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sábado, 19 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 19 de octubre. Lambroso. Camille Claudel. Mercader. Verdugos.


Los asteriscos (*) remiten a razones efemerísticas.

Por un cúmulo de razones que no viene al caso analizar, a finales del XIX se puso de moda la barba, cuanto más cerrada mejor. Aparentar madurez daba crédito. Pues, a fin de cuentas, en aquellas décadas no existían salidas diseñadas para jóvenes: no existía la NBA ni la FIFA ni las olimpiadas. No existía la informática, yacimiento de trabajo juvenil. No existía la industria de la moda ni la publicidad ni la industria discográfica. Sólo existían las minas, los campos, el ejército... y los hospicios. Además había pasado el sarampión romántico, así que no importaba ir con la barba semejando un jardín en decadencia. La consecuencia más evidente era que podrías estar hablando con un chaval recién salido de la ESO y parecerte el mismísimo emperador Francisco José.




Quizás influyera otra razón más inquietante: disimular los rasgos faciales, y craneales en general... no fuera a ser que coincidieran con algunos de los que, tras alocadas observaciones, catalogó Lombroso (*) como indicios de naturaleza criminal. Lombroso mismo: Tenía un físico de indudable tirada sensual agresiva... ¡se dejó barba! Lombroso respiraba el aire de la época e incluso expulsaba menos dióxido de carbono que otros; sus últimas intenciones eran defender a la sociedad de las naturalezas aún no-humanas. ¿Qué otra cosa se pretende hoy día? ¿Alguien cree en la sincera voluntad de reinserción del sistema penitenciario? ¿No lo dejó bien claro Nietzsche? ¿No lo remachó Foucault? En lo único que se equivocó Lombroso, y, en realidad, no es una equivocación, sino una insuficiencia, consecuencia del escaso desarrollo de la cosa: no incluyó a los banqueros ni a los políticos profesionales en la categoría de psicópatas, categoría que, por otra parte, se ocultaba tras la histeria, la neurosis y la psicosis.



Para Lombroso no había delincuente inocente: cuanto más involuntariedad concurriera, más peligroso se volvía el tipo. La cárcel o el manicomio. Ahora bien: un loco no podría estar en una cárcel, ni un delincuente no-loco en un manicomio. Cada cual en su sitio. ¡No me digan que no es un gran avance! La pena de muerte estaba en su apogeo. Él, sin embargo, no era jurista. Había, como siempre, una división del trabajo y en el último escalón estaban los verdugos: brazos ejecutores de la fatalidad y del dominio de clase y, ellos mismos, siempre al borde de la locura, sino locos de remate desde el principio. También los hubo de difícil, por acumulación apabullante de rasgos, ubicación en el sistema del médico italiano, exhaustivo por demás: Criminal nato (y subdivisiones); demente moral; demente epiléptico/locos dementes (y subdivisiones); Pasionales y, por si alguien conseguía deslizarse por algún vacío teórico..., ¡Ocasionales!

Yo mismo, arrastro una barba de semana y media... y es que últimamente noto que arrecia en mí la agresividad contra los encargados del Condis: Siempre, pero siempre: una o dos cajas cerradas, no les importa la cola que haya., van a la suya. Las verduras han tocado fondo: tienes que comprar dos kilos de brócoli para poder hacer una cena decente para dos. Los plátanos ¡ay, los plátanos!, parecen tarrinas envueltas en pieles encontradas en el container... Así, con la pelambre, disimulo la dureza mandibular y la barbilla fruncida, de rabia. Lo malo es que la barba no oculta el fuego que emana de mis ojos ni el bulto, en el bolsillo, del cuchillo de cocina.

¿Han visto Vds. una fotografía de Caille Claudel (*)? ¿No? Pues véanla y díaganme si le ven rasgos de delincuencia o locura...¡la tristeza no cuenta! Sin embargo estuvo encerrada en un manicomio ¡30 años! En contra de su volutad. Y allí murió tal día como hoy del año 1943, el año en que se descubrió la estreptomicina que dio el golpe definitivo al mal romántico. Su hermano, beato y halitósico, se encariñaba con los ocupantes: "Francia, escucha a este viejo hombre (Petain) que piensa en todo y que habla como un padre / Escucha esa voz razonable sobre ti, que expone y explica...". Él, Paul Claudel, y el resto de la familia, firmó su ingreso en la institución para locas. Su locura había sido la libertad, el arte y el amor (¡¡)... en tiempos equivocados (?). Rodin, "sátiro y déspota", la utilizó y la sepultó bajo una de sus piedras monumentales. 



Nunca sabremos qué le debe el arte de Rodin a esa oveja dispuesta al matadero. Analicen "La edad madura" y saquen conclusiones. Un aborto no querido fue el detonante de la separación. Era la época de las barbas disimuladoras. No soy nadie para culpar a Rodin de no haberse separado nunca de la abnegada Rose Beuret, la pobre también pasó lo suyo; pero su comportamiento con Camille lo hace digno de entrar con pleno derecho en el catálogo lambrosiano.

Todo está escrito (y filmado). Infórmense Vds. Infórmense.

¿Había previsto Lambroso la "tipología Mercader(*)"? Con el borgiano nombre de Jacques Monard, el "gnomo" asestó el golpe de piolet. Brazo ejecutor. Verdugo. Loco él mismo; locura que mamó en las tetas de su madre Caridad. Si hubiera leído lo que escribió ese hombre, no lo habría matado, dijo... Pues ¡haber leído! Los remordimientos, sin embargo, no hicieron mella en su distinguida, aunque corta, vejez. ¡Que la tierra te sea tan pesada como el "Balzac" del maestro, verdugo!



¡Vaya! La cosa va tomando forma. Parecía un día destinado al olvido y miren Vds. por donde van saliendo asuntillos que el peso del tiempo intentaba sofocar.

2.

No crean Vds. que en este país nuestro, durante la larguíiiiisima postguerra, fueron todo tiros en la nuca y enterramientos en cunetas rurales (que la tupida red de autovías evitan), desfenestraciones, o ametrallamientos frente a recintos eclesiásticos, no. Están Vds. muy equivocados sí así piensan. Hubo también juicios y cada juicio, aunque el final fuera el mismo, derivaba al desgraciado hacia una puerta ("del infierno") diferente para "entrar en la eternidad".

Y aquí entran en juego los verdugos, ese sufrido cuerpo de funcionarios del estado que, desde Mariana Pineda, se mantuvo legalmente activo hasta Puig Antich y el "nadie" Heinz Chez (busquen Vds. en el blog y encontrarán otras referencias).

Nunca se convocaron oposiciones y, la verdad es que nunca se formaron colas ante la puerta del ministerio correspondiente para exigirlas, pero, digo yo, de alguna forma se debería hacer la selección. Creo que la cosa se resolvería así: La parte más inteligente de la Guardia Civil caminera, en misión especial y secreta, sería enviada en parejas, como es natural, a recorrer los campos de España con esa misión.

-- ¡A los buenos días!
--¡Sea! ¿Qué se le ofrece a esta pareja tan simpática?
-- Pues, nada, que pasábamos por aquí y nos hemos dicho...

La guía Michelín asomaría por un bolsillo de la guerrera del guardia primero, si lo había. Por el otro, un resumen de las tipologías de Lombroso.

--Decir, decir...¡se dicen tantas cosas!-- y serviría dos copuzos de Veterano a rebosar. El guardia segundo se agacharía a ras y sorbería con deleite el espirituoso. El guardia primero, más experimentado, cogería la copa con soltura y firmeza y, sin que le temblara el pulso, se la llevaría directa a la boca. Daría un trago tremendo y se le erizarían los ocultos pelos del lomo, como a los pastores alemanes.



La barra estaría a rebosar. Gentes que (¡en estas fechas!) buscaría trabajo en la vendimía, habría desertado o estaría "echando un vale", que se dice. La sagacidad de la benemérita tendría que manifestarse en discernir con exactitud quien de los bebedores presentes sujetaba la copa con más fiereza, seguridad, decisión y, a poder ser, la llevaba a la boca con más precisión. Todo un trabajo de campo que exigía tomar apuntes, hacer medias, baremar y, sobre todo, decidir.
Hubo alguien que, por amor a las efemérides, solicitó seis Gin tónic * de una tacada.


 No ahorrarían invitaciones para desempatar. Cuando vieran que alguien de los presentes había sido capaz de pimplarse media docenas de copuzos sin que le temblara el pulso, ni le goteara la barbilla, ni cerrara los ojos melancólico, ni diera señales de arrepentimiento y estuviera dispuesto a ir a por la séptima con la ilusión del principiante...a ese lo llevaban a un rincón y le hacían la suculenta propuesta funcionarial. Normalmente era aceptada. Eran tres mil del ala por transportar un montón de hierros de un sitio para otro. Hubo quien, cuando veía de lo que se trataba, desistía: pocos, es verdad. También los hubo que, introducidos en el hábito, llegaron a sentir tanto asco de todo que pidieron su ingreso en la orden franciscana. A los más, le llegaba la jubilación y nunca les importó el paisaje desolado que dejaban a sus espaldas. Si no soy yo, será otro, decían ingeniosamente. E, incluso, los hubo que no se estancaron en la indiferencia, sino que sentían cómo les brotaba la rama del orgullo profesional a cada giro de tornillo que propinaban.

Y esto viene al caso porque tal día como hoy, dieron garrote a Juan García "Correderas", natural de Telde (Gran Canaria). Las razones son tan comunes que avergüenza decirlas: negarse a pelear en el bando fascista. Matar a un falangista que había torturado a su familia-rehén. Pertenecer, dicen, al partido comunista. De nada valieron las peticiones de clemencia que se cursaron hasta desde el Vaticano, esa cueva (cava) de inmundicia. Tal día como hoy del año 1959, Bernardo Sánchez Bascuñana, verdugo oficial de la Audiencia de Sevilla dio garrote vil al valiente "Correderas". Esto, como comprenderán, es sólo un ejemplo tomado casi al azar.




Para no remontarme a la "década ominosa", arrancaré la genealogía en Casimiro Municio, perteneciente a la sección de los que necesitaba ponerse como una cuba para ejecutar su trabajo que, después, le salía como le salía... ¡casi ni miraba! Hasta tal punto, que un reo, fuera de sí por su impericia, le arrancó medio dedo de un bocado. El puesto lo heredó Cándido Cartón, que junto con el incomprendido (y maestro de Copete), Florencio Fuentes, fueron los únicos verdugos que se mantuvieron en activo desde la República hasta los inicios del franquismo. Y es que el tal Florencio, de Valladolid, le daban ataques de culpabilidad y, además, decía, le hacían la vida imposible a su familia. Pidió la renuncia. Le fue concedida... más un expediente disciplinario. Tras años mendigando, se suicidó en 1970. RIP.
A Cándido (sin duda su madre no sabía el destino del retoño) le sucedió Bartolo Casanueva que, retirado y habiendo estrenado casa en el hermoso y serrano pueblo de Setenil de las bodegas (no lo confundan Vds. con el pueblo de las siete mil bodegas) fue apuñalado no en una ocasión, sino en dos por vengativos anarquistas. Y fue de este Bartolo de quien, Bernardo Sánchez Bascuñana, recibió las artes de matar mientras que en Barcelona estrenaba plaza Vicente López. Bernardo, era enemigo de innovaciones y siempre empleó el mismo antiquísimo garrote. Si mata decentemente...¿para qué quiero cambiar?, contestaba a todos aquellos que le reprochaban su desidia. Fueron 17 los que "fueron traspasados a la eternidad". Siempre se agarró al cargo: su infancia había sido un horror. En el 36 acudió a la Guardia Civil, dirección contraria a la que siguió el "Correderas". En el 49, habiéndose enterado de la vacante de Sevilla fue a pedirla, hizo la demostración correpondiente y se la concedieron. Se mantuvo en su puesto hasta el 72.


Junto con Vicente López Copete y Antonio López Sierra, fueron los "Queridísmos verdugos" de Marín Patino.
Le sucedió José Monero Renomo (Pepe). A él le cupo el honor de ejecutar al último (y único) a ese "desconocido" alemán que corría pareja suerte que Puig Antich. Su torpeza hizo llorar a los hombres de acero que vigilaban el acto. Y al cura, de una aleación mucho más dura ... y eterna.

La otra rama, la levantina, quiero empezarla con Nicomedes Méndez López (sucesor de Lorenzo Huerta) un genio en su oficio, innovador nato. Impulsado por esa naturaleza que dios (?) le había dado, inventó la "variante catalana", muuuucho más suave y rápida; la estrenó con Santiago Salvador, el del Liceo (busquen en el blog). Ramón Casas dejó constancia de su porte en la ejecución de Anacito Peinado.
Nicomedes era verdaderamente puntilloso, el orgullo de la profesión se le notaba a la legua... ¡Cuánto lamentó el retiro! Siempre pensó que había sido precipitado y que su tacto y buen hacer seguían siendo necesarios.
A Nicomedes, le sucedió Rogelio Pérez y a éste Federico Muñoz, ambos muertos por justicieros inolvidables. A Rogelio, torpe donde los hubiera, se lo cargaron en Tarrasa y a Federico en un bar de Vilapicina, a la sombra del Turó de la Peira. Lo de Rogelio era para echarse a llorar, y asi ocurría. Más torpe que Moreno Renomo. Sus actuaciones parecían descuartizamientos. Solana, que acudió en busca de inspiración a una de sus liturgias, lo dejó dicho.



El cuerpo de verdugos nunca ha sido muy extenso. Ha sido un círculo familiar, por así decir, al que la dureza del oficio ha tendido a unir con una fuerza casi electromagnética. Aprendieron como los aprendices, a la sombra de un experto que los iba introduciendo en los misterios del torniquete y de las geometría helicoidales. Y mención especial al maestro de maestros: Lorenzo Huerta; por sus "aulas" pasaron Rogelio, Nicomedes e, incluso, el grandísimo y fino estlista Mayoral. Un verdadero innovador. Un estudioso del oficio.

En fin... Sólo el azar (?) hizo que estuvieran a este lado del tornillo.
A estos, en su mayoría les dio un empujoncito el hambre, pero ¿qué me dicen Vds. de los verdugos por vocación?

Ya me dirán Vds. quién toma bocado después de lo dicho: Dos copuzos de veterano, un cigarrillo lucky luke y a dormir. Y nada, por dios (?), de remolacha cocida.









Propuesta para hoy, día 19 de octubre. Johanna Schopenhauer en Weimar.



Busquen en el “buscador” del blog las entradas sobre Goethe.

1
Johanna Schopenhauer, liberada del yugo conyugal y de su desabrido retoño, deja Hamburgo por Weimar en pos de su héroe, Goethe. El marido hizo lo que pudo: Sabiendo de la afición de su esposa por Werther, se lanzó  desde el tejado del granero y fue encontrado sin vida flotando en una acequia de riego. La cosa no tuvo pathos (ni resonancia), pero liberó, como digo, a la mujer de las obligaciones conyugales (y maternas).

Llegó a Weimar, cuando emigraban las golondrinas y Napoleón (37 años) y los suyos, habiendo sobrepasado el Rhin, caía sobre Turingia cual bandada de estorninos. Le acompañaba su hija Adele (9 años). En Jena, Hegel (36 años) acababa la “Fenomenología del Espíritu”, y en Hamburgo, Arthur, por fidelidad a la memoria del padre, se mustiaba con estudios comerciales.

Holderlin acababa de ser ingresado en una  clínica psiquiátrica de Tübingen, a la espera de su zimmer-torre definitiva en la casa de los Zimmer.

­­Johanna se hospedó los primeros días en el, ahora inexistente, hotel Erbprinz, pared con pared con el Elephant (donde Mann hospeda a Lotte, de visita en Weimar). A los pocos días alquiló una casa, inexistente ahora, en la Schillerstrasse, antes Esplanade, a unos pasos de la recién viuda de Schiller… y allí empezaron sus años de gloria. Era el año 1806 y vísperas de la batalla de Jena. Fue un verdadero bautizo de fuego.
El salón de la duquesa madre Anna-Amalia estaba en plena descomposición, así que la llegada de la “rica extranjera” fue providencial. Su salón, sin poder superar al anterior, fue el primer salón puramente burgués de Alemania,  sólo comparable al que mantenía la judía Rahel Varnhagen en Berlín.


…. (Infórmense Udes. en H. Arend *…Infórmense).

2.


Día 14 de octubre de 1806 (martes):

 “Esta tarde, a las cinco, balas de cañón sobrevuelan el tejado. A las cinco y media, entrada de los cazadores. A las siete incendios y saqueos. Nuestra casa intacta gracias a la entereza y la suerte”, escribió el gran olímpico en su diario. Hegel no pudo escribir lo mismo: su casa fue saqueada. Por suerte, el manuscrito de la Fenomenología había sido expedido el sábado anterior hacia Berlín; y él mismo se trasladó a Nuremberg; allí dará forma a La Ciencia de la Lógica, presupuesto de la obra anterior, pues la Fenomenología sólo tiene sentido en el horizonte de la Ciencia de la Lógica: cada etapa de la Fenomenología es la transcripción de un momento puramente lógico, es decir que en la esencia misma de Dios (Idea) se hayan inscritas todas las vicisitudes que constituyen la aventura de la conciencia ordinaria.






3

¿Entereza? ¿Suerte?... En realidad fue la menostenida Volpius quien, con su determinación, simpatía e inteligencia consiguió mantener intacta la casa, y la vida, del Olímpico. La pareja andaba de boca en boca. ¿Cómo es posible que el Maestro de Alemania haya metido en su casa a una zorra? Y no sólo eso, sino que tuvieron descendencia fuera de la norma. La celosa, y clasicona, señora Stein dirigía el tropel.
Como premio a esa entereza mostrada por la plebeya Volpius, legalizaron, tal día como hoy del año 1806, sus relaciones: “A mi pequeña amiga (y alegría de su cama) que tanto ha hecho por mí y que ha sabido permanecer a mi lado en estas duras horas de prueba, deseo reconocerla civil y formalmente como mía”.


David, en París, daba brillo a “La Consagración de Napoleón y coronación de Josefina”. Beethoven (34 años), enterado del acontecimiento, arranca la portada de la Tercera Sinfonía “Buonaparte” y escribe con furor republicano: Sinfonía Eroica… y siguió con la Apasionata. Goya ejercitaba su muñeca en temas sobre verdugos y caníbales, a la espera de los desastres.

Johanna abrió su “salón” a la vilipendiada amancebada, ahora noble señora de Goethe, y la trató con una humanidad que enterneció al Sabio (“Creo que si Goethe le ha dado su nombre, bien podemos darle los demás una taza de té”, escribía a Arthur) quien, a cambio, correspondió dando lustre a las reuniones de la alegre señora Schopenhauer.
Johanna, tal día como hoy, está escribiendo a su desaborío retoño sus impresiones, incluyendo su conocimiento del jupiterino: “… Y allí encontré a un hombre guapo y de grave apariencia, vestido de negro, que se inclinaba profundamente ante mí y que muy cortésmente me dijo: “permítame que le presente al consejero privado Goethe”. Johanna recorrió el salón con la mirada y no vio a nadie más. Arthur, en Hamburgo, leyó la misiva rebosante de bilis… hasta que leyó el fragmento en el que se le liberaba de la obligación paterna de estudiar las cosas relacionadas con la administración de mercancías: ¡Libertad!




Arthur era, aunque nos parezca increíble, un postadolescente bien parecido. Después perdió los dientes (y el pelo) y así, implosionado, ha pasado a los manuales de historia de la filosofía. Joven, adusto y hosco, asistía a veces al salón materno. Sufría ostentosamente la jovialidad y energía de la madre. Hasta que la madre se cansó y le prohibió terminantemente que volviera: Ya estaba bien de malas caras y de hacer de padre de su madre. No se había quedado viuda para, ahora, tener que soportar la tiranía de un hijo genial e intransigente. ¡Hala a pastar!... “Nosotros somos dos”… ¡Recuérdalo!




Fichte (44 años) había dejado Jena y redactaba en Berlín sus Cartas a la nación Alemana. Wieland (73 años) se entretenía, en Weimar, traduciendo las cartas de Cicerón.  El mayor de los Schlegel (41 años) hacia lo mismo con Calderón. Tieck (33 años) viajaba por Italia, con dificultad (quizás por las botas hasta las rodillas) escribiendo poemas de un inválido y volvió para escribir Retorno del convaleciente. Jean Paul (retirado en Bayreuth), reflexiona sobre la educación, siguiendo, en zig-zag, la estela de Rousseau y Herder. Schelling (31 años) es llamado a la corte de Maximiliano I. Hofmann (30 años) ocupaba puesto en el tribunal de Varsovia. Clemes Brentano (28 años), hundido por la muerte de su compañera, recurre a von Arnim (25 años) y juntos empiezan a idear La cornucopia del muchacho que dedicarían a Goethe. Su hermana Bettina (21 años), intuición femenina, se toma medidas para un vestido negro: su amiga ¡¡Karoline!! acaba de agenciarse un estilete, se ha cortado en el pecho izquierdo y ha dibujado, con su sangre (a lo Esenin) un corazón en el pañuelo que envía a su indeciso amante… pasan los días y en la canícula se clava el estilete. Werther hace furor. Era el 26 de Julio de 1806 y tenía 26 años. El más joven de los Schelegel se convierte el catolicismo. Los, inseparables, hermanos Grimm (20 y 21 años). atraídos por la obra de von Arnim, deciden recopilar leyendas y tradiciones alemanas. Friedrich (32 años) está en la isla Rügen inspirándose.

Haydn, vuelto de Londres, compone su última obra: el cuarteto 82 (¿83?). En realidad el cuarteto (1803) constaba de un Andante y un minueto. Ahora, al final, le está añadiendo un Allegro. Ha impreso unas tarjetas de visita: «Todas mis fuerzas se han ido, soy viejo y estoy cansado» que entregaba cada vez que era solicitado.

La suerte de Johanna empezó a virar en los años patrióticos que siguieron a la derrota definitiva de Napoleón. Y se agravó cuando supo en qué estaba ocupado su de(s)te(s)tado hijo: encuadernando su tesis ¡¡¡Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente!!!  Goethe se refugió en su ciencia y los tés de la Schopenhauer empezaron a enfriarse. Se trasladó a un caserón sito en la Theaterplatz.


Si van a Weimar sitúense frente al Teatro, a su derecha verán un café, frente al Witumpalais (¡pues justo allí!) A sus espaldas quedará el Museo de la Bauhaus. Tomen asiento a una mesita en la terraza del café, junto a una de esas torres petroquímicas, si no quieren acabar congelados. Pidan un cuartillo de korn y entablen conversación con la camarera serbia.

–¿No siente Vd. sobre sus espaldas el tremendo peso de la historia?– le preguntarán cuando esté depositando la mercancía sobre la madera.

–¿Es a mí?– y volverá la cabeza hacia la pareja de inmortales que, pétreos, ven pasar el tiempo.

–Naturalmente!

–La siento en mis piernas– enfundadas en unos calcetines altos y ortopédicos– La historia para mí tocó a su fin hace algunos años– y se marchará por donde ha venido.

Aquí en Weimar se acuñó, por si no lo saben, el perverso término Konfliktlosigkeit, algo así como ocultar la mierda debajo de la alfombra y negar su existencia. Aquí en Weimar, por si no lo saben, estaba el campo de exterminio de Buchenwald. Que ¿por qué Buchenwald y no Ettenberg, donde en efecto estaba? Pues, fácil, Goethe y la Stein iban a sentarse bajo la sombra del famoso roble. Ettenberg estaba asociado a la cultura clásica alemana… y no era plan de… Y, por si no lo saben, Weimar es el topónimo, el patronímico, por así decir, del famoso perro-braco-gris rata (seleccionado por el Gran Duque Carlos_Augusto, el mismo que invitó a Goethe a instalarse en su corte), uno de cuyos ejemplares no me quita ojo desde debajo de la mesa vecina.


Joahanna siguió la pendiente. Thomas Mann se olvidó de ella, aunque no de Adele. Un desastre financiero en 1819, mientras su hijo acababa de publicar El mundo como voluntad y representación, clausuró definitivamente cualquier esperanza. Por suerte sus escritos se vendían lo suficiente como para alimentar a las dos mujeres, pues Adèle siguió a su vera hasta el final, soltera, fiel a los principios del arte y a los de su madre. Esos ingresos se complementaban con una pequeña pensión que le venía de la corte, in memoriam de la gloria pasada. Tan escasa era que tuvo que dejar Weimar e ir, pasando por Bonn, a morir a Jena, cuando ya no quedaba nada de su antiguo esplendor… sólo redobles de tambores. Era el año 1838.

4
No podemos concluir el día sin un recuerdo para Camille Claudel, a quien su putrefacto hermano, inmediatamente después de la muerte del padre, encerró en el psiquiátrico de Ville Évrard. Pasados dos meses, parece que arrepentido, la sacó… para internarla de por vida en el manicomio de Monte de las Vírgenes, colina calcárea del cretáceo inferior, en las afueras de Aviñon.











RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...