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martes, 17 de septiembre de 2013

Propuesta para hoy, día 17 de septiembre. Cioran. Batalla de Karánsebes. Hildegard. Macrina.



Las fuerzas armadas… ¡¿qué les voy a decir?!...han sido desde siempre refugio de gente desalmada y como tal, privada de aquellas “facultades” que asociamos a tal entelequia, entre ellas la inteligencia, la compasión…Por esa misma privación de la capacidad de raciocinio, han sido sujeto (y objeto) de situaciones que, de no ser por lo que es, podrían ser calificadas, simplemente de cómicas o tragicómicas (por más exactitud).

Ninguna situación a la altura de la famosa “batalla de Karánsebes” (actual Rumanía)…digna de Gila.

Si tuviéramos, además de la pura curiosidad, la valentía de rememorar el “vodevil  in situ”…no tendríamos  más que ir a la Estació del Nord, sacar un billete en autocares Sanz o en Atlassib Spania s.l. y embarcarnos para un viaje inacabable, a través de Europa, que nos depositaría en otro espacio y en otro tiempo. O bien, puesto que en Caransebes hay aeropuerto, agenciarse un billete desde Barcelona, Madrid, Valladolid…o desde donde fuera y plantarse en ese “histórico” lugar en unas cuantas horas. La vuelta la dejaríamos en manos del altísimo o de nuestros ángeles Custodios.
Sólo les daría un consejo: carguen con todo el aguardiente que puedan y pimplen en compañía. El viaje adquirirá alturas metafísicas.
















Llegados a nuestro destino, lo primero, y antes de romper la rutina del viaje…seguir hasta Sibiu y de Sibiu a Rasinari (total unos 200 kilómetros…¡nada! (teniendo en cuenta los que llevaremos hechos)).

Allí, puesto que nuestro aguardiente ya haría horas que se habría terminado, entraríamos, tras franquear dos escalones,  al único bar de la calle Nicolae Balcescu y allí nos tomaríamos una cerveza Ursus acompañada de aguardiente de ciruela y observados por miríadas de moscas. Para asentar el estómago acompañaríamos la bebida con unas tapas: tocino ahumado, queso de cabra y pimientos. Acabaríamos con unos cigarrillos Carpati, que nos habríamos agenciado en la terminal…¡Gracias Stasiuk!

Ese lote nos hubiera sido servido tras una demostración de nuestro don de lenguas:

--O bere, vă rog!
--Ai ceva de mâncare?

que hubiera dejado estupefactos y divertidos a los dos descarriados que, poco a poco, se transmutan en espíritu de tanto trasegar “Espirituoso Santo” de ciruela. Acabarán convertidos en sombras, y se evaporarán. Así desaparece la gente de por allá: se evaporan y vuelven a aparecer en la época de las lluvias…como si tal cosa.





“Cuando la atención (…) le abandona, cede a las tentaciones de las que ha querido huir, o se hace presa de misterios impuros… ¿Quién no conoce esos miedos, esos estremecimientos, esos vértigos que nos aproximan a la bestia y a los problemas postreros? Nuestras rodillas tiemblan sin doblarse; nuestras manos se buscan sin juntarse; nuestros ojos se elevan y no divisan nada…Conservamos este orgullo vertical que reafirma nuestro valor (…) Nuestro desliz está próximo, pero no es inevitable…”

Cioran (natural de Rasinari) se refería a otra cosa…pero es exactamente lo que sentiremos tras engullir media botella de aguardiente y unas cuantas cervezas.

No sabremos ni la hora ni el día. Sólo que se nos va la cabeza en las estribaciones de los Cárpatos.

--Buen hombre…¿podría indicarnos el autobús para Sibiu?

El buen hombre, más tajao que nosotros, elevará un brazo, como Trajano dirigiendo sus tropas,  y, a la buena de dios, dira:

--¡Por allí!




El “don de lenguas” es un don que el “Espirituoso santo” otorga graciosamente a sus devotos.

Llegaremos a  Sibiu y de Sibiu a nuestro destino inicial (confluencia de los ríos Sibi y Timis): caeremos de golpe en el tiempo. Y los minutos volverán a ser intervalos temporales y no espacios informes capaces de albergar siete vidas y cl. y cl. de alcohol puro.

Al final de la peatonal calle Episcopiei, antes del arco, hay un Carrefour. Cargaremos. Y, como vagabundos de la Osa mayor, iremos en busca del “escenario de la batalla”…Nunca mejor dicho: escenario de la comedia más divertida de todas las representadas por el estamento militar. Los “actores de la guerra”, dirigidos por la “Inteligencia militar”, pondrán en escena un guión digno de los hermanos Marx… Y de un público como nosotros.

No nos importará si es de día o de noche. La luz de la imaginación ilumina los “recovecos” de la historia, como las largas de un camión de transportes internacionales.

Las interminables guerras ruso-turcas dieron mucho de sí y alimentan “propuestas” pasadas. La escena que vamos a presenciar se desarrolló en la que tuvo lugar entre 1787 y 1792. Los turcos (otomanos) intentaban reconquistar las tierras cedidas a los rusos en la anterior campaña y, de paso, arrebatar a los austriacos lo que pudieran. Escogieron el peor momento: no sabían del pacto ruso-austriaco. Antes de perder, sin embargo, tuvieron la satisfacción de ver hacer el ridículo a sus enemigos seculares.

Tal día como hoy, del año 1788 (año de la última sinfonía de Mozart, la nº 41) un ejército plurilingüe, extraido de las múltiples nacionalidades del Sacro Imperio, se dirigía hacia Karánsebes, ciudad fronteriza, con el fin de conquistarla y establecer un “puente” para inmediatas incursiones.
100.000 soldados no son moco de pavo. No van todos juntos, cantando, como si fuerana comer la “mona” de Pascua. Se dividen en “divisiones” y cada “división” en grupos más pequeños y especializados. Lo esencial es la coordinación y la comunicación. En una época en la que no había radiotransmisión…todo eso se suplía a “ojo”… ¿Recuerdan vds. “La cartuja de Parma?”…¿la descripción de la decisiva batalla de Waterloo?



Primero llegaron los “húsares”, prepotentes y a la “última”: en cuanto a indumentaria y armamento…aunque siempre conservaron el sable como símbolo… (¿de qué?). Llegaron, cruzaron el río y no vieron nada raro. Sólo un campamento de gitanos moldavos  que acaban de convertir en aguardiente las ciruelas “afanadas”  por los campos de la contorná.
Los húsares se pusieron hasta el culo (¿pagaron?). Y empezaron a poner en duda su misión histórica. Después llegó la infantería, con sed de perro rabioso. Los húsares, hicieron barricadas en torno a las barricas, dispuestos a matar por el “Espirituoso”…¡y mataron!...Y murieron...¡mártires! en defensa del líquido sacramental.

Hay que hacer notar que allí no se entendía ni dios…aquello era como una “Torre de babel” construida con toneles. Los disparos desataron el pánico: “¡los turcos...los turcos!”. El grito hizo el efecto de mil bombas fétidas…todos corrieron en desbandada. Los jefes (austricos-alemanes) quisieron poner orden: “¡Halt!...¡Halt!”...y todos entendieron “¡Alá…Alá!” y la desbandada se convirtió  en alud. A los muertos por disparos se sumaron los muertos por asfixia y desconsideración.

La caballería que vio a los vistosos húsares dando vueltas enloquecidas alrededor de agitadas nubes de polvo, se lanzó al ataque, confundiendo (¿) a los húsares con súbditos del sultán.
Húsares, artillería y caballería se enzarzaron en una pelotera que corría por la llanura, como los matojos por los desiertos de Arizona.

Por si fuera poco otro cuerpo de caballería, rezagado, se lanzó, pistola en mano, abriendo fuego contra ese tumulto infernal.  Allí se disparaba a todo lo que se movía…y todo se movía a impulsos de la supervivencia. El ganado y los caballos de repuesto se lanzaron a la estampida. El sonido era como de terremoto 9 Richter.

--¡Viva Honduras!

--¡Viva Letonia!

--¡Abajo el turco!




Y para rematar (y descabellar) se recortó a lo lejos, sobre una pequeña loma, la pizpireta figura de “El Niño de la Capea” (¡61 cumplidos! *) que, muleta  y espada en mano izquierda y montera en mano derecha, bajó con dudosos contorneos y se lió a estocadas airosas, de cada una de las cuales arrancaba, al menos, una oreja a algún súbdito del emperador.  Al tal carnicero se le atribuyen 1.800 corridas (¿) oficiales…súmenle algunas más por afición…y tendremos la friolera de 4.000 reses abatidas por ese puño indómito. Sin contar las que mataría por desesperación y las que despacharía en sus noches de pesadilla (¡que sean innumerables!)… Con tres como el Niño, acaban con todas las especies del planeta en tres temporadas buenas…¡¡Dele el Dios de los toros una muerte a la altura!!

 El “ilustrado” emperador José II, acabó en una acequia, lleno de cieno hasta las cejas…¡pero no fue uno de los 10.000 muertos con los que se encontraron los turcos dos días más tarde!...
¿Han probado vds. las “orejas fritas”…¡verdaderas orejas de cerdo fritas!...Son típicas de por ahí por Nájera. No, no teman: “crema de calabacín con menta” y unos pajeles que he conseguido en la “lonja” de Montgat…a punto ha estado de que me los quitara el chino de siempre. Esta vez he sido más rápido. Verdejo. Fifit-fifti  y remolque de aguardiente de ciruela.

Para la siesta sonará en el esputifaif:
·         Las dos cantatas de Beethoven: la de José II y la Leopoldo II
·         El concierto de “La Coronación“ de Mozart.

José II, a la muerte de Gluck, había nombrado  compositor de la corte imperial” a Mozart, con un sueldo fijo, decente, pero inferior al del difunto. Mozart estaba embarcado en la composición de “Don Giovanni” y ya había estrenado  Figaro  con un éxito considerable. Su mujer estaba delicada y necesitaba “baños”. Empezaban los dos últimos, aciagos, años de su existencia. Se estrena el “Cosí fan tutti”, que pone fin a su colaboración con Da Ponte…Y el emperador está en las últimas (1790).

Mozart no es invitado a las honras fúnebres (sin embargo asiste como “espectador”). A Beethoven, sin embargo se le encarga una “Cantata Fúnebre” que no se llegará a ejecutar.
Para la coronación de Leopoldo II (hermano de María Antonieta y sucesor de José II) como rey de Bohemia, un empresario privado encargó al compositor, entonces concentrado en” La Flauta mágica”, una ópera seria que sería interpretada en los actos de la coronación. La obra, “La clemencia de Tito”, fue compuesta en tiempo record y se estrenó en efecto, el  día de la coronación, pero no dentro del marco oficial…sino “off”.

Al joven Beethoven, sin embargo, se le encargó oficialmente una cantata para la coronación… ¡aunque tampoco se interpretó!

Hildegard von Bingen (muerta tal día como hoy del año 1179) reivindicó el papel de las mujeres en el funcionamiento de la iglesia. Soy de la opinión que se inventaba las visiones y revelaciones para poder ser escuchada. En todo caso lo importante es su música, que supera en mucho al canto llano que se componía por entonces…Sus amplias tesituras, sus frases melismáticas, sus amplios e inusitados intervalos.

















Su obra principal “Ordo virtutum” es un drama musical sacro  con personajes alegóricos. El único que no puede cantar es el diablo: sólo habla…¡le está negada la música…como símbolo de su alejamiento de Dios!.

De la estirpe de Leonor de Aquitania, de Eloisa y continuadora de Hipatia y de Macrina.

Por cierto, como de san Macrino, cuya festividad celebra hoy la Santa Iglesia Católica y Apostólica, no tengo noticias…me remitiré a Macrina, cuyo “lamento (de Macrina)” se ha convertido en un lugar común: odio a la charlatanería…hablar, hablar, hablar…pretendiendo siempre que su charla  tiene algún significado. Se enfrentó a los Nacianceno y rebatió, de forma elegante, el argumento aristotélico, soporte de la virginidad de María: me explico:
Uno de los Nacianceno dogmatizaba sobre el tema ante la incredulidad del pueblo llano. Un simple se atrevió a replicar:

--¡Es imposible que ninguna criatura nazca sin el concurso de  ”varón”!

--¿Acaso los buitres hembra, tal como dice Aristóteles, no son fecundadas por el viento?

--Hum!!...¿esto…?

Argumento falaz: El viento es invisible, por lo tanto nadie sabe qué viento (ni  si es el viento) es el responsable. Por lo demás, si así fuera (cosa dudosa por la réplica anterior)…¡María no es un buitre!...¡Lo que puede ser cierto para los buitres no tiene que serlo para María, madre de Jesucristo…¡Lógica aplastante!...que no hizo en mella en los endurecidos cerebros  de aquellos fanáticos.
Lo que Macrina estaba proponiendo era una primera versión del “principio de verificabilidad” como criterio de significación de las proposiciones. Popper  (muerto tal día como hoy del año 1994) lo modificaría para salvar ciertas incongruencias y propuso la “Falsabilidad” como criterio…enredándose en nuevas incongruencias.


La música de Hildegard nos ahorrará el diacepán  nuestro de cada día.








RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...