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entradas sobre Goethe.
1
Johanna
Schopenhauer, liberada del yugo conyugal y de su desabrido retoño, deja
Hamburgo por Weimar en pos de su héroe, Goethe. El marido hizo lo que pudo:
Sabiendo de la afición de su esposa por Werther,
se lanzó desde el tejado del granero y
fue encontrado sin vida flotando en una acequia de riego. La cosa no tuvo pathos (ni resonancia), pero liberó, como
digo, a la mujer de las obligaciones conyugales (y maternas).
Llegó
a Weimar, cuando emigraban las golondrinas y Napoleón (37 años) y los suyos,
habiendo sobrepasado el Rhin, caía sobre Turingia cual bandada de estorninos.
Le acompañaba su hija Adele (9 años). En Jena, Hegel (36 años) acababa la “Fenomenología del Espíritu”, y en
Hamburgo, Arthur, por fidelidad a la memoria del padre, se mustiaba con
estudios comerciales.
Holderlin
acababa de ser ingresado en una clínica
psiquiátrica de Tübingen, a la espera de su zimmer-torre
definitiva en la casa de los Zimmer.
Johanna
se hospedó los primeros días en el, ahora inexistente, hotel Erbprinz, pared con pared con el Elephant (donde Mann hospeda a Lotte, de visita en Weimar). A los pocos días alquiló una casa, inexistente ahora, en
la Schillerstrasse, antes Esplanade,
a unos pasos de la recién viuda de Schiller… y allí empezaron sus años de
gloria. Era el año 1806 y vísperas de la batalla de Jena. Fue un verdadero
bautizo de fuego.
El
salón de la duquesa madre Anna-Amalia
estaba en plena descomposición, así que la llegada de la “rica extranjera” fue providencial. Su salón, sin poder superar al
anterior, fue el primer salón puramente burgués de Alemania, sólo comparable al que mantenía la judía Rahel
Varnhagen en Berlín.
….
(Infórmense Udes. en H. Arend *…Infórmense).
2.
Día
14 de octubre de 1806 (martes):
“Esta tarde, a las cinco, balas de cañón
sobrevuelan el tejado. A las cinco y media, entrada de los cazadores. A las
siete incendios y saqueos. Nuestra casa intacta gracias a la entereza y la
suerte”, escribió el gran olímpico en su diario. Hegel no
pudo escribir lo mismo: su casa fue saqueada. Por suerte, el manuscrito de la Fenomenología había sido expedido el sábado
anterior hacia Berlín; y él mismo se trasladó a Nuremberg; allí dará forma a La Ciencia de la Lógica, presupuesto de la obra anterior, pues la Fenomenología sólo tiene sentido en el
horizonte de la Ciencia de la Lógica:
cada etapa de la Fenomenología es la
transcripción de un momento puramente lógico, es decir que en la esencia misma
de Dios (Idea) se hayan inscritas todas las vicisitudes que constituyen la
aventura de la conciencia ordinaria.
3
¿Entereza?
¿Suerte?... En realidad fue la menostenida
Volpius quien, con su determinación,
simpatía e inteligencia consiguió mantener intacta la casa, y la vida, del
Olímpico. La pareja andaba de boca en boca. ¿Cómo es posible que el Maestro de
Alemania haya metido en su casa a una zorra?
Y no sólo eso, sino que tuvieron descendencia fuera de la norma. La celosa, y clasicona, señora Stein dirigía el
tropel.
Como
premio a esa entereza mostrada por la plebeya Volpius, legalizaron, tal
día como hoy del año 1806,
sus relaciones: “A mi pequeña amiga (y alegría de su cama) que
tanto ha hecho por mí y que ha sabido permanecer a mi lado en estas duras horas
de prueba, deseo reconocerla civil y formalmente como mía”.
David,
en París, daba brillo a “La Consagración
de Napoleón y coronación de Josefina”. Beethoven (34 años), enterado del
acontecimiento, arranca la portada de la Tercera Sinfonía “Buonaparte” y escribe con furor republicano: Sinfonía Eroica… y siguió con la Apasionata. Goya ejercitaba su muñeca en temas sobre verdugos y
caníbales, a la espera de los desastres.
Johanna
abrió su “salón” a la vilipendiada amancebada, ahora noble señora de Goethe, y
la trató con una humanidad que enterneció al Sabio (“Creo que si Goethe le ha dado su nombre, bien podemos darle los demás
una taza de té”, escribía a Arthur) quien, a cambio, correspondió dando
lustre a las reuniones de la alegre señora Schopenhauer.
Johanna,
tal día como hoy, está escribiendo a
su desaborío retoño sus impresiones,
incluyendo su conocimiento del jupiterino: “…
Y allí encontré a un hombre guapo y de grave apariencia, vestido de negro, que
se inclinaba profundamente ante mí y que muy cortésmente me dijo: “permítame
que le presente al consejero privado Goethe”. Johanna recorrió el salón con
la mirada y no vio a nadie más. Arthur,
en Hamburgo, leyó la misiva rebosante de bilis… hasta que leyó el fragmento en
el que se le liberaba de la obligación paterna
de estudiar las cosas relacionadas con la administración de mercancías:
¡Libertad!
Arthur
era, aunque nos parezca increíble, un postadolescente bien parecido. Después
perdió los dientes (y el pelo) y así, implosionado, ha pasado a los manuales de
historia de la filosofía. Joven, adusto y hosco, asistía a veces al salón
materno. Sufría ostentosamente la jovialidad
y energía de la madre. Hasta que la madre se cansó y le prohibió
terminantemente que volviera: Ya estaba bien de malas caras y de hacer de padre
de su madre. No se había quedado viuda para, ahora, tener que soportar la
tiranía de un hijo genial e intransigente. ¡Hala a pastar!... “Nosotros somos dos”… ¡Recuérdalo!
Fichte
(44 años) había dejado Jena y redactaba en Berlín sus Cartas a la nación Alemana. Wieland (73 años) se entretenía, en
Weimar, traduciendo las cartas de Cicerón. El mayor de los Schlegel (41 años) hacia lo
mismo con Calderón. Tieck (33 años) viajaba por Italia, con dificultad (quizás
por las botas hasta las rodillas)
escribiendo poemas de un inválido y
volvió para escribir Retorno del convaleciente. Jean Paul (retirado en
Bayreuth), reflexiona sobre la educación, siguiendo, en zig-zag, la estela de
Rousseau y Herder. Schelling (31 años) es llamado a la corte de Maximiliano I.
Hofmann (30 años) ocupaba puesto en el tribunal de Varsovia. Clemes Brentano
(28 años), hundido por la muerte de su compañera, recurre a von Arnim (25 años)
y juntos empiezan a idear La cornucopia
del muchacho que dedicarían a Goethe. Su hermana Bettina (21 años),
intuición femenina, se toma medidas para un vestido negro: su amiga ¡¡Karoline!!
acaba de agenciarse un estilete, se ha cortado en el pecho izquierdo y ha
dibujado, con su sangre (a lo Esenin) un corazón en el pañuelo que envía a su
indeciso amante… pasan los días y en la canícula se clava el estilete. Werther hace furor. Era el 26 de Julio
de 1806 y tenía 26 años. El más joven de los Schelegel se convierte el
catolicismo. Los, inseparables, hermanos Grimm (20 y 21 años). atraídos por la
obra de von Arnim, deciden recopilar leyendas y tradiciones alemanas. Friedrich
(32 años) está en la isla Rügen inspirándose.
Haydn,
vuelto de Londres, compone su última obra: el cuarteto 82 (¿83?). En realidad
el cuarteto (1803) constaba de un Andante y un minueto. Ahora, al final, le
está añadiendo un Allegro. Ha impreso unas tarjetas de visita: «Todas mis fuerzas se han ido, soy viejo y
estoy cansado» que entregaba cada vez que era solicitado.
La
suerte de Johanna empezó a virar en los años patrióticos que siguieron a la
derrota definitiva de Napoleón. Y se agravó cuando supo en qué estaba ocupado
su de(s)te(s)tado hijo: encuadernando su tesis ¡¡¡Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente!!! Goethe
se refugió en su ciencia y los tés de
la Schopenhauer empezaron a enfriarse. Se trasladó a un caserón sito en la
Theaterplatz.
Si
van a Weimar sitúense frente al Teatro, a su derecha verán un café, frente al
Witumpalais (¡pues justo allí!) A sus espaldas quedará el Museo de la Bauhaus.
Tomen asiento a una mesita en la terraza del café, junto a una de esas torres
petroquímicas, si no quieren acabar congelados. Pidan un cuartillo de korn y
entablen conversación con la camarera serbia.
–¿No siente Vd. sobre sus espaldas
el tremendo peso de la historia?– le preguntarán cuando
esté depositando la mercancía sobre la madera.
–¿Es a mí?– y
volverá la cabeza hacia la pareja de inmortales que, pétreos, ven pasar el
tiempo.
–Naturalmente!
–La siento en mis piernas–
enfundadas en unos calcetines altos y ortopédicos– La historia para mí tocó a su fin hace algunos años– y se marchará
por donde ha venido.
Aquí
en Weimar se acuñó, por si no lo saben, el perverso término Konfliktlosigkeit, algo así como ocultar
la mierda debajo de la alfombra y negar su existencia. Aquí en Weimar, por si
no lo saben, estaba el campo de exterminio de Buchenwald. Que ¿por qué
Buchenwald y no Ettenberg, donde en efecto estaba? Pues, fácil, Goethe y la
Stein iban a sentarse bajo la sombra del famoso roble. Ettenberg estaba
asociado a la cultura clásica alemana… y no era plan de… Y, por si no lo saben,
Weimar es el topónimo, el patronímico,
por así decir, del famoso perro-braco-gris rata (seleccionado por el Gran Duque Carlos_Augusto, el mismo que invitó
a Goethe a instalarse en su corte), uno de cuyos ejemplares no me quita ojo
desde debajo de la mesa vecina.
Joahanna
siguió la pendiente. Thomas Mann se olvidó de ella, aunque no de Adele. Un
desastre financiero en 1819, mientras su hijo acababa de publicar El mundo como voluntad y representación,
clausuró definitivamente cualquier esperanza. Por suerte sus escritos se vendían
lo suficiente como para alimentar a las dos mujeres, pues Adèle siguió a su
vera hasta el final, soltera, fiel a los principios del arte y a los de su
madre. Esos ingresos se complementaban con una pequeña pensión que le venía de
la corte, in memoriam de la gloria pasada. Tan escasa era que tuvo que dejar
Weimar e ir, pasando por Bonn, a morir a Jena, cuando ya no quedaba nada de su
antiguo esplendor… sólo redobles de tambores. Era el año 1838.
4
No
podemos concluir el día sin un recuerdo para Camille Claudel, a quien su
putrefacto hermano, inmediatamente después de la muerte del padre, encerró en
el psiquiátrico de Ville Évrard. Pasados dos meses, parece que arrepentido, la
sacó… para internarla de por vida en el manicomio de Monte de las Vírgenes,
colina calcárea del cretáceo inferior, en las afueras de Aviñon.