía a cántaros!) de Unter der Linden, cogieron avionetas destartaladas y lanzaron octavillas. Cuando llegaban al suelo, llegaban ilegibles. La tinta, como lágrimas, formaba regueros. Las letras se disculpaban por ser incapaces de formar palabras. Las palabras de formar frases y las frases de construir argumentos y proclamas. Cuando llegaban al suelo eran papeles grises que el viento arremolinaba con las últimas hojas del otoño; pero no fue su culpa el que Ebert y los oficiales de Kassel hubieran firmado el pacto. Hindenburg, escribió a Ebert, exigiendo, precisamente, las condiciones contrarias a las que esa misma mañana la habían exigido al canciller los consejos de soldados. Ebert, que odiaba la revolución y que consideraba que el enemigo estaba en la izquierda, seguía tejiendo (dejándose envolver) la mortaja. El día diez (¡mañana!), con la entrada masiva del ejército, se empezaría a implantar el orden en Berlín: “Éramos, somos y seremos socialdemócratas”. Nadie romperá la unidad de la clase obrera y quien lo intente lo pagará caro. Pero la unidad ya estaba rota y había sido, precisamente, Ebert y los suyos los causantes de la fractura.











Becker intenta acabar son su búsqueda colgándose del clavo de la lámpara. Ni Sóflocles ni Kant, son capaces de evitarlo. Sólo el azar. La culpa, como en Edipo, es una dura herencia a la que no puedes renunciar. El oráculo fue dictado; el esforzado cojo intentó evitarlo y en su esfuerzo cayó en sus redes. Becker está enceguecido por tales pensamientos y no consigue ver claro. La culpa: como una nube espesa, como la lluvia que cae sobre Berlín…

Hegelito” acude a refugiarse del viento junto al fuego. Me mira y mira la bolsa de la comida. Hay que esperar un poco. Dominar la impaciencia.

Mientras Ebert leía complacido la carta de Hindenburg, Clemenceau, alcalde de Montmartre durante  la Comuna y que salvó el bigote por los pelos, junto con Poincaré y otros, celebran la liberación de Metz. El ejército alemán se retira ordenadamente, pero furioso. Por la noche será acuartelado al oeste de Berlín, para entrar glorioso bajo la puerta de Brandeburgo. Algunas divisiones están entrando en la capital por la zona de Tempel. Es entrar y desvanecerse euridicianamente.  La cosa no pinta bien. Veremos mañana. Mientras tanto han ido construyendo unidades de voluntarios y de oficiales irredentos, humillados hasta el dobladillo del pantalón por habérsele arrebatados las jarreteras. Poco a poco esas unidades crecen y se multiplican. Su odio también.. Algunos ya han sido enviados al Báltico. Allí se lucen. Esperan, sin embargo, tomar la alternativa en la ciudad imperial, donde el proletariado y los marineros son los dueños y señores: “Lástima de vasallo…si tuviera buen señor”.

Mientras Becker “pendula”,  Mauss parece optar por la revolución. ¿Será un espejismo?

Fiel a mi idea no me referiré a aquellos que nacieron tal día como hoy, ni siquiera a Dalton Trumbo, ni a Kropotkin, ni a la Pasionaria, ni a Ödon von Horvath…ni siquiera a John Cassavetes, ni a Nacho Vegas, ni a Dante Spinetta.

Hablando del futuro incierto de Mauss en medio del torbellino revolucionario, recuerden Vds. que tal día como hoy, del año 1968, se presentó en público en la unidad de investigación de la universidad de Stanford de Sillicon Valley, un “animalito” revolucionario: El “X – Y Position Indicator for a Display Sistems”, que rápidamente adoptó el nombre más familiar de Mouss (ratón). Un valle este de extraña fauna.

Mientras aquello ocurría en Berlín, por los llanos de Cuatro Vientos, un joven con apellido de astado y descendiente de rancias familias murcianas y catalanas (Bosch i Codorniu), diseñaba otro animalillo articulado, mezcla de libélula y mantis. Lo llamó “autogiro” y saltaba como un canguro avergonzado. Las octavillas de los marineros no se hubieran perdido por los vastos cielos alemanes si hubieran sido lanzadas por los descendientes de este arquetipo.  El 4º modelo dio un salto inesperado y todos consideraron que era suficiente para depositar en él la esperanza de la patria. Juan de la Cierva, tuvo como compañero en sus primeras incursiones en esto del volar a un tal Bobadilla, descendiente, sin duda, del héroe de ayer. 





Observen los apellidos: Bosch (Anís el Mono), Bobadilla (licores y aguardientes varios) y Codorniu… No es raro que su cabeza girara y girara… El tal de la Cierva intervino de forma decisiva en la consecución del “Dragon Rapid”. Como era de esperar, murió en un accidente de aviación: el Douglas DC-2 de KLM  de Londres-Ámsterdam, en el que cómodamente se disponía a leer el periódico y a pimplarse un Bobadilla, se estrelló no más abandonar la pista de despegue del aeropuerto de Croydon, al sur de Londres. Era tal día como hoy del año 1936. Un mes antes, su hermano Ricardo, que había sido detenido en Barajas, dispuesto a pillar un avión, fue ajusticiado en Paracuellos. Toda una vida (y muerte) ligada a la aviación.  Y es que “quien a hierro mata, a hierro muere”.


Llega el momento de la comida. Hegel se relame. El cantinero, amable, incumpliendo bajo su responsabilidad el “se prohíbe consumir productos de fuera”, nos permite zamparnos los bocatas. Nos sirve una botella de vino del país y un caldero de agua fresquita. Un carajillo mitad y mitad y vuelta al hogar. 

De camino, James Moody, a quien Gillespie lanzó al espacio, nos deleitará con su éxito:I’m in the Mood for Love”, seguido del inevitable “Vuelo de noche”. Otro “santo bebedor”. Sin este santoral el mundo sería una verdadera porquería (“porqueriza” quería decir).
Recuerden Vds. que hoy se celebra el “Día contra la corrupción” y “por una sociedad laica y librepensante”. Siento haberles amargado el día (al final).







RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...