Dejamos ayer las cosas al rojo vivo. Todo
dependerá del resultado de la Asamblea de
“Cirkus
Busch”. Mayoritarios y minoritarios
(“
espartaquistas” incluidos) están
jugando con audacia sus bazas.
Pero antes tendremos que aclarar algunas
cuestiones sobre las que se apoya todo el cielo conceptual de Occidente
(incluyendo el resto del mundo):
Recuerdan aquello de:
--“Querida
esposa…quizás no nos volvamos a ver, pues…¡me voy a la “guerra de los 30 años”!”
A las guerras, normalmente, se las
bautiza cuando mueren: “de los seis
días”, “de los cien años”,
“franco-prusiana” (¿qué hubiera pasado si, en el último momento, hubiera
intervenido Inglaterra?)…
Respecto a las de los “treinta años”, me declaro incapacitado
por la comprensión de sus causas inmediatas y para la intelección de sus
virajes. Ya, de niño, aquello de la “desfenestración
de Praga” me resultaba
incomprensible. Cuando supe de qué iba…me resultó intrigante la frecuencia con
la que “desfenestraban”.
Tal día como hoy, víspera de San Martín,
del año 1619, trescientos años antes de que toda la contorná se poblara de
repúblicas soviéticas, Descartes pasó una noche fatal…y dio a luz al “sujeto moderno”. Es decir, el “sujeto moderno” (el “Yo”) nació en una fría y ventosa noche
de noviembre, bajo los auspicios del vino, de los ajos y de la amigable camaradería
“sanmartinesca”…como una revolución
traicionada.
Yo también soy de los que creen que
Descartes era un espía (las razones: en la, por lo demás inútil, obra de
Grayling)…pero eso es algo que no me interesa. Dejemos que su extraño rodeo para
llegar de Breda a Frankfurt lo llevara hasta Polonia…dejemos sin explicar su
presencia en los sitios más calientes de la época…su participación militante en
los dos ejércitos rivales…su callada participación en hechos de sangre…su “presencia” en la “Batalla de la Montaña Blanca”…
Dejemos todas esas irregularidades como surgidas de su capricho y de sus deseos
de ver mundo…
Lo cierto es que sus ángeles custodios
(¿?) lo depositaron, de camino hacia el ejército de Baviera, en los alrededores
de la ciudad de Neuburg…¡la víspera de san Martín! Ni sus custodios pudieron
con la borrasca, de cuyo extremo venía cogido un terrible invierno prematuro.
Aterrizaron en el helado Danubio y se las
piraron al meridión.
Descartes siguió la morrena y llegó a
Neuburg (una pequeña “joya” del
barroco que, por entonces, era sólo “barro”)
más helado que una abcisa. Llamó a la
puerta de una posada. Le abrió un mesonero, suabo por más señas.
--Buenos
mediodias!
--¡A
la paz de dios!
--¿No
tendría vuecencia una habitación libre? y…¡con estufa!...imperativos de la
posteridad…¡ya sabe vd.!, dijo el soldado frotándose las manos. Una llamita
azul brotaba (ya) del dedo índice de la mano derecha.
--Casualmente
me queda una con vistas al río. Como sabrá, estimado narigudo, hoy es domingo y
mañana San Martín…así que tenemos el establecimiento a parir…¡valga el
asonántico rodolí!
Descartes (simpático): Por San Martino, todo mosto es buen vino.
Posadero: Por San Martín sólo siembra el ruín.
Descartes (clavando el índice incandescente en el hombro del suabo): Por san Martín, mata el pobre su cochino
Posadero: ¡y el rico los tres!.. …¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Descartes (resuelto): El viento que anda en san Martín , dura hasta el fin.
Posadero: Ajo ruín es, el no sembrado en San Martín.
Descartes (brioso): Por san Martino se le coge la piña al pino.
Otra vez Descartes (imperativo): El veranillo de san Martín dura tres
días…¡y fin!
Posadero (fortíssimo): ¡A todo cerdo le llega su san Martín!...dicho
lo cual, cogió la impedimenta del viajero con la derecha, mientras que con la
izquierda lo atraía por la nariz.
--Entre…¡por
dios!...¡ya hablaremos más tarde!
El abrupto final de la conversación
sembró inquietud en el espíritu del viajero (no hablemos ya del agudo dolor
nasal)…Y con ganas de revancha.
Descartes se pimpló, a cuenta de la
habitación nº 7, dos aguardientes de cereal (y se papeó unos recortes de morro)
tras lo cual, subió…¡pues la habitación estaba arriba!
Sería por el espeso intercambio de
conocimientos, por el frío, por los dos copuzos de Korn, por el morro, por lo
caldeado de la habitación…¡o por todo a la vez!...que su cerebro, esa masa
cerúlea, que contiene la pineal glándula, se reblandeció y empezó a producir
síntomas de algo…como las tripas agitadas por retortijones …¡Algo!
El cerebro empezó a producir excrecencias
y las excrecencias a dar frutos insólitos:
- La verdad es Una…¡eso no puede negarlo
nadie!...(¡mal empezamos).
- La ciencia, en consecuencia, tiene que ser Una:
EnCICLOpedia de las ciencias.
- La Razón es Una e idéntica (en todos).
· En consecuencia, el Método ha de ser Uno y
común…y debe amoldarse al funcionamiento de la Razón…
Sudaba intentando dar forma a sus intuiciones.
Cual sea el funcionamiento de la razón en
sus indagaciones, tal será el Método. El Método ha de recoger los momentos del
funcionamiento de la Razón: un Método científico que se amolde como un guante
al dinamismo de la Razón.
La Razón funciona, en su aproximación
comprensiva a la realidad, mediante dos funciones complementarias: Intuición y
deducción…Por lo tanto el corazón del método funcionará según la sístole de la
intuición y la diástole de la deducción…¡Eureka…!
“¿Habré descubierto la clave para el
desarrollo armonioso y rápido de la ciencia?...¿Habré dado el primer paso para
la reconciliación de la Razón y la Realidad?”
Su agitación inconexa fue dando paso a
una “allemande”…de la “allemande” pasó a una improvisada “gallarde”…que se disolvió en una lenta,
reflexiva y cortés (por Hernán Cortés, naturalmente, a quién se le atribuye la
importación de esa danza) “pavana”.
Agotado el repertorio, se dejó caer sobre
el catre y se quedó dormido (¿?).
Lo despertó el simpático bullicio de la
planta baja. Allí se bebía, se entrechocaban las jarras de barro y se deglutía
cerdo deconstruido: asado, frito, cocinado en grandes y humeantes ollas.
Ahumado, en salazón, amojamado…¡Noche de San Martín!
Sacó su copa de cristal (potásico),
regalo de la corte de Praga y bajó los escalones de tres en tres. La capa, le
seguía…como sigue la estela al cometa.
--Buenas
prenoches, amigos!
Se acercó al mostrador y se acomodó en
una banqueta:
--¡Hágame
partícipe de la alegría universal, buen hombre!...
Y el tabernero le envió una jarra desde
la otra punta que, flotando y levantando olas, llegó al destinatario…medio
vacía.
Descartes, volvió a coger un puñado de
morros. El tabernero lo guipó y anotó algo a cuenta de la 7.
Dos horas más tarde, ya en plena madrugada
de san Martín, Descartes, rodeado de jarras vacías y, agotados los morros,
echaba una cabezadita sobre el mostrador, en cuya superficie el vino había
vuelto a fermentar. El tema no le daba respiro. Había empezado con la guerra y
seguiría dando vueltas en su cabeza el tiempo que esta durara. Le arañó por
dentro y:
--señores…¡estoy
soñando!
--
¡y nosotros pimplando!...¡Ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja!
Uno de los sociables bebedores, se le
acercó:
--Permite!
--Siéntese,
señor.
El amable bebedor, giró la cabeza, elevó
los hombros y se sentó a la vera del parturiento.
Descartes: ¡puedo permitirme la confianza de invitarle a un cuartillo!
--La
confianza empieza a partir del medio litro.
--¡Sea!...y
ya que ha tenido la gentileza de acompañarme en esta noche inolvidable…¿podemos
reflexionar juntos?
--Es
lo que estamos haciendo…¿no?...flexión y reflexión de codo.
--¿No
cree vuecencia, que llega un momento en la vida de cualquier persona en el que
debe pararse y poner en orden sus pensamientos…desechar, ¡vamos!, todo aquello
que hasta el momento ha creído verdadero, por un motivo u otro, y alcanzar una
base firme para que sus creencias se desarrollen sanas y fuertes?
--Es
lo que yo digo!...¡en habiendo salud!
--¿Qué
haría vd. si le dijera (dedo índice
golpea hombro ajeno) que, en este preciso
instante, su suegra está detrás de su taburete?
--¡¡Vade
retro!!
Y salió en zig-zag cual centella.
--¡Vuelva
atrás, buen hombre!...Analicemos la situación. ¿Ha mirado vuecencia de
verificar la advertencia (estamos “rodolineando” demasiado)?...¡No!... Ha
actuado como si lo dicho fuera verdadero. ¿No cree, bebedor inconsecuente, que
nuestro caletre esté lleno de “noticias” falsas o que bien podrían serlo?
--¿Cuála
es la pregunta?
--¿No
le ocurre, a veces, que cree haber visto u oído algo que en realidad ni ha
visto ni oído?
--Eso…
¡sí!...Ahora, sin ir más lejos: no sé cuál de los dos es vd.
--¡Lo
ve, hombre de dios!...Los sentidos nos engañan. Y también el sentido común y la
Razón…
--¡Y
mi mujer!
El posadero, que ha seguido atentamente,
desde el otro extremo del mostrador, las curiosas divagaciones:
--Permítanme,
queridos amigos, que formule algunas objeciones a lo oído. ¿Cuánto nos engañan
los sentidos, eso es importante, ¡¡cuánto!!...¿cuánto nos engaña la
razón?...Porque sé, querido narigudo,
adónde quiere vuecencia ir a parar. Ahora saldrá con aquello de que la vida es
sueño y que no hay criterio para discernir los estados, ¿me equivoco?
--Es
vd. un genio, tabernero.
--¡Maligno!
--¡No
me dé ideas, estimado orejudo!...
--que
los sentidos (y los sentimientos, ¡Ay!) nos engañan, es algo que sabemos muy
bien los de la cofradía de la uva. Pero siempre hay un poso de realidad. El
palito que vemos torcido en el agua, no está torcido ¡vale!…¡pero es palito!
--Puede
que el palito “exista”…pero no SÉ si
existo YO: Serían percepciones sin
perceptor.
--Puedo
pedir otro medio…ahora que la confianza se ha trocado en intimidad.
--¡Sea!
--y
si le rompiera las piernas…¡por lo de los “morros”!
--Tampoco
así sabría de mi existencia real…¡en sueños también se sufre, mi querido
contertulio!
--Pero…¡alma
de cántaro! No ha caído, vd. en la cuenta de que, incluso en sueños, dos
frascas de vino y unos “morros” son 15 euros. Que, incluso en sueños, el “rojo
Burdeos”, es “rojo Burdeos” y que, incluso en sueños, la suegra de este
infeliz…sigue siendo su suegra.
--¡¡Vade
retro!!
--Bueno…Pues
imaginemos un genio (maligno)
--¡Yo
mismo!
--que
nos engaña continuamente y nos hace ver que la suegra de este desnortado es tal
como aparece…pero que sin embargo, es una santa.
--¡¡Vade
retro!!
--Estaríamos
siendo engañados continuamente sobre todas las cosas y pensamientos. No
sabríamos si existimos y, si en consecuencia, lo percibido y lo concebido
existirían.
--Perdone
que me inmiscuya…pero creo que vd. se adelanta al tiempo: le recuerdo que aún
está por nacer aquel que desarrolle esa hermosa intuición. Esta severa
advertencia fue proferida por un comerciante de embutidos de la región de Ulm,
venido a Neuberg por las matanzas. Y con la misma instantaneidad con la que se
entretejió, se desentretejió.
Descartes, alzando su socorrido índice
diestro, como si amenazara:
--Pero
si nos engaña continuamente es preciso que existamos…
--No
le parece, estimado huésped, que debería, con tiempo, hacer madurar esos
tiernos y prometedores frutos.
--Lleva
vd. mucha razón. La cosa es delicada y toda la posteridad está pendiente de
esta humilde conversación de taberna. Aún falta que dios irrumpa en el
escenario que he ido preparando y que, desde su infinita bondad, lo cohesione
todo.
--La
idea, si la he captado bien, resume el bodeguero, es encontrar una proposición de cuya verdad no podamos tener ni la
menor sombra de duda. Y, a partir de ahí, ir construyendo el edificio del
conocimiento que, hoy por hoy, está hecho unos zorros…¿me equivoco?
--¡Al
contrario!...¡Me asombra!
--Por
cierto… ¿puedo tomar un “sol y sombra” a la salud de mi suegra?
--Y
una vez atrapada, haría actuar sobre ella la sístole y la diástole y concluiría
repasando lo realizado…¡¡Grandioso!...¿no le parece?
--
¡Superior! …Y…¿de cosas de moral…mientras se encuentra ese fundamento
inquebrantable?
--De
momento: “donde fueres, haz que vieres”…
--Tiene
vuecencia toda una vida por delante para sentar las bases de la Filosofía
Moderna. Recuerde, sin embargo, mi colaboración en el parto.
--¡Y
la mía!…con lo que la conversación quedó clausurada.
--y
ahora, distinguida clientela, nuestro profundo lansquenete, tendrá el gusto de
pagar una ronda, a cuenta de los futuros derechos de autor.
La fortuna de Descartes era sobria, pero
suficiente. El vino corrió; las tajadas de tocino fueron devoradas; las
morcillas, los lomos, las orejas (fritas)…(los “morros” se habían acabado)…todo se desvaneció euridicianamente.
Años más tarde (1793), tal día como hoy
(20 de Brumario), la Convención proclamó a la Diosa de la Razón
(Sabiduría=Sofía) y se le consagró el hasta entonces altar mayor de Notre Dame.
Como personificación de la idea eligieron a Sofía Momoro, esposa del editor
Antoine-François Momoro… que fue guillotinado al año siguiente. No por haber
ideado el lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad…sino por “cordelier” y “hebertista”.
Mientras tanto, en Sevilla, Goya se queda
sordo y casi ciego…y empieza, en esa clausura, a idear lo que serían “Los caprichos”.
…¡Véanlos vds.!...¡Véanlos!...
El primero de la serie (80 grabados)
debería haber sido: “El sueño de la razón
produce monstruos”. Finalmente
apareció encabezada por un autorretrato significativo.
Esa noche, nuestro viajero, durmió
mal…como era predecible. Tuvo un sueño áspero, interrumpido por extraños
sueños. No les cansaré con su descripción. Se trataba de “sueños de arriba”
(Freud) fácilmente interpretados por el sujeto. En todo caso, esos sueños, le
conminaban a seguir en la dirección hacia la que el día anterior se había
orientado. En general denotaban intoxicación etílica.
--Querido
amigo, podría ponerme un agua de Vichy. Tengo la cabeza que se me va.
Descartes se quedó unos días y fue en el
transcurso de uno de ellos, mientras jugaba una partida de ajedrez con el
posadero, que se le ocurrió:
--Si
lo que ahora pienso es correcto, mi gloria se multiplicará.
--¿Por
cuánto?...¡¡es importante!!
--Mire
vd. cada cuadro del tablero puede ser descrito por dos referencias numéricas:
la de la línea de salida y la de un lateral…
--Entiendo.
--
Si a la línea de salida le llamamos
“de las abcisas (x)” y a la vertical “de
las ordenadas (y)”, todos los puntos del plano podrán ser expresados con
referencia a ambos ejes. Es sólo una idea…pero creo que tiene futuro.
--Y
podría servir de puente entre la geometría y el álgebra
--de
tal manera que permitiera un tratamiento matemático de los fenómenos físicos
--cosa
imposible para Aristóteles.
--Pero
posible para Galileo… Finiquitó Descartes… golpeando tres o cuatro veces
con el índice diestro el hombro del paciente posadero.
Llegó el día de la despedida:
--¡Amigos
por san Martín, amigos hasta el fin!
--¡¡Traicionero!!...Adiós,
narigudo.
--Te
pillé, mesonero.
El tiempo pasó. Las esperanzas se
cumplieron. El tabernero llenó la posada de plaquitas conmemorativas y el
desnortado yerno, desaparecido el muro de contención, se dio, ¡qué digo, dio!…¡se
inmoló al aguardiente de trigo!...Sobre el mostrador, en el sitio exacto en el
que Descartes descabezó un sueñecito…una calavera: “No pagó los “morros” y, sin embargo, nuestra amistad se mantuvo hasta su muerte…cuando todo parecía indicar
que sería yo el que moriría primero” (¿?)
Descartes acudió a la llamada de la reina
Cristina de Suecia. Murió de pulmonía (¿?) y su cuerpo, para el que tenían
pensado un mausoleo, casi se pudre esperando. Fue reclamado por Francia. El
embajador le cortó el dedo índice de la mano derecha. Alguien robó la cabeza
(¿en el
“Musée de l’homme?”) Le
pusieron otra. Sobre su tumba en Saint Benoit (Saint Germain des Près), la
escultura que lo recuerda lleva sobre los hombros la cabeza de Jean Mabillon,
que yace a su lado (dato no confirmado)…