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domingo, 23 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 23 de junio. “La vida instrucciones de uso (novelas)”. OULIPO. Boris Vian.


(Asteriscos* remiten a efemerísticas razones)

23 de junio, domingo. Una multitud de solitarios trota por el paseo marítimo.  Corren y miran el reloj-cronómetro. Nadie saluda a nadie. Todos van en pos de su récord personal. Mi vecino del 3º 2ª estrena chándal y en la elección ha vaciado todo su caudal creativo: pantalón negro con bandas amarillas y chaqueta amarilla con ribetes negros. Una ráfaga rosada la recorre veloz desde el hombro derecho hasta el michelín izquierdo. Las bambas, doradas, refulgen. Parece un insecto venenoso. Lo peor es que no desentona en absoluto. Sus hijitos deben estar desolados y su esposa… deseando la viudez*

Es un espectáculo digno de presenciar que debería ser declarado de interés turístico. Y, como lo sé, he madrugado para no perderme detalle. Y aquí estoy, ¡a las ocho de la mañana!, sentado bajo la higuera, que huele a infancia, del “último xiringuito”, tomando un fifti-fifti y contemplado a estos esforzados desnortados que corren sin saber bien bien si van y vienen o vienen y van. No seré yo quien se lo diga: ¡Que se pierdan por el horizonte! ¡Que olviden el camino de vuelta!... Líbranos, Virgen de los Caminos,  de esta muchedumbre, melancólica e irascible, amante del calzón corto.

Y es que hoy, 23 de junio, gozne, bisagra, pernio, chanela del año, ha sido declarado “Día Olímpico” y, con toda consecuencia, “día internacional de las viudas”. Aunque debería serlo “de los infartados”.

Obsérvese el uso fluido de “figuras literarias”: deprecación, acumulación redundante…Y este gracioso palíndromo: “Ese yo soy, ese”, debido a mi sólo ingenio.



“Es el veintitrés de junio de mil novecientos setenta y cinco y van a dar las ocho de la tarde. Sentado delante de su puzzle, Bartlebooth acaba de morir. Sobre el paño negro de la mesa, en algún punto del cielo crepuscular del puzzle cuatrocientos treinta y nueve, el hueco negro de la única pieza no colocada aún dibuja la figura casi perfecta de una X. Pero la pieza que tiene el muerto entre los dedos tiene la forma, previsible desde hacía tiempo en su ironía misma, de una W (…) Serge Valène murió a las pocas semanas, durante la fiesta de la Asunción”. (“La vida instrucciones de uso (novelas)”. Georges Perec).

Con la muerte de Bartlebooth y  de Valène se da por concluida, tras un recorrido rizomático, fractal, del siglo, la época mítica del 11 de la calle Simon-Crubellier de París, en Plain de Monceau, distrito XVII y empieza, es de suponer, la miseria contemporánea.

No cometan el error que yo cometí. La calle no existe y nunca existió… más que en el ingenio de Perec. El espacio que debería atravesar está ocupado por el Lycée Polyvalent Jean Drouant. Yo no daba crédito a esta ausencia. Recorrí Médéric, Leon Jost, Jardin y rue de Chazelles… y, como no encontré ni una miserable cantina, volvía a Médéric, frente a la escuela, dispuesto a comprar un kilo de chuches con tal de que me aclararan aquel misterio. Resultó ser un restaurante normal; así que me senté a una mesa pegada a la ventana y llamé al camarero. Me dijo que no tenía caracoles y que era el quinto de la mañana que le hacía la misma pregunta. Yo le contesté que cómo era posible que no tuvieran caracoles y que, para ahorrarse molestias, colgara un cartel en la fachada diciendo que la tal calle no existía. Aun así me quedé y me zampé lo que tuvo a bien ponerme que era, creo, un guiso de manos de borrego, típicos de los pueblos de la ruta Napoleón, de donde, me dijo, eran originarios los dueños del establecimiento. Y una botella de vino de la casa sin denominación de origen. El plato quedó lleno de huesecillos con los cuales quise recomponer, como si de un puzzle se tratara, el tarso, metatarso y todas las falanges del animal, el resultado fue una monstruosidad propia de un circo.

Sobre la barra había, lo recuerdo bien, una lámpara con una tulipa, más o menos esférica, de cristal azul cielo-de-Niza. Del portalámparas colgaba un hilo (o una cadenilla) dorado acabado en un arete. Y junto a la lámpara el periódico del día que proclamaban la pésima situación financiera de las cadenas públicas de televisión y una queja, compartida por todos los municipios de la nación, sobre la injusta distribución de las cargas fiscales... ¡lo de siempre y en todas partes! Se prepara el asalto a las instituciones públicas.




Si encaran Vds. la lectura de esta novela de novelas, de este conjunto de relatos y descripciones, en los que resuenan ecos de Verne, Jarry, Quenau, R. Russel (“Locus Solus”), B. Vian*, Duchamp… sepan que encierra múltiples posibilidades de lectura y cada una de ellas, fuente de fruición. También puede ser leída como si de una novela normal se tratara.

En 1960, Quenau y un matemático amigo, fundaron “OULIPO” (acrónimo de “Ouvroir de littérature potentielle”), complemento del Colegio de Patafísica. El concepto central del movimiento es el de “constricción”, limitaciones formales, estructuras… que una vez descubiertas y propuestas, cualquiera puede utilizar; de ahí surgen “sintoulipismos” y “anoulipismos”, como la obra que tenemos, con esfuerzo (650 páginas, que podrían ser infinitas) entre las manos. ¿Ejemplo de “constricción”? Pues escribir una novela sin que intervenga la vocal “e” (lipograma) o, por el contrario, que sólo contenga, p.ej. la “a”. Pero también la aplicación de un algoritmo o de una fórmula matemática. OULIPO odia el azar y no se lleva nada bien con Sartre (y compañía) ni demasiado bien con la ilusión surrealista-dadá. Sólo se es libre cuando se es consciente de los límites que se te imponen (libertad en la necesidad): contra el “compromiso”, la forma; contra el inconsciente, la conciencia sometida a “constricciones” liberadoras.



Además de las “constricciones”, es propio de OULIPO el uso múltiple de figuras literarias, con preferencia por los calembours de todo tipo (he aquí un ejemplo de calembour: “Telemadrid, espejo de lo que somos. / Telemadrid, "Espe" jode lo que somos”) anagramas, palíndromos, lipogramas. Poemas anagramáticos, poemas homófonos, hipertextualidad… Los “detournements” situacionistas y sus “derivas”.

Observen atentamente el diagrama que les adjunto y saquen sus propias conclusiones sobre la estructura de la novela (de novelas). Fíjense que resultan 99 cuadrados, que serán recorridos según el salto del caballo, tantos como ejercicios propone Quenau en su obra capital, dedicada a Perec, por cierto. Perec correspondió y le dedicó esta novela a su “mentor” (¿). Quenau y Vian* habían fundado el club más secreto de París, el Club des Savanturiers.

Infórmense Vds. Infórmense.

Naturalmente Pérec también perteneció a OULIPO.

–Garçon!

–Ouí?

–No. Nada. Es que con tanta remembranza me está apeteciendo una nuez de tulipán.

–A todos les pasa lo mismo. Se sumen en un silencio hortera y cuando vuelven en sí piden esa chorrada más periclitada que Maurois… ¿no le sentaría mejor una copita de calvados?

–¡Gracias!, muy amable. Por supuesto. Ha sido una ocurrencia ridícula. Olvídela.

–Yo también soy admirador de Perec. Yo, me dije, puestos a trabajar casi de gratis, prefiero estar en plena geografía imaginaria de mi ídolo. Le voy a comentar algunas cosas que quizás Vd. ignore.

–Soy todo oídos.

–Y que lo diga…

–¿?

–Pues bien, como vd. sabe al ayuntamiento de París no se le escapa ni una. Así que, como no podía ser de otra manera (¡¡), le ha dedicado una calle a Perec. Y esa calle, en contra de las profundas inclinaciones del autor, rata de ciudad, que consideraba el campo un lugar de exilio, la ha encontrado en plena “Campagne de París” (en el XX), un recodo de calma en el bullicio ciudadano. A él, que había definido la calle como: “Un espacio bordeado, generalmente por los dos costados más largos, de casas; la calle es lo que separa las casas unas de otras y también lo que permite ir de una casa a otra, sea a lo largo o sea atravesándola”, a él, repito, le han dedicado una calle que sólo tiene un número… ¡el 13! Podían, digo yo, haber buscado en el XIX, por Ménilmontant, cerca de la desaparecida rue Vilin. Ni siquiera tiene el honor de ser la más corta de París, no, no, la de des Degrés, en la confluencia de Bauregard con Cléry, ¡mide 5’75 metros! Ni tampoco es la más estrecha: la rue du “Chat qui pêche”, por donde desemboca la rue Saint Jacques en el Quai des Grands Agustins, mide (si se le puede llamar “medir”) 1’80 metros. Y el impasse  de Salembrière, actual 
Elianne Divron, es aún más estrecho; nace entre el 4 y el 6 de Saint- Severine y nunca llegó a la rue de la Huchette.




Vamos que Vd. se desmaya allí y tendría que hacerlo a lo largo. 

–Quizás el ayuntamiento se haya contagiado de los juegos “perecianos”. ¿Ha dicho Vd. que en “su” calle sólo hay un número y que es el 13?

–Efectivamente.

–¡Coño! En mi pueblo existía, no sé si sigue existiendo, un TBO…

–¿TBO?

–Sí, un cómic.

–¡Vale!

–Se llamaba “Tío Vivo” y en la contraportada aparecía “13 Rue del Percebe” que reflejaba las circunstancias por las que pasaban cada uno de los vecinos del inmueble, que aparecía como una casa de muñecas, sin la pared-fachada. Vea Vd. la perspicacia del Ibáñez, el autor, que sin pretenderlo se adelantó a esa novela de novelas que es “La vida instrucciones de uso”.

–He de decirle que esa idea, y no olvide que soy un acérrimo de Perec, ya fue adelantada por Xauradó, por Eisner y por Vázquez, el de “Pulgarcito”.

–Y por el “Diablo Cojuelo”… Y digo yo… ¿ha dicho usted que la rue Chat qui pêche es la más corta de París?

–Sí, en efecto, lo he dicho.

–Y qué me dice del impasse de Salambrière.

–¿Al comienzo de Saint Severine, entre los restaurantes Saint Jacques y le Marmitón de Lutèce?

–Sí, sí… y la iglesia.

–Eso ya se ha convertido casi en un patio interior. Desde que se cerró ya no cuenta en el callejero. Ya sé que Umberto Eco lo cita…pero, en efecto, era aún más estrecho que la calle del gato ese.


Y así, pasaron las horas y  fue consumiéndose la botella de calvados. Volví a tener la impresión, que no me abandona, de que por las calles de nuestras ciudades circulan verdaderos sabios anónimos, mucho más interesantes que los académicos.

La novela (de novelas) no es mera sujeción a esquema, es, creo, entre otras cosas, una meditación sobre la naturaleza del arte y del artista. El arte es el proceso, no la obra. Y el ideal sería un “arte” que partiendo de la nada llegara a la nada, y en ese camino (laborioso) se desplegaría toda una acumulación de saber, de investigación, de prácticas, que serían ocultadas por la inexistencia del resultado. ¿Qué otra cosa hace Bartlebooth con sus puzzles? ¿No es esto una práctica Duchampiana, un arte que brilla, precisamente, por su ausencia? ¿No aparece el nombre de R. Mutt en la página 333? ¿No aparecen más molinillos de café de los que correspondería?


Como aquí en Francia se come tan temprano, cuando me levanté de la mesa eran las cuatro y yo me encontraba tan perdido como si fueran las 9 de la noche. Me despedí del camarero. El camarero se despidió de mí. Ambos, pues, nos despedimos mutuamente y salí con dirección a Saint- Germaine-des-Près con una idea fija, tan fija como el calvados me lo permitía. Crucé por el puente de le Carrousel. Seguí por rue Seine y me acordé de la “Maga” y de Cortázal que, naturlamente, había sido invitado a participar en las actividades de OULIPO, y me dirigí a la calle Dauphine. Allí, en el número 33 se encontraba el “Taboo”, un minúsculo local convertido en cava de jazz por B. Vian. Fue un año sensacional: Ellington, Charlie Parker, Miles Davis… y Vian tocando la “trompineta”. Era el primer año de la posguerra europea. Sartre (asiduo) tiene 40 años y frecuenta, con su compañera Simone, el Flore; Camus (esporádico), 32 y, ya, toda una figura literaria; Breton, recién llegado de América, reina en les deux Magots, tiene 49 años y conserva la cabellera leonina; Aragon, estalinista hasta la médula, 48; Tzara, 49; Quenau, 42; Gide, 76; Celine, 51; Duchamp, 58; Bernanos, 57; Maurois, 60; Althusser, 27… Juliette Gréco, cuyas actuaciones en el Taboo levantaban olas de erotismo existencial, 18; Boris Vian, 25; Perec, 9; François Hardy, 1… Yves Montand, 24; Edith Piaf, 30; Duras, 31; Malraux, 44; Rene Crevel, 45; Picasso, 64…  Fernandel, 42 y Luís Mariano, con 32,  triunfaba con la Bella de Cádiz… Acaban de enterrar a Valéry. El turbio e intermitente Erehburg, 46 y hacía exactamente 10 años que había encajado mal la bofetada que le propinó Breton. La guerra de Indochina da comienzo y cuando acabe tomará el relevo la de Argelia. París sigue, pese a todo, siendo una fiesta. Saint Germain toma el relevo a Montparnasse y el Barrio Latino empieza a destacarse. Boris Vian reina. Y pese a su mala salud, se multiplica en heterónimos. Murió tal día como hoy, del año 1959. Murió como Vernon Sullivan, pero todo el mundo supo que se trataba del “desertor” B. Vian. El año del Taboo, su verdadero año de gloria, publicó dos de las novelas más refrescantes (e intrigantes) de la segunda mitad del siglo XX (digo yo): “La espuma de los días” y “Un otoño en Pekin”, en donde no aparece ni el otoño ni Pekín.

Su púbico aún estaba en P3.

Y no contento con esa producción se descolgó con “Escupiré sobre vuestra tumba”, un tremendo alegato contra el racismo que no dejó indiferentes a ningún miembro de la “Trinidad Social”: Dinero, Iglesia y Ejército. Rebajada, fue adaptada al cine. Boris Vian asistió de incógnito (¿) al preestreno y cuando, acabada la cinta, se encendieron las luces, observaron que un espectador seguía tan ricamente sentado y durmiendo. Era un sueño profundo, de esos que, de tan profundos, te hacen olvidar la vida. Tenía un rictus entre sarcástico y mortificado; sobre las rodillas, reposaba Le Monde del día siguiente (Boris era así, como Charlie Parker), en el que se daba cuenta de la muerte 534 rebeldes y de la incautación de diferentes piezas de armamento y, en letra pequeña: “Au cours de la même période trente-neuf militaires ont été tués”. La operación había tenido lugar en Kerrta, Ménaa, y Tablat.



El 33 de rue Dauphine está ocupado ahora por el bar-club de jazz del hotel d’Aubusson y en la esquina con rue Christine, una plaquita recuerda esta circunstancia.

Dieron las cinco de la tarde. El club de jazz estaba cerrado. En una pizarra se anunciaba la actuación de la noche; en otra, el precio de las consumiciones; y en una tercera, más grande, se advertía de que la primera consumición te costaría, ya que la entrada era libre, un ojo de la cara. La fachada del establecimiento parecía un aula de un centro escolar. Por suerte enfrente se encontraba (y se encuentra) la bar-brasserie Le Nesle. Pillé una mesa en la terracita y me pedí un cuartillo de calvados, pues, pensé: “mezclar no es bueno” (sic). Así que no mezclé. De no sé dónde se volcaba sobre la terracita la melancólica melodía del “desertor”: “Monsieu le président…” y después de todo un repaso a las desgracias familiares a causa de la guerra:

“Si vous me poursuivez
Prévenez vos gendarmes
Que je n’aurais pas d’arme
Et qu’ils pourrons tirer”

En realidad la versión original era un poco diferente; los dos últimos versos eran diferentes y cambiaban completamente el sentido de la cosa:

…”Que je possède une arme
Et que je sais tirer”

En ese momento me vino a las mientes Alfred Jarry y aquella forma, tan suya, de iniciar un flirt: “Señorita ahora que el hielo (glace) se ha roto, ya podemos hablar”, sobre la barra reposaba, hecho trizas el gran espejo de vidrio (glass), destrozado por dos tiros homofónicos… ¡y pedí un mondadientes!

Había anochecido cuando me levanté. Y lo hice con tanto ímpetu que derribé, según es mi costumbre, la mesita y su contenido. Como pude llegué a Porte de Lilas.

Bueno, visto el espectáculo, a casita… que esta noche se presenta ajetreada.
Cena monocroma:
Remolacha hervida con su toque de Módena. Cerezas pasaditas y media botella de morapio de Ribera.


“Boris Vian es un hombre instruido y bien educado, proviene de Centrale, lo que no es poco, pero eso no es todo:
Boris Vian tocó la trompeta como ninguno, fue uno de los renovadores de la cave en Francia; defendió el estilo Nueva Orleans, pero eso no es todo:
Boris Vian también defendió el bebop, pero eso no es todo:
Boris Vian pasó ante la justicia de los hombres por escribir “J'irai cracher sur vos tombes” bajo el nombre de Vernon Sullivan, pero eso no es todo:
Boris Vian ha escrito otros tres pseudoepígrafes, pero eso no es todo:
Boris Vian tradujo verdaderos textos americanos auténticos absolutamente, e incluso con las dificultades del idioma que son increíbles, pero eso no es todo:
Boris Vian escribió una obra de teatro, “L'Équarrissage pour tous”, que fue interpretada por verdaderos actores sobre una verdadera escena, sin embargo no contaba con las restricciones de la Q.I.R., pero eso no es todo:
Boris Vian fue uno de los fundadores de una de las sociedades más secretas de París, el Club des Savanturiers, pero eso no es todo:
Boris Vian escribió hermosos libros, extraños y patéticos, “L'Écume dels jours”, las más conmovedora de las novelas de amor contemporáneas; “Les Fourmis”, el más termitante de los relatos escritos sobre la guerra; “L'Automone à Pékin”, que es una obra difícil e infravalorada, pero eso no es todo:
Porque todo esto no es nada aún: Boris Vian se convertirá en Boris Vian”.
(Raymond Quenau)









RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...