Los mayoritarios
(SPD) reaccionaron desde el primer momento. La misma noche del 9, Ebert envió
al recién nombrado (por él mismo) comandante del ejército en Berlín, Wels, a
instruir al recién llegado cuarto regimiento de cazadores y a todos los
acuartelados. Ebert lo vio claro: como no podemos evitar no inevitable,
sofoquémoslo desde dentro.
Wels
dedicó toda la tarde-noche del 9 a lanzar las consigas: “Unidad” y “no a la guerra
entre socialistas” y a señalar claramente al enemigo: Liebknecht. Arrancó
la promesa de defender, aunque fuera con las armas (¡mejor!) la unidad de la “clase”.
Para
nosotros, comunistas de toda la vida (de ello pudo dar fe el perro), la
verdadera unidad es “unidad en la acción”…el
resto vendrá por añadidura.
Y,
así, con los deberes hechos, se presentaron, la noche del domingo 10 de
noviembre, en el Circo Busch de la Friedrichstrasse: No fue una sesión
divertida para los espartaquistas. Rosa Luxemburgo, salida de la cárcel el día
anterior, no pudo ni intervenir. A Liebknecht, llegaron a apuntarle con los
máuser.
Recuérdese,
de entrada, que nada de lo ocurrido había sido constitucional…¡no existía
constitución! Es decir, no había orden constitucional que defender.
Los
electos, dieron su aprobación al gobierno paritario de los “Comisarios del Pueblo” y votaron a favor
de un reparto paritario también en el nuevo “Comité ejecutivo” de los “Consejos
de Obreros y soldados” (COS). El resultado no pudo ser más satisfactorio
para el SPD (Ebert y compañía): se habían apoderado de la revolución, a través
del control de los Consejos y con el apoyo (en la recámara, pero ya prometido)
de los oficiales imperiales. El USPD, estaba atrapado entre Escila y Caribdis:
La primera le arrancó la cabeza, y la segunda los miembros…¡Y se desvaneció
euricianamente!...Sin darse cuenta que la fuerza de Ebert residía,
precisamente, en su “unidad” con el USPD.
Fue
el punto de inflexión: el “Marne de la
Revolución”.
Desde
ese mismo momento, Ebert y toda la socialdemocracia se volcó en su labor “pacificadora”, asesinando a diestro y
siniestro (sobretodo… ¡a siniestro!). Sin embargo, llegaría otro momento clave,
en Navidad. Las prisas por comer el turrón entregó, ahora sí definitivamente,
el poder en manos del fascismo, organizado ex-profeso por la socialdemocracia.
En enero vendría la puntilla, tras cinco estocadas y tres descabellos.
Al dia siguiente, “Die Rohte Fane”, aparecida el día nueve, lanza un ataque furibundo
contra los mayoritarios y el ala derecha del USPD . Lo del día 9 fue una
revolución “democrática”…y lanza sus
“tropas” hacia la preparación de la
Revolución Socialista.
Puesto
que Sebastian Haffner (“La revolución
alemana de 1918-1919”) lo cuenta de una manera soberbia, no me queda más
que recomendarles la lectura del libro…¡y hacer mutis por el foro!
Recordar
sin embargo, que en el circo Busch (¿ven como no he hecho ningún chiste fácil a
costa del nombrecito?) ocurrieron cosas dignas de mención (inspiradas, sin
duda, en la noche de marras), ya situándonos dentro del estricto marco
circense:
·
Por primera vez un domador dominó a sus animales
(leones, cocodrilos)…¡mediante la hipnosis!...Enternecía ver a los felinos
dormirse tiernamente a sus pies y bostezar de forma antiaristotélica a los
saurios. Así actuó Ebert, mediante hipnosis…Sólo por medio de estupefacientes
pudo controlar la Asamblea de los Representantes de los Consejos.
·
¿Recuerdan vds. el número circense aquel en el que
un individuo, atado de pies y manos, es introducido en un depósito
transparente, lleno de agua y herméticamente cerrado y tiene que intentar
liberarse y salir, antes, naturalmente, de que salga de sus pulmones la última
perla de aire?...Pues, bien: En el Busch empezó todo.
También aquí el artista se inspiró en la asamblea del 10 de
noviembre: Ebert maniató a la revolución, la metió en un depósito de agua y
puso sobre la tapadera toda la ferralla de la primera guerra mundial.
Durante los primeros años de Weimar corría por
toda Alemania (a la velocidad del rumor…idéntica a la de la luz!) un chiste
que, en realidad, empezó como una
pequeña representación circense (en el Busch, naturalmente): “Augusto”, el payaso “tonto” (ya saben vds.: existe el “clown”, que viste de blanco y tiene
pinta de Arlequín; el “Augusto” (“Toni” en Sudamérica) que invoca al
desastre en cada intervención y el “contra-Augusto”, cuyo estropicio es tan
espectacular que despierta la admiración pública, por lo que es invitado a
repetir su intervención: ¡el triunfo del disparate!) sorprende a su mejor amigo
y a su (¿mejor?) mujer gozando en el sofá. En el corazón de Augusto se
establece una pugna, como en el corazón de una novicia: no sabe si matar a uno
u a otra. Finalmente opta por vender el sofá…¿me he ido del tema?
Cómo
les decía no me queda más que tomar unas cervezas en Halleschen Tor e imaginar
la llegada, desde Naumburg, del “IV
regimiento de cazadores”…Friedrichstrase arriba, hasta Unter der Linden;
seguirlos, como el inevitable cojo de Berlanga, y acabar bolinga en una cafería
de la Unter, que imagino poblada de banderas rojas, ondeando al viento frio de
noviembre del 18.
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