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lunes, 22 de abril de 2013

Propuesta para hoy, 22 de abril. Manon Gropius. Berg. Krenek. 2ª SERIE.


Bueno, no resisto la tentación y como aún queda un culín de aguardiente de ciruela y el sueño, como es normal, se entretiene por el “cul d’ocata” antes de entrar en mi casa, continuo:

Lo que nosotros nos escribimos no lo han confesado o dicho ni siquiera Hero y Leandro, Heloisa y Abelardo o Romeo y Julieta”.



Quien así se expresa, de manera tan presuntuosa es Alma (¿) Mahler y se refiere a sus relaciones con Kokoshka. También lo podía haber dicho Picasso de Braque.

Ya sabemos algo de este patrimonio de la humanidad.

Añado algunas cosas más.

Mientras hubo capitán, no mandó marinero. Muerto el capitán, los marineros se amotinaron y la misma nave se internó en aguas más difíciles que las que fluían entre Hero y Leandro: Kokoshka, la desbravó un poco, siguió Gropius y, sin solución de continuidad, Werfel. La serie estuvo puntuada por otros nombres.

Ya saben Vds. que Alma y Mahler tuvieron dos hijas. Una murió niña y la otra creció de forma asilvestrada. Aunque siempre estuvo para solucionar asuntos lóbregos.
Alma había abortado una criatura de K. Otra, de Werfel, salió sietemesina y no celebró ningún cumpleaños. Por fin en octubre del 16 dio a luz a lo que todo el mundo calificó, desde el inicio, de “ángel” y su padre de “aguamarina revivida por divinidad” (¿): una preciosa niña que se fue haciendo cada vez más hermosa y misteriosa: Manon Gropius (“Mutzi”). El padre la consideró siempre como una “prenda de Alma”, que se alejaba fatalmente.

Escuchen Vds. “Prenda del alma” (Los Lobos).



Todas las memorias “austríacas” de entreguerras hacen referencia a este retoño. Y resaltan ora una cualidad, ora otra. No es raro que su “padre” escribiera en su memoria “La canción de Bernardette”. De entre todos fue Alban Berg el que mejor supo captar su naturaleza angélica, además de su madre, claro está. La niña creció y se convirtió en una teenager envidiable, por silenciosa, delicada, su amor a los animales y por un par de alas blancas y esponjosas que todos decían ver.



Alma, con los derechos de autor de Mahler, había conseguido comprar una casa en la wagneriana Venecia. Allí se encontraba el trío en marzo del 34. Werfel y Alma estaban sumergidos en Verdi. Era obligado un viaje a Viena por compromisos editoriales y por el placer, de paso, de presenciar “Das Lied von del Erde” que dirigiría Bruno Walter. La niña no quiso ir, pero los acompañó a la estación. De camino empezó a encontrase mal y decidió volver a casa: “Una vez más nos saludó con su hermosa y delgada mano. Y esta fue la última vez que vi sana a Manon. Pero no sabíamos que ya entonces estaba gravemente enferma y que tendríamos que haberla llevado a Viena”.

Aunque nunca se sabe: quizás hubiera descarrilado el tren.

Una llamada a Viena les informó: ¡Poliomelitis! Todo se precipitó, menos ella, que quedó paralizada al cabo de pocos días. Le sobrevino una parada respiratoria. Anna, su hermanastra, la salvó de una muerte aún más prematura. Ya podrán imaginar Vds. que se pusieron todos los medios para detener la marcha de la cosa: tratamientos duros, radiografías, punciones… empeoraron la situación. Su agonía duró un año. Y estuvo a la altura de su naturaleza angélica. Murió el 22 de abril: “Pascua de Resurrección”.

Presidía, en silla de ruedas, la estancia. Era paseada como un trofeo lastimoso y era objeto de atenciones que rozaban la latría.

Ahora es el momento de que enchufen el “esputofaif” y escuchen el “Concierto para violín” (“A la memoria de un ángel”) de Alban Berg. Al compositor le costó la vida y le supuso, así en general, un ahorro de energías: en vez de dos “Reqiems”, uno para el “àngel” y otro para él, con uno tuvo suficiente. Sonó, aún invertebrado, en su funeral.
Berg trabajaba por entonces en su “Lulú”. Tuvo que cambiar radicalmente de tema y de registro. Quedó incompleta. Sólo después de la muerte de su mujer alguien se atrevió a completarla. Imaginen Vds. al músico, sumergido en las escenas escabrosas de la vida de “Lulú”, al tiempo que se esforzaba por alcanzar el cielo, de la mano helada del ángel muerto: murió de septicemia.

Berg tenía medio “apalabrada” con el virtuoso Krasner una obra para violín. El violinista pedía lirismo y “sustancia”; algo en la tradición tardo romántica de Brahms. Una obra de esas características haría comprender al público que el “dodecafonismo” no era un puro cálculo frío ni obtuso. El compositor no acababa de decidirse. Y fue entonces cuando el “ángel” voló y el aleteo venció su resistencia y le inspiró la atmósfera general de la obra: sufrimiento, muerte y transfiguración. (¿Richard Strauss?).

Observarán que la obra, sin dejar de estar sometida a una serie tonal elegida por el autor, puede acoger de manera lógica fragmentos que suenan (y son) “tonales”. Es el caso de la coral de Bach, que comienza con las cuatro últimas notas de la “serie tonal” elegida:

¡Es suficiente! ¡Señor, si es tu gusto, libérame de tu yugo! ¡Mi Jesús llega: ahora buenas noches, ¡oh mundo! ¡Estoy ascendiendo hacia la casa del cielo, seguramente allí estaré en paz; mi gran dolor queda aquí abajo. ¡Es suficiente, es suficiente!”

La primera parte refleja la “felicidad y vivacidad” de Manon: hay ritmos ternarios, y verdaderas canciones tirolesas. El segundo movimiento empieza “áspero y disonante” para recordarnos la enfermedad de la niña. Siguen dos variaciones de la coral; retorna la canción tirolesa (con secreto incluido) y acaba con un solo de violín elevándose hacia su registro más alto, simbolizando el vuelo del ángel.

Puesto a sumergirse en las peligrosas aguas del símbolo, el músico recreó su pasión por la numerología secreta de su vida. Amalgamó el dolor por la pérdida de Manon con penas propias que arrastraba. El músico se moría: “Debo continuar; no puedo detenerme, no tengo tiempo”. Lo acabó en agosto. En diciembre fue hospitalizado y recién empezado el 24 (“hoy va a ser un día importante”) falleció. La mascarilla mortuoria la tomó Alma. La mascarilla de Mahler palideció en la repisa de la chimenea.
El concierto para violín” (“A la memoria de un ángel”) tuvo su estreno mundial en Barcelona: ¡¡ en el Teatro de la Musica Catalana!!
Webern debió de haber dirigido el concierto, pero su estado de perturbación se lo impidió. Lo sustituyó, en el último momento, Hermán Scherchen que consiguió sacarlo adelante sin pena ni gloria. Era el 19 de abril del año 1936.

Me llaman por teléfono desde la calle Uruguay: que el sueño acaba de entrar en el 3º 2ª. Bueno pues aún tengo tiempo para seguir con esta trama. Y es que hay algunos detalles que tienen su qué y que muestran que si se estira del hilo puedes hacer una madeja que contenga todo el mundo.

Busco y rebusco y encuentro un “Johnny”, bueno, unos cigarrillos austríacos que, creo, aún se siguen fabricando. “Colecciono” paquetes raros y cuando no me queda tabaco, pues, eso, echo mano a las reservas históricas.

¿Quién sacó la mascarilla mortuoria de Manon? ¿Alma? ¡Vaya costumbre lúgubre! Anna, que llegó a ser una escultora considerable, esculpió el busto de Berg ¡vivo! Y talló una doncella con un simbólico reloj de arena para ser colocada sobre la lápida de su hermana, enterrada en el cementerio de Grinzing (Viena). La “Anexión” lo interrumpió todo. Y, después, un bombardeo la destruyó. Ahora, la pobre, yace aplastada bajo el peso triangular de una losa de mármol que recuerda un quesito-Bauhaus de la “vaca que ríe”. Y es que el padre: “genio y figura hasta la sepultura”.

En la repisa de la chimenea se disputaban agriamente el espacio.



Anna, hastiada de tanto “calor de establo”, se había casado a los dieciséis. Se separó unos meses más tarde y empezó una carrera sin fin de uniones y desuniones. De todos los Mahler (¿qué quieren que les diga?) es mi preferida.

¡Infórmense Vds…Infórmense!

Fracasado su primera unión, se dirigió a Berlín: todo, menos sufrir a su incansable madre. Se casó con Krenek; sí, el compositor. Si las relaciones con la madre eran frías, ahora serán gélidas. De hacer caso a Krenek, en casa de Alma y Werfel sólo se hablaba de sexo. Y de hacer caso a Alma, Krenek era un egocéntrico sin remisión (¿quizás porque no quiso (o no pudo) completar la décima de Mahler?)



Yo me fio más de Anna, que siguió su vagabundeo tras separarse del músico. En el año que estuvieron juntos, Krenek compuso su “Concierto para violín” (así que las dos hermanas tuvieron su concierto) y empezó a darle vueltas a lo que sería la obra de su vida y de la segunda mitad de la República de Weimar: “Johnny spielt auf”.

Y ahora me permitirán una digresión sobre la importancia de la obra y el “contexto de recepción”.

Sin duda alguna han visto alguna vez el cartel anunciador de la “Exposición de Música degenerada”: ese negro bembón tocando el saxo y marcado con la estrella amarilla. ¿Lo han visto? Es la derivación nazi de Johnny, el protagonista de la ópera de Krenek, la primera “ópera jazz”, dentro de lo que empezaría a ser un género: “ópera de actualidad”. Querían captar la esencia de la vida moderna y tal. En realidad se quedó en un mero formalismo esteticista.

La ópera tiene un argumento simple de verdad, tan simple que les dejo a Vds. que lo averigüen: robo de instrumentos musicales e intentos de “robos” de prometidas…en fin un disparate sentimental con un feliz a la altura de los felices 20 (que el “crack” del 29 cortaría por lo sano).

Krenek no captó la verdadera naturaleza del negro americano. El negro Johnny, de Alabama, no es símbolo de nada (recuerden: Johnny, Alabama…Brecht, Weill). En Alabama estaría sujeto a, como mínimo, dos opresiones infames: el trabajo-esclavo-asalariado y la negrura. América no puede ser representada de la forma estéril y optimista como lo hace Krenek. En su favor decir que, aunque tarde, reconoció su error e ingenuidad. Por lo demás su “jazz” no tenía nada de rompedor, ni reflejaba para nada el “swing” que le era propio.
Pese a todo, o por eso, la obra fue un éxito inmediato, fulgurante ¡y breve! Estrenada en el 27, ya era agua pasada en el 29. Como se decía de la obra (que tan cara le costaría) de Hindemith “Noticias de hoy”: El periódico del día anterior.

Parece que el sueño se acerca; me daré prisa.

La escena en la época de Weimar estaba en ebullición: La “nueva objetividad”, el expresionismo y la estética cinematográfica, sobre un “espacio soviético” teorizado y llevado a la práctica por el “teatro proletario”, se correspondía a la perfección con las novedades de las composiciones musicales.
Sin embargo en el terreno ideológico la cosa flaqueaba: la “objetividad” era superficial, sólo fomentó la distracción y, como dijo Bloch, su racionalidad correspondía al “estilo de pensamiento del gran capitalismo”. K. Weill, por su parte: “no es más que un lavado de cara de las representaciones de ópera clásica”. Eisler, Weill, Brecht…todos coincidían en la artificiosidad de estas “óperas de actualidad” y de las innovaciones puramente técnicas del musical de la época. Qué diferencia con el “Wozzeck” de Berg (por cierto dedicado a Alma) que combinaba de forma orgánica modernidad y profundidad dramática.

El foro “oficial” de la “modernidad” del Berlín de entonces fue el “Krolloper” de la mano de Klemperer (1927). Su estilo era inconfundible: arquitectónico, frío, espacios sobrios, al servicio de contenidos sacados de la cotidianidad urbana. No es raro que colaborara De Chirico, con quien Anna Mahler trabajó….¡se va cerrando el círculo!
A veces, también, con una pizca de impudicia…que Goebels anotaría en su “debe”.

La escena musical respondió a la competencia del cine “cinematografiándose” (incluido el “flash-back” (¡¡): “Ida y vuelta” de Hindemith).

¿Cómo corresponder a la agilidad mecánica de la música del momento?...pues con una veloz sucesión de imágenes escénicas. Y para que la escenografía no fuera demasiado pesada, se trabajaba con elementos ligeros y movibles: pantallas, paneles, biombos…
Johnny spielt auf” era un caso paradigmático: movimiento y velocidad, que no podían ser “representados” sin la ayuda de técnicas cinematográficas. El final sería imposible de representar sin esa ayuda: Una estación de ferrocarril dominada por un gran reloj iluminado. El tremendo reloj desciende, pierde sus agujas, se transforma en un globo terrestre y, sobre su polo norte, aparece el cosmopolita Johnny tocando el violín.
Con el fin de sincronizar las proyecciones y la acción escénica hizo su aparición el “cronómetro musical”. Aquí no hubiera valido el anticuado reloj de arena que la desdichada Anna esculpirá para su hermanastra. Había algo de “mística de la máquina”…tan cercana al espíritu alemán.
La escena musical berlinesa del momento se completaba con las representaciones (“modernizadas”: estética Bauhaus-cubista, estética de “cubitos de hielo”) de óperas serias. Con Wagner era demasiado atrevido… ¡pero para eso estaba Händel!
Tuvo que llegar Brecht (y Weill) para acabar con esa “taylorización” de las imágenes esteticistas que había inundado el panorama artístico de la ciudad. Brecht acabó con el “teatro culinario” bajo la proclama: “Mostrar que uno muestra” y, como afirmó Adorno, “por medio de la verdad”. Y ese mostrar era abierto, rudimentario, “work in progress”, con la finalidad de que el espectador pusiera algo de su parte… ¡además de pagar la entrada!

¿Ven Vds.? Partimos de las entrañas de Wagner (Mahler) y llegamos a su negación (Krener, Brecht…), como si todo hubiera sido una venganza de Anna, la asilvestrada, la rebelde, la que no soportó acabar su adolescencia a la sombra húmeda de su madre.

No, nada… ¡que ya llega el sueño!

¿He dicho “Wagner”? recuerden que tal día como hoy, del año 1872, un año exacto después del desastre de la Comuna del París, El “genio” abandona definitivamente Tribschen (¡pobre Nietszche!) para instalarse en Bayreuth. Dentro de un mes se colocará la primera piedra del “Teatro del Festival”, que llegaría a convertirse en el centro de “alta cultura” del nazismo. ¿Quieren asistir? Preparen un mínimo de 8.000 euracos del ala…sin contar los aguardientes.


Si son Vds. más exigentes diviértanse con el “Festival de Woodstock”. Al inquieto Richie Haven (*) le tocó abrirlo. Se le agotó el repertorio de tantos “bises” como le pidieron. Al final improvisó "Motherless Child”, a la que añadió una estrofa con una letra sencilla y contundente “Freedom…Freedom….Freedom…”.

Pues eso: ¡Tabaco y Libertad!

Zzz…zzz…zzz…zzz …






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