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sábado, 19 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 19 de octubre. Lambroso. Camille Claudel. Mercader. Verdugos.


Los asteriscos (*) remiten a razones efemerísticas.

Por un cúmulo de razones que no viene al caso analizar, a finales del XIX se puso de moda la barba, cuanto más cerrada mejor. Aparentar madurez daba crédito. Pues, a fin de cuentas, en aquellas décadas no existían salidas diseñadas para jóvenes: no existía la NBA ni la FIFA ni las olimpiadas. No existía la informática, yacimiento de trabajo juvenil. No existía la industria de la moda ni la publicidad ni la industria discográfica. Sólo existían las minas, los campos, el ejército... y los hospicios. Además había pasado el sarampión romántico, así que no importaba ir con la barba semejando un jardín en decadencia. La consecuencia más evidente era que podrías estar hablando con un chaval recién salido de la ESO y parecerte el mismísimo emperador Francisco José.




Quizás influyera otra razón más inquietante: disimular los rasgos faciales, y craneales en general... no fuera a ser que coincidieran con algunos de los que, tras alocadas observaciones, catalogó Lombroso (*) como indicios de naturaleza criminal. Lombroso mismo: Tenía un físico de indudable tirada sensual agresiva... ¡se dejó barba! Lombroso respiraba el aire de la época e incluso expulsaba menos dióxido de carbono que otros; sus últimas intenciones eran defender a la sociedad de las naturalezas aún no-humanas. ¿Qué otra cosa se pretende hoy día? ¿Alguien cree en la sincera voluntad de reinserción del sistema penitenciario? ¿No lo dejó bien claro Nietzsche? ¿No lo remachó Foucault? En lo único que se equivocó Lombroso, y, en realidad, no es una equivocación, sino una insuficiencia, consecuencia del escaso desarrollo de la cosa: no incluyó a los banqueros ni a los políticos profesionales en la categoría de psicópatas, categoría que, por otra parte, se ocultaba tras la histeria, la neurosis y la psicosis.



Para Lombroso no había delincuente inocente: cuanto más involuntariedad concurriera, más peligroso se volvía el tipo. La cárcel o el manicomio. Ahora bien: un loco no podría estar en una cárcel, ni un delincuente no-loco en un manicomio. Cada cual en su sitio. ¡No me digan que no es un gran avance! La pena de muerte estaba en su apogeo. Él, sin embargo, no era jurista. Había, como siempre, una división del trabajo y en el último escalón estaban los verdugos: brazos ejecutores de la fatalidad y del dominio de clase y, ellos mismos, siempre al borde de la locura, sino locos de remate desde el principio. También los hubo de difícil, por acumulación apabullante de rasgos, ubicación en el sistema del médico italiano, exhaustivo por demás: Criminal nato (y subdivisiones); demente moral; demente epiléptico/locos dementes (y subdivisiones); Pasionales y, por si alguien conseguía deslizarse por algún vacío teórico..., ¡Ocasionales!

Yo mismo, arrastro una barba de semana y media... y es que últimamente noto que arrecia en mí la agresividad contra los encargados del Condis: Siempre, pero siempre: una o dos cajas cerradas, no les importa la cola que haya., van a la suya. Las verduras han tocado fondo: tienes que comprar dos kilos de brócoli para poder hacer una cena decente para dos. Los plátanos ¡ay, los plátanos!, parecen tarrinas envueltas en pieles encontradas en el container... Así, con la pelambre, disimulo la dureza mandibular y la barbilla fruncida, de rabia. Lo malo es que la barba no oculta el fuego que emana de mis ojos ni el bulto, en el bolsillo, del cuchillo de cocina.

¿Han visto Vds. una fotografía de Caille Claudel (*)? ¿No? Pues véanla y díaganme si le ven rasgos de delincuencia o locura...¡la tristeza no cuenta! Sin embargo estuvo encerrada en un manicomio ¡30 años! En contra de su volutad. Y allí murió tal día como hoy del año 1943, el año en que se descubrió la estreptomicina que dio el golpe definitivo al mal romántico. Su hermano, beato y halitósico, se encariñaba con los ocupantes: "Francia, escucha a este viejo hombre (Petain) que piensa en todo y que habla como un padre / Escucha esa voz razonable sobre ti, que expone y explica...". Él, Paul Claudel, y el resto de la familia, firmó su ingreso en la institución para locas. Su locura había sido la libertad, el arte y el amor (¡¡)... en tiempos equivocados (?). Rodin, "sátiro y déspota", la utilizó y la sepultó bajo una de sus piedras monumentales. 



Nunca sabremos qué le debe el arte de Rodin a esa oveja dispuesta al matadero. Analicen "La edad madura" y saquen conclusiones. Un aborto no querido fue el detonante de la separación. Era la época de las barbas disimuladoras. No soy nadie para culpar a Rodin de no haberse separado nunca de la abnegada Rose Beuret, la pobre también pasó lo suyo; pero su comportamiento con Camille lo hace digno de entrar con pleno derecho en el catálogo lambrosiano.

Todo está escrito (y filmado). Infórmense Vds. Infórmense.

¿Había previsto Lambroso la "tipología Mercader(*)"? Con el borgiano nombre de Jacques Monard, el "gnomo" asestó el golpe de piolet. Brazo ejecutor. Verdugo. Loco él mismo; locura que mamó en las tetas de su madre Caridad. Si hubiera leído lo que escribió ese hombre, no lo habría matado, dijo... Pues ¡haber leído! Los remordimientos, sin embargo, no hicieron mella en su distinguida, aunque corta, vejez. ¡Que la tierra te sea tan pesada como el "Balzac" del maestro, verdugo!



¡Vaya! La cosa va tomando forma. Parecía un día destinado al olvido y miren Vds. por donde van saliendo asuntillos que el peso del tiempo intentaba sofocar.

2.

No crean Vds. que en este país nuestro, durante la larguíiiiisima postguerra, fueron todo tiros en la nuca y enterramientos en cunetas rurales (que la tupida red de autovías evitan), desfenestraciones, o ametrallamientos frente a recintos eclesiásticos, no. Están Vds. muy equivocados sí así piensan. Hubo también juicios y cada juicio, aunque el final fuera el mismo, derivaba al desgraciado hacia una puerta ("del infierno") diferente para "entrar en la eternidad".

Y aquí entran en juego los verdugos, ese sufrido cuerpo de funcionarios del estado que, desde Mariana Pineda, se mantuvo legalmente activo hasta Puig Antich y el "nadie" Heinz Chez (busquen Vds. en el blog y encontrarán otras referencias).

Nunca se convocaron oposiciones y, la verdad es que nunca se formaron colas ante la puerta del ministerio correspondiente para exigirlas, pero, digo yo, de alguna forma se debería hacer la selección. Creo que la cosa se resolvería así: La parte más inteligente de la Guardia Civil caminera, en misión especial y secreta, sería enviada en parejas, como es natural, a recorrer los campos de España con esa misión.

-- ¡A los buenos días!
--¡Sea! ¿Qué se le ofrece a esta pareja tan simpática?
-- Pues, nada, que pasábamos por aquí y nos hemos dicho...

La guía Michelín asomaría por un bolsillo de la guerrera del guardia primero, si lo había. Por el otro, un resumen de las tipologías de Lombroso.

--Decir, decir...¡se dicen tantas cosas!-- y serviría dos copuzos de Veterano a rebosar. El guardia segundo se agacharía a ras y sorbería con deleite el espirituoso. El guardia primero, más experimentado, cogería la copa con soltura y firmeza y, sin que le temblara el pulso, se la llevaría directa a la boca. Daría un trago tremendo y se le erizarían los ocultos pelos del lomo, como a los pastores alemanes.



La barra estaría a rebosar. Gentes que (¡en estas fechas!) buscaría trabajo en la vendimía, habría desertado o estaría "echando un vale", que se dice. La sagacidad de la benemérita tendría que manifestarse en discernir con exactitud quien de los bebedores presentes sujetaba la copa con más fiereza, seguridad, decisión y, a poder ser, la llevaba a la boca con más precisión. Todo un trabajo de campo que exigía tomar apuntes, hacer medias, baremar y, sobre todo, decidir.
Hubo alguien que, por amor a las efemérides, solicitó seis Gin tónic * de una tacada.


 No ahorrarían invitaciones para desempatar. Cuando vieran que alguien de los presentes había sido capaz de pimplarse media docenas de copuzos sin que le temblara el pulso, ni le goteara la barbilla, ni cerrara los ojos melancólico, ni diera señales de arrepentimiento y estuviera dispuesto a ir a por la séptima con la ilusión del principiante...a ese lo llevaban a un rincón y le hacían la suculenta propuesta funcionarial. Normalmente era aceptada. Eran tres mil del ala por transportar un montón de hierros de un sitio para otro. Hubo quien, cuando veía de lo que se trataba, desistía: pocos, es verdad. También los hubo que, introducidos en el hábito, llegaron a sentir tanto asco de todo que pidieron su ingreso en la orden franciscana. A los más, le llegaba la jubilación y nunca les importó el paisaje desolado que dejaban a sus espaldas. Si no soy yo, será otro, decían ingeniosamente. E, incluso, los hubo que no se estancaron en la indiferencia, sino que sentían cómo les brotaba la rama del orgullo profesional a cada giro de tornillo que propinaban.

Y esto viene al caso porque tal día como hoy, dieron garrote a Juan García "Correderas", natural de Telde (Gran Canaria). Las razones son tan comunes que avergüenza decirlas: negarse a pelear en el bando fascista. Matar a un falangista que había torturado a su familia-rehén. Pertenecer, dicen, al partido comunista. De nada valieron las peticiones de clemencia que se cursaron hasta desde el Vaticano, esa cueva (cava) de inmundicia. Tal día como hoy del año 1959, Bernardo Sánchez Bascuñana, verdugo oficial de la Audiencia de Sevilla dio garrote vil al valiente "Correderas". Esto, como comprenderán, es sólo un ejemplo tomado casi al azar.




Para no remontarme a la "década ominosa", arrancaré la genealogía en Casimiro Municio, perteneciente a la sección de los que necesitaba ponerse como una cuba para ejecutar su trabajo que, después, le salía como le salía... ¡casi ni miraba! Hasta tal punto, que un reo, fuera de sí por su impericia, le arrancó medio dedo de un bocado. El puesto lo heredó Cándido Cartón, que junto con el incomprendido (y maestro de Copete), Florencio Fuentes, fueron los únicos verdugos que se mantuvieron en activo desde la República hasta los inicios del franquismo. Y es que el tal Florencio, de Valladolid, le daban ataques de culpabilidad y, además, decía, le hacían la vida imposible a su familia. Pidió la renuncia. Le fue concedida... más un expediente disciplinario. Tras años mendigando, se suicidó en 1970. RIP.
A Cándido (sin duda su madre no sabía el destino del retoño) le sucedió Bartolo Casanueva que, retirado y habiendo estrenado casa en el hermoso y serrano pueblo de Setenil de las bodegas (no lo confundan Vds. con el pueblo de las siete mil bodegas) fue apuñalado no en una ocasión, sino en dos por vengativos anarquistas. Y fue de este Bartolo de quien, Bernardo Sánchez Bascuñana, recibió las artes de matar mientras que en Barcelona estrenaba plaza Vicente López. Bernardo, era enemigo de innovaciones y siempre empleó el mismo antiquísimo garrote. Si mata decentemente...¿para qué quiero cambiar?, contestaba a todos aquellos que le reprochaban su desidia. Fueron 17 los que "fueron traspasados a la eternidad". Siempre se agarró al cargo: su infancia había sido un horror. En el 36 acudió a la Guardia Civil, dirección contraria a la que siguió el "Correderas". En el 49, habiéndose enterado de la vacante de Sevilla fue a pedirla, hizo la demostración correpondiente y se la concedieron. Se mantuvo en su puesto hasta el 72.


Junto con Vicente López Copete y Antonio López Sierra, fueron los "Queridísmos verdugos" de Marín Patino.
Le sucedió José Monero Renomo (Pepe). A él le cupo el honor de ejecutar al último (y único) a ese "desconocido" alemán que corría pareja suerte que Puig Antich. Su torpeza hizo llorar a los hombres de acero que vigilaban el acto. Y al cura, de una aleación mucho más dura ... y eterna.

La otra rama, la levantina, quiero empezarla con Nicomedes Méndez López (sucesor de Lorenzo Huerta) un genio en su oficio, innovador nato. Impulsado por esa naturaleza que dios (?) le había dado, inventó la "variante catalana", muuuucho más suave y rápida; la estrenó con Santiago Salvador, el del Liceo (busquen en el blog). Ramón Casas dejó constancia de su porte en la ejecución de Anacito Peinado.
Nicomedes era verdaderamente puntilloso, el orgullo de la profesión se le notaba a la legua... ¡Cuánto lamentó el retiro! Siempre pensó que había sido precipitado y que su tacto y buen hacer seguían siendo necesarios.
A Nicomedes, le sucedió Rogelio Pérez y a éste Federico Muñoz, ambos muertos por justicieros inolvidables. A Rogelio, torpe donde los hubiera, se lo cargaron en Tarrasa y a Federico en un bar de Vilapicina, a la sombra del Turó de la Peira. Lo de Rogelio era para echarse a llorar, y asi ocurría. Más torpe que Moreno Renomo. Sus actuaciones parecían descuartizamientos. Solana, que acudió en busca de inspiración a una de sus liturgias, lo dejó dicho.



El cuerpo de verdugos nunca ha sido muy extenso. Ha sido un círculo familiar, por así decir, al que la dureza del oficio ha tendido a unir con una fuerza casi electromagnética. Aprendieron como los aprendices, a la sombra de un experto que los iba introduciendo en los misterios del torniquete y de las geometría helicoidales. Y mención especial al maestro de maestros: Lorenzo Huerta; por sus "aulas" pasaron Rogelio, Nicomedes e, incluso, el grandísimo y fino estlista Mayoral. Un verdadero innovador. Un estudioso del oficio.

En fin... Sólo el azar (?) hizo que estuvieran a este lado del tornillo.
A estos, en su mayoría les dio un empujoncito el hambre, pero ¿qué me dicen Vds. de los verdugos por vocación?

Ya me dirán Vds. quién toma bocado después de lo dicho: Dos copuzos de veterano, un cigarrillo lucky luke y a dormir. Y nada, por dios (?), de remolacha cocida.









RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...