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lunes, 22 de abril de 2013

Propuesta para hoy, día 22 de abril."Hero y Leandro"



Los arteriscos, como saben, indican razones efemerídicas.

Con el fin de que adquieran vds. una gran afición por la melancólica, e injustamente tratada, Belgrado, les copio esta cita:
“Allí el hombre entró en el edificio, pero dejó el rollo fuera, en el suelo. Sobre el papel estaba escrito: “Morirás por el fuego”. Y bajo estas palabras había una fecha: 22 de abril de 1739” (“La cara interna del viento” de Milorad Pavic).

Uno de los grandes placeres: leer en el sitio adecuado la lectura adecuada. Si pudiera…Pero ¿¡por qué no voy a poder!?...Bueno, pues antes de tomar el puente de Pancevo, métanse por los locales destartalados que llegan hasta las espesas aguas de Danubio marrón…encontrarán algún sitio que les guste y lean tranquilamente esta novela que les aconsejo. Coman un bocata…¡no se atrevan con el pescado atiborrado de cianuro! Al atardecer vuelvan sobre sus pasos y, por la “Dunavska”, diríjanse a la calle “Dobrachina”. Busquen un bar y sigan leyendo la segunda (¿) parte (“Hero”).

“Era el 22 de abril de 1739, Leandro lo sabía, pero no sabía que las dos torres de la puerta del Sava en Belgrado ya estaban minadas (…) eran las 12’5 cuando una terrible explosión…”

 


Se cruzarán conmigo muchas veces, pero no me reconocerán…calzo mi  barbuda alma serbia y pimplo con frenesí por todos los rincones de esta martirizada ciudad. Aquí la gente es amable con los bebedores…¡Dios (¿) los bendiga! Beban a mi cuenta…¡mis Custodios pagan!

La novela es una “recreación”(¿) del mito de “Hero y Leandro”… Y un juego espacio-temporal en el que se debaten lo masculino, lo femenino y lo común (la muerte). Lean vds. el “mito” de “Leandro y Hero” y aumentará su aprecio por la novela. Y, al mismo tiempo, podrán gozar, gracias al conocimiento adquirido, de las muchas citas y referencias a la “leyenda” que se incrustan en autores de su (de vds.) predilección: sobre todo en Shakespeare (*): “Como gustéis” acto IV. Escena I

ORLANDO.— Mi bella Rosalina, me he retrasado menos de una hora.
ROSALINA.— ¿Faltar a promesa de amor una hora? A quien divida un minuto en mil partes y falte a una parte de la milésima parte de un minuto en asuntos de amor, talvez Cupido le haya tocado en el hombro, pero el corazón seguro que lo tiene intacto.

Observen vds. el sentido del tiempo de Rosalina (…¡eleático!...) y compárenlo con el de Grucho Marx (dedicatoria de “Memorias de un amante sarnoso”)

ORLANDO.— Perdonadme, querida Rosalina.
ROSALINA.— Si sois tan calmoso, no volváis a verme. Prefiero que me corteje un caracol.
ORLANDO.— ¿Un caracol?
ROSALINA.— Sí, un caracol. Pues, aunque ande lento, lleva la casa a cuestas: algo que vos no aportáis al matrimonio. Además, arrastra su propio destino.
ORLANDO.— ¿Y cuál es?
ROSALINA.— Los cuernos, que gentes como vos deben agradecer a sus esposas. Pero él ya es portador de su fortuna y se adelanta a la deshonra.
(..)

Sigue la conversación en ese tono y llega a esta situación tragicómica:

ROSALINA.— Pues en su nombre digo que os rechazo.
ORLANDO.— Entonces en mi nombre moriré.
ROSALINA.— ¡Ah, no! Morid por poderes. Este pobre mundo tiene cerca de seis mil años y hasta ahora ningún hombre ha muerto en nombre propio, es decir por amor. A Troilo le sacaron los sesos con una maza griega, y eso que ya intentó morir antes y que es ejemplo de amor. Leandro habría vivido sus buenos largos años aunque Hero se hubiera metido a monja de no haber sido por una ardiente noche de verano. Pues, querido joven, fue a bañarse al Helesponto, le dio un calambre y se ahogó, y los cronistas de la época lo achacaron a Hero de Sestos. Pero todo eso son mentiras. Los hombres se mueren y se pudren, pero no por amor.

(sigan vds. disfrutando …) 

Principio del formulario
Final del formulario
Somos como gusanos en un inmenso queso de agujeros, siendo el tiempo esa gran masa láctea. Te introduces por uno y sales por un agujero antípoda…justo en el momento en el que una ratita se dispone a darle un mordisco. Dentro del queso se entrelaza la historia y las historias…¡Es una idea!



Mientras moría Radacha Chijorich, después “Leandro”, Kant*, nacido tal día como hoy, del año 1724, se matriculaba en la universidad de Köninsberg. Kant supuso que el tiempo era una condición subjetiva para la conversión del “mundo-en-sí”, en “mundo-para-nosotros”… Para la transformación del ignoto mundo en materia de conocimiento humano…Pues no podía concebir un “algo” sin un “cuándo”…ni un “dónde”.

Ahora sabemos que el tiempo es algo más enigmático (¡Ya lo decía san Agustín!): ligado al movimiento y al espacio. Pavic, asume esta paradójica concepción y la instituye como personaje central de la novela.
La estática contemplación eterna, prometida a los justos, no es otra cosa, pues, que la muerte…a la que, justos e injustos, estamos sometidos.

Por mi parte, estoy harto de repetir que a mí el tiempo y el espacio me la “refanfinflan”.

Por “Dobrachina” (bebiendo aguardiente de ciruela) recreo el mito original: Leandro vivía en Abidos, en la Tróade; y Hero, en la europea Sestos. Los separaba un brazo de mar de 1960 metros: el Helesponto. En una fiesta en honor de Adonis y de Afrodita, cruzaron sus miradas y el amor los unió con enlace covalente. Las familias se opusieron para dar contenido al mito. Él le prometió cruzar cada noche las negras olas de corriente alterna…Y empezó la rutina.













Cuando caía la noche, ella encendía un candil y el joven vencía la corriente con la vista puesta en la luminaria. Con la luz del alba hacía el viaje de regreso. Hasta que un día la luz se apagó y el joven no logró alcanzar su destino. “Hero”, desesperada, se arrojó desde su torre y se ahogó. Las olas devolvieron a la playa los dos cadáveres, entrelazados…
 
Más prosaico no he podido…

Podían haber intervenido delfines, confusos rayos de luna, intentos de incendiar la torre…O una milagrosa “barca mística” (*).


O bien, Madame de Staël(*) podría haber trenzado un bonito e inteligente “ensayo sobre la influencia de las pasiones en la felicidad de los individuos…” o, incluso, “sobre el suicidio”.

 Pero no pasó nada. Simplemente “se apagó la vela” y el muchacho se ahogó.

Como el tiempo es lo que es y se retuerce como rabo de lagartija sin lagartija, puede que hubiera topado de cabeza con una mina otomana, olvidada desde la batalla de Gallípolis (abril 1915*).

Fue aquí, entre Abidos y Sestos (ver mapa) donde Xerxes, humillado hasta el dobladillo de la falda, hizo construir un puente de barcas que no aguantó los embates de las corrientes. Lleno de ubris y de impaciencia, mandó azotar las aguas ¡mil veces! con cadenas de hierro, trenzadas en los talleres reales de Susa. Si mal empezó, peor acabó: Salamina, Platea y, como colofón, Mikala…Y dio comienzo la gloria ateniense.

Pero aún hay más. Lord Byron, pese a su “pata chula” logró cruzar el estrecho por esos dos puntos (él habla de 6 kilómetros y de 1h.30’) para demostrar al mundo que Leandro no era un fantasma, que el estrecho era salvable y que la cojera no era impedimento.

Agua por todas partes. Menos por una: Astorga. Tal día como hoy, del año 1810 (mientras Byron soñaba con iniciar su hazaña) los maragatos de Astorga, seco el
gaznate de tanto polvorón y sin un maldito trago que echarse al coleto, deciden rendirse a las tropas francesas. Y poner fin a la suya.

A los gritos de: “¡Basta! ¡Basta ya de mantecadas! ¡Basta de polvorones!...¡Orujo pa’l pueblo!”, una multitud de maragatos se dirigió a la muralla y enarboló (tras un rápido cónclave) la bandera blanca, que resultó ser menos blanca de lo que el protocolo exigía. Los franceses que no tendrán frenillo, pero son muy mirados, preguntaron, a su turno, por el color exacto de la prenda. Exigían una respuesta clara, de lo contrario dispararían a dar (y a matar, si pudiera ser). El propietario del trapo, en nombre de la multitud, confesó: “¡Blanco sufrido!”; y se acercó a dar explicaciones.  Tras una consulta y varias risotadas empezó la confraternización (¡¡).


“¡No se puede abarcar todo!”....No, no son mis últimas palabras, sino la constatación de que en una sola propuesta no caben todas las efemérides del día. Por suerte las fechas vuelven.

Viene a cuento lo de “Clarinet marmelade” de Earl Hines…(por aquello de “Hero”), que, aunque parezca imposible, nació en Pittsburg(h)...¡tuvo que pirárselas!

--Ja, ja, ja.








Propuesta para hoy, 22 de abril. Manon Gropius. Berg. Krenek. 2ª SERIE.


Bueno, no resisto la tentación y como aún queda un culín de aguardiente de ciruela y el sueño, como es normal, se entretiene por el “cul d’ocata” antes de entrar en mi casa, continuo:

Lo que nosotros nos escribimos no lo han confesado o dicho ni siquiera Hero y Leandro, Heloisa y Abelardo o Romeo y Julieta”.



Quien así se expresa, de manera tan presuntuosa es Alma (¿) Mahler y se refiere a sus relaciones con Kokoshka. También lo podía haber dicho Picasso de Braque.

Ya sabemos algo de este patrimonio de la humanidad.

Añado algunas cosas más.

Mientras hubo capitán, no mandó marinero. Muerto el capitán, los marineros se amotinaron y la misma nave se internó en aguas más difíciles que las que fluían entre Hero y Leandro: Kokoshka, la desbravó un poco, siguió Gropius y, sin solución de continuidad, Werfel. La serie estuvo puntuada por otros nombres.

Ya saben Vds. que Alma y Mahler tuvieron dos hijas. Una murió niña y la otra creció de forma asilvestrada. Aunque siempre estuvo para solucionar asuntos lóbregos.
Alma había abortado una criatura de K. Otra, de Werfel, salió sietemesina y no celebró ningún cumpleaños. Por fin en octubre del 16 dio a luz a lo que todo el mundo calificó, desde el inicio, de “ángel” y su padre de “aguamarina revivida por divinidad” (¿): una preciosa niña que se fue haciendo cada vez más hermosa y misteriosa: Manon Gropius (“Mutzi”). El padre la consideró siempre como una “prenda de Alma”, que se alejaba fatalmente.

Escuchen Vds. “Prenda del alma” (Los Lobos).



Todas las memorias “austríacas” de entreguerras hacen referencia a este retoño. Y resaltan ora una cualidad, ora otra. No es raro que su “padre” escribiera en su memoria “La canción de Bernardette”. De entre todos fue Alban Berg el que mejor supo captar su naturaleza angélica, además de su madre, claro está. La niña creció y se convirtió en una teenager envidiable, por silenciosa, delicada, su amor a los animales y por un par de alas blancas y esponjosas que todos decían ver.



Alma, con los derechos de autor de Mahler, había conseguido comprar una casa en la wagneriana Venecia. Allí se encontraba el trío en marzo del 34. Werfel y Alma estaban sumergidos en Verdi. Era obligado un viaje a Viena por compromisos editoriales y por el placer, de paso, de presenciar “Das Lied von del Erde” que dirigiría Bruno Walter. La niña no quiso ir, pero los acompañó a la estación. De camino empezó a encontrase mal y decidió volver a casa: “Una vez más nos saludó con su hermosa y delgada mano. Y esta fue la última vez que vi sana a Manon. Pero no sabíamos que ya entonces estaba gravemente enferma y que tendríamos que haberla llevado a Viena”.

Aunque nunca se sabe: quizás hubiera descarrilado el tren.

Una llamada a Viena les informó: ¡Poliomelitis! Todo se precipitó, menos ella, que quedó paralizada al cabo de pocos días. Le sobrevino una parada respiratoria. Anna, su hermanastra, la salvó de una muerte aún más prematura. Ya podrán imaginar Vds. que se pusieron todos los medios para detener la marcha de la cosa: tratamientos duros, radiografías, punciones… empeoraron la situación. Su agonía duró un año. Y estuvo a la altura de su naturaleza angélica. Murió el 22 de abril: “Pascua de Resurrección”.

Presidía, en silla de ruedas, la estancia. Era paseada como un trofeo lastimoso y era objeto de atenciones que rozaban la latría.

Ahora es el momento de que enchufen el “esputofaif” y escuchen el “Concierto para violín” (“A la memoria de un ángel”) de Alban Berg. Al compositor le costó la vida y le supuso, así en general, un ahorro de energías: en vez de dos “Reqiems”, uno para el “àngel” y otro para él, con uno tuvo suficiente. Sonó, aún invertebrado, en su funeral.
Berg trabajaba por entonces en su “Lulú”. Tuvo que cambiar radicalmente de tema y de registro. Quedó incompleta. Sólo después de la muerte de su mujer alguien se atrevió a completarla. Imaginen Vds. al músico, sumergido en las escenas escabrosas de la vida de “Lulú”, al tiempo que se esforzaba por alcanzar el cielo, de la mano helada del ángel muerto: murió de septicemia.

Berg tenía medio “apalabrada” con el virtuoso Krasner una obra para violín. El violinista pedía lirismo y “sustancia”; algo en la tradición tardo romántica de Brahms. Una obra de esas características haría comprender al público que el “dodecafonismo” no era un puro cálculo frío ni obtuso. El compositor no acababa de decidirse. Y fue entonces cuando el “ángel” voló y el aleteo venció su resistencia y le inspiró la atmósfera general de la obra: sufrimiento, muerte y transfiguración. (¿Richard Strauss?).

Observarán que la obra, sin dejar de estar sometida a una serie tonal elegida por el autor, puede acoger de manera lógica fragmentos que suenan (y son) “tonales”. Es el caso de la coral de Bach, que comienza con las cuatro últimas notas de la “serie tonal” elegida:

¡Es suficiente! ¡Señor, si es tu gusto, libérame de tu yugo! ¡Mi Jesús llega: ahora buenas noches, ¡oh mundo! ¡Estoy ascendiendo hacia la casa del cielo, seguramente allí estaré en paz; mi gran dolor queda aquí abajo. ¡Es suficiente, es suficiente!”

La primera parte refleja la “felicidad y vivacidad” de Manon: hay ritmos ternarios, y verdaderas canciones tirolesas. El segundo movimiento empieza “áspero y disonante” para recordarnos la enfermedad de la niña. Siguen dos variaciones de la coral; retorna la canción tirolesa (con secreto incluido) y acaba con un solo de violín elevándose hacia su registro más alto, simbolizando el vuelo del ángel.

Puesto a sumergirse en las peligrosas aguas del símbolo, el músico recreó su pasión por la numerología secreta de su vida. Amalgamó el dolor por la pérdida de Manon con penas propias que arrastraba. El músico se moría: “Debo continuar; no puedo detenerme, no tengo tiempo”. Lo acabó en agosto. En diciembre fue hospitalizado y recién empezado el 24 (“hoy va a ser un día importante”) falleció. La mascarilla mortuoria la tomó Alma. La mascarilla de Mahler palideció en la repisa de la chimenea.
El concierto para violín” (“A la memoria de un ángel”) tuvo su estreno mundial en Barcelona: ¡¡ en el Teatro de la Musica Catalana!!
Webern debió de haber dirigido el concierto, pero su estado de perturbación se lo impidió. Lo sustituyó, en el último momento, Hermán Scherchen que consiguió sacarlo adelante sin pena ni gloria. Era el 19 de abril del año 1936.

Me llaman por teléfono desde la calle Uruguay: que el sueño acaba de entrar en el 3º 2ª. Bueno pues aún tengo tiempo para seguir con esta trama. Y es que hay algunos detalles que tienen su qué y que muestran que si se estira del hilo puedes hacer una madeja que contenga todo el mundo.

Busco y rebusco y encuentro un “Johnny”, bueno, unos cigarrillos austríacos que, creo, aún se siguen fabricando. “Colecciono” paquetes raros y cuando no me queda tabaco, pues, eso, echo mano a las reservas históricas.

¿Quién sacó la mascarilla mortuoria de Manon? ¿Alma? ¡Vaya costumbre lúgubre! Anna, que llegó a ser una escultora considerable, esculpió el busto de Berg ¡vivo! Y talló una doncella con un simbólico reloj de arena para ser colocada sobre la lápida de su hermana, enterrada en el cementerio de Grinzing (Viena). La “Anexión” lo interrumpió todo. Y, después, un bombardeo la destruyó. Ahora, la pobre, yace aplastada bajo el peso triangular de una losa de mármol que recuerda un quesito-Bauhaus de la “vaca que ríe”. Y es que el padre: “genio y figura hasta la sepultura”.

En la repisa de la chimenea se disputaban agriamente el espacio.



Anna, hastiada de tanto “calor de establo”, se había casado a los dieciséis. Se separó unos meses más tarde y empezó una carrera sin fin de uniones y desuniones. De todos los Mahler (¿qué quieren que les diga?) es mi preferida.

¡Infórmense Vds…Infórmense!

Fracasado su primera unión, se dirigió a Berlín: todo, menos sufrir a su incansable madre. Se casó con Krenek; sí, el compositor. Si las relaciones con la madre eran frías, ahora serán gélidas. De hacer caso a Krenek, en casa de Alma y Werfel sólo se hablaba de sexo. Y de hacer caso a Alma, Krenek era un egocéntrico sin remisión (¿quizás porque no quiso (o no pudo) completar la décima de Mahler?)



Yo me fio más de Anna, que siguió su vagabundeo tras separarse del músico. En el año que estuvieron juntos, Krenek compuso su “Concierto para violín” (así que las dos hermanas tuvieron su concierto) y empezó a darle vueltas a lo que sería la obra de su vida y de la segunda mitad de la República de Weimar: “Johnny spielt auf”.

Y ahora me permitirán una digresión sobre la importancia de la obra y el “contexto de recepción”.

Sin duda alguna han visto alguna vez el cartel anunciador de la “Exposición de Música degenerada”: ese negro bembón tocando el saxo y marcado con la estrella amarilla. ¿Lo han visto? Es la derivación nazi de Johnny, el protagonista de la ópera de Krenek, la primera “ópera jazz”, dentro de lo que empezaría a ser un género: “ópera de actualidad”. Querían captar la esencia de la vida moderna y tal. En realidad se quedó en un mero formalismo esteticista.

La ópera tiene un argumento simple de verdad, tan simple que les dejo a Vds. que lo averigüen: robo de instrumentos musicales e intentos de “robos” de prometidas…en fin un disparate sentimental con un feliz a la altura de los felices 20 (que el “crack” del 29 cortaría por lo sano).

Krenek no captó la verdadera naturaleza del negro americano. El negro Johnny, de Alabama, no es símbolo de nada (recuerden: Johnny, Alabama…Brecht, Weill). En Alabama estaría sujeto a, como mínimo, dos opresiones infames: el trabajo-esclavo-asalariado y la negrura. América no puede ser representada de la forma estéril y optimista como lo hace Krenek. En su favor decir que, aunque tarde, reconoció su error e ingenuidad. Por lo demás su “jazz” no tenía nada de rompedor, ni reflejaba para nada el “swing” que le era propio.
Pese a todo, o por eso, la obra fue un éxito inmediato, fulgurante ¡y breve! Estrenada en el 27, ya era agua pasada en el 29. Como se decía de la obra (que tan cara le costaría) de Hindemith “Noticias de hoy”: El periódico del día anterior.

Parece que el sueño se acerca; me daré prisa.

La escena en la época de Weimar estaba en ebullición: La “nueva objetividad”, el expresionismo y la estética cinematográfica, sobre un “espacio soviético” teorizado y llevado a la práctica por el “teatro proletario”, se correspondía a la perfección con las novedades de las composiciones musicales.
Sin embargo en el terreno ideológico la cosa flaqueaba: la “objetividad” era superficial, sólo fomentó la distracción y, como dijo Bloch, su racionalidad correspondía al “estilo de pensamiento del gran capitalismo”. K. Weill, por su parte: “no es más que un lavado de cara de las representaciones de ópera clásica”. Eisler, Weill, Brecht…todos coincidían en la artificiosidad de estas “óperas de actualidad” y de las innovaciones puramente técnicas del musical de la época. Qué diferencia con el “Wozzeck” de Berg (por cierto dedicado a Alma) que combinaba de forma orgánica modernidad y profundidad dramática.

El foro “oficial” de la “modernidad” del Berlín de entonces fue el “Krolloper” de la mano de Klemperer (1927). Su estilo era inconfundible: arquitectónico, frío, espacios sobrios, al servicio de contenidos sacados de la cotidianidad urbana. No es raro que colaborara De Chirico, con quien Anna Mahler trabajó….¡se va cerrando el círculo!
A veces, también, con una pizca de impudicia…que Goebels anotaría en su “debe”.

La escena musical respondió a la competencia del cine “cinematografiándose” (incluido el “flash-back” (¡¡): “Ida y vuelta” de Hindemith).

¿Cómo corresponder a la agilidad mecánica de la música del momento?...pues con una veloz sucesión de imágenes escénicas. Y para que la escenografía no fuera demasiado pesada, se trabajaba con elementos ligeros y movibles: pantallas, paneles, biombos…
Johnny spielt auf” era un caso paradigmático: movimiento y velocidad, que no podían ser “representados” sin la ayuda de técnicas cinematográficas. El final sería imposible de representar sin esa ayuda: Una estación de ferrocarril dominada por un gran reloj iluminado. El tremendo reloj desciende, pierde sus agujas, se transforma en un globo terrestre y, sobre su polo norte, aparece el cosmopolita Johnny tocando el violín.
Con el fin de sincronizar las proyecciones y la acción escénica hizo su aparición el “cronómetro musical”. Aquí no hubiera valido el anticuado reloj de arena que la desdichada Anna esculpirá para su hermanastra. Había algo de “mística de la máquina”…tan cercana al espíritu alemán.
La escena musical berlinesa del momento se completaba con las representaciones (“modernizadas”: estética Bauhaus-cubista, estética de “cubitos de hielo”) de óperas serias. Con Wagner era demasiado atrevido… ¡pero para eso estaba Händel!
Tuvo que llegar Brecht (y Weill) para acabar con esa “taylorización” de las imágenes esteticistas que había inundado el panorama artístico de la ciudad. Brecht acabó con el “teatro culinario” bajo la proclama: “Mostrar que uno muestra” y, como afirmó Adorno, “por medio de la verdad”. Y ese mostrar era abierto, rudimentario, “work in progress”, con la finalidad de que el espectador pusiera algo de su parte… ¡además de pagar la entrada!

¿Ven Vds.? Partimos de las entrañas de Wagner (Mahler) y llegamos a su negación (Krener, Brecht…), como si todo hubiera sido una venganza de Anna, la asilvestrada, la rebelde, la que no soportó acabar su adolescencia a la sombra húmeda de su madre.

No, nada… ¡que ya llega el sueño!

¿He dicho “Wagner”? recuerden que tal día como hoy, del año 1872, un año exacto después del desastre de la Comuna del París, El “genio” abandona definitivamente Tribschen (¡pobre Nietszche!) para instalarse en Bayreuth. Dentro de un mes se colocará la primera piedra del “Teatro del Festival”, que llegaría a convertirse en el centro de “alta cultura” del nazismo. ¿Quieren asistir? Preparen un mínimo de 8.000 euracos del ala…sin contar los aguardientes.


Si son Vds. más exigentes diviértanse con el “Festival de Woodstock”. Al inquieto Richie Haven (*) le tocó abrirlo. Se le agotó el repertorio de tantos “bises” como le pidieron. Al final improvisó "Motherless Child”, a la que añadió una estrofa con una letra sencilla y contundente “Freedom…Freedom….Freedom…”.

Pues eso: ¡Tabaco y Libertad!

Zzz…zzz…zzz…zzz …






RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...