(Los asteriscos * remiten a efémeras “razones
efemerísticas”)
1.
Las noticias de lo acontecido en Berlín el día 6 de
diciembre (1918) llegaron a Munich:
“En la noche del
7 de diciembre, he sido asaltado por cuatrocientas personas armados y forzado a
abandonar mi cargo. Cediendo a la violencia, declaro que presento mi dimisión
como ministro del interior”. Así se expresó Auer, socialdemócrata
fiel a Berlín. Sus palabras, declamadas en ropa interior, sonaron a vodevil. Y así fue. Al día siguiente
todo volvió a su cauce.
Becker se encuentra con Hilde y por la noche mantiene una grave
conversación con Maus:
“…Ahora se
necesita a cada persona y más a una como tú. Has dado tu sangre ahí fuera. Nos
lo debemos a nosotros y a los muertos… Tú conoces a esos pobres desgraciados que
cayeron. ¿Por qué? Desde luego, no para volver a las viejas infamias. Nosotros
somos sus herederos, sus albaceas. La muerte de millones de personas tiene que
tener un resultado, consecuencias. Nosotros, los que hemos salido con vida,
somos los más próximos a la hora de sacar consecuencias. Y tienes que ver cómo trabajan
los otros para que no haya consecuencias. Tendrías que verlos donde mi padre.
Cuando veo a esos viejos y fríos canallas conspirar, podría matarlos a todos. Y
sería lo mejor, matarlos a todos. No habrá paz hasta que no estén todos
muertos. Seguirán haciendo sus canalladas, harán matar a tiros en la calle a
gente pacífica que sólo quiere protestar… ¡ni siquiera llevan armas! Esto no es
vida para una persona.
–¿Qué quieres
que haga yo?
Maus le acarició
la mano:
–No quiero que
te obligues…, si no puedes andar, dímelo.”
(…)
“ (…) ¿Vamos a
tener paz si los cínicos, que nos miran como una posesión suya, como su
propiedad hereditaria, vuelven a estar arriba? Tú sabes que de ahí no saldrá
más que guerra y crimen, y otra vez guerra y crimen. Y, si te quedas quieto, si
te quedas al margen, te hacen cómplice”
Becker quiere refugiarse en sus Sófocles, Dante,
Kant…pero estos permanecen mudos. El “humanismo”
no da respuestas a la guerra imperialista ni a la lucha de clases. Toda una
vida echada por la borda. La locura acecha. El clavo de donde cuelga la lámpara
de techo está ansioso por ser útil.
“Hegel” se
mosquea porque no lo cito en la lista de los “humanistas”. Le lanzo una rodaja de chóper de pavo y sus mosqueos
se desvanecen “euridicianamente”. Pero
agita un calcetín como pidiendo más explicaciones. Y no sólo eso, sino que lo
deglute.
–“Hegel”, Hegel
no es humanista. La cosa no va contigo. De Hegel podremos sacar algún provecho.
Los celos le pueden y se traga el calcetín. Y,
además, depone en medio del comedor-sala de estar-casi dormitorio. Los
conductistas aconsejarían una respuesta inmediata y contundente. Yo me inclino
por el psicoanálisis. Intento hacerle consciente del origen de sus celos y le
prometo mi amor eterno.
–¿Cómo puedes
prometer lo que aún no ha llegado?–– Entre sollozos.
–Es un decir.
–Es un decir, es
un decir… ¿Cómo puedo saber que me querrás siempre?
–Tienes que
confiar en mí.
–Me acordaré
toda la vida. Llegará un momento en que podré comerte. No me mientas.
–“Heglito” daría
mi vida por ti… ¿te basta con esto?
–¡Me sobra!
Y así, con el corazón descargado y ligero, salimos a
enfrentarnos con esta fría y desapacible mañana de diciembre. Hegel parece un “cachirulo” atado por la cola. Salta
detrás de las palomas; en pos de las hojas que, como pinceladas “cezannianas”, definen el espacio y lo
estructuran.
En efecto, en la puerta del “Condis” se cumple la amenaza lanzada ayer por el encargado: Un tumulto pretende emular la asamblea espontánea que tuvo lugar ayer en la cantina del “Día”. Nada que ver. Aquello fue arrebato revolucionario. Lo de hoy es una convocatoria oficial. La diferencia salta a la vista: Han colocado mesa presidencial y nadie pimpla.
–(…) ¡Pues ya
tiene Vd. derecho a decidir qué detergente quiere!
–Sra. A mí me
gustaría también…etc…etc
El butanero guatemalteco, que está demostrando ser
la persona más equilibrada del barrio, deja la bombona en el portal contiguo y
acude con la soflama lista:
–A propósito de Reforma
o Revolución…
–Eso no toca.
Eso fue ayer. No está en el orden del día. Además ¡pida palabra!
–O sea que no
les interesa la histórica y germinal disputa entre Kautsky y Bernstein…
Un murmullo bate las alas, se eleva por encima de
las acacias y se mezcla con el graznido de las cotorras. El butanero se queda
perplejo y piensa: Pues si no quieren discutir sobre Reforma y Revolución,
quizás les conviniera saber algo acerca de lo que ocurrió en la aldea de “Dos
erres”, en el municipio de La Libertad, en Petén, mi país. Era tal día como hoy, del año 1982.
En realidad la cosa duró tres días. Allí se unió el Libre Comercio, la ICA estadounidense,
el Banco Mundial, las organizaciones por los derechos humanos y los
imprescindibles sicarios que, para más inri, vestían uniformes de la guerrilla.
El pozo quedó lleno hasta los topes. Reagan felicitó a Ríos (“de sangre”) Montt
y le prometió ayuda por su esfuerzo en mejorar las condiciones de vida del
pueblo guatemalteco. Chomsky (*) dio testimonio.
Y tas formular para sí mismo estas reflexiones, coge la bombona y se dirige al 4º piso, tarareando aquello de un “bolsillo lleno de flores para mi tumba”, y pensando que en su pueblo son 5 de la mañana y celebran “el día de las velitas”; que en Helsinki es la una de la tarde y que en Nueva York está a punto de amanecer…Y así repasa el recorrido del sol por este universo-mundo. Un sol sujeto a la repetición como él mismo a esta pesada carga del hermoso color de las naranjas.
“Hegel” harto de tanta palabrería lanza un sonido a
lo Tom Waits (*), señal inequívoca, de que su paciencia está a punto de
desbordarse.
–¡Un poco de
consideración con el movimiento popular! Y ahora te esperas…no voy a
desaprovechar la cercanía del “Condis” porque tú te aburras.
Tom Waits ganó más dinero con las demandas que con
su carrera musical. Toda una fortuna que ha ido donando. Y es que tenía
prohibido la utilización de su música con fines “publicitarios”. A los que más le sacó fue a los fabricantes de
coches. Tal día como hoy, del año 1930, en Boston, el
canal W1XAV (¡¡), con una definición de 48 líneas verticales y a 15 cuadros por
segundo, emitió el primer video de música y el primer anuncio comercial.
¿Han probado Vds. las alcachofas rellenas? Seguro
que sí. Yo las relleno de jamón y huevo: limpio el “alcacil” como se acostumbra y lo vacío un poco. Pocho una cebolla,
añado virutas de jamón, vino blanco, trocitos de huevo cocido y la carne de la
alcachofa. Con esa masa relleno el hueco ennegrecido de este miembro de las Asteraceae. Las rocío con pan
rallado y las pongo a gratinar. El resultado es espectacular. El vino, sin
embargo, empeora. Eso se arregla con un carajillo al 50% con remolque de “Terry” de malla.
Advertencia: Fíjense en estos destilados y
observarán que nos han hurtado 5 grados por el morro y ello no se ha reflejado
en el precio. Han pasado de “aguardientes”
a “espirituosos”, con el consiguiente
ahorro fiscal. Todo un atraco. O sea que
tendré que abandonar el Terry y pasarme al Torres (de 40º). O a la absenta “La Loca” que utilizan en cirugía de
emergencia.
2.
No es fácil que se derrumbe un puente secular orgullo de una ciudad. Y menos que Vds. sean testigos. Bueno pues señores eso ocurrió el 1 de agosto de 1976 en Viena. Y yo estaba allí. Fueron mis primeras vacaciones normales. Es decir con dinero para gastos y con una bolsa “fin de semana” que no fuera un saco del “Corte Inglés”. Aproveché la amnistía del día 31 de julio y volé a la que entonces era mi objeto de deseo (recuerden Vds. que estaba de moda la “Viena- fin- de-siglo” y, quien más y quien menos había escrito algo al respecto o pensaba hacerlo: era necesario, pues, una visita por somera que esta fuese. Me veo en el Prater, bajo la noria de “el tercer hombre”, silbando la música de Anton Karas. Una de mis grandes aficiones es cruzar puentes. He cruzado miles, tantos como contiene la ciudad real e imperial. Los que más me estremecen son los de Belgrado; los que más me emocionan, los de París; los que me dejan frío, los de Venecia; los que me arrebatan, los de Leningrado; los que cruzo como “perico por su casa”, los de Amsterdam. Los que dan pánico, de verdad, son los de Brujas. Y el que cruzo con más aprensión, el del Besós.
Crucé, con indiferencial, el Reichsbrücke, que durante una breve temporada tomó el nombre de “Puente del ejército rojo” y me dirigí al parque del Danubio. Allí me pedí un bocadillo de atún con olivas pero acabé comiéndome un “gofre”, un objeto que no había visto en mi vida. Algo repugnante. Me imaginaba paseando por los lugares del teniente Gusti o buscando “amoríos” como en “La Ronda”. Llegó la noche, gocé de la media luna y me comí otro “gofre”, para ver si le encontraba algún atractivo. Ya asomaba Aurora sus rosáceos dedos por la parte de Bratislava, cuando tomé un taxi (en aquella zona, los hay, sobre todo la noche del sábado al domingo) para volver al centro. Bueno, pues no pudimos cruzar el puente. Allí estaba, como una mantis abrevando. Algo bárbaro. La catástrofe se saldó con un sólo muerto: un aburrido conductor de autobús que transportaba a tres desnortados que huían de su hogar. Un anónimo ciudadano K. que ansiaba llegar a su domicilio conyugal a bordo de una “escarabajo”, pinchó una rueda y la catástrofe le pilló de cuclillas intentando inútilmente colocar el gato. Salió ileso. Al coleóptero se lo llevó la corriente.
La orilla del Danubio estaba a parir de fotógrafos,
como si se tratara de una nueva víctima de un asesino en serie.
No es lo mismo, pero por la época en la que se
construía el puente original, moría (tal
día como hoy, del año 1894) Ferdinand de Lesseps. Dos días después
empezaba el principio del fiasco total del canal de Panamá (o sea que lo de
Sacyr-Vallermoso ya tenía un precedente), famoso por poner en circulación los
sombreros de jipijapa y porque atrajo al mismísimo Gauguin. Lesseps ya había
construido el exitoso canal de Suez (¡vaya historia esta de los canales!).
Puestos a derrumbar el puente podían habérselo encargado al ingeniero francés.
Con la separación de Panamá de Colombia se arregló la cosa para que los
americanos del norte se hicieran cargo de las obras y el asunto se encarriló.
Por cierto en Colombia hoy celebran “la
quema del diablo”. Digo yo si no utilizarán las “velitas” de los guatemaltecos.
El proyecto ganador para su reconstrucción (¿) se
llamaba algo así como “Proyecto Nestroy”
. Se realizó en 1980. No sé si finalmente el puente se quedó con el rancio
nombre antiguo o ha tomado el nombre del proyecto. Tal día como hoy, del año 1801, nació en Viena el cantante,
dramaturgo, actor: Johann Nestroy. Famoso
por su ironía, mordacidad, acidez, juegos de palabras (su obra más famosa: “Lumpacivagabundus”). Su nombradía es tal que el máximo galardón
de las letras austríacas (el Óscar) lleva su nombre. El tema del colapso del
puente hubiera tenido recorrido en sus manos.
Por cierto “mi” clínica
de referencia es el “centro médico Lesseps”, un entresuelo siniestro en
donde hasta los médicos parecen impostores. Es como un decorado falso sobre el
que cada día actúa un nuevo reparto. De vez en cuando sale alguien con una bata
blanca y un fonendoscopio colgado al cuello; otras, se pasea por la
sala-pasillo una enfermera con un frasquito con líquido color azafrán. La
indiferencia del público es absoluta; de vez en cuando cruza la escena una
enfermera con un paquete de papeles que parecen historias clínicas, pero que,
seguro, no lo son. Son folios en blanco. Allí, en ese antro intermedio entre la
imposible plaza y la laguna Estigia, me atienden de mis dolencias. A veces, lo
he observado, hay pacientes que entran y YA no salen. Lo peor, sin embargo, es
el hilo musical. Están abonados a Bertín Osborne (*): “Perdóname”, “¿Qué
nos pasa esta mañana?”, “Tú, sólo tú”…son como mensajes
subliminares. Sólo falta que nos inviten a una copita de “anís del mono”,
propiedad de los condes de Osborne (dignidad concedida por Pío IX… ¡qué mala es
la saga de los Píos!)
Ven Vds. como todo va
encajando. Basta que te den unos cuantos datos.
“Hegel” ya hace tiempo
que ha perdido cualquier atisbo de interés y duerme a pierna suelta.
Si por un casual van vds.
a Arpino, en el Lazio italiano, en pos de las huellas de Cicerón (*), no caigan
en la tentación de apuntarse a la salida turística que ofrece (¡pagando!) el
ayuntamiento de la ciudad, sólo sacarán de tal dispendio una monstruosa foto de
grupo. Diríjanse al “Corso Tulliano” (en honor del orador), siéntense a
una de las miserables mesitas de plástico del restaurante Mancini y contemplen
el magnífico vergel que tendrán delante de sus ojos. Ni se les ocurra pedir
manos de cerdo ni cabeza de cordero: el
cantinero le echará una “filípica” que les obligará a abandonar el local
con el rabo entre las piernas. Si piden garbanzos, habrá sangre. Y es que allí
tienen el alta estima, cosa natural, al hijo más prominente de la localidad.
Aunque el cuestor, edil, pretor, cónsul y asesinado Cicerón tenía más
residencias que sucursales de “la Caixa”. Pidan lo normal: “antipasti”
y unos espaguetis “alla putanesca”… ¡y se evitarán problemas!
Cuando llegue la hora de los aguardientes no se dejen llevar por la alegría y comiencen a cantar aquello de “Plato, Cicero, summum Aristoteles ceciderunt in profundum lacum”, los contertulios les reprenderán con más dureza que el maestro de Telemann. Y puede que acaben arrojados al fondo del lago de “Posta Fibreno”. El consejo es claro: “toreen” la situación. Refúgiense en un eclecticismo un tanto escéptico y no tendrán problemas. Rocíen sus comentarios de estoicismo sureño y atrévanse (queda bien) con algún escolio epicúreo. El círculo se ampliará para dar cabida a un forastero inteligente y pasarán la tarde la mar de bien. Bien es verdad que a Cicerón no le valieron tantas prevenciones: le cortaron la cabeza y las manos y las expusieron al escarmiento público. Cicerón se limitó a decir: “Trántelas con delicadeza”…Y en cuanto “…eza” acabó de salir dificultosamente por entre sus dientes apretados, la cabeza cayó al capazo.
Y para acabar, les
confesaré algo que, espero, no salga de aquí. ¡Estoy emparentado con los Millet!
Hay que remontarse bastante, pero se llega. Saltando de rama en rama alcanzamos
a Lluís Millet, natural de El Masnou y muerto tal día como hoy,
del año 1941. Bien es verdad que mi
relación es “política” y que no tengo entrada libre en el Palau. Pero lo
que es, es. Y no puede no ser.
¡Vaya día enrevesado,
este de San Ambrosio!
Cuando vuelvo, Hegel sigue durmiendo.