Después de las gachas de almorta de
ayer, comida de otoño donde las haya, tan rústicas y nostálgicas, haré una
incursión en la cocina moderna: “Emperador
a la parrilla con su ajo, su perejil y sus gotitas de limón“. Fácil: sólo
se necesita, el emperador, el ajo, el perejil, la parrilla y tiempo….Bueno y que el
electricista haya reparado el estropicio…¡Y limones de Murcia!
Aún no he acabado de comer cuando ya
está aquí toda la orquesta: la radial, la maza, el aspirador, la sierra
mecánica, la trepanadora…al carpintero sólo le quedan cuatro tornillos, dice.
Los dejo solos que se apañen. Cojo el
“ipod” y me largo, con el cachorrito,
a tomar carajillos al monte.
Hegel lo oye todo, lo ve todo…pero no
sabe QUÉ tiene que ver y oír. Le da tanta importancia a una hoja que vuela como
a mis manos que lo acarician. Al sonido del viento como a mi voz que lo llama.
Entramos en el local y ocupamos sitio
junto al fuego de asar churrascos y alcachofas. Hegel se acerca atraído por el
aroma y se retira como un resorte: primera lección. Se acurruca entre mis pies.
--Buenas tardes tabernero! ¡Póngameme vd. un carajillo al 50% !...y un
poquito de agua para “Hegel”, mi nuevo compañero.
--¡Hecho!
1º
“Concierto
para piano. Nº 5 en mi bemol mayor” (Opus 73) de Beethoven. Lo oiremos en
la versión de Rubinstein (el buen humorado polaco, no el ruso).
Se estrenó tal día como hoy, del año 1811, en la sala Gewandhaus de
Leipzig.
Más parece una “Sinfonía para piano” que un concierto. El piano habla y habla,
impone su discurso a la orquesta que se rinde a sus pies… ¡como Hegel!
Fue compuesto sobre 1809 (¿) en la
época en la que, ya casi sordo, estaba enamorado de Therese, a la que dedicó la
“Sonata en Fa sostenido mayor” (opus 78),
después seguiría otra Teresa (Malfatti), la Brentano y Amalia Sebald. Mientras
lo escribía las tropas napoleónicas habían vuelto a entrar en Viena. Por
suerte, el artista estaba sordo… ¡pero no ciego!
En 1815, en pleno Congreso de Viena,
empezó el que debería ser el 6º pero no lo acabó…¡y eso que llevaba 60 hojas! El
Congreso, además, acabó con su racha de enamoramientos profundamente ideales.
Ya había asimilado el desconcierto de
la sordera incipiente y superado el bajón inicial que le llevó a escribir el “Testamento de Heiligenstadt” (1802) en
el que se despedía de la vida de una forma asaz romántica. Tuvo que ir despidiéndose,
de paso, de la interpretación y, así, de rebote, convertirse en el primer
músico de la historia que se alimentó sólo de la composición. Alguna “mecenástica” ayuda…pero no suficiente: la del archiduque Rodolfo, a
quien dedica la obra. Aquel momento marcó el paso a su “estilo heroico”: el de las sinfonías de la 3ª a la 8ª, el de la “Apassionata”, “Claro de luna”, “Fidelio”, “Coriolano”, los tres últimos conciertos… Expresan la lucha heroica
del autor contra el destino (¿).
Que se le llame “Emperador” no tiene nada que ver con la admiración por Napoleón,
en esos momentos absolutamente ninguna. Tampoco, por un capricho del tiempo,
con el hecho de que tal día como hoy…¡hoy mismo! me haya zampado un trozo de “emperador” a la parrilla. Tiene que ver
con su valentía triunfal y el espíritu plenamente afirmativo del primer movimiento…que
se contagia al resto. Con su duración, empaque y grandiosidad… ¿o estoy
diciendo lo mismo?…
Ya es sabido lo que hizo Beethoven
con la dedicatoria de la ”Heroica”.
Como Hegel y Horderlin (estrictos contemporáneos) albergó grandes esperanzas en
la misión liberalizadora del “Corso”. Se derrumbaron justo en el momento en el que
David daba la última pincelada de la corona imperial. La anotación manuscrita:
“¡Victoria!” no se refiere, pues, a
las tropas francesas. Él es el héroe. Él, el forjador de la victoria contra el hado
que lo tiene cogido por las orejas.
Entre las inquietantes tonalidades “bemolizadas” el “Mi bemol mayor” “tiene algo de sacerdotal”. Las “sostenidas” tienden hacia la luz: el “Mi mayor” roza el Empíreo…su oponente “Si menor”, “la negra tonalidad”, expresa el mal radical que agujerea el alma.
Foco de energía negativa. Las modulaciones conducen de una a otra según un
itinerario construido por el músico, en un viaje que puede llevarnos al
infierno…Al final todo “concierta”. Beethoven era un mago de la modulación…alarga…te
deja en suspenso, con el alma en vilo, a la espera de la tónica…con todo el hielo derritiéndose en la ginebra…¡pero llega en
el momento oportuno!
El concierto empieza (Allegro) con una colleja importante, sigue una especie de cadenza de piano y otra colleja, otra cadenza y ¡otra colleja!
La siguiente cadenza enlaza con el tutti y da paso al primer y muy
afirmativo tema: Taaa taratataaaa ta ta ta
Taaa (un poquita más agudo que el primer Taaa)…¡Y sigue! Empezar con un
acorde fortísimo ya es algo raro. Modulación. Segundo tema. Modulación.
Exposición de los temas por el piano….
Beethoven, de más decirlo, como Goya,
rompió de forma drástica con las “reglas” y convenciones (incluidas las sociales) “por amor democrático a la libertad”, no
sólo por la sordera. A ambos esta privación les descubrió sus más profundas
emociones y la manera de expresarlas. Cuanto más íntimas menos comprendidas.
Hubo que esperar algún tiempo para que su “tercer
periodo” (estilo tardío) fuera
apreciado.
A resaltar que las cadenzas están escritas. No son
improvisaciones del intérprete, como se solía. Beethoven rechaza las normas,
pero ata cada vez más corto al intérprete. La obra es del compositor: ¡Mía!
La cadenza del último movimiento (“Rondó
allegro, ma non troppo”) antes del tutti final, termina con un ritardando inédito, en que piano y
timbales tocan hermanados (en la versión de Rubinstein casi no se aprecian los
timbales). Sigue al silencio, una furiosa escala a cargo del piano que
conducirá a un magno y rotundo final orquestal.
Dicen los especialistas que los “largos” siempre fueron el “talón de Aquiles” de Beethoven. Esto
sólo podría mantenerse (¡digo yo!) referido a las dos primeras etapas
(estilos). En su tercer estilo encontramos adagios infinitos, ensimismados que,
ya, nos hacen recordar a Bruckner (¿) y a Mahler. La función, dicen, de esos
adagios nunca estuvo bien definida en el primer y segundo estilo (“heroico”): o bien era puramente
convencional, o bien servía de pasarela al rondó final o, incluso, frecuentemente
fueron reconvertidos en alegrettos o andantes con motto. Así, el adagio del concierto nº5, suena unido,
sin solución de continuidad, con el Allegro
final. Sin embargo a mí me parece, una melodía de una belleza autónoma (¿) abiertamente
desarmante. Intenten vds. aplicar a este movimiento (y a otros) aquello de los
italianos: “Los acompañamientos
teutónicos no son la guardia de honor de la melodía, sino su escolta policial” (Stendhal)…Son mucho más,
revelan los que la melodía no alcanza a decir; añaden el contexto sin el cual
el discurso quedaría en la más débil indecisión.
--¿Le vendría a bien servirme un gintónic? (Es lo que tiene tanta modulación
hacia la tónica)
--¡Hecho!
2º.
Ravhmaninov: “Concierto para piano nº 3”
Tras ser expulsado del conservatorio
de San Peterburgo, fue admitido en el conservatorio de Moscú, fundado por
Nikolai Rubinstein, hermano de Anton, fundador, a su vez, del conservatorio de
San Peterburgo y nacido tal día como hoy, del año 1829.
El conservatorio de San Peterburgo
era visto por el “grupo de los cinco”
como una amenaza contra el gusto musical en general y una desviación
occidentalista de lo que debiera ser la auténtica música rusa. Nikolai se
distanció un poco de aquella orientación, de tal manera que la creación del
conservatorio de Moscú no fue tan polémica. Allí estudió Chaikovsky que, por
cierto, dedicó su “Concierto para piano
nº1” a Nikolai y este lo rechazó. Finalmente fue Hans von Büllov el
destinatario.
Así que la primera y decisiva
influencia (¡y su ídolo!) de nuestro músico fue el tardo-romanticismo de
Chaikovsky…Y ahí quedó anclado. El “modernismo”
siempre le fue ajeno: “Me siento como un
fantasma…” Y como una especie de “supervivencia”
fue considerado, lejos de las innovaciones del primer Stravinsky, que llevarán
al extremo las potencialidades de la música rusa y ajeno, por supuesto, a las
derivaciones de la “tercera escuela de
Viena”.
A aquella influencia se le unió la
nostalgia por su patria rusa que abandonó en el 17. De tal manera que su
música, aunque enraizada en los cánones de la gran tradición alemana, siempre
suena rusa: ecos litúrgicos, campanas…
Toda su obra, hasta el 17, fue
compuesta en la finca de sus nobles tíos, (y después suya, al casarse con su
prima hermana,) en Ivanovka, unos 500 Kms. al sureste de Moscú. Con la
revolución, los campesinos la invadieron y dejaron hecha otra ruina:
taladradora, mazo, sierra mecánica, radial, martillo…Naturalmente tuvieron que
irse: París, Nueva York…una temporada en Francia, Suiza y nuevamente Estados
Unidos, para morir. Tuvo que ganarse la vida principalmente como intérprete.
Prokoviev, volvió a Rusia, en buena
medida, por que Rachmaninov le quitaba el aire. Le cerraba el paso. En cierta
ocasión Rachmaninov quiso ayudar al necesitado Nabokov con un paquete de ropa
usada. El escritor, hijo de un padre de quien se decía que mandaba a lavar sus
calzoncillos a Inglaterra, la devolvió: había sido confeccionada “en el periodo del Preludio”.
“Mi Tercer Concierto fue escrito
especialmente para Estados Unidos y debía tocarlo por primera vez en Nueva York
bajo la dirección de Walter Damrosh... Inmediatamente después lo repetí en
Nueva York, pero bajo la batuta de Gustav Mahler. En aquella época, Mahler era
el único director a quien consideraba merecedor de ser puesto a la misma altura
que Nikisch. Tocó directamente mi corazón de compositor consagrándose a mi
concierto hasta que el acompañamiento, que es bastante complicado, estuviera
ensayado hasta el punto de la perfección.(…) Según Mahler, cada detalle de la
partitura era importante, una actitud que desafortunadamente es rara entre los
directores.
(…) Tocábamos y tocábamos. Hacía rato que había pasado la media hora, pero Mahler no le prestaba la más mínima atención a este hecho... Cuarenta y cinco minutos más tarde, Mahler anunció: "Ahora repetiremos el primer movimiento." Mi corazón se congeló. Esperé (…) una acalorada protesta de parte de la orquesta. Esto ciertamente hubiera ocurrido en cualquier otra orquesta, pero aquí no noté ni una señal de disgusto. Los músicos tocaron el primer movimiento con una dedicación entusiasta o incluso aun más precisa que la vez anterior. Fui hasta el atril del director y juntos examinamos la partitura. Los músicos de los últimos asientos empezaron tranquilamente a guardar sus instrumentos y a desaparecer. Mahler explotó:
-- ¡Qué significa esto!
-- Es más de la una y media, Maestro.
-- ¡Mientras yo esté aquí sentado
ningún músico tiene derecho a levantarse!”
¡¡ahí está mi Mahler!!
Fue estrenado tal día como hoy,
del año 1909 (un año exacto después de la composición del “Emperador”) en el New Theater de New
York. Y pudo cumplir su más intenso deseo: comprarse un coche para pasear por
las infinitas llanuras de Ivanovka.
Y compuesto en 1909, mientras Blok (nacido tal día como hoy, del año 1880) escribía sus versos “italianos” y cimentaba su fama
universal. La Gran Guerra le obligaría a abandonar, un poco, su misticismo
simbolista y la revolución a replantearse muchas cosas. Por suerte (¡¡) murió
en el 21antes de que el previsible enfrentamiento con los bolcheviques se
produjera.
--Puede saberse que escucha con tanta
pasión, caballero.
--Naturalmente: “El concierto para
piano y orquesta nº 3” de Rachmaninov.
--Ese de la “cadenza” tan difícil.
--Exacto, buen hombre.
--Yo, dentro de mi ignorancia general
y no cuestionada, y teniendo en cuenta que mis gustos musicales se inclinan más
hacia la música barroca, de ese concierto me gusta especialmente la sencilla
melodía que abre el concierto…¡suena tan ruso!...Dicen que se inspiró en un
canto litúrgico que se cantaba en la Iglesia de la Cruz, en Kiev. Y además, ¡esos
violines tan apremiantes por lo bajini…!
--Él mismo negó esta fuente de
inspiración.
--Pero ya sabe vd. que las
influencias inconscientes también cuentan.
--¿Y qué me dice del “Adagio”?
--¿Qué voy a decirle?...Me choca que
en un concierto para piano no lo introduzca hasta pasados dos minutos. Bien es
verdad que en el primer movimiento no para.
--¡Y cómo cierra el movimiento
volviendo al inicio!
--¡Y cómo modula del “Fa sostenido
menor” al “re bemol mayor”!
--¡Y cómo “attaca súbito” el finale!
--Como en el “Emperador” del Gran Mogol. En fin,
caballero, siga con su audición que yo voy a dar la vuelta a los churrascos.
Tómese otra copita que paga la casa.
--Gracias, mesonero. Póngame, pues,
un vodka. Me gusta variar. En la bebida detesto la rutina.
--En la variedad está el gusto,
caballero.
Hegel pelea con los cordones de los zapatos, sucios animales alargados.
Los muerde y quiere estrangularlos con negaciones bruscas de cabeza, negándoles
el derecho a la existencia. ¡¡Hegel!!
¡¡No!! Me mira y no entiende mi
amistad con seres inmundos.
Él: Perdone que interrumpa su concentrada
audición, pero me surgen aquellos versos de Blok que vienen al pelo:
“Somos los olvidados, solitarios
sobre la tierra,
a hurtadillas nos sentamos cerca del
calor.”
Yo:
O aquellos otros:
“Y el vino ya ha enturbiado mi mirada,
Y por las venas ya se ha desbordado (…)”
Él:
¿Y qué me dice de éstos?:
“Y lejos, por barrancos empinados,
Arroyos cantan, flor lucen almendros,
Y por encima de un abierto
sarcófago
Un ángel sepulcral vislumbra el
cielo.”
--Debería vd. dedicarse a
conferenciar, estimado bodeguero.
--Soy un hostelero rural y lo seguiré
siendo. Lo llevo en la sangre. Las noches de invierno son largas y el dinero no
circula; ese es el motivo por el que mis afanes han tomado un derrotero
inesperado, incluso para mí. En otras circunstancias me bastaría con los
churrascos y las alcachofas. Pero no hay mal que por bien no venga.
--Y dios “borronea” las líneas rectas
donde los humanos escriben …
--¿??????
Buenas noches.
La cama, inacabada…¡a lo Shubert!...¡Otro día en el suelo!