(Los asteriscos
remiten a efímeras “razones efemerísticas”).
1.
Y llegó el día.
Y lo que se esperaba que fuera una parada militar en toda regla, se convirtió
en un río de desolación. El ejército pasaba bajo el arco de Brandenburgo. Una
multitud espesa se extendía hasta la “Isla
de los Museos”. Los que entraban iban en silencio; los que aguardaban
oteaban para divisar alguno de los suyos. Cada encuentro era una chispa, un
trueno, bajo el pesado, gris rata, cielo de Berlín.
Una riada de
tullidos, andrajosos, hoscos ex soldados a los que les pesaba el mausser más que el alma (¿), dispuestos
a hacer de modelos para la “Nueva
Objetividad”.
Sobre una tarima
colocada en la Pariser Plaz, tres caballeros elegantes gesticulan. El más bajo,
de gruesas y hercúleas piernas, cogote de carnicero y “úbica” (*) barriga, mueve la boca; las venas del cuello delatan su
ímpetu. Nadie oye lo que sale por los resquicios de sus dientes apretados. Por
mucho que se esfuerce Ebert, por mucho que haga embudo con las manos y haga
pasar por ellas las palabras… ¡Nada! ¡No se oye nada!:
“Compatriotas,
bienvenidos a la República de Alemania, bienvenidos a la patria, que tanto os
ha echado de menos…
Os
recibimos con entusiasmo (Americanos…Olé tu mare, olé tu tía) el
enemigo no ha podido con vosotros. Sólo al constatar la aplastante superioridad
en efectivos y armamento del adversario, renunciamos a seguir combatiendo (…)
Habéis impedido que los enemigos invadiesen nuestra patria. Habéis salvado a
vuestras esposas, a vuestros hijos, a vuestros padres, de morir asesinados, del
fragor de una guerra. Habéis contenido la devastación y la destrucción de las
tierras de labranza y de las fábricas de Alemania. Por eso, de todo corazón,
aceptad nuestro más profundo agradecimiento”
Sólo le faltó
añadir aquello de: «La meta de la vida humana no es la
muerte, sino la
resurrección» (todo un compendio de “Teología dialéctica” *)
Tuvo que repetir
el recitativo varias veces, ante la sola aprobación de sus compañeros de
tarima. Sólo faltaba eso: recochineo. ¡¡Vencedores!! Y volvemos y han
desaparecido nuestras mujeres, no tenemos nada que comer, nuestras casas están
más heladas que las trincheras del Marne. Y volvemos incompletos: Hemos dejados
piernas, brazos, orejas…en los campos de Bélgica y en los risueños valles de
Lorena. Ebert ha perdido dos hijos en el frente. Ebert, aquella mañana lluviosa
de diciembre, echó leña al fuego de la hoguera del ejército “invicto”, que estaba a punto de
convertirse en el incendio de la “puñalada
por la espalda”. En conjunto, algo digno de “Ubú, rey de Polonia” (*).
No era esto lo
que esperaban los guardianes del orden: esperaban un ejército marcial (por
definición) dispuesto a tomar posiciones en las esquinas de los barrios obreros
y disparar al primero que levantara el puño (o la voz). Por el momento el plan
de la contrarrevolución tuvo que aplazarse unas semanas. Por suerte se estaban
organizando los cuerpos de voluntarios y alguno que otro de los que ahora
entraban desorientados, también se apuntaría a la lista de los asesinos
naturales. La defensa de la “República”
(Imperial) pendía de un hilo. Los soldados rompían filas en cuanto entraban “bajo los tilos” y se dirigían a sus periféricos barrios a ¡¡descansar!!
¡Basta de guerra!
El
día 10 de diciembre (1918) fue el primero de una serie de
recibimientos gloriosos que, bien es verdad, cada día perdían esplendor y
gloria. El penúltimo, Ebert solo, sobre la tarima, miraba, mudo, la riada de
indigencia con ojos llorosos, corazón endurecido y decidida voluntad de
aniquilar. Sus dos acompañantes iban adelantando trabajo. El último, sentado en
la tarima como sobre un muelle marino, balanceando en el vacío sus piernas
cortas, veía pasar la riada cantando por lo bajini el éxito póstumo del
infortunado Ottis (*), otra víctima
de la aviación. ¡Que acabe pronto esta procesión y que llegue pronto el “Miércoles de Ceniza”!
“Si
hubiéramos regresado a casa en 1916, nuestros sufrimientos y la terrible
experiencia nos habría llevado a desencadenar una tormenta. Ahora, si
regresamos lo haremos agotados, destrozados, desarraigados, desesperanzados: ya
no sabremos qué hacer con nuestras vidas.
Y
nuestros compatriotas no nos comprenderán, porque la generación anterior a la
nuestra, aunque haya estado a nuestro lado durante estos años, tiene una
familia, una profesión. Todos ellos volverán a sus antiguas ocupaciones y se
olvidarán de esta guerra. Por su parte, la generación que nos sigue nos
parecerá ajena y nos dará de lado. Nos convertiremos en seres inútiles, incluso
para nosotros mismos (…) y, al final, en ruinas humanas.” (E.M.
Remarque: “Sin novedad en el frente”).
Ebert, por su
labor a favor de la democracia hubiera sido un firme candidato al premio Nobel
de la Paz. ¡Lástima que aquel año no se entregara! El primero fue entregado tal día como hoy del año 1901 (5º aniversario de la muerte del
benefactor). Se lo llevaron, ex equo,
Frédéric Passy
y Jean Henri Dunant: el primero por
su defensa, infructuosa, de la paz y su adhesión inquebrantable al libre
mercado y el segundo por lo de la Cruz Roja (Batalla de Solferino y tal.
Recuerden que en Solferino se fundamentaron la grandeza y la fortuna de
los von
Trotta). Otro buen aspirante al título fue Pinochet (*) o su férrea mujer (*): Recogió
el premio (1973) Kissinger, (el vietnamita, con quien lo compartía, lo
rechazó). En 1999 hubiera sido ideal para Franjo Tudjman (*), pero recogió el
premio “Médicos sin fronteras”, por su descarada
manipulación de la opinión pública en favor de los bombardeos contra Serbia. En
1981 sin duda el premio se lo merecía José Napoleón Duarte, por la matanza de
Mazote (*) y alrededores…¡Infórmense Vds!….¡ Infórmense! Recogió el premio el “Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados”.
Y hablando de
Napoleón recuerden Vds. que tal día
como hoy, del año 1848, Luís Napoleón, “el sobrinísimo”, fue elegido presidente de la República Francesa,
edificada sobre los mártires de junio y con los votos, recién estrenados, de
todo el campesinado francés. Y puestos a
hablar de votos, sepan Vds. que tal
día como hoy, del año 1860, en Wyoming, se aprobó la primera ley
estadounidense a favor del voto femenino.
¡¡Grande
Wyoming!!
Ahora voy
embalado. La “generación del 98”
quedó marcada por el “Tratado de París” (tal
día como hoy, del año 1898): Ponía fin a la guerra
hispano-estadounidense y al Imperio Español, dejándonos hermosísimas y útiles “muletillas”: “Más se perdió en la guerra de
Cuba”…”Los últimos de Filipinas”
(que apaguen la luz)…”Me duele España”. De Puerto Rico no sé ninguno.
Y seguro que por
todo lo acontecido en este día señalado y, sin salir de París, la ONU proclamó
ante el mundo la “Declaración de los
Derechos Humanos”: Indicó una retahíla de sectores potencialmente
aprovechables para la iniciativa privada. Era el año 1948 (tampoco se entregó
el premio Nobel de la Paz). A los dos años, y aprovechando el éxito, el 10 de diciembre fue dedicado a
celebrar las bondades de los Derechos Humanos.
Toda una
demostración de los beneficios de la teoría de la “doble verdad”: La Razón puede indicarte una cosa, pero la cartera
otra. La RAZÓN me conduce a la defensa de un sistema público de enseñanza, pero
la CARTERA me convence de que es mejor que cada cual se pague lo suyo. Averroes
(*),
sin comérselo ni bebérselo ha pasado a la historia del pensamiento por esa
doblez y artimaña. Pasa algo parecido con el CORAZÓN. Esa doblez propia de la
obra y vida de Pirandello (*). El muy bribón
esperó a que mataran a Matteotti, para solicitar del mismo “Duce” autorización para engrosar las
filas del fascio. También recibió el
Nobel.
Todo un “cluster” de desgracias. ¡¡MERDRE!!
Pero Pirandello
sufrió, ¡es justo! (aunque fuera después de muerto): De las cuatro cláusulas,
rebosantes de “conciencia desgraciada”, que dejó escritas en su testamento, la
cuarta fue la causa de su desazón post
mortem: “Cenizas en busca de
sepultura”. Para colmo, años después del último trasiego, distinguieron, en
la urna griega, restos de cenizas pertenecientes a diferentes personas: El YO
es una aglomeración. En el YO habitan varios…”Así es (si así os parece)”. Murió, en Roma, tal día como hoy, del año 1936. ¡Infórmense Vds…Infórmense!
I. Déjese pasar en
silencio mi muerte. A los amigos, a los
enemigos, una plegaria de no hablar de ella en los periódicos y ni
siquiera señalarla. Ni anuncios, ni participaciones.
enemigos, una plegaria de no hablar de ella en los periódicos y ni
siquiera señalarla. Ni anuncios, ni participaciones.
II. Muerto, que no se me vista. Que se me envuelva desnudo en una
sábana. Y nada de flores sobre la cama y ninguna vela prendida.
III. Carroza de ínfima clase, la de los pobres. Desnudo. Y que nadie
me acompañe, ni parientes ni amigos. La carroza, el caballo, el
cochero y nada más.
IV. Quémenme. Y apenas quemado mi cuerpo, dejen que se
disperse; porque nada, ni la ceniza quisiera que quedase de mí.
Pero si esto no se puede hacer, que la urna sepulcral se lleve a
Sicilia y se entierre en alguna piedra bruta de la campiña de
Girgenti, donde nací.
2.
Permítanme, hoy que estoy libre de compromisos de todo tipo,
conducirles a París. Nos situaremos en el 55 de Rue Clichy, justo
donde desemboca la rue del cardenal Mercier, entre el “Bistró de
l’Art” (especializado en viandas del sudeste francés) y la pastelería-
panadería “Lendemain de Clichy” (pues hay otras), rica en
repostería y productora de un estupendo pan a la leña.
conducirles a París. Nos situaremos en el 55 de Rue Clichy, justo
donde desemboca la rue del cardenal Mercier, entre el “Bistró de
l’Art” (especializado en viandas del sudeste francés) y la pastelería-
panadería “Lendemain de Clichy” (pues hay otras), rica en
repostería y productora de un estupendo pan a la leña.
Entremos en el bistró, llamado de l’Art en recuerdo de un antiguo
teatro existente en esta misma calle. Tomen asiento y déjenme
hablar a mí, que yo conozco a estos franceses. Ocupen aquella
mesa junto a la ventana que da a Clichy:
–Garçon! Icí! ¡Pónganos cuatro raciones de caracoles
con salsa de puerros!
– Une
fois encore les
escargots?
–Pero… ¡¿Cómo se
atreve?! Yo a Vd. no le conozco de nada.
–Venga ya! Vd. es el
majara del chubasquero, la gorra orejera y la
bufanda azul y roja. El chiflado de los caracoles. Todo el sector de
la hostelería de Clichy le tienen “clichado” (Clichy). Vd. es un
peligro para la variedad culinaria del país. Todo un “máster” en
"foies” y diferentes cursos sobre “crema de leche” para, que
venga Vd. a pedir, una y otra vez, ¡caracoles!
bufanda azul y roja. El chiflado de los caracoles. Todo el sector de
la hostelería de Clichy le tienen “clichado” (Clichy). Vd. es un
peligro para la variedad culinaria del país. Todo un “máster” en
"foies” y diferentes cursos sobre “crema de leche” para, que
venga Vd. a pedir, una y otra vez, ¡caracoles!
–Disculpen caballeros.
Seguro que se trata de un “malentendu”.
–¿”Malentendu”? Vd. sí
que es un “malentendido”.
–Esto es demasiado.
¡Vámonos a la competencia!
–¡Y no tengan prisa en
volver!
–¡¡MERDRE!!
Se fortalece la mala fama de los camareros de París. No
conocen la
simpatía. No saben la primera regla del hostelero: “El cliente
siempre lleva razón”. Si no fuera por la hermosura de París, por sus
puentes, por los ecos que despierta en mi espíritu(oso), por la
belleza de sus atardeceres, por su historia…¡no volvería más!...¡Y
por sus caracoles! Cruzamos la calle en plan Abbey Road e
irrumpimos en el dulce salón del día después. Pedimos unos
croissanes y unas copitas de aguardiente, por aquello de limpiar el
cielo (el único) de paladar. Y, entre copa y copa, les fuí
desgranando la historia que nos llevó a ese rincón de París.
simpatía. No saben la primera regla del hostelero: “El cliente
siempre lleva razón”. Si no fuera por la hermosura de París, por sus
puentes, por los ecos que despierta en mi espíritu(oso), por la
belleza de sus atardeceres, por su historia…¡no volvería más!...¡Y
por sus caracoles! Cruzamos la calle en plan Abbey Road e
irrumpimos en el dulce salón del día después. Pedimos unos
croissanes y unas copitas de aguardiente, por aquello de limpiar el
cielo (el único) de paladar. Y, entre copa y copa, les fuí
desgranando la historia que nos llevó a ese rincón de París.
Traspasando el
arco de la casa que porta el número 55, se encontrarán con el entrañable teatro
de “L’Oeuvre”, fundado
en 1893 por Aurélien Lugné (apodado Lugné-Poe en homenaje a Allan Poe), Camille
Mauclair y Edouard Vuillard. Rápidamente se convirtió en el centro más
vanguardista y comprometido de la capital. Allí se llevó a cabo una verdadera
fusión de las artes plásticas y las escénicas: los “nabis” (Vuillard y Bonnard, Maurice Denis y Vallotton) pusieron
su oficio al servicio del simbolismo
finisecular. Sobre este tema les remito a la magnífica exposición que pude ver
y estudiar hace ocho años. Tuvo lugar en el Musée d'Orsay, del 11 abril - 3 julio 2005: “El
teatro de l'Œuvre (1893-1900) nacimiento del teatro moderno.”
Bueno
pues, ahí, en ese teatro recóndito, se estrenó, tal día como hoy,
del año 1896, “Ubú rey” del
lavaliense A. Jarry, cuyo segundo gran mérito fue atender al lavaliense Henry
Rousseau, el anacrónico y puro “Aduanero”.
El estreno fue un escándalo a la altura del que produjo “Hernani” y el “Cyrano de
Bergerac”.
–Madame! ¿No tendría Vd. por ahí una botellita de tinto de Bergerac? Es
que ahora vendría que ni pintado. No sé si sabrá Vd. de mi afición a las conmemoraciones…
–¡Y al Espirituoso santo! ¡Lo sabe todo París!
–¡Vaya por dios(¿)!
–Pues no, no Monsieur. El bistró de enfrente es especialista en viandas y
bebidas del sudeste. Allí seguro que tienen.
–¿Sería Vuesa Merced tan amable de
acercarse y traernos una frasca?
–Eso tiene sus costos.
–¡Estaba previsto!
–Y de paso tráiganos del “Diagonal”
unas rodajas de mortadela.
Y mientras nos pimplábamos tan ricamente ese rico néctar,
acompañado de unas tremendas rodajas de mortadela rellena de olivas, les fui
relatando lo que sigue:
Ubú es la abstracción del poder (con chubasquero hasta los
pies y
paraguas). Personificación del siglo XX y de los venideros (como
de los pasados). Con Ubú, ese “Príncipe” contemporáneo, se
evidencia la verdadera naturaleza del poder y de todos aquellos que
aspiran a su detentación. Pero también (pretende), es una
caricatura, apenas deformada del biempensante ciudadano
dispuesto a todo con tal de conservar y acrecentar lo que posee. No
sólo es un Macbeth limpio de problemática moral, Ubú somos
todos. Es la sombra de nuestra sombra, dispuesta a sustituirla en un
desgraciado día de eclipse total.
paraguas). Personificación del siglo XX y de los venideros (como
de los pasados). Con Ubú, ese “Príncipe” contemporáneo, se
evidencia la verdadera naturaleza del poder y de todos aquellos que
aspiran a su detentación. Pero también (pretende), es una
caricatura, apenas deformada del biempensante ciudadano
dispuesto a todo con tal de conservar y acrecentar lo que posee. No
sólo es un Macbeth limpio de problemática moral, Ubú somos
todos. Es la sombra de nuestra sombra, dispuesta a sustituirla en un
desgraciado día de eclipse total.
“Así pues, el Padre Ubú
meneó a pera (“to shake” = “menear” /
“pear” = “pera” (por cabeza)), por lo que desde entonces los
ingleses le llamaron Shakespeare, y habéis de él, bajo ese nombre,
muchas hermosas tragedias por escrito” (A.J.)
“pear” = “pera” (por cabeza)), por lo que desde entonces los
ingleses le llamaron Shakespeare, y habéis de él, bajo ese nombre,
muchas hermosas tragedias por escrito” (A.J.)
Cobarde, artero, grosero, avaricioso, guarro, mentiroso,
cínico,
sincero, desleal, egoísta, cruel, traidor, indiferente al sufrimiento
ajeno, comedor insaciable, dueño de un físico (patafísico)
inhumano y simbólico, dominado por un prominente estómago y
una quijada de cocodrilo: Así es Ubú, ex rey de Aragón y
transitorio rey de Polonia, (nombre de la nada) digna de existencia
porque si no existiera, “tampoco habría polacos”. No se pierdan a
la “Madre Ubú”, es peor que la mujer (*) de Pinochet (¡que ya es
ser mala!)
sincero, desleal, egoísta, cruel, traidor, indiferente al sufrimiento
ajeno, comedor insaciable, dueño de un físico (patafísico)
inhumano y simbólico, dominado por un prominente estómago y
una quijada de cocodrilo: Así es Ubú, ex rey de Aragón y
transitorio rey de Polonia, (nombre de la nada) digna de existencia
porque si no existiera, “tampoco habría polacos”. No se pierdan a
la “Madre Ubú”, es peor que la mujer (*) de Pinochet (¡que ya es
ser mala!)
Alfred Jarry, consiguió con el “ciclo úbico”, poner patas arriba la
literatura simbolista de la época. Convierte el (h)umor y la parodia
en armas imprescindibles para afrontar las desdichas. Nada de
patetismo, nada de sentimentalismo. Todo es un esperpento que se
salva con una incontenible carcajada… cuando parece que todo está
perdido. Si de alguien puede decirse que convirtió su vida en obra
de arte, es de Jarry. Después vendrían Vaché, Tzara, Bretón y los
suyos, Artaud…
Se abrió el telón y ¡¡Merdre!! y el tufo se extendió por todo
París y,
debilitado, alcanzó todos los rincones de Europa. E incluso del
extranjero. Tal día como hoy, día arriba, día abajo: “el Coronel
necesitó setenta y cinco años –los setenta y cinco años de su vida,
minuto a minuto– para llegar a ese instante. Se sintió puro,
explícito, invencible, en el momento de responder:
debilitado, alcanzó todos los rincones de Europa. E incluso del
extranjero. Tal día como hoy, día arriba, día abajo: “el Coronel
necesitó setenta y cinco años –los setenta y cinco años de su vida,
minuto a minuto– para llegar a ese instante. Se sintió puro,
explícito, invencible, en el momento de responder:
––Mierda.”
Corría el año 1956. García Márquez firmó la novela en el 57… ¡en
París!