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sábado, 7 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, 7 de diciembre. Alemania. Asamblea en el Condis. Viena. Cicerón.



(Los asteriscos * remiten a efémeras “razones efemerísticas”)
1.
Las noticias de lo acontecido en Berlín el día 6 de diciembre (1918) llegaron a Munich:
“En la noche del 7 de diciembre, he sido asaltado por cuatrocientas personas armados y forzado a abandonar mi cargo. Cediendo a la violencia, declaro que presento mi dimisión como ministro del interior”. Así se expresó Auer, socialdemócrata fiel a Berlín. Sus palabras, declamadas en ropa interior, sonaron a vodevil. Y así fue. Al día siguiente todo volvió a su cauce.

         
  

Becker se encuentra con Hilde  y por la noche mantiene una grave conversación con Maus:
 
“…Ahora se necesita a cada persona y más a una como tú. Has dado tu sangre ahí fuera. Nos lo debemos a nosotros y a los muertos… Tú conoces a esos pobres desgraciados que cayeron. ¿Por qué? Desde luego, no para volver a las viejas infamias. Nosotros somos sus herederos, sus albaceas. La muerte de millones de personas tiene que tener un resultado, consecuencias. Nosotros, los que hemos salido con vida, somos los más próximos a la hora de sacar consecuencias. Y tienes que ver cómo trabajan los otros para que no haya consecuencias. Tendrías que verlos donde mi padre. Cuando veo a esos viejos y fríos canallas conspirar, podría matarlos a todos. Y sería lo mejor, matarlos a todos. No habrá paz hasta que no estén todos muertos. Seguirán haciendo sus canalladas, harán matar a tiros en la calle a gente pacífica que sólo quiere protestar… ¡ni siquiera llevan armas! Esto no es vida para una persona.

–¿Qué quieres que haga yo?

Maus le acarició la mano:

–No quiero que te obligues…, si no puedes andar, dímelo.”
(…)

“ (…) ¿Vamos a tener paz si los cínicos, que nos miran como una posesión suya, como su propiedad hereditaria, vuelven a estar arriba? Tú sabes que de ahí no saldrá más que guerra y crimen, y otra vez guerra y crimen. Y, si te quedas quieto, si te quedas al margen, te hacen cómplice”

Becker quiere refugiarse en sus Sófocles, Dante, Kant…pero estos permanecen mudos. El “humanismo” no da respuestas a la guerra imperialista ni a la lucha de clases. Toda una vida echada por la borda. La locura acecha. El clavo de donde cuelga la lámpara de techo está ansioso por ser útil.

Hegel” se mosquea porque no lo cito en la lista de los “humanistas”. Le lanzo una rodaja de chóper de pavo y sus mosqueos se desvanecen “euridicianamente”. Pero agita un calcetín como pidiendo más explicaciones. Y no sólo eso, sino que lo deglute. 

–“Hegel”, Hegel no es humanista. La cosa no va contigo. De Hegel podremos sacar algún provecho.

Los celos le pueden y se traga el calcetín. Y, además, depone en medio del comedor-sala de estar-casi dormitorio. Los conductistas aconsejarían una respuesta inmediata y contundente. Yo me inclino por el psicoanálisis. Intento hacerle consciente del origen de sus celos y le prometo mi amor eterno.

–¿Cómo puedes prometer lo que aún no ha llegado?–– Entre sollozos.

–Es un decir. 

–Es un decir, es un decir… ¿Cómo puedo saber que me querrás siempre?

–Tienes que confiar en mí. 

–Me acordaré toda la vida. Llegará un momento en que podré comerte. No me mientas.

–“Heglito” daría mi vida por ti… ¿te basta con esto?

–¡Me sobra!

Y así, con el corazón descargado y ligero, salimos a enfrentarnos con esta fría y desapacible mañana de diciembre. Hegel parece un “cachirulo” atado por la cola. Salta detrás de las palomas; en pos de las hojas que, como pinceladas “cezannianas”, definen el espacio y lo estructuran.  













En efecto, en la puerta del “Condis” se cumple la amenaza lanzada ayer por el encargado: Un tumulto pretende emular la asamblea espontánea que tuvo lugar ayer en la cantina del “Día”. Nada que ver. Aquello fue arrebato revolucionario. Lo de hoy es una convocatoria oficial. La diferencia salta a la vista: Han colocado mesa presidencial y nadie pimpla.


–(…) ¡Pues ya tiene Vd. derecho a decidir qué detergente quiere! 

–Sra. A mí me gustaría también…etc…etc

El butanero guatemalteco, que está demostrando ser la persona más equilibrada del barrio, deja la bombona en el portal contiguo y acude con la soflama lista:

–A propósito de Reforma o Revolución…

–Eso no toca. Eso fue ayer. No está en el orden del día. Además ¡pida palabra!

–O sea que no les interesa la histórica y germinal disputa entre Kautsky y Bernstein…

Un murmullo bate las alas, se eleva por encima de las acacias y se mezcla con el graznido de las cotorras. El butanero se queda perplejo y piensa: Pues si no quieren discutir sobre Reforma y Revolución, quizás les conviniera saber algo acerca de lo que ocurrió en la aldea de “Dos erres”, en el municipio de La Libertad, en Petén, mi país. Era tal día como hoy, del año 1982. En realidad la cosa duró tres días. Allí se unió el Libre Comercio, la ICA estadounidense, el Banco Mundial, las organizaciones por los derechos humanos y los imprescindibles sicarios que, para más inri, vestían uniformes de la guerrilla. El pozo quedó lleno hasta los topes. Reagan felicitó a Ríos (“de sangre”) Montt y le prometió ayuda por su esfuerzo en mejorar las condiciones de vida del pueblo guatemalteco. Chomsky (*) dio testimonio.






Y tas formular para sí mismo estas reflexiones, coge la bombona y se dirige al 4º piso, tarareando aquello de un “bolsillo lleno de flores para mi tumba”, y pensando que en su pueblo son 5 de la mañana y celebran “el día de las velitas”; que en Helsinki es la una de la tarde y que en Nueva York está a punto de amanecer…Y así repasa el recorrido del sol por este universo-mundo. Un sol sujeto a la repetición como él mismo a esta pesada carga del hermoso color de las naranjas.

“Hegel” harto de tanta palabrería lanza un sonido a lo Tom Waits (*), señal inequívoca, de que su paciencia está a punto de desbordarse.  

–¡Un poco de consideración con el movimiento popular! Y ahora te esperas…no voy a desaprovechar la cercanía del “Condis” porque tú te aburras.

Tom Waits ganó más dinero con las demandas que con su carrera musical. Toda una fortuna que ha ido donando. Y es que tenía prohibido la utilización de su música con fines “publicitarios”. A los que más le sacó fue a los fabricantes de coches. Tal día como hoy, del año 1930, en Boston, el canal W1XAV (¡¡), con una definición de 48 líneas verticales y a 15 cuadros por segundo, emitió el primer video de música y el primer anuncio comercial. 

¿Han probado Vds. las alcachofas rellenas? Seguro que sí. Yo las relleno de jamón y huevo: limpio el “alcacil” como se acostumbra y lo vacío un poco. Pocho una cebolla, añado virutas de jamón, vino blanco, trocitos de huevo cocido y la carne de la alcachofa. Con esa masa relleno el hueco ennegrecido de este miembro de las Asteraceae. Las rocío con pan rallado y las pongo a gratinar. El resultado es espectacular. El vino, sin embargo, empeora. Eso se arregla con un carajillo al 50% con remolque de “Terry” de malla.
Advertencia: Fíjense en estos destilados y observarán que nos han hurtado 5 grados por el morro y ello no se ha reflejado en el precio. Han pasado de “aguardientes” a “espirituosos”, con el consiguiente ahorro fiscal. Todo un atraco.  O sea que tendré que abandonar el Terry y pasarme al Torres (de 40º). O a la absenta “La Loca” que utilizan en cirugía de emergencia.  

2.




No es fácil que se derrumbe un puente secular orgullo de una ciudad. Y menos que Vds. sean testigos. Bueno pues señores eso ocurrió el 1 de agosto de 1976 en Viena. Y yo estaba allí. Fueron mis primeras vacaciones normales. Es decir con dinero para gastos y con una bolsa “fin de semana” que no fuera un saco del “Corte Inglés”. Aproveché la amnistía del día 31 de julio y volé a la que entonces era mi objeto de deseo (recuerden Vds. que estaba de moda la “Viena- fin- de-siglo” y, quien más y quien menos había escrito algo al respecto o pensaba hacerlo: era necesario, pues, una visita por somera que esta fuese.  Me veo en el Prater, bajo la noria de  el tercer hombre”, silbando la música de Anton Karas. Una de mis grandes aficiones es cruzar puentes. He cruzado miles, tantos como contiene la ciudad real e imperial. Los que más me estremecen son los de Belgrado; los que más me emocionan, los de París; los que me dejan frío, los de Venecia; los que me arrebatan, los de Leningrado; los que cruzo como “perico por su casa”, los de Amsterdam. Los que dan pánico, de verdad, son los de Brujas. Y el que cruzo con más aprensión, el del Besós. 

Crucé, con indiferencial, el Reichsbrücke, que durante una breve temporada tomó el nombre de “Puente del ejército rojo” y me dirigí al parque del Danubio. Allí me pedí un bocadillo de atún con olivas pero acabé comiéndome un “gofre”, un objeto que no había visto en mi vida. Algo repugnante. Me imaginaba paseando por los lugares del teniente Gusti o buscando “amoríos” como en “La Ronda”. Llegó la noche, gocé de la media luna y me comí otro “gofre”, para ver si le encontraba algún atractivo. Ya asomaba Aurora sus rosáceos dedos por la parte de Bratislava, cuando tomé un taxi (en aquella zona, los hay, sobre todo la noche del sábado al domingo) para volver al centro. Bueno, pues no pudimos cruzar el puente. Allí estaba, como una mantis abrevando. Algo bárbaro. La catástrofe se saldó con un sólo muerto: un aburrido conductor de autobús que transportaba a tres desnortados que huían de su hogar. Un anónimo ciudadano K. que ansiaba llegar a su domicilio conyugal a bordo de una “escarabajo”, pinchó una rueda y la catástrofe le pilló de cuclillas intentando inútilmente colocar el gato. Salió ileso. Al coleóptero se lo llevó la corriente.

La orilla del Danubio estaba a parir de fotógrafos, como si se tratara de una nueva víctima de un asesino en serie. 

No es lo mismo, pero por la época en la que se construía el puente original, moría (tal día como hoy, del año 1894) Ferdinand de Lesseps. Dos días después empezaba el principio del fiasco total del canal de Panamá (o sea que lo de Sacyr-Vallermoso ya tenía un precedente), famoso por poner en circulación los sombreros de jipijapa y porque atrajo al mismísimo Gauguin. Lesseps ya había construido el exitoso canal de Suez (¡vaya historia esta de los canales!). Puestos a derrumbar el puente podían habérselo encargado al ingeniero francés. Con la separación de Panamá de Colombia se arregló la cosa para que los americanos del norte se hicieran cargo de las obras y el asunto se encarriló. Por cierto en Colombia hoy celebran “la quema del diablo”. Digo yo si no utilizarán las “velitas” de los guatemaltecos.

El proyecto ganador para su reconstrucción (¿) se llamaba algo así como “Proyecto Nestroy” . Se realizó en 1980. No sé si finalmente el puente se quedó con el rancio nombre antiguo o ha tomado el nombre del proyecto. Tal día como hoy, del año 1801, nació en Viena el cantante, dramaturgo, actorJohann Nestroy. Famoso por su ironía, mordacidad, acidez, juegos de palabras (su obra más famosa: “Lumpacivagabundus”). Su nombradía es tal que el máximo galardón de las letras austríacas (el Óscar) lleva su nombre. El tema del colapso del puente hubiera tenido recorrido en sus manos.




Por cierto “mi” clínica de referencia es el “centro médico Lesseps”, un entresuelo siniestro en donde hasta los médicos parecen impostores. Es como un decorado falso sobre el que cada día actúa un nuevo reparto. De vez en cuando sale alguien con una bata blanca y un fonendoscopio colgado al cuello; otras, se pasea por la sala-pasillo una enfermera con un frasquito con líquido color azafrán. La indiferencia del público es absoluta; de vez en cuando cruza la escena una enfermera con un paquete de papeles que parecen historias clínicas, pero que, seguro, no lo son. Son folios en blanco. Allí, en ese antro intermedio entre la imposible plaza y la laguna Estigia, me atienden de mis dolencias. A veces, lo he observado, hay pacientes que entran y YA no salen. Lo peor, sin embargo, es el hilo musical. Están abonados a Bertín Osborne (*): “Perdóname”, “¿Qué nos pasa esta mañana?”, “Tú, sólo tú”…son como mensajes subliminares. Sólo falta que nos inviten a una copita de “anís del mono”, propiedad de los condes de Osborne (dignidad concedida por Pío IX… ¡qué mala es la saga de los Píos!)

Ven Vds. como todo va encajando. Basta que te den unos cuantos datos. 

“Hegel” ya hace tiempo que ha perdido cualquier atisbo de interés y duerme a pierna suelta. 

Si por un casual van vds. a Arpino, en el Lazio italiano, en pos de las huellas de Cicerón (*), no caigan en la tentación de apuntarse a la salida turística que ofrece (¡pagando!) el ayuntamiento de la ciudad, sólo sacarán de tal dispendio una monstruosa foto de grupo. Diríjanse al “Corso Tulliano” (en honor del orador), siéntense a una de las miserables mesitas de plástico del restaurante Mancini y contemplen el magnífico vergel que tendrán delante de sus ojos. Ni se les ocurra pedir manos de cerdo  ni cabeza de cordero: el cantinero le echará una “filípica” que les obligará a abandonar el local con el rabo entre las piernas. Si piden garbanzos, habrá sangre. Y es que allí tienen el alta estima, cosa natural, al hijo más prominente de la localidad. Aunque el cuestor, edil, pretor, cónsul y asesinado Cicerón tenía más residencias que sucursales de “la Caixa”. Pidan lo normal: “antipasti” y unos espaguetis “alla putanesca”… ¡y se evitarán problemas! 





Cuando llegue la hora de los aguardientes no se dejen llevar por la alegría y comiencen a cantar  aquello de “Plato, Cicero, summum Aristoteles ceciderunt in profundum lacum”, los contertulios les reprenderán con más dureza que el maestro de Telemann. Y puede que acaben arrojados al fondo del lago de “Posta Fibreno”. El consejo es claro: “toreen” la situación. Refúgiense en un eclecticismo un tanto escéptico y no tendrán problemas. Rocíen sus comentarios de estoicismo sureño y atrévanse (queda bien) con algún escolio epicúreo. El círculo se ampliará para dar cabida a un forastero inteligente y pasarán la tarde la mar de bien. Bien es verdad que a Cicerón no le valieron tantas prevenciones: le cortaron la cabeza y las manos y las expusieron al escarmiento público. Cicerón se limitó a decir: “Trántelas con delicadeza”…Y en cuanto “…eza” acabó de salir dificultosamente por entre sus dientes apretados, la cabeza cayó al capazo.


Y para acabar, les confesaré algo que, espero, no salga de aquí. ¡Estoy emparentado con los Millet! Hay que remontarse bastante, pero se llega. Saltando de rama en rama alcanzamos a Lluís Millet, natural de El Masnou y muerto tal día como hoy, del año 1941.  Bien es verdad que mi relación es “política” y que no tengo entrada libre en el Palau. Pero lo que es, es. Y no puede no ser. 




¡Vaya día enrevesado, este de San Ambrosio!

Cuando vuelvo, Hegel sigue durmiendo.




RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...