(Asteriscos* remiten a efemerísticas razones)
23
de junio, domingo. Una multitud de solitarios trota por el paseo marítimo. Corren y miran el reloj-cronómetro. Nadie
saluda a nadie. Todos van en pos de su récord personal. Mi vecino del 3º 2ª
estrena chándal y en la elección ha vaciado todo su caudal creativo: pantalón
negro con bandas amarillas y chaqueta amarilla con ribetes negros. Una ráfaga
rosada la recorre veloz desde el hombro derecho hasta el michelín izquierdo. Las bambas, doradas, refulgen. Parece un insecto
venenoso. Lo peor es que no desentona en absoluto. Sus hijitos deben estar
desolados y su esposa… deseando la viudez*
Es
un espectáculo digno de presenciar que debería ser declarado de interés
turístico. Y, como lo sé, he madrugado para no perderme detalle. Y aquí estoy,
¡a las ocho de la mañana!, sentado bajo la higuera,
que huele a infancia, del “último
xiringuito”, tomando un fifti-fifti
y contemplado a estos esforzados desnortados que corren sin saber bien bien si van y vienen o vienen y
van. No seré yo quien se lo diga: ¡Que se pierdan por el horizonte! ¡Que
olviden el camino de vuelta!... Líbranos, Virgen de los Caminos, de esta muchedumbre, melancólica e irascible,
amante del calzón corto.
Y
es que hoy, 23 de junio, gozne, bisagra, pernio, chanela del año, ha sido
declarado “Día Olímpico” y, con toda
consecuencia, “día internacional de las
viudas”. Aunque debería serlo “de los
infartados”.
Obsérvese
el uso fluido de “figuras literarias”:
deprecación, acumulación redundante…Y este gracioso palíndromo: “Ese yo soy, ese”, debido a mi sólo
ingenio.
“Es el veintitrés de junio de mil
novecientos setenta y cinco y van a dar las ocho de la tarde. Sentado delante
de su puzzle, Bartlebooth acaba de morir. Sobre el paño negro de la mesa, en
algún punto del cielo crepuscular del puzzle cuatrocientos treinta y nueve, el
hueco negro de la única pieza no colocada aún dibuja la figura casi perfecta de
una X. Pero la pieza que tiene el muerto entre los dedos tiene la forma,
previsible desde hacía tiempo en su ironía misma, de una W
(…) Serge Valène murió a las pocas
semanas, durante la fiesta de la Asunción”. (“La vida instrucciones de uso
(novelas)”. Georges Perec).
Con
la muerte de Bartlebooth y de Valène se
da por concluida, tras un recorrido rizomático,
fractal, del siglo, la época mítica
del 11 de la calle Simon-Crubellier de París, en Plain de Monceau, distrito
XVII y empieza, es de suponer, la miseria contemporánea.
No
cometan el error que yo cometí. La calle no existe y nunca existió… más que en
el ingenio de Perec. El espacio que debería atravesar está ocupado por el Lycée
Polyvalent Jean Drouant. Yo no daba crédito a esta ausencia. Recorrí Médéric,
Leon Jost, Jardin y rue de Chazelles… y, como no encontré ni una miserable
cantina, volvía a Médéric, frente a la escuela, dispuesto a comprar un kilo de
chuches con tal de que me aclararan aquel misterio. Resultó ser un restaurante
normal; así que me senté a una mesa pegada a la ventana y llamé al camarero. Me
dijo que no tenía caracoles y que era el quinto de la mañana que le hacía la
misma pregunta. Yo le contesté que cómo era posible que no tuvieran caracoles y
que, para ahorrarse molestias, colgara un cartel en la fachada diciendo que la
tal calle no existía. Aun así me quedé y me zampé lo que tuvo a bien ponerme
que era, creo, un guiso de manos de borrego, típicos de los pueblos de la ruta
Napoleón, de donde, me dijo, eran originarios los dueños del establecimiento. Y
una botella de vino de la casa sin denominación de origen. El plato quedó lleno
de huesecillos con los cuales quise recomponer, como si de un puzzle se tratara, el tarso, metatarso y
todas las falanges del animal, el resultado fue una monstruosidad propia de un
circo.
Sobre
la barra había, lo recuerdo bien, una lámpara con una tulipa, más o menos esférica,
de cristal azul cielo-de-Niza. Del portalámparas colgaba un hilo (o una
cadenilla) dorado acabado en un arete. Y junto a la lámpara el periódico del
día que proclamaban la pésima situación financiera de las cadenas públicas de
televisión y una queja, compartida por todos los municipios de la nación, sobre
la injusta distribución de las cargas fiscales... ¡lo de siempre y en todas
partes! Se prepara el asalto a las instituciones públicas.
Si
encaran Vds. la lectura de esta novela de novelas, de este conjunto de relatos
y descripciones, en los que resuenan ecos de Verne, Jarry, Quenau, R. Russel (“Locus Solus”), B. Vian*, Duchamp… sepan que encierra múltiples
posibilidades de lectura y cada una de ellas, fuente de fruición. También puede
ser leída como si de una novela normal se tratara.
En
1960, Quenau y un matemático amigo, fundaron “OULIPO” (acrónimo de “Ouvroir
de littérature
potentielle”),
complemento del Colegio de Patafísica.
El concepto central del movimiento es el de “constricción”, limitaciones formales, estructuras… que una vez
descubiertas y propuestas, cualquiera puede utilizar; de ahí surgen “sintoulipismos” y “anoulipismos”, como la obra que tenemos, con esfuerzo (650 páginas,
que podrían ser infinitas) entre las manos. ¿Ejemplo de “constricción”? Pues escribir una novela sin que intervenga la vocal
“e” (lipograma) o, por el contrario, que sólo contenga, p.ej. la “a”. Pero también la aplicación de un
algoritmo o de una fórmula matemática. OULIPO odia el azar y no se lleva nada
bien con Sartre (y compañía) ni demasiado bien con la ilusión surrealista-dadá.
Sólo se es libre cuando se es consciente de los límites que se te imponen
(libertad en la necesidad): contra el “compromiso”,
la forma; contra el inconsciente, la conciencia sometida a “constricciones” liberadoras.
Además
de las “constricciones”, es propio de
OULIPO el uso múltiple de figuras literarias,
con preferencia por los calembours de
todo tipo (he aquí un ejemplo de calembour:
“Telemadrid, espejo de lo que somos. /
Telemadrid, "Espe" jode lo que somos”) anagramas, palíndromos, lipogramas. Poemas anagramáticos, poemas
homófonos, hipertextualidad… Los “detournements” situacionistas y sus “derivas”.
Observen
atentamente el diagrama que les adjunto y saquen sus propias conclusiones sobre
la estructura de la novela (de novelas). Fíjense que resultan 99 cuadrados, que
serán recorridos según el salto del caballo, tantos como ejercicios propone Quenau en su obra capital, dedicada a Perec, por
cierto. Perec correspondió y le dedicó esta novela a su “mentor” (¿). Quenau y
Vian* habían fundado el club más secreto de París, el Club des Savanturiers.
Infórmense
Vds. Infórmense.
Naturalmente
Pérec también perteneció a OULIPO.
–Garçon!
–Ouí?
–No. Nada. Es que con tanta
remembranza me está apeteciendo una nuez de tulipán.
–A todos les pasa lo mismo. Se
sumen en un silencio hortera y cuando vuelven en sí piden esa chorrada más
periclitada que Maurois… ¿no le sentaría mejor una copita de calvados?
–¡Gracias!, muy amable. Por
supuesto. Ha sido una ocurrencia ridícula. Olvídela.
–Yo también soy admirador de Perec.
Yo, me dije, puestos a trabajar casi de gratis, prefiero estar en plena
geografía imaginaria de mi ídolo. Le voy a comentar algunas cosas que quizás
Vd. ignore.
–Soy todo oídos.
–Y que lo diga…
–¿?
–Pues bien, como vd. sabe al
ayuntamiento de París no se le escapa ni una. Así que, como no podía ser de
otra manera (¡¡), le ha dedicado una calle a Perec. Y esa calle, en contra de
las profundas inclinaciones del autor, rata de ciudad, que consideraba el campo
un lugar de exilio, la ha encontrado en plena “Campagne de París” (en el XX),
un recodo de calma en el bullicio ciudadano. A él, que había definido la calle
como: “Un espacio bordeado, generalmente por los dos costados más largos, de
casas; la calle es lo que separa las casas unas de otras y también lo que
permite ir de una casa a otra, sea a lo largo o sea atravesándola”, a él,
repito, le han dedicado una calle que sólo tiene un número… ¡el 13! Podían,
digo yo, haber buscado en el XIX, por Ménilmontant, cerca de la desaparecida
rue Vilin. Ni siquiera tiene el honor de ser la más corta de París, no, no, la
de des Degrés, en la confluencia de Bauregard con Cléry, ¡mide 5’75 metros! Ni
tampoco es la más estrecha: la rue du “Chat qui pêche”, por donde desemboca la
rue Saint Jacques en el Quai des Grands Agustins, mide (si se le puede llamar
“medir”) 1’80 metros. Y el impasse de Salembrière, actual
Elianne Divron, es aún más estrecho; nace entre el 4 y el 6 de Saint- Severine y nunca llegó a la rue de la Huchette.
Vamos que Vd. se desmaya allí y tendría que hacerlo a lo largo.
Elianne Divron, es aún más estrecho; nace entre el 4 y el 6 de Saint- Severine y nunca llegó a la rue de la Huchette.
Vamos que Vd. se desmaya allí y tendría que hacerlo a lo largo.
–Quizás el ayuntamiento se haya
contagiado de los juegos “perecianos”. ¿Ha dicho Vd. que en “su” calle sólo hay
un número y que es el 13?
–Efectivamente.
–¡Coño! En mi pueblo existía, no sé
si sigue existiendo, un TBO…
–¿TBO?
–Sí, un cómic.
–¡Vale!
–Se llamaba “Tío Vivo” y en la
contraportada aparecía “13 Rue del Percebe” que reflejaba las circunstancias
por las que pasaban cada uno de los vecinos del inmueble, que aparecía como una
casa de muñecas, sin la pared-fachada. Vea Vd. la perspicacia del Ibáñez, el
autor, que sin pretenderlo se adelantó a esa novela de novelas que es “La vida
instrucciones de uso”.
–He de decirle que esa idea, y no
olvide que soy un acérrimo de Perec, ya fue adelantada por Xauradó, por Eisner
y por Vázquez, el de “Pulgarcito”.
–Y por el “Diablo Cojuelo”… Y digo
yo… ¿ha dicho usted que la rue Chat qui pêche es la más corta de París?
–Sí, en efecto, lo he dicho.
–Y qué me dice del impasse de Salambrière.
–¿Al comienzo de Saint Severine, entre los restaurantes Saint Jacques y le Marmitón de Lutèce?
–Sí, sí… y la iglesia.
–Eso ya se ha convertido casi en un patio interior. Desde que se cerró ya no cuenta en el callejero. Ya sé que Umberto Eco lo cita…pero, en efecto, era aún más estrecho que la calle del gato ese.
Y
así, pasaron las horas y fue
consumiéndose la botella de calvados. Volví a tener la impresión, que no me
abandona, de que por las calles de nuestras ciudades circulan verdaderos sabios
anónimos, mucho más interesantes que los académicos.
La
novela (de novelas) no es mera sujeción a esquema, es, creo, entre otras cosas,
una meditación sobre la naturaleza del arte y del artista. El arte es el
proceso, no la obra. Y el ideal sería un “arte”
que partiendo de la nada llegara a la nada, y en ese camino (laborioso) se
desplegaría toda una acumulación de saber, de investigación, de prácticas, que
serían ocultadas por la inexistencia del resultado. ¿Qué otra cosa hace Bartlebooth
con sus puzzles? ¿No es esto una práctica
Duchampiana, un arte que brilla, precisamente, por su ausencia? ¿No
aparece el nombre de R. Mutt en la página 333? ¿No aparecen más molinillos de
café de los que correspondería?
Como
aquí en Francia se come tan temprano, cuando me levanté de la mesa eran las
cuatro y yo me encontraba tan perdido como si fueran las 9 de la noche. Me
despedí del camarero. El camarero se despidió de mí. Ambos, pues, nos
despedimos mutuamente y salí con dirección a Saint- Germaine-des-Près con una
idea fija, tan fija como el calvados me lo permitía. Crucé por el puente de le
Carrousel. Seguí por rue Seine y me acordé de la “Maga” y de Cortázal que, naturlamente, había sido invitado a
participar en las actividades de OULIPO, y me dirigí a la calle Dauphine. Allí,
en el número 33 se encontraba el “Taboo”,
un minúsculo local convertido en cava de jazz por B. Vian. Fue un año
sensacional: Ellington, Charlie Parker, Miles Davis… y Vian tocando la “trompineta”. Era el primer año de la
posguerra europea. Sartre (asiduo) tiene 40 años y frecuenta, con su compañera
Simone, el Flore; Camus (esporádico), 32 y, ya, toda una figura literaria; Breton,
recién llegado de América, reina en les
deux Magots, tiene 49 años y conserva la cabellera leonina; Aragon,
estalinista hasta la médula, 48; Tzara, 49; Quenau, 42; Gide, 76; Celine, 51;
Duchamp, 58; Bernanos, 57; Maurois, 60; Althusser, 27… Juliette Gréco, cuyas
actuaciones en el Taboo levantaban
olas de erotismo existencial, 18; Boris Vian, 25; Perec, 9; François Hardy, 1…
Yves
Montand, 24; Edith Piaf, 30; Duras, 31; Malraux, 44; Rene
Crevel, 45; Picasso, 64… Fernandel, 42 y
Luís Mariano, con 32, triunfaba con la Bella de Cádiz… Acaban de enterrar a
Valéry. El turbio e intermitente Erehburg, 46 y hacía exactamente 10 años que
había encajado mal la bofetada que le propinó Breton. La guerra de Indochina da
comienzo y cuando acabe tomará el relevo la de Argelia. París sigue, pese a
todo, siendo una fiesta. Saint Germain toma el relevo a Montparnasse y el Barrio
Latino empieza a destacarse. Boris Vian reina. Y pese a su mala salud, se
multiplica en heterónimos. Murió tal día como hoy, del año 1959. Murió como Vernon
Sullivan, pero todo el mundo supo que se trataba del “desertor” B. Vian. El año del Taboo, su verdadero año de gloria,
publicó dos de las novelas más refrescantes (e intrigantes) de la segunda mitad
del siglo XX (digo yo): “La espuma de los
días” y “Un otoño en Pekin”, en donde no aparece ni el otoño ni Pekín.
Su
púbico aún estaba en P3.
Y
no contento con esa producción se descolgó con “Escupiré sobre vuestra tumba”, un tremendo alegato contra el
racismo que no dejó indiferentes a ningún miembro de la “Trinidad Social”: Dinero, Iglesia y Ejército. Rebajada, fue
adaptada al cine. Boris Vian asistió de incógnito (¿) al preestreno y cuando,
acabada la cinta, se encendieron las luces, observaron que un espectador seguía
tan ricamente sentado y durmiendo. Era un sueño profundo, de esos que, de tan
profundos, te hacen olvidar la vida. Tenía un rictus entre sarcástico y
mortificado; sobre las rodillas, reposaba Le
Monde del día siguiente (Boris era así, como Charlie Parker), en el que se
daba cuenta de la muerte 534 rebeldes y de la incautación de diferentes piezas
de armamento y, en letra pequeña: “Au
cours de la même période trente-neuf
militaires ont été tués”. La operación había tenido lugar
en Kerrta, Ménaa, y Tablat.
El
33 de rue Dauphine está ocupado ahora por el bar-club de jazz del hotel d’Aubusson y en la esquina con rue
Christine, una plaquita recuerda esta circunstancia.
Dieron
las cinco de la tarde. El club de jazz estaba cerrado. En una pizarra se
anunciaba la actuación de la noche; en otra, el precio de las consumiciones; y
en una tercera, más grande, se advertía de que la primera consumición te
costaría, ya que la entrada era libre, un ojo de la cara. La fachada del
establecimiento parecía un aula de un centro escolar. Por suerte enfrente se
encontraba (y se encuentra) la bar-brasserie Le Nesle. Pillé una mesa en la terracita y me pedí un cuartillo de
calvados, pues, pensé: “mezclar no es bueno” (sic). Así que no mezclé. De no sé
dónde se volcaba sobre la terracita la melancólica melodía del “desertor”: “Monsieu le président…” y después de todo un repaso a las desgracias
familiares a causa de la guerra:
“Si
vous me poursuivez
Prévenez
vos gendarmes
Que
je n’aurais pas d’arme
Et
qu’ils pourrons tirer”
En realidad la versión original era un
poco diferente; los dos últimos versos eran diferentes y cambiaban
completamente el sentido de la cosa:
…”Que
je possède une arme
Et
que je sais tirer”
En ese momento me vino a las mientes
Alfred Jarry y aquella forma, tan suya, de iniciar un flirt: “Señorita ahora que el
hielo (glace) se ha roto, ya podemos
hablar”, sobre la barra reposaba, hecho trizas el gran espejo de vidrio (glass),
destrozado por dos tiros homofónicos…
¡y pedí un mondadientes!
Había anochecido cuando me levanté. Y lo
hice con tanto ímpetu que derribé, según es mi costumbre, la mesita y su
contenido. Como pude llegué a Porte de Lilas.
Bueno, visto el espectáculo, a casita…
que esta noche se presenta ajetreada.
Cena monocroma:
Remolacha hervida con su toque de
Módena. Cerezas pasaditas y media botella de morapio de Ribera.
“Boris
Vian es un hombre instruido y bien educado, proviene de Centrale, lo que no es
poco, pero eso no es todo:
Boris
Vian tocó la trompeta como ninguno, fue uno de los renovadores de la cave en
Francia; defendió el estilo Nueva Orleans, pero eso no es todo:
Boris
Vian también defendió el bebop, pero eso no es todo:
Boris
Vian pasó ante la justicia de los hombres por escribir “J'irai cracher sur vos
tombes” bajo el nombre de Vernon Sullivan, pero eso no es todo:
Boris
Vian ha escrito otros tres pseudoepígrafes, pero eso no es todo:
Boris
Vian tradujo verdaderos textos americanos auténticos absolutamente, e incluso
con las dificultades del idioma que son increíbles, pero eso no es todo:
Boris
Vian escribió una obra de teatro, “L'Équarrissage pour tous”, que fue
interpretada por verdaderos actores sobre una verdadera escena, sin embargo no
contaba con las restricciones de la Q.I.R., pero eso no es todo:
Boris
Vian fue uno de los fundadores de una de las sociedades más secretas de París,
el Club des Savanturiers, pero eso no es todo:
Boris
Vian escribió hermosos libros, extraños y patéticos, “L'Écume dels jours”, las
más conmovedora de las novelas de amor contemporáneas; “Les Fourmis”, el más
termitante de los relatos escritos sobre la guerra; “L'Automone à Pékin”, que
es una obra difícil e infravalorada, pero eso no es todo:
Porque
todo esto no es nada aún: Boris Vian se convertirá en Boris Vian”.
(Raymond Quenau)