Buscar este blog

lunes, 18 de febrero de 2013

Propuesta "¡Quién pudiera!" para hoy, 18 de febrero. "Rayuela". Hazan





                  

“Estoy tocando mañana” (Charlie Parker). Pues nosotros viajaremos ayer.

Tomaremos el Talgo Joan Miró, 19’55, desde la estación de Francia y llegaremos a París Austerlitz a las 8’37 del día 18. Estaremos a cero grados. La máxima temperatura: 5 grados. Bufanda del Barça hasta los tobillos...vueltas y vueltas, como si tuviéramos bocio y gorro tipo Ignatius. Sol. “Rayuela” (publicada el 18 de febrero de 1963) en el bolsillo. Habremos cargado el i-pod con música de Charlie Parker y algo cool (¿Lester Young?). 

12 horas que habrá que saber administrar. Exigiremos el periódico a la azafata y mientras hacemos el sudoku fácil, tomaremos un gintonic para prepararnos para el sudoku medio (estoy suponiendo que nos darán La Vanguardia). Viajar sin equipaje es un placer de reyes o de pobres: somos las dos cosas. El sudoku medio nos dará más problemas de los previstos y no habrá más remedio que pedir otro gintonic. Más o menos a la altura de la frontera habremos acabado, satisfactoriamente, el fácil. Ya en Francia y puesto que no vamos a dormir sino recorrer el tren de punta a punta cientos de veces...tomaremos un petit crème y una copita de cognac, ¡nada de brandi!. Será a la altura de Valence que, con dificultades, daremos por finalizado, con la ayuda del gin tonic mencionado, el sudoku medio. A todo esto habremos recorrido más kilómetros que el tren (¿) El sudoku difícil lo abandonaremos, incapaces. Estaremos entrando en París por la Porte d’Italie y el sol entrará por las ventanas de la derecha. Otro petit creme y ahora un Poire Magloire. Hay que ir haciéndose a las nuevas costumbres. No hemos de preocuparnos por la aceleración del pulso: será la emoción.

De París tengo borrables inrrecuerdos.

¡La gare d’Austerlitz! (brigadas internacionales...). Llegaremos hoy.

 Saldremos de la estación y seguiremos el Quai de Sant Bernard en el sentido que te marcarán las aguas del Sena; enlazaremos con el de la Tournelle y recorreremos entero el Quai des Grands Agustins hasta el Pont des Arts. (Volveremos a París y nos detendremos en estos paseos: hoy tenemos prisa).Allí, siguiendo los pasos de la Maga, giraremos por la rue  de Seine


                



y pasaremos St. Germain...hasta  Cherche-Midi. Giraremos por el boulevard Raspail; en Denfert Rochereau tomaremos hacia el boulevard St. Jacques y, en seguida, a mano derecha encontraremos la desembocadura de la rue de la Tombre Issoire. Horacio Oliveira: “...cuando subía (la Maga) a mi pieza de la rue T.I. traía siempre una flor, una tarjeta de Klee o Miró y, si no tenía dinero, elegía una hoja de plátano en el parque”.

Llevaremos la postal que ¡sin duda! adquirimos el otro día en la Fundación Miró. 

Buscaremos a la Maga, dejando objetos rojos como anzuelos por si su espíritu aún ronda estos lugares. Nos asomaremos “viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quaie de Conti”, ese trocito de malecón que enlaza el de Voltaire con el des Grands Agustins y no ya no distinguiremos su silueta delgada “detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua”, como tampoco, finalmente, volvería a encontrarla Oliveira. En su lugar, pues ya serán cerca de las 11, camadas de turistas y “artistas callejeros”. Así que lo tendremos difícil para cruzar a la orilla derecha. Nos dirigiremos, por el miserable  y lógico atajo (miserable por que no era el espacio de la Maga y lógico por que es el camino más corto) hacia la calle Lombard (entre Sebastopol y Sant Martín) a constatar la destrucción de la memoria: Ya no existirá el “cafetito” donde madame Léonie leía en las manos de Oliveira “viajes y sorpresas”. En su lugar una de las calles más chic de París, llena de “clubs” de jazz y restaurants de cartas indecisas. ¿Qué hacer? Por suerte en nuestro i-pod hemos cargado las gabaciones  parisinas de Parker y podemos, con su ayuda y la ayuda de dos pernods, que nos costarán los dos ojos de la cara, sobrevivir hasta la hora de comer.




Vemos lo que vemos, pero antes se veía otra cosa: Les Halles, el “vientre de París”, trasladado en 1959 a Rungi y La Villette. Desde su derribo hasta la construcción del Pompidou, un gran vacío, un enorme hueco, un desierto...sirvió como escenario para que Marco Ferreri (ayudado por Azcona. Affiche de Moebius) realizara la punzante: “Touche pas la femme blanche” (1973) un western (¡en el corazón de París!) que parodiaba la batalla de Little Big Horn de 1876 (General Custer, Búfalo Bill). El genocidio de los indios americanos se aliaba metafóricamente con el exterminio de todo un patrimonio arquitectónico y sentimental, una geografía urbana unida a las clases populares, a los pobres, a los extranjeros (apátridas) que fueron expulsados hacia la periferia... (David Harvey analiza con clarividencia e indignación esos movimientos del espacio urbano y sus relaciones con el proceso de reproducción del capital).

Nos acercaremos a un Tabac y compraremos un Gitane negro, encenderemos uno, daremos una calada profunda y, mientras arrojamos el humo espeso, nos pasaremos la yema del dedo gordo de la mano derecha por nuestros labios (nada que ver con los de Belmondo). Estaremos agotados por las anteriores asociaciones, así que nos sentaremos en una terraza: bufanda de siete leguas, gorro tipo Ignatius, pediremos una bière, acompañando el gruñido con el adecuado gesto de la mano en forma de porrón, de lo contrario puede que nos trajeran un ataúd, que tampoco nos vendría nada mal. He aquí un ejemplo de la utilidad universal de los gestos.

Y, puesto que llevamos dinero, si no no hubiéramos salido de casa, decidiremos comer en la mítica “La Tour de l’Argent”. Lo habremos previsto y, por eso, sabemos que hay alguna mesa libre. Cruzaremos por el pequeño Pont Louis Philippe y de L’Île de Sant Louis por el puente homónimo saldremos al Quaie de la Tournelle. En otros tiempos este templo no pasaba de ser una aceptable casa de comidas frecuentada por Baudelaire y su pandilla y regentada por Cousiné (nombre apropiado) que era, además, uno de los muchos “banqueros” de Baudelaire.

No nos arredraremos. Entraremos decididos y tras despojarnos, con esfuerzo de culebra que se descamisa, de las bufanda blaugrana y del gorro orejero, preguntaremos, antes de darles tiempo a que nos echen con (¿) cajas destempladas, por David (Ridgway), el somelier. Si el tono de voz es el adecuado y no nos castañean los dientes por el frío que hemos pasado, habremos ganado la partida. Seremos dirigidos hacia una mesa para dos (¡lástima! De todas maneras exigiremos una servilleta roja para nuestra ausente comensal) desde donde las vistas a la parte trasera de Nôtre Damme son dignas de un Dry, al estilo Buñuel. Haremos el comentario y veremos como nuestros deseos son órdenes. ¡No! ¡¡No se puede fumar!!

Dado que serán sobre las tres de la tarde (en estos lugares los horarios de cocina son adaptables) y el tren de vuelta sale a las 22’08 no tendremos prisa.

Aprovecharemos el momento feliz del Dry, previo a la entrada al paraíso, para hojear (ojear) las notas que llevaremos de las obras de Eric Hazan (“París en tensión”, “La invención de París”) sobre las que volveremos a la hora del fifti-fifti (¡aquí va a ser difícil!.

No se nos habrá olvidado desconectarnos del i-pod: Aquí reinará el silencio o un murmullo como el bajo contínuo de los concerti grossi barrocos. Tampoco sería de recibo contestar con gritos a las delicadas sugerencias del chef o con un ¿Quéee?... Lo tendremos presente: Nos desconectaremos de nuestro querido i-pod.

De entrante: Algo calentito, de cuchara: “Souppe de trufes et crémeux de jaune d’oeuf”. De plato principal “Caneton rôti de saison”. El caneton en, para entendernos, el pollo del ánade. Seguiremos con una “Selection de fromages affinés” (¿en qué nota?) Para la bebida nos dejaremos aconsejar (dentro del marco “Bourdeux”) por nuestro amigo David que, no queriendo montar un numerito, nos habrá seguido la corriente. Sobre las cuatro y media nos habremos soplado la botella.

A los postres renunciaremos, pero no a unas copitas de marc.

Al pedir la cuenta (350 Euros más IVA y propinas) no nos olvidaremos de felicitar a Laurent (Delarbre), jefe de cocina del local desde hace ya tres años.

Gracias, esperamos que todo haya estado correcto. ¡vuelvan pronto! y seremos acompañados de vuelta (a la calle, quiero decir) y saldremos tan satisfechos y con una alegría tan profunda que olvidaremos nuestras prendas de abrigo en la guardarropía  ¡eso estaba cantado! Volveremos, ¡quizá hasta dos veces!

Serán sobre las cinco: El cuerpo nos pedirá ir al “Jacobin” o al “Danton”, pero nos dirigiremos a “Les deux Magots”, tras renunciar también al “Flore” y al “Lipp”. No está lejos y, quizá tengamos la oportunidad (¿) de contemplar alguna jovencita a lo Balthus (muerto, centenario, el 18 de Febrero del año 2001).

Tomaremos el Boulevard Saint Germaine, por detrás de donde hemos comido y seguiremos por él hasta la plaza de Saint Germaine de Prés. Allí en el número seis, está lo que buscamos. Entraremos y echaremos el resto. El camarero no se acercará solícito, tendrás que llamarlo varias veces y su cara se irá poniendo cada vez más agria. Cuando nos ofrezca la carta, le diremos que ya lo tenemos pensado, se irá a dejar la carta y volverá al cabo de un tiempo prudencial (?): ¡Un carajillo fifti-fifti!...Bueno...pues un expreso... con dos copitas de Poire Williams: una la echaremos en el expresso y la otra la degustaremos (no habrá para más) cuando acabemos el carajillo.

“La invención de París: no hay pasos perdidos”  y “París en tensión: Urbanismo e insurrección en la ciudad de la luz” ambos de Eric Hazan son imprescindibles para entender la evolución de la ciudad. Hazan hace una especie de psicoanálisis (¡me mataría si lo oyese!) de las transformaciones urbanas; nos descubre la naturaleza de los inevitables pentimentos, signos, restos sepultados por la “evolución” de las cosas. Nos muestra cómo por debajo de lo que vemos turísticamente, fluye la memoria y descansa la esperanza tomando fuerzas y todo desde una clara óptica de clase (obrera). Serán libros imprescindibles para cuando volvamos. Los acompañaremos con “París insólito” de Jean- Paul Clébert e ilustrado por Patrice Molinard: libro extraordinario sobre un París que sólo recientemente ha dejado de existir.

La verdad es que las medidas de los espirituosos son ¡eso!, puro espíritu, carentes de materia. ¿Será necesario una botella entera?

  
                                      


Ni rastro de “balthusianas” ¿será por lo temprano de la hora?

Un sentimiento de tiempo pasado (y, en realidad, así será, pues habremos estado aquí dos horas). De inútil repetición fetichista. Nos iremos antes de que la cosa vaya a más. Pero antes, (¡ya que estamos!)  una copa ( en balón cateto) de Paradís: le vieux cognac de Jas Hennessy...nos la tomaremos, ya levantados, de un trago para pasmo general: 81 Euro, más propina.

Nos darán las nueve entrando en la Gare d’Austerlitz, para lo cual habremos desandado lo andado  y seguido un poco más por los malecones de la rive gauche. El sueño, el cansancio y los fifti-fifti estarán haciendo mella. Descansaremos en el bar de la estación (algún bar habrá ¿no?) y con una cervecita alargaremos hasta que anuncien el “Joan Miró” por la megafonía.
Intentaremos el Sudoku fácil y, a la altura de Yvri-sur Seine el sopor se irá convirtiendo en sueño profundo. Los números fijos del sudoku y los pocos, equivocados, que habremos conseguido colocar, caerán rodando por los pasillos del vagón y detrás, como si los persiguiéramos, caeremos nosotros. 

Cuando cuenten 10 estararemos entrando en el reino de las tinieblas. 

Una ambulancia y ¡a casa!

               


RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...