INTRODUCCIÓN.
Voy
a empezar proponiéndoles una adivinanza, piensen las respuesta y no contesten,
por favor.
“Este
banco está ocupado
Por
un padre y una hija
La
hija se llama Gracia
Y
el padre…adivina…adivinanza”
Pido
perdón por la incertidumbre que he sembrado en todo el Maresme y también por lo
que van a oir esta noche. El viernes pasado, puesto que estábamos en Mayo,
quería haber rasgado los velos de maya que cubren el tema de la mayonesa: su
origen y nombre exacto. De paso quería introducirles en el conocimiento de
Richard Braunigan y su “pesca de trucha en América” e intentar convertir Premià en un centro irradiador de su figura y
obra.
¿Qué
por qué no puedo repetirlo hoy si seguimos estando en mayo? Pues porque la
batalla de Mahon, inicio de la ocupación francesa de Menorca tuvo lugar,
precisamente, el día 20 y, según los gastrónomos del país vecino, esa fue la
ocasión para el invento de la mahonesa. Teoría que yo me encargaba de
destrozar. Acababa afirmando la naturaleza puramente isleña de la salsa
universal y estableciendo que su verdadero nombre es “Mahonesa”. Al mismo
tiempo me extendía un poco sobre la ensaladilla “Olivier”, llamada “rusa”.
En
fín algo que sonaba divertido.
Pero
hoy…¡hoy! 27 de mayo, repleto de hechos siniestros: Guillotina, Garrote vil,
UNABOMBER, Ravaillac….¿qué se puede
hacer con esos mimbres?
PROPUESTA PARA EL 27 DE
MAYO. Ravillac. Guillotina.
1.
·
Si ahora empezara yo a hablarles de la
sexta sinfonía de Mahler, calificada desde el mismo día de su estreno (27 de
mayo del año 1906) de “diabólica” como una semanas antes lo había sido la ópera
“Salomé” de su “colega” y “rival” Richard Strauss;
·
si continuara explicándoles a Vds. que
tal sinfonía funciona como bisagra en el conjunto de su obra sinfónica y que
cuando abre suena de manera parecida
a como lo haría un ejército marchando hacia dios (¿) sabe dónde;
·
si además añadiera que fue estrenada en
Essen, precisamente en donde Krupp fabricaba los cañones que en pocos años
estremecería Europa y que no hacía mucho habían estremecido a Francia.
·
si sumara a lo anterior que el primer
movimiento se ajusta a procedimientos muy manidos de la forma sonata, y que se
modela y modula a partir de una obra juvenil de Schubert;
· si intentara explicarles que, pese a esa
apariencia más tradicional, resulta imprescindible para enlazar (desde Wagner)
con la “necesidad interior” de Schönberg (y Kandinsky)…
·
Si me esforzara, inútilmente, por lo
demás, en hacerles ver de qué manera Alma está retratada en el gran tema lírico
del primer movimiento…como si el amor fuera otra clase de guerra;
·
si les hablara de su contenido
premonitorio, de los tres golpes del destino que, precisamente, Mahler estaba a
punto de recibir y que encajaría tan mal que lo llevarían directamente al más
allá…si… ¡vamos a dejarlo!
·
Y si, ADEMÁS, acompañara la explicación
con la audición a todo trapo de la obra… entendería que alguien de los
presentes se levantara de la silla, se acercara a la barra, cogiera una botella
de whisky Dic (o, si no hubiera, de estomacal Bonet) y me la estampara en la
cabeza.
Lo
entendería y también entendería, con la clarividencia que da la proximidad de
la muerte, que tal acto sería desproporcionado y no ajustado a norma. Quiero decir que uno no puede tomarse la
venganza por su mano…así como así. Mi muerte sería fruto de un arrebato, de una
inspiración (podríamos decir) súbita y ajena, que me habría impedido (a mí)
poner orden en mi pasado de cara a sumergirme en las aguas del olvido eterno.
Es
evidente que hay que poner orden en un tema tan
vital como la muerte.
Esta
muerte a botellazos daría origen (en ciertos lugares del planeta) a una segunda
muerte, esta vez sometida a norma y protocolo, del agresor. Pues bien: esta
segunda muerte protocolizada ha sido
el gran adelanto del capitalismo en el terreno, tan vital, repito, de la muerte. Bien es cierto que la
homogenización no fue completa, ni lo es… pero eso es algo que ocurre en todos
los campos, pues el capitalismo se mueve según la ley del desarrollo desigual y
combinado.
2.
Que
los hombres (y mujeres) siempre se han matado entre ellos es uno de los
principios organizadores del cosmos. Pero también en este campo hay que
distinguir entre la actividad privada y la pública. El asesinato, considerado como una de las bellas artes
o como un cúmulo de chapuzas o considerado como Vds. quieran, ha necesitado de un
proceso de standarización que, por lo
demás, rige todos los procesos sociales, para llegar a donde hemos llegado.
Antes
del surgimiento violento de las sociedades capitalistas la muerte se ejercía a
la buena de dios (¿). Y cada cual encontraba la forma de dar salida a su furor
de la manera que consideraba más apropiada o, simplemente, tenía más a la mano.
El capitalismo, productor alocado de mercancías, ha conseguido, también,
convertir la muerte en mercancía y ahorrarse gastos superfluos derivados del
ingenio individual.
Uno
de los avances más humanitarios de la Gran Revolución Francesa fue,
precisamente, igualar las clases frente a la muerte. Proponer un método
homogéneo que estableciera una forma
única de entrar en los reinos del más allá. Hay que reconocer que no lo
consiguió y que la “inspiración” y la “originalidad” sigue dominando en este
campo:
aquí
te ponen una inyección,
allí
te fusilan,
allá
te lapidan,
acullá
te ahorcan…
En
aquel afán igualitario estriba la grandeza de la guillotina y en él descansa mi
alabanza a tan humanitario instrumento.
Sin
embargo, la pena de muerte, tiene, a pesar de todos los adelantos y buenas intenciones,
algunos inconvenientes:
·
el primero, y no el menor, es que
conlleva la muerte de la víctima y
·
el segundo es que siempre se aplica, en
general, contra los mismos.
Bueno,
creo que con esta pequeña introducción se habrán hecho una idea de lo que
quiero decir: El estado, que goza del monopolio de la violencia, ha establecido
el DERECHO y las penas que de su incumplimiento se derivan. Y en este campo ha
introducido una eficiente racionalidad. Les ahorro la monserga aquella de la propiedad es
un robo… que hasta los santos de la
Iglesia lo reconocieron. Y aquello otro de que sin fuerza la
propiedad no puede mantenerse.
· Y
aquel desarrollo que seguiría, más o menos, así: en la medida que la propiedad
se reproduce y se acumula, la fuerza se
acumula y reproduce, de tal manera que en un mundo globalizado la violencia de
los poseedores cubre toda la superficie de la tierra. Para ellos fue dicha la
bienaventuranza: “Bienaventurados los poseedores porque ellos heredarán la
tierra, mediante el monopolio de la violencia (claro está)”. Y los poseedores
se organizan en Estado y el Estado se disfraza de “Interés General”… etc…etc
Digo
lo dicho para que no crean que no me doy cuenta de las cosas y para que
disculpen si me centro en un subconjunto, bastante estrecho por cierto, del
grandísimo conjunto de la violencia en general.
3a guillotina
Iré
por partes, como diría Jack: y empezaré deshaciendo dos creencias profundamente
arraigadas en el imaginario popular:
1. Guillotin
no inventó la guillotina, en el mismo sentido en que afirmamos que Galileo no
inventó el telescopio. Su mérito estriba en convertir sus respectivos
artefactos en instrumentos científicos al servicio de la humanidad.
2. Guillotin
no murió guillotinado… ¡sino de carbunco! (que es peor).
¿Saben
Vds. lo que es el “carbunco”? Ni más ni menos que el ántrax, aquellas esporas que aterrorizaron a Estados Unidos durante
los meses siguientes a la cagalera del 11 S. Ahora está todo claro, bueno, en
realidad ya lo estaba, pero ahora, tras
el suicidio del único señalado como culpable, Bruce Ivins, empleado de Fort Detrick
(Meryland) ese siniestro recinto donde se hacían y se siguen haciendo estudios
de “biomedicina” que dicen… y que no son más que investigaciones sobre la manera
más eficaz y sucia de matar…¡es caso cerrado! Los experimentos humanos son
conocidos y sus consecuencias también. Se sostiene que el Sida y las esporas de
ántrax fueron creadas allí, bajo un estricto secreto, con fines exterminatorios.
La
metodología utilizada en “el caso ántrax” lo equipara, se ha dicho, a la
metodologóa empleada por UNABOMBER que, tal día como del año 1978, empezó su
campaña en solitario. Kaczynsky, estadounidense de segunda generación es un
genio, quizás estropeado un poco por la tendencia a los consejos de “autoayuda”
propios del país. Desde su celda de la cárcel de máxima seguridad de Florence
(Colorado) sigue escribiendo manifiestos contra las consecuencias del complejo
técnico-industrial.
Estudiante
sobresaliente en Harvart y en Michigan, fue contratado por la Universidad de
Berkeley, puesto del que dimitió en 1969, a los 26 años. Lennon y Ono estaban
“encamados”, se acababa de estrenar “Tommy” y John Sinclair era condenado a una
década de chirona por pasar dos porros, dos (ya en tal día como hoy, 22 años
antes, Billie Holliday había sido enchironada por lo mismo. Y, por prurito,
recordar que tal día como hoy del año 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos
años de cárcel por maricón). Por cierto, todo hay que decirlo, Peter (el de los
WHO) echó a patadas del escenario de Woostock a un espontáneo que subió al
escenario a pedir la libertad de Sinclaire. Peter, todo hay que decirlo,
repito, reconoció que no sabía de qué se
trataba y que si lo “habiera” sabido no lo “habiera” hecho.
En
Noviembre, Nixon anunciaría la prohibición del uso de armas químicas y
biológicas, mientras permitía las investigaciones de Fort Detrick. El día
anterior había tenido lugar el estreno en toda la nación del primer episodio de
Barrio Sésamo, y el país, al
completo, se despertó con sensación de angustia, provocada por el
reconocimiento de la profundidad de su ignorancia. Y El día siguiente se produjo la conmoción
del descubrimiento de la matanza de My Lai y un 10% de la población se despertó
con sensación de angustia por el reconocimiento de la profundidad del crimen.
Como
ven todo cuadra.
A
lo que iba. El bueno de UNABOMBER, con 28 años, se retiró a una cabaña en
Montana donde llevó, hasta su detención, una vida espartana (que se dice) sólo
interrumpida por un corto periodo (1978) en el colaboró con su padre y hermano
en la fábrica familiar de gomaespuma (para partirse de risa). La experiencia
fabril reforzó su deseo de soledad. El único provecho que sacó fue un trozo de
material que le sirvió de cama. Todo lo metálico lo utilizó como metralla.
Tal
día como hoy del año 1978 envió la primera carta bomba. Iba dirigida a un
profesor universitario. Las siguientes fueron destinadas a agencias de
aerolíneas, sin dejar de lado las universidades.
De
ahí el nombre: UN-A-BOM-ER:
“El complejo técnico-industrial obliga a la
gente a comportarse de un modo que está cada vez más alejado de los patrones
naturales de la conducta humana”, decía.
“No puedes comerte la tarta y
seguir teniéndola”
3
b. la guillotina y el garrote vil (ver 28 de abril)
Guillotin,
(que por cierto había nacido en un día como ayer del año 1738,) diputado de la
Asamblea nacional, la propuso en 1789 con el fin de evitar que aquellos destinados a entrar en los reinos
desconocidos, traspasaran el umbral hechos unos zorros. No le hicieron mucho
caso.
En
el marco de los debates sobre el nuevo código penal, el 30 mayo, lunes, de 1791
el diputado Louis-Michel Lepeletier de Saint-Fargeau, enseguida simplemente
Michel Pelletier, propuso directamente la abolición de la pena de muerte y su
amigo, no se lo podrán creer, Robespierre fue uno de los pocos que apoyaron
esta medida humanitaria, inspirada a todas Luces por la obra de Beccaria. El 1
de junio, miércoles, la asamblea aprobó, casi por aclamación la pena capital.
Lepeletier
de Saint-Fargeau, o sea Michel Pelletier, intentó un mal menor: «A todo condenado a muerte se le cortará la
cabeza». Así dicho no parece un gran avance, pero el bueno de Michel que
había renunciado, por una iniciativa legislativa que él mismo había propuesto,
a los añadidos aristocráticos, añadía: «
La pena de muerte consistirá en la simple privación de la vida, sin que nunca
se pueda ejercer ninguna tortura hacia los condenados”… y así quedó
aprobado.
Y
fue entonces cuando la Asamblea legislativa hizo el encargo al cirujano la elaboración definitiva del nuevo aparato
para realizar las ejecuciones. Louis y su colaborador Tobias Schmidt, el
fabricante de arpas alemán, mejoraron el artilugio de Guillotin mejorando su
diseño y su funcionalidad con el objetivo de aminorar al máximo el dolor. La
aportación principal de Louis fue el modelo de hoja con filo oblicuo, «para que corte limpiamente y alcance su objetivo», según afirmó él
mismo. Sin embargo, tanto Louis como Guillotin terminaron lamentando que su
nombre quedara asociado a la nueva invención, que pronto fue conocida como louison o louisette y, más comúnmente, guillotina.
Los
últimos retoques los dio, rrecavido, el mismísimo Luís XVI.
Fruto
del arte y la carnicería.
El
prototipo estuvo construido en dos semanas, y enseguida vino lo de probarlo en
animales y fiambres de la morgue… Finalmente, la guillotina se instaló en la fatídica
plaza de Grève, frente al Ayuntamiento de París, y fue allí donde el 27 de mayo (¿) de 1792 Nicolas-Jacques Pelletier,
condenado por robo a mano armada, se convirtió en conejillo de indias (humillación sobre
humillación). El éxito de la operación aconsejó su producción en serie.
El
último un parricida africano…¡ya en plena transición!...y ninguno levantó
cabeza.
El
artilugio parecía destinado a suplir a los verdugos en estos casos de
delincuencia o criminalidad común. Rápidamente su uso se convirtió, tal como
estaba establecido en el espíritu de la Ley, en el método universal que
sustituiría a otras muertes más indignas y desiguales. Y algunos se pusieron a
temblar.
Siguió
existiendo alguna diferencia, sin embargo. Cuando se trataba de sajar el cuello
a un prohombre la cosa se escenificaba en la Plaza de la Revolución,
posteriormente llamada, como corresponde, “de la Concordia”.
Si
quisieran saber alguna cosa más sobre la plaza de la Grève, les recomiendo el
capítulo correspondiente de los “Misterios
de París” y la escena de la aparición de Esmeralda, la gitanilla de “El
jorobado de Notre Dame”, pues era
allí, en esa gravosa plaza, en ese arenal (Greve) donde solía bailar con su
cariñosa cabrita. A esa siniestra y hedionda plaza acudían los sin-trabajo a
hacer la “Grève”… de donde “Grève”: huelga (aunque hay etimologías para todos
los gustos).
Todo
cuadra: la guillotina, el paro, la precariedad, la miseria…
Cuenta
el verdugo, y no para, de absurdas e iracundas conversaciones, siempre acabadas
de forma abrupta, entre las cabezas, que, perdido el cuerpo, entablaban en el
capazo color burdeos. Cita incompletas últimas palabras. Deseos expresados a
borbotones interrumpidos por el agotamiento definitivo del riego cerebral… un
riego que hacía florecer, de golpe, como en el trópico, la fatal enredadera de
la muerte.
Dice
que, incluso, desfondaban el capazo a dentelladas rabiosas.
He
dicho, y no me arrepiento, que el Estado
se ha hecho con el monopolio de la violencia y combate, violentamente,
cualquier intento de compartirlo, a no ser que los aspirantes sean de los
suyos. Bien, pues el monopolio del oficio de verdugo en el París de la época,
lo tuvo la familia Sansón: Una saga más larga que la de Fofó, Fofito, Miliki,
Milikito, pero más fuerte. De hecho el nombre debió de impresionar al comité de
selección. Ya puestos, se dijeron, ¿qué más nos da ser, además, verdugos? Si el
mundo nos ha castigado con este apellido, nosotros cortaremos más cabezas que
la reina de corazones.
Hubo,
por supuesto, otros verdugos activos en Francia durante este periodo, pero la
familia Sanson ostentó en solitario los Derechos Reales y fueron los ejecutores
oficiales en París. Muchos otros verdugos, incluidos más miembros de su
familia, trabajaron en provincias. Pero nadie más grande que Henri Sanson IV
que alcanzó la categoría de “Monsieur de
París”.
Nadie
como los Sanson ha lucido la capa color rojo sangre con más garbo. Sólo se la
quitaban para dormir y, si había habido trifulca familiar… ¡ni para dormir!...no
fuera el caso que…
El
protagonista de esta historia es el quinto miembro de la longeva saga: Charles
Henri Sanson IV, hijo de Charles Jean Sansón III, nieto de Charles Sanson II,
bisnieto de Charles Sanson I y tataranieto de Charles Louis Sanson 0. Y, por
abajo, padre de Henri Sanson V y de Gabriel Sanson VI, quien murió, siendo
ayudante de verdugo, al desplomarse el
andamio en el que se había subido para mostrar ufano e inexperto una cabeza
recién cortada, que,todavía irrigada, acertó a decir: “¿Será posible?”. Henri
Sanson VI respondió mecánicamente sin darse cuenta del prodigio: “Pos paice que sí”. Fueron sus últimas
palabras….pues, fue evidente, no estaba llamado para la gloria.
Mientras
tanto circulaban en Francia unas
memorias apócrifas de la saga, el mismo Balzac tendría algo que decir. Henri
Sanson VII, nieto del protagonista, ahogado por deudas de juego, aprovechó la
ocasión: las completó con algunas anécdotas y chascarrillos y las publicó con
su nombre. Así consiguió salir a flote, pero, a cambio, hundió el prestigio de
doscientos años de “feina ben feta”.
Fue,
pues, el Henri IV a quien le cupo el honor de usar por primera vez la
humanitaria herramienta y la grandísima gloria de cortarle, algo remiso (bien
es cierto) la cabeza al rey y a los “hijos
de la revolución”. A Maria Antonieta, sin embargo, la despachó su hijo
Henri Sanson V, pues el heredero del oficio, Gabriel Sanson IV, su hermano,
había muerto, como he dicho, despeñado.
Charles
Sanson IV llegó a cortar 2.918 cabezas, casi tantas como piezas de caza mayor
se habían cobrado los Borbones… y sabía de memoria todas las últimas palabras
de los prohombres y de los desgraciados. Siempre hablaba, era tal la
abundancia, con últimas palabras. Decir que escarmentó en cabeza ajena está de
más.
Años
atrás, siendo todavía ayudante del verdugo de Reims (su tio carnal: charles
Gabriel Sanson III de Reims) participó,
junto con otros quince ayudantes en la ejecución de Damiens acusado de intentar
matar a Luis XV. La masacre también se llevó a cabo en la plaza de la Grève,
lugar predestinado (ahora está el Ayuntamiento). La bestialidad fue tal que
hasta el mismísimo Casanova, hombre de mundo, tuvo que retirar la vista y
taparse los oídos. Lean Vds. si lo desean el cap 3 del libro segundo de la “Hª de mi vida” en la ed. Atalanta. Y si
quieren una información más detallada, sigan el relato en Foucault en “Vigilar y Castigar” a partir de la
página 11 de la edición de siglo XXI. El mismo Foucaut reconoce el avance que
supuso la propuesta de Lepelletier.
Fue
tal el horror del martirio por desmembramiento y de las torturas que lo
precedieron que el verdugo… ¡un Sanson! abandonó.
Mucho
he citado a Lepelletier. Las razones efemerísitcas tienen estas cosas: el
primer guillotinado fue Pelletier y uno de los primeros abolicionistas fue Lepelletier.
Quizás lo hiciera, aunque no importe, miedoso de que continuaran con la “P”.
Es
claro que me debo a esta coincidencia.
El
tal Lepeletier, elegido por la nobleza (era marqués o duque, o conde… ¡no
sé!...) en los Estados Generales, pero pronto se convirtió a la causa del “pueblo”.
Su final, paradójico, y de cierta manera escalofriante, fue como sigue:
El
19 de Enero (1793) fue anunciada la muerte del rey (Ciudadano Luis Capeto).
Lepeletier votó a favor, pese a ser un paladín, como he dicho, de la abolición
de la pena capital (o quizá, precisamente, por eso). Al día siguiente (20 de
Enero), como de costumbre, fue a comer a lo de Février, pese a que era Enero ¡Hacía
frió! (Palais-Royal)…Y cuando estaba a media sopa de cebolla:
--¿Es vd. el sinvergüenza de
Lepeletier que ha votado la muerte del Rey?
--He votado según mi conciencia…Y,
además, ¿qué te importa, ciudadano?
--¡Toma!... ¡he aquí tu recompensa!
Y
lo atravesó con la espada que llevaba oculta dentro de la invernal capa.
Lepeletier cayó con la boca abierta sobre el plato, y, con los últimos
resuellos, sorbió los restos de la sopa de cebolla. Pese a todo, como un buzo
al que quitan la escafandra en el fondo líquido, aún constató: ¡¡Tengo frío!!...y el plato volvió a llenarse de sopa burbujeante.
¿Ven
vds. cómo cuando una está a punto de dejar la vida…le vienen de no sé dónde
frases que, por su gravedad, no pueden ser impedidas?...Puede que para entrar
en el más allá seamos sometidos a un desconocido examen y lo que llamamos “últimas palabras” sean, en realidad las
primeras (y, a veces, únicas) respuestas a preguntas que, nosotros no oímos.
¡¡Tengo frío!!...
Y, en efecto, hacía un frío (de filo) de cuchillo.
Lo
llevaron a la cercana Plaza de Vêndomme, a donde uno de sus hermanos, conocido
entomólogo, especialista en abejas de toda especie y nacionalidad. Murió a la
1’30 de la madrugada del 21 de enero…horas antes de que Henri Sanson IV, de rojo, le cortara el cuello al ciudadano
Luis Capeto en la actual plaza de la Concordia (¡?).
David
se encargó de escenificar los funerales: Fue depositado en medio de la plaza,
desnudo y sangrando, vendado con un trapo que dejaba al descubierto su herida.
El día 13 de Julio, Marat sería apuñalado por la Corday. David, reportero oficial, inmortalizó estas
muertes..
La
Rue Michel-le-Comte…era Rue Michel Lepeletier.
3. Garrote
vil*
Hoy es uno de aquellos días de los
que la humanidad puede y debe sentirse orgullosa. Muestra a las claras que los
deseos de mejoramiento moral no son mera palabrería sino que se apoya en hechos
constatables e indiscutibles. Es, pues, un hecho que la sensibilidad humana
sigue un proceso de refinamiento que ¡si dios no lo remedia! conducirá a tratar
como a invitados a los escasos descarriados que por atávico azar vayan surgiendo.
Un día de primavera del año 1832, cuando
ya estaba agostándose la saga de los Sanson, Fernando VII, como regalo a su
queridísima y santa esposa, e impulsado por aquella fuerza bondadosa a la que
he hecho mención, decide sustituir la “muerte por ahorcamiento” por la “muerte
a garrote”. No se me diga que la cosa es indiferente: la horca producía muertes
lentas y en exceso sufrientes; en el “garrote”, sin embargo, la muerte fluye
lubricada (en qué pensaría el bueno de Fernando VII) y se introduce “vorticianamente”
en el occipucio del desgraciado, que no tiene ni tiempo de rezar un Ave María.
Si no lo creen pregúntenle a López
Sierra, apodado “Jarabo”, de cuello de búfalo y de físico, en general,
portentoso. Entre que la máquina no estaba en su punto y que el verdugo estaba pasado de punto, la
ejecución que debería de haber acabado a las 8 en punto tras 1 minuto de
martirio, se prolongó media hora más…entre tormentos indefinibles. El principio
físico (biológico, fisiológico) que rige el aparato es simple: te desnuca en un
santiamén. La variante “catalana” sumaba un punzón que añadía al
“desnucamiento”, el “descabello”.
Fernando VII, pese a su bondad
natural, conservaba el instinto de clase: mantuvo las diversas variantes
litúrgicas de la ejecución: A los condenados a “garrote ordinario”, o sea al pueblo llano, se les conducía
en mula o en caballo. A los “fijosdalgo” los llevaban en caballo ensillado y los
destinados al “garrote vil”,
por crímenes infames y de envergadura, eran transportados sobre el lomo de un
burro, y con la vista hacia los cuartos traseros… aunque normalmente los
llevaban arrastrando de tal manera que cuando llegaban tenían medio trabajo
hecho: bastaba con soplarles con cariño y ¡certeramente! para que doblaran la
cerviz.
El acto, público, se publicitaba
con golpes de tambor… ¡con las “cajas destempladas”!
Los últimos (y más famosos)
verdugos fueron amigos de correrías, y de Badajoz: López Sierra y López Copete.
El primero en Madrid y el segundo en Barcelona. Ambos asiduos de “El Caso” que devoraban
con fruición en las barras, de mármol fúnebre, de los bares el barrio. Parecían
intelectuales-sociólogos sumidos en los entresijos de la especialidad. De tanto
estudio resultó una conclusión apodíctica: estaban a este lado del tornillo por
pura casualidad. Desalmados, su carne era animada por la coñá, como los
autómatas por los mecanismos. Restos de alma, sin embargo, aún vagaban por sus
cuerpos, como ovillos arrastrados por el viento del desierto.
Cuando a Copete, por ejemplo, le
tocó acabar con Pilar Prades, “la envenenadora de Valencia”, puso reparos: “una
mujer es como matar a 30 hombres”…”Tenía las carnes tan blancas”…”Pensaba en mi
madre”. Para no sentir la voz telúrica de la naturaleza se pimpló dos botellas
de coñá y tuvieron que arrastrarlo al patíbulo y colocarlo frente a la tuerca.
Tardó…pero se ganó los diez duros. Acabó de portero en el barrio de “Malasaña”.
¿Dónde si no?
De oficio le tocó finiquitar a
Salvador Puig. Por suerte (¿) estaba condenado por estupro. Así que tuvo que
venir su amigo de infancia que ¡como ya lo habían avisado! llegó con una
borrachera mesetaria que causó estrago, como he dicho arriba, en el cuello del
que esperaba sentado. Acabó trabajando en una fábrica de caramelos, en la
provincia de Alicante. Ni aun así su vejez fue dulce.
Sobre esta herramienta y sus
efectos podría escribirse y no parar: ¿Fue un invento nacido de “fecundia”
hispánica? ¿Se refería a esto Unamuno cuando gritó aquello de “que inventen
ellos”, ya que nuestros aportes al patrimonio mundial eran de este cariz? ¿Se
enteraron por aquí que los ingleses habían perfeccionado la “horca” hasta
convertirla en un instrumento “indoloro”?¿Copiaron, acaso, la fluida caída de
la guillotina? ¿Se les ocurrió, al menos, electrificar el tornillo?
¿Impregnarlo de veneno real? ¿De dónde sacó Brossa el “garrote” para su
“Convidat”? ¿Cuál es la relación entre el “tornillo” y el sacacorchos?…
¿Procede, por evolución, del típico y eficaz garrote con clavos?... Dado su
peso y su dureza ¿pensaron en, simplemente, dejarlo caer sobre la cabeza del
reo?... Son interrogantes que dejo abiertos en canal.
4a Ravillac
No se lo van a creer, pero así sucedió y así
se lo cuento a Vds. Salí de la consulta con el urólogo a las 6’15. A las 6’30
ya estaba yo en la barra de la Bodegueta
tomando una copa de cerveza. A mi lado
un cliente que más parecía un paciente, compartía conocimientos con uno de los
camareros del local. La conversación era de enjundia, sólo al alcance de
especialistas en historia de los borbones y sus derivaciones. Salió a relucir
lo del cable en la pista de esquí de Canadá y otros infortunios ventajosos para
la actual línea dinástica e, incluso, el nombre del pretendiente a la corona
francesa. El cliente que parecía un paciente de urología, sentado en un
taburete se doblaba sobre un plato de ensaladilla rusa a cuya vera descansaba,
noble, una botella de vino de la casa y un vaso medio vacío.
–Me dejan Vds. boquiabierto. Sus
conocimientos exceden con creces lo que el vulgo supone a clientes como
nosotros.
–Así es. Las calles de nuestras
ciudades son recorridas a diario por sabios ignorados.
–¿Puedo meter cuchara?
–Si habla metafóricamente, sí. Si
lo que pretende con esa ambigua construcción es zamparse mi ensaladilla, no.
–La metáfora es mi medio natural,
caballeros.
–¡Sea!
–Permítanme que empiece de forma un
tanto brusca: ¿saben Vds. qué día es hoy?
Se
miran, consultan el móvil, para no errar y responden al unísono:
–14 de mayo.
–¿No les dice nada esta fecha?
El
cliente carga el tenedor pensativo. El camarero se acoda sobre la barra.
Ninguno responde.
–Pues…es el día de Ravillac. El día
en que ese místico enloquecido asestó dos puñaladas al primer Borbón. Su
descuartizamiento tendría lugar, en olor de multitudes y chamusquina el 27 de
mayo, cuando las flores están en todo su esplendor.
Y
asi, poco a poco, fui introduciendo la historia que paso a contarles.
************************************************************
Hay
castigos que exigen un crimen. Ravaillac sabía de antemano lo
que la vida le tenía reservado y, como lo sabía, actuó antes de que el destino
se le viniera encima sin descubrir, pese a su gran inteligencia, las causas de
su desgracia. Es algo general, aunque en el caso de Ravaillac fuera absolutamente
hiperbólico. Estamos abocados a la desgracia y actuamos como si no pasara nada.
Si Vds. supieran que alguien va por Vds. (no, no soy yo), actuarían antes del
desenlace y acabarían con la amenaza. Eso es exactamente lo que ocurre: Van a
por nosotros, oigan… ¡van a por nosotros! y nos quedamos de brazos cruzados
esperando a que la amenaza se consume, cuando, en realidad, la cosa se va
consumando poco a poco. Algo así como el experimento de la rana.
No
entraré en la catadura moral del sujeto. Tampoco en la del rey. Pero la Gran
Revolución Francesa lo dejó bien claro: le cortamos la cabeza al rey… ¡por
serlo! Fue un acto ontológico. El pobre Ravaillac dio razones y nunca pidió
clemencia. Saint Just fue quien lo dejaría bien claro: al rey no se le puede juzgar
como ciudadano. Es un enemigo extranjero y merece la muerte por el mero
ejercicio de su poder. El pobre Ravillac nadaba en la superficie y no se anduvo
con sutilezas. Tampoco las tuvieron con él.
Bien.
El caso es que Ravaillac, natural de Angulema (cuyo “duque” sería objeto de una
insensata investigación por parte de Bouvard y Pécuchet), tuvo una infancia
realmente desgraciada, a la que había que añadir las tropelías de los hugonotes
o, quizás, su desgracia estuviera unida a las tropelías de los calvinistas. Lo
cierto es que lo pasó mal de verdad. Huyendo de la miseria y la ignominia, se
largó (andando) a París: 425 quilómetros. Cuando llegó dijo que sufría
alucinaciones, ora procedentes del infierno, ora, directamente de la divinidad.
De las ampollas no dijo nada. El hambre y la devoción, por este orden, lo
condujeron al convento de capuchino de la calle Saint Honoré (que después
recalarían en la rue Charlot…ja, ja, ja) o al que la orden del Císter tenía en
la misma calle… tanto da: quería comer y dotar de un fundamento teórico su sed de venganza. Sin embargo, y pese a su
religiosidad ruralmente fanática, no soportó el exceso de austeridad: no había
venido a París a pasar más necesidad que en su casa natal. Así que se volvió al
pueblo, donde encontró que su madre y hermanos habían sido abandonados por el
cabeza de familia. Hambre, mendicación, cárcel… y nuevas visiones, que se
fueron concretando: matar al rey de Francia, al “Buen Rey” Enrique IV, que
había traicionado a la cristiandad por una misa. El bueno de Enrique, nada que
ver con Henri Sanson IV, había empezado
la práctica de la “real politic” y
centrado sus objetivos en “una gallina en
el puchero de cada hogar”. Inauguró la putera saga de los Borbones (y lo de
putera no es un juicio moral, he dicho que no entraría en juicios morales y no
entraré. Es una descripción bastante exacta del comportamiento del linaje) y su
belfo inconfundible. Había sido objeto de más de una decena de atentados que
(en resumen y después de tanto esfuerzo en vano) lo dejaron mellado para toda
la vida, mella que costó un descuartizamiento: era el precio del diente.
Y
así, mellado, fue a visitar a su íntimo amigo (y ministro de finanzas) que
estaba tan enfermo como las finanzas del reino.
Ravaillac,
agotadas las ideas en los innumerables intentos anteriores, decidió recurrir a
la socorrida puñalada trapera y familiar: lo haré, dijo melancólico y en
inglés, “a mi manera*”, dijo para sí. Días antes del fatídico, según se mire,
día 14 de mayo del año 1610, el pelirrojo vagaba por las arenosas orillas del
Sena maldiciendo la catadura del rey falsamente apóstata e intentando apartar
los adjetivos de su discurrir. Tomó posada en los alrededores del mercado. Y
allí robó (¿) el arma del crimen. Tuvo que ponerle una nueva empuñadura. Armado
con ese precario medio, con la decisión que brotaba de su miseria y
religiosidad y con el apoyo moral de los jesuitas, armó un plan simple (y
común) pero que, a la postre, resultó eficacísimo.
El
rey, sobre imponente carroza real, de camino a las Tullerías que, por entonces
estaban siendo objeto de reformas y ampliaciones, tendría que pasar por la
estrecha, cuatro metros, rue de Ferronnerie. Dos carromatos impedían el tráfico
pesado. Cuando se detuvo el futuro catafalco, el tenebroso pelirrojo se abalanzó
sobre el rey y le asestó dos puñaladas históricas: A la primera, el rey
respondió con un vulgar “me han herido”;
a la segunda, estuvo a la altura de la historia y lanzó un patriótico “¡no es nada!”… al tiempo que la sangre
de la yugular, en un salto prodigioso, se mezclaba con el agua de la Fuente de los Inocentes. Ravaillac se dejó prender. Cuando lo mataron (¡eso es
poco!) ya estaba muerto….
La
primera medida fue abandonar las Tullerías en obras y la segunda, ampliar la
calle. Naturalmente tras dar buena cuenta del pelirrojo.
Den
un salto y plántense en Le coeur couronné,
un bistró un tanto perrero que hay junto al número diez de la calle del
regicidio que, por supuesto, luce una plaquita en memoria del hecho. El
ayuntamiento de París habrá gastado una verdadera fortuna en la conservación de
la “memoria histórica”. Cualquier día me encontraré una placa que recordará mi
estancia en cualquier tugurio de la metrópolis. Tomen asiento a una mesita de
la inmensa terraza y pídanle al camarero que, además de adelgazar, les traiga
un pernod. No le pidan una sonrisa, no le pidan un gesto amable… ¡les sajaría
el cuello como un Ravaillac cualquiera! Díganle que van de mi parte…el tipo de
los caracoles. Ahora, con las lluvias de mayo, los caracoles saldrán de las alcantarillas
y se dirigirán directa y disciplinadamente a la cazuela del Corazón coronado. Es su temporada alta: ¡productos
de la tierra! anuncian.
Al
pobre Ravaillac lo redujeron a
partículas elementales, pero a Enrique IV le arrancaron el corazón, por lo
demás, bastante hecho polvo. ¡Cuántos corazones yacen fuera de sus cuerpos, a
la espera de que desplieguen su capacidad taumatúrgica! ¡Víscera asquerosa
donde las haya!
Pese
a su enemistad con los jesuitas, o quizás por eso, su corazón fue conducido a
La Flèche, prestigiosa institución escolar donde Descartes, a la sazón, se
encontraba entre sus arcadas, llenando su espíritu (¿) de dudas tácticas. ¿Fue
el futuro filósofo-científico, tal como afirma alguien, uno de los 24 pupilos
elegidos para conducir el regio corazón hasta la capilla? Lo dudo: su “nobleza”
no era lo suficientemente noble como para tal desempeño. Lo cierto es que, por
lo menos, presenciaría el cortejo y oiría los claros clarines y los negros
clarinetes*… Y allí sigue (el corazón). No sólo perdió la víscera (y la vida,
como es natural), sino también el recipiente del entendimiento: Perdió cabeza y
corazón. La cabeza, en ausencia de la
guillotina, fue sajada de cualquier manera.
Revolución
/ Contrarrevolución…la cabeza dando vueltas de aquí para allá…
Últimas
noticias afirman que la cabeza, confirmada su pertenencia mediante estudios
genéticos, está depositada en un banco. Desconozco a qué tipo de interés. Y
¿saben Vds. a quién está destinada?... ¡a Luís Alfonso de Borbón!, sí, sí, el
hijo de Alfonso de Borbón, hermano de Gonzalo, hijos, ambos, de Jaime de
Borbón, hermano, que lo era, de Juan de Borbón, padre del ex rey Juan Carlos y,
por lo tanto abuelo, de nuestro querido Felipe. El primo segundo de Felipe
sexto sigue pretendiendo la corona de Francia.
4b. EJECUCIÓN
La
ejecución se ajustó a lo predecible. Lo que recoge Foucault referido a Damiens,
regicida frustrado, puede ser aplicado “fil per randa” al caso Ravillac.
Fue
conducido a La Conserjería (donde también Damiens, Corday, Maria Antonieta y
tanto otros), a esperar. En la celda resonaban los pasos perdidos.
Llegado
el día, 27 de mayo de 1610, fue sacado a media tarde en un carro de los de la
basura. Vestía saya color rojo-sangre-vintage-auténtico.
La multitud exigió que le quitaran la careta para ver su verdadera cara de
regicida…hasta que se dieron cuenta de que no era una careta. En la plaza de
Notre Dame se le puso un cirio de penitente en las manos y se le instó al
arrepentimiento. Las verduras de temporada golpeaban su sacrificado cuerpo. Las
patatas fueron desenterradas antes de tiempo por el gozo de verlas estallar en
la cara del malhechor. Los hubo que pintaron piedras vivas de un verde primaveral
y las lanzaban como si fueran repollos. Hecha la ofrenda a Nuestra Señora, fue
conducido por el superhabitado Pont de Notre Dame, a la plaza de la Grève.
Había
llovido el día anterior y la plaza era un lodazal. El carro quedaba encallado y
la multitud se aprestaba a desencallarlo. Entre gritos y aclamaciones fue
conducido a la plataforma sobre la que se consumaría el sacrificio. Parecía que
hubiera conseguido alguna medalla olímpica en un deporte desconocido.
Le
sujetaron los miembros a cuatro estacas, como a san Andrés y empezó el plato
fuerte, ajustado al siguiente protocolo:
1º.
La mano asesina fue sumergida en azufre fundido y burbujeante.
2º
Con tenazas al rojo vivo fueron cortando girones de carne que repartían entre
la turbamulta.
3ª
Vierten sobre las heridas una mezcla hirviente de cera, plomo y azufre.
4º
Lo desatan de las estacas y lo atan a cuatro gráciles corceles orientados según
los cuatro puntos cardinales. La cabeza del regicida miraba hacia la Iglesia de
Nuestra Señora.
5º
Azuzan a los caballos
6º
El cuerpo alcanza el límite. Los tendones, sin embargo, no se rompen. Es lo que
tiene esta gente valiente: tendones fuertes.
7º
La gente, en el clímax, golpea los caballos y los anima a la estampida.
8º
Los miembros se desgajan. Son arrojados a la multitud. Son hechos picadillo.
Reducidos a zumo.
9º
No puede enterrarse nada. Las partículas elementales serán reducidas a cenizas.
10º
Se prohíbe el apellido. Y se dispersa a la familia que, temerosa, espera en
Angulema.
11º
La plaza se vacía y los obreros municipales arrojan cántaros de agua sobre la
plaza. El Sena enrojece de vergüenza, pero se le pasa rápido.
Ahora
comparen Vds. esta acumulación de sufrimiento con la brillantez relampagueante
de la guillotina…
Era
el 8 de Prairial, día del martagón o lirio llorón, propio de bosques umbríos.
Sus
bulbos macerados en vinagre, mejoran las llagas y los eccemas.
Macerados
en aceite de oliva alivian las quemaduras y eliminan las manchas.
Cocidos
en agua, curan infecciones y las micosis de los pies. En enjuagues alivian el
dolor de muelas.
Cocidos
en leche, reducen los furúnculos y sanean los granos infectados.
Una
infusión de medio bulbo, aplicada 5 veces por semana, refuerza el cabello y
combate su caída, la seborrea y la caspa.
Pues
bien… ¡nadie! se preocupó de recoger martagón. ¡¡Mal e irónico día te asignaron
Ravaillac!
V
No
puedo cerrar la sesión sin recordar que hace 5 años de la muerte de
Scott-Heron. Murió, dicen, de una complicación de su infección de Sida. ¿Habrá
que cargar también su muerte al siniestro complejo de Maryland? No se cansó
nunca de denunciar la manipulación ejercida por la televisión, la extensión del
consumismo, la ignorancia de los propios americanos sobre su verdadera
condición y, naturalmente, la situación de inferioridad secular de los negros.
En
su honor cenaré una caçola de rap amb pèsols de la terra.