Tal día como hoy, del año 1806,
Carolina von Günderode, dio inicio a la saga de las “Ofelias”.
Aquí les presento una serie de
citas.
Bettina Brentano:
"Cuando llegamos a Geisenheim,
donde pernoctamos, estuve echada en la ventana contemplando el agua que
reflejaba la luna; mi cuñada estaba sentada junto a la ventana. La criada que
ponía la mesa dijo: Ayer se suicidó en Winkel una hermosa dama joven que ya
llevaba aquí seis semanas; estuvo paseando por la orilla del Rin, luego volvió
a casa, cogió una toalla; al atardecer la buscamos en vano; a la mañana
siguiente la encontraron en la orilla, debajo de unas mimbreras; había metido
piedras en la toalla y se la había colgado alrededor del cuello, probablemente
porque quería hundirse en el Rin, pero como se clavó el cuchillo en el corazón,
se cayó de espaldas, y así la encontró un campesino, tumbada junto al Rin
debajo de unos sauces en un lugar que es muy profundo. Él le arrancó el puñal del
corazón y lo arrojó lleno de espanto al Rin. Los barqueros le vieron volar,
entonces se acercaron y la llevaron a la ciudad.
Al principio no había escuchado, pero oí el final y exclamé: ¡Esa es la Günderrode!".
Al principio no había escuchado, pero oí el final y exclamé: ¡Esa es la Günderrode!".
Alejandra Pizarnik (“Carolina de Günderode”)
“La mano de la enamorada del viento
acaricia
la cara del ausente.
La
alucinada con su “maleta de piel de pájaro”
huye
de sí misma con un cuchillo en la memoria.
La
que fue devorada por el espejo
entra
en un cofre de cenizas
y
apacigua a las bestias del olvido.”
Annie Le Brun (“À distance”)
“De
esa revuelta, sin la cual la idea de libertad se reduce a no ser más que un
medio de acondicionar el terreno, sin la cual el amor se reduce a no ser más
que una debilidad del individuo; de esa revuelta, de esa sed de absoluto, no
hay ni sombra en el actual discurso feminista, y ese es, por mi parte, el
reproche definitivo que hay que hacerle. Pues es por haber compartido con
algunos hombres jóvenes esa revuelta absoluta, ese altivo rechazo de acomodarse
a la banalidad, por lo que las mujeres del romanticismo supieron inventar su
libertad”.
Javier
García Sánchez: “Ültima carta de amor de
carolina…”
“Pero no te aflijas por mi destino,
Bettina. Sé consciente de que voy hacia una eterna paz. Y también de que no fui
sólo la abnegada canonesa que aspiró a hacer poesía. Fui, soy la esposa de la
muerte, la que ahora va a formalizar sus nupcias con ella. Entro por fin en mi
noche de bodas soñada. No entristezcas, sea esa mi última súplica. Yo, una vez
más, en silencio como tantas otras, voy a postrarme y besaré el pedestal de
esmeraldas que sin saberlo pisas. Que seas feliz, alma mía, tesoro prohibido, y
recuerda que fuiste tú quien me habló del inútil llanto por
la muerte de la rosa. Adiós, amor. Piensa en mí como en aquella flor que puso
un poco de luz en la tiniebla de tus días. Adiós. Ha expirado mi tiempo.
Trémila y llorosa quedo a merced del Altísimo. Adiós”
Tuya siempre.
Carolina-
Sobre su
tumba, en terreno de suicidas:
“Tierra, madre mia, brisa, alimento mío
Fuego sagrado, amigo y, tú, hermano, río de la montaña
Y mi padre el éter, a todos os doy con veneración
Amables gracias, con vosotros he vivido aquí
Y me voy al otro mundo y os dejo contentos;
Adiós pues, hermano y amigo, padre y madre!
Adiós”.
(Herder: “Stimmer der Völker”)
Vean el homenaje de Meret Oppenheim.
Cuando la encontraron vestía un hermoso
vestido rojo. El estilete aún reposa en
algún lugar del fangoso Rhin. Llevaba
una toalla llena de piedras alrededor de la cintura. Con ella empezaba la saga
de las “Ofelias”.
Betina se
hizo famosa por sus escritos y Carolina por su muerte, a la que se lanzó impulsada
por la imposibilidad de sus dos amores.
Carolina
(Tian): “No tengo sensibilidad para las
virtudes femeninas, para la felicidad de las mujeres”.