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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 11 de diciembre. SEGUNDA SERIE. Musidora y los Surrealistas. El infame Cañero.





Dios (Estado) creó la Idea de “Guerra” y toda su dialéctica interna. La Idea se desplegó y dio a luz a la Idea de “Primera Guerra Mundial”. Los proletarios del mundo la implementaron como historia. La claridad de la Idea se vio enturbiada por las minucias de la materia. Todo estaba previsto en la Lógica, pero Marne reveló como ilusoria la “victoria rápida”… y empezó la guerra de posiciones. ¡Hala! ¡A cavar trincheras! Y cuando estuvieron cavadas y dispuestas para un tiempo indeterminado, surgió el problema de con quién soñar para soportar el aburrimiento, pues la cosa iba para largo. Algo que no estaba previsto en la dialéctica de la Idea.


Esa necesidad recorría el frente. Tampoco las ciudades iban sobradas. La euforia se trocaba en depresión.

Todo esto lo contaba con gracia andaluza “el del tabardo”. Mi asombro no tenía límites ante tanta erudición y profundidad teórica. Las cazallas volaban como ráfagas. El tremendo tres cuartos descansaba, como una res abierta en canal, sobre dos sillas. 

Feuillade se posicionó en la primera fila del Folie Bergères, dijo, oteó la escena y dio con lo que andaba buscando… ¡una verdadera bomba!  




Mientras… André Breton, que se había apuntado en la Escuela de Medicina, hacía de enfermero militar en la Enfermería Municipal de Nantes, descubre a Rimbaud y éste le muestra la teoría de la pasión… y su prima Manon, el bochorno de la práctica.
Apollinaire. Fin de Maintenant... Y recién empezado el 16 conoce a ¡Vaché!, que ha acudido a la Enfermería a curarse una pierna, como Rimbaud. Lo de Rimbaud era tumor. Lo de Vaché, umor




Y, como decía antes, el tal Feuillade, dio con lo que andaba buscando: una mujer de bandera, ágil, misteriosa, valiente, desprejuiciada, inteligente… y dispuesta a vestirse de murciélago. Ideal para dulces sueños y pesadillas de los frentes aliados. Y para hacer llevaderas las tardes ciudadanas. Feuillade, ya conocido por la exitosa serie cinematográfica Fantomas, la contrató para encarnar a Irma Vep (anagrama de “Vampire”). Y así nació la primera vamp de la historia.


Vaché y Breton se aficionaron a lo que podría llamarse el cine-collage: entraban en un cine, veían un trozo de película, salían, entraban en otro, veían otro fragmento y así pasaban las tardes. Si se trataba de una de las diez aventuras de “Vampires” se la tragaban entera. La admiración por Musidora (1889-1957), pues así quiso ser llamada Irma Vep, nacida Jeanne Roques, perduraría siempre. Es claro que Musidora era una gran lectora, entre sus preferidas: Gauthier. "Fortunio" (¿qué si no?) fue su fuente de inspiración.

Vuelto Vaché al frente, Breton siguió frecuentando a Musidora, esta vez con Aragon y Soupault (“los tres mosqueteros”, como los calificó, en un arranque de inspirada fantasía, Valéry). Para él, personificaba una mezcla de sexualidad y muerte que pronto recibiría el nombre de “erotismo” (o “morbo”)… En la estela de la americana Theda Bara o de la mismísima Tristouse Ballerinette.

 Musidora es en verdad la mujer moderna… La figura que representa es lo opuesto a la conciencia.” (A.B.) “Es la fealdad y la belleza; es como todo lo que amamos hoy día” (G.A.) “La décima musa” (L.A.)

Esa mezcla de sexualidad, novedad, misterio, peligro y transgresión, se convertiría en la misma base del concepto surrealista del amor y en la directa inspiración de Última de las Creaciones Dadá, aportación de Breton a una de las provocadoramente aburridas, por previsibles, sesiones Dadá-París. Era octubre del 16. 

Si miran en la Wiki, podrán ver los 10 episodios y concluirán por Udes. mismos. La que va vestida con leotardos negros y que sobrevuela la escena en los momentos más insospechados… ¡esa es!

Musidora no se conformó con eso, siguió con la dirección, la producción, la escritura, la escultura, la pintura… 

… Y mientras tanto, déjeme que le cuente, dijo echándose al coleto la enésima copa de cazalla, la tal Musidora tuvo una aventura o un romance, como lo llamábamos, con un personaje siniestro, con un hijoputa redomao que quiso, al final de su vida, ponerse a bien, también, con la corte celestial y regaló, o cambió, qué sé yo, unas tierras al Ayuntamiento. Y aquí estamos. ¿Cómo se prendó del señorito?... ¡Pues, no lo sé! Pero sé otras cosas…

–¿Qué edad me echa Ud.?–Preguntó de sopetón.

–Así, después de comer y con las cazallas, pues… unos sesenta y cinco pasaditos.

–Dio en el clavo: 74 y medio. Nací en el 38.

–El medio pa los burros ¿n’est-ce pas?

–¡Pues, sí! ¡Pues, eso! Con la edad que tengo he visto muchas cosas y las que no he visto me las contó mi padre y mi abuelo, que trabajaron para esa bestia en su finca de Viñuela…  y antes.

El señorito era Antonio Cañero, continuó. Nació en el número 31 de la calle Puerta Osario, nada… a cuatrocientos metros del Cristo de los Faroles, el 1 de enero de 1885; su padre, Manuel, era un militar de cierta importancia y se dedicaba a los caballos, algo que esta gente lleva en la sangre. Todos los hijos fueron caballistas. Estoy por decir que todos salieron con un belfo un poco equino. Nosotros también teníamos animales, no crea: una yegua y un burro, pa las faenas del campo n'est-ce pas? Lo suyo era otra cosa.

El tal Antonio, que era el más pequeño de los hijos, fue siempre un mimao. Y quizás por eso siempre mostraba tanta corajina cuando le llevaban la contraria. Se aficionó a los toros (y al ejército) y a punto estuvo de quedarse sin piernas, precisamente por los años en que Musidora triunfaba como Irma Vep. Por mí como si se hubiera muerto. Pero no se murió, no. El ejército lo aceptó. Y hacía las dos cosas. Y supo, con el tiempo, conjugarlas, como ya verá Ud.






Como el toreo a pie no le iba bien, es más, amenazaba su vida, se pasó al rejoneo. Por entonces Musidora, enamoradas del sur (aunque para nosotros sea norte) estaba dirigiendo, produciendo y actuando en el País Vasco. Nada, una película de carlistas, La capitana alegría, ella muere al final. Lo curioso es lo gran caballista que era. Como he dicho, le gustaba el sur, así que se fue a Andalucía a rodar películas de toros y tal… y así, supongo, fue como conoció a Antonio. Las películas no están nada mal, no crea. Pero ver a la bestia parda de Antonio actuando, porque Musidora le convenció de que valía pa eso…, es que te dan ganas de pegarle fuego a la pantalla. 




Hizo dos películas, Sol y sombra… que no sé si se refiere a las circunstancias del redondel o al mejunje mañanero, al que supongo aficionado al funesto Antonio, que, por cierto, hacía de galán… ¡galán! El éxito de la película la animó a rodar el documental-ficción, pionero, Tierra de toros, rodada en las fincas del susodicho (y del Lagartijo, apodado El Califa)… y con los caballos del mismo. Él, por entonces, ya era una figura del rejoneo moderno, vanguardista. Los dos estaban en la cresta de la ola. Triunfadores (¡22 festejos en el 22 y 60 en el 24!). Amantes. Hasta que el hijoputa abandonó a la mujer por una princesa rusa… ¡princesa rusa!… habría que ver qué princesa rusa era esa, cuando, como Ud. sabe, los bolcheviques habían liquidado a la realeza. ¡Princesa rusa! Musidora lo pasó mal. Pues al abandono le acompañaba la penuria. 



–¿Y cómo era eso del rejoneo moderno, vanguardista?– pregunté con una cierta aprensión, pues veía que su discurso podría alargarse hasta la cena.

–Pues, mire Ud. – Miré y continuó. Lo que me contó fue más o menos lo siguiente:

Antes de Antonio se rejoneaba al estilo portugués, dijo. Antonio introdujo el estilo andaluz, con traje campero y sombrero cordobés. Implantó los tres tercios, normales en el toreo a pie; poner las banderillas a dos manos desde el caballo; matar con estoque desde el caballo (y si no lo conseguía, remataba la faena pies en tierra y acababa con el animal a sablazo limpio). 

Ha sido escrito: “Nadie antes que él supo unir la gracia majestuosa de la jineta con la valerosa gallardía del lance taurino”.

Está de más decir que hizo las Américas, los Portugales y las Francias. El trabajo se le amontonaba, así que pidió la retirada del ejército. ¡Ay! ¡Ay!

El rejoneo, sabe Ud. ha sido cosa de señoritos sin alma. Las garrochas siempre se han usado, pero eran para conducir al ganado… ¡no para matarlas! El rejón es otra cosa, es algo vanguardista, moderno. Casi de la escuela de Stanislavski. Cuando mi padre me contaba los destrozos que hacía, sólo ensayando, en las pobres reses, me comían los demonios.



A todo esto, la llegada del cine hablado, acabó con Musidora… ¡lo que le faltaba a la pobre! Por suerte era valiente e instruida no un bruto como Antonio… aunque de algo cojearía ella cuando pudo enamorarse de ese malafollá. Así que se pasó a la pluma. Y no lo hacía mal. Quizás influyera su amistad, ¿qué digo amistad? ¡faternidad!, con Colette, a quien, por cierto, enseñó a nadar. Bueno, este detalle no viene mucho a cuento, pero fue así. Fue cuando la guerra aquella que ha aparecido al principio. Las dos y la Moreno vivían en una especie de falansterio femenino, demasiado avanzado para la época.


Bueno, pues eso, que la llegada del cine sonoro le dio la puntilla… ¡y los años! Ya no estaba para ir con esas mallas apretás.

Aun así, fíjese Ud., sus amigos surrealistas pensaron en ella y escribieron para ella una especie de sainete El tesoro de los jesuitas con el que querían homenajear (mujenajear) a su “décima musa”: Aventuras, alguna muerte, ambiente vintage… y tal. Ensayaron y ensayaron, incluso en el hotel donde se hospedaba Musidora, pero todo quedó en un proyecto. Todos los personajes tenían como nombre anagramas de “Musidora”.

Que cuándo ocurrió eso. Pues, ya le digo, en el 28, cuando lo del sonoro y tal. Aquel verano sería inolvidable para Aragon. Suerte tuvo el burócrata. Fue, siguiendo a su novia, a Venecia, pero ella se largó (y ¡bien que hizo, creo!) con el pianista negro del establecimiento. Y, al mismo tiempo, en París, un amigo al que había encargado vender un Braque para sufragar los gastos, lo vendió; sí… pero se quedó con el dinero y se fue en pos de una tía. A Aragon sólo le quedaba dinero para un tubo de barbitúricos. Se los zampó, y, cuando estaba a punto de exhalar el último aliento, en prosa, lo descubrieron y lo devolvieron a la vida. Cuando volvió a París, destrozado sentimental y económicamente, se juntó con Breton, que tampoco estaba para echar cohetes, e idearon la cosa. Al final Musidora aún tuvo un poco de suerte. La colocaron en la Cinématéque Française, n’est-ce pas?

–¡Ud. me apabulla!

–¿Apabullar? ¡Ahora verá Ud. lo que es apabullar! Recuerde que ha sido Ud. quien me ha preguntado y pedido explicaciones. Yo iba tan tranquilo a tomarme una cañita a la plaza cuando he oído que me llamaba. N’est-ce pas?

–Y ese toque afrancesado?

–¡Ná! Restos de las vendimias.

–¡Mozo! ¡Tráiganos otra botellita!

-- Agárrese fuerte a la silla, porque lo que viene es la hostia.

Viendo llegar la magna oportunidad de dar un paso más en el rejoneo moderno, vanguardista y, coincidiendo con su retirada de los ruedos, pidió reingresar en el ejército. Lo hizo con el grado de teniente de caballería, como era natural. 

Ha sido dicho: "Al Algabeño y a Cañero los he visto yo tirotear con fusiles de montería a los presos de la cárcel de Antequera, donde yo estaba de guardia..."  Bueno del Algabeño no hablemos… ¡era mucho peor! 

Tirotear entra dentro de lo comprensible; si de tirotear a presos se trata, la cosa se hace más difícil, pero lo que le contaré supera todos los límites de la crueldad, sólo comparable con la que implementaron, ¿se dice así?, los nazis. Pero Cañero fue pionero.


Cañero y su batallón que, por cierto, recibió todo el armamento e impedimenta del mismísimo Queipo de Llano, recorrían los campos al amanecer rejoneando virilmente a todo aquel sobre cuyo nombre hubiera recaído una sombra de sospecha de rojo. Cañero demostró su experiencia. Hasta el culo de sol y sombra y de cocaína. Sólo pensar en el ruido de las monturas se me ponen los pelos de punta. Entraban a las casas de campo, sacaban a sus moradores y entre todos los lanceaban como al toro de Tordesillas. En Baena, haciendo honor a su segundo apellido, se empleó a fondo y su recuerdo perdurará por los siglos de los siglos.

 ¡Dele dios (¿) mal galardón! 

 “Guardias rurales, aperadores de fincas, señoritos aficionados a la equitación.” 

Como la Cruzada de Pedro el Ermitaño. Aquellos años las rapaces engordaron.
Paulino Uzcudun hacía otro tanto por las costas vascas.
Después se integraron en el batallón Gran Capitán formado por "falangistas, jóvenes de acción popular y otras procedencias oligárquicas".

Vamos un genocidio en toda regla.
Todo lo que le cuento de este hijoputa lo tiene escrito Moreno Gómez.

... Seguía en la cresta de la ola. Héroe nacional. El corazón, cosa rara, empezó a fallarle y se retiró a su finca de Viñuela. De esta manera el mundo se enteró de que Antonio tenía corazón. Aun así ejerció como concejal en el ayuntamiento de Córdoba. 


Viéndose con un pie en el estribo, y siguiendo ancestrales costumbres, se preparó para bien morir. Entre unas donaciones de tierras que hizo al obispo Fray Albino y unos arreglos que consiguió con el ayuntamiento, se empezó a construir el barrio, éste, que lleva su nombre. Acudieron familias desheredadas, humildes de la tierra y, poco a poco, fueron habitando las casas sociales. Antonio murió antes de ver florecer el barrio. Estaban con los desmontes y movimientos de tierras. Murió el invierno del 52 y a su entierro solo asistieron los cuatro caballos enjaezados que conducían el vehículo y los curas de San Lorenzo. ¿Qué quiere? ¡Así es la cosa! Y seguramente los caballos irían obligados o engañados. Es en estos casos cuando echo en falta la existencia de dios (¿).
Para más mortificación, el ayuntamiento de Córdoba, presidido por Herminio Trigo de Izquierda Unida, bautizó la plaza del barrio con el nombre del verdugo. 


–¿Y la gente qué dice?
–Pos hay de todo. Hay algunos que vomitan por las esquinas, hay otros que están contentos y otros que prefieren no remover la mierda, dicen. Pero, vamos algo se va haciendo. El otro día, sin ir más lejos, hicieron limpieza en el Museo Taurino. De todas maneras el barrio es un barrio popular, como Ud. mismo ha podido comprobar y, es más, ha sido decisivo en la elección y mantenimiento de ayuntamientos de izquierdas. Nosotros mismos hemos tenido que acabar de poner en marcha los servicios que dejaron sin acabar. Y le digo más, fuimos los primeros en crear una asociación de vecinos, pero de las de antes, ¿eh?

El tabardo se había dormido de forma trágica. Parecíamos el contenido de sus sueños. En un momento determinado mi compañero pidió la cuenta:
–¡Niño! Si se debe algo dilo, que ya pagará aquí el guiri.
–¿Guiri? Pero… si soy de Barcelona.
–¡Pues eso!
Era noche cerrada cuando salimos de la bodega. Brillaban las estrellas; sin embargo el suelo de pavés estaba húmedo y brillaba con brillo mate, como de navaja tras cortar una loncha de jamón serrano. Nos despedimos delante del tonelete. Yo me dirigí a la plaza y mi contertulio, embutido en el tremendo tabardo, se fue en dirección contraria, siguiendo la calle de Lázaro Navajas.
En la plaza esperaban mis Custodios. Silleta de la reina y… ¡a casa! Cuando sobrevolábamos Albacete, Chiara, señalando con uno de sus preciosos dedos un puntito brillante, dijo: ¡Mirad!... ¡La estrella de Sam Cooke!




         Cañero,
ya que has caído tan bajo,
ponle una moña a Cascajo
en lo alto del lucero.
Entre los cuernos fascistas
Cañero rejonea.
Entre cornudos de pista
la jaca caracolea.
Capitán de chulería,
señorito picador,
si afino la puntería,
no habrá rejoneador.
Llena las calles de Córdoba
con regodeos de los finos;
fascistas de a caballo
entre escuadrón de asesinos.
Majadero de cuatro patas,
caballista de tronío,
comandante de las ratas,
traidor de mucho sonío.
Todo lo debes al pueblo;
hasta tu nombre, Cañero.

Prepárate a devolverle
nombre y vida, majadero.


Pepe Tito, uno de Caballería, Venceremos, Jaén, 30-8-36).

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...