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martes, 30 de abril de 2013

Propuesta para hoy, día 30 de abril. Hitler. Séneca. Noche de Walpurgis.



Hecho lo que había que hacer, la pareja se dispuso a morir.  A la hora de la siesta: una pistola y una capsula de cianuro. A ella le bastó con el brebaje, él, además, se arreó un tiro… ¡por si las moscas!

Lo que fue pensado como una heróica combinación del final del Ring, liebestod y una, tan grandiosa como falsa, Götterdämmerung, acabó en una siniestra barbacoa:

La humanidad fascista "experimentaría su propia aniquilación como un placer estético de primer rango" - había escrito Walter Benjamin.

 Bormann, testigo de la boda, fue el albacea de las últimas voluntades y quien sacó el cadáver de Eva como si fuera “un saco de patatas”. Fue quien encendió la antorcha para que el chófer personal de Adolfo prendiera la pira.
Ambos, chófer y lameculos, saltaron por los aires, en la Friedrichsatrasse, cuando un obús ruso impactó en el tanque en que pretendían escapar. RIP.

La noticia se difundió: “El Führer ha muerto combatiendo en Berlín.”




 Al día siguiente le tocó el turno a la familia Goebbels (según el mismo procedimiento: combinación vertiginosa de `plomo y cianuro).
De esa forma tan definitiva se ahorraron la vergüenza de ver cómo tal día como hoy, del año 1976 (¡¡) se estrenaba en Barcelona “El Gran Dictador”.

El 30 de abril está apuntado en el calendario de los suicidas vocacionales y mitómanos. Séneca, en el año 65, eligió este hermoso día de primavera, antesala de la  demoníaca “noche de Walpurgis”, para poner fin ¡de una vez por todas! a su vida. Había sido condenado a muerte por Calígula… ¡y se libró!; por Claudio… ¡y se libró! Finalmente Nerón pondría fin a tanta desidia: o te matas tú sólo o te arranco los testículos y se los doy a comer a los perros. ¡Y después te mato!
 
Ante tanta claridad y contundencia de pensamiento y decisión, el filósofo no lo dudó ni un segundo. Su enjundia cordobesa se desató:
     –¡Ozuuú...!–y añadió (por soleares): Er mayor lastre de la via es la espera der mañana y la pérdida der día de hoy.
Se sacó, sin pérdida de tiempo, la navaja barbera y se abrió los brazos y las piernas. En su interior (de manera fonéticamente correcta) se consolaba: “Acabaréis con mi cuerpo, pero mi alma ígnea, libre como es, viajará al fuego primigenio y seguirá su vida inmortal.”
     –¡Se cierren las ventanas, coño…! ¡Que no salga ni una gota de aire! ¡Que se asfixie el espíritu!



La sangre no quería salir… ¡tendría exceso de plaquetas! Así que pidió cicuta (ese perejil malintencionado) y se hizo una infusión bien cargada…que tampoco hizo efecto. Según entraba, salía…por la cantidad de boquetes que se había fabricado en su terrenal cuerpo.
Que “el pasado es cierto” nadie lo niega; que “el futuro es dudoso”, tampoco; pero que “el presente es brevísimo”… ¡me cago en la mar salá!... Dos horas y 23 minutos intentando arrancarme la vida y la cabrona que no quiere salir (decía para sí con desaliento).

Finalmente pidió una bañera con agua caliente. Tardaron lo suyo en calentar el agua. Séneca, descompuesto, miraba a su mujer y a su desgraciado amigo Burro (que lo seguiría, lenta pero tercamente, al más allá). Se sumergió en el recipiente… y fueron los vapores los que, apoyados en su (de él) perenne asma tuberculosa, convencieron al último aliento para que saliera de la caverna inmunda del moribundo y se fundiera con ellos, dejando el cuerpo al albur de las siniestras y enrojecidas olas de la tina. Y así fue.
    
     …Infórmense Vds. de las razones. Infórmense…

“Una vez al año, el 30 de abril, se celebra la noche de Walpurgis. Y entonces, tal como piensa el pueblo, el mundo de los fantasmas queda en libertad. También hay noches cósmicas de Walpurgis (…). Se encuentran demasiado separadas en el tiempo como para que la humanidad pueda recordarlas, de ahí que siempre parezcan nuevas, fenómenos que nunca habían existido.
Ahora se ha desatado una de esas noches cósmicas de Walpurgis.”
(Gustav Meyring: “La noche de Walpurgis”)

El caballo embalsamado de Wallenstein como símbolo de la nobleza, impertérrita y ajena por completo a la marcha de las cosas, entra las cuales su propia desaparición…que se producirá durante una incendiaria “noche de Walpurgis”.  Estamos en Praga, en plena revolución, que se confundirá con el final de la Primera Guerra Mundial. Lo sabemos porque en un momento determinado, el Pingüino” le pide al “Notario” (taberna Grüner Frosch) una botella de Melniker de 1914 y se la pimpla. Un vino de un soberbio rojo rubí que no he tenido el gusto de catar. De no ser por esa fecha todo podría suceder en plena época barroca.  















En la sección dedicada al puerco (Condis) seguro que encontraremos unas orejas. Fritas, bien crujientes, con salsa de rábano rusticano… ¡conmemorativo!

Demasiado “demonismo” para mí: Fuerzas oscuras recorren el mundo y las conciencias de los de “abajo”… Y el fin de la “nobleza” de K.K. a los pies de una locomotora cargada de soldados de la parte eslava del Imperio… ¡una metáfora demasiado mecanicista!

En este asunto no hay trucos ni fatalismos… ¡hay fuerza! Y un sujeto que la ejerce.

El eterno retorno de lo mismo nos traerá nuevas “Noches de Walpurgis”: Goethe, Mann, K.Krauss….”Drácula”…Y un agradecimiento a césar Vallejo por “inventar” el adjetivo “walpurguinano”…digno, por lo demás, de quien esto escribe (¡ejem!).

En el sputofaif sonará: “Fausto“ de Gounod y nos recrearemos en la “Noche de Walpurgis”. 

Hace años, cuando la “feria de abril” se plantaba en Santa María de Barberà, esta noche era fantasmagórica. Había un momento que se paraba el universo-mundo: cuando nos cruzábamos, empapados como pastelillos borrachos, con los sindicalistas que, pancarta al hombro, marchaban hacia el punto de reunión. El coche aparecía al cabo de tres o cuatro días.
Recuerdo una vez que cuando fui a recoger el vehículo, estaba en marcha… ¡15 horas!
Eran los años en los que, olvidando nuestro origen, nos enfangamos en pantanos de alcohol y “alas de mariposa” y no podíamos dar un paso hacia adelante. Por suerte, sigue el “Espirituoso santo” y hemos retomado la cita y el punto de reunión.

Esto último sobra, pero…  ¡scripta manent!

Ah, ¿que no saben Vds. lo que es “la noche de Walpurgis”? Pues la noche en que las brujas (nórdicas) untan sus escobas con grasa de gato y, tras tomar un chupito de bilis de batracio se lanzan a la conquista del mundo. Noche carnavalesca en la que todo se permite.

Eso sí, a la mañana siguiente todo tiene que estar más limpio que una patena. El  kaurismático camión de la basura pasa a las siete en punto.

Mayo estaba dedicado a los “MAYOres”, a nuestros muertos. Aconsejado: no casarse en este mes… podrías  unirte a un@  difunt@. Mejor: ¡No casarse nunca!...podrías unirte a un@  viv@.













Propuesta para hoy, día 30 de abril. 2 ª SERIE. Velvet Stefi. Aleph. Pélleas y Melisande. "La gota fría".


(asteriscos * remiten a “razones efemerísticas”)
1.
El 30 de abril del año pasado me llegó un archivo de una dirección desconocida.  Lo abrí, con prevención. Era una fotografía de tres arbolitos de esos que parecen pinos y que tan bien soportan la arena de la playa. Parecía un cuadro de Dalí: primer plano arenoso y un horizonte marino. Los árboles participaban de ambos mundos.  Amplié la fotografía y observé que un retal de tela violeta (¿terciopelo?) colgaba de una rama, en plan “objeto blando”. Parecía señalar una piedra y que esta piedra escondía un secreto.  Al fondo podía distinguirse un ¿pescador? que más parecía estar levantando la superficie de las aguas, intentando acercar el horizonte, contando la serie infinita de las olas…u oteando defectuosos “vallentatos *”,   que haciendo celadas a las lubinas.





Estaba claro que se me sugería alguna cosa. Primero, sin embargo, tendría que averiguar dónde se encontraba este bonito conjunto arbóreo y, después, levantar la piedra y escarbar…Bueno, les ahorro los detalles. Encontré el lugar: playa de Ocata. Era, en efecto, un trozo de terciopelo azul y, a todas luces, estaba colocado de tal manera que no había más remedio que dirigir la vista hacia la piedra que había sobre la arena de la playa. Levanté la piedra y le dije a Hegel que escarbara… ¡no encontramos nada!  Bueno, sí… un trocito de ámbar*, que serviría para hacerle un colgante al perro por su buen trabajo y que le evitara el mal de ojo.




Dejé la escenografía tal y como estaba y me marché un tanto desilusionado.

Por la tarde volví a recibir otro mensaje gráfico: una mesa de bar sobre la cual había una botella, envuelta en un retal de lo que parecía terciopelo color malva, y dos extrañas copas a medio llenar (o a medio vaciar… ¡a medio llenar!) de un líquido que tenía toda la pinta de ser vino tinto. Dos sillas y en ellas… ¡nadie! Y un mensaje escrito: “¡idiota!”

Esta vez la escena me recordó una incompleta obra de Cézanne. Amplié la fotografía y descubrí que la botella había sido colocada sobre un papel en el que se podía leer “…no mar”. No, no, en el mar no encontré nada, eso estaba claro. Y también estaba claro para el desconocido que, por eso, había cambiado el mensaje. El enigma se complicaba un poquito: tendría que averiguar de qué bar se trataba y preguntar por el asunto. Amplié más la fotografía, en plan “Blade Runner”, y descubrí una servilleta de papel, arrugada, en el suelo del establecimiento. Fijándome bien pude descifrar “…à de Mar”. La cosa estaba clara: se trataba de un bar de Premià de Mar. Quedaba lo más fácil: recorrer todos los establecimientos de la localidad. Lo hice con gusto… Empecé por lo bares del Barri Cotet y, como es normal, después de ocho carajillos, mi inteligencia no daba mucho de sí y no hablemos ya de mi capacidad de observación. Fui bajando hasta la Gran Vía, y más abajo; les ahorro, sin embargo, los detalles y el ridículo… y voy directamente al desenlace.

Iba dando tumbos por la acera de una calle de bajada, rebotando en los coches y en la pared, como la bolita del “tennis for two”, o como un electrón expulsado de su órbita y uno de esos rebotes me envió directamente a un  bar que estaba (y está) a la altura de la plaza de la sardana. Entré dando el famoso traspiés familiar. No había nadie a excepción del camarero que, detrás de la barra, sacaba brillo a una copa extraña y que, sin embargo, me pareció familiar y digo extraña por la misma razón por lo que tenía que haberlo dicho antes, cuando me referí a las dos copas que descansaban sobre el papelito de marras: por su color azul oscuro, casi negro, que pone de manifiesto que cuando arriba dije que las copas contenían vino tinto, lo dije llevado por la costumbre, y por su forma, excesivamente barroca (dejémoslo así).

Ya que estaba dentro, me senté a una mesa y pedí un vino. El camarero acabó lo que estaba haciendo, dejó la copa en la barra y echó vino hasta la mitad. Me la trajo y después me trajo unos quicos. La cosa me parecía familiar. Le pedí al camarero que me trajera otra copa. El camarero obedeció con desconfianza y dispuesto a todo. Y, creo, que para estar más seguro, llamó a Ramón (¿), que respondió desde la cocina con una voz atronadora…pero no apareció. ¿Ramón… Ramón? ¿Qué me recordaba ese nombre? ¿Ramón?...Ramón, Ramón, Ramón… y me acordé de “…no, mar” ¡¡ram on!! Vaya parecía que había dado con la clave. Envalentonado por mi descubrimiento, rogué al camarero que pidiera al tal Ramón que se sentara a mi vera y aceptara una copa de vino. Bueno, les ahorro los detalles.


Tras beberse la copa de vino, se levantó y me trajo un paquetito envuelto en un retal de terciopelo lila. Lo abrí. Era “Océano, mar” de Alessandro Baricco, editorial Anagrama. Un papel en octavo marcaba la página 223:

“Adams fue ahorcado, en la playa de Saint Amand, al amanecer del último día de abril. Llovía copiosamente, pero fueron muchos los que salieron de casa para disfrutar del espectáculo. Lo enterraron ese mismo día. Nadie sabe dónde!”

En la octavilla podía leerse:

“Un gall canta l’amor d’un mas perdut
-llunyà- a mig aire de la serra.
Arribada-aneu a saber d’on-,
Porta el ram de muguet una doncella.
Som al darrer dia d’abril;
Del cel transpua un llum tènue. (…)”

En este punto acababa el poema y continuaba así: (Esteve Albert. “Invitacion al Retrobament”). Y concluía con un nombre: ¡¡¡ Velvet Stefi  !!!

¿Cómo pude  no adivinarlo?...¡¡Idiota!!

2.
Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte”… pues tal día como hoy, del año 1497 (¿por razones estratégicas?), los rayos catódicos… ¡Uy! ¡Perdón!...Los ¡reyes católicos! se lanzaron a la toma de la abandonada villa de Melilla. Y ahí empezó una grandiosa página de la historia de España, cuyo colofón fue la arriesgada “toma de Perejil”. Cuatrocientos años después, exactamente cuatrocientos años, J.J. Thomson ofrece al mundo la prueba de que la naturaleza del “á-tomo” no es tal como pretende reflejar su nombre. Sus experimentos con reyes católicos… ¡Uy! ¿Pedón!...con rayos catódicos en tubos de vacío pusieron de manifiesto la existencia de “corpúsculos” (¿elementales?) con masa insignificante y carga negativa, que se encontraban en una “esfera de electrificación uniforme positiva que produce una fuerza atractiva radial en cada corpúsculo proporcional a su distancia al centro de la esfera”… Ahí empezó la gloriosa historia de la Física de partículas moderna, cuyo colofón ha sido el descubrimiento de las “ondas gravitacionales” (o como se les llame). Si la toma de Perejil hubiera presentado una resistencia más fiera, Aznar no hubiera dudado en utilizar armas descendientes de aquel descubrimiento fundacional: “España es un á-tomo con destino universal”, diría.


Los griegos conocían las cualidades “magnéticas” de lo que ellos llamaban “elektrón” y nosotros, “ámbar”. En 1894, Stoney tomó el nombre para referirse al fenómeno de la electricidad que, como saben Vds., ya estaba siendo utilizada. Thomson no se esforzó demasiado y tomó prestado el nombre para referirlo a esos “corpúsculos”.

3.
“Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges”… Letanía insólita, de un devoto de las letanías, como insólito sentir enamorado a ese ciego, más cerebral, ensimismado y estático que Péllas y Melisenda * en la versión de Debussy. Él pensó: Estos momentos de rapto ante la fotografía de la difunta Beatriz, bien vale las tediosas misas, ampulosamente poéticas, que me endosará su primo. Las visitas regulares habían empezado el año de la muerte de Beatriz:
 “Muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa d la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Danieri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible.”


Señores, leer a Borges es uno de los pocos placeres que quedan en la vida, porque, ya sabrán que, con la edad, lo que antes aparecía como placer, ahora aparece como rutina, cuando no fastidio. No se trata, como piensan los inexpertos, de una incapacidad, se trata, como llegarán a saber, de un sentido especial que sólo se desarrolla, si lo hace, pasadas algunas décadas de nuestras vidas. Y, aparecido, no hay placer que resista la comparación con, por ejemplo, la desigual serie de “cosas” (la simultánea totalidad el mundo) que el autor pudo contemplar, soterrado en el minúsculo sótano del primo hermano: “Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph”. Beatriz, desde el marco ovalado reservado a los difuntos, había, sin duda, guiado sus pasos. Como Beatrice, sustituyendo al poeta, había conducido los pasos de Dante por el Paraíso.

4.
Orabile Beatrice, de los Giaggiolo de Forli, gibelinos, había contraído matrimonio de conveniencia con Paolo “el Bello”, de los Malatesta de Rímini, güelfos. De esa unión brotó el linaje de los Malatesta de Giaggiolo. Paolo, tenía tres hermanos: Giangiotto (por cojo), Malatestino y Maddalena. El primero había sido, igualmente, objeto de transacción y fue casado con Francesca, hija de Guido de Polenta, de Rábano…¡Uy!...¡Pedón!...de Rávena y también güelfo. Y que, por cierto, nada tenía que ver con la creación y expansión de la “polenta”, a no ser su común etimología. Sepan Vds., además, que la polenta más común, la amarilla, se hace con harina de maíz que, por entonces, aún no había sido introducido en Europa. La antigua es resultado de la cocción de diferentes clases de harina procedente de trigos resistentes y agrestes. A mí déjenme con mis “gachas” de almorta. Ya sé que de la toxicidad de los “dientes de muerto”, y también de su delicado sabor y untuosa textura.  



Recuerdo que, en los otoños de la infancia (pues también en la infancia transcurren los otoños), cuando, cosa rara, se presentaba un día lluvioso, mi madre se aprestaba a las “migas” con uvas o a la “sémola” de harina de almorta con longaniza y tajadas de tocino. Recuerdo los borbotones y el ruido con el que se desvanecían en el aire. Recuerdo el aroma, amarillo, y de cómo nadie de la familia osaba alejarse más de tres metros de la sartén, pese al amor que nos profesábamos. Recuerdo cómo mirábamos hipnotizados el bullir nutricio de las guijas… ¡que no me vengan con polentas! Bien es verdad que, por entonces, abundaban individuos con graves dificultades motoras o con indisimulables dolores articulares. No era la almorta… era hambre y pobreza, que, como la riqueza y el hartazgo producen consecuencias.

O sea que, de momento, tenemos dos grandes placeres: Borges y las gachas de “dientes de muerto”.

Francesca, instalada en Rímini, bien por la “mala pata” de su marido, bien por su natural, bien por el natural de Paolo o bien fuera por un cúmulo de circunstancias, entre las cuales el gusto por Lancelot, cayó (¿) en brazos de su cuñado y sus bocas se juntaron en un beso infinito que recorre los preámbulos del Infierno como un lastimoso mascarón de proa… o una doliente (cuesta de imaginar)  y voladora  pareja de Chagall, por debajo de la cual fluyera el río del sufrimiento eterno.


La cojera, por razones que se me escapan, no tiene muy buena prensa, opinión que, como es natural, no es compartida por los que la sufren. Hablo de una cojera en regla, sea original o sobrevenida, no de un balanceo vacilón. Hablo de la cojera de Edipo, de Moravagine, de Lautrec, de Byron, de Sarah Bernhard,  de Rimbaud, de Manet o la patéticamente malsana de Putrificio. Hablo de la cojera de Akab, de Roberto Carlos, de Martirio, de Tino Casal, de Ian Dury. Hablo del “cojo de Calanda”, de Hefestos, del “cojo Marchena”, hablo de Ignacio de Loyola, de Shakespeare, de Quevedo, de Tayllerand, de Walter Scott, de Roosevelt, de los niños cojos de Dikens o de Víctor Hugo…del inevitable cojo de Berlanga o del, a la postre afortunado, cojito del “Flautista de Hamelin”. No, los cojos no han sido bien tratados y la “sabiduría popular” lo proclama. Hablo del mismo demonio y de “el pirata cojo”.

“… De hecho una pierna no es en sí una cosa tan hermosa, pero es infernal, sin duda la cosa más indecente” (“Insaciabilidad”)… y siniestra: recuerden, sino la última escena de “Fargo”.

Sin embargo, la tartamudez, en su justa medida, ha sido proclamada como don divino. La ceguera, de antesala de la sabiduría. Los mancos han sido asociados, de alguna manera, a las letras… ¡los cojos, injustamente, han llevado las de perder!

El caso es que Francesca se alejó de Giangiotto y juntó su boca, ¡ay!, con la boca de su cuñado, “el Bello”. Y los sorprendió el cojo. Y los atravesó allí mismo. Y desde ese preciso instante ingresaron al segundo círculo del Infierno por la puerta grande del Canto V de la “Comedia” (divina, según opinión de Bocaccio), donde penan

“Los pecadores carnales
que la razón al deseo sometieron
Semíramis, Dido, Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris, Tristán.”

Esta triste historia daría para un hermoso vallenato. Y también para una ópera (o varias)…  y para otras manifestaciones artísticas. Y así ha sido: la historia de Francesca y Paolo (a mí me sonaría mejor: Francesco y Paola, pero…) ha dado mucho de sí.





Tal día como hoy, del año 1902, se estrenó, después de un larguísimo embarazo, en la Ópera Cómica de París, “Pélleas y Mélisande” de Debussy sobre texto de Maeterlinck, adaptado, con permiso, por el músico. Ya desde el ensayo general el público se dividió, como el mar el rojo, entre los que la tachaban de “pobre” y los que veían en ella una indisimulada germanofilia cerebralis. A los pocos meses, sin embargo, acabados los últimos coletazos de la “década (en realidad “décadas”) malva”, o sea, cuando los retales lila habían llegado al mercado de las pulgas y se puso de moda en los barrios de N.E. de París, y ya, hablando de peinados, en plena retirada del estilo-madre “pompadour”, cuyas variantes más exitosas fueron:

·        el “estilo francés”: amontónese el pelo en la parte superior de la cabeza y déjense caer unos rizos (fáciles de fabricar gracias a una plancha recién patentada) a los costados

·        y la más duradera manera “Gibson Girl” que añadía postizos (a partir de cabellos cosechados de los peines, peinetas y cepillos domésticos) en la parte frontal de la cabeza, de tal manera que la cabeza femenina llegó a parecerse a una col Kale, también llamada “berza”,

empezó a verse el cabello largo, lacio y suelto que tomó el nombre de “à la Mélisande”, moda que había imperado desde la fundación de Lutecia en las colina del N.E. En realidad fue un renacer tímido de la estética prerrafaelista y que debió su fugaz éxito al simbolismo de la época, canalizado en la trágica figura de nuestra heroína. Este hecho demuestra que la obra, saltando por encima de sus méritos artísticos, tuvo  repercusión y eco.

Con Debussy, he de decirles, que siempre me he hecho un lío. Oigo el “Preludio” y me hago una idea; después escucho “El Mar” y la impresión anterior se disipa. Y es que en Debussy se distinguen, al menos, dos periodos, dos maneras, dos intenciones… La primera (la segunda ya la veremos) que concluye con “Pélleas” suele calificarse de simbolista, impresionista (tal día como hoy del año 1883, murió Manet) y “decadente”. Sus fuentes literarias de inspiración (Verlaine, Baudelaire, Louÿs, Mallarmé…) refuerzan esta idea: Hacer de la música órgano de lo “inexpresable”; hacer del silencio una estructura musical de importancia semejante a la del sonido; incitar a “no discutir” a “sufrir” y no a la “acción heroica” propia del comienzo del romanticismo; captar la atmósfera… Como resultado pretende haber disuelto la solidez, la grandiosidad y lo pomposo del posromanticismo alemán. Pretende haber roto la tensión wagneriana en la que todo acorde tiende hacia otro que, frecuentemente, nunca llega y recuperar el valor sonoro de cada acorde por sí mismo, aunque para ello tenga que arriesgar transiciones bruscas donde el romanticismo echaba mano a acordes intermedios y cadencias. Para ello se vale de “artificios” tonales y escalas de seis tonos enteros o la conocida como “china”, resultado de su visita a la exposición universal de 1889. Entre las multitudes se encontraba Gauguin pidiendo folletos turísticos en las oficinas de la Polinesia… ¡no había tenido bastante con Martinica!
Y no se conformó con disolver la tensión armónica, sino que también arremetió contra el sistema rítmico tradicional, para acomodarlo a la respiración simbolista. En fin, un nuevo cálculo “artificial” de las relaciones entre las duraciones.





Y tras el ataque a la tensión armónica y al sistema rítmico tradicional, acometió la modificación del sonido orquestal, dirigida, igualmente, a un aligeramiento de la masa y el sonido… hacia el color puro.

En fin, como ven Vds. toda una verdadera pelea.

Y todo esto desde un aprecio verdadero por Wagner: inmediatamente después de regresar de Roma (Prix de 1884) asistió al festival de  Bayreuth en el 88 y en el 89, antes de perderse en la bohemia parisina, en el desorden sentimental y en sociedades esotéricas, periodo en el cual pudo conocer a Granados que, por entonces, se ocupaba en la composición de la “Jota para la miel de la Alcarria”. Debussy tampoco le hizo ascos a ese nacionalismo omnipresente, al ruso y al andaluz sobretodo.

De Wagner toma la continuidad musical, el Leitmotive… En Viena, mientras servía a la rusa Madame Von Meck, mecenas y amante epistolar de Tchaikovsky, pudo presenciar “Tristán” (que junto con Francesca, purga su lujuria en el 2º Círculo) y “Parsifal”, hecho que recuerda como epifánico (y revelador) y también como senda intransitable.

¿Puede decirse, con algún fundamento, que la música de Wagner es molecular y que Debussy tiende hacia la liberación de las “corpúsculos”? Si fuera así, estaría à la page, pues por entonces se buceaba profundamente en busca de los constituyentes últimos de lo existente… para reunirlos según una nueva lógica decorativa y placentera… ¡y que rabie Loos!

Pues a lo que iba. Maeterlinck que, por cierto era amigo (y modelo) de Paul Fort,  nombrado por Valéry “príncipe de los poetas” y estimado en lo más alto por el primo hermano de Beatriz, Carlos Argentino Danieri, y que poco antes del estreno de la obra que nos ocupa había escrito “Sor Beatriz”, era el autor de una versión simbolista de la historia alto renacentista recogida por Dante y que había titulado: “Pélleas y Mélisenda”. Debussy toma esta prosa y la musicaliza palabra por palabra (como estaba haciendo Janácek con su “Jenufa” y haría enseguida R. Strauus con “Salomé”) “siguiendo su enigmática prosa adonde quiera que le llevase”. El texto, lleno de vaguedad y misterio, de sentido alegórico, de personajes indefinidos y de sentimientos igualmente poco definidos, a no ser que la flojera sea una definición, es recitado de forma clara y poco expresiva, seguido, sin interrupción, por una música que huye de la complejidad y turbiedad wagneriana. El drama ocurre para completar el catálogo de motivos decadentes, e, incluso, “el Cojo” mata sin mucho convencimiento, sólo para aliñar la ensalada de “vagabundeo, espera, anhelo, temblor…”. Se trata, a todas luces, de un tenebroso drama interior; de un estado de ánimo más que de una página arrancada del libro de la historia.

La ópera estructurada en cinco actos compuestos de múltiples escenas casi independientes, quiere ser la respuesta de Debussy al “Tristán e Isolda” wagneriano.

Más o menos puede resumirse así: Golaud, hijo de Geneviève,  hija de Arkel, rey de Allemonde, encuentra a Mélisande junto a un riachuelo en cuyo fondo descansa (¿) una corona. Golaud recorre aquellos parajes en busca de jabalíes, pero ¿ella?; ¿qué hace ella mirando embobada una corona que descansa en el fondo pedregoso del riachuelo? Bueno, Golaud, hipnotizado por la fuerza de la escena y por la futilidad de la muchacha, se casa con ella. El abuelo, rey, no tiene más remedio que aceptar los hechos consumados y alegrarse, a escondidas, de eliminar de la familia a alguien llamada Úrsula. A partir de aquí la cosa se espesa. Aparece Pélleas, el hermanastro de Golaud, pidiendo permiso para ir a visitar a un amigo que está a punto de morir. El abuelo le dice que también su padre está enfermo y que mejor haría quedándose. Y a partir de aquí todo se precipita como una “gota fría”: Golaud se precipita del caballo, el anillo de boda se precipita en la fuente de los ciegos (a la mismísima hora del ángelus, la chiriciana hora, la de Zaratustra), la boca de Melisande se precipita sobre la boca de Pélleas, la espada de Golaud se precipita sobre el pecho de su desleal hermanastro, que dando la espalda a su propio nombre yace salpicado por el agua ciega, y de su infiel esposa y hasta el mismo telón se precipita sobre la tarima de la Ópera Cómica. Todo, de por sí, es misterioso (incomprensible, diría), pero aún hay más: hay un rebaño de corderos que se dirige al redil; hay una cueva inútil y misteriosa, una fuente de los ciegos y un niño idiota; hay una recién nacida y, ya, huérfana; hay noche, luna llena, lámparas, barcos que se alejan, precipicios amenazantes, cabellos largos como meridianos, hay peticiones de verdad, hay muerte, hay remordimiento, hay silencio, infelicidad…. “No soy feliz” concluye Mélisande… “¡Nosotros tampoco!”, contestaron desde la platea

Pues bien, esta simpleza ha sido fertilísima (en todas las artes posibles): Legh Hunt, D’Anunzio, Marcel Scwob, Ingres, Cabanel, los prerrafaelistas, Rodin, Tchaikovsky, Rachmaninov, Eduard Náprarnik, Herman Goetz, Neruda…


Si antes he afrentado a los cojos, ahora me referiré a los que fueron víctimas de una caída de caballo, algunos se repiten, pues su cojera estuvo determinada por la caída: El más cercano, el padre del citado Enrique Granados. El más significativo, Pablo de Tarso. Otros: Moravagine. Nietzsche, Toulouse- Lautrec, Géricault, el padre de Keats, Ivonne (la hija del “cónsul”), Erasmus, hermano de Novalis, el ridículo arrastre de “El día del Watusi” o el mismísimo arranque de “Guerra y Paz”… Y, naturalmente el desesperado (y mosqueado) Golaud.

Me he referido al “Príncipe de los poetas”. Ahora aparece el “Rey del vallenato”. ¿¡Que no saben a qué refiero con lo de vallenato?! Pues sepan Vds. que es una música patrimonio inmaterial de la humanidad y que ese honor le fue concedido en el mismo lote en el que iba las “falles” del Pirineo. Son canciones-crónica resultado de combinar los ritmos del norte de Colombia, elementos de métrica tomados de la poesía española, instrumentos de origen europeo y la poética imaginación realista de los nativos. Su feudo, si puede decirse así, es el sur de la Guajira, el S.E. del Magdalena, buena parte de Bolívar y el Cesar, en cuya capital, Valledupar, se celebra el más importante festival de Vallenatos. Vallenato es, podríamos decir, el género; se precisa concretar la especie para saber de qué hablamos exactamente. Así como: Flamenco-bulerías. Y dentro de la especie, la subespecie. Así como: Flamenco- Bulerías- de Luís de la Pica.  Dentro del Vallenato se contemplan cinco estilos: paseo, merengue, son, puya y tambora…además de “piquerías”, “parrandas” y diferentes muestras de poesía campesina y otras tradiciones orales. Se acompaña con un acordeón diatónico, como los que abundan por los Pirineos y que en el País Vasco llaman trikitixa, un tamborcito que, antes de que se fueran, se hacía con piel de caimán y la guacharaca, que suena exactamente igual que el pájaro de ese nombre. Pensaron que era mejor inventar un instrumento. Y ¡hala! con estos conocimientos ya pueden Vds. departir e, incluso, dar una conferencia, en la casa de cultura de Arsègel.


Bueno, pues tal día como hoy, del año 1987, el negro Alejo Durán dio una lección de honradez y de amor al oficio y al auditorio: “Pueblo, ¡me he descalificado a mí mismo!” dijo tras un inapreciable error. Y esto lo dijo, y lo hizo, en el primer concurso de “Rey de Reyes del Vallenato” de Valledupar. A estos “Rey de Reyes”, que se realizan cada diez años, sólo pueden presentarse los que han sido proclamados “Reyes” en el concurso anual que se celebra a tal efecto. Y el magnético Alejo Durán había sido proclamado “Rey” en el primer concurso, el año 1968. Si se hubiera callado y hubiera disimulado un poco, le hubieran otorgado la corona suprema, que le arrebató Nicolás Mendoza. Y es que hasta en la misma frontera con Panamá (donde tal día como hoy del año 1887, llegará Gauguin) existe gente honrada. Imaginen Vd. a Rajoy, por ejemplo, dimitiendo por haber escrito “tuvo” (de tener) con “b”. O al Rey de España, llorando desconsolado y pidiendo perdón al pueblo por haber tomado café levantando el meñique de la mano derecha. Alejo, “el rey”, dio una lección mundial a todas las casas reales del universo-mundo. Y por eso, y por su arte, Alejo estará siempre en el altar de mis predilectos. Como lo están Zuleta y Morales: de la Guajira, el primero y del Cesar, el segundo.

La rivalidad era mítica y sus “piques” sonados. Se buscaban por selvas y secarrales. Un día (siento en el alma (¿) no saber la fecha) coincidieron en el poblado de Urumita, no lejos de Valledupar. El duelo estaba servido. La gente se apelotonó en el descampado que había (y que hay) entre  la carretera diez y la calle siete, se aprovisionó de cervezas en la cantina de la esquina y se dispuso a gozar, a costa, sin duda, de la muerte artística de uno de los dos contrincantes. Empezó Zuleta y lo hizo tan bien que el negro Morales desapareció. Fue algo así como la primera prueba de fuego de Savonarola y los franciscanos. Lió el petate y se largó. Zuleta aprovechó para componer “La gota fría”, ese magnífico vallenato que, bien pudiera pasar por el compendio del género. Zuleta se pasó, no porque convirtiera a Morales en víctima imaginada del martirio de moda, la “gota fría”, sino porque se metió con sus orígenes y color de piel: “¿Qué cultura, qué cultura va tener…si nació en los cafetales….?” Fue una puñalada trapera, que el bueno de Morales sufrió en silencio. Pasado el acontecimiento y sus ecos, Zuleta y Morales, convertido en “rey vitalicio”, devinieron en amigos tan íntimos que, desde entonces, actuaron siempre juntos, vivieron juntos y juntos, como es natural, se consolaron en la vejez, que fue larga por cierto. Espero que algún buscador de asteroides, encuentre su correlato en el cielo:… Y Zuleta y Morales, como estrellas binarias, surquen eternamente  los cielos…

5.


Si no han visto la hermosísima película “Érase una vez en América”, ¡véanla!... aunque sólo sea como homenaje a Sergio Leone (+ tal día como hoy del año 1989). Así empezó la gloriosa historia de los Estados Unidos, cuyo colofón fue la invasión de Irak y el comienzo de la tercera guerra mundial.

6.
“Clara* rosa de Lima*
Poeta en Rama *
Campo claro de amor, rosa amorosa
…Campoamor…”



RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...