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de Vendimiario. Día de la patata
1.
Pero,
oigan, es que en cuanto lo vio se lanzó como una fiera
a comérselo. Por suerte, el pastor alemán que llevaba se lanzó
como una fiera
y evitó que fiera
(perdón: fuera)
reducido a unos cuantos botones dorados y a un trozo de charol. Otros
dicen que el mono se abalanzó sobre el perro y que fue Alejandro I
de Grecia quien salió como una
fiera
en defensa del pobre cánido. De cualquier manera la “fiereza”
estuvo presente y el coyuntural rey de Grecia fue mordido por el
mono. El rey había salido a pasear con su perro por los jardines de
palacio y los monos del jardinero estaban sueltos. Los monos en
cuanto olieron al monoargático, monargático, morganático, o como
se diga, fueron como
fieras a
defender el terreno.
No
es de recibo que W. Churchill, “el
fiero
carnicero de Gallípolis”,
culpara al mono de los cientos de miles de griegos muertos en la
campaña de Asia Menor y deje sin mencionar las maniobras de los
aliados que, como siempre, azuzaron a Grecia y después la dejaron
sola.
El
rey murió al cabo de pocos días, de infección generalizada o
sepsis,
como propiamente se dice. Era tal día como hoy del año 1920,
miércoles, la luna había entrado en cuarto creciente y en Grecia se
había credo un problema de envergadura.
Aquella
misma mañana, domingo día dos de octubre del año 1966, Bréton,
despertado por los ruidos del puente de Batignolles, abrió los ojos
y comprobó que estaba muerto. Antes de tan demoledora deducción
notó que le faltaba el aire y pensó que era un ataque de asma, el
definitivo. Un lejano perfume a rosas, que él imaginó rojas, se
filtró por los algodones de la nariz y le llegó a la pituitaria ya
inservible. Haciéndose el gracioso imaginó (puesto que esas
estaba) que todo era un sueño. Y recordó que justo
en el momento
en el que el mono mordía al monarca estaba sacando un billete para
el tren de Viena. Tenía intención de entrevistarse con Freud y
darle una colección de “sueños” para que el psiquiatra los
analizara y diera lustre al, aún sin nombre, movimiento surrealista,
recién separado del “juguetón” e infantil dadá.
Freud
dijo lo que tenía que decir: el significado del sueño lo descubre
el soñante. No puedo hacer nada. Bréton descubrió el significado
latente de su propio sueño: ¡Estaba muerto! “Perdonen
que no me levante”
(Groucho, n. 1890). Sobre ambas tumbas una extraña estrella.
Había
sido enterrado el día anterior y todavía no estaba acostumbrado a
la eternidad: “Busco
el oro del tiempo”
(en francés, naturalmente)… ¡Busca, busca, minero!
55
años antes, el 2 de octubre del año 1911, Kafka había tenido un
sueño:
“Esta noche fue horrible la aparición de una criatura ciega al
parecer hija de mi tía Leitmeritz, que sin embargo no tiene ninguna
hija, sólo hijos, uno de los cuales se rompió una vez una pierna
etc etc”. Kafka
solucionó el enigma refiriéndolo a su madre, según la ortodoxia
freudiana recogida en “Lecciones
de Psicoanálisis”
que acababa de publicarse.
Duchamp
que, a la sazón, esperaba la muerte (que, puntual, vendría dos años
después), presente en el cortejo, esperó agazapado a que gente
desapareciera y meo amorosamente sobre el túmulo. Ni siquiera en ese
momento dio muestras de placer. Cuando salió del fúnebre recinto
trastabilló en un escalón de una tienda de flores y a punto estuvo
de romperse la crisma. Aceleró el paso a fin de evitar el inminente
jaque mate. Kafka, en octubre del año de la insulsa y terrorífica
pesadilla había jugado una simultánea con el niño prodigio
Capablanca que vestía de riguroso negro, según las normas de la
época. Vean Vds. el último, y fatal (para Kafka) movimiento de
Capablanca.
Once
años más tarde Duchamp también recibió el correspondiente jaque
mate.
Aunque,
en realidad, estaba ya muerto y enterrado: había sido “asesinado”
el año 1965. Sus asesinos (Arroyo, Aillaud y Recalcati), pese a la
indignación de los surrealistas, Bréton a la cabeza, no fueron
condenados.
2.
Lo
de Duchamp y el ajedrez es una larga y enjundiosa historia. Baste
decir, de momento, que participó en las primeras olimpiadas de
ajedrez, el año 1924 en París coincidiendo con los juegos
olímpicos. Y ya que estamos con las Olimpiadas… ¿saben Vds. el
por qué de gol “olímpico”?
Aquí va la explicación:
1924.
La selección uruguaya se había proclamado campeona olímpica de
fútbol en París. Fue la primera no europea en conseguirlo. Duchamp,
por su parte, formó parte del equipo galo de ajedrez en un torneo
que se quiso olímpico. Y Bréton preparaba las galeradas para la
publicación del “Manifiesto…”
La
gira triunfal de la campeona le llevó a concertar dos encuentros
contra su eterna rival, Argentina. El primero se jugó sin
contratiempos en Montevideo. Empataron a 1. La “vuelta” estuvo,
sin embargo, plagada de incidencias. Anunciada para el 28 de
septiembre tuvo que suspenderse por exceso de aforo e invasión de
campo. El estadio era el del Sportivo
Barracas
allá por Barracas, cerca del Riachuelo, feudo del Huracán
de Buenos Aires. Se aplazó al día 2 de octubre. En el ínterin se
cercó el terreno de juego con alambradas modelo Melilla, se subió
el precio de los billetes y se redujo el aforo. La gloria, pues,
recayó sobre el día 2 de octubre. 30.000 espectadores. Las
bombachas
estaban listas para hacerlas servir nuevamente. Las golpizas
habían empezado ya fuera de la cancha. Dentro se habían atornillado
los asientos y se habían rociado con líquido anti ígneo…no
fuera a pasar
lo que ya había pasado. A los 15’ de la primera parte, iban 0 a 0,
el extremo izquierda, Cesáreo Onzari, saca un córner y el balón se
introduce limpiamente en la portería. El arquero protestó y el
equipo en pleno se lanzó fieramente a comerse al árbitro, como el
mono al monargático, morganático rey.
La Fifa, o su equivalente,
había cambiado la normativa en Agosto, convirtiendo el saque de
esquina en libre directo. Nadie lo sabía sin embargo…excepto el
árbitro que, aplicado, había estudiado las últimas circulares. Lo
que quedaba de partido se convirtió en balacera.
Se rompieron tibias y peronés, se abrieron cabezas y las madres y
ancestros de todos los presentes salieron mal parados. Quien lo vivió
no ha podido olvidarlo. Sólo con la muerte.
Con el tiempo se
consagraría tal día como hoy como el día de la NO-VIOLENCIA.
Fue
el gol al “olímpico”
Uruguay. De ahí el nombre. Los albicelestes dieron una vuelta al
estadio para celebrar la gloria alcanzada, de donde: “vuelta
olímpica”.
Onzadi
fue el primer sorprendido. Se pasó toda su vida restante afirmando
que no había sido un “churro”,
que había tirado a meterlo. Nunca más lo consiguió y todos se
quedaron con la duda.
Lean
Vds. lo siguiente (carta de Sagi-Barba, extremo izquierdo del Barça
de la época, a Onzadi):
“ (…)
Le sitúo en fecha de 16 de abril de 1.924. Estadio Metropolitano, en
Madrid. Partido de desempate de los cuartos de final del campeonato
de España. El rival el Sporting de Gijón. Yo era el encargado de
lanzar los córners desde la esquina izquierda. En la segunda parte,
sobre el minuto 15 lancé uno. Le daba bien al balón y con mucho
efecto. Lo cierto es que el balón llegó a la red. Y el “referee”
dio validez al tanto (…)”
El
gol fue cantado barítonamente de forma magistral por Sagi- Barba
padre, barítono de profesión.
Por
entonces la Fifa, o su equivalente, aún no había cambiado el
reglamento. El gol de Billy Alston es un bulo. La gloria le
corresponde, con todo derecho, a Cesáreo Onanzy.
En
su edición del 18 de septiembre de 1942, la revista El
Gráfico
despidió al viejo estadio con el siguiente artículo de Ricardo
Lorenzo Rodriguez (Borocotó):
“El
palquito, las tribunas, todo se fue yendo en la vieja cancha de
Sportivo Barracas, escenario de partidos inolvidables. Y ahora, en
estos días, se fueron llevando lo que aún quedaba: el edificio de
dos vestuarios. Pero de entre los escombros surgen recuerdos que aún
perduran. Hace tiempo se llevaron las tribunas, y en la vieja
gramilla de Sportivo Barracas jugaban teams de casas comerciales, de
esos que se dicen: "a mí, señor Rodríguez, pásela, señor
Martínez." Pero aún quedaba la vieja edificación del
vestuario, aquella del corredor con techito bajo y por donde pasaron
tantos cracks. En estos días penetró la piqueta reduciendo todo a
escombros. Fueron cayendo los vestuarios, desmoronándose las
apiladas de ladrillos, y entre el polvo de cal fueron emergiendo los
recuerdos.
¿Te
acordás? Aquí perdieron los olímpicos uruguayos en 1924. Fue el
match más memorable en la historia del fútbol rioplatense”.
Si
van a Buenos Aires y encuentran un hueco, acérquense a Barracas.
Sitúense en el cuadrado formado por el paseo Iriarte, Luzurriaga,
Perdriel y Río Cuarto. Verán que de Iriarte, entre Luzurriaga y
Perdriel, sale una calle que muere en Río Cuarto. Es la calle Río
Limay. Si pasean por ella, pasear es excesivo, si pasan por ella,
estarán cruzando de portería a portería lo que fue el estadio del
Sportivo
Barracas.
No busquen ningún local en el que dar rienda suelta a la nostalgia;
sólo encontrarán almacenes y casas bajas de vecinos que gustan de
su intimidad (y que consiguen su intendencia en otra calle, supongo).
Eduardo
Galeano escribió su particular mirada de aquel gol y de su
continuidad en la historia:
"(...)
Era la primera vez en la historia del fútbol que se hacía un gol
así. Los uruguayos se quedaron mudos. Cuando consiguieron hablar,
protestaron. Según ellos, el arquero Mazzali había sido empujado
mientras la pelota venía en el aire. El árbitro no les hizo caso. Y
entonces mascullaron que Onzari no había tenido la intención de
tirar a puerta, y que el gol había sido cosa del viento. Por
homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía
se llama así, las pocas veces que ocurre. Onzari pasó todo el resto
de su vida jurando que no había sido casualidad. Y aunque han
transcurrido muchos años, la desconfianza continúa: cada vez que un
tiro de esquina sacude la red sin intermediarios, el público celebra
el gol con una ovación, pero no se lo cree".
Quedó
inmortalizado en el tango que lleva su nombre y fuera compuesto por
Mariano García y Francisco Rofrano (si lo encuentran…
¡envíenmelo!). Su vida se apagó un 7 de enero de 1964. Por cierto
el tango y el fútbol, pasiones platenses, tienen una larga historia
en común. Decía Kundera que el fútbol era un “pensamiento
que se juega. Más
con
la cabeza que con los pies”,
parafraseando al gran Discépolo: “El
tango es un
sentimiento
triste que se baila”. O como decía un tercero... algo de un deseo horizontal que no se qué en vertical.
3.
El 2 de octubre del
maravilloso y fatídico 1968. también cayó en miércoles y la luna
había entrado, como el día del mono, en cuarto creciente (en el
hemisferio norte).
"Y entonces yo llegué
al año 1968. O el año 1968 llegó a mí. Yo ahora podría decir que
lo presentí, que sentí su olor en los bares, en febrro o en marzo
del 68, pero antes de que el año 68 se convirtiera realmente en el
año 68. Ay me da risa recordarlo. ¡Me dan ganas de llorar! ¿Estoy
llorando? Yo lo vi todo y al mismo tiempo yo no vi nada. ¿Se
entiende? Yo estaba en la facultad cuando el ejército violó la
autonomía y entró en el campus a detener o a matar a todo el mundo.
No. En la Universidad no hubo muchos muertos. Fue en Tlatelolco. ¡Ese
nombre que quede en nuestra memoria para siempre! (...) Yo estaba en
el baño, en los baños de una de las plantas de la facultad, la
cuarta, creo, no puedo precisarlo. Y estaba sentada en el váter, con
las polleras arremangadas, como dice el poema o la canción, leyendo
esas poesías tan delicadas de Pedro Garfias, que ya llevba un año
muerto..."
Así
lo recuerda la uruguaya Auxilio Lacouture, por boca de Bolaño. Todo
más pormenorizado en "Amuleto".
Nada más que decir: " ese
nombre que quede en nuestra memoria para siempre"
"Aquí
me tienes
otra
vez disponible
al
poema.
Sentado
en un lugar ideal
esperando
el poema.
Un
lugar ideal y tranquilo
entre
el ir y venir de la gente
y
el poema no viene...." (P. G.)
En
su lugar vinieron los militarotes con sus "ruidos
de botas claveteadas"
a lavarse las manos. Algunos se las dejaron sucias para instrucción
de los hijos. Los espejos se quebraron y se negaron, por siempre más,
a reflejar nada de este mundo.